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Capítulo 29. La magia del invernadero.

¿Por qué iban a adelantar la fecha de la misión?

Eso no tenía sentido.

Phil sintió que el rostro le palidecía, y a su lado Sarahí también se puso completamente nerviosa.

—Eso no es bueno —dijo ella.

Sin embargo, no podían hacer nada.

¿Cómo diantres iban a encontrar al tirador si no sabían nada? Si estaban atrapados ahí... si no había manera.

La frustración inundó el cuerpo de Phil y enterró su rostro entre sus manos, chasqueando la lengua con frustración.

Y así pasaron las siguientes dos horas.

Primero fue la cena, aunque ni Sarahí ni él la disfrutaron en lo más mínimo incluso estando hambrientos. Phil estaba enfadado, pero principalmente consigo mismo; ¿por qué no podía hallar al tirador...? Sí, era algo en apariencia imposible, mas había hecho cosas así antes.

No entendía por qué justo ahora las cosas difíciles le parecían imposibles.

Se frotó los ojos y se reclinó sobre la silla al ver que todos comenzaban a ponerse de pie para el baile. El muchacho de antes se acercó a Sarahí y la invitó a bailar.

Ella se veía vacilante.

—Vamos, ve —le animó Phil cuando la notó abatida y triste—. Ve y baila toda la noche... Deja que yo me preocupe por la misión.

Los ojos de Sarahí expresaban absoluto agradecimiento. Únicamente se acercó para abrazarlo y decirle al oído:

—Tampoco te excedas, ¿de acuerdo? También tienes derecho a disfrutar del baile.

Phil asintió y le dijo que bailaría después solo para calmarla. Sarahí se alejó con el muchacho de la mano, y se sintió algo mejor. Al menos ella se estaba divirtiendo y eso ya le quitaba un peso de encima.

A la media hora, se levantó de su silla y se paseó por el comedor en silencio, observando a todas las personas y tratando de hallar a alguien que luciera sospechoso... No obstante, era complejo cuando a ojos de una persona ansiosa y paranoica todos tenían el mismo perfil sospechoso.

—¿A quién miras? —Mason apareció a su lado, o al menos así le pareció a Phil, que se sobresaltó el doble de lo que habría sido necesario mientras se giraba para verlo.

—¿De dónde saliste? —se molestó, un poco azorado.

Mason dibujó una sonrisa de oreja a oreja.

—Llevo ya un rato desde que me di cuenta que estabas como cachorro perdido viendo a todos lados —ironizó, ladeando la cabeza—. Digamos que decidí venir a cerciorarme de que no hayas bebido demasiado.

—No bebo cuando estoy de guardia —murmuró Phil.

—¿Guardia? ¿A quién vigilas?

—Necesito hallar al tirador para ir a la misión.

—Oh, mierda... Es verdad. —Mason cruzó los brazos sobre el pecho—. Calma, convenceré al viejo de que los deje ir.

Phil no dijo nada sobre Mason llamando al rey Dante "viejo" y tensó sus labios.

—No es tanto eso —suspiró—, sería bueno ganarnos ir a esa misión... Además, quién sabe si el rey te escuchará.

—Hum, me ve como una marioneta, ¿verdad? Supongo que es difícil no verlo. Bueno, ¿y si dejas de preocuparte por eso esta noche? Quiero decir, si el tirador está aquí, tratará de matarme, ¿cierto? Pero hasta ahora no ha hecho ningún movimiento y ya es medianoche. Así que acepta que hoy no lo atraparás; te ayudaré con eso después, ¿bien?

Un poco ofuscado, Phil miró al suelo.

—¿Sugieres que me resigne?

—Sugiero que te relajes, soldadito.

Hacía tiempo que Phil no le oía llamarlo de ese modo. Carraspeó con la garganta.

—De acuerdo...

—Habiendo dicho esto, ayúdame a salir de aquí. Tanta gente me tiene asfixiado y estoy enfermo de sacar a bailar a mujeres que tienen el maquillaje suficiente para hacer una maqueta.

—¿Bailaste?

—Lo intenté... La verdad es que muchas de ellas llevaban casi todo el ritmo; pero no pueden culparme. Nunca antes había tomado lecciones de baile y jamás me importó.

Fue algo extraño. Phil no lo había visto bailar (no era sorpresa teniendo en cuenta la cantidad de personas ahí obstaculizando su campo de visión), pero la idea bastó para enviarle un sabor amargo a través de la boca.

—Ya veo —suspiró.

—Por cierto, el traje te sienta bien.

También fue extraño.

Ese comentario puso nuevamente de humor a Phil.

Lograron escabullirse de aquella sala. No fue sencillo; Phil tuvo que fingir dolor de estómago y sacar a Mason de forma que nadie lo notara. Sabía que sacar a uno de los anfitriones de la fiesta sería un desgaste, así que sería mejor si nadie se daba cuenta.

—¿A dónde vamos? —le preguntó Phil una vez que salieron al pasillo. Le fascinó el silencio que había ahí al punto de que, cuando soltó un suspiro de alivio y lo escuchó resonar en las paredes, se sintió feliz.

—A un lugar secreto —le contestó Mason con una sonrisa y una mirada desafiante.

—¿Soy yo o sorpresivamente conoces muchos lugares secretos de aquí? Das la sensación de haber crecido en este sitio.

Mason le golpeó en el hombro.

—No digas cosas ofensivas —musitó. Por sus ojos cruzó un rastro de diversión e ironía—. Lo que pasa es que trabo amistad con la gente correcta, y eso es todo. La gente correcta te dirá cuáles son los mejores sitios de este castillo.

—¿Entonces puedes hallarlos con que solo te digan dónde están?

—Phil, no sé si se recuerdas, pero antes de conocerte me dedicaba a hacer eso.

Phil frunció el ceño.

Se sentía raro pensar en el pasado. En ese tiempo donde odiaba a Mason... Aunque, pensándolo bien, ¿eso significaba que ya no lo odiaba? Le seguía pareciendo irritante, cierto; aunque ya no era lo mismo. Conocía más de Mason que cuando lo vio en ese tejado con un anillo que no le pertenecía a ninguno de los dos. Ahora sabía que toda esa palabrería de Mason no era sino un mecanismo de defensa; porque había sufrido y pasado por mucho, especialmente por parte de gente con poder y que debió dedicarse a hacer justicia en lugar de mal. Sabía que Mason era genuinamente inteligente y astuto, además de divertido y amable si así le convenía serlo. Podía adaptarse a las situaciones difíciles y dejarse disuadir de quedarse para participar en una misión de la que nadie sabía nada.

Mason ya no era la persona de antes. Y Phil tampoco.

—Oh, deja de divagar —se quejó Mason al ver lo lento que iba. Entonces le tomó de la mano para tirar de él—, ¡no quiero que nos encuentren en el pasillo y nos hagan volver, tonto!

Phil sonrió, y apretó la mano de Mason en respuesta. No dijo nada y solo apresuró el paso.

Caminaron así por unos cuantos pasillos, y Phil siguió ciegamente a Mason. Lo oyó murmurar de vez en cuando un par de cosas como "girar a la izquierda" o "en la puerta con el pomo de plata", y supuso que solo se estaba guiando.

Entonces llegaron a un invernadero.

No había cerradura sobre la puerta, así que pudieron pasar sin grandes obstáculos.

Phil se quedó embelesado con lo que había ahí.

Plantas exóticas y preciosas. Rosas y flores de distintos colores y tonalidades. Lo más impresionante era el techo de vidrio sobre sus cabezas. Se podía oler la frescura y la suavidad que emanaba la vegetación, y era como una cura para el alma; algo que entraba por sus pulmones y le hacía replantear su vida.

Ahí se podía admirar la noche.

Pocas veces uno podía hacerlo. A menos que fuese a través de la ventana o en barco. Ver la noche era algo codiciado, especialmente cuando las estrellas se alineaban de maneras así de hermosas a través del firmamento y la luna iluminaba su alrededor con peculiar brillo y entusiasmo. Phil sintió un nudo en su garganta y observó su alrededor con emoción.

No era un gran fanático de la botánica, pero no hacía falta serlo para sentirse estático y perplejo por aquel invernadero que parecía ser mágico.

Phil bajó la mirada y entonces vio a Mason.

Él también veía hacia el cielo. Sus pestañas largas levantadas y apuntando hacia la luna. Sus ojos brillando de forma singular y única. Su piel luciendo excepcionalmente suave y pálida. Su cabello, que se había desordenado en algún punto de la noche, cayéndole sobre la frente y enmarcando una expresión pacífica.

Descendió un poco más la vista, dándose cuenta que sus manos aún estaban enlazadas. Solo así advirtió que las de Mason estaban frías y, sin entender cómo, se sentían cálidas bajo las suyas.

¿Qué estaba sucediendo?

No recordaba haber bebido. Estaba seguro de no haberlo hecho. Y sin embargo, le daba la sensación de estar viendo el mundo con otro color... Pero no era eso; lo sabía. Sabía que siempre había sido todo de esta forma.

No obstante, no se había dado cuenta. ¿Cómo iba a darse cuenta?

Tragó saliva y sintió que de la nada su corazón empezaba a acelerarse.

Entonces Mason le miró de vuelta. Sus ojos se encontraron. Ninguno dijo nada por unos largos momentos y se quedaron en un silencio ameno y cómodo.

La temperatura era baja ahí, y quizá aquello explicaba el vaho que salía de los labios de ambos. Y Phil tampoco estaba seguro del porqué lo había notado como un detalle muy importante.

Sin tener claro lo que ocurría, levantó su mano libre y la apoyó sobre la mejilla de Mason. Se maravilló al descubrir lo suave que era su piel y un cosquilleo inundó la boca de su estómago.

Era un impulso. Era un impulso. Mañana cambiaría de opinión... Mañana se diría que había sido una simple confusión y que todo había sido culpa de la magia del invernadero.

Sin embargo, no se apartó; y Mason tampoco. Phil acarició con su pulgar la mejilla de Mason, sintiendo que ese impulso poco a poco tomaba más dominio, y dejaba de sentirse como un impulso; y más como un deseo.

Mason lo miraba sin decir una sola palabra. También lucía confundido y vacilante, mas no molesto o enfadado.

Y así, sin saber si Mason quería lo que después sucedió o si acaso tenía sentido, Phil se inclinó para besarlo.

Cada uno de sus instintos y pensamientos se silenciaron. Por primera vez, Phil no pensó en las consecuencias o en las miles de razones por las que aquello estaba mal; no pensó en el porqué eso podía ser un fatal error o cuánto podía irse al caño por ese instante.

Lo único en lo que pensó fue en los labios de Mason sobre los suyos. En lo bien que se sentía. En lo correcto y destinado que era el espacio que ocupaba su nariz y la suya. En lo suave y cálido que se sentía besarlo.

No se dio cuenta de lo mucho que había estado deseando hacerlo hasta ese momento.

Hasta que se dio cuenta de la maravillosa sensación que era.

Al principio fue un beso unilateral; un caricia y un roce sobre sus labios, porque Phil no se atrevía a ir más lejos sin estar seguro de que Mason lo quería.

Y al sentir que Mason soltaba el agarre de su mano se decepcionó, o así hasta que su piel se erizó cuando sus dedos subieron hasta su cabello. Y él entonces entreabrió los labios y le correspondió el beso.

La experiencia fue el doble de maravillosa de esa manera.

Una sonrisa inconsciente se dibujó en los labios de Phil, y se acercó hasta donde era posible, acunando el rostro de Mason con sus manos y queriendo más. Entre más comprendía lo mucho que había estado queriendo aquello, más lejos quería llegar. Sin embargo, se contuvo; no hubo más remedio.

Su beso, que había escalado de la ternura al deseo y la pasión, no tardó en dejarles sin aire, y ambos se separaron. Respirando con dificultad y mirándose fijamente. Sus narices aún se rozaban y sus labios estaban a centímetros de distancia. El ritmo acelerado de sus corazones resonaba en sus oídos.

—Hum, de haber sabido que me tenías esas ganas, habría tomado la iniciativa antes —se burló Mason con una sonrisa. La manera en que le acariciaba el cabello con sus dedos amenazaba con hacer descender a Phil en la locura.

—Lo hubieras hecho —respondió él, apoyando su frente contra la suya y dibujando una sonrisa, la cual vaciló casi de inmediato—. ¿Crees que esto es un error?

—¿Por qué? ¿Porque somos hombres? ¿Porque actualmente todos en Heldoria me conocen...? ¿O porque hace una semana o dos tú y yo nos odiabámos?

El sarcasmo de Mason seguía pareciéndole igual de irritante. Al menos eso no había cambiado.

Phil volvió a besarlo, mordiendo su labio inferior con suavidad y separándose casi a los segundos. Mason inconscientemente se inclinó hacia él en busca de más.

—No entiendo cómo es posible que puedas ser desesperante y atractivo a la vez —suspiró Phil, y advirtió que esa era la palabra que había estado buscando. Cuando se había hallado a sí mismo mirando a Mason sin estar seguro de la razón. Cuando pensó en esa vibra extraña que emitía y la forma en que su color de ojos le llamaba tanto la atención.

Sí, Mason era jodidamente atractivo, y eso era frustrante. Porque también era irritante y molesto en cuanto abría la boca.

Mason arqueó las cejas.

—Acabas de describir el primer pensamiento que tuve hacia ti cuando nos conocimos —ironizó.

—¿En serio?

—Tú también eres tanto desesperante como atractivo, soldadito... —Mason bajó sus manos hasta su pecho y su sonrisa se alargó—. Supongo que el sentimiento es mutuo.

—En parte me alegra. —Phil soltó un suspiro—. No entiendo en lo absoluto en qué momento empecé a sentirme así por ti... Creo que fue muy repentino.

—Lo fue.

—Me gustas, Mason. Con todo y lo molesto que eres a veces.

—A mí también me gustas, Phil... Y oh, también pienso que eres molesto.

Phil se rio.

—Por favor, cállate...

—Cállame tú.

Con una sonrisa, Phil obedeció y se inclinó para besarlo de nuevo. Esta vez con sus manos en la cintura de Mason y su corazón más tranquilo que antes.

No entendía nada.

Y, por primera vez, decidió no entenderlo.

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