Capítulo 45. Donde todo debe terminar.
Phil quería ser optimista e ignorar cuáles eran las probabilidades de que salieran los dos de ese lugar infernal. Debía ser optimista... porque, de lo contrario, no hallaría la fuerza para levantarse.
Por ello fue que consiguió cargar a Mason y descubrir en el proceso lo aterradoramente liviano que era. Empujó ese pensamiento fuera de su mente y se enfocó en lo suyo. En salir de ahí.
El ambiente era denso y pesado y, sin duda, Phil no podía sentirse tranquilo. Los demonios seguían revoloteando a su alrededor, mas no se acercaban; quizá el anillo de Mason tenía que ver al respecto.
Phil sintió los brazos temblarle, pero no por el esfuerzo de levantar a Mason, sino por el miedo que le llenaba desde la punta de sus pies hasta la coronilla. Jamás en su vida se había sentido así de asustado e impotente, dependiente de factores externos más allá que de sus propias fuerzas. Sintió un nudo en la garganta y tragó saliva.
La herida de Mason ya no sangraba, o no por completo. El corte que se había hecho no parecía haber sido demasiado profundo, mas era evidente que estaría en un gran peligro si no se le atendía pronto. Phil corrió tanto como le fue posible, asegurándose de no zarandear demasiado a Mason y, al mismo tiempo, de ser lo suficientemente rápido para volver al otro lado lo antes posible.
Le parecía surrealista todo lo que estaba ocurriendo. Como si fuese un sueño... o una pesadilla. La historia sobre el Círculo de Fuego y la invocación al portal era algo que no le entraba por completo a la cabeza, y sentía un hormigueo por su sien. Estaba seguro de que, aun años después, pensaría en esa historia como una cosa que jamás entendió por completo. Lo mismo iba para el paisaje que le rodeaba.
El mundo de los demonios. El infierno mismo. Un lugar rojo, en llamas y cubierto de arena. No tenía sentido.
Phil meneó la cabeza y de nuevo alejó todas las divagaciones de su mente.
No tardaron en llegar a la playa.
Ahí el agua del mar estaba más turbulenta e intensa, sacudiéndose en olas fuertes y mojando consigo gran parte de la arena.
—¿Puedes aguantar la respiración por mucho tiempo? —inquirió Phil hacia Mason con el ceño fruncido. Él tenía los ojos cerrados y se le dificultaba respirar.
—Eso espero —fue su única respuesta algo forzada. Su piel había dejado de estar fría, y ahora hervía en fiebre. Eso no podía estar lo más mínimamente bien—. No te preocupes por mí... haz lo que debas hacer. Yo resistiré.
La verdad era que Phil lo dudaba, y no porque no creyera en Mason, sino porque él mismo no parecía ser consciente de la gravedad de su situación. Maldijo por lo bajo y exhaló con fuerza.
—De acuerdo —murmuró, porque no tenían otra alternativa—, hagámoslo...
Y dicho esto, se adentró en el mar.
Sabía que era suicida lo que estaba haciendo. Sabía que, en realidad, no tenían oportunidad de sobrevivir ahora que era consciente de lo lejos que estaba el otro lado. Sabía que Mason no estaba en condiciones de nadar, y que la posibilidad de que sobreviviera a todo eso era muy baja... Y Phil quizá estaba siendo un idiota testarudo por forzar una solución que no tenía ni pies ni cabeza.
Y sin embargo, ¿qué otra opción tenía? ¿Rendirse y abandonar a Mason? ¿Vivir el resto de su existencia miserablemente y sin poder estar en paz consigo mismo? ¿Ser arrastrado por la culpa de no haberlo intentado? ¿Perder a Mason y pasar el resto de sus días solo recordando los recuerdos que compartían? No, no podía hacerlo.
Y si debía elegir entre eso o morir en el intento, entonces elegiría lo segundo. Una y otra vez.
Sin pensarlo.
Cuando el agua le llenó los oídos y le nubló los sentidos, Phil siguió convenciéndose de eso. Era difícil sostener a Mason y nadar por sí mismo, especialmente con sus brazos alrededor de su cuello y el sentimiento de que la fuerte corriente de las olas trataba de llevarlo de vuelta a la superficie.
Phil empezó a sentir que se ahogaba.
Trató de calmarse. Se forzó a hacerlo.
Y vio una luz.
Era una luz diferente a la que sabía que implicaba un cambio de mundos.
Pues entonces la luz empezó a expandirse e iluminar todo su alrededor. Y entonces ya no estaba en el mar, sino en una habitación infinitamente blanca y sin límites aparentes. Suelo blanco, paredes blancas. Todo era tan puro y claro que no tenía sentido.
Parpadeando varias veces, Phil tardó en procesar lo que estaba pasando.
¿Acaso habían muerto y esto era lo que había más allá de la muerte? Tardó en entender que estaba mojado hasta los huesos y que temblaba como un perro callejero. Miró hacia abajo y vio a Mason.
A diferencia de él, Mason estaba tendido sobre el suelo. Su herida no sangraba, pero sus ojos estaban cerrados.
Su pecho no se movía.
—Mason —murmuró Phil con los ojos abiertos de hito en hito. La respiración se le cortó y, al inicio, no se creyó lo que sus ojos veían—, Mason —repitió. Esta vez acercándose tambaleante y dejando caer las rodillas a su lado. Se inclinó y apoyó una mano en su frente.
Su piel estaba tan fría como una noche en invierno. Como la piel de alguien que ya estaba muerto.
—Mason —gimoteó Phil, y los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Él no despertará —habló una voz desde el frente. Alzando la cabeza, Phil no se encontró con nada, o no a primera vista. Parpadeó para alejar las lágrimas resbaladizas y observó que había una especie de figuras tenues y brillantes que se proyectaban en la habitación. Tenían figuras semihumanas, pero en realidad era difícil discernir cómo lucía su anatomía.
Phil sintió que el estómago se le revolvía cuando cayó en la cuenta de que reconocía aquella voz.
La voz que le había hablado en sueños.
—¿Qué significa eso? —contestó, molesto y desesperado. La respiración se le agitó y más lágrimas le empezaron a caer por las mejillas—, ¡¿cómo que no despertará?!
—Su sangre fue derramada donde debía serlo. Ahora el sacrificio fue pagado y el elegido no volverá —prosiguió la voz con palpable indiferencia y monotonía—, el príncipe ha muerto para que el mundo pueda seguir existiendo. Gracias a su sacrificio, los demonios han sido desterrados y los Espíritus tenemos de vuelta el control sobre el hilo del destino.
Phil no se creía lo que estaba escuchando.
—¿Dónde estoy? —cuestionó pese a todo. Quería actuar tranquilo, mas eso era imposible cuando acababa de descubrir que la criatura frente a él era el Espíritu del Viento que le había estado hablando en sueños... y que Mason, aparentemente, acababa de morir.
Era tan abrupto que sentía que su mente en realidad no lo estaba entendiendo.
—En un cruce entre lo humano y lo espiritual —informó el Espíritu calmadamente—, más allá de los sueños, esta es la única manera en que los humanos pueden interactuar con nosotros. Fuiste traído aquí como última medida... nadie más tiene por qué morir esta noche. Hicieron un buen trabajo. Ahora pueden descansar en paz sabiendo que el mundo ya no se encuentra en un inminente peligro y control de los demonios.
Phil bajó la cabeza. Incrédulo. Confundido. Exasperado.
—¿Cómo puedes decir eso? —musitó. El corazón se le aceleró y sintió una intensa punzada contra su cabeza—, ¡¿cómo podría estar en paz sabiendo que Mason está muerto...?! ¡No puedes decirme eso! ¡No puedes decirme que todo está bien cuando alguien murió...! Me importa un carajo la razón. Mason está muerto, y no voy a aceptarlo... —La voz se le quebró y, aunque había tratado de mantenerse sensato y diplomático, los sentimientos le ganaron y rompió en llanto—. Esto es una mierda. No pueden enviar a gente a sus muertes solo porque sí... ¡No tiene sentido! ¡Eso no está bien! —Phil se cubrió el rostro. Era como si la garganta se le cerrara y los pulmones se le llenaran de agua. Se sentía asfixiado, abandonado y roto. Las lágrimas le caían de los ojos como ríos y estaba seguro de que era la primera vez que se sentía tan desconsolado—. Es injusto... es muy injusto...
Si alguien le hubiera dicho en el pasado que rompería a llorar en presencia de un Espíritu del Viento, se habría echado una buena carcajada y le habría parecido un gran chiste. Y sin embargo, ahora estaba ahí. Jamás creyó que tendría tan poco autocontrol sobre sí mismo como ahora.
Sollozó con fuerza y maldijo entre dientes a todos los Espíritus. Los odiaba. Gracias a ellos había sucedido esto.
Los odiaba. Y los odiaba tanto que ahora sentía que todo le quemaba desde dentro. Ni siquiera podía ver a Mason... ni siquiera podía tocarlo. La idea de sentir de nuevo la horrible frialdad de su piel le carcomía por dentro.
Sollozó más fuerte al pensar que jamás volvería a ver sus ojos. Ni oír sus estúpidos comentarios sarcásticos. O tomar sus manos o sentir sus labios. Joder. Todo estaba mal. Todo era simplemente injusto.
¿Por qué demonios se había enamorado del héroe de una profecía que lo condenaba a su final?
—¿Quieres una alternativa a la muerte? —Esta vez habló una voz diferente. Más juvenil y más suave.
Phil se controló lo suficiente para levantar la mirada y calmar sus sollozos.
—¿La hay? —cuestionó.
—La hay para aquellos que realmente buscan con desesperación otra solución —prosiguió la voz—. Yo soy el Espíritu de la Tierra, y estoy más cerca a entender el amor. Puedo ofrecerte un trato, si así lo deseas.
El Espíritu del Viento no parecía estar del todo de acuerdo con la intromisión, a juzgar por ese efímero gruñido que no pasó desapercibido para nadie. Pese a ello, el Espíritu de la Tierra siguió hablando:
—Phil Sharner, eres un hombre que, según tu hilo del destino, vivirás una larga y longeva vida. No obstante, existe una manera de "obsequiar" años de la vida que te corresponde llevar.
Incluso sin entender demasiado lo que esto significaba, Phil no se lo pensó dos veces antes de asentir con la cabeza.
—Si eso significa que Mason puede vivir, lo haré —soltó—, haré lo que sea... daré lo que sea. Por favor, solo devuelvelo.
—Este trato implica muchas condiciones —prosiguió el Espíritu de la Tierra, ignorándole—. Sus corazones y almas estarán unidas, así que el día en que tú mueras, también lo hará el elegido; y viceversa. Tu hilo del destino se verá afectado, por lo que podrías vivir menos de lo esperado, pero no más. Tu vida, por tanto, se acortará hasta donde tú desees obsequiarle al elegido, y dejará de ser tuya para pasar a ser compartida. Debes estar absolutamente seguro de este trato, porque no tiene vuelta atrás y alterará por completo el destino que estaba preparado para ti. Además, no podrás mencionarle de esto a absolutamente nadie y, cuando tú mueras, nadie podrá efectuar este trato contigo. ¿Entiendes estas condiciones y, pese a ello, deseas seguir adelante con el trato?
Phil lo meditó solo por una fracción de segundo, y no porque no pensara que fuera lo correcto, sino que tuvo que cerciorarse de memorizar estas condiciones para evitar cometer algún desliz en el futuro al respecto. Al final, asintió lentamente con la cabeza.
—Entiendo las partes del trato —dijo—, y aun así quiero continuar. Por favor... de ser posible, quisiera darle a Mason la mitad de mi vida destinada.
No podía imaginarlo de otra forma. Era lo que debía ser. Tenía que suceder de esa manera.
Incluso sin poder verlo o tener apariencia física, Phil tuvo la sensación de que el Espíritu de la Tierra estaba sonriendo.
—En ese caso, así será —contestó—. Los Espíritus no te molestaremos más. Has cumplido la misión que se te fue asignada, y del mismo modo con el Elegido. Tu recompensa es vivir lo que te queda pacíficamente.
En otras circunstancias, Phil habría alegado algo como "¿En serio? ¿Salvamos el mundo y la única recompensa es vivir en paz?", sin embargo, justo ahora entendía el valor de aquel pago, y le parecía justo. La idea de vivir tranquilamente sin que espíritus le molestasen con profecías o misiones era justo lo que esperaba de su futuro. Esbozó una sombra de sonrisa e inclinó la cabeza.
—No podría estar más agradecido —murmuró, y era verdad.
Entonces las paredes blancas se tornaron oscuras y su alrededor comenzó a disolverse.
Phil cayó inconsciente.
Para cuando despertó de nuevo, había un cielo oscuro y estrellado encima de su cabeza. Parpadeó con fuerza y trató de despejarse. Su vista aún seguía nublada.
—¡Phil! ¡Phil! —gritó alguien. Se trataba de Sarahí.
Algo aturdido, Phil luchó por incorporarse, descubriendo que estaba sobre un suelo de tierra y hierba. Al mirar al frente vio el lago al que se había lanzado antes... se sentía extraño pensar en eso. Pero había una evidente diferencia: la superficie del agua ya no reflejaba más el otro mundo.
El Círculo de Fuego había sido cerrado.
Los ojos se le llenaron de lágrimas de alivio y pestañeó varias veces para alejarlas. Miró por encima de su hombro y vio a Sarahí, que se le lanzó encima.
—Volvieron —sollozó—, volvieron... Me tenían asustada, tonto. De pronto el lago empezó a brillar en color rojo y hubo algo así como una explosión, ¡fue aterrador! Y luego aparecieron ustedes... ¡No sabes cuan feliz estoy!
Separándose un poco de su asfixiante abrazo, Phil procesó sus palabras. Luego miró hacia su otro costado. El corazón se le detuvo por unos microsegundos.
Ahí estaba Mason.
Revivió por una fracción de instante el recuerdo de su muerte. La palidez y frialdad de su piel. La sangre interminable de su hemorragia. El miedo y la desesperación que le habían llenado.
Así que cuando vio la forma en que el pecho de Mason subía y bajaba por su respiración, Phil soltó un largo suspiro que se asemejó a un sollozo. Sin pensarlo, se levantó y se apresuró a su lado. Se dejó caer al suelo y contempló su rostro por unos momentos.
Mason aún tenía la herida, pero ya parecía haber cerrado y no sangraba. Sin duda, el trato que había hecho debía tener algo que ver. De pronto, comenzó a toser y Mason se puso de costado, escupiendo agua.
—Ah, mierda —fueron sus palabras tras despertar. Mason frunció las cejas—, me siento como si hubiera estado muerto...
A Phil no le hizo gracia el comentario y, en lugar de contestar, lo envolvió en un abrazo. Sentir su corazón latir contra el pecho se convirtió en un regalo que jamás pensó que apreciaría tanto. Se aferró a Mason con fuerza y apoyó la cabeza sobre su hombro, temblando y sintiendo ganas de romper en llanto de nuevo.
—Ey, ¿de dónde viene esta necesidad de dejarme sin aire? —bromeó Mason—. Oye, Sarahí, parece que hace años no nos vemos...
—No debiste irte así —le regañó ella con frustración—. Por cierto, ¿qué fue lo que sucedió? Me da la idea de que me perdí de mucho.
—El Círculo de Fuego se cerró —murmuró Phil, aun sin despegarse de Mason y teniendo la impresión que no sería capaz de hacerlo de nuevo—, ya no tenemos que preocuparnos por eso.
—¿Eh? ¿Qué quieres decir? —cuestionó Mason—. Se suponía que debía morirme para que se cerrara esa cosa, ¿no?
—No puedo hablarles de eso, solo puedo decirles que no tenemos que preocuparnos más por salvar el mundo. ¿Pueden confiar en mí? —Phil suspiró y se alejó un poco de Mason, aun sentado a horcajadas encima de él. Lo miró a los ojos y arrugó la frente, al mismo tiempo que agregaba—: Por favor.
Mason ladeó la cabeza, visiblemente muriendo de curiosidad. Y ni hablar de Sarahí, que estaba inquieta, ansiosa y no dejaba de moverse de un lado a otro.
—Bien, pero más te vale que no hayas hecho algo estúpido —musitó Mason, arqueando las cejas.
—¿Como hiciste tú cuando te largaste a morir al Círculo de Fuego y nos dejaste atrás? —ironizó Phil, hundiendo los hombros. En realidad, no lo decía en serio y menos con intención de herir, puesto que casi de inmediato inclinó la cabeza hacia Mason para besarlo con suavidad; sus labios estaban agrietados y tenían un sabor a óxido y, pese a eso, deseó nunca alejarse. Jamás se había sentido más feliz de haber hecho un trato... realmente estaba seguro de que había tomado la mejor decisión que existía.
Sarahí carraspeó con la garganta para interrumpirlos.
—Por mucho que me encante verlos demostrar afecto físico el uno por el otro —empezó diciendo—, la verdad es que tenemos algo de prisa.
—¿Ahora por qué? —se molestó Mason, frunciendo el ceño cuando Phil se apartó.
—Antes de que regresaran, di por sentado que tardarían un rato, así que tomé al caballo y me acerqué a la ciudad... Estoy bastante segura de que el séquito del príncipe Noah está aquí.
—¿Qué? —Phil le miró con notable inquietud—, ¿por qué?
Encogiéndose de hombros, Sarahí miró hacia atrás.
—Tengo la idea de que el príncipe Noah estaba tan enojado con Mason porque quería ser él el protagonista de la profecía que quizá vino a encararlo y ser quien cierre el Círculo de Fuego, lo que indica que claramente no sabe nada respecto a la profecía... En fin, deberían irse antes de que ellos lleguen. Estaban entretenidos revisando el rastro de un demonio, pero no tardarán en venir hasta aquí.
—¿Qué quieres decir con que deberíamos irnos? —cuestionó Mason, vacilante—, ¿no planeamos regresar? O mejor dicho... ¿no planeas venir con nosotros?
Sarahí sonrió.
—No pueden volver a Heldoria —dijo—. Nada bueno saldrá de que el príncipe Artemis regrese... El rey se verá obligado a volverte a ti el heredero, el príncipe Noah te odiará más de lo que ya lo hace y ustedes no podrán estar juntos... Quiero decir, una cosa es dos hombres al azar saliendo, pero, ¿el príncipe de Heldoria en una relación así de escandalosa? Sería el colmo.
—Está bien, está bien —se desesperó Phil—. Nos sobran razones para irnos, pero, ¿por qué no vendrás?
—Alguien debe ir y contarle al resto la valerosa historia sobre los dos hombres que se sacrificaron por el mundo y murieron... Además, lo mío no es viajar, y menos con una pareja así de encaramelada, ¿saben? No me gusta ser el mal tercio... En fin. En realidad estuve pensando en esto varios días, y creo que es la mejor solución para todos.
Phil se sintió extrañamente traicionado, como si hubiera esperado que Sarahí fuera con ellos. Ni siquiera se había puesto a pensar seriamente en lo que harían cuando la misión acabara, así que, de alguna manera, le alegró que ella lo hubiese hecho. Incluso si, por otro lado, también dolía.
Se levantó con cuidado y se acercó a ella. La abrazó con fuerza y suspiró.
—En ese caso —murmuró—, cuídate, Sarahí. Empieza de cero con alguien más y no vuelvas con tu familia...
Ella se rio.
—También te quiero, Phil —contestó. Miró a Mason, y añadió—: Igual a ti, Mason.
Él asintió vagamente.
—Sí, lo que sea...
—Envíen una carta a la capital en cuanto hallen un lugar en donde asentarse —continuó Sarahí, sonriendo. Y le tendió a Phil una pequeña bolsita—. Necesitarás dinero. Hay un pueblo al este a medio día de aquí; es pequeño, pero servirá para que puedan reabastecerse.
—¿Cuándo pensaste todo eso? —inquirió Phil con sorpresa—. Me siento mal por haberte subestimado. Eres increíble, Sarahí. Muchas gracias por todo.
Ella asintió.
—Vamos. Tomen al caballo y váyanse antes de que lleguen los locos... Yo lidiaré con ellos y fingiré demencia si hace falta. ¡No olvides mandar cartas!
—No lo olvidaré.
Fue extraño tomar al caballo e irse de ahí. A sabiendas de que Sarahí estaba quedándose y estaban por iniciar caminos y rumbos distintos. Se sentía melancólico y triste... no obstante, también había una matiz de alegría.
Tal vez porque sabía que no era un adiós definitivo. Solo un simple "hasta luego".
—¿Estás bien? —Mason le preguntó suavemente. Ya llevaban unas dos horas de viaje y a la mitad se habían bajado del caballo y comenzado a ir a pie. Resultó ser que el animal no soportaba largas distancias con sus pesos. Y tenía sentido.
Phil asintió de forma vaga. Le dolían las piernas y estaba cansado, pues todo el esfuerzo que habían hecho horas atrás estaba comenzando a cobrarle factura, y una muy cara. Sonrió y pasó un brazo por los hombros de Mason, acercándolo a él.
—La verdad es que sí —admitió—. Me entristece ya no tener a Sarahí con nosotros... pero, por otro lado, por fin estamos a solas.
—E increíblemente exhaustos —puntualizó Mason, encogiéndose de hombros—. Me alegra que Sarahí haya decidido esto. Creo que al final quería la gloria de ser la única superviviente a este evento catastrófico, pero, ¿qué más da? Se merece la atención que va a recibir. Y nosotros la paz de no tener a nadie mencionando estúpidas profecías.
Phil sonrió. Detuvo el paso (y al caballo que guiaba) solo unos momentos para ponerse frente a Mason. Contempló su rostro en silencio por unos momentos y observó sus ojos. Su color había dejado de ser rojizo, y no estaba seguro de si eso era parte del trato; la cosa era que justo ahora su iris era de un suave gris caleidoscopio que se entremezclaba con el azul.
Era un color encantador.
El corazón le latió con fuerza y sintió un cosquilleo en el estómago cuando lo miró. Porque podía verlo. Porque Mason estaba vivo.
Jamás se arrepentiría del trato que había hecho.
—¿Tengo algo en la cara? —se burló Mason, sonriendo y apoyando las manos sobre el pecho de Phil, poniéndose en puntillas para poder alcanzarlo con facilidad.
—Te amo —soltó Phil, tragando saliva.
—Yo también.
Mason cerró la distancia que les separaba con un beso y, a comparación de los demás, este se sintió diferente. Phil sonrió y las rodillas le flaquearon.
Por fin se sintió como si tuviera algo de valor en su vida. Algo que perder. Algo que amar.
Algo a lo que regresar... y algo que se sentía como un hogar.
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