Capítulo 19. Cadena de odio.
Cuando Phil abrió la puerta de la habitación, se encontró exactamente lo que se había imaginado.
—¡Sabía que ibas a intentar huir, maldito ladrón!
Mason, que estaba guardando múltiples cosas dentro de un saco, se sobresaltó tanto que dejó caer todo. Tenía el ceño fruncido y, al mirar a Phil, bufó.
—¿Cómo demonios llegaste? —Se cruzó de brazos, como tratando de fingir que hacía unos momentos atrás no estaba llevándose y guardando un montón de cosas dentro de aquella habitación.
Phil dibujó una sonrisa, cerrando la puerta detrás de él y meneando la cabeza en desaprobación.
—Es increíble cuán patéticos pueden ser los ladrones —se burló, alzando las cejas y dando unos pasos hacia Mason—, tenía razón... ¡Sabía que no podía confiar en ti!
—Oh, por favor, simplemente nunca confiaste. —Mason rodó los ojos—. Aunque... auch, ¿así de predecible soy?
—Eres una asquerosa lacra de la sociedad...
—Bien, lo que digas. No me importa. Simplemente me iré de aquí.
Phil arrugó la frente.
—No irás a ningún lado —gruñó—, ¿para qué carajos hiciste todo lo de antes...? ¡¿Solo para robar unas estúpidas cosas de aquí e irte?! No te entiendo. Eres tan patético, increíble y absurdo que simplemente eres repudiable.
Mason alzó una ceja y levantó las manos.
—¿Terminaste? —dijo—, porque tengo cosas que hacer. Aunque no creas que oír tus estúpidos monólogos justicieros no me hace gracia, pero tengo mejores cosas de las que ocuparme...
—¿Por qué hiciste esto?
—Hum, ¿qué cosa?
El enfado de Phil comenzó a crecer.
—Hablo de venir hasta Heldoria solo para largarte en cuanto convencieras al rey de tu identidad —espetó—, ¿por qué justo ahora?
—¿Qué te parece si mejor me lo explicas tú, soldadido? Teniendo en cuenta que parecías saber exactamente lo que yo planeaba hacer, te ves como si también tuvieras la respuesta a lo que acabas de preguntar. —Mason ladeó la cabeza y bufó—. Así que explícamelo, ¿quieres?
Phil arrugó la frente.
—¿El dinero y lo material es todo lo que te importa? —espetó—, ¿o es que no puedes soportar estar cerca de personas más inteligentes que tú, como el Rey? O quizá es que te da miedo el hecho de que estés rodeado de todo lo que en tu vida de antes solo soñabas... Bueno, adivina qué, ladrón, la vida no es lo que queremos. Las cosas que valen la pena duelen y dan miedo... Pero te lo dije antes y te lo repito ahora: no puedes cambiar lo que ya está dicho. Eres el elegido para salvar al mundo, por más irónico y absurdo que parezca; así que deja de actuar como un ladrón de mierda y actúa como debe ser.
Mason por unos momentos no dijo nada, escudriñando su rostro en silencio. La habitación en la que se hallaban era amplia y pomposa. Una cama enorme con doseles a su izquierda, un ventanal con balcón a sus espaldas y un gran armario justo a su derecha, por no mencionar los pequeños detalles que componían toda la escena y les hacían cerciorarse de que estaban en uno de los cuartos del Palacio Real.
—La gente como tú me enferma —soltó Mason finalmente con una sonrisa amarga—. Gente con la autoestima por el suelo que cree que debe hacer cosas por los demás para sentirse suficientes... Tal vez me repudias, Phil, pero calma, el sentimiento es mutuo. Y me importa un comino lo que pienses de mí; no pienso quedarme y mucho menos hacer lo que me dicen, como seguramente te has acostumbrado a que hagan contigo toda tu vida.
—¿Entonces es eso? ¿No quieres que te mangoneen y vas a huir como un asqueroso cobarde? ¡¿Tan poco coraje tienes que simplemente vas a lanzar por la borda una profecía para salvar el mundo por tu estúpido orgullo?
Mason apretó los dientes y miró hacia el techo con cansancio.
—Dejáme en paz —espetó, rodando los ojos—, no voy a decirte nada, imbécil. Estoy cansado, así que solo quiero largarme lo antes posible.
—¿Por qué?
—¡¿Cómo que por qué?! ¡Ya te lo dije! ¡No voy a cumplir el capricho de algún Espíritu estúpido solo porque así lo desea!
—¡¿Cómo puedes ser así de egoísta, maldito narcisista de mierda?!
—¡Soy así del mismo modo en que puedes verme haciéndolo! ¡No es difícil!
Phil se molestó e inconscientemente dirigió su mano hacia el brazo de Mason, reteniéndolo y evitando que diese otro paso.
—Voy a dejarte ir solo si me das una razón —musitó—, una razón que justifique que dejes el destino del mundo a la deriva.
Los ojos rojos de Mason se ensombrecieron.
—No me toques —escupió. Y así como si fue la primera vez que se conocieron, no pudo librarse del agarre de Phil.
—Una razón, Mason... ¡una que explique por qué demonios eres una mierda de persona y por qué gente como yo tendrá que esforzarse el doble para cumplir una profecía que fue destinada para ti!
Mason apretó los puños.
Y entonces golpeó a Phil en la cara.
—¡¿Quieres una maldita razón?! —gritó, lleno de ira—, ¡¿qué te parece el hecho de que me provoquen arcadas estar cerca de gente como tú?! ¡¿O quizá porque yo no quise un carajo esta profecía?! ¡Me enferman todos los que se hacen creer que hacen justicia y son el principal mal de este mundo! —Su respiración se agitó. El golpe en el rostro de Phil no había dolido del todo, aunque sí le había dejado algo ofuscado y le forzó a soltar a Mason—. Creí que podía soportarlo... pensé que si lo intentaba realmente, podía sobrevivir unos días junto a personas como tú, Phil; pero resulta que no puedo. Las odio tanto que me da náuseas. El rey, ese estúpido príncipe... Todas y cada una de las personas que estaban sentadas ahí. ¡Las odio!
Phil parpadeó varias veces. No tenía claro qué tipo de respuesta había estado esperando por parte de Mason, mas aquella en particular le sorprendió. Y se quedó en silencio cuando advirtió que él todavía no acababa de hablar:
—¿Y... y quieres otra razón? ¿Qué te parece si te digo que conozco a alguien que lo perdió todo gracias a gente así...? Que solo tenía diez años cuando el mundo entero le dio la espalda y todos lo trataron como una maldita plaga... Que fue torturado y usado de formas que ni siquiera podría describirte por esas mismas personas que tú admiras tanto... —Mason tembló y su rostro dibujó una sonrisa torcida—. Jamás podrías entenderlo, Phil. Cuánto odio y detesto a todos ellos. Es un odio que está a un nivel diferente para ti. Y dime, ¿esa es una razón lo suficientemente válida? ¿Ya puedo largarme?
Antes de siquiera pensarlo con cuidado, las palabras salieron de la boca de Phil.
—Iré contigo.
Mason lo miró confundido.
—¿Qué?
Phil sacudió la cabeza.
—No hasta la Isla o a donde sea que planees ir —aclaró—, pero te ayudaré a salir del Palacio.
—Creo que puedo hacerlo por mi cuenta —se enfadó Mason, todavía anonadado por la oferta de Phil.
—No, no podrías. Y menos con todas las cosas que planeas llevarte. De todos modos tendré que encargarme de buscar a alguien más que cumpla la profecía, así que está bien.
Durante unos largos momentos, Mason solo lo miró sin decir nada. Quizá estaba tratando de discernir si Phil realmente era serio acerca de sus palabras, o si tal vez era una especie de truco. Se mordió el labio inferior con duda y rehuyó la mirada.
—¿Por qué harías eso? —cuestionó, con más violencia y agresividad de la que habría hecho falta.
Phil, a decir verdad, no sabía la respuesta. Se encogió de hombros pesadamente y suspiró. Hacía unos momentos atrás había estado tan clara su convicción de atrapar a Mason con las manos en la masa que no se había puesto a pensar en lo que sucedería después... ¿lo arrestaría? ¿Se enfadaría y gritaría? Ya había hecho eso último; tal vez era que su mente solo quería un descanso de la misma persona que no había hecho más que causarle dolores interminables de cabeza.
—No lo sé, supongo que ese instinto de saber que si te dejo ir por tu cuenta te las arreglarás para que te maten por ahí —bostezó, frotándose los ojos con pereza—. Además, ya te dije, también tengo cosas que hacer una vez que te hayas ido...
Las cejas de Mason se fruncieron hacia abajo.
Y tras quedarse callado por otros tensos minutos, dejó caer la mochila en la que había estado metiendo las cosas de antes. El ruido que hizo al chocar contra el suelo resonó en las paredes de la habitación.
—Le quitas lo divertido al asunto —soltó de la nada, cruzando los brazos sobre el pecho y dedicándole una mirada intensa.
Phil no tenía idea de a qué venía ese comentario.
—¿Eh? ¿Ahora qué hice...?
—Bueno, ya no tiene gracia ir a ningún lado si estás de acuerdo con eso. —Mason se encogió de hombros y se sentó al pie de la cama, cruzando una pierna sobre la otra—. Debo admitir que le has quitado la emoción a mis planes.
—No estoy seguro de cómo responder a eso... ¿Significa que te quedarás?
Sin tener una sola pista de cómo había logrado convencer a Mason de algo sin chantajes o sobornos, Phil se sentía perplejo y lo miró con los labios entreabiertos.
—¿Qué otra cosa podría significa sino? —Mason le sonrió con ironía, inclinando la cabeza hacia atrás—. Supongo que si tú estás dispuesto a buscar a otro pequeño imbécil que cumpla la profecía, quizá yo pueda soportar otro par de días rodeado de gente con aire en el cerebro...
Phil dirigió sus ojos hacia la ventana. Ya comenzaba a hacerse de noche, y era evidente a juzgar por la forma en que las primera estrellas ya comenzaban a asomarse sobre el firmamento. Y probablemente se oía exagerado, pero Phil también había desarrollado una especie de instinto que le alertaba al respecto; el instinto que se creaba cuando pasabas mucho tiempo luchando con demonios y debías estar al tanto de cuándo anochecía para evitar enfrentamientos mayores.
—Me alegra que hayas cambiado de opinión —confesó, apretando los labios. No se dio cuenta hasta ese momento que realmente no tenía ganas de ir en busca de otro salvador del mundo... si es que acaso existía realmente alguno más—. Aunque también me alegraría saber que no planeas escapar en el futuro.
La sonrisa de Mason se amplió. Resultaba curioso cómo una sonrisa suya podía tener tantos tonos y colores.
—Creía que nuestra dinámica se basaba en ti tratando de convencerme de no ir a ningún lado —dijo, guiñándole el ojo—, sería feo romper eso, ¿cierto?
Phil suspiró.
—Debería irme —murmuró—, se que tendré problemas cuando se enteren que anduve por aquí... Lo ideal sería comenzar con el pie derecho y que mañana nos introduzcas con el rey. Quizá así podremos comenzar con todo este asunto de "salvar al mundo" como corresponde.
Mason asintió con la cabeza. Y luego titubeó.
—¿Cómo se supone que haré eso...? Sarahí dijo algo de romper el Circulo de Fuego, pero, ¿cómo diantres se logra eso?
—La verdad es que no lo sé. —Phil también se había hecho esas preguntas antes—. Espero que lo descubramos pronto... o estaremos yendo a una misión de la que no sabremos nada.
—Claro, no hay nada más divertido que eso... —Mason dibujó una mueca, y estiró el cuello hacia la puerta—. ¿Oyes eso? Tal parece que los guardias del siguiente turno ya llegaron...
Phil frunció el ceño.
—Rayos —dijo—, entonces tendré que salir de otra forma.
—O podrías quedarte.
—¿Y pasar la noche en el suelo en el mismo cuarto donde tú roncas? No, gracias; prefiero irme por el balcón y encontrar otra forma de dormir en otro lado.
Mason le miró con cara de pocos amigos.
—Bien, entonces vete por el balcón, resbalate y rompete el cuello —se enfadó.
Phil se acercó al balcón, sopesando sus opciones. No fue hasta que vio lo despegado que yacía del suelo que regresó con Mason.
—Dormir en el suelo no es una terrible idea —murmuró.
—Si me hablaras bonito, podrías dormir conmigo —dijo Mason con una sonrisa de burla.
—Preferiría dormir con los peces...
—Adelante, entonces, he oído que hay un lago por allá abajo. Seguro que al caer te lo encuentras. —Mason arqueó las cejas—. Hablo en serio; no en lo de hablarme bonito, sino respecto a dejar de ser una especie de idiota orgulloso y compartir la cama... no es la gran cosa, ¿sabes?
Phil tardó en procesar que Mason estaba hablando en serio.
—¿Qué?
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