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Capítulo 34. El amor no tiene nombre.

Habían rentado un carruaje y ahora se encontraban de camino al norte, en busca del Círculo de Fuego.

Nuevamente, era surrealista pensar en eso, como si todo fuera un sueño… o una horrible pesadilla. Phil aún no se decidía por alguno.

Le dolía la cabeza por haber estado en movimiento durante toda la tarde. El hombre que conducía el carruaje había sido bastante estricto con ellos, Solo llegaría hasta los limítes de la ciudad y luego irían por su cuenta. Eso estaba bien para el grupo, que no había esperado más que eso.

Sin duda, Phil agradecía en sobremanera a su “yo del pasado” por los ahorros; ya que, sin ellos, no habrían llegado lo suficientemente lejos para poner distancia entre ellos y los guardias del palacio. Le ponía los pelos de punta pensar en que a lo lejos estaban siendo seguidos… o que ya muchos estaban al tanto de que el reino los buscaba, incluso si no tenían claro el motivo.

Phil soltó un suspiro y apoyó su cabeza contra la ventana, cerrando sus ojos por unos momentos e inhalando con fuerza. 

Hubo un denso silencio de ultratumba durante el viaje, y Phil no pudo evitar empezar a incomodarse. Y eso raro; usualmente era gran partidario de los viajes silenciosos y los apoyaba cuando nadie más lo hacía. Sin embargo, debía admitir que en ese rato deseó que alguien hablara (y, por ese alguien, en realidad se refería a Mason).

El atardecer llegó y para entonces ya habían llegado a su destino. 

Estaban en los limítes de la ciudad, pero esa solo era una forma de hablar, ya que, de hecho, aún faltaba un buen trecho para salir de Heldoria. No obstante, a ese lado del reino se le conocía coloquialmente de esa manera por el hecho de que era lo más orientado al norte que había.

Y, como Sarahí había mencionado, todos en Heldoria sabían que ir al norte era un asunto de peligro y de que temer. Entre más al norte estuviera una persona, tenía mayores probabilidades de sufrir un ataque de un demonio.

Naturalmente, Phil empezó a sentirse ansioso, Se removió sobre su asiento cuando el hombre que conducía el carruaje les aunció que ya podían bajarse. Es decir, los estaba echando de la forma más amable posible.

Habían pasado una buena cantidad de horas sentados en el carruaje, por lo que, cuando salieron, Phil sintió las piernas entumecidas y dibujó una mueca en sus labios. Se estiró y soltó un gran bostezo, restregando sus ojos y meneando la cabeza.

—Eso fue muy largo —dijo Sarahí cuando estuvo fuera, alzando los brazos y girando el cuello—, en serio odio estos viajes…

Phil coincidió con ella en silencio. Echó un vistazo hacia Mason solo para asegurarse que también había salido del carruaje. Lo miró y, oh sorpresa, Mason no se dignó a verlo de vuelta. Es decir, sí, ahora Phil entendía lo que le había hecho enojar. Hundió los hombros en derrota, decidiendo que insistir solo empeoraría el asunto.

Aunque luego recordó de forma vaga a Sarahí diciendo lo tercos que eran ambos. Se preguntó si quizá estaba siendo terco como ella había dicho. Tragó saliva, haciendo amago de decirle algo, pero en eso Sarahí le interrumpió.

—Deberíamos encontrar un lugar donde pasar la noche. Está por oscurecer…

Incluso cuando tenía razón, Phil no pudo evitar enfadarse con ella por la interrupción de lo que nunca dijo en voz alta. Arrugó la frente y sacudió la cabeza en un gesto afirmativo.

—Busquemos una posada —contestó a regañadientes, apretando los labios.

Para su buena suerte, no demoraron demasiado en hallar una. Había una posada al fondo de un callejón cercano e, incluso cuando parecía un sitio de mala muerte y que daba la sensación de que serían asaltados, no tuvieron más remedio que conformarse.

La posada estaba descuidada y un tanto sucia, pero los dioses sabían que Phil había pasado noches en sitios peores que aquel, así que se reservó sus comentarios y se mordió la lengua. Como ahora sí tenían dinero (no de sobra, mas tampoco contabilizado), decidieron rentar habitaciones por separado.

No obstante, cuando Phil llegó a la suya, sintió un pequeño vacío en el pecho. 

Dejó su espada en un rincón del cuarto y se echó sobre la cama.

Ni siquiera se molestó en tratar de conciliar el sueño; sabía que no lo lograría ni con todas las intenciones del mundo. Estaba demasiado inquieto como para hacerlo.

En cambio, se quedó despierto sobre la cama mientras miraba hacia el techo, repasando mentalmente la cantidad de cosas que habían ocurrido. Suspiró con dramatismo y acabó por incorporarse.

No podía dormir. Decidió ir a buscar a Mason.

Si bien no quería ser insistente y acabar siendo pedante, tampoco quería dar la impresión de que no le importaba lo suficiente. Ambas cosas quedaban en un plano que no sabía cómo equilibrar. Una pisada en falso y pasaría de una cosa a otra y empeoraría la situación.

Sin embargo, cuando salió al pasillo, titubeó; ¿sería lo correcto? Tal vez lo estaba sobrepensando.

Y tal vez por eso sus pies acabaron por dirigirle hacia el bar-restaurante de la posada en lugar de la habitación de Mason.

Tal vez en el fondo seguía demasiado asustado como para tener una conversación seria con él.

Al bajar al primer piso, no se lo pensó dos veces antes de enfilar hacia la barra. No obstante, entonces se sorprendió cuando vio que alguien estaba sentado ahí.

Era Mason.

Quizá el destino tenía mejores planes de los que él podía hacer.

Phil parpadeó varias veces y se planteó dar media vuelta y fingir que no le había visto. Sin embargo, extrañamente su cuerpo no le preguntó y, antes de saberlo, ya había tomado asiento a su lado.

Mason se sobresaltó al verlo, y frunció el ceño. Pero no dijo nada y volvió su mirada hacia la superficie de la barra. Un bartender joven y que parecía detestar su trabajo bostezó hacia Phil. Él se limitó a pedir un vaso de agua solo para no lucir como que había bajado únicamente a despejarse.

—Lamento lo que dije —murmuró Phil al percibir lo tenso que estaba el ambiente. Le alegró ver que el bartender se había envuelto en un periódico y ahora no les prestaba la más mínima atención.

Mason arrugó aún más el entrecejo.

—Deja de disculparte —musitó. Tenía los hombros tensos y los ojos fruncidos. Lucía como si no hubiera estado durmiendo apropiadamente.

Phil le miró.

—¿Qué quieres que haga, entonces? —indagó. Odiaba ponerse a la defensiva antes de siquiera procesar las palabras que le dirigían a él.

—No lo sé. —Mason de pronto se vio frustrado y molesto, aunque no con Phil (o eso esperaba). Enterró su rostro entre sus manos y exhaló—. Necesito pensar. Déjame solo...

Pese a eso, Phil no fue a ningún lado.

—¿Qué sucede? —preguntó, solo que ahora con mayor suavidad y delicadeza. Arqueó las cejas y deslizó su mano hacia el antebrazo de Mason.

Mason no respondió al acto. Phil pensó que lo mandaría a fregar espárragos y le soltaría algún comentario mordaz. Sin embargo, eso no fue lo que ocurrió.

—Me haces sentir abrumado —soltó de forma honesta, girando la cabeza para mirarle a los ojos y suspirar. Desvió la vista y se mordió el labio inferior con duda—. No lo sé. Quiero enfadarme contigo, porque creo que es más fácil lidiar con eso...

—Uh, creo que no te estoy entendiendo. —Phil titubeó.

—Por supuesto que no. Es solo que... Ugh, creo que nunca estuve enojado contigo. Te dije que solo estaba herido, y era verdad; y de todos modos, fue algo inconsciente e instantáneo buscar una razón para alejarme de ti.

—¿Quieres alejarte de mí?

Mason apoyó la frente sobre la barra y chasqueó la lengua con enfado.

—No lo sé —admitió, y repitió—: Me abrumas y esto me da miedo.

—¿Hay un "pero"? —Phil frunció las cejas y empezó a sentirse un tanto desalentado.

—Sí... Me abrumas, pero también me gustas. —Esto lo dijo en un tono más bajito de voz, como para cerciorarse de que nadie más podía oírlos. Y era verdad: no había ni un alma en el sitio, y el bartender ahora mismo estaba cayéndose dormido en una esquina—. He estado en una relación antes, Phil, y sé que duele. No me gusta que duela, así que realmente no sé qué hacer con... esto. Supongo que es instintivo querer alejarme, pero una parte de mí no quiere hacerlo.

Phil asintió con lentitud. Debía admitir que aquello tenía sentido, y le hacía sentir mejor oír que Mason había estado luchando contra sí mismo y no sintiéndose particularmente enfadado por lo que pasó. Rechinó los dientes y miró hacia otro lado, sin saber qué decir.

Carraspeó con la garganta.

—También me asusta —admitió—, nunca me había sentido así por nadie... Jamás había tenido algo en mi vida por lo que luchar, ¿sabes? Solo tenía una persona como mi familia, y nunca fui alguien de tener amigos. Más allá de ser un territorio nuevo, me parece aterrador todo esto. —Se armó de fortaleza para volver a verle, y se asustó cuando Mason por fin le devolvió la mirada. Titubeó y movió su mano para tocar la de Mason, dejándola a un lado y en visible vacilación—. Mi instinto me dice que esto es un error y que, si continuamos, entonces nos arrepentiremos.

—¿Hay un "pero"? —inquirió Mason, mitad burla y mitad honesto. Miró la mano de Phil y, unos instantes después, sus dedos la tocaron, y luego se envolvieron entre los suyos. Aun estando fríos, sus dedos se sintieron cálidos entre los de Phil.

—Pero me gustas. Quizá esté mal, y quizá sea un error... Pero quiero intentarlo.

Mason dibujó una sombra de sonrisa.

—Por los dioses, ¿de dónde sacas esas frases? —se mofó, incorporándose y mirándolo con más detenimiento—. Siento haberte ignorado todo el viaje y haber actuado como un idiota... Realmente estaba tratando de procesar lo que ocurrió esa noche y lo que pasó con Noah no me ayudó en lo absoluto.

Phil enfocó sus ojos en sus manos entrelazadas.

—Está bien —dijo—, lo entiendo. Me preocupaba que estuvieras enfadado conmigo... Quiero que sepas que confío en ti, Mason. Eres importante para mí y sé que, aunque a veces eres imprudente, jamás harías algo sin pensar a fondo en las consecuencias.

—Uh, ¿estás seguro? —Mason alzó las cejas—. ¿Me confiarías, por ejemplo, tu vida?

—Eso creo.

—Hum, esto va en serio entonces... —Asintió y hundió los hombros—. Deberíamos ir a dormir. Mañana será un día muy largo.

—Aún nos queda mucho por recorrer —concordó Phil—. El Círculo de Fuego... Extinguir a todos los demonios.

—Cosa de todos los días.

Realmente Phil se sintió más ligero y feliz con que Mason volviera a hablarle e incluso bromeara con él. Una sonrisa de oreja a oreja subió a sus labios.

—¿Quieres dormir conmigo? —preguntó.

Mason le miró con gesto sugestivo.

—¿Qué me estás proponiendo, Phil? —inquirió, fingiendo escandalizarse y alzando las cejas. Era de esas pocas veces donde le llamaba por su nombre.

Phil se rio y meneó la cabeza.

—¿Qué estás pensando tú, pervertido? —se burló. Ambos se levantaron de sus asientos y caminaron de vuelta a los escalones—. Supongo que si piensas en otra cosa y no en lo que te pregunté de forma literal, puedes dormir en tu propio cuarto...

—Oh, vamos, mi cuarto está frío y me da la sensación de que alguien murió ahí. —Mason dibujó una mueca—. Supongo que como no queda de otra, será mejor dormir en tu habitación.

—De haber sabido, solo habría pagado por dos cuartos.

Mason le empujó por el hombro.

—Eres un tacaño —murmuró.

—Se llama tener el presupuesto ajustado y no tener tiempo para conseguir más en un trabajo.

Una sonrisa subió a los labios de Mason. Phil lo contempló en silencio, descubriendo que verlo sonreír sin sarcasmo o ironía resultaba satisfactorio.

Se alegraba de volver a estar así. Definitivamente había una paz en su interior ahora que se había reconciliado con Mason.

No tenía idea de qué tenían ahora o qué significaba su relación. Tampoco si era algo a lo que debía darse nombre o si valía la pena entender.

Sin embargo, le gustaba tenerlo de vuelta.

Y eso era todo lo que importaba.

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