Capítulo 12. De mentiras y heridas.
Phil despertó en una habitación limpia y ordenada. Silencio de ultratumba y una extraña sensación recorriendo su cuerpo desde los dedos de sus pies hasta la punta de su cabeza.
Parpadeó varias veces, frunciendo los ojos y tratando de entender cómo es que había llegado hasta ahí. El cuarto era amplio y desconocido ante sus ojos; había múltiples muebles a lo largo y ancho, así como una alfombra gruesa y marrón que se extendía sobre el suelo. También tenía cierto aire rústico, por lo que no era del todo lujosa y emitía un poco de inquietud.
Giró la cabeza sobre la almohada y se encontró con un pequeño escritorio, detrás del cual yacía una ventana cubierta por una delgada cortina; a través de ella se filtraban lo que parecían ser los primeros vestigios de la luz solar.
Phil abrió los ojos de hito en hito cuando un montón de cosas hicieron conexión en su mente de un golpe. Aquella luz debía ser del mediodía... y no podía tratarse del mediodía que le habría gustado; había pasado horas inconscientes, ¿y qué tantas? Pues la verdad es que ni siquiera quiso ponerse a contarlas.
Sintió una punzada contra su estómago cuando también recordó lo que había sucedido y el por qué había quedado inconsciente....
¡El demonio!
Se incorporó casi de un salto sobre la cama, y maldijo al instante su impulsividad. Sus labios se torcieron en una mueca cuando un intenso dolor le recorrió todo el cuerpo y se dobló sobre sí mismo. Al ver hacia abajo, advirtió que su abdomen estaba vendado y, algo intrigado, sopesó la idea de quitar las vendas para revisar qué tan mal había quedado su herida.
Si todavía estaba vivo, es que no debió ser del todo terrible.
Sin embargo, antes de poder hacerlo, se sobresaltó cuando alguien llamó a la puerta.
—¿Phil? ¿Estás despierto?
Era Sarahí la que estaba al otro lado. Phil gruñó en respuesta, para hacerle saber que estaba más consciente que un cerdo a punto de ser sacrificado.
Las bisagras de la puerta chillaron y de ahí emergió el rostro consternado de Sarahí. Phil soltó un denso suspiro y la vio acercarse; ella se veía angustiada y vacilante, puesto que ni siquiera le miraba a los ojos y sus pestañas no dejaban de batirse entre sí.
No obstante, al verle, Sarahí se mortificó.
—¡No te levantes! —soltó, acercándose y empujándole por los hombros para volverle a recostar sobre la cama. Phil se abstuvo de mencionar en voz alta que aquel gesto había sido innecesariamente doloroso.
—¿Qué sucedió? —demandó saber a cambio.
Sarahí apretó los labios en una fina línea recta.
—Deberías estar muerto —fue su respuesta; no con frialdad, sino a una manera de explicación.
—Ya veo.
Los colores subieron al rostro de la mujer.
—¡No es que lo desee! —se apresuró a aclarar, jugueteando nerviosamente con sus pulgares—. La herida que te hizo el demonio fue muy profunda... para cuando Mason logró sacarte de ahí ya te habías desangrado demasiado, y creímos con sinceridad que no ibas a conseguirlo.
Phil arrugó las cejas.
—¿Y entonces? —cuestionó, viendo su abdomen y sintiéndose algo mareado ante la idea de que hubiese estado al borde de la muerte—, me imagino que algo debió suceder...
—¿Honestamente? No estamos seguros. Mejoraste de la nada. Nuestra teoría es que los Espíritus del Viento tuvieron algo que ver con eso.
—Otra vez con esos Espíritus.
Sarahí le riñó con la mirada.
—¿Qué otra explicación sino hay? —espetó—, los Espíritus te eligieron para formar parte de nosotros y ayudar al Príncipe Artemis. Tengo la impresión de que los Espíritus saben lo que sucederá y, por tanto, no permitirán que nada vaya contra sus planes.
—¿Así que sugieres que los demonios son algo que ni ellos pueden preveer dentro de sus planes? —se burló Phil—. Increíble. —Soltó un suspiro y cerró los ojos—. Dime que al menos lograron acabar con ese maldito demonio...
—Eh, no exactamente. Digamos que huyó.
—¿Qué?
—No fue nuestra culpa. Luego de atacarte, salió volando de la casa y no pudimos seguirle el paso.
Impredecibles. Sanguinarios. Hasta manipuladores.
Los demonios eran de lo peor. Phil podía imaginarse que el demonio había huido al darse cuenta que la situación ya no era tan divertida como antes.
Y luego maldijo entre dientes al recordar que el demonio había probado su sangre... a partir de ahora, tendría que mantener un extremo cuidado.
O sino él lo encontraría. Y esta vez, acabaría su trabajo.
Se mordió el labio inferior con fuerza y giró la cabeza.
—Déjame dormir, por favor —imploró—, estoy tan exhausto que podría morirme justo ahora.
—De acuerdo. Estaremos abajo esperando a que despiertes para proseguir con el viaje...
Sarahí no protestó y solo se quedó ahí unos momentos más. Acto seguido, Phil la oyó cerrar la puerta y regresar al cuarto a su silencio original.
Volvió a quedarse dormido.
Ahora soñó con un bosque de densa vegetación y humedad.
—El rey ha sido encontrado —susurró la voz con la que Phil ya hasta se sentía familiarizado—, el mundo la paz encontrará. Siempre que llegue hasta el final de la profecía, las cosas volverán a la normalidad.
Fue todo lo que le dijo. Últimamente lo ponía en más acertijos.
Phil abrió los ojos cuando su cerebro le dijo a gritos que despertara. Fue realmente extraño; en el momento en que lo hizo, alguien abrió la puerta del cuarto.
Se sobresaltó por la casualidad (que quizá no lo era tanto) y un montón de sentimientos subieron a su cabeza cuando advirtió que, en esta ocasión, fue Mason el que entró. Él también lucía sorprendido, como si no hubiera esperado hallarlo despierto.
—Sarahí dijo que seguías inconsciente —soltó, algo ofuscado; como si Sarahí le hubiese dicho una horrible y despiadada mentira—, ¿qué haces despierto?
—¿Qué es lo que quieres? —contestó Phil de mala gana, arrugando el entrecejo y sin ánimos de incorporarse solo para mantener una conversación más adecuada.
Mason arqueó las cejas y se reclinó sobre el marco de la puerta.
—Oh, lo siento, ¿acaso el arañazo del demonio que casi te mata te ha desactivado ese lado del cerebro capaz de hablar con modales? —indagó con una sonrisa cruel e irónica—. Yo recordaba que antes al menos fingías algo de diligencia...
—¿Terminaste con tu sarcasmo? Porque realmente no quiero hablar contigo justo ahora —interrumpió Phil. Ni siquiera se había dado cuenta, pero no fue hasta que miró su brazo de reojo que notó que también ahí estaba vendado. Quizá por ello le dolía tanto ese lado de su cuerpo.
—Espera, ¿estás enojado conmigo?
—Disculpame, Mason, la próxima vez seré más amable con la persona responsable de hacer huir a un demonio.
El enfado cruzó por la mirada de Mason.
—Claro —ironizó—, entonces yo la próxima vez te dejaré pelear por tu cuenta... Porque era obvio que tenías todo bajo control cuando estaba a punto de matarte.
—No necesitaba tu ayuda. —Phil ya ni siquiera podía disimular el horror que le provocaba el simple concepto de hacerlo—. Y tampoco recuerdo haberte pedido que entraras a distraerme.
—Descuida, yo tampoco tenía ánimos de ir a salvarte; y más teniendo en cuenta que sabía a la perfección que tu orgullo jamás te permitirá reconocerlo. —Mason se encogió de hombros e hizo un ademán de mano al aire—. Pero está bien... dejémoslo en que cuando vuelvas a tener un demonio a punto de matarte dejaré que te las arregles por tu cuenta. Ya descubrimos, después de todo, que los Espíritus no están dispuestos a dejarte ir así de fácil.
—¿Para qué viniste?
—¿Verificar que estés despierto para hacerte enfadar no es razón suficiente?
Phil le miró con fastidio. Mason dibujó una sonrisa y se encogió de hombros.
—Solo vine a revisar que no te estuvieras muriendo —aclaró con ademán de burla, cruzándose de brazos—. Sarahí se lo tomó en serio y no dejó que nadie se acercara a tu cuarto en las últimas horas...
—¿Cuánto tiempo pasó?
Mason lo pensó por unos momentos.
—Como medio día —murmuró—, o algo así. Yo qué voy a saber. De todos modos, ya nos estás arruinando el viaje... si tan solo no hubieses sido un completo idiota ya estaríamos camino a la capital o lo que sea. Qué genial manera de joder un viaje, ¿eh?
—Estoy herido, pero eso no evitará que trate de estrangularte —amenazó Phil de mal humor.
—Oh, ¿quién iba a decir que tenías esos extraños fetiches? No luces como de esas personas...
—Nunca les pedí que se quedaran conmigo. Pudieron haberse largado a la capital sin mí.
Mason asintió.
—Sí, fue lo que le dije a Sarahí —admitió—, aunque bueno, le dije más bien algo como "es un chico grande, sabe cuidarse solo", y ya sabes. Sin embargo, ella se veía algo ansiosa... quizá pensaba que los Espíritus esos le harían algo si partía sin ti. —Soltó un suspiro dramático—. Y pensar que creía que solo haría caso a lo que yo dijera.
—Bien. Ve y dile a Sarahí que deje de preocuparse —dijo Phil, derrotado.
—¿Tengo cara de paloma mensajera? Ve y díselo tú; si esos espíritus te tienen tanto aprecio, significa que ya estás bien como para caminar.
Phil tensó la mandíbula.
—Entonces lárgate —musitó. Mason alzó las manos en señal de calma.
—Por los dioses, te pones de mal humor cuando un demonio te corta por el estómago y te deja al borde de la muerte. —Aquella sonrisa burlona y completamente ajena a los burbujeantes sentimientos de Phil (acompañados de la pregunta de qué tan terrible sería cometer un homicidio por algo así de vano) le hizo apretar los puños.
Sin embargo y para su fortuna, Mason no agregó nada más y dejó el cuarto. No fue hasta veinte minutos después que Phil suspiró y se animó a levantarse de la cama.
Descubrió que, incluso cuando se sentía terriblemente mareado y anémico, la experiencia de abandonar la habitación y salir al pasillo no fue tan desagradable como se imaginó que sería.
Le dolía el estómago, pero era similar a la sensación de una herida que había tenido hacía ya mucho tiempo y que había cicatrizado hace años. Era doloroso si se esforzaba mucho, mas en general, solo era el fantasma de algo que estuvo ahí hace mucho. Del mismo modo con su brazo que, al observarlo con más detenimiento, descubrió que la piel ahí había adoptado una apariencia distinta al cicatrizar; más ruda y morena.
Phil no se detuvo a mirarse la piel por demasiado tiempo, pues entonces llegó a unas escaleras en caracol, y miró hacia abajo con aire inquisitivo. Nadie le había dicho siquiera en donde se suponía que se encontraba. Ese sitio no se veía como una posada, así que, ¿quién se suponía que les había acogido en su casa sin problemas?
Al bajar con dificultad por las escaleras y llegar al final, Phil observó una sala que se extendía ante sus ojos: alfombra roja y gruesa, mesa y sillas de madera fina y de caoba; cuadros de personas que jamás había visto; la luz del sol entrando por una ventana limpia y transparente.
Cayó en la cuenta que había un montón de personas apiñadas al fondo de la sala, en torno a una mesa. Phil, algo dudoso, se acercó y arrugó la frente.
Entonces un hombre bajito y de complexión robusta se levantó de su asiento, diciendo:
—Me alegra que haya despertado sin mayores inconvenientes. Me contaron acerca de sus hazañas para proteger este pueblo... Y me alegra como no tiene idea haberlo podido tener con nosotros durante el ataque del demonio.
Phil parpadeó varias veces.
—¿Eh? —la confusión se le hizo notable en la mirada.
A los pocos instantes y mientras Sarahí también se ponía de pie y se dirigía al hombre, Mason se acercó a Phil (saliendo de dioses sabían dónde) con una sonrisa.
—Por cierto —dijo en un tono lo suficientemente bajo para no hacerse oír por los demás—, quizá alguien le haya dicho al líder del pueblo que salvaste a todos de una invasión de demonios para que nos dejara quedarnos en su casa... Quizá...
Phil le miró paralizado.
Y el enfado lo encendió.
Sin embargo, estaba tan atontado que ni siquiera pudo decir algo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro