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Capítulo 22. La paciencia es la clave.

Phil y Sarahí habían decidido no irse a ningún lado.

No tuvieron la oportunidad de despedirse de los demás, puesto que ellos partieron temprano; además, tampoco tenían particular ánimo de verlos partir. Phil se sentía nervioso, a decir verdad. No estaba seguro de cómo había logrado ser disuadido por Sarahí de quedarse en el palacio y hacer lo necesario para ganarse la confianza del rey.

Se enteró que ella, en realidad, no tenía idea de por dónde comenzar.

—Estamos aquí como invitados, aunque no tengo claro por cuánto tiempo —divagó la joven cuando ambos caminaban por los pasillos. Uno de los sirvientes les había informado que podían asistir al banquete diario que tenían para los invitados frecuentes que había en el palacio; teniendo en consideración que la coronación había sido cancelada, había mucha gente influyente que se había quedado a pasar la noche sin mucho entusiasmo. Por lo mismo, el rey parecía tratar de compensarlos con un gran banquete—, en ese caso... no tengo claro de cuánto tiempo disponemos para nuestro plan.

Era la segunda vez que Phil recorría el palacio, y aun así, le pareció que era un total laberinto. No lo había advertido hasta ese momento, pero ciertamente había sido toda una hazaña dar con Sarahí la noche anterior cuando no sabía en qué lugar del castillo se encontraba. Las paredes y pasillos le parecían todos iguales, por no mencionar esos pilares y cuadros que le daban la sensación de repetirse cada cierto tiempo.

Había ventanales a su izquierda y un alto techo decorado con pinturas. No fue hasta que dieron con el comedor general que ambos pudieron hablar con mayor tranquilidad; en los pasillos había un gran silencio, y por tanto, sus voces hacían eco en las paredes, cosa que resultaba inquietante.

—Dudo que tengamos mucho tiempo —murmuró Phil, escaneando con su mirada a la gente que le rodeaba. El comedor general era el mismo al que habían asistido la noche de la coronación fallida, aunque justo ahora le pareció más triste y abandonado de lo usual—. En todo caso, puedo imaginarme solo un par de días... menos de dos semanas, creo yo.

Se sirvieron algo de comer y luego pasaron a sentarse a una de las sillas vacías.

—¿De verdad? —Sarahí parpadeó con fuerza y su rostro palideció—. Quiero decir, el príncipe Artemis no irá así como así a la misión... ¿O sí? Debe entrenar y perfeccionar sus habilidades.

—Ni siquiera sabemos qué papel cumple como héroe de la profecía —suspiró Phil—. Quizá solo con su presencia haga un acto mágico que acabe con todos los demonios... ¿yo qué sé? Estoy seguro de que el rey tampoco tiene idea; y tal vez por lo mismo lo más conveniente que puede ver es que Mason parta lo antes posible.

Los labios de Sarahí se curvaron en una mueca. Ahí estaba ese puchero infantil que mezclaba una mirada de inocencia y exasperación.

—Es verdad —se dijo a sí misma—. Pero no sé si sea posible ganarnos un lugar en esa misión en unos pocos días.

—A lo mucho, yo podría aspirar a reanudar mi servicio de Caballero... Sin embargo, incluso así no enviarán a cualquier recién graduado a una misión de máxima importancia. Y en tu caso, no sé bien qué podríamos hacer. Necesitamos no solo tener poder, sino un título y un voto de confianza. Algo así como una carta recomendación o una razón tan poderosa que el rey no pueda rechazarnos.

—Eso suena lógico. Pero realmente no sé cómo llegar a ese objetivo.

Phil lo meditó en silencio por unos momentos. Apretó sus labios y se mordió el interior de la mejilla. Tensó las manos sobre el borde de la mesa y miró hacia el techo.

—Tal vez podamos hablarlo con Mason —sugirió.

Los ojos de Sarahí brillaron.

—Si él nos quiere ahí, el rey no podría decirle que no... ¿verdad? —prosiguió ella, captando su idea.

—Mason actualmente juega un papel de lo más importante en la profecía. Y ya tuvimos claro que el rey también mantiene contacto con los Espíritus, así que no querrá defraudarlos... Cualquier amenaza de irse pondría en juego demasiadas cosas. Dudo que el rey prefiera mandar a alguien más a la misión a sabiendas que Mason es el único elegido; ergo, tendrá que cumplir todas sus peticiones.

Sarahí esbozó una sonrisa.

—En ese caso, Mason tendrá que abogar por nosotros —dijo.

—Sin embargo, no será pan comido; habrá que entrenar. Tengo claro que el rey no permitirá que nos unamos a sus tropas sin antes verificar que seamos lo suficientemente competentes; con recomendación o sin ella, no iremos a ningún lado si no podemos sostener ni una espada.

—¿No puedes sostener una espada?

—Estaba siendo amable con el plural. En realidad lo decía por ti.

—Oh. —El ceño de Sarahí se frunció y su rostro se coloreó de rojo—. Es cierto.

—No te preocupes. No tienes que volverte una espadachín experta o algo parecido; me parece que mientras entrenes para disimular tu falta de experiencia o destaques en algo distinto hablará por ti.

—Trabajaré en eso, entonces.

—Yo también entrenaré. Y no nos quedará de otra sino esperar a la oportunidad de hablarlo con Mason.

"Quizá él ni siquiera quiera que vayamos", completó Phil la oración en su mente, mas no se atrevió a decirla en voz alta.

Si alguien iba a desilusionar a Sarahí, Phil esperaba que fuera el mismo Mason. Suspiró y pasó una mano por su cabello.

El plan (en teoría) estaba ahí, existiendo en el aire. Sin embargo, la práctica sería el doble de difícil de lo que había sido llegar a ese planteamiento.

Cerró los ojos y deseó que no tuvieran que esperar demasiado antes de hablar con Mason.

.

Resultó que tuvieron que esperar más lo que se imaginaron.

No tuvieron ni un solo encuentro con Mason, y esta vez el truco de escabullirse no funcionó. Ahora que llevaban unos días en el palacio, los guardias y la servidumbre ya les conocían; y cada vez que preguntaban por "el príncipe Artemis" todos miraban hacia otro lado y les decían que no era un asunto de su incumbencia.

La situación comenzaba a estresar a Phil.

Afortunadamente, pudo hablar la situación con un Caballero de la Corte de la Luz experimentado, cuyo nombre era George.

—Chico, ni siquiera a nosotros se nos permite tal información confidencial —le dijo cuando Phil le preguntó al respecto. George le había permitido sumarse al entrenamiento de los Caballeros novicios y hasta le cedió parte de la enseñanza, diciéndole que lo tomaría como si continuase con su servicio; de este modo, Phil seguía entrenando y avanzaba para acabar con eso. Aun con el título de Caballero, de nada servía si su servicio seguía activo—, entiendo todo tu asunto del por qué quieres involucrarte, pero te recomendaría ir más despacio; no querrás que te confundan con algún espía.

Phil sabía que aquel consejo tenía sentido. Frotó su cuello y respiró con fuerza.

—Lo sé, lo sé —murmuró. El sol resplandecía con fuerza en el cielo, quemándole la piel y haciéndole sentir ofuscado; una de las cosas que no extrañaba del entrenamiento para ser Caballero era ser asoleado mientras lanzaba estocadas en el aire—. Sin embargo, no puedo evitar preocuparme por el asunto. Una parte de mí quiere saber que no hago esto en vano.

—Claro que no es en vano —bufó George—, me ayudas a mí y a esos mocosos al enseñarles cosas que, aunque yo les diga, no les entra a la cabeza. —Palmeó su espalda y se rio—. La paciencia es la única cosa en la que puedes apoyarte. Ya te diré yo si me informan algo acerca del Príncipe Perdido.

Era así como le habían apodado a Mason, y era un sobrenombre que le parecía de lo más dramático a Phil (quizá por ello se sentía así de adecuado). El rumor sobre el Príncipe Perdido se había esparcido ya por toda Heldoria y hasta más lejos, y actualmente todos estaban enterados acerca del príncipe heredero y maldito que había regresado a casa cuando se suponía estaba muerto.

Todo un drama digno de una buena novela. No era de esperar que ese chisme se hubiera diseminado tan rápido como la tierra en el viento.

—Ahora ya deja de hablar y sigue entrenando —le ordenó George, sacándolo de sus pensamientos y haciéndolo parpadear con fuerza—. O mejor aún: ve a ayudar a tu amiga, que no capta que debe respirar por la nariz...

Phil se azoró y asintió con rapidez.

El acuerdo al que había llegado con George no había sido solo suyo, sino que también había podido incluir a Sarahí. Ella nunca había tocado una espada en su vida (para entrenar, mejor dicho), así que fue algo frustrante empezar de cero con una persona que quería saberlo todo de un día para otro.

Admiraba el entusiasmo y energía de Sarahí, pero también era un poco... extenuante. Para todos.

—Oye, oye —Phil se detuvo a un lado de ella—. Te estás agotando para nada. Deja de respirar por la boca, ¿de acuerdo? Y corrige esa postura; no entiendo de dónde sacaste que tu pie debe estar ahí... —La empujó con suavidad, mientras que Sarahí le contemplaba el silencio—. Y cuando hagas ese movimiento, no inclines tanto tu hombro, o sino solo te lastimarás...

Sarahí no contestó y obedeció al acto todas sus indicaciones. Phil no entendía de dónde sacaba esa energía para entrenar demasiado... incluso había tenido que arrastrarla los primeros días al darse cuenta que se escabullía de su habitación para ir a entrenar ahí a altas horas de la noche.

Sin duda, estaba excediéndose y ni siquiera se daba cuenta del mal que se hacía a sí misma.

—No te forces —agregó Phil, arrugando las cejas en consternación—. Si tu cuerpo no puede más, entonces descansa. Al seguir cuando físicamente ya no puedes solo te dañas... y a menos que quieras hacerte algún daño irreparable, lo mejor sería que te tomes las cosas con calma.

—No hay tiempo para tomárselo con calma —se enfadó Sarahí. Sus ojos fijos en la espada de práctica que le habían prestado—. No lo entiendes... para ti es fácil, porque ya sabes todo esto. Pero no quiero solo aprender para impresionar al rey, sino para ser verdaderamente de utilidad. Quiero ayudar al príncipe Artemis, quiero... quiero ser alguien de verdad, Phil.

A él le sorprendió un poco, y a la vez no. Ese complejo de inferioridad de Sarahí cada vez comenzaba a salir más y más al exterior. Tal vez porque se habían vuelto más cercanos los últimos días; o quizá siempre había sido de ese modo, y Phil solo lo había notado con más detalle por lo mucho que la veía.

Dibujó una sonrisa tensa en los labios y vio hacia el suelo.

—Ya eres alguien, Sarahí —dijo con su tono de voz fluctuando entre el cariño y la simpatía—, no debes matarte haciendo algo para serlo... Admiro lo valiente y tenaz que eres, ¿sabes? Eres alguien impresionante... no tienes que demostrarlo ante nadie mientras tú lo tengas claro.

Sarahí titubeó. No lucía como si hubiera esperado una respuesta, y hasta Phil se preguntó si quizá aquello no se le había escapado por accidente.

Ambos se quedaron en silencio. Del mismo modos, los dos sabían que ya no se dirían nada más, y continuaron con sus asuntos.

Antes de ponerse a entrenar de vuelta, Phil observó con curiosidad que un hombre se acercaba a George a la distancia. Le dijo algo con rapidez y se esfumó a los pocos instantes; con algo de curiosidad, Phil se acercó.

—Sí que estás al tanto de lo que hago —ironizó George—, no sé si tengas buen oído o si mi cara revelaba mucho... Sin embargo, tengo buenas noticias, o eso creo.

—¿Qué sucedió? —La intriga de Phil dejaba entrever sobre su voz y rostro.

—Habrá un evento pasado mañana... Aparentemente, el rey quiere presentar de manera formal a Mason a todos. Les dirá que es el héroe de la profecía que todos han esperado.

Phil sonrió.

Era justamente el tipo de evento que Sarahí y él habían estado esperando.

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