Capítulo 7. ¿Qué podría ser peor?
—Bien, ya estoy aquí. ¿Qué es lo que quieren que haga? —Si bien Mason había accedido (no por la mejor razón) a escuchar a esta supuesta "Corte del Ángel Caído de Heldoria", no volvió de buena gana.
Ahora estaban en una posada más tranquila y familiar, todos sentados en torno a una mesa circular y mirándose fijamente los unos a los otros con cierto nivel de tensión e incomodidad. Sarahí, quién sabía cómo, consiguió no advertir en el fastidio que teñía el tono de voz de Mason y sonrió de oreja a oreja.
—Que vengas con nosotros a Heldoria y cumplas tu parte de la profecía rompiendo el Círculo de Fuego para deshacerte de todos los demonios —dijo ella, asintiendo con la cabeza como si aquello que acababa de decir fuese lo más sencillo del planeta.
Mason arqueó las cejas. Una sonrisa incrédula tiró de sus labios y bufó.
—Ya, claro, romper brechas entre mundos y deshacerme de demonios es algo que hago todos los días —ironizó con el veneno goteando de sus palabras. En serio no parecía apreciar en lo absoluto a ninguno de los miembros de aquella corte.
Y Sarahí parecía ser demasiado inocente como para entender que él hablaba con sarcasmo.
—¿En serio? —indagó—, pensaba que no conocías tus poderes ni estabas en contacto con tus habilidades sobrehumanas.
—Solo está siendo sarcástico —murmuró Phil, amonestando a Mason con la mirada y frunciendo las cejas.
—No lo entiendo.
Mason carraspeó con la garganta y apoyó sus manos sobre la mesa.
—Bueno, quieren que vaya a Heldoria —resumió—, ¿y luego qué?
—Te presentas ante el rey para hacerle saber que su hijo exiliado no está muerto —completó Erned con mortal seriedad.
—¿Y se supone que debo decirle algo como "¡Hey padre, soy yo!" o qué? Siendo honesto, dudo que confíe solo en sus palabras... —Mason alzó las cejas y extendió sus manos para hacer énfasis en lo ridículo que le parecía todo—. Esto empieza a parecerme que no tienen ningún plan y solo están improvisando.
El grupo se quedó en silencio.
—Improvisar no siempre es malo —añadió Sarahí; su sonrisa titubeó—. Sabemos de la existencia de una prueba de sangre.
—Oh, así que nos pusimos civilizados...
—Es un tipo de prueba de aptitudes que solo el linaje real posee. La última vez que se utilizó fue hace doscientos años, cuando se dudó de la veracidad del príncipe Edward II; sin embargo, puede volver a ser puesto en uso para ti, y el rey no podrá negarte la prueba una vez que te presentes ante él.
—Así que... Iré a Heldoria a proclamarme como el príncipe heredero exiliado que, por si fuera poco, es el protagonista de la profecía que augura la extinción de los demonios... Clarísimo. Si no nos echa a la calle antes, seguro el rey estará encantado de oírnos, porque no tiene nada que hacer y su corona es de papel.
—Su corona no es de papel.
Mason hundió su rostro entre sus manos.
—Oye tú, caballero de la justicia —murmuró él, mirando hacia Phil, que estaba sentado a su lado—, el dinero no vale esto.
Phil frunció el ceño.
—Solo haz lo que te dicen —imploró, frotándose la sien y suspirando—. Existe una posibilidad de que el rey acceda a hacerte esa prueba al verte. Tu apariencia y edad ya revelan mucho...
No había muchas personas que lucieran como Mason gracias a los que pensaban que eran semidemonios. Hubo esa cruel y horrible época donde los bebés eran desechados como animales al averiguar que su iris era rojo como el rubí.
Con el pasar del tiempo, dejaron nacer personas con los ojos de aquel color, quizá por cuestión de genética o selectividad. Y las pocas personas que sobrevivieron y crecieron con aquel color de ojos, se volvieron en gente mal vista y que supuestamente traían mal augurio.
Mason era el ejemplo en vivo de aquello. Sin embargo, en su caso lo último que veía la gente en él eran sus ojos; mas bien, se fijaban en que era el responsable de haberles robado. Pese a eso, su apariencia sí era extraña para los que se fijaban con mayor detalle (quizá no para decir al acto que era el príncipe de Heldoria, pero sí como para sentir algo de curiosidad al respecto), y eso era en lo que tendrían que confiar para que su plan funcionase.
Y oh, algo fuera del tema, Phil seguía sin creerse que aquel ladrón era quien iba a salvar su mundo.
Se frotó los ojos y dibujó una mueca.
—Está bien, mientras me saquen de este pueblo horrible y no deba hacer demasiado, los seguiré —decretó Mason, levantándose de su asiento y soltando un denso suspiro.
—Lo ayudaremos a empacar —dijo Sarahí con brillante entusiasmo.
—No es necesario.
—¿Está seguro? Quizá necesite de algunas manos extras...
—Estoy seguro. —Mason parecía algo irritado y pasó una mano por su cuello—. Solo iré a buscar mis cosas y supongo que luego podemos partir.
.
Mason vivía en la posada-bar que habían visitado en un comienzo. Así que al parecer no era solo un sitio que frecuentaba, cosa que le pareció curiosa a Phil cuando lo siguió hasta ahí.
—Le dije a esa demente que no necesitaba de su ayuda —musitó Mason cuando lo vio bajo el umbral de su puerta. Tenía una habitación pequeña y de lo más desordenada, repleta de papeles y cosas regadas sobre el suelo sin ningún significado aparente.
—No vengo a ayudarte —gruñó Phil—, me aseguro de que no escapes a ningún lado. No voy a cruzar todo el maldito mar de nuevo para encontrarte.
—Oh, ¿es así cómo tratas al príncipe exiliado de Heldoria?
Phil rodó los ojos y apoyó su espalda sobre el marco de la puerta, observando a Mason tomar una mochila oculta bajo su cama y empezar a hurgar entre las cosas en su escritorio; quizá tratando de revisar qué era lo que le servía y lo que no de todo eso.
—Incluso si te viera con una corona y una capa, me seguiría rehusando a llamarte de esa forma —admitió Phil con una mezcla de indiferencia e ironía—. No te ofendas, pero jamás serás un príncipe... Te haría falta una vida de educación para siquiera pensar en serlo.
—Pensaba que ser un príncipe solo tenía que ver con la sangre —se burló Mason—, ya sabes, basta con verte bonito y decirles a todos qué hacer, ¡y listo! La gente decide si te ama o te odia. No es muy complicado.
Una sonrisa tensa asomó a los labios de Phil.
—Si así fuera la realeza, viviríamos en un caos eterno —espetó—. Los príncipes no en vano son educados toda su vida para estar preparados al momento de gobernar. Es más que solo un acto de diplomacia, también tiene que ver con la política y la inteligencia. Nadie nace con el poder de dirigir un reino.
—¿Y con el poder de dirigir demonios?
Phil frunció el ceño.
—¿Hablas del anillo? —indagó, arqueando las cejas—. También lo estaba pensando... No sé si sabías de las condiciones del anillo, pero solo puede controlar un sector si el anillo posee la sangre de ese grupo en específico. En tu caso, posees sangre de demonio.
Mason dejó caer un par de plumas que tenía en la mano, y se le quedó viendo.
—Tener los ojos rojos no me vuelve un semidemonio —musitó. El enfado se tornó visible en su mirada, e incluso el rojo de su iris se acentuó.
—¿No? —Phil no había tenido malas intenciones al traer el tema. Lo había dicho, porque creía que era verdad—, ¿y si no, qué eres?
Hubo unos momentos de silencio. Mason chasqueó la lengua y regresó a su tarea de empezar a meter cosas al azar al interior de su mochila.
—Soy un ladrón al que le acaban de decir que es un príncipe —murmuró—, y ese mismo ladrón hará lo que le digan con tal de salir de esta miseria... Después de todo, dudo que convenzan al rey de que sea verdad todo este cuento; aunque al menos ya me habré ido de aquí. Será emocionante tener nueva gente a la que robarle y extorsionar, ¿no crees?
—No, no lo creo. —Phil apretó los puños y sintió la ira recorrer sus venas—. De acuerdo, quizá no sepa mucho sobre los semidemonio, pero estoy seguro de que la gente asocia el color de tus ojos a ellos por una buena razón... No estoy asumiendo nada, solo diciéndote que no eres el único en esto. Semidemonio, príncipe o lo que seas, ahora tienes a un grupo de gente que depende de ti, así que actúa como tal.
Mason sonrió agriamente.
—Yo no les pedí que me siguieran —escupió—, ni que vinieran hasta aquí... Joder, solo lárgate de mi cuarto. Me enfada tener que hablar con alguien cuya cabeza está así de cuadrada. —Le hizo un gesto para que se fuera, aunque Phil se mantuvo en su sitio.
—Nada me garantiza que no vayas a huir —se limitó a responder.
La sonrisa de Mason delataba la gran cantidad de insultos que estaba pensando en ese momento para él.
—¿En serio piensas que podrías detenerme, si decido huir? —inquirió, cruzándose de brazos y alzando las cejas—, parece que tienes el ego muy inflado.
—¿Tú en serio piensas que no podría detenerte?
—No pudiste detenerme antes.
—¡Eso fue porque me lanzaste un demonio a la cara! ¡Fue completamente injusto! —Phil ni siquiera sabía por qué estaba discutiendo el tema. Soltó un hondo suspiro y rodó los ojos—. Termina con los que estás haciendo para que podamos irnos. No pretendo quedarme en este sitio más tiempo del necesario.
—Estoy seguro de que has estado en sitios peores, maldito dramático. —Mason le miró de mala gana—. Y no puedo concentrarme en empacar si no te vas.
—Y yo soy el dramático...
La final, Phil abandonó el cuarto con tal de apresurar su marcha. Aun cuando habían convencido a Mason de irse, seguía sin tener la certeza de que se quedaría con ellos.
Incluso si era el príncipe de Heldoria, dudaba que tuviera una pizca de decencia o que siquiera conociera el concepto de lealtad. En el fondo, era un ladrón; nada cambiaría eso.
(Y no es que Phil fuera especialmente rencoroso al respecto por ese enfrentamiento que habían tenido al conocerse).
Meneó la cabeza y soltó un hondo suspiro cuando vio a Mason finalmente salir de su cuarto con el equipaje suficiente.
—Deja de lloriquear, no me fui a ningún lado —musitó él con fastidio, haciéndole a un lado para atravesar el pasillo con todo lo que llevaba. Tenía una mochila a los hombros, un bolso de viaje y un maletín en su mano izquierda.
Phil no contestó (estaba dándose cuenta de que, si respondía, la conversación se alargaba de forma innecesaria).
—Oh, ¡ahí están! —Sarahí los esperaba al pie de los escalones con una brillante sonrisa—, ¡lo estábamos esperando, príncipe Artemis!
—Me imagino que no iban a olvidarse de mí —ironizó Mason.
—¡Olvidarnos de usted sería imperdonable!
—Uh...
—Con los fondos que tenemos, hemos rentado un barco para ir a Heldoria todos juntos. Lo compartiremos con otro grupo de personas, así que espero que esté bien para usted...
—Y, si no lo estuviera, ¿qué harían?
Sarahí parpadeó varias veces.
—No le hagas caso —gruñó Phil, empezando a cansarse de ese juego—. Solo tomemos ese barco para irnos y ya está. No le des muchas vueltas.
—Pero si el príncipe no está de acuerdo con eso, entonces deberíamos conseguir algo más —contestó ella al acto.
Mason lució una sonrisa de oreja a oreja.
—Ya la oíste, soldadito —dijo hacia Phil—, ve a conseguir algo mejor.
—No pertenezco a su grupo —espetó él con frialdad—, te acompañaré en el viaje, mas no esperes nada más de mí. En cualquier caso, si insistes en volverte exigente, yo también me pondré quisquilloso con tu reputación de ladrón...
—¡Phil! No es necesario que seas grosero —contestó Sarahí, ofendida. Luego se volvió hacia Mason y agregó—: Príncipe Artemis, ¿está seguro que desea que busquemos otro transporte?
El aludido soltó una carcajada.
—Estoy bien con el barco que mencionaste —la tranquilizó—, solo tenía curiosidad por ver tu reacción.
—Oh, ya veo...
Phil rodó los ojos.
Sospechaba que ese iba a ser un viaje muy largo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro