Capítulo 28. El baile nocturno.
—¿Realmente ganó? —La incredulidad de Sarahí era compartida y comprensible por todos en las gradas, o bueno, solo unas pocas personas. En realidad, en lo que al pueblo concernía, Mason era tan capaz de pelear como un príncipe; y quizá por ello no era una gran sorpresa que hubiese ganado.
El público estalló en aplausos.
Phil no pudo evitar notar que la seguridad había aumentado de forma considerable. La cantidad de guardias alrededor de las gradas denotaba que el rey Dante se había tomado en serio el intento de asesinato de la última vez. Tragó saliva y miró con cierto nerviosismo a su alrededor.
Incluso cuando Mason había ganado, sentía que algo estaba mal.
Pasó una mano por su cabello y torció sus labios en una mueca. Sentía una pequeña opresión en el pecho y se removió con incomodidad sobre su asiento, viendo a la distancia la forma en que Noah veía a Mason: furia, frustración y odio. Era evidente que a Noah no le gustó en lo más mínimo la aparición de su hermano.
—Sí, ganó —exhaló Phil, parpadeando varias veces y poniéndose de pie cuando todos los demás lo hicieron. Tampoco pasó desapercibido para sus ojos el fastidio que brilló en los ojos de algunos presentes; todos ellos de portes elegantes y con la nariz arrugada.
Lo conveniente para todos era que Mason ganara, y así había sucedido. Sin embargo, no significaba que todos estuvieran de acuerdo. Se mordió el labio inferior y se limitó a mirar en silencio la escena que ahora transcurría frente a sus ojos. Mason pasando al frente y siendo presentado como el ganador del duelo por el rey Dante. Más aplausos y vitoreos. Aunque en el ambiente pesaba un aire de incertidumbre.
Mason había ganado, ¿qué significaba eso para Noah?
.
Hubo una celebración luego del resultado del duelo.
No fue inmediata. Después de todo, ¿cómo una celebración iba a ser divertida durante la mañana? Hubo un desayuno y luego todos fueron invitados a la fiesta tras ponerse el atardecer.
—¿No te emociona ser invitado a una verdadera fiesta como esta? —le preguntó Sarahí cuando se reunieron en la habitación de ella.
—Pensé que habías sido criada rodeada de cosas así —murmuró Phil con leve indiferencia, mirando hacia el techo.
—Así fue, pero siempre fui invitada por parte de mis padres... Algo así como una extensión. Esta vez, la invitación llegó directamente a mí, y por fin siento como si fuese fruto de mis esfuerzos.
—¿Te parece una recompensa convivir en la alta sociedad con un montón de personas con cara alargada?
Sarahí se encogió de hombros. Había estado paseándose por toda la habitación con simpleza y diversión, con una sonrisa en los labios mientras daba vueltas y fingía bailar con una pareja invisible.
—No se siente mal —admitió.
—Bueno, no comparto demasiado tu entusiasmo... —Phil pasó una mano por su rostro—. Tendremos que estar muy atentos esta noche; me da la sensación de que el tirador intentará algo más hoy.
—¿Lo crees? —El humor de Sarahí decayó un poco—. Supongo que tienes razón... Si yo fuese la que lanzó la flecha, creo que pensaría que hoy es un buen día para volver con algo entre manos. Es el fin del duelo y Mason ganó. Seguro eso hizo enfadar a la persona que trató de matarlo.
Phil asintió.
—Tengo una teoría —murmuró—, pero decirla en voz alta sería una estupidez. Si tengo razón, te lo diré; mientras tanto, me conformaré con prestar atención al baile de esta noche.
—¿Al menos podemos bailar?
—¿Sabes bailar?
—¡Por supuesto! Estás hablando con una chica a la que le enseñaron bailar por encima de cómo tratar a otras personas... ¿tú no sabes?
El entusiasmo de Sarahí era algo contagioso. Phil no pudo contener una sonrisa.
—Lo siento —dijo—, las lecciones de baile no venían incluidas en el entrenamiento para volverme Caballero.
Sarahí dibujó una mueca y se le acercó. Phil había estado sentado sobre el borde de la cama, un poco abatido y renuente a compartir su emoción.
—¿Quieres que te enseñe? —inquirió, moviendo las cejas—, tal vez quieras invitar a alguien a bailar hoy...
—Agradezco la oferta, pero creo que paso. Realmente no tengo interés en tal cosa; prefiero estar toda la noche sospechando de todos en el palacio.
—¿No te gusta disfrutar un poco la vida? No todo tiene que ser disciplina y entrenamiento...
—Es verdad. Pero cuando bajo la guardia, cosas malas ocurren, así que no lo haré esta vez.
Un puchero se formó en los labios de Sarahí.
—Al menos vayamos de compras —pidió.
—¿Eh? —Phil le miró con una mezcla de incredulidad y fastidio—. ¿Por qué iríamos de compras?
—Porque necesitamos algo bonito para usar durante el baile. —Sarahí juntó sus manos y se sentó a su lado—. ¡Por favor! No quiero ir sola y me gustaría tener un vestido lindo y nuevo para usar. Estoy segura de que no habrá ocasiones así una vez que vayamos a la misión.
—¿Y por qué debo ir yo contigo...? Probablemente haya otros que estén más interesados.
—Sí, pero no conozco a nadie más y mucho menos son mis amigos. Tú eres mi amigo y quiero que te relajes y vengas de compras conmigo. ¿Por favor?
Phil suspiró.
—Bien, mas solo iremos a una tienda... ¿Entendido?
Terminaron yendo a cinco, o quizá más.
A partir de la quinta, Phil dejó de contarlas.
—¡Todos los vestidos son iguales, por los dioses! —se quejó, rodando los ojos y suspirando con frustración.
Sarahí salió por ocasión ya indefinida del vestidor, mostrando un vestido color carmín que le llegaba hasta las pantorrillas. Nadie podía negar que ella tenía una figura y cuerpo agradable a simple vista; era delgada y sus ojos destacaban sin importar el color de vestido que usara.
—Creo que este es el indicado —dijo. Su sonrisa estaba tan abierta que Phil se preguntó seriamente si no se estaba lastimando a sí misma.
—Oh, gracias... ¿ya podemos irnos?
—No.
—¡¿Por qué no?!
Ella se deslizó en su dirección. Su vestido tenía un encaje delicado y suave; tenía las mangas cortas y caídas sobre sus hombros; también tenía un listón dorado sobre la cintura. A decir verdad, ella se veía bien.
—Tenemos que hallar algo para ti —dijo, apoyando las manos por detrás de su espalda.
—¿De qué hablas? No gastaré mi dinero en un traje que no volveré a ponerme... Además, da igual. No bailaré y no participaré en la fiesta. Simplemente estaré ahí en una esquina para vigilar a todos y ya; no necesitas un traje para eso.
Era raro.
No importaba su Phil se negaba, puesto que Sarahí al final lo convencía de hacer lo que ella planeaba, y lo hacía con una sonrisa que le daba la sensación de ocultar algo enorme.
Tragó saliva cuando ambos salieron con las bolsas de sus compras recién hechas.
—Te verás fantástico —le aseguró Sarahí en un canturreo. Phil quería saber por qué un baile nocturno la ponía así; es decir, sí, él nunca había asistido a uno antes, mas no veía la emoción en eso.
Hundió los hombros y siguió a Sarahí de vuelta al palacio.
—Eres insufrible —le dijo, apresurando el paso para no perderla entre la multitud que había en la plaza.
—¡Te quiero! —fue la respuesta de Sarahí, lanzándole un beso por el aire y sonriendo.
Phil meneó la cabeza y la siguió.
El atardecer no se demoró en llegar.
Para ese momento el vestíbulo del palacio ya estaba repleto de personas, puesto que el baile era de invitación abierta (por supuesto, solo para la clase alta y media; que eran quienes podían darse el lujo de asistir).
Para cuando el sol se ocultó las puertas del castillo se cerraron. Ya nadie saldría y ya nadie entraría; era una regla escrita en piedra que todos comprendieron cuando cruzaron las altas puertas del umbral.
Y gracias a lo mismo, todos venían con la mentalidad de que la fiesta duraría hasta el amanecer; no había otra opción sino esa.
—¡Ya termina! ¡Llevas ahí como dos horas! —se enfadó Phil, sin saber tampoco por qué había escuchado a Sarahí cuando ella le pidió que le esperara afuera de su habitación.
Extrañamente, Sarahí no se detuvo más tiempo ahí dentro y por fin salió.
Ella en serio estaba radiante.
Su cabello arreglado y luciendo reluciente. Su piel más suave de lo usual, y sus labios rojos combinando con la intensidad de su vestido. Tenía un aspecto angelical, palabra que siempre definía de la mejor forma a Sarahí.
Sin embargo, su aspecto no formó ningún nudo en la garganta de Phi.
—Ya, ya —dijo ella, tomándolo del brazo y caminando con él a través del pasillo—. No pasa nada... Igual llegaremos a buena hora. Deja de ponerte todo paranoico.
Phil puso los ojos en blanco, caminando a la par que ella lo hacía.
Avanzaron por unos cuantos pasillos y bajaron escaleras.
Y entonces llegaron al comedor junto al resto de los invitados. No iban tarde, como Sarahí bien habían dicho, pero tampoco habían llegado temprano, y eso puso ansioso a Phil.
Tan pronto como llegaron, él se puso a mirar a su alrededor. El lugar estaba más decorado, haciendo notable la diferencia entre una simple "cena" y un "baile nocturno". Frunció el ceño y prestó suma atención en las personas que estaban ahí. Ninguna daba la apariencia de estar fuera de lugar, aunque aquello era ambiguo.
Se preguntó si alguno de ellos sería el tirador que trató de matar a Mason.
Acabó yéndose a sentar en los lugares designados para él y Sarahí. Sus platos vacíos gritaban dinero y plata; era fascinante cuánto se gastaba en esas fiestas y cuánto debía costar cada uno de los cubiertos ahí. Apretó los labios y suspiró.
Sarahí se puso a conversar con un muchacho a su lado, hablando con rapidez con esa torpeza suya, y de seguro no notó lo embobado que tenía al muchacho mirándola. Phil se sintió algo molesto, pero al instante supo que no eran celos... Era simplemente... bueno, ¿quién sabía? Le generaba una extraña sensación de que quizá un extraño quisiera aprovecharse de la ingenuidad de Sarahí y la rara confianza que ella ponía en los desconocidos.
Por eso mismo no dejó de mirar al muchacho desconocido con cara de pocos amigos.
Lo único que le distrajo fue cuando el rey hizo acto de presencia.
No llegaba solo, como cabía esperar. Venía acompañado de sus hijos.
Phil se quedó anonadado al ver a Mason.
Lo había visto cambiar mucho esos últimos días, mas no era nada comparado a ahora. Parpadeó varias veces y el ceño se le suavizó.
Mason se veía muy diferente... muy extraño... y extrañamente bien.
Su cabello estaba incluso más corto que la última vez y peinado hacia atrás. Su ropa lisa y sin una sola arruga. Su postura relajada y tranquila. Sus ojos rojos fijos en el frente. Su piel más blanca de lo que recordaba.
—Oh, sería lindo que alguien me mirara del mismo modo en que tú lo ves —le susurró de la nada Sarahí con una mirada cómplice.
—¿Qué demonios significa eso? —Phil se puso a la defensiva casi de inmediato, arrugando el entrecejo y mirándola con enfado.
Sarahí se sobresaltó.
—Lo siento —se apresuró a decir—, solo bromeaba.
—No entiendo dónde está la broma...
—Cálmate, no lo decía en serio.
Phil se mordió el labio inferior y bufó.
—Por supuesto que no lo dirías en serio —gruñó—, ¿por qué lo harías?
Ella se limitó a quedarse en silencio, mirándole con cierto ademán inquisitivo.
—¡Gracias a todos por haber asistido! —dijo el rey cuando él, Noah y Mason hubieron llegado a sus respectivos lugares: una mesa apartada y distante que yacía al fondo del comedor—. ¡Este no es solo un evento para conmemorar la victoria del príncipe Artemis, sino más bien, una excusa para la despedida! ¡Así que les agradezco que se hayan reunido para esta ocasión especial e importante que marcará el curso de la historia!
Phil se sobresaltó.
¿Qué?
Luego el rey Dante prosiguió:
—¡Se ha decidido adelantar la misión de la profecía! ¡El príncipe Artemis partirá en tres días!
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