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Capítulo 31. ¿Tomarías el riesgo?

Phil no pudo dejar de pensar en las palabras de Mason.

Era curiosa e irónica la manera y la rapidez con la que muchas cosas se habían desmoronado.

"No eres ningún héroe".

Dolía pensar en eso, especialmente porque reconocía que había cometido un error y no hallaba de qué forma podía solucionarlo. Odiaba torturarse de esa manera.

Odiaba querer a Mason lo suficiente para desesperarse por encontrar una reconciliación. Estaba acostumbrado a ser solo él... a ser la única persona de la que se preocupaba, a no tener que temer por nada más. Quizá por ello nunca se quedaba en una ciudad. Quizá por ello ocuparse de personas ajenas era más sencillo que encontrar a quien de verdad le importara.

Quizá por ello, hasta ese momento, jamás se permitió desarrollar sentimientos por nadie.

"... alguien que cree que puede actuar las vidas de otros y controlar las acciones de los demás..."

Hundió su rostro entre sus manos y vagó por los pasillos. Sabía que no tenía caso ir en busca de Mason, puesto que solo lo haría enfadar más... y lo último que necesitaba era eso. Soltó un denso suspiro y dibujó una sombra de sonrisa amarga.

Odiaba que la situación le afligiera tanto.

Era más fácil cuando no se preocupaba por nadie más.

Era más fácil cuando no tenía sentimientos por Mason... y también cuando todavía no se había dado cuenta.

"¡No eres distinto a ninguno de ellos! ¡Solo otro más del montón que piensa en sí mismo!".

Gimoteó por lo bajo y se sintió miserable. Estaba seguro de que ni siquiera podría conciliar el sueño o fingir que lo hacía.

Entre tanto caminar y vagar sin rumbo alguno, acabó volviendo al comedor. Se quedó afuera, de pronto cohibido por la música que se escuchaba desde dentro. Apretó los labios en una mueca y bajó la mirada. Se reclinó contra un pilar y se quedó ahí en silencio, contemplando las puertas entreabiertas de la sala y preguntándose cómo era posible que tantas cosas hubiesen ocurrido en una sola noche.

Había besado a Mason.

Mason le había besado de vuelta.

Y ahora él estaba increíblemente enojado por su estúpido error... Y sin embargo, eso era lo raro; entre su miseria y frustración, Phil sabía que, de hallar una forma de regresar en el tiempo a ese instante, haría lo mismo. Frunció los ojos y se cruzó de brazos.

Tal vez por eso tampoco había insistido en hablarlo. Porque en realidad no tenía manera de decirle que sí confiaba en él.

¿Eso significa que no lo hacía en lo absoluto? ¿Cómo podía querer a alguien y no confiar en sus acciones? ¿Eso tenía sentido? Pasó una mano por su cabello y se desesperó por la cantidad de pensamientos que iban y venían por su cabeza. Tratando de entenderlo y, al mismo tiempo, complicando al doble su existencia.

Se sobresaltó cuando oyó unos pasos a la distancia entre un pasillo y alzó la cabeza, dándose cuenta que provenían de su lado derecho.

Parpadeó varias veces al darse cuenta que era Sarahí la que venía corriendo desde uno de los pasillos a la distancia.

Ella lo vio y menguó la velocidad hasta detenerse frente a él.

—¡Phil! —exclamó Sarahí con notable sorpresa. Phil miró hacia el salón, tratando de captar en qué momento ella había salido de ahí—, qué bueno que estás aquí... ¡ya sé quién es el tirador! O bueno, más bien, quién lo envió.

Anonadado, Phil ensanchó los ojos.

—¡¿En serio?! —contestó, entre incrédulo y confundido, sin tener idea de dónde había venido ella o de dónde había sacado esa información—, pero... ¿cómo?

—Ven conmigo.

Sarahí le tomó de la muñeca y le forzó a correr a su lado, o al menos ir a paso apurado. Mientras iban por los pasillos, ella comenzó a explicar:

—Seguí al príncipe Noah cuando vi que se fue haciendo su rabieta... Creo que nadie me vio y tampoco Noah se dio cuenta; el punto es que lo encontré detrás de una columna y hablando con una persona extraña... Se veía muy enojado y le dijo algo como "Si no están dispuestos a seguir el plan, entonces yo lo haré", y eh, bueno, entonces se notó que yo lo estaba espiando y se molestó, así que salí corriendo... Envió su lacayo a seguirme y me costó una eternidad perderlo, pero por suerte te encontré a ti...

Ella hablaba muy rápido y tropezaba con sus palabras de forma torpe. Además de que la velocidad con la que andaban hacía que a ella le costara coordinar sus palabras y movimientos, a juzgar por la manera en que respiraba con dificultad y hacía muecas para no quedarse atrás.

—Espera, espera —le interrumpió Phil, alzando las manos en señal de calma—, ¿qué estás diciendo? ¿A dónde fue el príncipe Noah?

—A eso iba... —murmuró Sarahí. Luego se mordió el labio inferior y agregó—: Creo que tratará de matar a Mason. Tenemos que encontrarlo.

Phil maldijo por lo bajo. Dedujo aquello cuando comenzó a contarle todo lo de antes, pero confirmarlo resultó doloroso y estresante. Soltó un suspiro y asintió.

—Busquemos en su habitación —dijo, porque sabía que Mason no saldría del palacio a esas horas de la noche (nadie en su sano juicio lo haría) y tenía la espina de que él estaría en su cuarto.

Sarahí tensó la mandíbula. Ambos apuraron el paso y comenzaron a correr por todo el castillo. Sabían en dónde quedaba la habitación de Mason, por lo que, en general, no tuvieron problemas para hallarla.

El problema fue cuando llegaron al respectivo pasillo y descubrieron lo silenciosamente inquietante que estaba el sitio. Phil tragó saliva y se apresuró junto a Sarahí hasta la puerta de la habitación. Frunció el ceño al ver que estaba cerrada.

—Tal vez nos equivocamos... —empezó diciendo, pero entonces Sarahí alzó la mano para callarlo y acercó el oído a la superficie de la puerta.

—¿Oyes eso? —cuestionó, abriendo los ojos de hito en hito—, hay ruido dentro... Ayúdame con la puerta.

Trataron con el cerrojo y, aunque descubrieron que no estaba cerrado, había algo dentro de la habitación que evitaba que se pudiese abrir la puerta hacia dentro. Phil chasqueó la lengua con fastidio y empujó la puerta con el hombro; primero con relativa calma y, luego, entrando en pánico y empujando como si su vida dependiese de ello.

Porque quizá no era así, pero la vida de Mason sí lo hacía.

Ignoró el intenso dolor que recorrió su hombro y repitió el movimiento hasta que logró abrir la puerta. Fue más fácil una vez que notó que lo que estorbaba era un escritorio. Sus labios se torcieron en una mueca y empujó una última vez. Esta vez, logró abrir un espacio lo suficientemente amplio para que ambos pudiesen pasar.

Al cruzar el umbral y detenerse al otro lado, Phil se congeló por una fracción de segundo ante lo que veía.

Estaba Noah ahí... y ciertamente tratando de hacer lo que Sarahí le había dicho.

Mason estaba sobre el suelo con una cortada en el rostro que sangraba. Noah estaba encima de él con una espada entre las manos, cuya hoja empujaba hacia el cuello de Mason. Lo único que evitaba su inminente muerte eran las manos de Mason temblado y alejando la hoja lo más posible, incluso si con ello se estaba cortando a sí mismo y sangrando de forma inquietante.

Phil tardó en procesar la escena. De haber sido otra situación, su vacilación le habría costado la vida a Mason.

Sin embargo y por fortuna, ese no fue el caso.

Noah titubeó, dándose cuenta de sus presencias y girando el cuello a mirarlos por un simple segundo. Ese tiempo fue suficiente para Mason y logró darle un giro a la situación; le propinó un cabezazo, consiguiendo que Noah soltara la espada.

Mason se lo quitó de encima con un rodillazo al estómago, y luego lo golpeó con el puño cerrado en el rostro. Noah jadeó y cayó sobre su espalda. Sin perder un solo segundo, Mason invirtió el sentido de la pelea y tomó la espada.

Phil sintió como si todo se congelara. Ver a Mason así: con sus ojos rojos ardiendo como lo hacía la sangre sobre su piel pálida; con sus puños apretados y tensos; con su expresión completa gritando la rabia que había en sus venas.

Y cuando lo vio levantar la espada hacia Noah, se dio cuenta de lo que pretendía hacer.

—¡Mason! —gritó, corriendo hacia él y sosteniéndole con fuerza la muñeca con la que sostenía la espada para evitar que descendiera más.

Sarahí, que se había congelado el doble que Phil, finalmente salió de su trance y miró por el pasillo.

—Hay guardias —balbuceó. Phil no tuvo tiempo de preguntarse si acaso ellos accidentalmente habían alertado a la seguridad del reino.

—¡Traición! —chilló Noah de la nada, poniéndose de pie de forma temblorosa y señalando a Mason—, ¡guardias, guardias! ¡Esa rata trató de matarme!

—¡Imbécil de mierda! —chilló Mason, intentando quitarse a Phil de encima; pero falló en el intento y solo consiguió que él le quitara la espada con una fuerza que no tuvo más remedio que emplear—. ¡Déjame matarlo, idiota! ¡Ese engreído quiso asesinarme!

—¡Traidores! —repitió Noah.

—Creo que los guardias no vienen a ayudarnos —dijo Sarahí de la nada y, en un intento por ganar tiempo, cerró la puerta y volvió a trabarla con el escritorio—, ¡debemos irnos!

Phil sintió que había muchas cosas que estaban sucediendo al mismo tiempo. Quiso gritar algo así como "¡Tiempo, tiempo!" para procesar con cuidado lo que ocurría. Pero no lo hizo. La cabeza empezó a darle vueltas y el olor de la sangre le mareó.

Mason chasqueó la lengua y trató de quitarle a Phil la espada, la cual él alejó con una de sus manos.

—¡Traidores! —volvió a decir Noah.

—Cállate —gruñó Phil. Empujó a Mason para quitárselo de encima (en su defensa, no estaba pensando con claridad y tampoco la fuerza con la que actuaba) y apuntó a Noah con la espada—, ¡cállate!

Noah palideció y parpadeó varias veces. En eso, Sarahí rodó los ojos y empujó a Phil por el hombro.

—Idiota, si nos atrapan así, creerán que de verdad somos traidores —dijo ella, haciéndolo entrar en razón.

—¡¿De verdad piensas que alguien en Heldoria les creería a ustedes?! —chilló Noah, sacando coraje y valor de sabrían los dioses donde—, ¡el rey los está enviando a esa misión a morir! ¡Él no quiere que vuelvan! ¡Nadie quiere que vuelvan...! ¡Los Espíritus eligieron mal; yo soy el único que puede salvar al mundo, yo soy el Elegido y no esa rata de alcantarilla!

Phil se fastidió de escucharlo. Soltó la espada y se acercó.

Luego le golpeó con fuerza en el rostro. Mason ya lo había hecho antes; ¿qué problema había con hacerlo por segunda ocasión?

Arrugó la nariz cundo oyó a Noah lloriquear y quejarse.

—No eres ningún elegido —escupió—, y no te atrevas a seguirnos... Nosotros iremos a esa misión; no tú. Ninguna profecía necesita a un imbécil como tú.

Se sobresaltó al escuchar golpes contra la puerta.

—¡Abran! —gritó alguien desde el otro extremo.

Phil empezó a ponerse ansioso.

—Hay que irnos —dijo. Sarahí le puso mala cara.

—Hasta que me oyes —espetó ella, cruzándose de brazos—, ¿y ahora por dónde esperas que nos vayamos?

Sus ojos se dirigieron hacia el balcón.

—No iré a ningún lado —gruñó Mason, mirándolo con molestia. Aún tenía sus ojos fijos en Noah—, ese bastardo fue el que trató de matarme... Soy culpable de muchas cosas, pero no de intento de asesinato

Phil sabía que no era eso. Mason simplemente estaba siendo terco y demostrando lo mucho que podía llevarle la contraria a alguien.

Decidió que no tenía tiempo para eso.

—Si te quedas, te acusarán de traición —dijo, apretando los dientes—, tu palabra contra la de ese príncipe no significa nada... No confiarán en ti.

Mason lo miró a los ojos.

—¿Qué diferencia tiene eso contigo? —inquirió con palpable crueldad.

Con una sonrisa irónica y molesta, Phil le tomó de la muñeca y le forzó a caminar. No pensó en que podía estar ejerciendo demasiada fuerza.

Solo se dijo a sí mismo que era lo correcto; que era mejor a dejar a Mason ahí para ser usado como chico expiatorio.

Y así los tres se acercaron al balcón. Estaba muy alto desde el suelo. Si saltaban, morirían, de eso no cabía duda.

A menos que los Espíritus decidieran ayudar.

Era una apuesta. Un riesgo.

Pero podía ser peor.

Así que Phil cerró los ojos y rezó por un milagro.

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