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Capítulo 42. Una profunda mentira al corazón.

Para el quinto día, ya habían atravesado media ciudad.

Era realmente inquietante ir por las calles y callejones de aquel desolado y abandonado reino. No había ni un solo rastro de la presencia de otras criaturas ahí, e incluso costaba creer que años atrás ese sitio hubiera estado tan habitado como Heldoria.

Phil trató de imaginárselo. Niños correteando y jugando por aquella destruida fuente que había visto dos horas atrás. Ancianos sentándose a pasar el rato en el viejo restaurante carcomido por las termitas. Parejas felices y prósperas paseándose con las manos entrelazadas por la plaza sucia y abandonada por la que justo ahora estaban caminando.

Era devastador pensar que tantas vidas habían terminado en tan poco tiempo. Por culpa de los demonios.

Un nudo le cerró la garganta y sintió una debilidad en las piernas, de pronto sintiéndose poco animado a seguir caminando hacia el destino incierto que les esperaba. Dibujó una mueca en los labios y se estremeció.

Ya estaban cerca de los límites del reino cuando anocheció.

Sabían que estaban por abandonar la ciudad por las grandes murallas que se alcanzaban a visualizar cada vez más cerca. Y se sentía raro pensarlo, porque por el reino solo habían estado caminando menos de dos días. Phil había tenido la impresión de que les tomaría más tiempo.

Quizá era que también le aterraba la idea de que estaban a nada de concluir su misión.

—He estado teniendo unos sueños —reveló de pronto Sarahí con tono serio. Se habían metido a una de las casas del reino para refugiarse durante la noche, puesto que, entre los demonios y la baja temperatura, estaban mejor rodeados por cuatro paredes. Mason se había desaparecido temporalmente para ir a llevar al caballo al establo más cercano—, creo que tienen que ver con los Espíritus y lo que debemos hacer.

—Yo también —decidió confesar Phil, parpadeando varias veces y sin sentirse realmente sorprendido por aquella revelación. Después de todo, Sarahí también era una de las elegidas—, ¿has soñado con una especie de incendio y gente hablando sobre una revolución y un nuevo orden?

Sarahí ladeó la cabeza.

—Un poco menos preciso que eso —atinó a contestar—, pero sí, ha sido algo parecido... Escucha, Phil, creo que descifré lo que esperan los Espíritus de Mason.

Phil arrugó la frente.

—¿Y qué es? —inquirió, incluso cuando ya lo sabía muy en el fondo... incluso cuando, de alguna manera, le parecía lógico y sensato.

—Lo quieren a él.

Un sacrificio.

Cerrando los ojos, Phil no contestó al acto y tensó la mandíbula con fuerza. Los sueños se lo habían dicho. No tenía clara la razón, pero Mason había sido lo más importante siempre... la prioridad, ¿y para qué? Aparentemente para ser sacrificado como un animal y destruir el Círculo de Fuego. La verdad era que no lo entendía... no tenía sentido, ¿cierto? ¿Por qué su sacrificio iba a cambiar las cosas? Era un pensamiento burdo y estúpido.

O tal vez que era que estaba enojado con aquella verdad, porque se rehusaba a admitirla.

Porque no planeaba permitir que Mason hiciera algo así.

—Aún estamos a tiempo de descifrar más sobre estos sueños —murmuró. Su tono de voz fluctuaba entre la calma y la desesperación—, no hay necesidad de sacar conclusiones apresuradas...

—Pero es lo que tiene sentido, ¿no es verdad? —La voz de Mason interviniendo bastó para sobresaltar a Phil.

Miró de golpe en su dirección. Maldijo entre dientes la facilidad con la que Mason podía escabullirse de un lado a otro y hacerlo en un silencio aterrador.

—Mason —comenzó diciendo, y luego se calló. Descubrió que ni siquiera sabía qué decir.

—Los Espíritus no pueden controlar a los demonios —murmuró él, frunciendo las cejas—, por lo mismo no pueden controlarme a mí... Tienen que recurrir a ustedes, y ahora mismo recurren de nuevo para asegurarse que yo llegue al Círculo de Fuego. Supongo que todo este tiempo los Espíritus planeaban matarme. No me sorprende, a decir verdad; parece un giro apropiado para esta situación.

—Phil tiene razón —se apresuró a decir Sarahí, parpadeando varias veces y luciendo ansiosa—, quizá se trate de otra cosa. Realmente no tenemos manera de saberlo, ¿cierto?

Phil asintió, frotándose el cuello y mirando hacia el suelo. La oscuridad de la casa era aterradora e inquietante, y solo se desvanecía ligeramente por la lámpara de aceite que habían colocado en el centro de la sala. Incluso así, la luz no era suficiente y volvía la escena como sacada de algún cuento de terror.

—E incluso si se trata de eso, podemos hallar otra forma —decretó, apretando los labios en una línea recta y tensando los hombros—. No tiene por qué ser un sacrificio.

—Estoy seguro de que los Espíritus ya se plantearon otras formas —se burló Mason, cruzándose de brazos y caminando hacia él—. Creía que querías salvar el mundo, ¿y ahora mismo estás negando la solución que un puñado de seres que no vemos nos ofrecen?

Phil arrugó las cejas.

—¿Estás diciéndome que tú no estás en contra de esta solución? —espetó con más frialdad de la que pretendía.

Mason se encogió de hombros. Eso encendió la furia de Phil.

—No digo que me emocione la idea —se defendió—, pero ya estamos aquí... ¿No sería una pérdida de tiempo buscar otra forma?

—Estamos hablando de tu vida —intervino Sarahí, visiblemente alterada y poniéndose de parte de Phil—. Además, no hay ningún peligro inminente justo ahora... ¡Debe haber otra forma de acabar con el Círculo de Fuego!

—Si la hubiera, ¿no creen que alguien lo habría hecho antes? —Mason soltó un suspiro y desvió la mirada—. Solo digo que los Espíritus nos condujeron a través de toda esta mierda para esto... porque sabían que ustedes dos iban a esforzarse en llevarme hasta el Círculo de Fuego. Me da la impresión de que ahora revelan sus planes porque no les queda de otra, o quizá son idiotas. Yo qué sé. Mi punto es que la profecía se escribió por algo, y la profecía se está cumpliendo justo ahora y no después por otro algo; no somos nadie para cambiar eso.

—No importa —espetó Phil. Se levantó del suelo y encaró a Mason, sintiendo el corazón acelerado y una punzada contra su sien—, ni siquiera creías en la maldita profecía, ¿qué carajos estás diciendo?

Mason le miró con ademán de fastidio.

—No creía en la profecía porque no creía que hubiese gente que debía ser salvada —contestó. Medio violento, y medio aterrado. En sus pupilas se veía que la idea de sacrificarse por una profecía en realidad sí le aterraba de formas increíbles—, y honestamente, ni siquiera yo quería vivir, ¿qué esperabas? Pero las cosas son diferentes ahora, Phil. Y creo que entiendo lo que me dijiste el día que nos conocimos. Esa cosa sobre salvar a otros... supongo que en el fondo tiene sentido.

Phil no se creía lo que estaba escuchando.

Lo que había dicho ese día ni siquiera él lo recordaba. Le sorprendía que Mason en realidad hubiera seguido pensando en sus palabras hasta ahora. No tenía idea de que habían surtido ese efecto.

Y era absurdo.

—Me importa un comino —murmuró, bajando la cabeza y apretando los puños hasta hacer palidecer sus nudillos—. Si el precio de salvar el mundo eres tú, no voy a aceptarlo. Buscaremos otra manera, así nos tome años... No voy a permitirlo, Mason. Simplemente no va a darse de esa manera.

—Podemos pensar en otra solución —sugirió Sarahí, acercándose a ellos se forma silenciosa—. No tenemos por qué decidir nada justo ahora... Descansemos por la noche y durante la mañana hablemos el asunto con mayor claridad, ¿de acuerdo? Tal vez hoy soñemos con algo que nos haga contradecir las ideas que tenemos.

—Los dos saben que eso no pasará —dijo Mason, entornando su mirada hacia Phil.

Y esa fue la forma en que zanjaron el tema.

La primera hora fue incómoda y tensa, y definitivamente no se dijeron nada. Pasó un buen rato antes de que Sarahí apagara la lámpara y declarara la hora de dormir, y solo así Phil se sintió más tranquilo. En medio de la oscuridad, sus ojos se dirigieron hacia Mason. No podía ver casi nada, pero incluso así su perfil era algo que podía distinguir en medio de aquella insólita oscuridad.

Soltó un hondo suspiro y se acercó en silencio hacia él.

—No puedes esperar que esté de acuerdo con esto del sacrificio —susurró, hablando en un hilo de voz para no despertar a Sarahí.

Mason, que estaba tan despierto como él y sentado sobre el suelo, giró la cabeza para verle. Sus ojos rojos brillaron débilmente en medio de la oscuridad.

—No espero que lo estés —contestó, ladeando la cabeza. Su mano se deslizó hasta encontrar la suya, y la estrechó. Phil sintió el anillo que llevaba puesto y, al tocar la superficie, percibió que estaba más fría de lo usual—. Sin embargo, también deberías entender por qué hago esto.

—No, no lo entiendo —se exasperó Phil—. Cuando te conocí no creías en héroes, profecías ni nada parecido...

—Lo hago por ti, idiota.

Phil se quedó callado.

—¿Qué? —soltó finalmente, frunciendo el ceño.

—Lo hago por ti —repitió Mason, titubeando un poco antes de seguir hablando—. Si existen personas como tú, entonces el mundo debería ser salvado y los demonios extinguidos. Y tú mereces vivir en un mundo así, en donde tu única preocupación sea llevar a criminales a la justicia. Mereces eso, Phil... y si puedo, te lo daré.

Por unos momentos, Phil no tuvo idea de qué contestar. No había esperado aquella respuesta. Se sintió extraño, incómodo y azorado.

—¿De qué me sirve eso sin ti? —contestó con enfado.

—¿Y de qué te sirvo yo? Estarás bien, Phil. El mundo será salvado y las cosas retomarán su curso natural, ¿sabes? Estarás bien. No estuvimos tanto tiempo juntos como para que pienses en mí como la única persona con la que te relacionarás. Estarás bien... —Mason se encogió de hombros, parecía repetir aquello como una mantra. "Estarás bien"—. No tienes razones para no estarlo. Te recuperarás y las cosas estarán bien, incluso mejor que antes. No habrá demonios y el mundo estará en paz. Honestamente no hay razones para que yo no haga esto.

Phil se sintió incrédulo y no pudo evitar sentir un golpe de desesperación por aquellas palabras. Tan indiferentes. Tan fingidas.

Mason no podía estar hablando en serio.

¿De verdad se autodespreciaba tanto?

No pudo decir nada sin la certeza de que la voz le temblaría, así que lo primero que hizo fue envolverlo en un abrazo. Un abrazo de frustración e impotencia. Tembló y se aferró a Mason. Respiró con dificultad y le rodeó la cintura con los brazos, sintiéndose furioso, culpable y aterrado.

—¿Cómo te atreves a decir eso? —soltó—, ¿por qué piensas que estaré bien sin ti? Mason, imbécil.... No puedo dejarte ir. No quiero hacerlo... quiero estar contigo. Quiero estar contigo incluso si eso significa llevar al mundo a su fin. Te necesito, Mason; no estoy dispuesto a dejarte y no voy a permitirte hacer esto.

Mason se rio por lo bajo. Phil se irritó ligeramente. ¿Por qué no podía ser honesto? ¿Por qué tenía que fingir que todo estaba bien? ¿Por qué?

¿Por qué estaba actuando como si aquella fuese una despedida?

—Está bien —murmuró, pasando las manos por su espalda y suspirando—. No te pongas sentimental, Phil. No iré a ningún lado, ¿de acuerdo?

—Prometelo.

—Lo prometo.

Phil se relajó solo un poco. Tragó saliva y se separó del abrazo. Apoyó su frente contra la de Mason y tensó la mandíbula.

—No vayas a ninguna parte —le pidió. Mason esbozó una sombra de sonrisa.

—No lo haré.

—Hablo en serio.

—De acuerdo... —Mason se inclinó y lo besó con suavidad—. No me iré.

De esta forma, Phil se permitió relajarse y quedarse dormido.

Sin embargo, cuando despertó, la frialdad de la sala le caló hasta los huesos. Todo estaba oscuro y era inquietante. Sintió una punzada contra el pecho.

Luego miró a su alrededor y se dio cuenta de que Mason no estaba ahí.

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