Capítulo 38. Como cuando todo comenzó.
Phil no solía ser un entrometido. Por lo general, era del tipo de personas que pensaba "cada cual con lo suyo".
Pero fue difícil hacer caso omiso de Royce, y eventualmente trató de inclinar el oído y la cabeza en su dirección, tratando de ser tan discreto como era posible y no alertar a Sarahí. Fue complicado concentrarse en la conversación que Royce trataba de mantener con Mason, puesto que Phil no tenía práctica en concentrarse en otras cosas mientras iba caminando. En sí, también debería estar asegurándose de que nadie los siguiera... pero eso no le importó demasiado.
—¿... podemos hablar? —preguntaba Royce, y fue como si ya hubiese hecho el intento minutos atrás, puesto que lució frustrado. No hablaba particularmente alto (lo que tenía sentido; no tenía la intención de ser escuchado por nadie ajeno a la conversación a final de cuentas), aunque tampoco le resultó inaudible a Phil. Se conformó con esto y notó de soslayo que Sarahí tenía la mirada fija en el suelo. Ella no parecía atenta a lo que sucedía.
Mason murmuró algo entre dientes que Phil no alcanzó a escuchar.
—Lo siento —articuló Royce. Fue más difícil escucharle—, necesitamos hablar... Es posible que no volvamos a vernos.
Phil se sintió curioso y, tan furtivamente como pudo, aceleró un poco el paso, despegándose un tanto de Sarahí con la pura intención de oír mejor. De verdad era un entrometido... pero era por un bien mayor, ¿cierto?
—No tenía idea de que íbamos a encontrarnos —prosiguió Royce, pasando una mano por su cuello y alzando las cejas—, aunque igual me alegra... De todos modos ya estaba planeando irme de ahí...
Mason no contestó. Miró hacia otro lado y se miró desinteresado e indiferente.
—Me iré tan pronto como hayan llegado al final de la ciudad. —Royce parecía empezar a volverse insistente y ansioso, como desesperado por recuperar la atención de Mason—. Deberías quedarte con esto. —Hundió la mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó algo de ahí, dándoselo a Mason.
Phil parpadeó varias veces y sintió una ácida punzada contra el pecho al ver que se trataba un anillo. Dijo algo más, y luego le descolocó el doble el que Mason mirara a los ojos a Royce por una fracción de segundo antes de tomarlo.
Entreabrió los labios para decir algo, y entonces tropezó con una baldosa que sobresalía en el suelo.
—¿Estás bien? —Sarahí se le acercó, preocupada.
—Ah, sí... —Phil volvió a mirar hacia delante, descubriendo que esa brevedad de distracción había causado que ahora una mayor brecha de distancia estuviera entre ellos y Royce con Mason. Frunció las cejas y reanudó la marcha—. Sarahí, ¿cuánto crees que nos tome deshacernos de ese idiota? Dijo algo sobre irse en cuanto lleguemos al final de la ciudad.
Sarahí ladeó la cabeza.
—¿Tanto te disgusta? —inquirió con un tipo de recelo distinto. Cruzó los brazos sobre el pecho—. Bueno, a pie estamos a como tres horas de salir de los límites... Si tuviéramos una carreta, llegaríamos en la mitad del tiempo. Descuida, Phil, seguro será más divertido cuando hayamos llegado al reino del norte...
Tal sitio no era tanto un reino... O más bien, lo fue alguna vez. Actualmente solo había ruinas, según contaban los demás que habían tenido la oportunidad de verlo con sus propios ojos. Se debía a que el Círculo de Fuego se había formado muy cerca de lo que alguna vez fue ese reino próspero e independiente. Con la llegada de los demonios, el reino decayó y los habitantes que sobrevivieron se vieron forzados a huir a otros sitios. Justo ahora todos sabían que era un lugar abandonado y silencioso, casi como un enorme cementerio.
Era otro de los misterios de su mundo. La formación del Círculo de Fuego y la llegada de los demonios.
Soltó un largo suspiro y hundió sus manos en los bolsillos de su pantalón con enfado. Royce al poco rato dejó de hablar con Mason, aunque fue más problemático para Phil y la cantidad de pensamientos masivos que inundaron su cabeza. ¿De qué habían hablado y por qué le había dado un anillo? Peor aún, ¿por qué Mason lo había aceptado sin mayor dilación? No fue sencillo alejar el mal humor y pasó el resto de la mañana con cara de pocos amigos.
Transcurrió un buen rato. Casi tuvieron una pelea con unos matones que quisieron asaltarlos... y claro, no contaban con que su grupo era un cuarteto de personas hambrientas y cansadas que no tenían ganas de involucrarse con nadie. Así que no fue difícil quitárselos de encima.
Era cerca del mediodía cuando Phil ya no soportó más.
—Descansemos —pidió, muerto de hambre y sed. No se habían parado a comer en ningún sitio por el miedo a que el séquito de Tiberius y ese montón de locos los siguieran buscando... Sabía que el príncipe Noah no había contratado al primer imbécil que se hubiera cruzado en su camino y que tenía todas las razones del mundo para enviarlos de vuelta a la capital de Heldoria, por lo que no podían bajar la guardia—. Ya nos alejamos mucho de la posada...
—Vi un restaurante una calle atrás —sugirió Sarahí—, deberíamos ir... y conseguir refuerzos de armas. Las que teníamos se quedaron en la pelea.
Phil gimió de frustración. No había cosa más dolorosa que perder una espada en un enfrentamiento, y otra cosa igual de horrible era sentirse indefenso a causa del mismo motivo. Meneó la cabeza y hundió los hombros.
Llegaron al restaurante que había mencionado Sarahí y, sin molestarse en disimular lo exhaustos que estaban, se limitaron a sentarse en torno a una mesa y pedir de inmediato un montón de comida. Mientras esperaban, se asentó un silencio incómodo.
Phil quería preguntarle a Mason sobre el anillo... pero diantres, sabía que necesitaba un momento en privado para tal cosa, asumiendo que hallara el valor para contarle que había espiado su conversación con Royce a propósito. Mientras lo pensaba, empezó a sentir que quizá no era la mejor idea y se mordió la punta de su pulgar ansiosamente.
Su pedido (que era un montón de pollo frito y más pollo frito) no tardó en llegar a ellos. Por fortuna, no era un restaurante caro o particularmente lujoso, por lo que pudieron comer hasta la saciedad. Al terminar, Phil soltó un bostezó y se reclinó sobre la silla.
—Debería irme. —Royce se puso de pie de pronto y apoyó las manos sobre la mesa—. Básicamente nuestros caminos se separarán pronto... y tengo cosas por hacer. De todos modos, fue un placer conocerlos. —Esto lo dijo hacia Phil y Sarahí, mientras que añadía hacia Mason—: No volveremos a vernos. Ha sido bueno despedirme.
Y luego, sin mayor vacilación o contratiempo, Royce inclinó levemente la cabeza y abandonó el restaurante. Phil se habría alegrado más de no saber que también estaría pagando la cuenta de ese idiota. Tensó la mandíbula y se giró hacia Mason.
Se dio cuenta de que él estaba mirando el anillo que Royce le había dado. Lo tenía entre el índice y el pulgar y lo escrutaba a fondo, como si estuviera analizando de qué estaba hecho.
Apretó los dientes y se molestó. ¿Por qué tenía eso?
Miró a Sarahí, y deseó que ella estuviera al tanto del tipo de relación que tenía con Mason... Tal vez así sería más fácil decirle con la mirada algo como "¿puedes dejarnos a solas?" y ella no se ofendería al respecto.
Se quedaron callados otro rato más. Tal vez fue una media hora... o tal vez más. Phil no tenía idea, pero sí sabía que los tres se sentían cansados y no estaban en condiciones de continuar de inmediato. No habían dormido la noche anterior y la lluvia a la que se habían enfrentado empezaba a calar en sus defensas.
Y de pronto, se escuchó algo muy fuerte caer desde lo alto.
Phil se sobresaltó y parpadeó varias veces. El ruido había provenido de afuera y, por ello, no se lo pensó dos veces antes de levantarse de un salto y correr al exterior del restaurante, empujando la puerta con ímpetu y sintiendo el corazón latirle con fuerza contra el pecho.
Afuera una carreta había sido destruida, y justo encima yacía un demonio.
La escena en sí no resultaba del todo extraña. Lo extraño fue que Phil sintió un dolor en el estómago y el brazo.
Los mismos lugares donde el demonio de la última vez le había herido.
Y fue aún más extraño darse cuenta de algo. Era el mismo demonio.
No tenía idea de cómo lo sabía, mas estaba seguro de eso. Como una loca intuición que martillaba su cerebro y no podía apagar aun con todas las ganas del mundo. Se mareó y dio unos pasos hacia atrás, sintiendo un fatal dejá vú inundarle. Antes de ese ataque, habría podido decir con certeza que todos los demonios lucían exactamente iguales, que no había diferencia; sin embargo, ya no era posible eso.
Porque sí eran distintos.
Este demonio en particular tenía una mirada más aterradora y oscura de lo usual, así como las escamas de la piel tirando hacia un anaranjado distintivo. Sus pupilas eran completamente negras y sus garras estaban encorvadas.
Phil no tenía idea de que podía describir a un demonio y hacer énfasis en que era uno distinto al resto. Vaya locura. Todos los días aprendía algo nuevo.
Y luego recordó algo terriblemente importante.
No tenía una espada, o un arma. En realidad, estaba desarmado como una almeja.
Mierda.
Vio de reojo que Sarahí y Mason salían del restaurante y se detenían a su lado. Nadie más abandonó su residencia y aquella calle quedó desértica y abandonada. ¿Quién querría salir cuando había un demonio en medio de la acera sentado sobre una carreta destruida? Era incluso ligeramente cómico. Solo un poco.
—Phil... —empezó diciendo Mason, mirándolo.
—Está bien —cortó Phil, inhalando y exhalando con lentitud—, puedo con esto. Me está buscando a mí, lo sé... Es el mismo demonio que me atacó hace varios días, ¿o semanas? Dioses, ni siquiera sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces.
No solía divagar, ni siquiera en los momentos de máximo estrés. Pero había algo en ese demonio que le ponía al borde de la locura. Se preguntó si ese era uno de sus efectos secundarios. Tragó saliva y se llevó la mano a su brazo, sintiendo un vivo recordatorio del dolor que le había recorrido y el intenso sentimiento de saber que estaba por morir.
Esa fue la primera vez que hubo experimentado así de cerca la muerte.
Parpadeó con fuerza y trató de mantener la calma. De hacerse el fuerte. Era verdad que el demonio lo buscaba a él, porque seguro le ofendía que su víctima hubiese podido escapar de sus garras así como si nada. El corazón le palpitó con fuerza y pudo jurar que lo hacía contra sus oídos.
El demonio bajó de la carreta e hizo algo parecido a una sonrisa. ¿Los demonios podían sonreír? Eso debía ir directamente al periódico nacional. Phil apretó los dientes y se quedó inmóvil, tratando de pensar en un plan para salir de esa... pero, ¿qué plan? En serio se sentía asquerosamente bloqueado, y eso dolía. Sin armas y sin su intelecto. La aparición del demonio parecía haberle arrebatado todo.
—Phil —repitió Mason con mayor insistencia, aunque sin dejar de hablar con cierto tono de suavidad. Sarahí a su lado se veía aterrada, pero ella tampoco estaba yendo a ninguna parte—, déjame hacer esto.
Por unos momentos, Phil le miró sin entender. Estuvo a punto de preguntarle qué rayos significaba "esto", mas al final no hizo falta. Entonces Mason se puso en el dedo el anillo que le había dado Royce y, aunque fue una acción sin sentido al inicio, Phil empezó a entenderlo.
Abrió los ojos de hito en hito y la respiración se le cortó.
—El anillo —dijo, recordando de golpe lo que había sucedido cuando conoció a Mason.
Entonces miró cómo él se detenía frente a ellos y alzaba la mano. Mason se veía nervioso y dubitativo, como si en realidad no tuviera idea de lo que estaba haciendo y solo estuviera improvisando. Las rodillas le temblaban ligeramente y su respiración era entrecortada.
Phil lo vio cerrar los ojos con fuerza, concentrándose.
Y el demonio dejó de moverse.
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