Capítulo 39. El anillo genuino.
Era extraño recordar la forma en que había conocido a Mason.
Definitivamente no había ocurrido el famoso "amor a primera vista", y Phil recordaba haberlo odiado a muerte la vez que le conoció. En ese tiempo Mason solo era un ladrón que se había atravesado en su camino... Y Phil recordaba haber pensado algo como "oh, está bien, lo atraparé" con resignación, porque realmente nunca estuvo en sus planes seguirle a ningún sitio. Recordaba con fuerza a esa mujer en el mercado que le había pedido ayuda para recuperar un anillo que Mason le había robado.
Y también recordaba lo que había ocurrido en ese tiempo. Mason se había puesto el anillo, y luego un demonio había descendido directamente contra Phil.
Algo parecido estaba sucediendo ahora.
Solo que la circunstancia era, por razones de sobra, muy diferente a la anterior.
—Buen chico. —La voz de Mason se tambaleaba y parecía que era difícil para él mantenerse erguido y calmado. Tenía el anillo a la altura de los ojos del demonio, que estaba considerablemente cerca... tan cerca que Phil podía escuchar la forma en que respiraba a través de sus grandes fauces—. Ahora vete de aquí, ¿de acuerdo? Nadie quiere pelearse... solo vete. Shu, shu.
El demonio se veía confundido. Seguro que nadie le había dicho "shu, shu" antes; sin embargo, hubo un pequeño brillo de ira que cruzó sus pupilas. Como si fuese incapaz de no obedecer. A Phil le recordó a esos niños que querían hacer una pataleta contra sus padres, mas sabían que si lo intentaban la cosa se pondría peor; así que se resignaban a obedecer a regañadientes mientras pensaban un "te odio".
Algo así pasó con el demonio.
Emitió algo desde su garganta (seguramente el "te odio") y luego emprendió el vuelo y se marchó, agitando las alas y luciendo ofuscado y molesto. Seguro ahora tendría que volver con el resto de sus amigos demonio a contarles cómo un humano había logrado quitarle la presa que venía siguiendo desde otra ciudad.
—¿Qué fue eso? —Sarahí se veía desconcertada. En su defensa, todos tardaron en procesar lo ocurrido. Ella se lanzó hacia Mason y le tomó la mano—. Este anillo... ¡es...! ¿Qué es?
—Royce me lo dio —murmuró Mason, frunciendo las cejas—. Al parecer no es una imitación ni nada, como una que robé hace tiempo. Según esto, se usaba para controlar animales con la voluntad de la sangre, pero al parecer también funciona con demonios, siempre y cuando tengas una cantidad de sangre con la que puedas alimentarlo. En este caso, esta cosa se alimenta de mí y me ayuda a darle órdenes a los demonios... Aunque es algo raro, porque la última vez que la usé me causó una cortada rara.
Phil no sabía eso. Se acercó y tomó la mano de Mason para examinar el anillo. Sin duda, se veía diferente al que recordaba haber visto la primera vez de su encuentro. La gema roja que brillaba en el centro era más pura y brillante, y el oro de la liga parecía genuino.
—¿Por qué te lo dio? —inquirió. Si bien agradecía el hecho de no haber tenido que pelear a puño limpio contra un demonio, le molestaba no entender nada de Royce. No entendía qué ganaba él con ayudarlos.
Mason se encogió de hombros.
—Hum, dijo que él ya no iba a necesitarlo y que yo era el único que podía darle un verdadero uso —suspiró—. Y eso es verdad, supongo.
—¿Eso significa que realmente tienes sangre demoníaca? —preguntó Sarahí con algo de sorpresa.
Era raro confirmar algo que ya debía estar claro desde un inicio. Su apariencia. Los ojos rojos. La forma en que no encajaba con los demás. Phil ya se lo había preguntado antes, y también recordaba haber tenido una respuesta ambigua que le hizo desertar en insistir.
No obstante, muchas cosas habían cambiado ahora, y todos lo sabían. Los semidemonios eran cosa seria y también lo habían sido en su tiempo. Ya no quedaban de esos. Probablemente Mason era el único.
—Eso parece —suspiró Mason con ademán de indiferencia, encogiéndose de hombros y bajando los brazos—. Es algo raro pensar en eso, aunque a estas alturas sería ridículo decir "oh, no, soy completamente humano". Gracias a este anillo ahora sé con certeza que todo este tiempo fui parte de esos monstruos... ¿no es gracioso? Uno pensaría que con mi vida repleta de rechazo de gente llamándome semidemonio debió ser suficiente para saber lo qué era, pero resulta ser que no es así de fácil.
Phil notó que lo decía con una mezcla de ironía y amargura. Tragó saliva y lo miró con leve consternación.
—Gracias por salvarme —dijo suavemente—. Si no tuvieras sangre de demonio, no habrías podido hacer eso... Y el hecho de que la tengas, no significa nada. No eres uno de ellos, y jamás lo serás.
Mason frunció las cejas y miró hacia el suelo. Sarahí asintió frenéticamente.
—Es verdad —concordó—, puede que seas semidemonio, pero eres más humano que mucha gente que conozco.
—Ya, está bien... —murmuró Mason con una sombra de sonrisa—. Deberíamos ponernos en marcha. Con este anillo ya no deberemos preocuparnos tanto de los demonios. Pero eso sí, Royce dijo que entre más demonios haya, más difícil será controlarlos, y que solo puedo dar órdenes sencillas y no tanto como "vayan y cierren el Círculo de Fuego por mí", lo cual nos regresa al plan original.
—El plan original no es tan malo —animó Phil, encogiéndose de hombros.
—Igual hay que darnos prisa —agregó Sarahí, frotándose los brazos—. Sin demonios o no, hay que volver al plan de las armas... Me da inseguridad pensar que hay más gente como Tiberius buscándonos por orden del príncipe Noah.
Su siguiente parada fue una armería y la próxima los límites de la ciudad.
—A partir de ahora —murmuró Sarahí hacia ellos—, estaremos realmente por nuestra cuenta... Habrá muchos más demonios y las cosas se pondrán peliagudas. Solo tengan en consideración que estamos acercándonos al fin del mundo.
Phil asintió y tragó saliva. Aprovechó el hecho de que sus capas fuesen muy gruesas y fáciles de camuflar, puesto que deslizó su mano hacia la de Mason y sonrió decidido.
—Cualquier cosa que ocurra, podremos enfrentarla —dijo, tratando de sonar optimista y no como alguien que sabía que estaban yéndose a una misión increíblemente difícil por un puñado de espíritus que lo habían decretado y sin tener idea de cómo habían terminado ahí—. A estas alturas, cualquier cosa que ocurra ya no puede ser peor.
Mason arqueó las cejas, apretando su mano bajo la suya y ladeando la cabeza.
—Suena como si quisieras tentar al destino —bromeó—, no lo hagas.
Habían llegado a los verdaderos límites de Heldoria. Ahí ya podían ver las murallas que marcaban el final del reino y el comienzo del denso y oscuro bosque que había más allá. Habían comprado muchas cosas mientras se detuvieron en la armería, puesto que eran conscientes de que no regresarían a la ciudad en una considerable cantidad de tiempo.
De hecho, también habían conseguido caballos y una carreta. Por consiguiente, ya no quedaba mucho dinero de los ahorros de Phil... Sin embargo, eso estaba bien. Realmente no había mejor forma de gastar su dinero que esa, y le daba la impresión de que no necesitaría más.
Nadie les detuvo al salir por una alta puerta abandonada y silenciosa. Había un montón de anuncios y advertencias pegados a las paredes, y en aquella zona las casas estaban un tanto abandonadas. No había ni un solo gato hurgando en la basura o un grupo de niños jugando a las canicas en la calle. Era inquietante por razones de sobra, pero le animaba a continuar, porque sabía lo cerca que estaban de concluir aquella misión.
Entonces salieron de los límites de Heldoria y finalmente estuvieron fuera del reino.
El bosque que había más allá se sintió tan grande y aterrador que el primer instinto que cruzó por la mente de Phil fue dar media vuelta y volver a la seguridad de las murallas. Había estado en bosques antes, y definitivamente había ido a parar a sitios abandonados por cualquier deidad que nadie conocía... Pero nada se comparaba con esto.
Porque a partir de ahora, su camino estaba fijado y su destino no tenía vuelta atrás. Se sentía raro pensarlo.
Estar destinado a algo.
Avanzaron con su carreta y Sarahí se encargó de liderar al caballo que habían obtenido a buen recaudo (su única desventaja era su avanzada edad, mas no habían logrado obtener algo mejor con sus ingresos). Mientras tanto, a Phil no le molestó quedarse algo rezagado junto a Mason.
—¿No te causa gracia pensar en la forma en que nos conocimos y lo mucho que ha cambiado todo para llegar a este presente? —preguntó Phil de la nada con tono nostálgico.
Mason se rio entre dientes.
—Por favor, no hables como si lleváramos treinta años casados —se burló, soltando un hondo suspiro. Ya era de tarde y las hojas estaban siendo arrastradas por el viento, así como algunas eran aplastadas por las suelas de sus zapatos y crujían en un peculiar ritmo. Se escuchaba hasta ahí la respiración de su caballo, e incluso le dio miedo a Phil que de pronto le diera un paro cardíaco y los dejara ahí en medio de la nada—. Aunque creo que es verdad.
—¿Sabes? Antes de saber lo que era el anillo que te había dado Royce, me causó algo de conflicto la idea de que hubieses aceptado un anillo suyo.
Una sonrisa subió a los labios de Mason.
—¿Ah? ¿No te dijeron que no debes ser un entrometido en las conversaciones de otros? —preguntó, suspirando de forma dramática. Luego arqueó una ceja y agregó—: Te conté lo mucho que odiaba a ese imbécil, ¿y aun así te pusiste celoso?
El color rojo subió a las mejillas de Phil y carraspeó con la garganta.
—No fue tanto eso —se defendió, esbozando una mueca—, pero fue algo raro que te diera ese anillo sin contexto.
Mason lo analizó con la mirada por unos momentos, y luego puso los ojos en blanco.
—Tienes suerte de que lo tonto se te compense con lo atractivo que eres —canturreó—. Vamos, ya olvídate de eso... —Miró hacia el cielo y frunció las cejas—. Royce se disculpó conmigo. Creo que me dio el anillo para compensar lo que había hecho... Honestamente pensé que no sabía al respecto y la mierda que pasé mientras pensaba que estaba muerto, pero resulta que no fue del todo ajeno a lo que ocurrió. No es tan idiota como pensaba, y en parte me alegra haberme encontrado con él. Al menos ahora ya puedo dejar ir ese asunto.
—Sí, bueno, sería mejor si dejáramos de hablar de él. Con todo lo que hizo, sigue sin ser mi persona favorita —intervino Phil, rascando su cuello. Miró hacia abajo y observó la mano de Mason—. ¿Eso es sangre?
Alejando su mano de la suya, Mason arrugó la frente.
—Te dije que el anillo se iba a alimentar de mí —murmuró.
—Sí, lo dijiste. ¿Qué significa eso?
—Hum, que ya no me lo puedo quitar.
Phil parpadeó con fuerza.
—¿Qué carajos? —soltó—, ¿como que no te lo puedes quitar...? ¡Pudiste quitarte el de la última vez, ¿no?!
—Primero, no es necesario que te alteres —masculló Mason—. Y segundo, no es lo mismo. Ese anillo era una imitación y era muy débil... Este tiene mucho más poder y, por lo mismo, no voy a poder deshacerme de él.
—¿Hasta cuándo?
—¿Eh?
—Este tipo de tratos tienen condiciones, Mason... ¿hasta cuándo te lo podrás quitar?
Mason se miró la mano y se encogió de hombros.
—¿Hasta que no tenga de qué alimentarse? El problema de que yo sea su fuente de sangre es que no hay un límite, como pasaría con sangre añadida... —divagó—. Yo qué voy a saber. No soy experto en artefactos mágicos chupa sangre.
Phil pasó una mano por su rostro y maldijo por lo bajo.
—Idiota —le espetó—, de haber sabido...
—¿Qué cosa? ¿Me habrías prohibido ponermelo?
—¡Por supuesto que sí!
Una sonrisa subió a los labios de Mason.
—En ese caso —dijo—, me alegro de no habértelo contado.
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