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Capítulo 15. ¿Cuáles son tus motivos?

Phil ni sopesó la idea de dormir en la habitación de Sarahí.

Mason se recostó sobre la cama de ella. Erned se apropió de un sofá oculto junto al armario. Phil, en cambio, se sentó sobre el suelo a esperar que amaneciera; no sentía particular sueño, aunque sí tenía un hambre fatal que le estaba pasando factura. Se frotó los ojos y bostezó, decidiendo que aquella espera ocurriría en silencio y acompañado de los pensamientos intrusivos de su cabeza.

No pasó desapercibido para él que Sarahí tampoco había buscado sitio para quedarse dormida; en cambio, estaba sentada a unos pocos metros de distancia, con la espalda apoyada en una pared opuesta a donde yacía Phil. Al mirarla con detenimiento, él observó lo tensos que se veían sus hombros y la inquietud que pesaba sobre su ceño fruncido. Sus labios estaban torcidos en una mueca inconsciente y se abrazaba a sí mismo con ademán pensativo.

Pasó un largo rato así que se antojó una eternidad, hasta que Sarahí se levantó del suelo y suspiró. Ella cayó en la cuenta que Phil le observaba vagamente, y dijo:

—Iré a la cocina... ¿quieres venir?

Como Phil no podía negar de ninguna manera el hambre que le abrumaba, asintió y fue detrás de ella al ponerse de pie. Tras abandonar la habitación furtivamente y en un gran silencio, caminaron de forma incómoda a través del pasillo que había al exterior. Luego se metieron al umbral sin puerta que yacía del lado izquierdo.

Ahí se extendía una amplia e increíble cocina, como esas de restaurantes. Tenía una mesa, y estufas y hornos. Era asombrosa y daba un aire cómodo por las cálidas luces que colgaban del techo. No había ni un alma por ahí, por lo que Phil pudo sentirse algo tranquilo y relajar los hombros.

—Toma lo que quieras —le dijo Sarahí, paseándose por la cocina y mirando su alrededor—, no es que importe mucho si algo falta y tampoco se darían cuenta de inmediato.

Phil no contestó y se limitó a emular sus acciones. De este modo, ambos terminaron con un sándwich en sus manos, sentados sobre los taburetes y con los antebrazos apoyados sobre la mesa de caoba. Ahí también había lavabos y una buena cantidad de vasos y platos sin lavar; daba la impresión de que las personas que trabajaban ahí tenían un horario muy estricto que jamás ignoraban aun les faltase cosas por hacer.

—Debe haber sido difícil crecer aquí —murmuró Phil solo para hacer conversación. No pretendía que Sarahí ahondase en su pasado o le contaste algo respecto a su vida en particular; sino, más bien, el silencio entre ambos empezaba a inquietarle.

—Lo fue —contestó ella con la mirada perdida en un punto invisible a la distancia—. Solo imagina... Un montón de gente rica, millonaria y con terrenos y terrenos por herencia teniendo como hija a una niña torpe y extraña que habla consigo misma y no nació con el don de la hipocresía que se necesita para sobrevivir en este mundo.

No lo dijo con total amargura; en cambio, había leve diversión en su tono de humor y una pequeña sonrisa en sus labios. Fuera lo que le hubiera atormentado en el pasado, ahora mismo ya no parecía tener ese efecto. Phil podía entenderlo; a él le había ocurrido algo similar con la muerte de sus padres.

Había un punto en la vida donde cosas así dejaban de tener sentido. Te cansabas de pelear. Te cansabas de exigir... y entonces simplemente suspirabas de cansancio y pensabas: "bueno, ya qué".

—No he convivido con muchas personas de la familia Real —confesó Phil, pensando en las cosas que había vivido desde temprana edad—, pero a las que he conocido puedo decirte que eran una espina y un dolor terrible de cabeza... Supongo que es lo único malo de vivir en la capital.

Sarahí se encogió de hombros.

—Tal vez —dijo—. La verdad es que cuando recibí el mensaje de los Espíritus, me alegré como no tienes idea... Sentí que por primera vez en mi vida iba a ser de utilidad para una causa, y también porque me dio la idea de que podía restregarles esto a mis padres... "¡No soy una completa inútil!", podría decirles eso cuando los ayudé a salvar al mundo.

Una sonrisa algo penosa tiró de los labios de Phil y la miró. Sarahí era una mujer ciertamente peculiar y extraña, mas también había un aura tranquilizante y amable que le hacía sentir en confianza... es decir, sí, lo sacaba de quicio con su manera de ser y su devoción hacia Mason, mas viéndole justo ahora fue como ver otra parte de ella.

Y esa parte de ella fue menos demandante y exhaustiva de lo usual. Apoyó una mano en su hombro a modo de consuelo.

—Salvaremos al mundo —decretó con una certeza que, muy en el fondo, no sentía—. Y entonces ya ni siquiera tendrás que pensar en tu familia, porque estarás ocupada viviendo el sueño y volviéndote una de las personas más populares en Heldoria.

—Eso suena bien... ¿y qué hay de ti?

—¿A qué te refieres?

—¿Tú qué quieres hacer, Phil? Te acabo de decir mis razones egoístas del porqué quiero hacer eso, ¿cuáles son las tuyas?

La sonrisa de Phil se tornó irónica.

—¿Acaso no crees que alguien quiere salvar al mundo solo porque es lo correcto? —indagó.

Sarahí lo pensó por unos momentos. Eran esas veces donde sus ojos y manera de analizar lo que le preguntaban tenía un aire inocente y angelical; como el de una niña pequeña que en realidad no entendía cómo funcionaba el mundo.

—No —dijo finalmente—. Me gusta creer y confiar en las personas... y me gusta creer que muy adentro todos tenemos una causa por la que luchamos y, justo por ello, me costaría confiar en alguien que solo pelea por sus ideales; porque entonces me haría preguntarme qué le orilló a vivir solo de ellos y qué haría por cumplirlos, ¿entiendes lo que quiero decir? Creo que el ser humano es incapaz de hacer algo tan altruista como salvar al mundo solo porque es lo correcto... pienso que, si lo hiciese, sería para salvar en conjunto a su familia, o quizá para obtener reconocimiento y admiración como yo; o porque quiere sentirse poderoso, o porque lo ha perdido todo y quiere hacer un último acto de amor por lo que alguna vez tuvo. ¿Me dirás cuál es tu razón?

Phil no respondió al acto. Frunció el ceño y sopesó una respuesta por unos largos momentos de silencio.

—No lo sé —soltó—, nunca lo había pensado. Supongo que solo acepté en un inicio porque los Espíritus no me dejaron opción y, ahora que estoy aquí, me da la sensación de que no vale la pena renunciar.

—Esos son unos motivos algo pobres.

—Quizá. Aunque no tendrías que preocuparte por mí, Sarahí, sino de tu príncipe; ¿cuáles son las razones de él para esto?

Ella volvió a encogerse de hombros.

—No me importan sus razones —admitió—, mientras el mundo sea salvado de la forma en que los Espíritus lo predijeron, estoy bien con que el Príncipe Artemis se reserve para sí mismo esos motivos.

—¿Y si lo hace por las razones equivocadas?

—¿Cuáles serían esas?

—Que quizá no le importa el mundo. Y que quizá nos traicionará en el último minuto solo para ver cómo se destruye todo.

Sarahí parpadeó varias veces, y luego se rio.

—¿De verdad crees que él nos haría eso? —inquirió. Sus ojos brillaban con una mezcla de duda y humor; como si quisiese tomarse el asunto a juego y, al mismo tiempo, no pudiera hacerlo realmente.

—No lo sé —murmuró Phil—, pero sí creo que deberíamos prepararnos para lo peor. Tener un plan si eso sucede... Y sobre todo, no depender de él.

Si el plan comenzaba a girar en torno a Mason, entonces todo se vendría abajo en el momento en que las predicciones de Phil se volvieran correctas.

—¿Cómo se supone que no dependamos del héroe de la profecía? —Sarahí gruñó por lo bajo y se cubrió el rostro—. Entiendo lo que quieres decir. Es verdad que desde que hallamos al Príncipe Artemis me ha aterrado la idea de contemplar otras posibilidades... Por favor, Phil, si comienzas a ver señales de que tus palabras estén por hacerse realidad, dímelo lo antes posible; no puedo negar que me he ilusionado con el Príncipe Artemis incluso antes de conocerlo. Justo ahora no puedo verle con parcialidad, y me aterra que eso sea un problema a futuro. ¿Puedes prometer que harás eso? ¿Que me abrirás los ojos a la fuerza si es que se vuelve necesario?

—Lo haré.

Phil no tuvo que vacilar o pensárselo demasiado antes de dar aquella respuesta.

Una sonrisa creció en los labios de Sarahí de oreja a oreja.

Después terminaron de comer en silencio y ambos se deslizaron discretamente de vuelta al cuarto. Ninguno durmió como debía ser, y es que, en realidad, no tenían sueño cuando había tantos "y si hubiera" revoloteando por sus cabezas.

.

Partieron en cuanto amaneció. Sarahí les dijo que así fue para evitar tener que hablar con sus padres sobre el porqué había vuelto y, como los demás tampoco tenían intención de detenerse por ello, accedieron a marcharse... aunque no sin antes obtener un pequeño refrigerio.

Estando de regreso en el carruaje, el asunto se sintió distinto. Había muchos más transportes sobre la carretera y en dirección al gran palacio de Heldoria, el cual se distinguía tanto por su inmensidad como su altura. En las más altas torres colgaba la bandera del reino: un triángulo morado con el fondo negro, y justo en el centro del triángulo un escudo en blanco que simbolizaba la grandeza de Heldoria.

Phil no recordaba mucho acerca de historia respecto a su reino, pero sí sabía que Heldoria era uno de las más grandes regiones en todo su mundo. Contaba con alrededor de 120 pueblos que rodeaban toda la capital, los cuales se extendían en su mayoría hacia el oeste. También era uno de los pocos reinos que se había mantenido en pie luego de que el Círculo de Fuego fuese activado y los demonios comenzaran a asesinar a todos; por eso mismo, se había convertido en el núcleo de la economía y el comercio. Muchos otros reinos dependían actualmente de Heldoria, incluso había rumores de que algunos se acoplaron al gobierno con tal de evitar morir por la pobreza y la hambruna.

Entre más se acercaron al palacio, más se intensificó el tráfico. Calles repletas de carruajes. Personas atravesando de un lado a otro; hablando y gritando. Todo ese conjunto de ruidos babélicos no tardó demasiado en empezar a agobiar a Phil.

—Oh, mierda —fue la forma en que Mason expresó su admiración, con media cabeza saliendo por la ventana y con sus ojos abiertos de par en par—, eso es genial.

Phil estaba seguro de que Mason jamás había estado así de cerca antes de un palacio... y luego se preocupó un poco de que no pudiese reprimir sus instintos de ladrón. ¿Y si les hacía pasar vergüenza robándose algo antes de saberlo?

Y luego una teoría le golpeó en la cabeza.

Ensanchó los ojos y miró a Mason. Y de pronto pensó en todo lo que él mismo le había dicho.

Riqueza y fortuna...

Después no pudo evitar recordar las palabras de Sarahí.

"Creo que el ser humano es incapaz de hacer algo tan altruista como salvar al mundo solo porque es lo correcto".

Un nudo le asaltó la garganta y la ira le inundó. Eso explicaba todo, pensó... ¿cómo no lo había pensado antes?

Es que era tan claro como el agua cristalina de un río.

Mason planeaba robar algo del palacio... algo lo suficientemente caro como para compensar todo el viaje.

Porque, claro, Phil sabía que era imposible que existiera otra explicación. Mason los había seguido hasta ahí. Mason estaba completamente indiferente a los Espíritus o a la salvación del mundo.

El mismo Mason lo había dicho: "Yo no voy a salvar a nadie".

Phil se maldijo a sí mismo por no haber caído en la cuenta antes.

Y odió aún más a Mason.

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