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Capítulo 37. Las heridas que no han cicatrizado.

No hubo un debate sobre si Phil debía ir o no detrás de Mason.

Los sobrepensamientos de que un demonio le atacara fueron tan fuertes que no se lo pensó dos veces antes de ponerse de pie e ir a buscarlo. Sabía que Sarahí se veía sorprendida y Royce confundido. Realmente no le importó.

Mason viró por una calle y, antes de que llegase más lejos, Phil lo alcanzó. Ambos se detuvieron en medio de la acera sin nadie más a sus alrededores.

—¿A dónde vas? —preguntó, aunque más bien quería decir "no tienes por qué irte". Seguía sin entender ese hábito suyo de dar media vuelta cuando las cosas se ponían complicadas.

—No puedo estar así... —Mason sí respondió, contrario a lo que Phil pensó que haría. Le había dado la impresión de que se quedaría en silencio y se hundiría en su propia miseria como tenía por costumbre—. Es demasiado sofocante.

Phil arqueó las cejas y se puso frente a él, para mirarlo a los ojos.

—¿Qué sucede? —inquirió con suavidad—, quiero decir... ¿Qué fue lo que ocurrió entre tú y Royce?

Una parte de él moría por saberlo... y la otra en realidad deseaba jamás enterarse, porque le daba la sensación de que era el tipo de asuntos que le pondría los pelos de punta. Definitivamente no de sus temas preferidos.

Sin embargo, sabía que Mason necesitaba hablarlo con alguien. Y lo entendía. Maldición... Phil entendía lo que era tener algo atascado en el pecho y sentir que no tenías a absolutamente nadie para desahogarte. Era doloroso y también un infierno.

Y no quería que Mason sintiera eso justo ahora.

Mason se quedó callado por unos momentos. La lluvia había amainado en algún punto de la noche, pero todavía seguía cayendo con suavidad. Phil sentía el cabello mojado y la capa pesada, aunque eso ya era desde que habían salido huyendo de la posada. Estaba seguro de que después de esto sufrirían una terrible gripe.

—Está bien si no quieres contarme —prosiguió Phil, suspirando y apoyando sus manos sobre los hombros de Mason—, y si quieres hacerlo, también está bien... Estaré para escucharte y quedarme a tu lado pase lo que pase...

Un suspiro escapó de los labios de Mason.

—Hace cuatro años —empezó diciendo, frunciendo el ceño y fijando sus ojos hacia el suelo—, Royce me pidió que huyera con él... En ese momento estábamos pasando por muchos problemas en el grupo y los guardias de la isla lo habían atrapado en uno de los robos, así que quería irse... Pero yo no quise irme, porque estaba asustado; temía que si lo acompañaba, entonces tendríamos más problemas. Royce me llamó un cobarde y me dijo que si me quedaba me arrepentiría. Discutimos mucho esa noche y al final se fue solo... Alrededor de una semana después, uno de los miembros del grupo dijo que habían hallado muestras de una pelea y señales de que Royce había muerto. —Mason apretó los labios y tragó saliva—. Me sentí horrible cuando me enteré... Sentí que había sido mi culpa por negarme a irme con él y me convencí de que era la razón por la que había muerto...

Hizo una pequeña pausa. Phil no fue ajeno al pequeño desliz en su voz y la manera en que empezó a quebrarse. Pese a ello, siguió hablando:

—¿Recuerdas el día que me conociste? Estaba en el tejado, y me dijiste que no saltara.

—Lo recuerdo —murmuró Phil.

—Sí pensaba hacerlo —soltó de pronto Mason, cerrando los ojos y tensando la mandíbula—. Llevaba ya dos meses subiéndome a ese maldito tejado y llenándome de razones por las que no debía vivir... Sin embargo, nunca encontraba la forma. Y siempre me sentía como un cobarde cuando no hallaba la fuerza para saltar... Es solo que... mierda, quería morirme, Phil. Me dije que era el motivo por el que mis padres y Royce estaban muertos. ¡Era un infierno! Y ahora Royce está aquí, actuando como si nada hubiera pasado y como si yo no me hubiera desmoronado cuando se fue... Es tan frustrante que me cuesta entenderlo...

Phil se sorprendió al advertir que los ojos de Mason comenzaban a tornarse cristalinos y rojos. Parpadeó varias veces y lo rodeó en un abrazo, dejándole apoyar la cabeza sobre su hombro y suspirando.

—No fue tu culpa —atinó a decir, un poco vacilante sobre cuáles eran las mejores palabras que debía dirigirle en un momento como este—. Mason, nada de lo que pasó fue tu culpa... No tenía idea de todas las cosas con las que cargabas. —Apretó los labios y estrechó a Mason, como si con la fuerza de su abrazo pudiese curar todos los traumas y fantasmas de su pasado. Si pudiese, lo haría. De verdad—. Lo lamento mucho.

Realmente no sabía qué más decir.

Mason no contestó. Quizá temía que si hablaba, se pondría a llorar. De todos modos, Phil percibió que empezaba a temblar bajo sus brazos y sintió un amargo sabor en la boca. Descubrió que le causaba mucho pesar y dolor ver a Mason de esa forma.

—Entiendo que estés enfadado con Royce —murmuró—, ¿prefieres que lo mandemos lejos y sigamos por nuestra cuenta? No es que lo necesitemos.

—No lo sé —contestó Mason tras quedarse callado unos breves instantes. Soltó un largo y hondo suspiro y sorbió su nariz—. Mierda, no sé nada. Esta cosa de la profecía cada vez se pone más difícil y estresante. Estoy empezando a cansarme de todo...

Phil se preocupó un poco por el tono de voz que empleó. Y el hecho de que hubiese admitido haber considerado el suicidio mientras vivía en la Isla de Vanix no le hizo sentir mejor. Tragó saliva y miró hacia el cielo.

—No puedo hacer mucho por ti —dijo con el mismo nivel de frustración e impotencia que aquella frase le hacía sentir por dentro—, pero estaré contigo, Mason. Es verdad que la misión se ha vuelto más complicada de lo que quizá debió haber sido en un comienzo... Sin embargo, podemos luchar contra esto y más, ¿de acuerdo? No estarás solo y ya no tendrás que pelear por tu cuenta. Estoy contigo, Mason, y cuando las cosas se vuelvan abrumantes y quieras renunciar a todo, estaré ahí para ayudarte y hacer lo posible para que todo sea menos horrible.

Mason hundió los hombros y se alejó. Tenía la nariz roja y los ojos un poco ensombrecidos e irritados.

—Ni siquiera sé cómo agradecerte por eso —exhaló, pasando una mano por su rostro y curvando sus labios en una mueca—. Eres increíble, Phil... Me alegra que estés conmigo.

Phil se entusiasmó al oírlo. Al menos no había empeorado la situación con sus palabras. Después de todo, no es que fuera el mejor en consolar a otros.

—A mí también —contestó, tomando la mano de Mason y dándole un pequeño apretón, solo para recordarle silenciosamente que ahora estaban juntos... fuese lo que aquello significaba—. ¿Quieres volver con Sarahí y Royce o esperamos un poco más?

Mason miró hacia el callejón que estaba a unos metros de distancia. Realmente no estaba lejos, pero quizá la distancia se sentía más grande de lo que era cuando había un montón de sentimientos de por medio. Por sus ojos fluctuaban muchas emociones, y ninguna se quedaba lo suficiente como para tomar control de él por completo.

—No quiero dejar a Sarahí con ese lunático —admitió, encogiéndose de hombros y ladeando la cabeza. Trató de sonar indiferente, mas su voz todavía se escuchaba distante y rota—. Es mejor que volvamos.

—¿Dejamos a Royce a su suerte?

—Hum... supongo que sí nos fue de ayuda en la posada.

—No tiene que acompañarnos si no quieres. Teniendo en consideración lo que te hizo pasar, el que nos haya ayudado no equilibra nada.

—Está bien. La verdad es que las emociones me ganaron cuando lo vi, pero creo que puedo soportarlo un poco más.

Phil asintió y le soltó la mano. De este modo, volvieron al callejón.

Se quedaron ahí hasta que amaneció en un incómodo y tenso silencio. No había nada que decirse entre sí, incluso cuando Royce trató de llenar el silencio con vagos intentos por iniciar una conversación; sin embargo, falló cada uno de ellos y acabó por rendirse.

Lo cierto es que Phil podía sentir la mirada de Sarahí en su nuca. No se molestaba en disimular lo mucho que moría por saber lo que pasaba, y se sintió algo mal por ella. Era consciente de que justo ahora eran un equipo y que quizá el concepto de guardar secretos hacía sentir a Sarahí de lado... Sin embargo, no podía decir nada, puesto que era un asunto que ni siquiera le concernía y hablar sobre él sería una hipocresía.

Dibujó una mueca en su rostro y suspiró. No durmieron nada y, cuando el amanecer les iluminó, finalmente abandonaron el callejón y reanudaron su viaje.

—¿No vas a contarme lo que está pasando? —Sarahí no se lo pensó demasiado antes de ponerse a su lado y verle con insistencia. Ya habían empezado a caminar a través de las calles, siguiendo a Royce, que parecía ubicarse mejor que ellos por la ciudad.

—Lo siento, no me gustan los chismes —respondió Phil, haciendo un ademán de indiferencia al aire—. De Mason depende si te hace saber el asunto o no... De todos modos, no es que sea un gran secreto, sino que simplemente es algo personal. No creo que sea necesario que lo sepas.

Sarahí lució molesta.

—¿Por qué tienen tantos secretos entre ustedes dos? —se frustró, cruzándose de brazos y viéndose como una niña mimada y rica que quería el juguete que tenía su hermano—. Odio que me dejen atrás...

Phil suspiró, mirándola con pesar.

—Mason no lo hace con esa intención —la tranquilizó. Le habría gustado contarle todo lo que ocurría, y todo lo que había pasado desde esa noche en el invernadero. No obstante, debía admitir que le causaba miedo la posibilidad de que Sarahí no reaccionara bien con la noticia... que les considerara una aberración y quisiera alejarse. Y aunque su ausencia podría afectar un poco la misión, lo más preocupante era que a Phil sí le consternaba su aprobación. No tenía idea de en qué momento había pasado eso... solo sabía que era importante—. Solo ten paciencia. Te prometo que cuando decida contártelo no te sentirás de lado y lo entenderás, ¿está bien?

Porque, en el mejor de los casos donde Sarahí no tuviera tantos problemas y prejuicios sobre su relación, entendería por qué había un tipo de confianza e intimidad diferente entre ellos. Phil bajó la cabeza y trató de imaginarse un escenario así.

Un escenario donde las cosas, para variar, salían bien.

Y eso parecía algo lejano y poco probable.

Prestó atención al hecho de que Royce bajó la velocidad de sus pasos para acercarse a Mason, que también caminaba frente a ellos. Phil frunció las cejas y sintió una punzada contra el pecho. Luego de lo que Mason le había contado, ahora tenía menos razones para tener algún tipo de apreciación por Royce... Si de él dependiera, le habría dicho que podía buscarse a otras personas con las que viajar. No le importaba en lo más mínimo que Royce les hubiese ayudado en la posada; solo podía pensar en Mason sintiéndose miserable gracias a él, y ese era un pensamiento que era difícil quitarle de la cabeza.

Odiaba pensar en eso.

"Llevaba ya dos meses subiéndome a ese maldito tejado y llenándome de razones por las que no debía vivir... Sin embargo, nunca encontraba la forma".

Odiaba pensar en Mason tratando de saltar de ese tejado. ¿Qué habría sucedido si así lo hubiese hecho? También odiaba cuán escabrosos podían ser los pensamientos que atravesaban su cabeza, especialmente en ese momento... ¿Los Espíritus habrían dejado que el elegido de la profecía se suicidara? Frunció el ceño y se estremeció.

Decidió apartar con violencia esas ideas de su mente y meneó la cabeza.

Todavía les quedaba un largo camino por delante.

Y esperaba que Royce no estuviera con ellos ni la mitad de eso.

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