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El amor que te da vida

Ya estaba harto de todo esto. Escuela, trabajo, casa. Escuela, trabajo, casa. Era un ciclo exactamente igual desde que entré a la preparatoria. Ni siquiera los fines de semana podía safarme de esta rutina, pues también tenía trabajo y cuando llegaba a casa mis padres me presionaban diciendo que tenía que estudiar. 

Lo que empeoraba la situacíón es que entré en una preparatoria en Tokyo debido al cambio de trabajo de mi padre y no había hecho amigos en estos dos años. En esta escuela nadie soportaba las conductas homosexuales que hacía con Yuuto y siempre era víctima de burlas y bullying. Pero lo más miserable de todo era que no podía irme a vivir a otro lado porque el dinero de mi trabajo de medio tiempo no me alcanzaba para nada. 

Al final, hoy decidí huír de todo. Por la mañana, en lugar de tomar el tren para la escuela tomé un tren que va por las cuidades cercanas del mar. Duré una hora sentado en el tren simplemente disfrutando del silencio hasta que sonó un anuncio.

—Siguiente parada, estación de Yokohama.  

Dicen que las playas de Yokohama son bellas. Decidí bajarme ahí, y mientras el tren llegaba a su destino disfruté de la vista.

Al bajar del tren salí de la estación y miré alrededor. Estaban todos los edificios amontonados y había muchas personas pero no tantas como en Tokyo. Pregunté a las personas en qué dirección estaba el mar. Todos me decían nombres de calles pero obviamente yo no sabía así que decidí explorar por las calles y las tiendas. 

En los lugares más cercanos había muchos puestos de comida y tiendas de 24 horas. Entré a una de esas y pregunté la hora. 9:30. Revisé el bolsillo de mi pantalón pero no había ni una sola moneda. Solo mi celular apagado y una tarjeta de membresía para el tren. Ni siquiera me había traído la mochila, porque para engañar a mis padres era suficiente traer el uniforme. 

Lo único que les importaba de mí es que estudiara. Ya que no tenía dinero para comprar nada, agradecí y salí de la tienda, observando cómo las personas iban y venían apresuradamente y concentrándose únicamente en sus deberes. Seguramente yo me veía igual a ellos en Tokyo. Al contraste de ellos, seguí caminando relajadamente y con entusiasmo, viendo mi alrededor. Al final llegué a un edificio que parecía especial para los turistas. Entré y me situé en frente del recepcionista anciano.

—Buenas tardes. ¿Me podrían decir cómo llegar al mar o darme un mapa? —pregunté intentando sonar lo más amigable que pude y él levantó su mirada y una ceja.

—Tú no tienes ningún aspecto de turista. ¿Por qué un estudiante querría ir al mar en un día de clases a mediodía? —cuestionó con una mirada acusadora. No pensé que ya fuera tan tarde. Tragué saliva y abrí la boca.

—Lo que pasa es que un amigo mío se perdió y pienso que podría estar en el mar, pero no sé cómo llegar. —Al menos eso no sonó tan alocado como huír de mi ciudad. También tapé la insignia de mi escuela, ya que eso podría delatarme.

—Está bien joven, aquí tiene un mapa turístico, espero que le sea útil. El mar está hacia el este. —Me entregó un folleto y regresó su mirada a los papeles de su escritorio.

—¡Muchas gracias señor! Espero que tenga un buen día —agradecí eufóricamente y salí corriendo del edificio. Luego me paré a observar el mapa. Ya no estaba tan lejos.

Seguí caminando lentamente y observando cómo cada vez había menos gente caminando y edificios más grandes como hoteles y un aeropuerto. Llegué hasta el aeropuerto y ví algunos barcos, pero ya que yo quería sentir el mar, seguí la línea que separaba el mar y la tierra en el mapa hasta que ví una casa de verano que seguramente usaban en julio y agosto cuando más gente venía a nadar. Bajé hasta la playa y me quité los zapatos. 

Qué importaba si se mojaban y ya no los podía usar. Lo mismo opinaba de mi camisa y pantalón ridículos del uniforme. Aunque esos no podía quitármelos, había riesgo de que también se mojaran, pues me acerqué a las olas para tocar el agua. Sentí cómo la arena se metía entre los dedos de mis pies, e intenté enterrarlos más. Ojalá pudiera ser tan libre como el mar. A veces pacífico y otras veces agresivo. Como se me diera la gana sin temor al qué dirán los demás. 

Estaba tocando el agua salada hasta que repentinamente el agua se alejó mucho como si fuera succionada por el otro lado. Entonces lo sentí. Un gran terremoto que no me dejaba ni siquiera pararme. Me quedé paralizado mirando al mar. No tenía en dónde esconderme pero tampoco cosas cerca que pudieran caer sobre mí y matarme.

—¡Aléjate de ahí y corre! ¡Luego ve al lugar más alto que puedas! —Escuché unos gritos y volteé a ver. Era un chico probablemente un par de años mayor que yo y mucho más fuerte, a juzgar por su apariencia. No sabía que tenía compañía. Él se arrastró entre la arena aproximándose a mí. La tierra todavía seguía temblando. Yo también empecé a arrastrarme por la arena. Cuando al final nos acercamos el uno al otro él me agarró de la mano, se levantó y me jaló para que yo también hiciera lo mismo—. Sígueme, yo conozco un refugio.

—Pero mis zapatos... —Antes de que yo completara la frase se fue corriendo hacia donde estaban los zapatos y los agarró. Para ese entonces la tierra ya no temblaba. Yo me acerqué corriendo hacia él. Pero él se alejaba de mí dirigiéndose hacia la casa de campamento.

—Si quieres tus zapatos alcánzame. ¡No hay tiempo para esto! Va a haber un... —Se quedó paralizado por un segundo mirando al mar y se echó a correr horrorizado y aventando mis zapatos. 

Yo volteé hacia el mar para ver que era lo extraño y ví una pared de agua que medía fácilmente treinta metros. Esa fue la primera vez que sentí un verdadero temor a la muerte.

—¡Espérame! ¡No me dejes aquí! 

Corrí e intenté alcanzarlo pero tropecé y me arrastré en el suelo. Mi cuerpo no seguía las órdenes que le daba. Él suspiró exasperado y se acercó a mí para levantarme por segunda vez. Se dirigía a la casa de verano, pero de repente dió una vuelta hacia un pequeño monte que separaba la casa de verano y el mar, abrió una puerta de metal que al parecer conducía a una cueva y me aventó para después cerrar la puerta y meterse él. Aún dentro el sonido del mar enfurecido sonaba tan fuerte como mis ganas de ser libre, y enseñándome que se puede terminar hiriendo a muchas personas al exprersarlas. Luego recordé que no estaba solo.

— ¿Este es el refugio? —pregunté dudando, después de que el sonido de las rebeldes olas se detuviera. No podía ver su expresíon debido a que la oscuridad nos invadía pero oí que rió.

—Claro que no, si lo fuera hubiera más personas y estaría más lejos del mar. Y también habriá luz. Es solo que... Ya no alcanzamos a llegar y me acordé de este lugar. Por cierto, ¿cómo te llamas? 

Tenía razón, sería un lugar ilógico para hacer un refugio.

—Nanase Haruya —dije sin más. También quería preguntarle que cómo rayos sabía de este lugar pero me contuve.

—Oh claro, mucho gusto, Haruya. Mi nombre es Sugita Kenjiro. Estoy en segundo grado de universidad y estudio ingeniería civil. Este lugar es un experimento que ha estado en curso desde hace varios años, para ver si se podía hacer una habitación escarbando entre un monte sin que se deshaga. Y afortunadamente parece que fue un éxito. No creo que sea buena idea salir ahora, así que, ¿Qué te parece si platicamos un poco?

Me tardé en reaccionar ya que me impactó la rapidez con la que hablaba y era la primera vez desde hace mucho tiempo que alguien era amigable conmigo.

—Pues ya sabes mi nombre —espeté intentando encontrarlo estirando, estirando mis brazos. Él me sostuvo de los hombros y me sobresalté y pensé que era demasiada cercanía. Me aparté un poco e intenté imaginar que le estaba mirando directamente a los ojos—. Y yo también sé el tuyo. Te diré la misma información que tú me digas primero. Estoy en segundo grado de preparatoria.

Para ese momento mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y pude ver cómo encogía los hombros.

—Veo que eres precavido. Vivo en un internado cerca de la universidad de Yokohama y vivo con tres compañeros de cuarto. Tengo dos hermanas menores, una de quince años y otra de doce, mi color favorito es el verde, mi comida favorita el arroz, mi cumpleaños es el 6 de noviembre, me gustan los videojuegos de Mario y leer libros y ver películas de ciencia ficción.

Realmente parecía una máquina al hablar. Sentí que me miraba orgullosamente y con desdén, y supe que yo tendría que dar toda esa información sobre mí. A pesar de que no estaba convencido en hacerlo, sentí cómo mis pómulos estaban levantados. Ilógicamente lo estaba disfrutando.

—Vivo en Tokyo con mis padres y no tengo a alguien que pueda llamar amigo en la preparatoria. Tengo un hermano de veintiún años. Me gusta el color amarillo, no tengo comida favorita, 15 de marzo...

—¡¿Es en serio?! Faltan 4 días para tu cumpleñaos —me interrumpió, emocionado.

—De todos modos nadie me celebra. ¿Algún problema con eso?

—Qué negativo y amargado eres. Cuántos años vas a cumplir?

—Dieciocho. No es algo especial —digo, demostrando mi desienterés.

—en los países latinos ya serías mayor de edad. Bueno, sigue con tus respuestas —me alentó y seguí su ritmo por quién sabe cuántas horas. 

Me contaba sus cosas como si fueramos amigos de toda la vida y me interrumpía cada dos por tres cuando yo hablaba, lo que hacía que yo hablara menos y revelara menos cosas. Era todavía más extrovertido que Yuuto. Hablaba con tanto entusiasmo que me hacía olvidar la razón por la que estábamos aquí y simplemente escuchaba sus historias. 

Sentía que me había contado toda su vida, y sentí como si fuera la mía y fuera muy feliz, aunque solo estuviera huyendo de la realidad. Pero el sueño me ganó y solo recuerdo que fui rindiendome ante la oscuridad conforme le ponía menos atención a Kenjiro.

El cielo que no dejaba pasar la luz con sus nubes. Las barandillas que estaban alrededor del espacio cuadrado. El colchón estilo futón en el que estaba acostado. Todo era blanco. ¿Que es este lugar? Se supone que estaba en una cueva sin luz. Luego me fijé que había otro futón que tambíen era blanco y no estaba solo. De ese futón salió un señor de complexión ni delgada ni robusta, con barba corta, y al verme se acercó a mí junto con un niño de más o menos 5 años.

—Qué bueno que despertaste, Haruya. Mi hijo quería ir al mar cuando apenas era de madrugada y no pude negarme. Agradécele a él porque cuando fuimos te encontramos a ti y a Kenjiro entre el monte derrumbado. Tu amigo se despertó antes que tú y nos contó cómo terminaron ahí —me explicó y abrí la boca en forma de círculo entre sorprendido y confundido. ¿Qué no se supone que el monte había aguantado el terremoto y tsunami? ¿Acaso lo derrumbó una réplica?

—Muchas gracias a los dos, supongo que usted nos sacó de entre la tierra. No sé si estaría vivo si no fuera por ustedes. —Hice una reverencia frente a los dos. 

Mis palabras eran de lo más sincero que podían ser. Luego sentí que eso no era suficiente así que me arrodillé ante ellos y puse mis manos y cabeza en el suelo para representar mi gran agradecimiento y respeto hacia ellos.

—Oh, por favor levántate. Mejor deberíamos ver qué vamos a hacer de hoy en adelante —dijo el señor y me puse de pie lentamente.

—¡Yo quiero jugar piedra papel o tijera! —exclamó el niño y el papá se rió de él y acarició su cabello.

—No, Shinobu, tenemos que ver qué vamos a comer. Ya casi es mediodía —le respondió y Shinobu hizo pucheros. 

Saqué mi celular de mi bolsillo para abrirlo y prenderlo. No tenía señal, por lo que tuve que configurar la fecha como sábado 12 de marzo y supuse que era mediodía.

—Disculpe la pregunta pero, ¿en dónde se supone que estamos?

—En la azotea de la preparatoria más cerca del hospital. A mi esposa le sangró la cabeza pero los hospitales estaban llenos de personas con heridas mucho más graves y sangrientas, y a muchos que tienen heridas leves y a personas cuyo hogar fue destruido nos indicaron que nos quedaramos aquí. Todos están en los salones pero Shinobu no quiso quedarse ahí. Así que nos quedamos el resto del día de ayer aquí en la azotea. 

Tendría que haber demasiados heridos como para que un sangrado de cabeza no fuera suficiente razón para ir a un hospital. Apenas en ese instante me dí cuenta de lo grave de la situación y cuan irresponsable era. Cuando me había decidido a dirigirme a la puerta, esta se abrió, mostrando a una persona conocida y otra desconocida.

—Sea, cariño, fui a la enfermería a que nos atendieran y parece que su nariz no se deformó ni nada por el estilo, pero mi cabeza... dijeron que necesitaba urgentemente ir al hospital o se podría infectar —dijo una mujer de compleccción delgada y cabello que le llegaba a la clavícula. 

Se notaba su cansancio debido a las ojeras debajo de sus ojos. A su lado estaba Kenjiro con un algodón gigante pegado con cinta adhesiva especial para tela en su nariz. Me llevé una mano a la boca y se me oprimió el corazón al pensar que en parte también había sido mi culpa.

—¡¿Qué?! Si la herida de tu cabeza se llega a infectar podría llegar a la muerte, Natsuko, así que iremos ahora mismo al hospital a exigir un tratamiento —ordenó Sea con un rostro áspero y los tres se marcharon, dejándonos solos. Al menos Shinobu se había despedido. Volví a fijar mi mirada en la nariz de Kenjiro.

—No me mires así, Haruya, la verdad esta gasa es algo exagerado, solo tengo un pequeño moretón. Por cierto, están repartiendo comida enlatada en el gimnasio. ¿Me acompañas?

Me sonrió a pesar de la situación. Si fuera yo ya me hubiera maldecido mil veces y pensado que mi vida no tenía sentido. Era tan optimista, y eso era algo que también me recordaba a Yuuto. Como solía hacer con mi amigo de la primaria y secundaria, simplemente lo seguí. Cuando estaba con Yuuto solía decir tonterías para reírnos juntos, pero mi personalidad había cambiado y ya no era capaz de decir chistes con naturalidad.

—¿Ya llamaste a tus padres o algún familiar? —pregunté mientras bajábamos las escaleras. Kenjiro me volteó a ver y asintió.

—Sí, llamé a mis padres por el teléfono público y me dijeron que en Otsu no se sintió el terremoto y que estaban bien. Tú también deberías llamarlos, ¿No crees?

—No estoy muy seguro. Me preocupa que estén bien pero ellos seguramente piensan que estoy refugiado en la escuela y no los he llamado porque no tengo batería o algo por el estilo. Ya sabes, yo me vine desde Tokyo hasta acá sin decirles nada. Tal vez les pueda marcar cuando la señal se estabilice. 

Estaba un poco reservado a llamarlos hoy porque de seguro estarían en una situación como la mía, y no creía que quieran si quiera escuchar mi voz.

—¿No te das cuenta de que eres un ingrato?— cuestionó al acomodarse las pantuflas después de llegar a otro piso.

 ¿Por qué me estaba clasificando de ese modo si apenas me conoció ayer? ¿Qué no entendió ayer que ellos no me quieren de verdad? Pensé pero no lo dije y llegamos hasta el primer piso. Luego cruzamos por el pasillo que daba al gimnasio y nos encontramos con una larga fila dentro.

—¿Irás a la universidad el lunes? —pregunté, ya que la fila no avanzaba nada. 

Él me volteó a ver inclinándose un poco para verme a la cara. Esa fue la primera vez que me percaté de la gran diferencia de estatura que teníamos. Eso me ponía nervioso, no porque me intimidara su altura, sino por otra razón que no podía explicar.

—No lo creo, estarán revisando los daños y muchos estudiantes probablemente perdieron su lugar de hospedaje u hogar. De todos modos mañana iré a la casa que comparto con mis amigos y a la universidad. ¿Tú cuándo piensas regresar a Tokyo?

De nuevo recalcó mi irresponsabilidad. ¿Qué le importaba a él si yo regresaba o no? De todos modos él continuaría con su vida. No quería ser la carga de nadie. Y ese pensamiento no cambiaría por el simple hecho de que hubiera ocurrido un desastre natural.

—No tengo la mínima idea. Tal vez exista la probabilidad de que me quede aquí a trabajar —respondí y Kenjiro me agarró fuertemente el brazo.

—¡No puedes perder la oportunidad de educación por un simple capricho! ¿No te das cuenta que eres previlegiado considerando que muchas personas no tienen acceso a la educación o a veces ni siquiera a un hogar o comida? ¿Acaso lo sucedido no te hace reflexionar? ¿Eres tan insensible para no preocuparte por tu familia?—me dijo contuviendo los gritos y caí en cuenta de que solo me había preocupado por mí mismo y no había pensado si mis padres estaban a salvo. No era que no considerara lo grave que era la situación. Solamente no quería pensar en eso para no romperme a llorar. Porque los hombres o lloran. Apreté mis labios—. ¿Al menos podrías contestar una de las preguntas? No es agradable que te ignoren todo el tiempo —comentó con un tono fastidiado y yo me obligué a responderle con la cabeza gacha para que mi voz no sonara como si estuviera sollozando.

—Sé que no debo de creer que merezco todo, pero en este momento estoy confundido y no sé qué hacer. ¿Podrías ignorarme y estar en silencio por primera vez?

Mi voz sonó tan distante que Kenjiro ya no me volvió a hablar en el resto de la fila.

Después de recibir mi lata de comida y una cuchara desechable, seguí a la multitud y llegué a un salón dónde estaba una radio transmitiendo toda la información sobre los daños del sismo. yo me senté lo más cerca que pude de este para escuchar mejor y sentí la presencia de Kenjiro detrás de mí. Tenía que comer pero la situación y los comentarios de Kenjiro rondaban por mi cabeza y me quitaban el apetito. 

Simplemente trataba de ponerle atención a la voz de la radio, pero inconscientemente ponía atención a lo que Kenjiro platicaba con las personas que se acercaban a él. A todos les contaba una historia diferente pero ninguna que yo no hubiera escuchado ayer. Supe lo estúpido que fui al creer que yo era especial. Al final del día ya no soportaba estar con tanta gente y me fui a la azotea donde estaba la familia que nos rescató. Me acosté en el futón que supongo estaba para mí.

—¿Mamá? ¿Papá?— cuestioné al ver dos sombras que se aproximaban lentamente. Poco a poco fueron tomando forma y sí eran mis padres—. ¿Han estado... Bien?

—Estamos muy desepcionados de ti. Quisimos criarte como a tu hermano mayor para que fueras igual de existoso que él y te fueras al extranjero. Pero tu flojera te llevó hasta otra cuidad a huír de tus obligaciones y de nosotros. Eres un caso perdido —mi padre escupía palabras dolorosas pero demasiado ciertas como para negar.

—No seas tan duro con él, cariño, sé que volverá después de lo que ha pasado. Te estaremos viendo desde el cielo, Haruya —mi madre dijo delicadamente y los dos se desvanecieron antes de que pudiera tocarlos. Me tumbé al suelo mientras mis lágrimas escurrían como una cascada desde mis mejillas y me lamenté de todo a gritos.

—¡¡¡NOOOO!!! 

Abrí los ojos y estaba en ese lugar extrañamente blanco. ¿Acaso estaba en el cielo? Miré alrededor y al parecer no estaba ahí porque el extrovertido y fastidioso Kenjiro estaba al lado de mí en el mismo futón. Mi mente no notaba lo extraño de la situación, sólo repetía la escena en que mis padres desaparecían una y otra vez. Cerré los ojos y sentí como unas lágrimas salían. Simulé que Kenjiro era mi padre y abracé su brazo. Él reaccionó a mi contacto y abrió los ojos para voltearme a ver.

—¿Qué... Rayos haces? —me preguntó frunciendo el ceño y yo sentí cómo mi cara empezaba a arder.

— Yo... Lo siento. Estuve reflexionando sobre lo que me dijiste anoche. Yo creo por eso soñé que mis padres me reprochaban y se desvanecían frente de mí diciendo que me verían desde el cielo—dije frotándome los ojos.

—Al menos con eso comprobé que no eres un chico insensible. Tú tienes celular,  ¿no? ¿Por qué no les llamas? —sugirió Kenjiro y por primera vez estuve de acuerdo. 

Abrí mi teléfono y afortunadamente ya tenía señal. Primero marqué al número de mi papá. Después de varios segundos se escuchó la voz que anunciaba que ese número estaba fuera de servicio. Con el de mi mamá decía lo mismo. Así que me armé de valor y marqué al número internacional de mi hermano.

—¿Bueno? —contestó una voz que volvería loca a cualquier mujer.

— Hola Haruto, soy Haruya. ¿Cómo has estado?

—La verdad muy bien. Ví en las noticias que hubo un temblor. La vecina de ustedes me llamó para decirme que nuestros padres están en otro mundo, pero me alegro que al menos tú estés a salvo —dijo en un tono melancólico y tragué saliva. Entonces no era simplemente un sueño.

—Eso explica por qué no contestaban mis llamadas. muchas gracias hermano, te llamo luego.

—Espera, ¿qué no tú vivías...?—Colgué antes de que terminara la frase. No necesitaba más regaños o personas preocupadas por mí en este momento. Si es que las había.

—¿Y? ¿Qué dijeron? —cuestionó Kenjiro. De momento mi pesadilla se había hecho real y mis ojos lo comprendían perfectamente.

—Mi hermano ya sabía que habían fa-fallecido, y, y...

Empecé a temblar y Kenjiro se sentó en frente de mí y me apretujó con sus fuertes brazos. Mi cara quedaba en su pecho y su camisa se iba humedeciendo con mis lágrimas. En un día lo había perdido todo. Algo que pensé que siempre estaría ahí se había ido, dándome libertad total junto con nuevas necesidades y responsabilidades. ¿De verdad valía la pena ser libre?

************************************

La herida de Natsuko estaba peor de lo que pensaba. Después de todo un día completo de una repetición de esperar y exigir una revisión, al fin había conseguido que la atendieran y la curaran corectamente. Los doctores dijeron que esa herida podría causar que perdiera la memoria, por lo que decidieron anesteciarla y operarla. Y decían que era una herida leve.

—¿Por qué mamá no despierta? —preguntó Shinobu a mi lado mirando fijamente a su mamá que estaba en la cama.

—Mamá está dormida porque le van a curar su herida de la cabeza y sería muy doloroso si estuviera despierta. Ella estará bien después de que el doctor haga su trabajo —respondí, en parte para convencerme a mí mismo.

Se suponía que no era tanto riesgo, pero en caso de que algo saliera mal, Natsuko no recordaría a ninguno de los dos, y eso le causaría una gran tristeza en Shinobu. El doctor llegó y nos dijo que esperáramos afuera. Agarré a Shinobu de la mano y salimos. Quise sentarme en un sillón pero Shinobu no quiso alejarse de la puerta ni un solo momento. 

Él estaba muy atento intentando escuchar lo sonidos de la sala de operación. En cambio yo, exhausto de reclamar todo el día y noche de ayer, me estaba quedando dormido cuando la puerta se abrió bruscamente aproximadamente una hora después. El doctor se percató de nuestra presencia ahí y se disculpó para anunciar.

—La cirugía ha resultado un éxito. No despierten a la paciente, en unas horas despertará ella misma y podrán irse.

Nosotros entramos al cuarto antes de que terminaran las indicaciones para comprobar que Natsuko estaba bien. Ella se veía hermosa como siempre, finalmente durmiendo tranquila. Le dí gracias al cielo que estaba a salvo y Shinobu sería feliz con su madre.

—¿Mamá nos recordará?—cuestionó Shinobu y asentí después de sonreir un poco. Había un sofá y le avisé a mi hijo que tomaría una siesta antes de acostarme en él.

—¡Papá! Mi mamá despertó.

Un pequeño grito y una sacudida me despertaron. Volteé a ver rápidamente a la camilla y crucé la mirada con Natsuko. Me levanté de un brinco y caminé hasta su lado.

—¡Natsuko! ¡Por fin despertaste! espera, ¿Cómo me llamo yo? —cuestioné para comprobar que el riego de perder la memoria se había ido.

—Sea, mi amor, por nada del mundo podría olvidarte —dijo con una voz dulce que acostumbraba a emplear.

—¿Y él?—señalé a Shinobu.

—Nuestro hijo —respondió con una gran sonrisa en sus labios y yo le dí un pequeño beso en la boca. 

Me sentía tan afortunado de tenerla a ella y a Shinobu, y que los dos estén en un buen estado. Creo que las personas aprenden a valorar lo que tienen cuando tienen el riesgo de perderlo.

Después de eso dieron de alta a mi esposa y nos dirigimos caminando a la escuela preparatoria. En sol estaba enrojecido detrás de todos los edificios caídos y se veía tan esplendido que sentí que le podría dar esperanza a todos los que perdimos casa y de todo. Cuando llegamos a la azotea estaba Haruya enrollado en el futón temblando.

—¿Todo está bien, Haruya? —pregunté al ver su cara pálida. Él no contestó ni hizo un ademán de afirmar o negar.

—Papi, tengo hambre 

Pero reaccionó a la reclamción de Shinobu y sacó entre el futón su lata de comida que aún no estaba abierta y se la ofreció a Shinobu, pero Natsuko la tomó.

—No, Haruya, se ve que no has comido en días y deberías hacerlo —dijo mi esposa estrictamente regresándole la lata y de dedicó una mirada fea a Shinobu. Shinobu se encogió de hombros—. ¿Qué tal si vamos abajo a ver si tienen comida? —propuso y Shinobu asintió, volteándome a ver.

—Yo realmente no tengo hambre. Si quieren pueden ir ustedes dos, yo me quedaré aquí — expliqué y los dos abrieron la puesta para bajar. Ahora tenía que averiguar qué pasaba con ese joven.

—¿Qué sucedió?—cuestioné y me volteó a ver. 

Sus ojos estaban hinchados, seguramente de tanto llorar. Me agaché hacia él y Haruya empezó a hablar lentamente.

—Es increíble... Estaba estresado de mi vida cotidiana y los regaños de mis padres... Me fui de Tokyo para sentir libertad... Y ahora que sé que no los veré nunca más... Lo único que quiero es verlos y agradecerles por darme un lugar a donde regresar todos los días, alimentarme y comprarme prendas para que yo únicamente tuviera que concentrarme en estudiar y trabajar... Es tan irónico, pero ya no quiero la libertad que tanto he deseado, con tal de volver a verlos me quedaría con ellos, hasta los mantendría de viejos... Pero ellos se fueron sin siquiera saber dónde estaba realmente.

Sus ojos se veían sin esperanza y al cerrarlos otra lágrima más se resbaló por su mejilla.

—La última vez que ví a mi padre fue cuando quería casarme con Natsuko y él se opuso. Yo me enojé y salí de la casa junto a ella. Esa misma noche mi padre falleció de un infarto. Al momento sentí que ya no merecía ser feliz, y estuve a punto de entrar en depresión, pero mi madre me dijo: "Todos estamos destinados a morir algún día, algunos antes que otros. Pero si te culparas por cada muerte que ves, ¿Cuándo podrías dedicar tu tiempo a ti mismo y disfrutar de tu propia vida? Disfruta mientras puedas, porque un día tú también te irás y alguien se entristecerá por ti. Procura que cuando eso pase, todas las personas que lloren por ti se queden con una buena lección de vida tuya". Al principio será duro seguir adelante, pero recuerda todas las cosas que dejaron tus padres cuando estés a punto de quebrarte. También habla más con tus amigos.

— Yo no tengo amigos.

Me quedé estático ante su respuesta y suspiré.

—¿Acaso Kenjiro no es tu amigo? —pregunté un poco incrédulo.

—Él es mucho más que eso. Él me salvó la vida y fue capaz de mantenerme firme más tiempo de lo habitual. Pero no deja que yo sea una mala persona y me regaña cuando lo requiero. Apenas tengo tres días desde que lo conozco pero ha causado un gran impacto en mi vida. De seguro ha de tener muchos amigos. 

Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al hablar de él.

—¿Sabes? Eso suena como si estuvieses enamorado de él. —Él se sonrojó ante mis palabras—. Lo siento, sé que es muy indiscreto de mi parte,pero, ¿Eres homosexual?

—Realmente no lo sé, pero nunca he tenido novia ni sentido atracción por alguna mujer—dijo tratando de mantener una expresión neutral.

—¿Y por un hombre?—cuestioné intrigado.

—Sólo he sentido admiración por un compañero de mi infancia y por Kenjiro.

—¿Que yo qué?— Se oyó una voz a la dirección de la puerta y Kenjiro se acercó rápidamente. 

No me había fijado que él estaba ahí. Sus mejillas se veían rosadas, pero Haruya se veía literalmente como un tomate. Lo único que se olía aquí era amor.

—No se preocupen yo soy de mente abierta. Los dejo solos —susurré y me levanté para irme da la azotea.

************************************

 —Este... ¿Desde cuándo estás ahí?— pregunté nervioso. No podía creer que haya escuchado eso.

—Desde que dijiste que no tenías amigos. —dijo un poco apenado. Mi cuerpo ardía más que nunca—. Entonces... ¿Sientes algo por mí?— Se tocó su cuello, avergonzado.

  —No... Bueno, pienso que eres buena persona, pero somos hombres y sería muy raro. 

¿Qué tonterías estaba diciendo? Apenas lo conocí hace tres días.

—Hay un dato sobre mí que nunca le he dicho a nadie. —Me agarró la mano derecha con sus dos manos para continuar.  —A mí no me gustan las chicas. Sólo puedo amar como pareja a un hombre.

 Sus palabras tan precisas me hicieron esbozar una sonrisa.

  —Yo... Tampoco me he enamorado de una mujer, pero no sé si esto sea... —Kenjiro tocó mi mejilla y callé. Lo miré a los ojos, que denotaban intensidad.

  —¿Qué tal si lo comprobamos? —susurró en mi boca y unió sus labios con los míos delicadamente. Seguí su ritmo delicadamente. La calidez de sus labios me hacían sentir un gran afecto—. ¿Y? ¿Qué tal?

 Yo pasé mi mano sobre su mejilla y luego por su cuello.

  —Te amo.

De todo lo que sentí en ese momento de desesperación, fue lo único que pude expresar.

—Tú no tienes idea del gran afecto que siento por ti. Desde la primera vez que te ví en la playa me sentí atraído hacia ti. Veía cómo tocabas el agua marina con tanta melancolía. Sentí que debía contarte todo de mi vida. Puede que en un momento haya sido duro contigo, pero era porque quería que sigueras adelante conmigo. ¿Te gustaría venir conmigo a la casa de mis padres?

Preguntó y yo lo miré a los ojos. Esos ojos que me quitaban toda duda que tuviera. Asentí y miré al cielo. El sol ya se había ocultado y en cambio se veía la luna llena y las estrellas.

 —Te seguiré a donde sea.

Esa noche nos quedamos a observar las estrellas y dialogar sobre el amor hasta que el sueño nos ganó, justo como la primera noche que nos conocimos. El día siguiente la pasamos en trenes para llegar a Otsu, la tierra natal de Kenjiro. 

Me obligó a comer aunque sea un poco debido a que no había ingerido nada en los últimos días. No fue nada cansado porque el viaje fue al lado de la mejor persona del mundo. Llegamos casi a media noche a la estación de destino y caminamos hasta la casa de los padres de Kenjiro. Él tocó el timbre y al instante la puerta se abrió.

  —¡Feliz cumpleaños, Haruya! 

En cuanto entré sonaron las espantasuegras y sus padres y hermanas me dieron un papelito cada uno. Los miré en el orden que me dieron y decía "¿Quieres ser mi novio?". Me sorprendió muchísimo que ellos nos aceptaran tal y como éramos.

—¿Pero cómo...?

 —Les estuve mandando mensajes para planear todo esto. —dijo Kenjiro con una pequeña sonrisa.

—La verdad ya nos lo esperábamos, ¿Verdad? —comentó su madre e intrcambió miradas cómplices con los demás. Kenjiro hizo una mueca incómoda. Su familia era igual de genial que él.—. ¿Entonces? ¿Cuál es tu respuesta?

—Obviamente... ¡Sí! —exclamé y abracé a Kenjiro. Ese era el mejor regalo de cumpleaños que nunca podría ser superado. 

No será fácil recuperarme de la muerte de mis padres ni el  hecho de que ya no puedo regresar a Tokyo. Pero al flinal del camino, encontré una nueva razón para vivir sin importar qué tan dificil resulte eso. El amor. Eso me da las ganas suficientes para seguir adelante.

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¡Gracias por leer este relato, espero que les haya gustado! Es la primera vez que escribo tanto en un capítulo y la verdad fue satisfactorio.

Este relato es participante del concurso literario organizado por GlowSpeech. Nos vemos pronto.

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