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Capítulo 24. Destinados a conocernos.

El reto de Noah resultó ser algo que el rey Dante no pudo controlar, a juzgar por su mirada.

Y tampoco pudo con la respuesta de Mason.

—De acuerdo —le respondió con visible tranquilidad, y no agregó nada más.

Y luego Mason soltó un sonoro suspiro y se marchó.

Phil se sintió como de esas ocasiones donde no tenía idea de cómo había llegado ahí o qué debía hacer a continuación. Así que carraspeó con la garganta y, con toda la normalidad y calma del mundo como pudo reunir, también dio media vuelta y abandonó el sitio. Trató de fingir que no notaba las miradas clavadas en él y que no le afectaba la forma en que muchos le veían. Sabía que a la gran mayoría poco les importaba lo que había hecho, mas había otros tantos atentos a sus acciones... Y eso le incomodaba.

Se mordió el labio inferior con fuerza y corrió detrás de Mason, decidiendo que sería mejor irse con él que largarse a otro lado o sentarse de nuevo en las gradas como si nada hubiera ocurrido.

Phil lo miró volver de regreso al castillo, y lo imitó cuando cruzó las grandes puertas. No pudo evitar mirar por encima del hombro y preguntarse si el tirador de la flecha seguía ahí, al acecho. Sintió un escalofrío y, como estaba viendo por encima del hombro, notó cuando alguien se le interpuso en el camino; y naturalmente, chocó.

Parpadeó varias veces y vio que era gracias a que Mason había frenado el paso. Ahora le veía con el entrecejo arrugado. De nuevo ahí estaba esa seriedad impropia en su rostro, aunque las cosas volvieron un poco a la normalidad cuando él soltó:

—¿De dónde diantres saliste?

Titubeando, Phil debía admitir que no estaba seguro de cómo responder. Miró a su alrededor, todavía inquieto ante la idea de que el intento de asesino de Mason quisiera volver para terminar el trabajo.

—Sarahí y yo queríamos hablar contigo —dijo finalmente, tras quedarse en silencio por unos segundos. Volvió sus ojos hacia Mason, y advirtió haberse olvidado de su diferencia de alturas. Lo recordaba un poco más bajo (quizá porque había estado conviviendo con Sarahí todos esos días), así que le asombró descubrir ligeramente que era más alto de lo que se había planteado en sus recuerdos—. Queremos unirnos a la gente que irá a la misión para derrotar a los demonios...

Mason bufó. Y Phil sonrió un poco, sabiendo que ese sí era el Mason que conocía.

—¿Hablan en serio? ¿Por qué querrían ir a esa misión suicida? —se molestó, poniendo los ojos en blanco y cruzando los brazos sobre el pecho.

Phil alzó las cejas.

—¿Cuál es el problema con que queramos ir...? —cuestionó a cambio—. Sarahí quiere reconocimiento; y la verdad es que yo no tengo nada que perder. Así que ambos acordamos entrenar y pedirte que nos ayudes a ganarnos el favor del rey.

—Con lo sucedido hoy, no necesitarán de mi ayuda... ¿debo fingir que no planeaste eso?

—¿De qué hablas? Yo no planeé que alguien te disparara una flecha; eso sería estúpido.

Mason se quedó en blanco.

—¿No lo planeaste? —repitió. Lucía anonadado y confundido.

—Me molesta que creas que sería capaz de hacer algo así. Es decir, sí, muchas veces sentí el impulso de dispararte... pero realmente un plan arriesgado como ese no es mi estilo.

—Hum, es verdad. Es solo que... actuaste demasiado rápido; ni siquiera me había dado cuenta de la flecha hasta que de la nada te apareciste frente a mí. Fue alucinante.

Phil lo tomó de buen humor, dibujando una sonrisa más sincera y pasando una mano por su cuello.

—Aunque por otro lado, si tú no armaste ese plan, significa que alguien realmente me odia —prosiguió Mason con ademán pensativo, mirando hacia el techo y apoyando su índice sobre su barbilla—. Bueno, ¿qué más da?

—¿Cómo que qué más da...? ¡Deberías estar furioso! Por cierto, ¿qué rayos fue eso de aceptar el duelo el príncipe Noah? ¡¿Sí sabes lo experimentados que están los príncipes para combatir en duelos?

Mason esbozó una mueca.

—Sí, me lo imagino —respondió. Luego se encogió de hombros y agitó la mano al aire—. Pero bueno, en mi vida he rechazado un reto, y no empezaré a hacerlo incluso cuando ya me cambiaron el nombre y toda la cosa... Supongo que ya me las arreglaré después.

—¡Apostaste la dirección de la misión! Si él gana, no podrás ir... y quiero decir, ¿te das cuenta de lo que eso significa? Eres literalmente la única persona que los Espíritus designaron para salvar el mundo; y ahí vas tú y apuestas ese título sin pensarlo dos veces. ¿Cuál es tu problema?

—Bueno, últimamente tengo muchos problemas, por si no te habías dado cuenta. —Mason soltó un sonoro suspiro y le dio la espalda—. Y si solo apareces para darme regaños, será mejor que te vayas; ya tengo suficiente con medio castillo diciéndome qué hacer, cómo actuar y vestir y hasta dormir... Joder, es asquerosamente cansado vivir de este modo; ¿cómo es posible que exista gente que lo hace desde que nace? Es peor que la prisión.

Phil apretó los labios y hundió los hombros. No actuó por unos momentos, viendo a Mason empezar a caminar por ese largo pasillo repleto de guardias (que tenían los ojos fijos en ambos, especialmente en Phil; aguardando cualquier señal de hostilidad o problemas), y tardó unos minutos antes de decidirse a seguirlo.

—Es verdad, perdón por molestarte —se vio obligado a decirle. Podía entender lo exasperante que podía resultar que alguien viniera a echarte en cara algo que en el fondo ya sabías. Chasqueó la lengua y apresuró el paso para caminar a la par de Mason—. Solo pienso que apresuraste las cosas... No tienes el mismo nivel de experiencia que el príncipe Noah en la espada; él podría derrotarte con los ojos cerrados, ¿sabes?

Mason le dedicó una mirada irritada.

—Te disculpaste y volviste a recalcarme lo mismo de antes —espetó—, ¿cuál es el punto de la disculpa?

Phil alzó las manos en gesto de paz.

—Cierto, cierto —murmuró—, lo lamento, ¿de acuerdo? Ya no hablaré del tema.

—Más te vale.

—Entonces... ¿qué ha sucedido en estos días? Ni Sarahí ni yo pudimos localizarte y todos nos decían que era información confidencial.

Mason alzó las cejas.

—Oh, ¿me estaban buscando? Qué adorable —ironizó—. Para empezar, me dijeron que todos ustedes ya se habían ido, así que tampoco me molesté en escabullirme para encontrarlos.

—¿Creíste que nos habíamos ido? —Phil no pudo evitar sorprenderse—. Bueno, es verdad que el resto del grupo de Sarahí se fue en cuanto escucharon las palabras del rey... Y bueno, entiendo que quizá también lo hayas pensado de Sarahí; pero, ¿yo irme? Vivo en Heldoria, ¿sabes? Y básicamente no tengo mucho que hacer más que cumplir mi Servicio de Caballero.

Durante unos instantes, Mason se quedó callado, mirándolo con cierto gesto inquisitivo. Después, desvió la mirada.

—Bueno, ¿yo qué iba a saber eso? —refunfuñó, bajando su volumen de voz—. De todos modos, el rey me tuvo en un montón de sitios a la vez... Fue una verdadera tortura. Incluso tejió una nueva historia para mí. ¿Una escoria que vivía a base de robar a otras personas que vuelve a Heldoria? Oh, no, nadie confiaría en él... Mejor vuelvelo un mercader honrado que vivía a las costas de la Isla de Vanix y que había vuelto por su propio corazón de oro... ¡sí, eso entusiasma a todos!

El tono de Mason estaba teñido de odio y desagrado. Incluso su mirada se ensombreció y apretó los puños.

—Luego hubo lecciones de absolutamente todo —continuó—, y cuando digo "absolutamente" no es metáfora. ¡Había una señora que me pegaba con una regla si caminaba unos centímetros encorvado! Y luego había este otro lunático que no me dejaba tener ni una sola arruga en mi ropa... Por los dioses, fue un horror. ¿Estos días que no me viste? El rey dirá que fue porque estábamos llegando a un acuerdo sobre qué hacer con la profecía, pero la verdad es que solo me estaban preparando para no tener que decirle al pueblo de Heldoria que el mundo estaba en manos de un ladrón de mierda.

Phil no pudo evitar notar el autodesprecio que salía de los labios de Mason. Y era raro habiéndole dicho él mismo de ese modo, pero sintió el impulso de contradecirlo.

Quizá era porque todo lo que dijera Mason le hacía querer llevarle la contraria. De todos modos, se abstuvo de decirle algo de lo que tal vez después se contradeciría o arrepentiría.

—Eso suena terrible —empatizó Phil, aunque ligeramente divertido con el hecho de que Mason sufriera tanto en un ambiente que jamás había conocido. Seguro que el solo concepto de "disciplina" o "responsabilidad" ya era por completo nuevo e insufrible para él—. Al menos ya has pasado lo peor... Oh, espera; no lo has hecho. Lo peor vendrá con la misión. Deberías disfrutar un poco los lujos que habrá por ahora.

Mason se rio.

—Lujos —repitió—, creo que me gustaba más cuando vivía en la Isla de Vanix, y mira que vivía en un sitio lamentable y siempre estaba en las calles... Me sigue sin quedar claro cómo es que llegué hasta aquí, pero lo único que quiero es que esto termine.

—Terminará algún día —afirmó Phil, ladeando la cabeza—, y ese día será el mismo en que el Círculo de Fuego sea roto y todos los demonios hayan vuelto de dónde sea que salieron...

—Es verdad, ¿de dónde vienen los demonios? —La pregunta de Mason fue vaga y sin mucho interés, girando por una esquina incluso cuando quizá no estaban planeando llegar a ningún sitio en concreto.

—No lo sé. Creo que nadie lo sabe. Solo aparecieron un día... y luego jamás se fueron.

—Debe haber una explicación.

—Por supuesto que la hay. —Phil vio cómo Mason se detenía frente a un par de ventanas en forma de arcos que había a lo largo de ese pasillo. A través de ellos se alcanzaba a ver las gradas a lo lejos; se acercó y se detuvo a su lado, mirándolo tener sus ojos fijos en la distancia—. Pero nadie la conoce. Quizá, cuando vayamos hasta el Círculo de Fuego y cumplas la profecía, lo sabremos.

—Cumplir una profecía que ni siquiera sabremos de qué forma se cumplirá.

Todavía había gritos y vitoreos que se escuchaban ahogados y lejanos. Solo se distinguía una parte de las gradas, pues el resto del espacio era un campo de entrenamiento. Phil apoyó sus antebrazos sobre el borde de la ventana y exhaló.

—Solo podemos confiar en que todo está destinado... —murmuró.

—¿No te asusta pensar eso? ¿Que las cosas han sido planeadas por alguien?

Phil frunció el ceño.

—No realmente —dijo—, me gusta pensar que, cuando no tengo el control de algo, es porque otra persona sí lo tiene, o deidad o criatura... O lo que sea. Me resulta tranquilizador pensar en cosas destinadas a ser.

—¿Entonces crees que tú y yo estábamos destinados a conocernos? —Mason lo preguntó con mitad ironía y mitad curiosidad, girando la cabeza para verlo a los ojos.

Pensándolo por unos momentos, Phil observó la luz del sol que entraba por aquella ventana e iluminaba los ojos de Mason, dándoles un toque más otoñal y anaranjado. Tragó saliva y se distrajo por unos momentos; luego recordó la pregunta y dijo:

—Sí. Creo que estábamos destinados a conocernos.

Mason bufó.

—Qué empalagoso —murmuró, desviando la mirada al frente—. Aunque si lo pones así, quizá sí es tranquilizador pensarlo.

Phil sonrió.

—Lo sé, príncipe Artemis —bromeó, empleado el título y el nombre con burla. Aunque Mason frunció el ceño.

—No me digas así —espetó, cambiando de humor rápidamente y mostrándose enfado—, ni siquiera para molestarme.

—¿Cuál es el problema? Todos te llaman así.

—Por eso mismo no quiero que me digas de esa forma. —Mason dibujó una mueca—. Ese no es mi nombre... Y tampoco suena bien cuando tú lo dices.

—Sarahí también lo dice; y desde mucho antes que los demás.

—No importa. Eso es diferente.

Phil quiso preguntar por qué era diferente, mas no lo hizo.

En cambio se limitó a seguir mirando al frente y suspirar.

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