Capítulo 21. Cuando la locura es contagiosa.
No vieron a Mason hasta el mediodía.
Resultó que el rey los mandó llamar y no hizo falta hacer ningún esfuerzo extra por ir a encontrarlo.
Inevitablemente, Phil comenzó a sentirse nervioso ante la sola idea de estar en presencia del rey Dante.
—¿Crees que Mason le haya dicho algo increíblemente inapropiado y ahora haya decidido echarnos del palacio? —se le escapó preguntar cuando, en compañía de Sarahí y su séquito, se dirigieron hacia la Sala Real del palacio. Tenía un nudo en la garganta y un cosquilleo hormigueaba en el fondo de su estómago.
—El príncipe Artemis jamás haría eso —le defendió Sarahí al acto, parpadeando con fuerza. Luego titubeó y agregó—: o quizá un poco... Sin embargo, no pueden echarnos; venimos por parte de los Espíritus del Viento, así que también tenemos nuestra aportación en la profecía.
Phil asintió de forma vaga, aunque eso no hizo gran cosa por tranquilizar sus nervios.
Cuando llegaron a la Sala Real y un par de guardias les abrieron las grandes puertas, Phil se maravilló ante el espacio más allá. No era como la capilla, la cual emitía un aire intrigante y lujoso; sino que aquí la Sala Real daba la sensación de estar en un sitio que era tanto peligroso como majestuoso. Como haberse metido en la boca del lobo, solo que una decorada y que aparentaba estar bien.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al ver las grandes columnas a sus costados. Una larga alfombra roja trazaba un camino hasta dos tronos al fondo. En el más alto estaba sentado el rey Dante, y luego se sorprendió un poco al ver que el príncipe Noah y Mason estaban de pie en extremos opuestos del trono.
Se sintió algo extraño al ver a Mason así de serio. Se preguntó si acaso todo eso realmente estaba bien... y si no había cometido un error al disuadir a Mason de quedarse (de nuevo). Tragó saliva con dificultad y se retorció los dedos, soltando un sonoro suspiro. Todos hincaron una rodilla en el suelo en cuanto se hubieron acercado al rey, bajando las miradas en señal de respeto y sumisión.
—He escuchado que ustedes ayudaron a Mason a llegar a través de los Espíritus del Viento —dijo el rey Dante con un rostro estoico e inexpresivo. Phil también se sorprendió de oír que el rey se dirigía a Mason por su nombre, y no por el título de príncipe que Sarahí le había estado dando todo ese tiempo—. Les pido que me informen todo lo que saben respecto a la profecía.
Los ojos de Sarahí se iluminaron y compartió una fugaz mirada con Phil, como pidiéndole permiso para ser ella la que hablase. Como Phil todavía se sentía algo descolocado y torpe, inclinó la cabeza en señal de aprobación.
Sarahí carraspeó con la garganta y dijo:
—Su Majestad, hace alrededor de tres meses que todos comenzamos a recibir señales de los Espíritus, al principio manifestándose en simples sueños... Después de unos días, ligamos la conección de los sueños a algo real, y nos movimos a lo largo de Heldoria para buscar el origen de ello. Nos encontramos mutuamente y formamos el grupo que fundamos como "La Corte del Ángel Caído de Heldoria". Viajamos un tiempo así, recorriendo cada parte del reino en búsqueda del príncipe Artemis tal y como se nos había indicado en nuestros sueños guiados por los Espíritus; no fue hasta que llegamos a la Isla de Vanix que dimos con el príncipe... y fue cuando decidimos traerlo hasta el palacio Real para que fuera aprobado su linaje.
El rey Dante asintió, frunciendo ligeramente el ceño y torciendo sus labios en una casi invisible mueca.
—Ya veo —dijo. Su voz estaba más ronca que el día anterior—. Dado que vienen por parte de los Espíritus, les daré el beneficio de la duda y les permitiré quedarse... Pero teniendo en consideración los extremos del asunto, no formarán parte oficial del palacio hasta que se lo hayan ganado. Por tanto, el viaje de la profecía se llevará a cabo sin ustedes.
—¿Q-qué? —Sarahí pestañeó con fuerza—. Lo siento, Su Majestad, pero no creo haberlo entendido...
—Entonces, déjame ponerlo en palabras más simples: su misión como enviados de los Espíritus únicamente era hallar al héroe de la profecía, y ya lo han hecho. A partir de aquí, no es necesario que se involucren en los planes que se pasarán para cumplir la profecía... Y, dicho de otra forma, no los conozco; y no pondré la seguridad de nadie en sus manos. Han cumplido con su misión y pueden quedarse el tiempo que requieran en el castillo, mas no harán algo más.
Phil no estaba seguro de cómo sentirse.
Por un lado, la idea de no verse obligado a viajar a quién sabía los dioses dónde resultaba en un alivio... ¿quién quería viajar en una misión sin tener claro el objetivo o el destino? Sería como caminar con los ojos vendados. Y sin embargo, una pequeña parte de él sintió decepción.
Se mordió el labio inferior con fuerza y fijó los ojos en el suelo; aunque casi al acto los levantó y miró a Mason. Él no se veía sorprendido. Esto le llevó a preguntarse si acaso se había enterado de esa noticia con anticipación. Apretó los labios en una mueca, y una duda le surgió.
—Con todo respeto, Su Majestad —intervino él, frunciendo los ojos y perdiendo un poco el miedo de hablar frente al rey (aunque no del todo)—, ¿puedo preguntar si acaso eso significa que no tenemos responsabilidad sobre lo que suceda a partir de ahora? ¿Puede garantizarnos que los Espíritus no tomarán represalías sobre nosotros, en el entendido que la misión que ellos nos otorgaron quizá no sea la misma que usted piensa?
El rey Dante alzó las cejas.
—No puedo garantizar tal cosa, ciertamente —concordó—, pero la profecía sí se cumplirá, aun sin ustedes. Por tanto, no deberán preocuparse al respecto; además, no son los únicos que mantienen contacto con los Espíritus.
Phil se cuestionó qué signficaba eso.
—Eos era todo lo que tenía pensado discutir con ustedes. —El rey Dante se levantó de su trono y les hizo un gesto para que se marcharan—. Les pido ahora que se retiren. Independientemente de sus deseos y asuntos, espero que no se relacionen con la profecía, puesto que, a partir de ahora, el tema se volverá de naturaleza confidencial.
La única que se levantó a regañadientes fue Sarahí, y los demás lo hicieron por inercia.
No fue hasta que abandonaron por completo la Sala Real que Sarahí se cruzó de brazos como una niña pequeña y rechinó los dientes.
—¿Pueden creerlo? —se enfadó. Sus ojos clavados en la punta de sus pies y sus mejillas rojas—, todo lo que hicimos para dar con el Príncipe Artemis y ni siquiera podremos participar en la misión real...
—Puede que me veas mal, pero no estoy del todo triste por eso —murmuró Anaid de forma vaga—. Venir hasta aquí fue un deber que cumplí con gusto, mas hasta cierto punto me alegra no tener que verme obligada a ir más allá.
—Fue emocionante ir en búsqueda del Príncipe Artemis —concordó Erned, encogiéndose de hombros—, sin embargo, debo admitir que viajar hasta el Círculo de Fuego no habría sido mi actividad favorita...
—¿Cómo pueden hablar en serio? —Sarahí se veía traicionada y confundida.
—Tenemos familia que nos espera en casa —dijo Harley con suavidad, apoyando una mano en el hombro de ella—, dejamos eso atrás por la misión, y no me molestó... Pero también es momento de aprender a dejarlo ir, Sarahí. Hicimos nuestra parte; deja ahora que ellos hagan la suya.
Los demás asintieron con la cabeza. Partles dibujó una mueca que claramente decía algo como "¿qué se le va a hacer?" , y Lorson se limitó a soltar un suspiro de lástima.
—Nos iremos antes del atardecer —informó él de pronto. Al ver las miradas que compartieron los demás, Phil entendió de inmediato que ellos ya habían discutido ese tema sin Sarahí y él—, ¿vendrán con nosotros?
—No, ni hablar —Sarahí habló con certeza y algo de terquedad—, iré a la misión de la profecía... No vine hasta aquí para irme en el momento de más necesidad.
—De acuerdo —Anaid no lo discutió; seguramente sabía que discutir con Sarahí era como hacerlo con un niño. Nunca ganaría incluso teniendo argumentos sólidos—. Estaremos en la plaza central si es que cambias de opinión... ¿y qué hay de ti, Phil?
Él no había esperado que le preguntaran. Y una vez que lo hicieron, no pudo evitar entrar en crisis.
—No lo sé —admitió. Incluso con el alivio que sentía, no tenía ni una sola idea de a dónde ir. A diferencia de los miembros de su grupo, no tenía familia o amigos que esperaran su regreso. Apretó los labios y suspiró—. Supongo que trataré de reactivar mi Servicio como Caballero estando aquí. Aprovecharé que estoy en la capital.
Harley y los demás asintieron con la cabeza.
Y luego se fueron.
Fue surrealista haber estado con ellos todo ese tiempo y después simplemente verlos marcharse sin rechistar. Sin discutir. Sin pelear. Aceptando la decisión del rey y asumiendo que no tenían mejor alternativa que obedecer e irse.
Era alucinante, de alguna manera.
Y también lo era la mirada de traición en los ojos de Sarahí.
—No puedo creerlo —dijo en voz baja, apretando los puños con fuerza.
—No puedes culparlos —contestó Phil, sin saber por qué los estaba defendiendo—. Si yo tuviera familia esperándome, también me habría ido... Tienes suerte de que al menos los Espíritus hayan reclutado a personas como ellos; fue bueno mientras duró, ¿cierto?
Sarahí meneó la cabeza. Alzó la mirada y clavó sus ojos en los de Phil.
—No lo aceptaré —sentenció—, voy a acompañar al príncipe Artemis... Los Espíritus me eligieron, y no voy a defraudarlos.
—¿Estás segura que es por eso y no por tu ego? —Phil no pudo contenerse a decirle aquello. Apretó sus labios y ladeó la cabeza—. Sarahí, no tienes que regresar a casa con la victoria de haber salvado al mundo... Si no es para ti, déjalo ir y ya está. A mí también me habría gustado formar parte de la Corte que irá a salvar al mundo, pero el rey ya tomó una decisión; no puedes cambiar eso.
Sarahí se veía tan frustrada que Phil también se sintió un poco mal.
Quizá sí estaba decepcionado de la decisión del rey, después de todo. Quizá se había hecho tanto a la idea de lo qué haría después de traer a Mason hasta la Capital que no se imaginó lo que pasaría si les cortaban el paso de esa forma.
—¿Quién dice que no puedo hacerlo cambiar de opinión?—dijo ella—. El rey dijo que no nos quería ahí, porque no éramos de confianza. Puedo cambiar eso... podemos cambiarlo, Phil.
—¿De verdad piensas que vas a convencerme de desafiar las órdenes de nuestro rey para ir hasta el fin del mundo cuando ni siquiera yo lo quería en primer lugar?
Sarahí se acercó, apoyando las manos en sus hombros anchos y viéndole intensamente. Era más bajita que Phil, por lo que sus diferencias de alturas se remarcaron.
—Sé que a ti no te importa el poder o el reconocimiento —exhaló ella—, pero sí te importa salvar a las personas... ¿no quieres hacer eso, Phil? ¿no quieres acaso tener el control y estar cerca de las personas que salvarán el mundo? Imagina si esto sale mal... Jamás sabremos lo qué pasó, y no habrá otra oportunidad. Phil, tenemos que hacer esto.
Phil arrugó la frente.
—Entiendo tu punto —dijo—, pero honestamente no sé si vale la pena el riesgo. El rey únicamente enviará personas capacitadas a la misión.
—Y podríamos ser una de esas —insistió Sarahí—. Además, ¿realmente planeas abandonar al príncipe Artemis cuando lo único a lo que te dedicaste fue a sospechar de él? ¿Qué sucede si huye o escapa? No tendrá a nada que lo convenza de quedarse y seguir adelante.
—Uh, es verdad... —Phil no quería admitirlo, pero Sarahí en serio lo estaba disuadiendo de aquella locura.
Soltó un denso suspiro.
—De acuerdo. Hagámoslo.
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