Capítulo 20. Conversaciones de la noche.
Más allá de dejar a un lado su orgullo, Phil estaba terriblemente cansado.
Todo el viaje le había afectado y pudo percibirlo en sus extremidades en cuanto cayó sobre la cama. Habría sido mil veces más cómodo sin la presencia de Mason que le molestaba como un mosquito zumbando el aire, aunque podía ser peor. El techo sobre su cabeza era pálido y gris, lo que le dejaba el sabor amargo de preguntarse cuánta cosas habían sucedido para que ahora estuviese ahí.
No se quedó dormido al acto, incluso con lo cómoda y suave que era aquella cama; casi le hacía creer que había valido la pena todo el recorrido que había hecho para encontrar a Mason y luego gritarle, por no mencionar, además, el golpe que había recibido por parte de él. Soltó un suspiro y cerró los ojos.
Podía escuchar la respiración de Mason, gracias a lo silenciosa que estaba la habitación y el hecho de que afuera no hubiese ni un solo sonido. Era, en realidad, un tanto incómodo.
—¿Cómo era la prueba del rey? —se le ocurrió preguntar antes de siquiera procesar si era una buena idea abrir una conversación cuando ambos estaban terriblemente cansados y solo querían dormir. Pero es que Phil no podía quedarse callado... escuchar solo la respiración de Mason le volvía loco. ¿De verdad le irritaba tanto su sola existencia?
Percibió que Mason se giraba sobre la cama para verle. Era una gran y espaciosa cama, por lo que, incluso con los dos sobre ella, había una brecha de distancia que les separaba. Al girar la cabeza en su dirección para devolverle la mirada, Phil observó que los ojos de Mason parecían iluminarse en medio de la oscuridad de la habitación; eran como dos rubí que poseían brillo propio. Si Phil viera únicamente esos ojos en la oscuridad, pensaría que eran excepcionales y hermosos. Desafortunadamente, saber que pertenecían a un ladrón que detestaba arruinaba esa imagen.
—Luché contra un jabalí que, antes de morirse, me pintó la frente con su sangre y me dijo que yo era el verdadero heredero, y luego salieron unos conejos del bosque y comenzaron a bailar alrededor de mí... —comenzó diciendo en respuesta de forma vaga.
Phil tardó en procesar que solo lo estaba molestando y gruñó.
—¿Puedes ser serio por al menos unos minutos? —espetó, suspirando.
Una sonrisa tiró de los labios de Mason, frunciendo los ojos y viéndole fijamente por unos instantes en silencio.
—¿De verdad quieres saber? —preguntó, arqueando las cejas.
—No particularmente. Solo tenía curiosidad; si no planeas contarme, estoy bien con eso. —La indiferencia de Phil llenó su tono de voz, poniendo los ojos en blanco.
—Hum, si quieres que te diga, entonces cuéntame algo acerca de ti que valga la pena. Ya sabes, un intercambio justo.
—¿Por qué debería contarte algo acerca de mí...?
Mason arrugó la frente.
—No eres para nada divertido —se enfadó.
Phil también tardó en darse cuenta a qué se debía el fastidio de Mason. O bueno, solo se enteró a medias; entre más conocía al ladrón, menos lo entendía. Era como conocer a alguien con un montón de facetas y colores; entre más ahondaba en sus detalles, sentía que lo conocía menos. No tenía sentido... e, incluso habiéndose acostumbrado a su compañía, seguía pareciéndole detestable.
Esbozó una mueca y contempló en silencio una respuesta.
—Bien... Eh, no sé —Phil soltó un suspiro, sin tener idea de qué podría ser considerado interesante acerca de su vida—. Una vez terminé en un barco pirata sobre tierra por una misión de reconocimiento... y casi me llevan consigo cuando descubrieron que yo era un Caballero, cosa que habrían hecho si un demonio no hubiese atacado justo en ese instante. De no haber sido por eso, quizá ahora estaría en un barco pirata como uno de sus esclavos...
Un brillo de diversión cruzó por la mirada de Mason.
—Otra cosa —pidió—, cuéntame otra cosa acerca de ti.
Phil se frotó los ojos. Sopesó la idea de decirle que no tenía tanta urgencia de saber acerca de la prueba que le había hecho el rey Dante; pero extrañamente, no se sintió como una labor horrible contarle a Mason acerca de su vida. No le tenía total confianza como para hablar acerca de sus padres o su infancia, mas tampoco era que fuera en lo absoluto receloso acerca de su pasado.
—Uh... —La mueca de Phil se hizo más profunda—. No lo sé, ¿qué esperas que te cuente? Ya te diste cuenta aproximadamente del tipo de persona que soy y tampoco oculto muchas anécdotas interesantes.
—¿Por qué te volviste Caballero?
—Porque quería ayudar a las personas —la respuesta salió sin mayor esfuerzo. Phil incluso se sorprendió un poco al respecto; y sonrió levemente—. Por otra parte, quería distraerme de muchas cosas que habían estado sucediendo... y en cierto modo, me pareció que era una forma de equilibrar mi "karma". A esas alturas no tenía nada por perder, y asumí que solo podía arriesgarme sin miedo. Hasta cierto punto, entré por razones un tanto egoístas al programa, pero conforme fui conociendo más al respecto descubrí que realmente tenía ese deseo de ayudar a los demás. Algo así como "vuélvete la persona que necesitabas en el pasado", y bueno, lo demás es historia.
Mason asintió con la cabeza. Había estado atento a sus palabras, sin dejar de mirarle.
—La prueba era sobre un trono —reveló de pronto, frunciendo las cejas hacia abajo—. El rey me dijo que el trono estaba hecho con una roca especial que sabía percibir el aura de cada miembro de la familia Real. Si yo me sentaba ahí y no pertenecía, moriría; era una bizarra regla que el trono había creado, puesto que solo los de "sangre limpia" podían sentarse ahí.
Phil parpadeó varias veces, sin poder evitar sentirse sorprendido. La idea de que Mason realmente hubiese tomado aquel riesgo le parecía alucinante; le hacía saber que en serio se había creído todo el asunto de los Espíritus, por mucho que lo hubiese negado en voz alta. Se quedó en silencio cuando él continuó hablando:
—Y bueno, no es como si hubiera podido dar marcha atrás al asunto. Me senté sobre ese trono... y muchas cosas sucedieron. Fue como estar dentro de un sueño, solo que era dentro de mis recuerdos, ¿sabes? Fue increíblemente surrealista y raro, porque no podía intervenir y, a la vez, se sentía como si yo tuviera el control de todo. Y lo más extraño es que lo vi; vi cómo me dejaron a mi suerte cuando era un bebé. ¿Eso tiene sentido? Porque empiezo a pensar que no lo tiene y que todo fue una especie de broma... —Mason suspiró y desvió la mirada—. Fue algo raro haber visto eso. Un momento de mi vida que yo ni siquiera recordaba y que, al parecer, marcó un antes y después para todos. También me pareció repugnante... ¿cómo fue posible que algo así sucediera? Y ver al rey sin una pizca de remordimiento. Eso en serio asusta.
Por unos momentos, Phil no supo qué decir. Apretó los labios en una fina línea recta y tragó saliva.
—Si te hace sentir mejor —dijo con algo de incertidumbre—, no te puedo ver como un príncipe... Quiero decir, si hay algo que odio más que a los ladrones es a esos niños ricos y malcriados que crecieron en cunas de oro...
—Hum, es cierto. Pudo haber sido peor. En lugar de haber crecido en las calles pude haber sido criado por un montón de imbéciles pomposos sin sentido del sarcasmo o la diversión. —Mason se encogió de hombros—. Como sea... Hoy fue demasiado agotador. Ya no quiero ni siquiera pensar en cómo será mañana.
Ver a Mason preocupado por el futuro le dio la impresión a Phil de que era más humano de lo que a veces aparentaba. Aun con sus ojos rojos; aun con su piel pálida y sus comentarios exasperantes.
Aun siendo un semidemonio, Mason seguía siendo tan humano como él.
—Siempre puede ser peor —era la única forma en que Phil sabía consolar; pensar en que las cosas podían empeorar le animaba a sentir que todavía no había tocado fondo y que podía recuperarse de la mala racha.
—Supongo —murmuró Mason, girándose y dándole la espalda—. Ya deja de hablarme o no podré dormirme.
Phil asumió que era verdad que gracias a él habían comenzado a hablar, por lo que no replicó y se dio la media vuelta.
No tardó en quedarse dormido, y lo agradeció.
Aquella noche no soñó nada, ni siquiera con la voz de los Espíritus o lo que fuera. Así que tuvo una noche de lo más tranquila y espectacular; de esas que le hacían descansar de maravilla.
Sin embargo, cuando despertó, se dio cuenta de que todavía le faltaban unas horas de sueño para sentirse mejor. Y solo emergió del sueño cuando percibió que alguien le estaba empujando por el hombro.
—Hey, idiota, ya dormiste mucho —era Mason el que le estaba sacudiendo—. Levántate y vete o sino habrá problemas.
Phil gruñó por lo bajo, y no se dio cuenta de lo cerca que estaba de la orilla de la cama hasta que un empujón más de Mason le hizo caerse por completo.
—Ups —Mason asomó la cabeza, y Phil estaba tan adolorido y somnoliento que no tuvo fuerzas para vengarse de inmediato—. Bueno, ya viste lo que pasa si te quedas mucho tiempo aquí... Así que vamos, vete yendo de una vez.
—Deja de presionarme o el próximo que será aventado de algún lado serás tú desde el balcón —espetó Phil con dolor de cabeza, poniéndose de pie dificultad y lanzándole una mirada de odio a Mason—. ¿Por qué debes ser así de irritante?
—¿Y tú por qué duermes tanto? Y vamos, también roncabas y estoy seguro de que hacías temblar todo el cuarto... Seguro tienes un problema, deberías ir a revisarte a algún lado o un día de estos te morirás.
—Nadie muere por problemas al dormir.
—Oh, no, lo malentendiste; te morirás porque si vuelvo a oír esos ronquidos de nuevo te asesinaré yo mismo.
—Qué maneras de halagarte a ti mismo creyendo que volveremos a compartir la cama...
—Aww, si lo dices así, suena más especial —se burló Mason, cruzando los brazos sobre el pecho—. No te preocupes, me mantendré optimista por ambos... Ahora vete de aquí para que yo pueda fingir que no tuve a un soldado que ronca como foca toda la noche.
En lugar de contestar, Phil se limitó a obedecer y largarse de ahí. No es que se sintiera particularmente ansioso por quedarse más tiempo ahí a sabiendas de que Mason solo haría más comentarios detestables que le provocarían urticaria del coraje.
Una vez que estuvo afuera de la habitación y descubrió que no había nadie en el pasillo, Phil se apresuró a marcharse, aparentando que no seguía con sueño y no tenía ganas de volver a recostar la cabeza en otro lado y quedarse dormido por otro par de horas. Se sobresaltó de forma innecesaria al escuchar a alguien atravesar el pasillo, aunque se tranquilizó al acto al advertir que únicamente se trataban de un par de guardias.
Sin embargo, al volver la mirada al frente, sus instintos le traicionaron y casi gritó al ver a alguien frente a él.
—Wow, ¿qué te sucede? —Sarahí ladeó la cabeza con ese distintivo rasgo de inocencia y duda.
Phil parpadeó con fuerza y sintió cómo el rostro se le ponía rojo de la vergüenza. Carraspeó con la garganta y se incorporó de inmediato.
—Lo siento —dijo al acto—, estoy algo nervioso...
—¿En dónde estuviste toda la noche?
—Estaba con Mason?
Sarahí arqueó las cejas.
—¿Entonces sí lo encontraste? —se sorprendió—, había asumido que te desapareciste para irte a otro lado y ya estaba yendo yo apenas a buscarlo...
—No creo que sea buena idea. Me acaba de echar de su habitación, y debe ser porque pronto el rey vendrá a verlo.
—Espera... ¿entonces pasaste la noche en la habitación del Príncipe Artemis?
—Sí, eso creo.
—¿Y durmieron juntos?
—Estaba demasiado cansado como para quedarme despierto.
—Ya veo, pues... —Sarahí miró hacia arriba—. ¿Quién soy yo para juzgar?
Phil frunció el ceño. No tenía claro qué tenía Sarahí en la cabeza, pero ciertamente se sentía lo suficiente cansado como para querer averiguarlo.
Así que suspiró y deseó que aquella locura terminara pronto.
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