Capítulo 30. El sabor de la traición.
Se quedaron en el invernadero durante un tiempo que, para Phil, se sintió infinito.
Ambos se habían sentado el uno junto al otro en una banca al fondo del invernadero, en donde se apreciaba con mayor claridad el paisaje dibujado en el cielo y frente a ellos; el olor de las flores embriagaba de una manera amable y cálida, y el calor de sus manos entrelazadas era el mejor soporte para aquella noche fría y oscura.
Phil no tenía idea de cómo habían pasado a eso (bueno, sí tenía idea; después de todo, lo que había sucedido esa noche sería algo que jamás olvidaría), mas tampoco pensaba en eso a fondo. También tenía bien alejados los pensamientos intensos de su cabeza, decidido a no molestarse a sí mismo con las preguntas de qué sucedería a partir de ahora.
Apretó los dientes y miró a Mason de soslayo; él tenía la cabeza apoyada sobre su hombro y sus ojos puestos en el resto del invernadero. Su nariz y sus mejillas estaban rojas (en parte quizá por el frío, y en parte por el beso) y eso hacía un curioso contraste con la palidez de su piel. Phil sonrió y se sintió incapaz de dejar de mirarlo. Era raro. Jamás se imaginó estar así y, sin embargo, ahora no podía pensar de qué otra manera pudo haber terminado aquella situación.
Por primera vez se alegró de haber obedecido a sus impulsos.
Cerró sus ojos y soltó un bostezo. Estar despierto desde muy temprano ya estaba comenzando pasarle factura.
—¿Deberíamos volver al baile? —inquirió Mason, separándose un poco y mirándolo. Phil abrió los ojos e hizo una mueca.
—No pensé que fueras a ser tú el que propusiera volver —bromeó, acercándose y frotando su nariz contra la de Mason. Él solo se quedó ahí y meneó la cabeza.
—Al parecer se te queman las neuronas cuando me besas, así que alguien debe ser el cuerdo aquí...
—¿Quieres que volvamos?
—No particularmente. Pero sé que mi ausencia no es fácil de ignorar; todos ahí me aman, así que me imagino que ya habrán notado que no estoy ahí, y seguro eso me traerá problemas después.
Phil asintió.
—Entonces regresemos —dijo, encogiéndose de hombros—, pero deja que nos quedemos así un poco más, ¿de acuerdo? Tengo la sensación de que no podremos tener un momento así luego.
—Hum, ¿lo dices por la misión? A mí me parece que tendremos más tiempo libre... Ah, ¿no sería más divertido escaparnos e ir por nuestra cuenta? Así nadie nos molestaría.
—Me sorprende que sugieras escapar para salvar el mundo y no para dejar esa responsabilidad en manos de alguien más.
Mason ladeó la cabeza. Llevó sus manos hasta el rostro de Phil y sonrió.
—Si te dijera eso, no vendrías conmigo, ¿verdad? —indagó, trazando pequeñas líneas sobre su barbilla con la superficie de sus dedos.
—Es verdad —concordó Phil—. En ese caso, tal vez podamos huir y salvar el mundo... Y luego de eso irnos a otro sitio.
—Me gusta eso. Estoy seguro de que el rey tampoco me querrá de vuelta, así que huir sería un ganar-ganar.
—Bien, pero llevemos a Sarahí con nosotros.
—Phil, cariño, no soy fanático de ese tipo de relaciones...
Phil lo golpeó con suavidad sobre el hombro, reprochándolo con la mirada.
—No es eso —aclaró, arrugando el ceño. Pese a eso, no podía dejar de sonreír—. Ella quiere demostrarle a su familia que puede ir y venir de salvar al mundo... Además, resulta ser una persona maravillosa cuando la conoces bien.
—¿Te gusta ella o yo? Creo que no me ha quedado claro.
Silenciándolo con un pequeño y efímero beso, Phil se apartó y suspiró.
—Volvamos —sentenció finalmente, poniéndose de pie y tendiéndole una mano a Mason, la cual tomó él con una sonrisa de oreja a oreja.
Mason asintió y juntos caminaron a la salida del invernadero.
Al salir, la magia del momento no se extinguió. Solo así pudo darse cuenta que poco tuvo que ver el invernadero con el desarrollo de los sucesos. Se preguntó si habría besado a Mason bajo otra circunstancia y en otro lugar.
Se encontró dándose cuenta de que sí, lo habría hecho. En esa vida y en otras. Así fuese un claro error que le marcaría el resto de sus días. Así como ahora que no se había dado cuenta de sus sentimientos hasta el instante en que sus labios tocaron los de Mason.
Sí, lo volvía loco. Había enloquecido desde que lo conoció. Tan irritante como una cabra que le había parecido al comienzo... Y ahora... ahora no tenía claro cuando había cambiado todo; pero lo había hecho.
Y tomar la mano de Mason y estrechar sus dedos mientras caminaban por el pasillo le pareció una de las mejores sensaciones en el mundo.
—Hum, ¿qué tanto miras? —cuestionó Mason, viéndolo con el ceño fruncido.
Phil se encogió de hombros, aunque no apartó la mirada.
—Me preguntaba en qué momento empecé a sentirme así —admitió.
—Oh, no tenía idea de lo cursi que podías sonar hasta ahora... —Mason soltó un dramático suspiro—. Esto me pasa por ser tan atractivo e increíble y atrapar a alguien como tú, ¿cierto?
En lugar de responder, Phil se conformó con el silencio. De hecho, le aliviaba de cierta manera poder quedarse callado y sentirse cómodo al respecto.
Volvieron sobre sus pasos y una vez que llegaron al pasillo donde se ubicaba el comedor, ambos se sorprendieron al ver que las puertas estaban abiertas y había gente alrededor.
En un choque eléctrico e instintivo, Phil y Mason se soltaron de las manos y fingieron ser tan indiferentes el uno al otro como días atrás.
Entonces, de entre la multitud, salió el príncipe Noah.
Se dirigió hacia Mason con largas zancadas y los puños apretados.
Y luego le golpeó.
—¡Tú, maldita rata tramposa! —chilló Noah.
Phil actuó de inmediato y se puso frente a Mason en un parpadeo, mirando a Noah con una mezcla de ira e incertidumbre.
—¿Qué te sucede? —escupió Mason, luciendo ofuscado y molesto. Noah había alcanzado a golpearle en la nariz, aunque la fuerza que había aplicado no parecía ser suficiente para hacerle un daño notable.
—¡No actúes como si no lo supieras, asquerosa rata de alcantarilla! —gritó el príncipe con las venas de su cuello saltando y su rostro entero coloreado de rojo. Las cuencas de sus ojos sobresalían ligeramente y su pecho subía y bajaba con rapidez—, ¡¿creíste que no iba a darme cuenta de tu trampa...?! ¡Yo le dije a todos que no podían confiar en ti! ¡Escoria de mierda!
—Eso fue suficiente. —La voz del rey Dante bastó para que todos los presentes se hicieran a un lado y dejaran de curiosear por la escena; incluso logró que todos volvieran al salón del baile.
Pronto se quedaron los cuatro solos. Incluso los guardias se habían retirado.
—¡Él modificó mi armamento! —dijo Noah, señalando a Mason como un niño de seis años que acusaba a otro con su madre.
Phil sintió el rostro palidecerle.
Oh, mierda.
Tragó saliva y tensó los hombros. Mason lo notó, mas no dijo nada y avanzó para pararse a su lado.
—No sé de qué carajos hablas —siseó Mason, verdaderamente enfadado—. Créeme, no me importas lo suficiente... Supera que perdiste, mocoso engreído.
—¡Eso fue trampa! —chilló Noah, haciendo amago de lanzarse contra él de nuevo, mas el rey Dante le tomó de la muñeca y le dedicó una mirada seria y aterradora. Hasta hizo que un escalofrío le recorriera la espalda a Phil.
—Dije que fue suficiente —gruñó el rey—. Más te vale comenzar a comportarte como un verdadero príncipe o ni siquiera pienses en tener el trono algún día.
—Ese trono estaba por ser mío hasta que esa rata llegó.
—En ese caso, me alegra su intromisión. La inmadurez que has demostrado durante este proceso demuestra que no estás hecho para ser rey.
El príncipe Noah se quedó estático. En sus ojos quedaba claro que aquellas palabras le habían llegado muy al fondo; parpadeó varias veces y tensó la mandíbula.
—No estoy siendo inmaduro —se quejó, aunque más bien, lloriqueaba—, no entiendes... ¡nadie entiende que esa rata nos llevará a la ruina!
Y dicho esto, Noah se soltó del agarre de su padre y se marchó de ahí con pasos estruendosos y acelerados. Dignos de un adolescente mimado que pocas veces en la vida había sufrido.
—Les pido disculpas por su comportamiento, a veces olvido que sigue siendo un niño —suspiró el rey Dante hacia ellos. Luego su rostro se tornó serio y agregó—: Mason, ¿es verdad que modificaste el armamento de Noah?
Mason chasqueó la lengua con notable enfado.
—¿Por qué carajos haría eso? —replicó. La rabia hacía claro que no tenía tiempo ni ganas de tratar al rey de forma respetuosa.
—Yo lo hice.
Phil sabía que podía haberse quedado callado y dejar que la situación pasara; pero también sabía que estaba contra sus principios. El rey Dante ya era consciente que alguien había entrado a los almacenes y modificado el armamento del príncipe Noah... Y si no decía la verdad, entonces quién sabía lo que pasaría; y luego pesaría en su conciencia y sería un dolor que no podría olvidar fácil.
Y es que, sobre todas las cosas, Phil nunca hacía algo sin estar preparado para las consecuencias.
¿Cierto?
(O eso se suponía).
Mason lo miró sin entender, con el ceño fruncido y sus ojos vacilantes. No dijo nada y se quedó simplemente viéndolo con incredulidad.
Y así, del mismo modo, rehuyó la mirada y se fue. De una forma similar en la que Noah había hecho; solo que sin la parte de la rabieta y más con un silencio doloroso y aterrador.
Phil hizo amago de seguirlo, mas entonces el rey Dante dijo:
—¿Por qué lo hiciste?
Para apresurar la conversación, Phil decidió no divagar mucho en su respuesta.
—No pensé que Mason tuviera oportunidades de ganar.
El rey arqueó las cejas.
—¿Pusiste el objetivo de la misión por encima de la confianza entre ustedes dos? —inquirió.
No le gustó a Phil cómo sonó. Y se avergonzó al advertir que para el rey no pasaba desapercibida la cercanía entre ellos.
—Tenía que hacerlo —murmuró, bajando la cabeza y sintiéndose confundido consigo mismo.
—Estás en la misión.
Fue lo único que el rey Dante le dijo antes de volver al baile. Incluso cuando sus dos hijos se habían marchado, era claro que él no podía darse ese lujo.
Phil no tuvo tiempo de sentirse eufórico antes de decidir ir detrás de Mason.
Afortunadamente, no tardó en hallarlo. Lo encontró caminando (casi corriendo) por uno de los pasillos, y se apuró para alcanzarlo.
—¡Mason! —gritó, colocándose frente a él para impedirle el paso—, espera...
No hubo respuesta inmediata por parte de Mason. Sus ojos lo decían todo.
Decían lo traicionado que se sentía.
—Por favor —insistió Phil, tragando saliva y mirando hacia sus zapatos—, lo que hice fue horrible, pero...
—¿Horrible? —repitió Mason, bufando y cruzando los brazos sobre el pecho—. Jódete, Phil. No te imaginas lo molesto que estoy ahora y no quiero hablar de esto contigo; así que te sugiero que te largues y me dejes solo...
—Mason, por favor.
—¡Dije que no quiero hablarlo! ¡Déjame en paz! —Mason lo empujó con fuerza por el pecho—. ¡Maldito bastardo, ¿qué carajos te costaba decirme las cosas?! —Tembló y bajó la cabeza—. No me hubiera enojado, idiota, pero si estoy molesto ahora, es porque pensaste en ocultármelo... ¿y hacer qué? ¡¿Celebrar un logro falso conmigo?! ¡No necesito que pelees mis batallas y me defiendas! ¡Y mucho menos te necesito si lo único que harás es desconfiar de mí y creer que no soy suficiente! ¡Eres un imbécil, Phil!
—Lo sé, lo sé. —Phil sentía un gran hoyo en su pecho y que nada podría arreglarlo—. Fui un imbécil por no confiar en que podrías vencer a Noah, pero es solo que...
—¡¿Solo qué?! Únicamente piensas en ti. Eres egoísta, Phil, ¡no eres diferente a ninguno de los otros caballeros o guardias...! No eres ninguna persona altruista o amable; no eres ningún héroe, sino alguien que cree que puede actuar las vidas de otros y controlar las acciones de los demás... ¡no eres distinto a ninguno de ellos! ¡Solo otro más del montón que piensa en sí mismo!
Phil se quedó estático.
El shock de aquel discurso le dejó sin fuerzas para ir detrás de Mason cuando él le empujó y se alejó con pasos certeros y enfadados.
¿Qué acababa de suceder?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro