Capítulo 6. El orgullo de un ladrón.
—Hace mucho tiempo atrás nació el príncipe heredero de Heldoria... Pero no el príncipe que conocemos en la actualidad, sino, más bien, uno diferente. Cuando él nació, el pueblo enteró se alegró y ovacionó su nacimiento, pues desde hacía más tiempo atrás los espíritus del aire habían augurado que sería él quien nos salvaría del fin del mundo... Sin embargo, hubo algo que no se había previsto. El niño que recién había nacido era un semidemonio, con todas las características físicas que esto conlleva y, luego de un largo debate en el Concejo real, se llegó a la conclusión de que lo mejor para el reino era que muriera.
—Pero... eso es horrible... Solo era un bebé.
—Lo sé. No obstante, en ese entonces e incluso ahora se creía que los semidemonio, al crecer, se convertirían en demonios como los que rodean ahora nuestro mundo, y creyeron que lo mejor sería exiliarlo.
—Espera.... ¿Entonces lo exiliaron o lo mataron?
—La orden fue enviarlo a otro reino y dejarlo a su suerte, pues así moriría y nadie se haría directamente responsable por ello.
—Oh, y murió, ¿no?
—Es lo que se piensa. Sin embargo, hay algunos por ahí que dicen que en realidad está vivo en alguna parte del mundo, aguardando por el momento para volver. Después de todo, aún es el héroe de la profecía.
—¿Tú sí crees en eso?
—No es que yo crea o no, sino que es algo real. El fin de todo lo que conocemos está cerca, y solo el príncipe que desterraron puede evitarlo.
—Y si ese príncipe está vivo... ¿querrá salvarnos?
—Solo podemos esperar que así sea.
—¿Y si no...?
—Y si no, estaremos perdidos.
.
Phil estaba incrédulo, y tenía razones de sobra para estarlo. Mirando hacia el grupo que se había arrodillado frente a Mason.
Ese ladrón que, por una razón que no era capaz de entender, figuraba como la persona que había estado buscando todo ese tiempo. El príncipe heredero al trono de Heldoria. El héroe de las profecías.
Ese del que dependían las vidas de todos en la tierra.
Mason, por razones que también eran pausibles, miró al grupo con una mezcla de incredulidad y asombro. Sus ojos estaban abiertos de hito en hito. Pupilas dilatadas en confusión y su rostro pálido.
—¿Quiénes son? —cuestionó. Phil detectó un toque de miedo en su tono de voz... ¿Sería que ahora mismo estaba recordando lo que había ocurrido en el techo? Quizá ahora sí estaba dándose cuenta de que todo iba en serio.
La mujer que encabezaba el grupo alzó ligeramente la cabeza.
—Somos los Elegidos por los Espíritus del Viento —expresó con sus labios apretados en una fina línea recta. Expresión petrea. Cierto nivel de complacencia y suavidad en su mirada—. Fuimos enviados para guiarlo a través de su viaje y devolverle el honor que le fue robado y que le pertenece por naturaleza.
Una sonrisa de desconcierto asomó a los labios de Mason. El hombre frente a él, que minutos atrás le había estado reclamando sus objetos robados, soltó una carcajada.
—¡Este ladrón de mierda jamás podría ser un príncipe! ¡Seguro los engañaron al enviarlos aquí para hacerles una broma! —exclamó él.
La mujer de antes se levantó del suelo.
Entonces, con un movimiento tan rápido que resultó imposible de distinguir con claridad, ella tomó al hombre del cuello de su camisa y lo miró con una expresión aterradora. Los ojos del hombre se abrieron a más no poder y retrocedió varios pasos.
—No te atrevas a llamarlo de esa manera —espetó ella. Frunció los ojos y lo empujó con fuerza; el hombre se tambaleó y no dijo nada, visiblemente asustado y comprendiendo al acto que no valía la pena meterse en una pelea con ella. Acto seguido, la mujer se volvió hacia Mason, inclinando la cabeza a la par que agregaba—: Mis disculpas, príncipe Artemis.
—¿Dicen que fueron enviados por los Espíritus del Viento? —inquirió Mason con el ceño fruncido.
—Así es, príncipe Arte-
—No me llames de ese modo. No soy ningún príncipe... —Los ojos del ladrón se levantaron y se fijaron en Phil al otro lado, como tratando de descifrar qué papel jugaba él en todo eso—. Se equivocaron de persona.
Dicho esto, Mason los esquivó y abandonó el bar con paso pesado. Con algo de curiosidad, Phil se acercó hacia el grupo, que se había levantado del suelo y ahora se miraba entre sí con confusión.
—¿Quiénes son? —se atrevió a preguntar.
La mujer que lideraba se giró hacia él y arrugó la frente.
—Somos los Elegidos por los Espíritus...
—No me refiero a eso —interrumpió Phil, suspirando—. ¿De dónde sacaron que Mason es el príncipe heredero?
—Eso es información clasificada que no te concierne. Además, ¿conoces al príncipe?
—No realmente. Pero sí me concierne de dónde sacaron esa información. Vine desde Heldoria y viajé bastante solo para encontrarlo.
Los ojos de la mujer lo escanearon con interés.
—¿También eres un Elegido? —indagó.
Phil se removió con incomodidad sobre el suelo.
—Supongo —murmuró, ladeando la cabeza. No tenía claro qué significaba eso, pero le pareció que el ente (espíritu, fantasma, lo que fuera) detrás de todos esos sueños debía ser algo así—. Estoy en mi servicio como Caballero de la Corte de la Luz, así que deben saber que soy de confiar.
—En ese caso, permite que me presente —dijo la mujer con una expresión más amable—. Mi nombre es Sarahí Devirmen. Mi grupo y yo no estamos afiliados a ninguna corte parecida a la tuya, aunque también pertenecemos a Heldoria. Todos tuvimos un sueño en relación a la profecía y nos encontramos a lo largo de nuestro viaje; al descubrir que teníamos semejanzas en cuanto a nuestros objetivos, decidimos aliarnos y por fin hemos llegado a nuestro destino final, que es hallar al príncipe Artemis.
Phil asintió lentamente, advirtiendo que mucha gente los estaba mirando con el ceño fruncido.
—Entiendo... —murmuró, carraspeando con la garganta y pasando una mano por su cabello—. También vine por algo parecido, aunque tengo curiosidad de cómo supieron que era él ese príncipe...
Los ojos de Sarahí se iluminaron, y señaló hacia uno de los hombres de su grupo, que tenía el cabello corto y ojos miel.
—Erned nos ayudó con eso —explicó—. Hay personas que son más afines a descifrar los mensajes de los Espíritus del Viento, y a él se le fue proporcionada una imagen clara del príncipe Artemis. Luego de eso, reunimos lo que todos habíamos averiguado entre sueños y, a raíz de eso, tuvimos que hallar una manera de encontrarlo.
—¿Eso quiere decir que no sabían a dónde tenían que ir?
Sarahí arrugó la frente.
—¿Tú sí lo sabías?
—Bueno, recibí una especie de mapa en forma de marcas y algo así... El punto es que sabía a dónde tenía que ir, aunque no exactamente por qué o a quién debía buscar.
—¡Oh! ¡Eso explica cosas! —Sarahí lució interesada—. Teníamos la impresión de que los Espíritus del Viento habían esparcidos sueños entre los Elegidos con información distinta. Yo recibí su nombre y quién era, aunque estaba ciega en cuanto a su rostro, dónde estaba, el nombre por el que era conocido, entre otras cosas... Desciframos la mayor parte entre todos, exceptuando el sitio.
—¿Debemos ir a buscar al príncipe? —inquirió una de las del grupo. Una muchacha que parecía ser la más joven; con ojos grandes, un collar de estrella colgando sobre su cuello y su cabello rojo cortado al ras de su oreja.
—No creo que sea buena idea —sugirió Phil—. Hace unos momentos yo también le solté algo de información grande, así que me imagino que quiere estar solo...
"El príncipe".
Le pareció raro que esa gente se dirigiera a Mason de ese modo... Un ladrón con un nivel de sarcasmo irritante y una sonrisa que le provocaba el instinto de querer golpearlo.
—Tiene sentido —dijo Sarahí—. Dado que tú lo conoces más, te encomiendo la misión de llevarlo a nosotros dentro de una hora.
Phil alzó las cejas.
—¿Disculpa? —se le salió responder.
—¿Cuál es tu nombre? —Sarahí fingió no haberle oído.
—Me llamo Phil...
—Bien, Phil. Es un gusto unirte a nuestro grupo. Nos hacemos llamar la "Corte del Ángel Caído de Heldoria" y nuestro plan a largo plazo es acompañar al príncipe en su travesía para salvar el mundo.
Tratando de pensar en qué momento había accedido unirse a esa corte, Phil ladeó la cabeza. Siguió al grupo cuando ellos dieron media vuelta y abandonaron el bar, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.
—Yo nunca dije que me uniría a ustedes... —empezó diciendo.
Sarahí apoyó una mano en su hombro.
—Ya te presenté a Erned —dijo, ya experta en ignorarlo. Hizo un gesto hacia la muchacha de antes y agregó—: Ella es Anaid. —Señaló al hombre a su lado, de cabello largo y mirada oscura—. Él es Lorson. —Volvió su índice hacia una mujer de mirada seria y considerable altura—. Ella es Harley. —Por último, dirigió su mano en dirección de un hombre de complexión delgada y ojos de un azul intenso—. Y él es Partles.
Phil inclinó la cabeza con gesto respetuoso.
—Un placer conocerlos a todos... —murmuró con algo de ambigüedad. Miró a Sarahí, y suspiró.
Le seguiría la corriente a ese grupo de gente... y después pensaría qué hacer. Por mucho que le hiciera ilusión formar parte de un grupo de héroes destinados a salvar el mundo, no estaba seguro de qué tan coherente sería el plan que tenían en mente ellos. Tal vez saldría mejor todo si trabajaba por su cuenta.
—Iré a buscar a Mason —agregó—. De todos modos, de aquí a que lo encuentro ya habrá tenido suficiente tiempo para pensar en lo que pasó...
—Excelente idea —Sarahí lo aprobó—. Estaremos en esa posada delante de este bar. Así que podemos reunirnos ahí.
Algo alegre de tener una excusa para alejarse de ellos, Phil relajó los hombros y dio media vuelta. Soltó un suspiro y se tronó los nudillos con algo de estrés.
¿Qué estaba sucediendo?
Entre más avanzaba el día, más raro se ponía todo.
Era una locura.
.
Encontró a Mason una hora después de que él hubiera huido del bar.
No fue tan fácil como pensó que sería, y Phil tuvo que guiarse de los testimonios de la gente en la calle y corazonadas en base a lo que sabía de aquel joven.
Lo encontró en el tejado de una casa, sentado junto a un montón de palomas. De no haber sido porque sobresalía en medio de aquel paisaje, Phil lo habría pasado por alto. Tuvo que subir por una canaleta y arriesgarse a sufrir una fatal caída, pero al final consiguió llegar al tejado y, tras tambalearse un poco a causa de las tejas, se dirigió hacia Mason.
—¿Sabes que, incluso si huyes, las cosas no cambiarán? —fue lo que dijo al estar lo suficientemente cerca para hacerse oír.
Mason tensó los hombros y chasqueó la lengua. Ni siquiera lo miró; seguro no tenía que hacerlo para saber quién era.
—Jodete —fue su amable respuesta.
Phil soltó un suspiro y se sentó a su lado, asegurándose de afianzar su agarre sobre las tejas para evitar resbalar torpemente por aquel tejado inclinado.
—Yo tampoco entiendo cómo pasó esto —dijo con el ceño fruncido, mirando a Mason y apretando los labios—, pero no actúes como un mocoso y al menos enfrenta la situación lo más dignamente posible. —Cuando no obtuvo respuesta, se enfadó y agregó—: No puedo corroborar o confirmar nada, aunque es obvio que no es casualidad que todos nos hayamos reunido para hallarte... Hablé con ellos, y algo grande está pasando. Te guste o no, eres el centro de todo.
—Esto no es una broma, ¿verdad? —murmuró Mason. Tenía las rodillas pegadas a su pecho y ocultó su rostro entre sus brazos—. Ya te lo dije... Yo no pienso hacer nada por nadie. Es mejor que les digas que se vayan a buscar a otra persona para seguirles el juego, porque yo no lo haré.
Phil frunció el ceño.
—Yo tampoco quería hacer esto —admitió—, pero estoy aquí pese a todo... A veces no se trata de tus deseos, sino de tu deber, y estoy seguro que jamás has cumplido algo así en tu vida... No voy a decirte que es un honor ser el protagonista de una profecía, porque no tengo idea de cómo acabará esto, mas sí puedo decirte que si eres el único que puede cumplirla, entonces tragate tus pensamientos y solo haz lo que te digan.
Mason finalmente lo miró.
Luego estalló en carcajadas.
—¡Que te hayan lavado el cerebro para creer que debes vivir por los demás no es mi culpa! —gritó, meneando la cabeza con incredulidad.
—Bien, si no lo harás por la humanidad, entonces piensa en que van a tratarte como un rey y dejarás atrás la escoria en la que vives. —Phil decidió cambiar su enfoque tras un suspiro de fastidio.
—¿En serio? —La curiosidad de Mason le sacó una sonrisa a Phil.
En serio era un bastardo.
—Si es verdad que eres el príncipe heredero y perdido de Heldoria, puedes contar con que tu vida de ahora en adelante estará rodeada de fama y gloria... ¡Imagínate cómo será solo con tu regreso! Todos estarán confundidos, y ahí estarás tú, ganándote el trono y volviéndote la persona más importante en el mundo... Y, sobre todo, tendrías mucho dinero.
—¿Cuánto? Dinero, quiero decir... ¿De verdad tendría mucho?
Phil asintió, lamentando la manera en que estaba convenciendo a Mason.
—Montones de lingotes de oro y todo lo que se te ocurra —contestó.
Mason sonrió.
—De acuerdo... Hagámoslo.
Phil sospechó que se arrepentiría de esto más tarde.
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