Capítulo 18. El regreso del príncipe.
Esperar fue agotador.
A Phil le pareció que habían pasado horas desde que Mason había disuadido al rey Dante de realizarle la supuesta prueba que les haría saber si pertenecía o no a la familia Real.
La sola idea resultaba surrealista. Incluso Phil comenzó a temer que en realidad el rey se hubiese llevado a otro lado a Mason con el fin de asesinarlo a sangre fría y tener que evitarse hacerle algún tipo de prueba que quizá ni existía.
—¿Estás segura de que esto es lo mejor? —no pudo evitar preguntarle a Sarahí, sintiendo un cosquilleo en el cuerpo—. Porque esto es una locura...
Sarahí tenía los ojos fijos hacia las puertas de la capilla.
—Todo estará bien —murmuró—, los Espíritus dijeron que esto debía ocurrir.
—Sí, bueno, los Espíritus no parecen saber demasiado acerca de este mundo —suspiró Phil sin intenciones de molestar a esos seres superiores que solo se dedicaban a arruinar la vida de las personas.
Y esperaron, y esperaron.
Entonces las puertas se abrieron de golpe; pero de ellas no emergieron el rey y Mason, sino otra persona.
Era el Príncipe Noah.
Phil lo observó con cautela.
El príncipe Noah realmente se veía terrible. Ojos hundidos y piel pálida como la cera. La mano sobre el estómago y una mirada de angustia. Dudó unos momentos bajo el umbral de la puerta y escaneó con los ojos a los invitados, que le devolvieron la mirada con visible incertidumbre.
Del mismo modo abrupto en que había llegado, el príncipe se marchó y cerró las puertas tras él.
Esta vez, transcurrieron unos incómodos minutos en silencio. Y cuando la puerta volvió a abrirse, ahora entró el Rey Dante.
—¡Ha habido un cambio de planes! —exclamó hacia los invitados con una expresión imperturbable—, les pido, de la manera más sincera, que sean pacientes con esta situación.
—¿Algo malo ha ocurrido? —la voz de uno de los líderes más influyentes por debajo del rey habló; Phil no conocía su nombre, pero sí recordaba haberlo visto antes durante los entrenamientos de caballero.
—Por favor, disfruten de la cena planeada para después de la ceremonia —el rey esquivó la pregunta con cautela y elegancia, haciendo un gesto con las manos hacia sus costados.
Y eso fue lo último que Phil supo al respecto durante las siguientes horas.
—¿Qué se supone que ha sucedido con Mason? —gruñó hacia Sarahí, estando ya en el gran comedor del Palacio. Así como la capilla, el comedor era igual de vistoso e increíble; todos estaban sentados frente a mesas cubiertas con manteles blancos como la nieve. Los cubiertos eran de plata pura y la comida, incluso con el amargo sabor de los sucesos, era exquisita.
—Confieso que estoy empezando a preocuparme —murmuró Sarahí. No había probado bocado de la comida servida esa noche. Ni de la entrada de pasta y ahora tampoco de la carne que estaba frente a ella.
—¿Deberíamos hacer algo? —inquirió Erned con visible consternación. Phil estaba en medio de ambos, y comenzaba a sentirse inquieto.
—No creo que podamos hacer nada —suspiró ella con una mueca—, no es que tengamos acceso a los demás salones del Palacio.
Y así, como si Sarahí hubiese invocado una respuesta inmediata, observaron cómo tres figuras atravesaban el umbral del comedor y se dirigían hacia la parte posterior de la sala. Ahí se ubicaba un pequeño escenario dedicado a los anuncios y cosas similares
Phil se levantó de la sorpresa (y no por respeto como los demás hicieron) al caer en la cuenta que las personas que acababan entrar eran el Rey Dante, el Príncipe Noah y... y Mason.
Sintió que el corazón se le aceleraba por el miedo y la incertidumbre. Jamás había estado antes en una situación lo más remotamente parecida, y el que así fuese comenzaba a hacerle sentir cada vez peor.
Odiaba no tener el control sobre las situaciones que le rodeaban.
—Si me permiten —dijo el Rey, alzando la voz para hacerse oír en todo el comedor. Viendo a Mason con más detalle, Phil se dio cuenta de que lucía extrañamente asustado; sus ojos estaban clavados en el suelo y habían perdido ese brillo de ironía y burla que siempre había visto ahí. Además, su ropa ya no era la misma, sino que había sido cambiada por una más formal y limpia—, tengo un anuncio importante que hacer. —Hizo una breve pausa y soltó un suspiro, como para dramatizar más el asunto. Y luego agregó—: La coronación del príncipe Noah ha sido cancelada.
Hubo un respingo de sorpresa que ondeó por toda la sala. Nadie dijo nada. Estaban demasiado sorprendidos (y aterrados de que el rey se enojase con ellos si se atrevían a interrumpir) que el silencio solo se tornó más y más incómodo.
—Los motivos de esto —prosiguió el rey. El príncipe Noah a su lado se veía ofuscado y molesto; a juzgar por su calma, era evidente que aquella decisión ya se le había sido notificada desde antes... aunque eso no parecía evitar que se sintiera traicionado y molesto— se deben a que la Prueba de Trales ha sido verificada: este muchacho que ven a mi lado es, en efecto, el príncipe perdido de Heldoria.
Otro respingo de sorpresa.
Incluso cuando ya algunos parecían haberlo sospechado, hubo muchas miradas de duda y el revuelo comenzó a alzarse a través de la habitación. Miradas que juzgaban la escena; murmullos y preguntas de todo tipo; suspiros y bufidos de exasperación.
"Eso era imposible", parecía ser el consenso general al que habían llegado todos... o, mejor dicho, la mayoría.
—La profecía no puede ser ignorada —dijo un hombre de cabellos blancos y que medía menos de 1.50. Estaba sentado en los primeros asientos de las mesas por delante, por lo que fue claramente oído por el rey, que asintió con la cabeza.
—La coronación fue apresurado debido a que fuimos informados por los propios Espíritus —dijo ahora. Parecía algo más decidido a revelar detalles del asunto; quizá el hecho de que la aparición de Mason hubiese dado un vuelco a todo tenía que ver con ello—, habíamos llegado a la conclusión que los Espíritus esperaban con apremio la coronación del príncipe Noah para así ser elegido finalmente como el elegido de la profecía... Sin embargo, tomando en consideración este cambio de sucesos ahora nos es evidente que no era eso lo que esperaban. Y ahora el príncipe Artemis ha vuelto. El verdadero elegido de la profecía.
Lo dijo con un tono sumamente serio.
No fue hasta ese momento que Phil finalmente cayó en la cuenta de que todo era verdad. Fue como sentir una gran revelación que le caía encima como un balde de agua fría.
Mason de verdad era el hijo perdido del rey. El Príncipe exiliado. El elegido para una profecía.
Había viajado hasta ahí sabiéndolo, aunque quizá era que jamás se lo creyó por completo; y justo ahí y ahora, por fin le entró en la cabeza que aquello era cierto. Sus ojos se abrieron de par en par y miró a Mason.
No se veía como un príncipe, sin importar cuánta confianza aparentara. Y esto solo le recordó sus viejas sospechas.
Tensó la mandíbula y ahora viajó la mirada hacia el príncipe Noah. Arrogante y petulante; él sí se veía como alguien que había sido criado en cuna de oro. No obstante, en ese momento lució terriblemente enfadado y había un color rojo que le inundaba el rostro.
Seguramente culpaba a Mason por no haber podido ser coronado como, en teoría, todo se había planeado.
Apretó los labios en una fina línea recta y el resto de la noche se tornó borroso.
Hubo muchísimas preguntas por parte de los invitados, pero al final el rey Dante se limitó a disculparse por haberles hecho venir hasta ahí por una coronación que no se había llevado a cabo; y luego dejó al príncipe Noah y se llevó a Mason consigo.
Phil, Sarahí y Erned utilizaron esa oportunidad para escaparse del comedor y tratar de acercarse a Mason.
—Lo siento, no pueden ir más allá del comedor —les interrumpió uno de los guardias que custodiaban la entrada. O así fue hasta que miró a Phil y pareció reconocerlo—. Oh, espera... tú eres uno de esos que estaban por terminar su Servicio de Caballero.
—Sí, ese soy yo —se animó Phil con entusiasmo. No reconocía al guardia, mas le alegraba que fuese al revés—. Déjame pasar, por favor. Tengo asuntos pendientes que resolver con Maso-... con el príncipe. —Le dolió un poco referirse al ladrón de esa forma, mas no le quedó otro remedio.
El guardia hizo una mueca.
—Bueno, pero solo tú. —Hizo un gesto hacia Sarahí y Erned—. Me meteré en problemas si gente ajena al Palacio anda vagando por ahí.
Phil asintió con la cabeza, sin molestarse en disculparse con la mirada con Sarahí y Erned. Ellos entenderían, desestimó, y así hizo a un lado al guardia y salió al extenso pasillo que había más allá.
Observó que el rey Dante y Mason estaban metros por delante. Giraron por una esquina. Phil se acercó silenciosamente hacia ellos.
No tenía claro lo que buscaba... quizá una señal. Sí. Una señal de que realmente Mason no se estaba tomando en serio lo que ocurría y haría algo estúpido, como robar algo importantísimo y luego largarse. A Phil le parecía congruente que aquello pasara; porque Mason no tenía otros motivos para estar ahí.
Porque estaba seguro de que todo era una farsa ideada por un ladrón en el que no podía confiar.
Phil se ocultó de los demás guardias que había a través de los pasillos haciéndose pasar por uno más, utilizando la ventaja que le daba conocer sus rutinas y formas de caminar. Esos pequeños detalles que le daban credibilidad.
Jamás se había planteado acabar su servicio para irse a trabajar como guardia al Palacio, pero sí se le habían instruido cosas simples y básicas que todos ahí conocían. Por ello, nadie le hizo preguntas a Phil.
Subió hacia el segundo piso, y entonces se detuvo en una esquina al ver que el rey Dante y Mason frenaban el paso frente a una habitación.
—Hablaremos con detalle por la mañana —le dijo el rey. Hablaba con un tono formal y distante; no se veía como un padre que había anhelado el regreso de su primogénito, sino que era similar a un jefe malhumorado que debía soportar los retardos de sus empleados—. Por el momento, puedes ocupar este cuarto. Estarás custodiado por múltiples guardias, así que te sugiero que no hagas ningún movimiento equivocado.
Phil inclinó la cabeza, creyendo que oiría una respuesta sarcástica de Mason; mas no hubo nada. Se hizo a un lado cuando el rey Dante cruzó el pasillo, aunque ni siquiera giró la cabeza y se fue de largo. Sin decir nada. En silencio.
Su aura le resultó aterradora e imploró en silencio no tener que encontrarse con el rey frente a frente jamás.
Tragó saliva y volvió su mirada hacia la habitación a la que el rey había hecho referencia. Ciertamente estaba custodiada por varios hombres de armadura, y resultó evidente que Mason ya había entrado al cuarto a juzgar por lo oscuro y silencioso que estaba el pasillo ahora.
Phil dibujó una mueca en los labios y frunció el ceño. Apoyó su espalda contra la pared y se cuestionó si acaso no se había equivocado con Mason. Si quizá estaba tomándose muy en serio el asunto y no planeaba huir a ningún lado.
O quizá no.
Parpadeó varias veces y el instinto le gritó que no confiara en él.
Así que se acercó al grupo de guardias que estaba custodiando la puerta y dijo:
—Soy uno de los relevos durante la noche.
Sabía que si ellos habían estado recientemente ahí, entonces no tendría sentido el supuesto relevo. Así que se alegró cuando las cosas jugaron a su favor y uno de los guardias no se cuestionó sus palabras y se limitó a irse. Phil miró a los dos guardias que restaban, y esperó unos momentos antes de decir:
—Mis compañeros está por llegar. Pueden ir tomando el relevo, si así lo desean.
Era increíble lo fácil que era hacer esas cosas. Así que también Phil se apuntó mentalmente que los guardias en el Palacio eran un montón de vagos que solo buscaban la más mínima excusa para dejar de trabajar.
—De acuerdo.
Los dos guardias que quedaban se fueron.
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