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Capítulo 32. En una noche.

Quizá estaba demente por intentarlo. Quizá no tenía sentido.

Los ojos de Sarahí le preguntaron si estaba seguro; ella parecía dispuesta a seguirle si así era. Phil contestó del mismo que, en realidad, no tenía idea de qué iba a suceder.

Pese a ello, saltaron desde el balcón. La otra alternativa era quedarse y ser encarcelados por traición a la familia real.

Cuando dieron el paso al aire, Phil cerró los ojos con fuerza y sintió el viento que azotaba contra su rostro. Sintió que todo se salía de su control y el pánico ahondó en su pecho por una considerable fracción de segundo.

Fue instantáneo, aunque la verdad es que se sintió eterno.

Hubo un golpe. Pero no lo suficiente como para que Phil supiera que ya había muerto; fue definitivamente más leve y le forzó a abrir los ojos.

"El salvador está por llegar a su destino".

Eso le dijo una voz en el fondo de su cabeza. Phil se preguntó si era la manera de los Espíritus de decirle que era la última vez que le salvaban y que debía apresurarse por aportar algo en la misión de salvar al mundo.

Tragó saliva y parpadeó varias veces, sintiéndose desconcertado y confundido acerca de dónde estaba. Frunció los ojos y observó que un largo césped se extendía frente a él. Rápidamente comprendió que habían caído, pero no estaban muertos.

Sintió un nudo en la garganta y se incorporó de un salto; al instante descubrió el terrible error que fue ese, dado que un intenso dolor le recorrió toda la cabeza y le hizo sentir mareado. Carraspeó con la garganta y retrocedió un par de pasos.

No tardó en hallar con la mirada a Sarahí y Mason. Ellos estaban a sus costados, y apenas se estaban incorporando del suelo.

—Esto es increíble —dijo Sarahí, luciendo un tanto perturbada y confundida. Pasó una mano por su cabello y se puso de pie mientras se tambaleaba—. Sabía que los Espíritus eran poderosos y sensatos... pero no imaginaba cuánto.

Phil debía admitir que coincidía con ella. Se mordió el labio inferior y se acercó a Mason, sopesando el pensamiento de preguntarle si estaba bien. Sin embargo, se detuvo cuando un recuerdo asaltó su mente. No estaba seguro del porqué lo recordaba, pero pensar en Mason perdiendo el control y a punto de asesinar a Noah le dejó un terrible sabor de boca.

Mason se incorporó por su cuenta, chasqueando la lengua y bufando.

—A la mierda los Espíritus —gruñó, pasando su antebrazo por su mejilla, que todavía sangraba. Entonces Phil cayó en la cuenta de que las palmas de sus manos también tenían cortes, y la cohibición de hablarle desapareció.

—¿Te duele mucho? —se atrevió a preguntarle, haciendo amago de tomar su mano para inspeccionar la herida; no obstante, Mason la retiró con fastidio.

No le dijo nada, pero la mirada que le dedicó ya decía mucho. Phil se molestó y rodó los ojos.

—Bien, como quieras —musitó.

—Chicos —intervino Sarahí, arqueando las cejas y acercándose a ambos con notable vacilación—, no tardarán en enviar un grupo de búsqueda a nosotros y es peligroso estar afuera a estas horas. Debemos irnos de aquí cuanto antes... Cuando estemos en el pueblo estaremos a salvo.

Phil asintió con la cabeza, aliviado de que Sarahí tuviera las prioridades en orden. Sacudió la cabeza y miró a Mason, que no hizo ni el intento de moverse.

—¿Qué? ¿Acaso planeas quedarte? —cuestionó, primero con enojo, aunque casi de inmediato suavizó sus palabras al recordar que Mason acababa de luchar por su vida contra un lunático que, en teoría, era su medio hermano.

En lugar de contestar, Mason suspiró con pesadez y empezó a caminar. Phil asumió que esa respuesta era mejor que no obtener nada. Hundió los hombros y apuró el paso para seguirle. Sarahí lo imitó, aunque luciendo considerablemente nerviosa y en alerta.

—Hasta cierto punto, esto es emocionante —fue lo único que dijo ella, como tratando de mantener el ánimo (y fallando de forma miserable).

Tuvieron que apresurarse para abandonar las puertas del muro que rodeaban el palacio y salir a la plaza más allá. Las puertas, si bien estaban cerradas, no supusieron un gran problema en cuanto descubrieron que era más sencillo salir de ahí que entrar.

Aún era de noche, así que su prisa también surgía por otros motivos.

Phil había tomado la apuesta de saltar por el balcón gracias a que sabía que el amanecer no tardaría en llegar y que, si huían a esa hora, nadie se atrevería a seguirlos de inmediato.

Era un gran riesgo, porque era consciente que estaban expuestos el triple a un ataque de demonios... Sintió un nudo en la garganta y un poco abrumado cuando lo pensó. Pasó una mano por su cabello. Cuando se adentraron al pueblo, tuvieron el cuidado de ir por callejones estrechos y lugares techados, temiendo encontrarse con alguna otra catástrofe aquella noche.

El frío calaba en sus huesos y el miedo corría por sus venas. El corazón les latía con fuerza contra sus pechos y era la incertidumbre lo que más lastimaba en esos momentos.

Phil odiaba no tener el control de nada ahí.

Al mirar a Mason, se dio cuenta de que la palma de su mano seguía sangrando, y maldijo por lo bajo. Miró hacia arriba y, en cuanto hubieron llegado a un callejón techado, le hizo un gesto a Sarahí.

—Hay que deternernos —le pidió, y ella no le cuestionó. Phil tomó a Mason por el hombro, para impedir que fuese más lejos, y agregó—: Deja de ser terco y déjame ver tu mano.

Mason arrugó la frente y abrió la boca para debatir, pero Phil no le dio tiempo y le tomó de la muñeca, levantando su brazo y examinando su herida. Sin duda, era profunda, y la sangre en su palma seguía emanando sin señales a detenerse pronto. Lo recordó sosteniendo la hoja de la espada de Noah y sus labios se torcieron en una mueca. Miró hacia abajo en busca de algo útil para usar, y se alegró al encontrar con que su traje contaba con un pañuelo en su bolsillo. Lo descolgó de ahí y envolvió la mano de Mason, tensando el pañuelo para frenar el sangrado.

Asimismo, Mason se limitó a mirarlo sin decir nada. Sus ojos parecían querer decir algo, mas resultaba difícil descifrarlo... En cierto modo, él era imposible de descifrar. Phil seguía sin encontrar la forma en que funcionaba o que había detrás de cada comentario suyo.

En serio lo volvía loco.

Y, aunque quería hablar de lo sucedido, se forzó a callarselo al recordar que Sarahí estaba ahí con ellos. Se mordió la lengua y terminó de atar el pañuelo, y luego suspiró y soltó su brazo.

—¿Qué deberíamos hacer? —cuestionó, mirando a Sarahí y arqueando las cejas—. Acabamos de huir... así que oficialmente somos traidores al reino.

—No era necesario que huyeramos —murmuró Mason entre dientes—, si me hubieras dejado arreglar las cosas con ese engreído...

—... entonces te habrían acusado de asesinato, ¿o me equivoco?

—No lo habría asesinado.

—¿Quién fue el que te quitó la espada de las manos?

Mason frunció los ojos.

—Oh, no sé por qué me sorprende que de nuevo no confíes en mí —gruñó, mirando hacia otro lado y tensando la mandíbula.

Sarahí carraspeó con la garganta.

—Hum, bueno —dijo—, es un riesgo movernos por la noche... Pero deberíamos aprovechar el momento y alejarnos lo más que podamos del palacio, porque sino nos encontrarán al amanecer.

—Los Espíritus no parecen poder controlar a los demonios —aportó Phil—, eso significa que no pueden ayudarnos en lo absoluto contra ellos. En ese caso, hay que movernos con prisa y cuidado... En el dado caso que veamos un demonio, no luchemos contra él.

Le dolía decir eso, porque la idea de designarle a otra persona un problema le ardía con fuerza. No obstante, tampoco era idiota y sabía que, sin su espada o cualquier tipo de arma, era inútil tratar de oponerse a un demonio. Dibujó una mueca.

—De acuerdo —concordó Sarahí, ladeando la cabeza—. Hay que movernos.

Afortunadamente, no tuvieron ningún encuentro con un demonio.

Phil se pasó la siguiente hora conteniendo el aliento, temeroso de encontrarse con alguno y verse en la obligación de cumplir su propia palabra y salir corriendo. Sin embargo, cuando salió el sol y su luz comenzó a iluminarles débilmente, se alegró terriblemente y a morir. Sabía que el sol no era garantía de no encontrarse con un demonio, pero disminuía la posibilidad en al menos un 80%, y aquello ya significaba mucho.

Soltó un suspiro de alivio cuando ya hubieron caminado una considerable cantidad de distancia; sabía que el palacio aún quedaba cerca, pero al menos ya habían logrado perderlo un poco. Y, de este modo, sería más complicado para los guardias y caballeros del palacio seguirles la pista.

Le pareció una locura volver a recapitular los eventos que habían ocurrido en una sola noche. Era impresionante y aterrador. Le causaba conflicto pensar en cuántas cosas habían pasado.

Se sintió abrumado de pensar en eso y meneó la cabeza, decidido a mantener esos recuerdos fuera de su mente.

Tragó saliva trabajosamente y sintió que se desplomaba. Por fortuna, Sarahí encontró con la vista una posada y les guio hasta ahí.

—Solo tengo conmigo unas pocas monedas —les informó ella con una mueca cuando entraron—, de haber sabido lo que pasaría, habría traído más... Aunque bueno, de haberlo sabido, entonces simplemente habría preparado más cosas; en fin, habrá que resignarnos a aceptar que tendremos que vivir a base de dinero contado y encontrar la manera de hallar más si queremos llegar al Círculo de Fuego.

Mientras Sarahí iba a pedir las habitación a la recepción de la posada, Phil se quedó pensando en eso.

Se suponía que, ahora que habían huido, cumplirían la misión por su cuenta... Pestañeó con fuerza y pasó una mano por su cabeza, sintiéndose incrédulo y anonadado. ¿Por qué había pasado todo eso? Sabía por qué... lo había vivido y, aun así, la respuesta le parecía lejana y surrealista.

Miró hacia Mason, y lo encontró mirando hacia el suelo y cabeceando.

—¿Tienes sueño? —le indagó.

—¿Puedes dejar de hacer preguntas cuyas respuestas son obvias? —espetó Mason cortante.

Phil apretó los dientes.

—¿Y tú podrías dejar de ponerte a la defensiva? —cuestionó—, creo que tenemos mejores cosas en las que enfocarnos...

—Gracias a ti; yo no quería ir a ningún lado. Y ahora también estoy aquí, acusado de traición por un mocoso engreído de mierda que pensó que podía matarme. —Mason cruzó los brazos sobre el pecho—. Así que discúlpame si no estoy de humor para tus preguntas obvias.

Estaba a punto de replicarle, pero en ese volvió Sarahí.

—Solo conseguí una habitación —dijo ella, suspirando—. Realmente no me molesta compartirla con ustedes... pero al menos déjenme usar la ducha primero; siento que estoy por morirme con este vestido y necesito un descanso.

De este modo, llegaron a un cuarto pequeño y con dos literas apretujadas dentro. Era claro que la posada estaba destinada a servir a grandes grupos de personas. Phil tuvo un pequeño dejá vú sobre el barco que tomó la primera vez para ir a la Isla de Vanix.

Se sentía como que había pasado una eternidad desde entonces.

Se sentó sobre la cama inferior de una de las literas, sintiéndose extraño por el cansancio que le abrumó casi de inmediato. Oyó el ruido de la ducha de Sarahí, y también la oyó quejarse de la terrible infraestructura del cuarto de baño.

Todo eso dejó de importar cuando Phil sintió que se derrumbaba y se dejó caer sobre la cama.

Tuvo un sueño sobre un bosque.

"Cumple la misión. Cumple la profecía", le dijo una voz cerca del oído. Phil no era ajeno a eso y estrechó los ojos.

Muchas cosas habían cambiado. Ahora estaban por su cuenta.

Eran traidores del palacio y probablemente comenzarían a ser buscados por todos en Heldoria.

Era curioso cuántas cosas podían cambiar en una noche.

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