Capítulo 40. La primer noche siempre es la más fría.
Últimamente había muchas cosas en las que pensar.
El hecho de que su viaje se sintiera tan cerca del final que doliera... ¿y por qué dolía? Phil no estaba seguro, pero había algo dentro de su pecho que le hacía sentir inquieto cuando pensaba en ese asunto.
Soltó un sonoro suspiro y pasó una mano por su cabello. Habían estado avanzando progresivamente y con un ritmo constante durante las últimas horas. El mapa que habían comprado les indicaba que había una distancia aproximada de dos días para llegar al reino del norte, y quién sabía cuánto les faltaba para llegar al Círculo de Fuego, en vista de que nadie sabía con precisión en dónde se hallaba.
El primer día vino y se fue. Tener una carreta aliviaba mucho el peso de su equipaje, por no mencionar que sus provisiones les hacían evitar tener que recurrir a la caza y cosas parecidas. El anillo de Mason también había mantenido a raya sus encuentros con demonios (que se volvían más y más frecuentes conforme más avanzaban), así que, en conclusión, podía decirse que el viaje no era la peor cosa del mundo. Era tolerable. Sí. Phil solo diría eso.
—Es demasiado exhaustivo caminar todo el día —se quejó Sarahí cuando la noche cayó. Estaban en el centro de un claro, habiendo decidido que era mejor estar en un lugar lo más abierto posible para avistar si había ataques de demonios. Tenían una pequeña fogata en el centro, pues, por mucho que quisieran pasar desapercibidos, era innegable que la baja temperatura ya estaba empezando a calar en sus huesos—. Esto es una locura... Imagínense si hubiéramos venido con todas las tropas de Heldoria.
Phil dibujó una sombra de sonrisa ante la idea. Estaban sentados en torno a la fogata, con troncos caídos y árboles retorcidos a su alrededor. El césped era abundante, pero la mayoría estaba seco y lucía triste. La luz de la luna enmarcaba la escena, haciendo resplandecer las estrellas sobre el firmamento. Sin duda, todo el paisaje era digno de ser guardado en las retinas de sus ojos hasta el final de sus días.
—Me da la sensación de que nos habría tomado más tiempo llegar hasta aquí —murmuró Phil, apretando los labios. Estaban cenando la tercera lata de comida, que era lo mejor que habían logrado conseguir como "comida para llevar sin que se termine echando a perder en el lapsus de pocos días". No era lo mejor del mundo, mas siempre podía ser peor—. Supongo que terminó siendo para bien habernos ido por nuestra cuenta...
—Claro, lo haces sonar como si no nos hubiéramos visto forzados a huir —ironizó Mason con una sonrisa tirando de sus labios—. Aunque reconozco que es más agradable venir al fin del mundo con solo dos personas que con un montón de idiotas hipócritas...
Phil asintió, dándole la razón en silencio. El caballo que tenían atado a uno de los árboles relinchó con suavidad, como si también coincidiera.
Al poco rato dieron por finalizada la cena y Sarahí se ofreció a hacer la primera guardia. Aunque tuvieran el anillo, nadie se fiaba de que un demonio no fuese a atacarlos en la noche y dejarlos sin oportunidad de reaccionar.
Phil tuvo un extraño sueño.
Había voces. Muchas voces.
Se sintió como en una especie de recuerdo; uno en el que no podía interferir. Había una pesadez en su pecho y un nudo en su garganta. Sintió un leve ahogamiento y algo quemándole desde dentro... como si hubiese un incendio muy cerca y las cenizas estuvieran cerrando las vías respiratorias de su cuerpo.
Vio el color rojo vivo del fuego bailando y proyectando sombras sobre una ciudad oscura y aterradora.
—Él nos salvará a todos.
Murmuró una voz, haciendo eco y recorriendo cada rincón de la ciudad.
—¿Cuál es el costo? —contestó alguien más, aunque no parecía ser parte de la conversación enteramente, puesto que su voz se oía más real y cercana que la anterior.
—Él. Su sangre. El precio es su sangre.
Y luego Phil despertó de golpe.
Había sido tan súbito que sintió como si su corazón se hubiera detenido por una fracción de segundo. Inhaló y exhaló con fuerza y tragó saliva con dificultad, tratando de procesar lo que había ocurrido. Se dio cuenta de que había un par de lágrimas al borde de sus ojos y la enjugó con violencia.
Se incorporó y se sentó sobre la hierba, apretando los labios y pasando una mano por su rostro.
¿Qué había sido eso?
El sueño (o quizá pesadilla) se había parecido mucho a los que había tenido antes de llegar a la Isla de Vanix. Los recordaba con una aterradora nitidez porque habían sido increíblemente importantes en ese entonces... Recordaba el miedo y la confusión que le habían inundado desde dentro, y sobre todo la desesperación de no entender el origen de esos sueños.
¿Habían sido los espíritus acaso? Ahora sabía que había gente más susceptible que otras a escuchar los susurros de los Espíritus, que eran criaturas ocultas al ojo humano y que se encargaban de que el hilo del destino se llevase a cabo como estaba planeado.
Cerró los ojos y escuchó su corazón latir con fuerza contra su pecho. Se mordió el labio inferior y miró a su alrededor.
Cayó en la cuenta de que Sarahí se había quedado dormida en algún punto de la vigilancia, y frunció el ceño. Sopesó la idea de despertarla y reñirla por eso, mas al final desertó y se acomodó para quedarse despierto y continuar con la vigilia.
Luego de aquella pesadilla, estaba seguro de que no podría volver a conciliar el sueño.
Sus ojos se movieron hacia Mason, y se sobresaltó cuando lo vio removerse por encima de la hierba.
—¿Estás despierto? —se atrevió a preguntarle Phil con suavidad y en un susurro para evitar despertar a Sarahí.
Mason se giró sobre sí mismo para mirarle.
—Ahora sí —contestó, alzando las cejas. Sin embargo, la verdad era que no lucía como si acabara de despertarse. Tenía el cabello revuelto (más de lo usual) y los ojos medio fruncidos—. ¿No puedes dormir? Es este lugar inquietante y horrible, ¿cierto? Hay algo en este bosque que simplemente no está bien...
Phil se sorprendió un poco por aquella revelación. Decidió mentir y asentir con la cabeza.
—Sí, es eso —dijo. Tal vez mencionarle el sueño no era la mejor idea en ese momento y optó por guardarlo para sí mismo—. ¿Hay algo de este bosque que te haga sentir de una manera en particular?
Mason lo pensó por unos momentos.
—No lo sé —murmuró, mirando hacia el cielo estrellado por encima de sus cabezas. La fogata ya había muerto a esas alturas, y quizá aquello explicaba el frío que se sentía pese a las mantas que habían bajado de la carreta para cubrirse—. Es raro, como un presentimiento... Algo así como cuando sabes que olvidas algo, pero no recuerdas qué es. —Le restó importancia al asunto encogiéndose de hombros—. Además, hace un frío endemoniado y mis manos tienden a estar heladas... eso es incómodo y molesto.
Decidiendo que Sarahí estaba por su quinto sueño y no tenía manera de escucharlos, Phil se incorporó y se acercó a Mason, arrastrándose un poco sobre el césped a gatas. Solo hasta que llegó a su lado se volvió a recostar y suspiró, acomodando las mantas entre ambos. Luego se ladeó sobre el suelo, apoyándose sobre un codo, y tomó las manos de Mason entre las suyas. Tal como él había dicho, tenía la piel fría como un muerto.
—¿Así está mejor? —inquirió con una sonrisa de oreja a oreja, acercándose un poco más mientras que Mason apoyaba la cabeza donde estaba su hombro y los dos hallaban una postura más cómoda. Medio recostados y medio inclinados el uno hacia el otro.
—Si Sarahí nos encuentra así en la mañana, se infartará —susurró Mason, aunque había un tono de humor en su voz, como si la idea en realidad le hiciera gracia. Phil sintió que su aliento le hacía cosquillas cerca del cuello y la sonrisa se le ensanchó.
—Descuida, no pretendo que se entere... De aquí a que despierte pasará un buen rato. Me quedaré despierto en caso de que ataque algún demonio raro, así que deberías intentar dormir.
Mason suspiró en respuesta y eso zanjó la conversación.
El solo concepto de acurrucarse de esa forma se sentía tan surrealista y tierno que el corazón de Phil saltó con fuerza; nunca se imaginó que tendría con quién pasar una noche fría y helada a la intemperie de esa manera. Miró hacia el cielo, y así se quedaron un buen rato. En silencio y escuchando la forma en que sus latidos y respiraciones iban al unísono.
Y quizá el hecho de que la piel fría de Mason en algún punto empezó a ser cálida, o que el miedo que le había infundido la pesadilla empezó a derretirse hasta hacerle olvidar por qué se había despertado abruptamente en primer lugar.
El punto es que Phil volvió a quedarse dormido.
Esta vez no soñó con nada.
Solo con una cálida sensación en el pecho y una sonrisa tonta que no dejó sus labios.
Cuando despertó, sintió que la luz del amanecer era demasiado suave... tanto que le costó saber que realmente había amanecido. Solo lo supo porque abrió de lleno los ojos y se encontró con que el cielo no estaba tan oscuro como anoche.
¿Sería que en ese bosque era más la oscuridad que la luz, al grado de que no podía verse un amanecer luminoso como debía? Quizá era que lo estaba sobrepensando, pero la idea en realidad tuvo sentido.
Phil parpadeó varias veces y bostezó. Se dio cuenta de que en algún punto de la noche Mason había acabado abrazándolo por completo, con una pierna encima de las suyas y el brazo rodeándole el tórax, aferrándose como un koala. Su cabello le hacía cosquillas en la nariz, y le hizo mucha gracia que Mason no luciera como el tipo de persona a la que le gustaba acurrucarse... Sin embargo, resultó que los hechos eran otros. Los labios de Mason estaban semiabiertos y tenía el ceño completamente despejado; era raro verle así, teniendo en cuenta que casi siempre lo veía arrugando la frente o alzando las cejas.
Sonrió con ternura y pensó en quedarse recostado así un rato más.
—¿Desde cuándo son así de amistosos?
La voz de Sarahí le sobresaltó en sobremanera.
Phil se incorporó de golpe, cayendo en la cuenta de que se había olvidado por completo de la presencia de la mujer. Se quedó congelado y pestañeó con fuerza.
Sarahí estaba sentada sobre uno de los troncos caídos. Tenía el ceño fruncido, las piernas cruzadas y les veía con una mezcla de recelo e incertidumbre.
Mason gruñó entre sueños y medio se despertó por la brusquedad de Phil.
Levantándose del tronco, Sarahí caminó hacia ellos. Parecía que llevaba ya un rato desde que había despertado y que solo había estado aguardando por el momento en que ellos lo hicieran para atraparlos con las manos en la masa.
—Uh, b-bueno —tartamudeó Phil con el color rojo subiéndole a las mejillas. Carraspeó con fuerza y las palabras que había planeado decir murieron en su boca.
Por fin despertando, Mason frunció las cejas y miró la escena con ojos perezosos y hastiados. Se veía atontado y confundido.
—¿Qué pasa? —inquirió.
Sarahí tensó la mandíbula y se cruzó de brazos.
—Ustedes —señaló. Se veía azorada, confundida y extrañada—, u-ustedes... ¿desde cuándo duermen abrazados?
Mason alzó las cejas. Sus labios se curvaron en una "o" de comprensión y se incorporó, sentándose sobre el suelo.
—Sí, bueno —empezó diciendo. Su tono fluctuaba entre el nerviosismo y la calma, como un experto diciendo mentiras que de pronto había dejado de saber cómo mentir—, ¿qué problema hay con eso? Era una noche friolenta, ¿qué esperabas? No iba a morir congelado...
—¡No soy tonta! —se irritó de pronto Sarahí, empezando a enfadarse—. ¿Por qué no pueden ser serios conmigo? —Exhaló con fuerza y pasó una mano por su cabello—. De acuerdo, lo preguntaré de otra forma y me gustaría que sean honestos: ¿Hay algo ocurriendo entre ustedes dos?
Phil titubeó.
Y el miedo le inundó por completo. Nunca había pasado por esto antes. El pánico de no saber si la persona frente a ti iba a entender por lo que estabas pasando... El terror de la posibilidad de ser rechazado.
Pese a eso, supo que Sarahí no quería mentiras. Quizá porque ya sabía la verdad.
Sintió un hormigueo en la punta de sus dedos y bajó la cabeza, extrañamente avergonzado y tímido.
—Algo así —murmuró en un tono de voz más agudo de lo usual.
Sarahí no dijo nada por unos momentos. Luego escuchó que caminaba hacia ellos.
Phil se sorprendió cuando ella le abrazó.
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