Capítulo 36. Viejos conocidos.
Phil tenía un montón de pensamientos y emociones yendo y viniendo por su cabeza.
Primero que nada, no tenía idea de cuál era el asunto con Royce... Recordaba con claridad que Mason le había contado sobre que había muerto, ¿acaso eso había sido una mentira o Mason había sido engañado con su muerte...? Sin duda, era algo en lo que pensar. Por si fuese poco, estaban rodeados y, por motivos de sobra, eso le hacía sentir abrumado y encerrado. Estaban acorralados y no tenían a dónde ir. Aquel grupo de cazarecompensas incluía al tirador que trató de matar a Mason y, si su intuición no fallaba, habían sido contratados por Noah... al parecer Noah realmente los quería fuera de la escena.
Inhaló y exhaló con fuerza. En serio no se sentía en posición de pensar o entender lo que estaba sucediendo.
Era demasiado.
—¡¿Van a entregarse o tenemos que obligarlos?! —gritó el hombre que lideraba el grupo. Era de apariencia tosca y era el tipo de persona con la que Phil preferiría no tener que enfrentarse. Tragó saliva y se quedó callado.
—No iremos a ningún lado con ustedes —siseó Sarahí, reuniendo valor de los dioses sabían dónde y alzando la barbilla con orgullo. Phil quiso fulminarla con la mirada. Por muy orgulloso que fuese él también, no era momento de meterse en problemas con el grupo. Si podían huir sin causar estragos, era mejor.
—Lo único que les estoy preguntando, perra, es si lo harán por las buenas o tenemos que arrastrarlos. —La actitud del hombre empezó a irritar a Phil, que seguía callado contemplando la situación—. Por lo visto, tendremos que sacarlos a patadas de aquí... —Alzó su espada y una sonrisa agria y desagradable subió a sus labios—. ¿Algo que quieran decir?
Phil frunció el ceño. Mason se tensó detrás de él y sintió que se encogía, visiblemente asustado. Dejó de culparlo por insistir en quedarse; realmente no podía hacerlo cuando sabía que Mason no había previsto aquella situación. Suspiró y miró al hombre.
—No es necesario emplear la violencia —dijo—, iremos con ustedes de buena gana.
Bajó su espada y la dejó en el suelo para enfatizar sus palabras. Sarahí, si bien le miró como si estuviera loco, acabó por imitarle y también dejar caer su arma.
El hombre sonrió.
—No importa —espetó—, igual me apetece divertirme con ustedes.
Entonces hizo un paso hacia delante. Había tres hombres y dos mujeres detrás de él; todos ellos con cicatrices y tatuajes, además de ir encapuchados y portar sonrisas salvajes y aterradoras.
—Dudo que sea una buena idea dañarlos —intervino de pronto Royce. Phil arrugó la frente y no pudo evitar sentir un inmediato recelo hacia él—. Me dio la impresión de que el príncipe quería lidiar con ellos por su cuenta...
El hombre bufó.
—No tiene por qué enterarse —contestó fríamente.
Royce insistió.
—Si arruinas esta misión, nos quedaremos sin ninguna... y tendremos que volver a mendigar.
Eso pareció encender una llamada de furia en el líder, puesto que reaccionó violentamente y golpeó a Royce a puño limpio contra el rostro. Phil se sobresaltó por lo repentino del acto y retrocedió un paso. Los miembros del séquito de cazarecompensas se rieron entre sí con visible satisfacción.
—¡¿Por qué te importa tanto?! —se enfadó el hombre. Y si creía que no iba recibir respuesta por parte de Royce, se equivocó; puesto que él se recuperó casi de inmediato y le devolvió el golpe, con más fuerza y visible mayor agilidad.
El hombre se tambaleó hacia atrás. Aun siendo más alto y fornido, el golpe de Royce pareció ser lo suficientemente fuerte como para acomodarle las ideas.
Afuera comenzó a llover.
Phil miró con inquietud sobre su espalda, empezando a sentirse nervioso por lo oscuro que estaba el cielo y lo fuerte que era la lluvia. El chaparrón había empezado a caer casi de un segundo a otro. Eso era confuso y aterrador.
Por si fuese poco, la pelea entre Royce y el líder empezó a tornarse más seria.
—¡Salgamos a arreglar esto! —gritó de pronto Royce, luciendo muy enfadado y molesto—, ¡justo ahora, tú y yo...! Salgamos todos... Al cabo, tiempo es lo que tenemos de sobra para volver a la capital.
El hombre arrugó la frente. La furia que le invadía debió predominar por encima de su sentido de la lógica.
—¡De acuerdo! —contestó. Se volvió hacia Phil, Sarahí y Mason y agregó—: ¡No se les ocurra intentar nada!
Y luego todos salieron de la habitación. Dos hombres y una mujer se encargaron de custodiarles con espadas mientras salían al pasillo y bajaban al primer piso. Ahí Phil descubrió que había más cazarecompensas, y todos ellos se veían tan aterradores como inmorales. Tragó saliva y se mordió el labio inferior. Miró a Mason ahora a su lado, viéndolo nervioso y distante... también lucía incrédulo y confundido.
Bajaron por las escaleras de caracol y llegaron a la planta baja. Ahí tenían al bartender atado de manos y con la boca cubierta. El pobre muchacho se veía muerto de miedo.
El comedor estaba destruido, las sillas arrojadas por los lados y las mesas rotas. Se veía como una escena salida de una pesadilla.
Entonces Royce y el líder de los cazarecompensas se pusieron frente a frente en el centro de la sala. Phil no entendía nada de lo que pasaba y estaba empezando a frustrarse. Miró a su alrededor en busca de una salida; sin embargo, la única que había era las puertas de la posada, que si bien no estaban custodiadas estaban al otro extremo de donde ellos se encontraban.
Suspiró profundamente y hundió los hombros. ¿Por qué todo siempre debía derrumbarse tan fácil y en tan poco tiempo? Ni siquiera le daba oportunidad de procesar lo que pasaba.
—¡Vamos, Tiberius, ¿no que siempre estás todo el tiempo jactándote de tu fuerza?! —exclamó Royce con voz sonora.
Entre más miraba a Royce, más curiosidad sobre él sentía Phil. Le causaba consternación la idea de que hubiera sido él quien hubiese estado en una relación con Mason hacía tiempo... Le daba la idea de que Royce era mayor y, haciendo cuentas, no le gustaba la idea imaginarlo. En sí, Royce se veía como el tipo de persona que encajaba dentro del perfil de un estafador. Era diferente a Mason, porque Royce tenía una mirada calculadora y que te daba la sensación de que podría manipularte de mil formas sin que tú lo supieras... Por no mencionar que era fuerte y ágil, y eso ya le volvía un enemigo difícil.
Tiberius soltó un gruñido alto y arrugó la nariz. Entonces se lanzó contra Royce.
Royce los miró una fracción de segundo, y luego murmuró algo como "corran".
Esquivó a Tiberius y lo empujó hacia donde estaban ellos. La inercia evitó que Tiberius pudiese detenerse a tiempo y se estampó contra los hombres que les custodiaban.
Era un ahora o nunca. Una salida lejana y fugaz. Un montón de gente aterradora a sus lados... pero la oportunidad de librarse de ellos frente a sus narices.
Phil no la desperdició.
Tomó a Mason del codo y a Sarahí del brazo y tiró de ellos. Atravesaron la sala con un fuerte griterío sonando contra sus oídos. Unas cuantas espadas y dagas se lanzaron contra ellos, y una le rozó la oreja. Estaba tan paniqueado que no pudo ni ponerse a pensar en lo estúpida que había sido su táctica de huida... Atravesarse frente a todos los idiotas armados. Qué grandiosa idea.
Entonces salieron de la posada.
El aire frío y la lluvia dieron justo contra sus rostros en cuanto pusieron sus pies fuera del sitio. Phil abrió los ojos de par en par e inhaló una bocanada de aire, descubriendo que había estado conteniendo el aliento todo ese tiempo.
No tuvieron tiempo de detenerse y siguieron avanzando. Sabía que no les dejarían ir así de fácil.
Sin embargo, se sobresaltó cuando vio que alguien había salido con ellos.
Era Royce.
Él tuvo la chispa de inteligencia para cerrar las puertas de la posada y trabarlas con una escoba. Se veía alerta y asustadizo, como si ni él mismo hubiera visto venir lo que acababa de hacer.
Así que la prisa de huir amainó un poco. Solo un poco.
Phil frunció las cejas. Sarahí, que no tenía ningún contexto, soltó:
—¿Quién diantres eres tú?
Royce arrugó la frente y bufó.
—Soy amigo de Mason —contestó a la defensiva—, ¿quién eres tú?
—Soy... soy su acompañante y su guardián —dijo Sarahí, cruzándose de brazos.
Mason parecía demasiado desconcertado como para hacer presentaciones. Phil no tenía ánimos de quedarse ahí a conversar mientras corrían el riesgo de que los cazarecompensas dentro de la posada derrumbaran las puertas.
—No podemos quedarnos aquí —murmuró. Luego miró a Royce—. Lo siento, uh... ¿acaso planeas venir con nosotros?
Por unos momentos, Royce se quedó callado, y sus ojos se dirigieron hacia Mason, quien en realidad miraba al suelo.
—Solo una parte del camino —acabó diciendo con un suspiro—. Acabo de ganarme unos grandes problemas con ese montón de locos... no me conviene estar solo mientras me largo de Heldoria.
Incluso si Phil no era fanático de la idea de Royce yendo con ellos, no encontró los motivos para negarle que lo hiciera, por lo que hundió los hombros.
Y algo apurados, dieron media vuelta y se internaron en las calles de los límites del reino. Afortunadamente, todavía tenían las cosas que Sarahí había empacado en su bolsa, y aunque habían perdido las espadas, habían salido bien parados en comparación a lo que pudo haber ocurrido si Royce no hubiese intervenido... Por otro lado, nada de eso habría sido necesario si tan solo hubiesen huido cuando Phil lo sugirió.
Pero ya era tarde para pensar en eso.
Acabaron llegando a un callejón oscuro como la noche y que tenía un delgado techo de lámina, por lo que podían refugiarse de la lluvia y disminuir las posibilidades de ser atacados por un demonio.
Phil empezó a lamentarse un poco de no haber podido dormir en toda la noche. Escuchó a lo lejos los chillidos de un demonio, y rezó a cualquier cosa por que no se acercara a pelear; como el ruido no se hizo más cercano, se alivió de creer que había elegido otra presa. Destensó los hombros y se dejó caer al suelo.
—Es verdad, no me he presentado —dijo Royce cuando percibió que el ambiente ya no era tan tenso como unos minutos atrás—. Me llamo Royce... como se dieron cuenta, venía con los cazarecompensas que fueron contratados por el príncipe Noah para llevarlos de vuelta a la capital, aunque no es uno de mis mejores trabajos.
—Soy Phil —murmuró él, un tanto a regañadientes.
—Y yo Sarahí. —Ella también se veía recelosa y tenía los labios formando una mueca.
Mason seguía en silencio. También se había deslizado al suelo junto a Phil, y tenía las rodillas apoyadas contra el pecho.
Royce tampoco supo bien qué agregar y parpadeó varias veces. El ambiente pronto se tornó incómodo.
—Así que —dijo. Phil habría preferido que siguiera callado—, me enteré un poco sobre lo que pasó o algo así... es un poco raro. ¿Hacia dónde pretenden huir?
—No estamos huyendo —respondió Sarahí, un tanto ofendida—, sino que vamos a cumplir la profecía para salvar al mundo... Iremos al Círculo de Fuego para que el príncipe Artemis cumpla con su papel como el elegido.
—Ya veo... —Royce miró a Mason—. También escuché sobre eso. ¿Es verdad que eres el hijo del rey Dante al que exiliaron?
Mason suspiró. Phil pensó que volvería a hacerle la ley del hielo, pero entonces contestó:
—Sí, eso parece.
Royce asintió. De nuevo se quedó sin tema de conversación.
—¿Por qué nos ayudaste? —Mason esta vez fue el que rompió el silencio. Levantó la cabeza y miró hacia Royce.
Phil también quería saberlo. Se moría de curiosidad por saber lo que en verdad había ocurrido entre Royce y Mason... sin embargo, le daba la espina de que tardaría un tiempo en saberlo.
Royce se encogió de hombros.
—¿Por qué no lo habría hecho?
Fue lo único que dijo, y lo hizo con todo el sentido del mundo.
Mason solo frunció el ceño en respuesta.
Y luego, sin decir nada, se levantó y se alejó.
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