Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14. ¿Quién es en realidad?

Llegaron a los puntos de control antes del atardecer.

La luz anaranjada y amarilla del sol les bañaba por completo, haciendo evidente que solo estaban a menos de media hora antes de que el toque de queda les obligara a refugiarse. Una gruesa y alta muralla se levantaba en torno a la capital, con el propósito de mantener a raya a la gente equivocada y cuidarse de los demonios; había puntos de control a lo largo de toda la muralla, en donde guaridas y centinelas montaban guardia durante día y noche. Sin duda, los que más pagaban para procurar mantener su seguridad eran los de la alta sociedad.

—Por favor, identifiquense para poder permitirles el acceso a Lotria —pidió el centinela una vez que el carruaje se detuvo frente a unas puertas abiertas de mármol. Eran enormes y lujosas, y más allá se extendía un grupo de guardias y el camino hacia la capital Lotria.

Phil abrió la boca, asumiendo que tendría que jugar la carta de "Caballero de la Corte de Luz" para que pudiesen pasar, sin embargo, antes de incluso hacer amago de moverse Sarahí lo hizo antes. Sacó la cabeza por la ventana para estar más cerca del centinela, y entonces le dijo algo que Phil no alcanzó a escuchar.

No obstante, sí fue de ayuda, puesto que el centinela asintió con la cabeza y les hizo una seña para que continuaran avanzando.

—¿Qué le dijiste? —la curiosidad de Phil le traicionó incluso antes de pensar en decirle otra cosa.

Sarahí arqueó las cejas. Por sus ojos cruzó un brillo de diversión, mientras se llevaba el índice a los labios.

—Es un secreto —dijo—, me gustan los secretos.

—Los secretos son interesantes —concordó Mason, repentinamente atraído hacia la conversación—. Por favor, dime que en realidad eres la hija perdida del rey de otro país y tienes un montón de influencias en todo el mundo.

—Si tuviese ese montón de influencias, ya lo habría usado a nuestro favor. —Sarahí ladeó la cabeza en incomprensión.

—Olvídalo...

Tardaron un poco en avanzar a lo largo de la calle, puesto que tuvieron que detenerse en más puntos de control para que revisaran sus pertenencias y sus permisos de portación de armas. Dado que Sarahí no tenía ni uno solo, Phil ahora sí tuvo que interceder por ella. También hubo un incómodo chequeo general en el que tuvieron que bajarse del carruaje para que un grupo de centinelas les inspeccionaran todo lo que llevaban consigo.

—Es la primera vez que me manosean de ese modo —murmuró Mason con cierto aire confundido una vez que volvieron al interior del carruaje—, te juro que esa centinela se demoró más a propósito...

—Nadie está tan interesado en ti como para hacer eso —refutó Phil, rodando los ojos y asomándose por la ventana.

—Estoy segura de que el Príncipe Artemis tiene muchos atributos físicos que harían que una gran cantidad de personas se interesen en él —aportó Sarahí, como si no hubiese una mayor verdad absoluta que aquella.

Mason sonrió y le guiñó el ojo a ella.

—¿No serás una de esas personas de casualidad? —inquirió con tono sugestivo.

Sarahí meneó la cabeza.

—Oh, no, claro que no... yo jamás podría verle de ese modo —aclaró sin intención de ser cruel. Sarahí solo estaba siendo Sarahí; sincera y extraña como solo ella podía serlo.

—Eso es aplastante. Aunque está bien; tampoco eres mi tipo.

—No estoy segura de entender qué significa eso.

—¿En dónde deberíamos detenernos? —La voz de Erned les llamó desde la parte delantera del carruaje, habiendo hecho caso omiso de su conversación hasta ahora—. No tenemos mucho tiempo antes del toque de queda...

—Ve a la parte este —indicó Sarahí, girando el cuello para acercarse a Erned por la rendija que les separaba—, justamente por donde se están yendo todos esos carruajes. —Señaló hacia una fila de lujosos transportes que subían por aquellas calles apretujadas e inclinadas.

Phil arrugó la frente.

—¿Para qué iremos hasta allá? —indagó sin entender—, las posadas están aquí.

Sarahí no contestó; ni siquiera lució como si le hubiese oído. Phil suspiró y esperó que al menos ella supiera lo que estaba haciendo.

De todos modos, no es que no tuviese planeado irse por su cuenta si descubría que el plan de Sarahí era quedarse a dormir bajo un puente.

Faltando alrededor de quince minutos para el anochecer, el carruaje se abrió paso hacia una zona de Lotria que Phil jamás había visto. Ahí vivían todos los duques y aristócratas que eran lazos secundarios de la familia Real. En consecuencia, ahí se podían avistar casas hermosas y bien cuidadas. Sus patios eran extensos y llenos de flores exóticas, sin un solo cardo creciendo sobre la acera; la sola fachada ya era preciosa, y todas las casas tenían pórticos elegantes frente a las cuales yacían estáticos carruajes.

La mayoría de los aristócratas dueños de aquellas casas no solían estar en ellas realmente; era usual encontrarlos dirigiendo pueblos lejanos o manteniendo sus terrenos en islas que pertenecían a Heldoria. Solo se asentaban en aquellas casas cuando había eventos tan importantes como aquel; pues, incluso si el palacio Real de Heldoria era enorme como para abrigarlos a todos, ciertamente solo guardaban esos lugares para personas aún más especiales.

Por razones de sobra, Phil nunca había tenido necesidad de ir a aquella zona, conocida también como "El Rincón de los Aristócratas", aunque también tenía otros nombres más vulgares y groseros por los que era conocido para la gente de clase baja. Phil tragó saliva, y observó entonces que el palacio Real se podía visualizar desde aquel sitio.

Abrió los ojos de par en par y se le secó la garganta. No fue hasta que el carruaje se detuvo ante la señal de Sarahí que cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo.

—¿Por qué estamos aquí?

Sarahí siguió sin darle explicaciones y ayudó a Mason a bajar del carruaje (no hace falta explicar que Mason poca ayuda necesitaba en realidad), por lo que Phil se quedó sin más remedio que imitarlos.

—Dejemos el equipaje donde está —dijo Sarahí—, no es que vayamos a necesitar algo de eso.

Aún confundido y perplejo, Phil tuvo la fuerza suficiente para salir de su shock e ignorar las palabras de Sarahí. No podía sentirse tranquilo sin su espada; ya había pasado mucho miedo durante la pelea con el demonio, y la sola idea de estar indefenso sin ella por la noche era todavía peor.

Cruzaron el inmenso patio, sobre el cual Phil podía asegurar haber visto una avestruz. Meneó la cabeza y observó cómo se detenían frente al pórtico, que era sostenido por un par de columnas blancas con pequeños detalles inscritos. La puerta era de fina madera y el pomo de oro.

Sarahí subió por los dos escalones que ahí había y llamó a la puerta.

Phil quería entender lo que estaba sucediendo. Pero simplemente era imposible.

¿Qué hacían en ese sitio, una zona exclusiva para gente con sangre de la realeza? ¿Por qué Sarahí no se dignaba a decirle una sola palabra y solo seguía avanzando con la certeza de que le seguirían?

Y sobre todo, ¿por qué ella actuaba como si no estuviese por cometer una locura?

Se sobresaltó en sobremanera cuando la puerta se abrió, preparado para escuchar un montón de gritos y maldiciones acerca de por qué un montón de pulgosos estaban afuera en el pórtico. Sin embargo, la realidad fue muy distinta (para su extraña suerte).

Al otro lado había una mujer de nariz larga y grande, pómulos altos y ojos de un intenso azul. Del mismo azul del que eran los ojos de Sarahí. Su cabello cenizo rubio estaba recogido en una pañoleta púrpura y usaba un vestido floreado que parecía ser su atuendo casual.

La nariz grande se le arrugó a la mujer cuando vio a Sarahí.

—¿Qué haces aquí? —le espetó, en lugar de un "¿quién eres?", como Phil creyó que ocurriría.

—Hablemos en la mañana —cortó Sarahí. De pronto el rostro se le transformó; ya no era más esa mujer torpe y extraña que no parecía medir sus palabras, sino, más bien, alguien que pertenecía a ese mundo. Con la mirada fría e indiferente.

Phil sintió un escalofrío recorrerle la espalda al verle.

—Quiero una explicación ahora mismo —gruñó la mujer desconocida.

—A menos que desees que los demonios entren por tu puerta, te sugiero que mejor tratemos el tema en la mañana —insistió Sarahí, arqueando las cejas—. Y ellos vienen conmigo.

Sin darle más alternativa, Sarahí les hizo un gesto a ellos y entraron con la cabeza baja. Phil y Erned veían hacia el suelo y lucían incómodos; Mason bostezaba y no dejaba de estirarse como un gato a medio despertar.

—No esperes que te recibamos con los brazos abiertos —musitó la mujer luego de cerrar la puerta—. Haz lo que quieras, pero más te vale explicarme mañana por qué haz vuelto y luego largarte.

Sarahí no contestó. Todos le siguieron al ver que ella se proponía dirigirse a otro lado dentro de aquella enorme casa... la cual, siendo sinceros, era increíble. Phil sintió un nudo en la garganta al advertir lo aterrador y enorme que era el vestíbulo. Había unas largas y grandes escaleras que dirigían hacia el piso superior, cuyas habitaciones se avistaban por ese delgado pasillo bordeado al aire libre. Phil no pasó por alto el hecho de que no hubiese ventanas en ningún lado, o que las paredes fueran tan gruesas que no había lugar para ruidos exteriores. Se estremeció al pensar que esas eran las precauciones que tomaba la gente rica contra los demonios.

Guiándolos a través de la casa, Sarahí acabó en una habitación que estaba en el primer piso. Habían ido por una especie de pasillo secreto y escondido por detrás de las escaleras y ahora estaban ahí, un tanto incómodos y sin entender nada.

No fue hasta que Sarahí les abrió la puerta al cuarto y les dejó entrar que ella suspiró y dijo:

—Oh, chicos, en serio lamento eso... No pensé que ella fuera a abrirme la puerta.

—¿Quién se supone que eres? —cuestionó Erned de pronto, y Phil se sorprendió; había asumido que dentro de su propia corte ellos se conocían entre sí.

Un rubor subió a las mejillas de Sarahí, que jugueteó con uno de los rizos de su cabello y carraspeó con la garganta. La habitación en la que ahora estaban era simple y espaciosa; una cama con doseles, una alfombra púrpura, un escritorio y dos cuartos extra. La luz de las farolas era débil y daba la impresión de haber estado siempre encendidas.

—Eh, bueno, mi mamá es algo así como la prima segunda del rey —dijo Sarahí, juntando y arrastrando las palabras de forma torpe.

—Oh, eso explica por qué te veías tan extraña con tu capa y espada —murmuró Mason.

Phil, extrañamente, estaba de acuerdo con él. Y justo en ese instante comenzó a preguntarse cómo diantres Sarahí había conseguido volverse la líder de todos esos dementes.

—Bueno, realmente no quisiera hablar sobre mi familia —respondió Sarahí, viendo hacia la punta de sus zapatos y apretando los labios en una fina línea recta—. La cosa es que al menos ya estamos aquí... no habría venido si no supiese lo caras que son las posadas dentro de la capital y, además, estamos más cerca del palacio.

—Pero atrapados aquí —intervino Phil, inspeccionando su alrededor y la piedra que constituía las paredes—. De haber sabido, me habría ido a una posada por mi cuenta... y espera, ¿entonces tú también venías de aquí?

—Pues sí.

—¿Por qué no lo mencionaste? O algo de esto en primer lugar... Me habría sentido mejor de saber que alguien de la Aristocracia de Heldoria estaba liderando su grupo.

Sarahí se encogió de hombros.

—No me gusta hablar de eso —fue se excusa.

Phil soltó un suspiro. No entendía a Sarahí, aunque, más bien, no entendía a ninguno de los que estaban ahí.

Pero tenía razón en algo: al menos estaban a salvo de los demonios.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro