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Capítulo 23. Derecho a ser el héroe.

El tiempo pasó relativamente rápido y, antes de saberlo, el día del evento del que Phil se había informado llegó.

Y estaba nervioso.

Sarahí y él habían llegado lo más temprano posible, con la intención de tener los lugares más cercanos a Mason. El evento se llevaría a cabo en las gradas que había detrás al palacio, puesto que era de invitación abierta y todos en el reino podían asistir. Gracias a la gran cantidad de invitados que se esperaban, las gradas no eran suficientes y habían traído sillas y asientos extras.

Desde muy temprano el sitio ya había empezado a llenarse, por lo que no fue de esperar que, incluso habiendo llegado alrededor de la ocho de la mañana (lo que era temprano, teniendo en consideración que no amanecía sino hasta las seis, y solo hasta entonces era considerado seguro salir), descubrieron que no tenían asientos del todo cercanos a los designados para la familia Real.

Tuvieron que conformarse con estar unos cinco asientos a la izquierda y dos por debajo. Phil suspiró y miró a su alrededor con gesto ansioso; entre más se llenaban las gradas, la opresión contra su pecho comenzaba a sentirse más intensa. Carraspeó con la garganta y notó por décima ocasión en el día que no había señales del rey, Mason o el príncipe Noah.

Jugueteó con sus pulgares y chasqueó la lengua, cerrando sus ojos y golpeando el suelo con la punta de su pie repetidas veces.

—Cálmate —le dijo Sarahí en un gruñido. Ella no estaba del mejor humor... dado que sus entrenamientos cada vez se habían vuelto más rudos, ella siempre terminaba lastimada y con el cuerpo cortado. Justo ahora le dolía levantar los brazos o caminar, así que su entusiasmo había descendido una buena cantidad de niveles—, no sé por qué estás así de nervioso, pero deja de hacer eso que me pones a mí nerviosa...

—Tengo razones para estar nervioso —contestó Phil, abriendo los ojos y mirándola. Ella tenía la piel más pálida de lo usual y sus labios estaban agrietados. De verdad se estaba esforzando demasiado en su entrenamiento—, ni siquiera estamos seguros de si podremos discutir nuestro plan con Mason o si todo se irá al caño... Odio no tener planes concretos, eso es todo.

—Y yo odio cuando te pones así, Phil. —Sarahí cubrió su rostro con sus manos—. Estoy tan cansada que podría dormir dos días enteros... lo único que quiero ahora es esconder al príncipe Artemis para que pueda hablar con nosotros y eso es todo; no aspiro a nada más.

Phil asintió, apoyando una mano vacilante en el hombro de Sarahí a modo de consuelo, como tratando de decirle "lo estás haciendo bien". Sin embargo, ninguna palabra salió de sus labios y solo suspiró.

Aguardaron ahí hasta que las gradas y las sillas extras se llenaron, e incluso había gente de pie en las zonas vacías. Había personas jóvenes y ancianas; de la aristocracia y de la plebe. Sin duda, ver a tantos tipos de personas reunidas ahí le resultó extraño. Se preguntó si la misma gente que había sido invitada a la coronación del príncipe Noah también estaba ahí; le causó un poco de gracia pensarlo, porque lo ocurrido con Mason había sido todo menos esperado.

Miró a su izquierda, que era la zona que conectaba con la parte trasera del palacio. Desde ahí se veían las torres con mayor claridad, así como la muralla que rodeaba la capital; giró el cuello y observó a detalle los altos pinos que crecían a las afueras de las murallas. El cielo despejado daba una buena vibra, y el sol los bañaba con su luz a todos por igual y sin distinciones. Tragó saliva y se sobresaltó con el ruido de una trompeta.

Volviendo sus ojos hacia las altas puertas del palacio, observó que estaban siendo abiertas hacia afuera.

Sintió un nudo en la boca del estómago al ver que, del enorme umbral, emergía el rey Dante, acompañado del príncipe Noah y Mason. Un hormigueo le cruzó por todo el cuerpo y su ansiedad subió por otros dos escalones. Se mordió el labio inferior y miró fijamente el camino que trazaron los tres a lo largo de las gradas.

Y se dio cuenta que Mason lucía muy distinto a como lo recordaba.

Estaba seguro de que su cabello estaba más corto, y por primera vez lo veía usando ropa formal; que consistía en una camisa blanca abotonada hasta el cuello y unos pantalones oscuros. No tenía parecido físico con Noah, pero como ambos usaban la misma ropa, podrían haber sido confundidos desde la distancia.

No estaba seguro de cómo sentirse al respecto y hasta se aturdió. Ver a Mason con un porte tan estoico e inexpresivo, caminando con seriedad y simplemente estando callado sin soltar un comentario irónico y estúpido sobre alguien al azar. Le parecía surrealista y extraño.

Y sintió como si justo ahora estuviera viendo a otra persona en lugar de Mason.

Y por algún motivo, la idea no le resultó agradable.

A la trompeta le siguió una banda sonora de tambores y violines, o algo así. Phil no era ningún experto en el arte de la música, y tampoco le prestó ninguna atención. Toda su atención estaba enfocada en Mason.

—De verdad se ve diferente —murmuró Sarahí con su mismo nivel de sorpresa.

Si Phil hubiera conocido a ese Mason antes, quizá hubiese pensado distinto en su primer encuentro... Sin embargo, no estaba seguro de si lo habría odiado más o menos. Arrugó la frente y contempló en silencio la escena.

No fue hasta que el rey, Noah y Mason se detuvieron en sus respectivos asientos que todo el público se sentó (Phil no tenía idea de en qué momento todos se habían levantado, incluyéndolo). Y miró cómo el rey Dante se ponía de pie y decía:

—¡Mis leales habitantes de Heldoria, el príncipe exiliado y el salvador del mundo ha vuelto!

Hubo un aplauso y unos cuantos vitoreos. Phil se sintió el doble de aturdido, porque no podía creerse lo que estaba viendo.

Personas realmente celebrando por el regreso de Mason. Apretó los labios y tensó la mandíbula.

Todo era muy raro.

Estaba empezando a marearse.

—¡Sé que han escuchado rumores al respecto! —prosiguió el rey Dante; Phil se preguntó cómo es que tenía la suficiente fuerza en los pulmones para gritar de esa manera y ser oído por todos—, ¡sin embargo, hoy quiero darles la presentación formal hacia el príncipe heredero! ¡El príncipe Artemis, el elegido y el héroe de la profecía!

Hubo aún más aplausos. Algunas personas corearon "¡príncipe Artemis!", y las cosas solo le parecieron el doble de raras a Phil. Vio cómo Mason se levantaba de su asiento y se volvía a sentar a los pocos segundos; sin decir ni una sola palabra.

¿Sería quizá que el rey no quería que Mason hablara? Probablemente ya había descubierto la manía del chico por soltar comentarios mordaces y fuera de lugar, por lo que había optado silenciarlo de lleno.

—¡Hace mucho tiempo, cuando el Círculo de Fuego recién se descubrió y los demonios llegaron a nuestro mundo, hubo una profecía! —relató el rey Dante—, ¡una profecía que auguraba tanto el fin del mundo como a su respectivo salvador! ¡Ahora que ha sido encontrado y ya vuelto a casa justo como estaba predestinado, las cosas tomarán su rumbo correspondiente...! ¡El príncipe Artemis marchará a los confines del mundo para salvar a la humanidad y derrotar a los demonios!

Más y más vitoreos.

—¡No tendremos que temer más, porque el salvador ha llegado! ¡El príncipe Artemis tiene el poder para salvarnos a todos!

La gente seguía gritando.

Phil se dio cuenta de que todo no era otra cosa sino una vil mentira. Un cuento. Una historia. El rey Dante no creía nada de lo que él mismo estaba diciéndole a su pueblo; y sin embargo, seguía hablando, seguía mintiendo. Estaba seguro de que el brillo en sus ojos no era de euforia, sino de alivio.

¿Porque ya no debía mandar a su hijo Noah, sino a un joven que no conocía en lo absoluto? ¿Porque el peso de una profecía ya no recaía en sus hombros? ¿Porque Mason había llegado en el momento justo para su plan, y no al revés como habían creído?

Sintió un profundo vértigo y se llevó la mano a la boca.

Comenzó a entender por qué Mason había querido huir del castillo esa noche. Por qué había sentido tanto repudio hacia el rey... Ahora lo entendía.

Había enviado a Mason a cavar su propia tumba.

¿A cambio de qué...? Realmente no lo sabía. Ni siquiera tenía claro si esa profecía era real, o si Mason no era más que un chivo expiatorio.

Empezó a sentirse abrumado y quiso vomitar.

Entonces escuchó algo a la distancia. Algo que solo un oído experimentado como el suyo podría haber detectado entre la multitud.

El sonido de una flecha viajando a través del viento.

Y luego, todo fue inmediato.

No lo pensó dos veces antes de levantarse de su asiento de un salto y sacar su espada. Esa espada que había llevado hasta ahí incluso cuando Sarahí le insistió que no hiciera, porque, en sus palabras "¿para qué quieres una espada ahí que no usarás?".

Y Phil estaba demasiado ocupado tratando de hallar el origen de la flecha como para echarle eso en cara.

No fue hasta que lo vio en cámara lenta que su mundo fue cuesta abajo.

Y corrió.

Vio la flecha a lo lejos; había sido soltada desde lo alto de una de las torres por un enemigo desconocido. Y Phil había sido entrenado para moverse antes de pensar, así que realmente fue cuestión de segundos antes de que ya hubiese captado la trayectoria del proyecto y saltado de las gradas.

Fue en menos de un minuto. Nadie más que él se había dado cuenta.

Y no fue hasta que tuvo la espada frente al rostro de Mason, una flecha cortada sobre el suelo y todo el público en silencio que Phil cayó en la cuenta de lo sucedido.

Parpadeó varias veces y le dio la sensación de que acababa de salir de un ensueño. Algo similar le había sucedido en la casa en llamas de antes; simplemente una parte de su cerebro se presionaba y sus extremidades se movían antes de siquiera tener en claro la situación.

Tenía los ojos bien abiertos y los fijó en la flecha rota en el suelo, que había cortado su espada. Luego miró a Mason, que estaba tan anonadado que hasta se había olvidado de mantener su rostro sin emociones. Los guardias, paralizados y apenas haciendo amago de moverse, estaban más abajo; ellos estaban impresionados.

El rey Dante lo miraba con una mezcla de confusión y detenimiento.

Entonces el público aplaudió.

Phil no entendió por qué.

—¡Gracias por esta maravillosa demostración acerca de la seguridad que rodea al príncipe Artemis! —exclamó el rey Dante. Sus ojos recorriendo cada milímetro de la situación; fue asombrosa la forma en la que cambió de parecer y tomó una decisión brusca en cuestión de segundos. Era increíble, y también algo escalofriante.

El rey siguió hablando, aunque Phil ya no lo escuchaba. Su mirada estaba fija en Mason, que también le veía de vuelta.

El corazón le latió con fuerza contra el pecho y se preguntó... se preguntó por unos segundos qué habría ocurrido si no hubiera llegado a tiempo. Qué habría pasado si esa flecha hubiera seguido su trayectoria.

Tensó la mandíbula y rehuyó la mirada. Al darse cuenta que ya no tenía caso quedarse, hizo amago de irse, mas entonces vio que el príncipe Noah intervenía en el discurso de su padre:

—¡Reto al príncipe Artemis en un duelo!

Hubo silencio. El rey Dante miró a Noah con sus ojos ardiendo en furia, "no lo hagas", era lo que claramente decía. Mason lucía molesto y un tanto indiferente.

Y el príncipe Noah siguió hablando;

—El ganador del duelo será el que asista a la misión para salvar al mundo.

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