Capitulo 15
Al abrir los ojos lo primero que vi fue un techo bastante alto y blanco, la única interrupción que había era una lámpara que no pude detallar muy bien porque mi vista no enfocaba del todo.
—Samantha.
Al seguir el sonido de la voz que me llamó llegué hasta el rostro de Tahil, él estaba vestido con una ropa diferente a la que tenía antes, estaba sentado al lado de mi cama y había una sonrisa consoladora en sus labios.
—Me duele mucho la cabeza —susurré.
—Vas a bañarte, cambiarte de ropa y comer algo, luego de eso vendrá un médico a asegurarse de que estés bien —informó.
—¿Un médico? No me he lastimado.
—Un médico… y un psicólogo —aclaró—, eso se debe a que pasaste por mucho estos días y el estrés que acumuló tu cuerpo pudo haberte hecho daño de alguna forma.
—¿Eso crees? —inquirí, no estaba a la defensiva, pero estaba asustada— ¿Ese médico puede eliminar de mi mente lo que viví?
Tahil suspiró, se puso de pies y se sentó a mi lado en la cama. Sus manos acariciando mi cabeza me hizo adormecerme de nuevo.
—No lo hará —me sonrió—, pero te ayudará a vivir con ello.
—¿Fuiste al psicólogo alguna vez?
—No, nunca fui —su ceño estaba fruncido y su mirada perdida mientras me respondía aquello—. Estuve toda mi vida viviendo con remordimiento en mi corazón, sin poder dormir y recordando una y otra vez a todas las personas a las que había matado, pero…
Él se interrumpió, su ceño aún más fruncido me hacía ver que estaba pensado o recordando algo, parecía hablarme mientras rememoraba todo lo que había pasado.
—¿Pero…? —inquirí.
—Pero llegó alguien. Conocí a una persona dulce, positiva, valiente —él sonrió melancólico—… esa persona podía estar en la peor situación y aún así decir que todo estaría bien; tuve la suerte de conocer a una persona que me enseñó a perdonarme, a vivir sin pensar en lo que pasará mañana porque el hoy es lo importante.
—¿De verdad estabas saliendo con mi mamá? —susurré, cerrando los ojos para no verlo y que ninguno de los dos se avergonzara.
—Ella murió una semana después de aceptar salir conmigo —la pequeña risa que escucharon mis oídos, proveniente de él, no sonaba feliz—. Pasé muchos años insistiendo, pidiendo una oportunidad… cuando me la dio, ella se fue.
—Mi mamá me ocultó muchas cosas —susurré.
—No quería verte como estás justo ahora.
—¿La cuidaste, Tahil? ¿Estás satisfecho con el trato que le diste? ¿Ella sonreía cuando estaba contigo? —lo miré, el asintió, quitando el frunce de su ceño y colocando un sonrisa suave en sus labios— Entonces ahora debo agradecerte dos veces.
—¿Por…?
—Mamá me enseñó a ser agradecida —lo interrumpí—, espera mi muestra de agradecimiento.
Me levanté lentamente y caminé hasta la única puerta que había en la habitación, al encerrarme allí, lo que resultó ser el baño, me cercioré de que no hubiesen cámaras y, al ver que no, me desnudé rápidamente y me metí en la ducha, dejando que el agua fría recorriese mi cuerpo por completo.
Eso logró quitar todo el entumecimiento que tenía y me recargó las energías. Me apliqué varios productos que encontré, cepillé mis dientes con un cepillo nuevo que había y me lavé el cabello; cuando salí me sequé con toallas tan suaves que quería quedarme envuelta en ellas, luego me coloqué una bata de baño porque no tenía ropa limpia a la mano.
Al salir la encontré en la cama, la habitación estaba vacía así que fui hasta la puerta y le pasé pestillo para vestirme tranquilamente.
Al terminar me quedé sentada en la cama peinando mi cabello, algo que me relajaba muchísimo. Escuché cuando intentaron abrir la puerta, pero ésta, al no ceder, la tocaron con golpes suaves; cuando abrí encontré a Kam con una bandeja de comida en sus manos.
Bajo sus ojos habían ojeras y parecía cansado, pero se había bañado y cambiado de ropa, incluso la herida de su brazo tenía un vendaje limpio y bien cuidado, agradecí silenciosamente el que se haya curado como debía, porque tenía muchísimo miedo de que se le infectara.
Lo dejé entrar, pero estando más lúcida y calmada, recordé mi antigua molestia por él, una que aún seguía intacta.
No tenía ningún derecho a reclamarle nada cuando yo también le ocultaba cosas, pero hubiese preferido mil veces saber las cosas viniendo de él y no de la forma en la que me enteré.
—Come primero y luego discutimos —fue lo que me dijo cuando nos sentamos y me entregó la bandeja. La mirada que recibió de mi parte lo hizo bufar—. Hablo en serio, come primero.
Lo primero que hice fue beber agua, pues sentía que no lo había hecho en días, luego comí tranquilamente lo que me dieron. Todo estaba delicioso y sentía que era lo más comestible que había comido en años porque se acercaba mucho a la comida casera.
Al terminar de comer puse la bandeja en la mesa de noche y me senté cómodamente para discutir.
—Bien —lo miré—, discutamos.
—No me dijiste que sabías alemán —espetó.
—Vaya, comienzas tú…
—Entonces no sé qué otras cosas me estés ocultando porque incluso me mentiste, ni siquiera fue algo que no vino al tema, sino que me mentiste, te pregunté —su mirada sí daba muchísimo miedo, pero su tono de voz era el mismo que usaba para hablar— qué idiomas sabías y me dijiste que solamente español. Súper, no sabía que el español sonaba igual que el alemán.
—¿Sí sabes que estás peleando por una tontería? —indagué furiosa— ¿Sí sabes que no tienes ni el mínimo derecho de reclamarme algo? ¡Estoy tan harta de preguntarte quién eres! Tan jodidamente cansada…
—¡¿Ya no lo sabes?! —exclamó.
—¡No porque me lo hayas dicho! ¡Todo es una adivinanza! ¡Todo!
—¡¿Crees que estaré orgulloso de decirte quién soy?! ¿Crees que al que me pregunte qué hago con mi vida se lo diré porque sí? —siseó.
—¿Entonces yo soy cualquiera? ¿Yo no tenía derecho a saber? —me detuve, haciendo una mueca de compresión— Claro, es cierto, por supuesto que no podía saberlo, a partir de ahora no estamos relacionados, ¿cierto? Estamos en España, yo puedo irme a donde quiera y tú seguir con tu vida tan misteriosa, comprendo perfectamente, ya me voy.
Me levanté de la cama, pero él lo hizo al mismo tiempo, deteniéndome el paso.
—¿De qué estás hablando, Samantha? —susurró, su mirada me decía que lo había lastimado, pero no sabía dónde o cómo lo había hecho.
—Estoy hablando de los hechos, Kam. Quedamos en esto, ¿No? —me reí sin gracia— Al salir del país nos separaríamos, bien, eso haremos.
—¿Por qué tiene que ser así?
—¿Por qué? Kam, no sé si sabes, pero no nos conocemos, no sabemos nada del otro, no…
—Yo conozco todo de ti —me interrumpió.
—¿En serio? ¿Por eso sabías que hablaba alemán?
—Eso no lo…
—¡¿Y por qué mierda parece que me conoces desde antes?! ¡Respóndeme eso!
—Sam…
—Respóndeme —exigí.
—Todavía no puedo decírtelo —lamentó.
—¿Por qué no?
—No estás lista.
Me reí, preparándome para salir de aquí y huir de todas estas personas.
—¿Cuándo estaré lista? —le pregunté.
—Cuando confíes en mí.
Eso me enojó aún más, me enojó muchísimo.
—¿Cómo puedes decirme eso, Kam? —indagué decepcionada— ¿Todo lo que he hecho contigo hasta ahora no demuestra mi confianza?
—Huirás de mí, Samantha.
—¡No lo sabes! —chillé— ¡No asumas cosas! Si intento huir, retenme, te perdonaré algún día.
Él me miró, me miró tan fijamente que supe que lo estaba pensando, que estaba tomando en cuenta mi propuesta.
Yo estaba loca, sí lo estaba, era una locura que no sabía que tenía. Mi vida había sido muy aburrida antes de esto, ahora me daba cuenta, no recordaba demasiado las cosas que viví antes de mi mamá, pero sí recordaba a la perfección mis inexistentes ganas de vivir después de eso; quizás mis estúpidas decisiones estos días se debían a que aún no valoraba por completo mi vida.
—¿Lo prometes? —inquirió, sin apartar la mirada de la mía.
Yo no podía actuar con la misma seriedad que él porque no sabía de qué se trataba, pero lo prometí, lo hice porque no tenía nada más.
—Lo prometo.
Él asintió.
—No era cercano a tu madre, ni siquiera un poco —susurró, pero lo escuché bastante bien.
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