Capítulo 9. Una oferta peculiar.
Cuando el barco arribó en la costa de Heldoria, Phil sintió un alivio que no se podía poner en palabras. Asimismo, sintió una mezcla de inquietud y duda en su pecho.
Era raro volver a Heldoria luego de todo lo que había sucedido; era como tener que admitir que toda su vida había dado un vuelco y que, a esas alturas, no había punto de retorno. Y tener que admitir algo así era doloroso... no se sentía preparado al concepto de que nada fuera lo mismo. Ya no existía su rutina de antes; las cosas habían cambiado y, con ellas, Phil sabía que él también lo haría tarde o temprano
Pero siendo honesto, no quería que así fuese.
El cambio, a final de cuentas, era doloroso e innecesario.
—Ya hemos llegado —anunció Sarahí, como si aquello no fuese evidente a esas alturas. El barco dejó de tambalear y moverse, pasando a estar estático sobre la tierra.
Todos estaban en la superficie del transporte con sus miradas puestas en el paisaje que se extendía justo frente a sus ojos. Allá a lo lejos se veía la arena y, donde terminaba, comenzaban a formarse un montón de casas amontonadas unas sobre otras. Heldoria era alto a comparación del nivel del mar, por lo que las calles tenían cierto grado de inclinación y, gracias a ello, se veía la enormidad del castillo del reino a la distancia; gracias a lo lejos que yacía, solo se avistaba una pequeña mancha grisácea que se mezclaba con lo verde de la naturaleza.
—¿Qué tan lejos está el castillo de la costa? —inquirió Mason, visiblemente abrumado por la alejado que se veía el centro de Heldoria.
—A doce horas en carruaje —expresó Anaid, que estaba a su lado con un semblante tenso—, eso si no hay inconvenientes en el camino.
—¡¿Qué?! Ya viajamos como veinte horas en el barco.
—No fueron ni quince —refunfuñó Phil, rodando los ojos y cruzándose de brazos.
—Le aseguro que el castillo se encuentra más cerca y el viaje no es del todo tedioso —dijo Sarahí con una sonrisa algo tensa, asintiendo varias veces y tratando de lucir animada.
Mason suspiró y hundió los hombros. Afortunadamente, no agregó otra cosa; de haberlo hecho, quizá Phil habría saltado como un perro rabioso a discutir con él (era frustrante ese efecto que le producía sobre querer llevarle la contraria ante cualquier cosa que decía en voz alta).
Esperaron unos momentos antes de finalmente descender de la embarcación con pasos un tanto vacilantes. Algo alejado de los demás, Phil llevaba consigo al ladrón que habían atrapado a medianoche con las manos sobre las espadas que planeaba robarse (y que habría hecho de no haber sido descubierto).
Sin importar las circunstancias, no planeaba permitir que se rompiera la ley.
Él sabía que solo se necesitaba una chispa en ese mundo para causar un incendio... y no iba a permitir que la chispa se soltara por un error o simple "amabilidad".
Así que llevaba maniatado por detrás al ladrón y con el entrecejo arrugado. De alguna extraña manera, se sentía placentero hacer eso... tener el control sobre esas situaciones fue uno de los motivos por los que decidió volverse caballero. Hacer justicia y sentirse bien consigo mismo, ¿qué más podía pedir?
—No volveré a robar nada... —lloriqueaba el muchacho con los ojos cristalinos y viendo hacia el suelo. Caminaba con los pies arrastrados y los hombros hundidos.
No obstante, Phil había visto a gente como él miles de veces en el pasado. Se hacían pasar por víctimas y, en el momento que les tendías la mano, te tiraban al suelo y daban la vuelta a la situación.
Ningún ladrón, asesino o quebrantador de la ley merecía ningún tipo de amabilidad o el beneficio de la duda. Tenían que pagar lo que habían hecho con lo que merecían.
—Phil, tenemos mejores cosas que hacer —se enfadó Sarahí cuando vio lo que se proponía—, solo deja al chico y vayamos a buscar un carruaje para ponernos en marcha.
—Ustedes hagan lo que quieran —contestó Phil con frialdad sin siquiera mirarla a los ojos—. Los alcanzaré después... También tengo interés en llegar al reino, sea con su adorado príncipe o no.
Notó que Mason lo miraba de pie junto al resto de la guardia. La idea solo lo irritó más y lo comprometió con sus ideales.
.
—Hace tiempo que no te veía por aquí, Phil —anunció el Sr. Hardar, a quien había conocido hacía unos tres meses atrás cuando vino a la costa de Heldoria para colaborar con unos Caballeros de la Corte como parte de su entrenamiento. El Sr. Hardar era uno de esos Caballeros con los que viajó, solo que, como él ya había concluido con su servicio, se quedó en esa costa para seguir haciendo su trabajo—, y me sorprende que cuando por fin te veo es para que me entregues un ladrón...
Phil dibujó una expresión tensa en su rostro y se encogió de hombros. Ahora era el Sr. Hardar el que sostenía al muchacho a nada de romper a llorar.
Los ladrones en serio eran patéticos.
—Fue algo de improvisto —confesó Phil, pasando una mano por su cuello—, aunque no pensaba pasarlo por alto...
—¿Te robó algo?
—A mí no, pero sí a la gente con la que viajaba... a decir verdad, lo atrapamos en el acto y no logró su cometido; mas eso no implica que no haya cometido algo ilegal.
—Ya veo, pues. Gracias por haberlo traído aquí; siempre es un placer encontrarme con caballeros tan comprometidos con su trabajo como tú.
Oír eso del Sr. Handar resultó agradable, especialmente porque era un hombre unos diez años mayor que Phil; por ello le admiraba y sentía respeto por él.
—En ese caso, pondré el asunto a tu disposición —aseveró con una inclinación respetuosa de cabeza.
—No es que sea difícil —se rio el Sr. Handar, y se acercó solo un poco para agregar—, con este muchacho ya serán once ladrones a los que les corto las manos en un mes... Últimamente estoy en racha, y eso se siente bien.
Phil parpadeó varias veces.
—Creo que no escuché bien —dijo—, ¿dijiste que les cortas las manos?
El Sr. Handar lo observó con cierto aire analítico.
—Muchacho, ¿pues qué otra cosa crees que les hace entrar en razón a los ladrones? —se mofó.
—Bueno, pero eso no es funcional... ¿y si al concluir su condena, decide expiar sus errores?, ¿para qué, sino, está la cárcel?
—Hablas de cosas idealistas, hijo, y está bien. A tu edad pensaba que todos los malos que eran malos podían expiar sus pecados, si se esforzaban en ello; y los que no lo buscaban, era porque merecían morirse. Sin embargo, cuando creces te das cuenta que es mejor irse por la solución fácil. Ningún ladrón cambia, y aunque no puedes hacer ejecuciones por cosas así, siempre puedes cortarles las manos y sería algo parecido.
—No lo entiendo.
Incluso si Phil tenía un alto ideal que los transgresores de la ley merecían pagar por los problemas que les causaban a la sociedad, no veía cómo un castigo tan cruel como el que el Sr. Handa sugería iba a servir de algo. Le resultaba extremista e innecesario... Un ladrón debía aprender a pagar por sus errores a través de enmiendas, no con su cuerpo. Y aun manteniendo su lema de "un ladrón siempre será un ladrón", lo decía por el aspecto de que jamás pagará realmente por lo que hizo, y no porque fuese incapaz de arrepentirse.
Y al mirar al muchacho que ahora le veía con sus ojos llorosos, sintió una punzada de culpa.
Para que Phil se sintiera de esa forma, el asunto debía pintar muy feo.
—Es un chico joven —volvió a insistir—, lo llevé aquí porque pretendía que pasara un tiempo en prisión y aprendiera la lección... Eso es todo. No hay por qué privarle de la capacidad de ganar dinero por sí mismo.
El Sr. Handar rodó los ojos.
—Adiós, Phil —se limitó a responder.
Después de marchó con el chico sollozando de miedo.
Asimismo, Phil se quedó paralizado en su lugar.
Había encontrado al Sr. Handar en un callejón apretujado y solitario. No había ni una sola alma rondando por ahí; y pronto, aquello le resultó inquietante.
—Vamos, ¿y dices que yo soy el malvado? —Una voz a sus espaldas le sobresaltó. Phil abrió sus ojos de par en par y se giró con una postura defensiva que adoptó inconscientemente.
Sus hombros no se relajaron al ver que era Mason quien estaba frente a él.
—¿Acaso has venido a burlarte, sádico? —escupió Phil, bufando.
Mason chasqueó la lengua y caminó hacia él. Phil no tenía claro de dónde había salido, mas resultaba evidente que oyó su conversación con el Sr. Handar.
—¿En qué clase de sociedad le cortas las manos a un ladrón...? ¡Es tan irónico que duele! Bien, si de por sí no podía ganarse la vida por su cuenta, ahora quítale las manos... ¡seguro eso lo arreglará! —El tono de burla que envenenaba su voz envió un escalofrío por la espina dorsal de Phil—. Joder, ustedes los caballeros sí que piensan en grande.
—Nunca estuve de acuerdo con eso —contestó Phil, sin saber el porqué se ponía a la defensiva con ese ladrón—. Soy consciente que es un acto inútil y sangriento que no llevará a ningún lado...
—¿Y por qué no haces nada entonces?
Phil se quedó estático.
—Vamos, soldadito —agregó Mason, animándole con un sarcasmo que resultó irritante—, ve a buscar a ese ladrón antes de que sea tarde... Pensaba que te autodenominabas un héroe, ¿dónde quedó eso? —Suspiró y se llevó una mano a la frente—. Ah, es verdad, solo aplica cuando puedes enviar a la cárcel a alguien, maldito hipócrita.
—¡No soy un hipócrita! —Era desesperante lo rápido que Mason le hacía caer en la locura con sus respuestas fastidiosas y molestas. Phil puso los ojos en blanco y apretó los nudillos—. Lárgate con tu pandilla de perros falderos, ¿quieres? No te corresponde hablar sobre nada de lo que haga; también deja de pretender que te importa un carajo lo que le suceda a ese ladrón y sigue viviendo en tu estúpida fantasía donde todos hacen lo que quieres.
Mason cruzó los brazos sobre su pecho.
—Primero —empezó diciendo—, es gracias a ti que estoy con esa "pandilla de perros falderos", el cual es un nombre bastante apegado, a decir verdad. —Dibujó una sonrisa ladina e irónica—. Y segundo, si estoy con ellos, es gracias a ti; lo mínimo que deberías hacer es no irte, ¿sabes? No es divertido ser sarcástico con Sarahí cuando nadie se lo explica, ¿uh?
Inhalando y exhalando varias veces, Phil no se creyó lo que Mason le estaba diciendo
—¿Estás diciéndome que me quieres ahí? —inquirió, incrédulo.
—Es más un "si escucho a alguien más llamándome formalmente y diciéndome que dormirá conmigo para que no pase frío, renunciaré a la misión", aunque tómalo como quieras. —Mason le guiñó un ojo y su sonrisa se ensanchó—. Sé que en el fondo me amas, por lo que puedes interpretarlo como te parezca mejor.
Phil arrugó la nariz.
—Estás enfermo —musitó. Miró hacia el cielo y se frotó los ojos con cansancio.
—Hum, quizá. Digamos que es lo que hace divertida la vida —murmuró Mason, y luego agregó—: Pero, ¿ya ves que sí eres un hipócrita? Me convences de ir con ese grupo de lunáticos y te largas al primer momento... No me dejas ni respirar solo para que no huya y después soy yo el que no sabe nada de ti.
—Pensaba que habías dicho que no sería capaz de detenerte —Phil lo dijo con aburrimiento y sarcasmo—. Y en realidad, solo cumplí con el capricho de Sarahí y los Espíritus o lo que sea... Si te soy sincero, no confío en ti para que seas el protagonista de la profecía.
Mason sonrió
—Oh, detente, me sonrojas —se mofó, haciendo un gesto muy obsceno y grosero con sus manos—. Ahora vamos, soldadito justiciero, tenemos que ir a rescatar a ese ladrón para que luego no tenga que oír cuánto lamentas la culpa que sientes.
—¿Qué?
—¿No me oíste? ¡Dije que vamos a rescatar a ese ladrón! —Hizo pausas innecesarias al hablar para hacer énfasis en el nivel de condescendencia con el que hablaba.
Phil lo vio con molestia.
Sin embargo, no supo cómo rechazar la invitación.
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