Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11. El color de la sangre.

—¡Príncipe Artemis, nos tenía muy preocupados! —chilló Sarahí una vez que todos se reunieron.

Phil había llegado a ellos antes, por lo que pudo "apreciar" el momento de la emotiva reunión. Puso los ojos en blanco y no se molestó en disimular su desagrado.

En cambio, Mason parecía muy titubeante por la consternación de ellos... y ligeramente incómodo, cosa que le hizo recordar a Phil el porqué le había ayudado en primera instancia: para alejarse del grupo de Sarahí. Después de todo, la cantidad de atención y contacto físico todavía debía resultarle extenuante y confusa.

—Ya tenemos el carruaje listo para partir a la capital —informó Anaid. Partles y Erned a su lado asintieron con la cabeza varias veces, ansiosos por ayudar. Lorson y Harley, en cambio, estaban detrás de Mason atentos a cualquier movimiento que hacía él.

—¿Tan rápido? —Mason lucía sorprendido y arqueó las cejas—. Creí que nos quedaríamos más tiempo en la ciudad...

—Bueno, príncipe Artemis, como bien sabe, el tiempo es algo que escasea un poco en nuestros planes —murmuró Sarahí con leve ademán de vergüenza, viendo hacia el suelo.

Mason lució descontento.

—Como sea.

—Se lo compensaremos de otra manera, príncipe Artemis. Mientras tanto, debemos apresurar cuánto antes el viaje para llegar con su padre y obtener las tropas suficientes que nos acompañen en su misión de la profecía.

—Acerca de eso... No me han dicho realmente qué se supone que debo hacer o a dónde debo ir.

El séquito de Mason se quedó callado. Sarahí carraspeó con la garganta.

—Hemos oído la profecía —dijo—, mas aún hay detalles que no nos han sido revelados. Tenemos la impresión de que, cuando el tiempo sea el indicado, les serán revelados a usted como corresponde.

—En otras palabras, no voy a saber absolutamente nada hasta que a estos condenados espíritus les dé por decirme algo, ¿cierto?

La sonrisa de Sarahí se tornó tímida y cautelosa.

—Podría decirse que así es...

Mason suspiró.

—Ya, supongo que podría ser peor.

Y no, realmente no podía ser peor.

Si Phil había creído que el viaje en barco había sido malo, es que no sabía nada. Estar atrapado en un carruaje con ese montón de locos resultó ser todavía peor, y más porque cada uno tenía hábitos raros e irritantes: Sarahí no dejaba de dar pequeños golpecitos contra el suelo con su pie de forma rítmica; Harley suspiraba cada dos segundos; Erned no dejaba de pasarse la mano por el cabello y mirar a su alrededor; Portles se mordía las uñas y generaba un extraño ruido cada vez que lo hacía; y Anaid tarareaba en voz baja una canción indescifrable. Y Mason se había quedado dormido y ahora roncaba como si hubiese trabajado todo el día.

El carruaje era pequeño y apretujado; con suerte habían conseguido uno con techo y que no se veía del todo destartalado. Sin embargo, como no había mucho espacio, iban todos apretados. Phil tenía a Mason y Sarahí a un lado, y a Anaid del otro. Delante tenía a Harley, Partles y Erned. Asimismo, era Lorson quien conducía el carruaje.

Phil frunció las cejas y lamentó lo que fuera que hubiese hecho en una vida pasada para merecer lo que le sucedía justo ahora. Hundió los hombros y se mordió el interior de la mejilla.

Incluso si estaba emocionalmente cansado por todo lo ocurrido, se rehusó a dormir en medio de aquella tempestad. Le daba la espina de que, si bajaba la guardia, algo sucedería; y no estaba dispuesto a arriesgarse a ver si estaba equivocado.

El carruaje dejó atrás el pueblo en la costa a las dos horas de trayecto. Ante sus ojos se extendió un nublado y aburrido paisaje en el que no dejaban de verse un montón de árboles y densa vegetación que, a su parecer, era todo igual. Phil suspiró y miró hacia el techo del carruaje, comenzando a aburrirse.

Transcurrieron tres horas, el cielo empezó a oscurecerse aún más y llegaron a un pueblucho sin mucho por decir. Era descolorido y de esos que Phil había visitado meses atrás durante su servicio; se sentía raro volver ahí, porque una parte en su cerebro no dejaba de repetirle que aquello no debía haber sucedido... que algo estaba mal y que era su culpa. Sin embargo, no era así; o no del todo. Ciertamente los Espíritus del Viento o lo que fuera tenían la verdadera culpa de todo.

Pasó media hora desde que habían llegado a ese lugar. El carruaje avanzando a través de calles angostas e inclinadas, cubiertas de tierra y baches. Niños jugando en las calles y viéndoles con notable curiosidad. Mujeres y hombres caminando cerca de ahí y haciendo sus tareas diarias, ignorando abiertamente sus presencias.

Y justo cuando sopesó la idea de cerrar sus ojos y fingir que Sarahí no había estado viéndole en silencio durante los últimos minutos, Phil se sobresaltó al escuchar que alguien gritaba. Fue un grito aturdidor e intenso; como el de alguien que acababa de descubrir una cosa horrible.

El caballo que tiraba de su carruaje se asustó y relinchó con fuerza, a la par que detenía su marcha y se alzaba sobre dos de sus patas.

—¡Un demonio, un demonio! —gritó la voz de una mujer, quizá la que había gritado antes. Phil, sin siquiera ponerse a pensarlo, hizo amago de salir del carruaje; mas Sarahí le detuvo.

—Espera, no sabemos lo que sucede —soltó ella con sus ojos abiertos de par en par, viendo por la ventana—, es peligroso salir de forma imprudente...

Phil soltó un exasperado suspiro.

—Debes estar bromeando —se enfadó—, no te atrevas a detenerme...

Habiéndose despertado por todo el ruido, Mason gruñó por lo bajo y abrió los ojos.

—¿Se puede saber qué está sucediendo? —cuestionó, frunciendo el ceño y luciendo ofuscado.

—Hay un demonio afuera —explicó Harley, como si no hubiese cosa con más sentido.

Dado que no planeaba sentarse a ver la reacción de Mason, Phil no se lo pensó dos veces antes de quitarse a Sarahí de encima y salir de un golpe del carruaje, empujando la puerta con las piernas y saliendo de ahí como si su vida dependiese de ello. Se apresuró hacia el equipaje que habían subido a la parte superior, tomando del montón de armas su espada; no era del todo bonita ni tenía un gran sentimiento, puesto que, en teoría, a todos los Caballeros les daban una nueva al concluir su servicio. Y dado que eso aún no sucedía, Phil debía conformarse con esa vieja espada.

Una vez que la tuvo en sus manos, pudo examinar con calma lo que ocurría.

Había un demonio subido al tejado de una casa de madera, luciendo intimidante y aterrador... y es que, para empezar, tenía sangre escurriendo por sus fieros colmillos. Por si fuese poco, tenía dos alas creciéndole de los omóplatos y sus ojos eran de un intenso rubí; Phil se estremeció al darse cuenta que eran del mismo color a los de Mason.

También cayó en la cuenta que la mujer de antes que había gritado ahora estaba al extremo opuesto, con dos niños a sus lados y con un montón de personas que habían salido de quién sabía dónde para atestiguar la escena.

Y es que, ah, otro detalle importante: la casa en la que yacía el demonio estaba en llamas.

Phil se preguntó cómo es que no había detectado aquel intenso y desagradable olor a humo que ahora le recorría toda la nariz y sistema respiratorio. Maldijo en voz alta y arrugó la frente, retrocediendo dos pasos y alzando su espada para que el demonio finalmente advirtiera su presencia.

—¡Por favor, ayude a mi esposo! —exclamó la mujer con lágrimas en los ojos y sosteniendo las manos de los niños junto a ella.

Phil gruñó. ¿Cómo es que seguía ahí en lugar de haberse ido? Odiaba cuando los ciudadanos y civiles hacían aquello: aparentando que iban a ser de ayuda quedándose cuando, en realidad, no eran sino un estorbo.

—¡Váyanse! —les gritó, esperando que Sarahí también le oyese y lo hiciera. Tampoco quería tener a todo el séquito de perritos falderos molestando ahí.

No tuvo tiempo de ver si el carruaje o las personas se habían ido, puesto que decidió lanzarse hacia el interior de la casa en llamas. El demonio pareció adivinar sus intenciones, ya que utilizó el orificio que había hecho antes en el tejado para volver adentro.

Con solo pisar el umbral de la puerta, Phil sintió que se asfixiaba y que los pulmones se le cerraban. Tosió contra su puño y se cubrió la boca con el ángulo interno del codo; observó que todo su alrededor estaba teñido de naranja y rojo, con las sombras de las furiosas llamas rodeándole y bailando a su alrededor. El fuego lamía la madera con rapidez, cosa que podía atestiguar con mayor facilidad tras descubrir lo débil que era el suelo bajo sus pies.

Pese a ello, se rehusó a dar marcha atrás.

Miró más allá de él, dándose cuenta que había un hombre inconsciente sobre el suelo, en lo que alguna vez debió haber sido una preciosa y decorada sala de estar. En cambio, ahora el hombre yacía sobre el suelo con el estómago abierto y la sangre extendiéndose a ambos lados de él.

Phil sintió náuseas y tensó los puños, viendo entonces al demonio; él se hallaba a metros de distancia, viéndole fijamente con los colmillos por fuera y contiguo al hombre. Debía estar retándole, a juzgar por el brillo perverso de sus ojos.

Y es que, la cosa con los demonios, no era que fuesen asesinos o violentos, sino que eran criaturas sangrientas guiadas por el cinismo y sus instintos. No mataban por necesidad, sino por placer; y no eran violentos porque así lo dictase la ley de la naturaleza, sino porque simplemente así lo querían. Eran absurdos y horribles.

Así eran los demonios.

Phil inhaló y exhaló, percibiendo cómo el aire comenzaba a acabarse.

—¡Phil! —Escuchó a Sarahí a sus espaldas, aunque se oía muy distante—, ¡regresa o te matarás!

Tal vez tenía razón, mas Phil jamás retrocedería. En parte, era porque le aterraba que el demonio decidiera atacar al pueblo en el momento en que flaqueara para reagruparse; y por otro lado, era un tanto orgulloso.

Y otra pequeña parte suya en realidad era indiferente hacia lo que sucediera.

Así que enarboló su espada y fue contra el demonio, que chilló y batió sus alas. Phil esquivó un ataque con sus garras y alcanzó a cortarle la superficie del brazo, mas no fue nada de lo que enorgullecerse. Saltó hacia atrás, maldiciendo entre dientes cuando una llama casi le quemó el cabello y percibiendo la forma en que su visión poco a poco se le oscurecía.

—¡Serás imbécil! —Oyó de pronto, esta vez la voz no le pareció del todo lejana, sino muy próxima a él.

Phil tardó en advertir que era Mason quien le había gritado, y que en realidad estaba justo frente a él. Se veía molesto... y entonces Phil se enfadó.

—¡Puedo hacer esto! —exclamó furioso, apretando los puños por encima del agarre de su espada. Le enfurecía la idea de que Sarahí y Mason le creyeran incapaz de luchar contra ese demonio... A diferencia de ellos, él no era ningún inútil.

Y de este modo, sucedieron varias cosas. Primero, Mason rodó los ojos y le gritó algo más, aunque pronto se volvieron incomprensibles sus palabras.

Segundo, Phil sintió como si todo su mundo se viniera abajo y todo el aire de sus pulmones fuera directamente empujado de ellos; el rostro le palideció y se sintió fatal.

Puesto que, tercero, el demonio había usado aquella distracción y atacado contra él.

Un zarpazo contra su costado y otro más sobre su brazo.

Y, cuarto, Phil no supo qué sucedió después; su visión se oscureció por completo, aunque no sin antes observar el color de su sangre brotando de su estómago y empapando su ropa y manos.

Roja. Como los ojos del demonio. Como los ojos de Mason.

Era fascinante.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro