La Hermandad
En una noche sombría, dos amigos, Edward y Victor, decidieron adentrarse en la Casa de los Secretos para reclamar el legendario Amuleto de las Almas. Ambos hombres anhelaban su poder, pero solo uno de ellos estaba dispuesto a llegar a extremos impensables para obtenerlo.
Edward, consumido por la envidia y el deseo, trazó un plan maquiavélico en su mente retorcida. Sabía que solo uno de ellos podría poseer el amuleto, y estaba decidido a asegurarse de que fuera él. A medida que se adentraban en los pasillos oscuros y angustiantes, la paranoia y la locura comenzaron a enraizarse en su ser.
Cuando finalmente llegaron a la cámara donde se encontraba el Amuleto de las Almas, el corazón de Edward latía con ferocidad. Observó a Victor con ojos maliciosos, llenos de una oscuridad inquietante. La codicia había corrompido su alma y lo empujaba hacia el abismo del horror.
Sin mediar palabra, Edward se abalanzó sobre Victor con una fuerza despiadada. Lo sometió, sus manos convirtiéndose en garras despiadadas. La mirada de Victor reflejaba el asombro y la traición mientras luchaba por su vida.
Con un último acto de desesperación, Victor logró arañar el brazo de Edward, dejando una marca sangrienta en su piel. Pero fue en vano. La determinación cruel de Edward no conocía límites. Sacó un cuchillo y, con un gesto siniestro, lo hundió en el pecho de su amigo.
Mientras Victor yacía en el suelo, su vida se desvanecía junto con la esperanza de escapar de la Casa de los Secretos. Edward, ahora ensangrentado y triunfante, se acercó al pedestal donde el Amuleto de las Almas reposaba.
Sin embargo, en ese momento, una sombra oscura emergió de las sombras. El espíritu vengativo de los que habían sido sacrificados en la búsqueda del amuleto se levantó, envuelto en ira y dolor. Con una risa lúgubre, el espectro se dirigió a Edward.
El espíritu, al comprender el verdadero alcance de la depravación de Edward, decidió impartir su propia justicia. Extendió una mano espectral y, en un instante, el cuerpo de Edward fue consumido por una agonía indescriptible. Gritó en vano, su voz se desvaneció en la oscuridad.
El Amuleto de las Almas permaneció inalcanzable, un objeto maldito que solo se desvelaba a aquellos dispuestos a sacrificar su humanidad en busca de su poder. La Casa de los Secretos retuvo una nueva víctima en sus siniestros dominios, y el espíritu vengativo encontró cierto consuelo en la justicia finalmente impartida.
Y así, la historia de traición, sacrificio y condena quedó grabada en los anales de la Casa de los Secretos, una advertencia para todos aquellos que osaran buscar el poder prohibido del Amuleto de las Almas.
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