Capítulo 35. Cambios a la medianoche.
Ya había dormido al lado de Mason una vez. Fue en ese entonces cuando solo lo consideraba molesto e irritante.
Era notable cuántas cosas habían cambiado desde entonces.
Si bien la cama no era tan amplia como la vez anterior, tampoco les hizo falta espacio. Phil se sentía extraño y surrealista, sin creerse por completo lo que ocurría. Últimamente se sentía de esa manera al lado de Mason, y era una sensación rara, sí, pero también amena.
Tener algo que perder, quizá, era también una razón para vivir.
Mason no estaba particularmente cerca de él, aunque seguía despierto y miraba hacia el techo con sus pestañas parpadeando de vez en cuando. Phil se volvió hacia él, con la mejilla sobre la almohada y contemplando su apariencia en silencio. Hasta cierto punto, le generaba inquietud hacer un movimiento hacia Mason, porque seguía sin tener claro en qué términos estaban e, incluso cuando se habían besado, era confuso discernir lo que era correcto dentro de su relación y lo que no. Porque de por sí era extraño decir que tenían una relación teniendo en cuenta que ambos eran hombres y él nunca había experimentado algo así. Y también era curioso cómo ahora mismo estaba torturándose con pensamientos al respecto teniendo al responsable de todos ellos a su lado.
Tragó saliva y suspiró, frustrado consigo mismo.
Tal vez era esa la razón por la que no había salido con nadie antes. Los sobrepensamientos. La incertidumbre. La desesperación hacia sí mismo. Porque a veces el confort era más amable que el ir lejos con una persona.
—¿Sucede algo? Puedo oírte pensar —murmuró Mason un tanto burlón, girando ligeramente la cabeza y arqueando las cejas.
Si bien Phil quería sincerarse y contarle al respecto, no supo cómo hacerlo y hundió los hombros.
—No lo sé —acabó diciendo, cerrando los ojos y torciendo sus labios en una mueca—. ¿Qué tipo de relación tenemos...?
Ah, así que al final lo preguntó.
Mason se quedó en silencio unos momentos, sopesando una respuesta.
—No tengo idea —admitió—. ¿Es necesario llamarle de alguna manera? No pienses en eso, Phil. Entre más lo pienses, es más difícil de asimilar. ¿Realmente nunca habías salido con nadie antes?
—No...
—Hum, entonces supongo que no me sorprende. —Mason se encogió de hombros y se acercó. Le besó con suavidad sobre los labios y luego agregó—: Cuando estás en una relación, puedes hacer cosas como esas, ¿de acuerdo? No tienes que preguntarme. Mientras no seas asquerosamente empalagoso, podemos hacer cosas así... Solo ten en cuenta que este tipo de relación en particular no suele ser agradable para otras personas, por lo que convendría mantenerla en secreto.
Eso ya era algo en lo que Phil había pensado, por lo que no le molestó la idea.
—Me gusta que sea un secreto —dijo, sonriendo levemente—. Se siente emocionante.
—¿Soy yo o nunca has tenido que guardar secretos antes?
—No uno importante como este, que yo sepa.
Mason se rio.
—Por los dioses, eres tanto lindo como patético —ironizó, rodando los ojos—. Eres mayor que yo y, aun así, te las arreglas para no saber nada del mundo... ¿acaso vivías bajo una piedra?
Phil dibujó una mueca y, en lugar de responder, lo besó. Realmente le había dado cierta seguridad que Mason le hubiera dicho que podía hacerlo sin preguntarle... Al menos eso le esclarecía la situación. Era raro todo, pero descubrió que le gustaba.
Así que sentir la respiración de Mason y la suavidad de sus labios pronto se volvió una pequeña adicción; una de la que sospechaba que sería difícil deshacerse. Sonrió ligeramente y se acomodó mejor sobre la cama, rodando y acomodándose encima de Mason, cosa que fue bien recibida por él a juzgar por la forma en que sus manos se acomodaron a los costados de su cuerpo.
Phil se preguntó cómo es que algo tan mal podía sentirse así de bien.
Si alguien le hubiera dicho en el pasado que iba a estar besando a un ladrón como si su vida dependiera de eso, se habría quedado perplejo y confundido, sin entenderlo en lo más mínimo, y hasta habría soltado una carcajada llena de incredulidad.
Y sin embargo, ahora estaban así, y tenía la certeza de que, incluso teniendo la oportunidad de cambiar el pasado, mantendría todas sus decisiones justo como estaban.
El tiempo comenzó a tornarse ambiguo y no le pesó quedarse despierto en lugar de descansar como debería.
La electricidad llenaba la habitación y sentía muy de cerca su corazón y el de Mason latir con fuerza, casi al unísono tal y como sus respiraciones lo hacían. Phil se sentía maravillado por la cantidad de sensaciones que le inundaban y por las que Mason era responsable. Sus labios. Sus manos que ya no se sentían frías y que se metían por debajo de su camisa. Esa sonrisa suya y lo bien que se sentía estar en esa posición.
Se sentía bien, demasiado bien. Se preguntó cómo era que había vivido sin saber sobre esto.
Se separó de Mason, aunque aquello no duró ni un minuto antes de que decidiera lanzarse por algo más. Sus labios se dirigieron hacia su mandíbula y empezó a besar la superficie de su piel; poco a poco, fue sintiendo más confianza y descubrió lo mucho que le gustaba besar la piel de Mason, porque era maravillosa y las manos de Mason en su cabello le enloquecían lentamente.
Percibió que Mason se arqueaba debajo de él cuando sus labios llegaron a su cuello. Phil sonrió en respuesta y siguió en eso, porque nunca antes se había sentido de esa forma. Quería ir más lejos... Maldición, jamás se había visto a sí mismo sintiéndose así. Era inaudito. Era extraño. Pero se sentía bien y le dio igual.
—Phil, ¿estás despierto?
En realidad, su momento de intimidad no duró tanto como le habría gustado.
Sarahí estaba llamando a la puerta.
Por unos momentos, Phil se quedó congelado y estático. Se alejó de Mason y parpadeó varias veces. Luego reaccionó finalmente y cayó en la cuenta en sus posiciones y lo rápido que se vendría abajo todo si dejaba que Sarahí los encontrara de ese modo.
Se sobresaltó tanto que uno de sus pies se enredó en las sábanas y acabó cayéndose de la cama en un estruendoso ruido. Maldijo entre dientes y trató de incorporarse.
—¿Phil? —Al otro lado, Sarahí se escuchaba vacilante y preocupada—, voy a entrar...
Phil apenas estaba formulando un "¡no lo hagas!" en su garganta cuando ella ya había abierto la puerta.
Él estaba en el suelo y, al mirar hacia la cama, observó que Mason se había levantado de un salto (con mayor agilidad y menor torpeza a la suya, evidentemente). Se mordió el labio inferior y trató de incorporarse.
—¿Qué hacen aquí a oscuras...? —Sarahí llevaba una lámpara consigo. La llama parpadeaba lentamente dentro del cristal, e iluminaba su alrededor con un color rojizo y anaranjado. Ella recorrió la habitación con la mirada y frunció el ceño.
Mason carraspeó con la garganta. Estaba despeinado y se veía un tanto desorientado, y aun así halló las palabras para hablar antes que Phil.
—Vine para arreglar unos asuntos —dijo por lo bajo, cruzándose de brazos y alzando las cejas—. ¿Sucede algo?
Era un experto en desviar el tema, puesto que lo hizo con un tono ligeramente autoritario e imponente para que Sarahí se olvidase de lo rara que era la situación y recordara por qué había venido hasta ahí.
—Ah, sí... —dijo, meneando la cabeza. Phil se levantó del suelo y agradeció que la iluminación del cuarto fuese roja, pues así se camuflaba con el rubor de su rostro—. Abajo llegó un grupo de personas que parecen buscarnos.
—¿Qué? —A Phil se le olvidó lo que había ocurrido hacía unos momentos y se acercó a Sarahí con consternación—, ¿qué quieres decir con que nos buscan?
Sarahí titubeó.
—No podía dormir —dijo—, así que me asomé a la taberna... En eso vi que llegaba un hombre encapuchado y empezaba a hacerle preguntas al bartender sobre quienes habían llegado a la posada. El bartender se negó a responder preguntas, porque seguro lo agarraron de mal humor... Y uh, comenzaron a pelear y yo subí a buscarlos. De todos modos, me da la impresión de que están aquí por nosotros.
—¿Por qué lo dices? —cuestionó Mason con leve ademán irónico—, quizá solo están aquí porque están buscando a otro grupo fugitivo que decidió refugiarse en los límites de Heldoria...
Mason parecía haberse olvidado de que Sarahí no percibía su sarcasmo.
—Estoy segura de que nos buscaban —insistió ella—, también llevaban el símbolo de la bandera de Heldoria... pero no de forma oficial, sino como una especie de logo cosido a mano. Me parece que son cazarecompensas, lo que los vuelve aún peor que si fueran guardias del palacio.
Phil chasqueó la lengua y pasó una mano por su cabello. Cazarecompensas siguiéndolos. Qué divertida acababa de ponerse la noche (nótese el sarcasmo amargo).
—Hay que irnos —coincidió.
—¿Sí saben los dos que es medianoche y lo único que conseguiremos es que nos maten los demonios? —gruñó Mason, arrugando la frente. Levantó las manos y suspiró—. Yo digo que nos quedemos a enfrentarlos. ¿De qué sirve huir? Mejor los encaramos y les dejamos clarísimo que nosotros no estamos para jugar con nadie...
—No sabemos cuántos son o el tipo de entrenamiento que recibieron —contrarrestó Phil, frunciendo las cejas y sintiéndose en desacuerdo con Mason—. No podemos enfrentarnos a nadie teniendo tan poca información sobre un grupo de personas... Al menos con los demonios sabemos a lo que nos enfrentamos.
Mason arrugó la nariz.
—Sea lo que decidan, debe ser ahora —intervino Sarahí—. Empaqué todo lo que tenemos, que en realidad no es mucho; así que tomen una decisión. Estoy bien con cualquier cosa que piensen, porque estoy dispuesta a seguirlos...
—Vamonos —dijo Phil, tratando de sonar autoritario. Pero claro, se le olvidaba que Mason podía ser tan terco como él.
—Nos quedamos.
Phil suspiró con frustración. Abrió la boca para discutir, mas se sobresaltó cuando entonces escuchó un fuerte estruendo en la planta baja.
—¿Esa no es razón suficiente para irnos? —cuestionó, mirando a Mason con enfado.
—¡No podemos huir como cobardes! —se enfadó él, bufando.
—¡Dejen de pelear! —se irritó Sarahí, molesta y tensando la mandíbula—, eso no nos llevará a ningún lado. De verdad que ambos son desesperantes...
Antes de plantear ofenderse, Phil abrió los ojos de par en par cuando unos pasos subieron por las escaleras y, entonces, se abrieron paso e hicieron eco a través de los pasillos de la posada. Se quedó estático. Luego reaccionó y se lanzó hacia su espada, que si bien no era la mejor, al menos no era peor como no tener ninguna.
Justo cuando le alcanzó, la puerta se abrió de golpe hacia dentro y Sarahí corrió al interior del cuarto.
Phil alzó su espada y se puso frente a Sarahí y Mason de forma instintiva, maldiciendo entre dientes y chasqueando la lengua. ¿Qué estaba sucediendo?
Sintió un escalofrío cuando vio que la persona que había abierto de golpe la puerta se trataba de un hombre encapuchado y tatuado. Llevaba un parche en su ojo izquierdo, una capucha que le cubría medio rostro y una espada empuñada en su mano derecha. Tenía un aura intimidante y usaba unas botas que le llegaban hasta las rodillas.
—No hagan esto difícil —dijo él, esbozando una sonrisa—, solo dejen que los regrese al palacio y obtenga mi recompensa... Nadie tiene por qué salir herido.
—Es quien contrató el príncipe Noah —murmuró Sarahí de forma atropellada y con los ojos abiertos de hito en hito.
Los ojos del hombre se movieron hacia ella y bufó.
—Tú —gruñó—, maldita... No sabes lo que me costó infiltrarme para que lo arruinaras todo en una noche.
Sarahí tensó los hombros y sostuvo su propia espada, incluso si a Phil no le quedaba claro si ya la había traído desde su cuarto o si mágicamente había aparecido en sus manos. Se concentró en el hombre y apretó los labios.
Percibió que Mason se acercaba a él, pero fue para ocultarse detrás de su espalda. Y, si bien le pareció raro, Phil no pensó en eso de inmediato (aunque sí le enfadó, ¿por qué proponía quedarse a luchar si planeaba esconderse tras su espalda?).
Suspiró y se posicionó mejor con su arma.
Pensó: "bueno, quizá pueda derrotarlo", hasta que detrás del hombre aparecieron más personas armadas.
Se mordió el interior de la mejilla con fuerza y dudó.
Echó un vistazo a Sarahí, diciéndole algo como "mierda, ¿y ahora qué?". Ella también se veía alarmada y asustada, claramente sin tener idea de qué hacer.
En eso observó que alguien se abría paso entre el grupo. Era un hombre cuya edad oscilaba entre los veinte y veinticinco; tenía los ojos de un gris intenso y lucía joven, aunque también como si hubiese visto y vivido cosas propias de gente con cincuenta y tantos años.
Entonces sus ojos se posaron en Phil... o más bien, lo que había detrás.
—¿Mason?
Mason, por otro lado, maldijo entre dientes. Phil le miró de soslayo, y muy apenas le alcanzó a oír cuando él le dijo muy cerca de su oído y en un susurro:
—Tenías razón, debimos irnos.
Phil frunció el ceño. Y luego Mason agregó:
—Él es Royce.
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