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Capítulo 43. Solo confía en el final.

"Sé que estará bien sin mí".

Mason se convenció de que era cierto. Y lo repitió en su mente una y otra vez mientras salía de aquella oscura y silenciosa casa, arrastrando los pies y siendo tan callado como solo un fantasma podía serlo.

Últimamente había estado pensando demasiado en eso. Que Phil era un hombre con muchas oportunidades de conocer a alguien mejor... que no tenía porqué estancarse en una relación que, en su perspectiva, había surgido de la nada. No tenía sentido. No podía hacerle pasar por un desastre solo por un capricho.

Sí, porque Mason sabía que era caprichoso, desesperante y sarcástico a morir. ¿Quién iría a extrañarlo? Le parecía que los Espíritus (o el destino, o quién fuese) no podían haber escogido a una mejor persona para sacrificarse. A un semidemonio que nadie extrañaría. A un semidemonio que ni siquiera era humano. A un semidemonio que aparte tenía terrible reputación.

Un semidemonio que se odiaba y que solo estaba buscando excusas para acabar consigo mismo.

Le parecía acertado. Aquella noche en el invernadero se sorprendió cuando Phil lo besó... Se sorprendió porque no pudo creer que el mundo estuviera respondiendo a uno de sus caprichos (porque eso era Phil en un inicio: alguien que quería y que sabía que jamás podría tener) y se sintió abrumado. Y decidió ignorar eso. Y decidió ser indiferente al karma que sabía que tendría que pagar después por ser feliz. Y lo pagó una y otra vez; y sin embargo, Phil permaneció a su lado como solo un idiota haría.

Porque Phil era completamente opuesto a Mason. Creía en los salvadores y en las profecías; creía en la justicia y la luz. Creía en todo lo que Mason aborreció desde su infancia.

Y tal vez fue eso lo que le hizo pensar el día que le conoció: "Él es el increíble". Aunque supuso que nunca tendría la oportunidad de decírselo.

Después de todo, ¿por qué alguien como Phil (tan maravilloso como desesperante: tan estúpido como heroico) estaría con alguien como Mason?

¿Por qué?

¿Por qué?

Las cosas tenían más sentido cuando Phil le odiaba y Mason podía fingir que le odiaba de vuelta, porque esa era la dinámica que cualquiera esperaría de un Caballero y un ladrón. Las cosas dejaron de tener sentido cuando resultó que Phil correspondía sus sentimientos. Las cosas simplemente empeoraron cuando Mason descubrió lo tierna que podía ser una relación incipiente y confusa con alguien ridículamente pasivo, tonto y amable como Phil.

Mason tembló mientras pensaba esto y se lo dijo en su mente una y otra y otra vez.

—Estará mejor —murmuró por lo bajo, mientras soltaba un hondo suspiro y sentía un arrebato de desesperación inundarle.

Phil, Sarahí y todas las personas que había conocido. Merecían algo mejor.

Y con eso en mente, decidió que debía hacerlo. Llevar a cabo la profecía. Tomar el papel como elegido que le habían impuesto incluso antes de entender lo que esto significaba.

Después de todo, nadie iba a llorar la muerte de un ladrón.

...

Phil estaba entrando en pánico.

—¿Por qué se fue? —Sarahí había sido despertada con cierta brusquedad, y ella ahora miraba el sitio en el que Mason había estado sentado instantes atrás... ¿Minutos? ¿Horas? Nadie lo sabía.

—Es un idiota —gruñó Phil, pasando una mano por su rostro y gimiendo con frustración—. Me prometió que no se iría... dijo que iba a esperar a que halláramos otra solución.

Sarahí le miró con ademán de tristeza y frustración.

—Parece ser que es más valiente y testarudo de lo que pensábamos —murmuró, cubriéndose la boca con una mano y tensando los hombros—. No me creo que este sea el mismo Mason que decía que no iba a salvar a nadie...

Phil tampoco lo creía. Se frotó los ojos y dibujó una sonrisa incrédula. De desesperación.

Ese idiota egoísta.

—Iremos a buscarlo —decretó, y la voz le tembló un poco al hablar—, tenemos que hacerlo...

—De acuerdo —contestó Sarahí al acto. Phil había tenido la sensación de que tendría que convencerla de ir, y se alivió en sobremanera al descubrir que no necesitaba hacerlo—. Hay que darnos prisa. No sabemos cuánto tiempo ha pasado desde que se fue.

Y dicho esto, salieron de la casa y corrieron al establo en donde estaba atado su caballo.

Descubrieron que ahí no había nada.

—¿Se lo habrá llevado? —inquirió Sarahí al aire, abriendo los ojos de par en par y mirando a su alrededor, como si el animal pudiese estar escondido entre la paja—. ¿Qué hacemos entonces?

Phil arrugó la frente y maldijo por lo bajo. Sentía el sudor recorriendole la sien y el corazón latirle como desenfrenado. Tenía unas terribles ganas de llorar, frustrarse y abandonarlo todo. O lanzarse corriendo a buscar como un lunático a Mason.

Nunca antes se había sentido así de perdido y desesperado. Se halló dándose cuenta de lo mucho que odiaba tener esos sentimiento cruzándose por su pecho. Dolían, y dolían mucho.

Y ante todo dolía como el infierno pensar que podía perder a Mason.

—Vayamos a pie —se obligó a decir, sabiendo a la perfección cuánto los retrasaría eso. Afuera seguía siendo de noche, cosa que le animaba un poco; al menos no había pasado tanto tiempo como creyó en un inicio.

Sarahí asintió y salieron a la plaza que había fuera. Recorrieron las calles a un ritmo acelerado, pero tampoco corriendo. Phil temía agotar sus energías antes de que ocurriera un momento crucial en el que necesitara de todas.

Escuchó un fuerte aleteo a la distancia y se sobresaltó. Sobre el cielo surcaba la figura de un demonio. Tomó a Sarahí de la muñeca y la hizo empujarse en uno de los callejones, desenvainando su espada y sosteniéndola con incertidumbre. Esperaron en silencio hasta que el demonio se hubo ido por completo y solo así pudieron hablar.

—Tardaremos una eternidad así —musitó Phil, pasando una mano por su cuello y dibujando una mueca de disgusto—. Mierda... ¿qué hacemos?

Por unos instantes, Sarahí no contestó. Tensó la mandíbula y se cruzó de brazos.

—Esto es muy difícil —murmuró—, los demonios nos impiden el paso y ni siquiera podemos atravesar lo que queda de reino a caballo...

—Gracias por enfatizar lo obvio.

—¿Deberíamos arriesgarnos? Los Espíritus nos protegen, ¿no?

Phil lo pensó unos segundos antes de menear la cabeza en negación.

—Nos protegían porque necesitaban que lleváramos a Mason —señaló—, dudo que les interesemos ahora que hemos cumplido nuestro propósito.

Sarahí esbozó una mueca.

Y de pronto, Phil sintió que el ambiente cambiaba.

Al inicio fue sutil y apenas perceptible. La temperatura descendió unos cuantos grados y el cielo se hizo un poco más oscuro. Phil tardó en darse cuenta y, cuando lo hizo, percibió entonces algo más.

Un temblor.

Se quedó paralizado cuando el suelo empezó a temblar; primero con suavidad y como el ronroneo de un gato, y luego comenzando a actuar como si estuviese por partirse a la mitad. A lo lejos escuchó los chillidos de los demonios y entró en pánico.

¿Qué estaba sucediendo?

Miró alarmado a Sarahí y ella le vio del mismo modo. El temblor continuó y siguió así por otros largos minutos, ocasionando que las construcciones de concreto en la ciudad empezarán a desmoronarse una a una. Phil sintió el miedo llenarle las venas y el color se le desapareció del rostro.

Entonces el temblor acabó. Sin embargo, los chillidos de los demonios no lo hicieron.

Se sintió anonadado y encogió los hombros. Era como estar en medio de un montón de animales carnívoros y hambrientos, cuyos dientes y garras podían oírse a kilómetros de distancia.

Al alzar la mirada, Sarahí y Phil vieron con asombro un montón de demonios volar a través del cielo. Todos parecían dirigirse hacia el mismo sitio. ¿Sería que los demonios terrestres también estaban moviéndose al mismo lugar? Era difícil saberlo cuando el callejón no les proporcionaba demasiado campo de visión.

Phil tragó saliva y se quedó inmóvil hasta que todo hubo pasado y ya no hubo demonios a la vista. La ciudad se quedó tan tranquila como si nada hubiera ocurrido.

—El Círculo de Fuego —se le ocurrió soltar de la nada. Y cuando sus labios lo pronunciaron, comprendió que tenía sentido—, no lo entiendo...

Sarahí parpadeó con fuerza y apretó los puños.

—Al menos ya podemos darnos prisa —murmuró.

Esta vez sí corrieron, como si sus vidas dependieran de eso.

Resultó que el final de la ciudad no estaba tan lejos como Phil había temido. Soltó una gran exhalación de alivio y se limpió el sudor de la frente cuando hubieron llegado a los límites. Ahí había unas altas puertas abiertas y destrozadas. Más allá se extendía un inquietante bosque tan oscuro como el ónix. Había un aura extraña y rara que encendía cada uno de los sentidos de alerta de Phil. "Huye", le decían sus instintos con fuerza, y se vio forzado a ignorarlos.

—Entonces los Espíritus ya no están dispuestos a protegernos —dijo Phil de forma ambigua, tragando saliva y tensando la mano en la empuñadura de su espada. Si bien los Espíritus nunca habían hecho una gran manifestación, sin duda la idea de ya no tenerlos de su lado le generaba incertidumbre—, habrá que valernos por nuestra cuenta...

Pensó en los demonios que había visto surcando el cielo y en el gran temblor. Echó un vistazo hacia arriba y observó que las nubes estaban teñidas de un tono rojo, lo que le envió un escalofrío a su espina dorsal e hizo flaquear sus rodillas. De forma inconsciente, se acercó a Sarahí.

Avanzaron con mayor cautela a través del bosque, guiándose únicamente por la corazonada de que el Círculo de Fuego estaba hasta lo más norte que existía en aquel lugar. Tenía el corazón latiendo desenfrenado, la adrenalina corriendo por sus venas y el miedo marcado en el porte de su rostro. Aterrador y extraño. Phil realmente temblaba, y era por el esfuerzo que le causaba ignorar a su cerebro y dar marcha atrás en la primera oportunidad.

Se abrieron paso a través de la larga y densa vegetación, haciendo crujir las hojas secas bajo sus pies y esquivando ramas bajas de los árboles.

Entonces llegaron a un lago.

El lago estaba a medio kilómetro de distancia, y antes yacía un gran y enorme claro. El viento inclinaba la vegetación hacia el frente, llevándose consigo hojas y tierra. Los árboles desaparecían en el claro y daban vista a un perfecto paisaje. El agua cristalina del lago en forma circular estaba tranquila y serena; sin movimiento alguno. Reflejaba la luz de la luna y mostraba un color rojizo.

Phil parpadeó varias veces.

—¿Qué es esto? —cuestionó, mirando a su alrededor y tratando de hallar algo. Cualquier cosa que tuviese sentido que se llamase "Círculo de Fuego", y no un lago sin nada relevante. Frunció el ceño y la respiración se le aceleró.

Sarahí titubeó y dio unos pasos al frente.

—Espera... ¿también ves eso?

Acercándose hasta donde estaba ella, Phil miró hacia el sitio donde señalaba, que era la superficie del lago.

Se quedó paralizado al ver que, en realidad, no estaba reflejando el cielo sobre sus cabezas.

Dio otros pasos más, y esta vez visualizó un lugar completamente distinto mostrándose en el lago. Sintió un cosquilleo en la boca del estómago y se cubrió la boca, observando que ahí se reflejaba un bosque, pero uno diferente al que les rodeaba... Los árboles ahí eran más altos, más bruscos y aterradores. Todo era arena y se sintió mareado cuando descubrió que el tono rojo del agua no era un simple color, sino fuego que ardía a la orilla de aquel bosque. El fuego lamía los troncos de los árboles, pero sin quemarlos. Era intenso y daba la impresión de ser abrasador.

Phil tembló y pasó una mano por su cabeza.

—¿Qué es esto? —jadeó—, no entiendo nada...

—¿Crees que Mason haya ido a ese lugar? —Sarahí le miró con los ojos consternados—, ¿crees que por eso los demonios fueron volando hasta aquí... porque la aparición de Mason los llamó a todos?

La cabeza empezó a darle vueltas a Phil y sintió unas fatales ganas de vomitar.

—Si aún se puede ver, es porque todavía debe estar abierto —murmuró, envainando su espada—. Este portal o lo que sea... Todavía debe ser accesible.

—¿Qué insinúas?

—Voy a entrar. No sé qué le haya sucedido a Mason, pero me enfrento a la posibilidad de que siga ahí... con vida.

Sarahí se le quedó mirando por unos momentos, como sopesando qué tanto valía la pena tratar de detenerlo. Sus labios esbozaron una sonrisa triste y se acercó para envolverlo en un abrazo.

—Si no vuelves, te mataré —dijo ella con la voz temblorosa—. Me quedaré aquí a esperar... Te quiero, Phil, y también a Mason. Los quiero mucho a los dos.

Phil asintió sin poder evitar sonreír en respuesta. Se moría de miedo y no tenía el más mínimo deseo de entrar a ese horrible y desagradable lugar de donde parecían venir todos los demonios; y sin embargo, no podía permitirse quedarse de brazos cruzados.

Debía hacer algo.

Traer a Mason de vuelta.

—Regresaremos —dictaminó, y se separó del abrazo.

Luego miró hacia el lago y tragó saliva. El miedo le recorrió de arriba hacia abajo y le costó reunir el coraje para caminar hacia la orilla.

¿Se suponía que solo debía arrojarse? ¿Tenía que confiar en que llegaría al otro lado y no se ahogaría? Apretó los puños y contó hasta tres.

Acto seguido, inhaló una bocanada de aire y se lanzó hacia el lago.

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