Capítulo 8. De vuelta a "casa".
Viajar en barco no era malo.
Lo malo era viajar junto a un ladrón arrogante que se había tomado en serio a sus nuevos seguidores.
—Príncipe Artemis, ya nos aseguramos que tenga su propia habitación y que esté libre de cualquier tipo de plaga —anunció Anaid una vez que subieron a la embarcación. El clima era algo frío y denso, mientras que la iluminación escasa de la tarde daba la sensación de que querer dormir por siempre. Phil estaba aburrido viendo por la borda, puesto que había decidido quedarse ahí la mayor parte del tiempo; no confiaba en el grupo con el que compartían ese barco, porque le daba la espina de haberlos visto antes (y, recordando, si Phil conocía a alguien, generalmente era porque él mismo se había encargado de llevarlos a la cárcel del reino).
Soltó un bostezo y restregó sus ojos, observando cómo Mason (un desgraciado cuyo ego no hacía más que crecer) hacía un vago gesto hacia Anaid, se reía y luego le pedía que le llevara a su cuarto. Apretó los puños y rodó los ojos.
—No entiendo cómo pueden soportarlo —se le escapó decir, aunque no se arrepintió aun cuando Sarahí, que estaba cerca de él viendo a Mason, giró con rapidez su cabeza en su dirección y le miró ofendida.
—¿Qué quieres decir? —cuestionó, lo que podía traducirse como "¿acaso estás buscando pelea?".
Phil no tenía ganas de comenzar una discusión (estaba seguro de que Mason se reiría muchísimo de saber que discutían por él), por lo que se encogió de hombros y se limitó a decir:
—Nada, nada...
Sarahí arrugó la frente.
—Solo di lo que esté pasando por tu mente —le riñó, cruzándose de brazos—. O sino, me enojaré más.
—Únicamente me parece que quizá su devoción esté algo exagerada... Quiero decir, sea el príncipe o no, me parece que ese ladrón es un bastardo arrogante que disfruta viéndolos como sus lacayos. —Ya está, había dicho exactamente lo que planeaba guardarse para sí mismo y con el objetivo de evitar un problema.
—No somos sus lacayos. Somos sus guardias y acompañantes.
—Lo siento, no creo que él los vea así.
Ella se quedó en silencio por unos momentos con un semblante pensativo.
—Bien —sentenció—, entonces no hace falta que nos vea como guardias. Con que podamos estar a su lado es más que suficiente...
Phil dibujó una sonrisa tensa en sus labios y pasó una mano por su cuello.
—¿Puedes explicármelo? —inquirió sin ademán de burla; realmente estaba curioso al respecto—, ¿por qué tratan a Mason de esa forma...?
—El príncipe Artemis —corrigió Sarahí.
—Lo que sea. Es solo que en serio no lo entiendo. No es necesario tratarlo de ese modo para que cumpla la profecía, ¡y, a decir verdad, sigo en duda sobre si verdaderamente es el protagonista de esa profecía! Quiero decir, ¿lo has oído hablar? No tiene aprecio por nadie y su sentido de justicia está más torcido que un cable de cobre.
—En primer lugar, tú lo has visto, Phil; el príncipe Artemis es el príncipe Artemis, y no hay duda sobre ello. Los Espíritus del Viento nos eligieron para ayudarlo en su camino y, sin alguno de nosotros, el mundo estaría destinado a su extinción... ¿quieres eso, Phil? No se trata solo de adular y contentar a alguien, sino también de pensar a futuro. De nosotros depende el destino de millones de personas, ¿o es que acaso eres tan egoísta que no puedes hacer algo simple como dejar tu orgullo de lado para cumplir una misión que involucra salvar al mundo?
Por unos momentos, Phil no dijo nada. Apretó los labios y frunció las cejas.
—No voy a adular a ese idiota como ustedes lo hacen —murmuró con algo de frialdad—. He visto gente cómo él antes... Jamás cambiará; un ladrón siempre es un ladrón, y un bastardo ególatra que le importa un comino la salvación del mundo siempre será eso. Así que, mientras ustedes encuentran la forma de seguir yendo detrás de él como perros falderos, yo buscaré una alternativa cuando todo esto falle y tu supuesto príncipe nos dé la espalda a todos.
Sarahí esbozó una mueca.
—Parece que confías muy poco en las personas —musitó con enfado—, hay más que solo blanco y negro, ¿sabías?
—Oh, sí, lo sé perfectamente. —Phil dio media vuelta, haciendo amago de irse (o al menos de alejarse de Sarahí, que comenzaba a resultarle irritante)—. Sin embargo, en nuestro caso la diferencia de bandos es obvia... No es diferente hallar quién pertenece a cada lado basado en nuestras razones del porqué estamos aquí. Nosotros queremos de buena fe cumplir una profecía para salvar al mundo; y a uno lo convencí de venir prometiéndole dinero y fama. Dime, ¿en qué lugar deja eso a tu príncipe?
Tras no obtener una respuesta inmediata, Phil bufó y se alejó pesadamente con sus manos hundidas en los bolsillos de su pantalón. No tenía idea de cómo se había envuelto en todo eso y, sobre todo, cómo es que acabó ahí.
Pasó una hora. Y luego dos.
Cuando el cielo comenzó a oscurecer y en el firmamento aparecieron las primeras estrellas, Phil ya estaba sentado sobre el suelo con su espalda apoyada sobre la barandilla que protegía el borde de la embarcación. Luego del ataque de los demonios alados que había sufrido en su primer viaje, no se fiaba de que no pudiera volver a suceder; así que prefería estar alerta en caso de que algo parecido ocurriera.
Sin embargo, no contó con el hecho de que el día había sido intenso emocional y físicamente.
Tras la tercera hora, empezó a cabecear y sentir los párpados de plomo.
Soñó con la voz de antes.
Le parecía que había pasado mucho tiempo desde la última vez que la oyó (y eso era mentira; realmente había sido hacía unas pocas horas), así que se sorprendió al escucharla una vez más entre sus sueños.
—No dividan, porque así jamás vencerán. El príncipe heredero es la única esperanza.
Fue la única frase que le dijo en todo el sueño.
Después Phil despertó de golpe.
Al principio se sintió aturdido y el miedo le congeló, temiendo haberse despertado de nuevo por una invasión de demonios. No obstante, ese no fue el caso, y permitió sentirse tranquilo unos minutos tras haberse asegurado de que la superficie del barco estaba en silencio porque no había nadie ahí, o nadie más allá del personal. La cosa es que este era un viaje mucho más corto que el anterior que había hecho; se debía a que no había partido del mismo punto de Heldoria al que ahora estaban volviendo, y había una gran diferencia entre el puerto del que había zarpado a la isla la primera vez; el viaje ahora solo tenía pensado ser de menos de doce horas. En teoría, eso debería hacerlo sentir más tranquilo.
Soltó un hondo suspiro y se frotó los ojos. Se levantó del suelo y apoyó su espalda sobre la barandilla. Entonces visualizó una sombra emerger de la trampilla en el suelo; por unos momentos, pensó que se trataba de Sarahí por lo ágil y pequeña que era la figura, pero rápidamente descubrió que no era así. Ni tampoco era alguien que conociera.
Era uno de los desconocidos del otro grupo que viajaban con ellos. Ni siquiera se habían presentado entre sí (ciertamente no hacía falta), y Phil sintió un amargo sabor en su paladar cuando observó que el desconocido, cuya edad rondaba entre los catorce y quince años, se dirigía hacia la popa del barco.
Phil tardó en tarde cuenta que aquel chico llevaba entre sus brazos un montón de bolsas y se estaba dirigiendo hacia el bote de emergencia.
—Oye, ¿qué estás haciendo? —le llamó con voz gruesa y autoritaria, dando largas zancadas hacia él para detenerse a su lado.
El chico se asustó tanto que soltó todo lo que llevaba entre manos. Cuando las bolsas cayeron, hubo ruidos y golpes metálicos.
Una sonrisa amarga tiró de los labios de Phil y pasó una mano por su cabello.
—¿A quién le robaste eso? —inquirió, apoyando sus manos en sus rodillas para mirar a los ojos a ese pobre adolescente que parecía a nada de desmayarse del susto.
—N-no robé nada —contestó con sus ojos abiertos de par en par.
Phil entonces observó que a espaldas del chico más personas comenzaron a salir por la trampilla.
—¡Hey tú, maldito ladrón! —chilló Harley. Detrás de ella venía Sarahí, que lucía algo despistada y como si acabara de despertarse—, ¡devuelve esas cosas a donde pertenecen, son nuestras espadas!
A decir verdad, Phil no tenía idea de dónde había sacado el séquito de Sarahí espadas; ni siquiera estaba seguro de qué tan legal era que las poseyeran. Mas en lo que sí estaba de acuerdo era en no dejar ir al ladrón.
Se incorporó y apoyó su mano en el hombro del muchacho, cuya piel estaba tan pálida como la misma cera.
Entonces Phil recordó de dónde le conocía a él y a los otros miembros de su grupo. Ellos no estaban ahí, pero rememoraba haber arrestado a una familia de ladrones hacía unos dos años atrás; había sido en compañía de un guardia de la realeza, mas también se había llevado parte del crédito al acorralar a los culpables.
En ese entonces, el chico que estaba frente a él no tenía más de doce años. Sus padres y tres de sus hermanos estaban con él; en ese momento solo enviaron a sus padres a la cárcel por los cargos de robo.
Volver a verle ahí fue como un golpe limpio y doloroso en el estómago. Chasqueó la lengua y miró hacia el cielo.
—Devuelve lo que robaste —le ordenó.
El chico seguía viéndose asustado, e incluso dudó acerca de seguir la orden. Seguramente su familia (resguardada en sus cuartos por lo que veía) le había mandado a robar todo eso... era claro que ya no seguían cometiendo el error de arriesgar sus cabezas todos a la vez; en cambio, ahora solo enviaban a uno de los suyos a arriesgar el pellejo para abandonarlo si hacía falta.
Era lamentable la forma en que vivían los ladrones. Repugnante. Horrible.
—No te lo diré dos veces —murmuró Phil, empleando un tono de voz más serio y cerniendo su mano sobre el hombro del muchacho para apretarle más.
—Lo siento —soltó él en respuesta, con sus ojos a nada de ponerse a lagrimear. Recogió las cosas que había soltado y, con los ojos fijos en el suelo, se lo devolvió a Haley.
—Esto no se va a quedar así —prosiguió Phil con las cejas arqueadas—. Temo decirte que el acto de robar no es algo que se perdone ante la ley con simpleza.
—Pero se lo devolví... no pasó nada.
—Ya, claro, porque si así funcionara la ley, entonces todo sería arcoíris y burbujas... Pero no. El solo hecho de que hayas tomado algo que no es de tu pertenencia ya te vuelve un ladrón; no importa si lo devolviste o no, porque, para empezar, no lo habrías devuelto de no ser que te atrapamos... ¿y qué pensabas hacer, de todos modos? ¿Ir remando hasta Heldoria con todas esas cosas? En serio es ridículo lo que hace la gente como tú.
El muchacho se encogió en su sitio y hundió los hombros. No dijo nada.
—¿Qué mierda está pasando y por qué no dejan dormir en paz? —La voz de Mason, en medio de aquel caos, no fue otra cosa sino un factor irritante.
—Príncipe Artemis —corearon todos los del séquito de Sarahí, incluyéndola a ella.
—¿Príncipe? —repitió el chico entre tartamudeos con sus pupilas dilatadas en terror.
—Sí, sí —le quitó importancia Mason—, ¿qué sucede?
Sarahí, cómo no, le resumió lo que había ocurrido. Phil solo puso los ojos en blanco y maldijo a todo lo que le había llevado a ese lugar.
—Vamos, si no robó nada está bien —fue la respuesta de Mason luego del relato de Sarahí.
—Era obvio que pensarías eso —espetó Phil con fastidio—. Lamentablemente para ti, no tienes ninguna autoridad para decidir y yo sí. Por lo que, cuando volvamos a Heldoria, me aseguraré de entregar a este chico a las autoridades correspondientes.
Mason frunció el ceño.
—Solo déjalo ir —contestó cortante—, ¿en qué te afecta hacer la vista gorda? Tenemos mejores cosas que hacer.
—Seguro te habría encantado que eso hubieran hecho contigo, pero no. —Phil soltó un ruidoso suspiro y obligó al muchacho cuyo hombro seguía sosteniendo a avanzar—. No dejaré de hacer mi trabajo así sea el fin del mundo.
—Haz lo que quieras. —Mason realmente se veía enfadado—. Maldito lunático.
Phil contuvo una respuesta.
En serio odiaba a ese ladrón.
Y extrañamente, ese viaje superaba en creces siendo el peor de su vida al de los demonios alados.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro