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18

Hannah.

Hacía varios días desde lo que sucedió en el parque. No estaba enfadada, pero Namjoon se había comportado de una forma bastante infantil que no procedía al caso. Él me llamó varias veces pidiendo perdón, pero no tenía demasiadas ganas de hablar con él.

Iba a quedar con Félix, él me dijo que acudiera al barrio Gyeong. Al principio no estaba muy segura de aceptar, pues este barrio no se conocía precisamente por tener una buena fama, más bien solía tratarse de uno de los barrios más problemáticos y oscuros de la ciudad.

Caminé hasta el lugar algo temerosa. Eran las ocho de la tarde, pero eso en Corea era bastante tarde, por lo que ya era de noche. Caminaba por las calles con miedo al ver cómo la cantidad de borrachos ascendía. No me gustaban nada los comentarios que me hicieron tanto a mí como a otras chicas que pasaron, se pasaban de la raya. Típicos: Ven a tomar con nosotros, no somos mala gente, ¿Qué tal si nos divertimos un rato? me sacaban de mis casillas.

Siempre pensé que todos los que tenían este tipo de comportamiento no podían ligar de otra manera y por eso caían tan bajo, a intentar lanzarse a las que pasaban por la calle por la noche.

Era vergonzoso e innecesario, además de molesto. Era... Machista.

Llegué al callejón que constituía el barrio. No se podían llamar tan siquiera barrio, aquello era dos simples paredes con pintadas en las paredes y botellas vacías en el suelo. Me daba mala espina.

-¿Félix?- Hice una pausa al escuchar el silencio- ¿Estás ahí?- Más silencio.

Aquello era cuanto menos, inquietante. Debía de admitir que estaba aterrada, temblando. ¿Y si me hacían algo? No sabía dónde me había metido, joder. Era imprudente, siempre lo era. Algún día me sucedería algo que ya no puediera remediar por ser tan lanzada.

Marqué el número de Félix.

No había respuesta.

Lo volví a marcar.

No había respuesta.

Repetí la acción decenas de veces, él no me respondió a ninguna. ¿Y si lo habían secuestrado? Empecé a entrar en pánico.

                                                                            Lee Félix.

Yo: ¿Dónde estás?

Yo: FÉLIX.

Yo: NO ES GRACIOSO.

Yo: No

Yo: Tiene

Yo:Gracia

Yo: EY!!

Dejé de escribirle.

Entonces recordé las palabras de la maestra de educación física cuando estábamos en secundaria. Según ella debíamos respirar lento para calmarnos. Pasé cinco minutos respirando lentamente, pero el sonido que yo producía sumando el de las ratas que habrían por allí no are para nada tranquilizador.

A la mierda con las clases de deporte.

Entonces me llegó un mensaje de Félix.

<<No puedo ir al final. Lo siento.>>

Bufé contra la pantalla del móvil. Si lo hubiera tenido delante estaba segura de que le habría abofeteado.

Caminé hasta lo que parecía ser la salida del lugar.

Tres cosas: Un sujeto sujetándome con mucha fuerza, una aguja entrando en la piel de mi blanco cuello, yo perdiendo la consciencia.


El olor a mierda me despertó. Sí, yo tenía los despertares nefastos, pero realmente me desperté con un horrible olor entrando por mis fosas nasales. ¿Qué era aquello? Ese olor era repugnante.

Abrí con más pesadez que nunca mis ojos. Al principio pensé que no lo lograría, pero después de poner mucha fuerza logré que mis párpados se despegaran. Aquello era extraño. ¿Desde cuándo me costaba tanto abrir los ojos? Repito que nunca dominaré el control sobre mi misma cuando me despierto, pero aquello pasaba de la raya. Los párpados me pesaban como si llevaran toneladas en ellos.

Cuando por fin logré abrirlos, veía todo muy borroso. Lo que sí tenía claro era que no estaba en mi casa, pero no sabía donde estaba.

Me aclaré varias veces la vista y con suerte pude distinguir las cosas que me rodeaban. Era un gallinero, o eso parecía, aunque no había ni rastro de ninguna especie de animal en aquel lugar. Respiré hondamente tratando de quitarme aquel olor de encima.

Ya veía con claridad.

Aquello sí que tenía pinta de gallinero, la paja por el suelo y diversas cajas-algunas en buen estado, otras no tanto- desperdigadas por el lugar lo demostraron.

Traté de moverme. ¿Por qué no podía?

Bajé mi mirada.

Estaba sentada en una silla. Atada con cadenas de hierro, tanto mis manos que se mantenían detrás de mi espalda como mis pies. Entonces recuperé mi conciencia totalmente.

Un dolor muy fuerte nacía en mis muñecas, donde se encontraban las cadenas de hierro.

Fueron unos segundos forcejeando los que me hicieron falta para comprender que estaba secuestrada y que no podía escapar de allí.

Sólo me podía describir una palabra, el terror. ¿Qué iban a hacerme? ¿Qué era aquel lugar? La respiración se me acerleró y el corazón me empezó a latir con fuerza, tanta, que podía oír los latidos perfectamente.  Gotas de sudor frío bajaban por mi frente, y no hacía precisamente calor. Estaba aterrada. No tenía escapatoria. Me había pasado por ilusa, por confiada.

Mi mirada se arrastró por cada minúscula parte del lugar. No habían ventanas, ni rastrillos, ni palas  que me sirvieran para agreder a mi secuestrador.

Entonces retrocedí la mirada hacia mi vestimenta.

No llevaba la misma ropa que el día anterior.

Llevaba una falda muy corta que apenas me cubría y un top muy pegado al cuerpo. No era por ser machista ni por descriminar, pero a mí no me gustaban este tipo de prendas.

¡No me juzgues! Me gustaba verla puesta a otras personas porque lucían bien, pero a mí no me gustaba para nada llevarlas, me sentía muy incómoda.

Miles de pensamientos atravesaban mi mente sin piedad mientras me replanteaba: Si me habían cambiado, me tendrían que haber visto en ropa interior, o aun peor... ¿Me habían violado?

Era obvio que yo no era la indicada para calmar el ambiente, simplemente lo estropeaba. Lo dejé en evidencia cuando chillé:

-¡Ayuda!-Notaba cómo se deslizaban algunas lágrimas por las mejillas. Traté de retenerlas.

Aquella sensación me estaba destruyendo.

Entonces, mi mayor sueño se convirtió en mi mayor pesadilla.

-¿Hannie?- La voz de Félix me tranquilizó. Él entró andando como Pedro por su casa en el gallinero en el que yo me encontraba.

-¡Ayúdame! Por fabor- Rogué.

Él sonrió. Entonces supe que algo no iba bien. Había algo que estaba empezando a encajar.

-Verás... Tengo otros planes ahora mismo- Me estremecí cuando se fue acercando y lo único que cambiaba en su sonrisa era que se hacía cada vez más grande.

-¡Sácame de aquí!

Él negó con la cabeza.

-Harás lo que yo te diga.

¿Oyes eso? Era mi corazón detenerse en seco. Entendí todo de golpe, quizás demasiado tarde.

-¿Qué dices?-Dije con un hilo de voz.

Él me había traído hasta aquí.

Acercó su cara quedándose a un milímetro de la mía.

-Bésame.

Mis ojos se abrieron como platos.

-Una mierda. Antes muerta.

-¿Ah sí? Mira, ya te pareces más al estúpido de tu novio. Pagarás por esto- Aseguró saliendo de la sala.

Sé que me había ganado un billete directo a la muerte, pero no iba a complacer lo que él me dijera. Si algo había aprendido, era a no dejarme mandar nunca mandar por un chico, fuera cual fuera. Tampoco por una chica, yo no era objeto de nadie. Prefería morir con dignidad a morir- de todas formas- sin rastro de esta.

Dos hombre entraron a la sala acompañados de una mujer.

-Separadla de la silla-. Dijo la mujer imperativa.

Ellos me desataron de la silla para tirarme al suelo y nudarme aun más fuertes las cadenas de las manos. Reprimí un sollozo cuando vi que estaban ensangrentándose.

-Ya sabéis que hacer.- La chica salió de la habitación.

Uno de los hombres me estampó contra la pared y supe que no iba a pasar nada bueno. Me pegó un puñetazo en un costado de la cara, haciendo que yo girara la cabeza hacia el lado opuesto.

-Estúpido- Logré articular.

Esto fue suficiente para que me diera otro.

Entonces aproveché para levantar mis pies y devolvérsela.

Este retrocedió unos pasos dejándome caer al suelo. Entonces vino el otro a intentar agrederme.

La situación no podía ir a peor. Venga ya, que yo tenía planes de futuro, como graduarme y tener algún trabajo. O simplemente vivir bajo de un puente, pero prefería morir con mis cien o doscientos años, no con mis diecisiete en un secuestro.

El otro hombre se acercó a propinarme otro golpe, cuando alguien detuvo su mano.

Sentí el aire frío que desprendió el rápido movimietno chocar contra mi cara. Por suerte fue lo único que chocó.

-¿Namjoon? ¡Vete!- Dije. Él fue el que detuvo el golpe, no tenía ni idea de cómo había logrado llegar hasta aquí, pero no quería que lo hirieran a él. Él no merecía tragarse los golpes por mí, era injusto. Yo fui la que metió la pata al adentrarse en un callejón problemático, no él.

-Cierra los ojos. -Dijo- No quiero que me mires con esa horrenda cara.

Lo último que pude oír fueron golpes, gritos y los estruendosos ruidos que hacían los cuerpos al chocar con el suelo y las paredes. O eso supuse.

Y fue ahí cuando me arrepentí de tener una persona como él a mi lado.

~~~

Desperté en una camilla.

Tenía varios artefactos incrustados a mí, pero eso no era lo importante. Estaba en un hospital, ¿Dónde estaba Namjoon?

Un enfermero entró en el pequeño cuerto en el que estaba.

-¿Se encuentra mej- Lo corté.

-¿Dónde está Namjoon?- Dije muy rápido con miedo a que le hubiera sucedido algo.

-¿Namjoon?- Se pasó la mano por la frente- ¿Kim Namjoon?

Asentí frenéticamente.

-Él está en el pasillo.- El médico descifró mi cara, que pedía que urgentemente le diera permiso para entrar. No fueron ni dos segundos los que pasaron que Namjoon entró en la habitación.

-¿Hannah?-Corrió a mi lado.

-¿C-cómo estás?-Pregunté con un hilo de voz. Él se veía bien.

-Estoy bien.

Pasó su mano por las heridas y golpes que aun estaban en mi cara.

-Lo siento-. Murmuró.

-¿Por qué?

-No llegué a tiempo.- Una lágrima descendió de sus ojos- Creí que te perdería- Dijo muy bajito como para que le pudiera oír.

-Ey- Le tomé las mejillas limpiándole las lágrimas que habían en estas- Gracias.

Él sonrió débilmente.

-Te traje algo- Urgó en una bolsa de plástico que colgaba de su hombro y sacó un peluche de un gato.

Yo lo cogí entre mis brazos y lo abracé fuertemente.

-Muchas gracias-. Dije.

-No me dejan quedarme por más tiempo...- Se levantó y depositó un beso en mi frente para después salir del lugar. Estaba atónita, sin contar lo del beso, me había traído un regalo y él no tenía ni un solo rasguño en la cara. Me alegraba por él.

Mientras tanto... Félix era repugnante. No habían adjetivos lo suficientemente descalificativos como para describirle tanto a él como a su comportamiento. ¡Me iba a violar! O incluso peor, ¡Pretendía matarme si no le consentía! Esto era demasiado.

No sabía como le explicaría lo sucedido a Jisung, supongo que mejor no se lo contaría, pues era capaz de volver a Corea con tal de partirleel mismo la cara a Félix, pero se lo merecía el muy bastardo.

Ese día fue bastante aburrido en el hospital, pues no tenía visita y además los canales que daban en el pequeño televisor no era para nada, entretenidos.

~~~

Veía apoyada en la pared cómo Namjoon rellenaba el papeleo para poder marcharme ya del hospital. Había pasado una semana, ni más ni menos. Él siempre que podía me visitaba y me llevaba detalles que le agradecía.

Aquel chico era demasiado lindo.

Cuando terminó se dió la vuelta con un par de folios en la mano y pudimos salir del sitio.

-Este papel es para tus medicamentos, este otro simplemente era una autorización ya que eres menor de edad-. Me explicó señalando ambos. Debía de ponerme cremas y demás para los moretones que aunque ya no se notaran mucho, seguían permaneciendo en mi cara.

Namjoon me explicó que él me encontró por casualidad y que justo después de que me golpearan llamó a la policía, pero como yo estaba muy sumida en la droga que me habían inyectado terminé desmayada. Me tuvieron que hacer un lavado de estómago y aun así debía de tomar muchos medicamentos para el dolor de cabeza y mareos.

Por fni había recuperado mi ropa normal, ni faldas cortas ni la monódica bata del hospital. Y por supuesto, mis nuevas amadas converse, que Namjoon se hizo cargo de traerme.

Estaba feliz, por lo menos ahora estaba en paz. Era lo único que quería, dejar de estar en peligro por una vez y poder permaneces tranquila.

Namjoon me dijo que como acababa de salir del hospital, no hacía falta que acudiera al trabajo, él me pagaría lo que hiciera falta hasta que yo estuviera bien.

Este chico era el cielo.

Llegamos a mi casa. Él dijo que no se marcharía hasta prepararme unos fideos en condiciones, pues los dos éramos conscientes de la calidad de mi comida.

-Gracias... por todo-. Dije ayudándole a lavar algún que otro trate.

-Era lo menos que podía hacer-. Se volteó y me sonrió mostrando sus hoyuelos.

-Eres muy amable-. Finalicé, pues él ya había terminado su labor y se dirigía hacia la puerta para salir.

-¡Ey, Namjoon!- Chillé desde la cocina. Él asomó la cabeza sin decir nada- ¿Mañana vienes?

Él asintió con la cabeza y desapareció por la puerta.

Esos últimos días del hospital hablábamos mucho. Él me dió charlas filosóficas que seguramente no me servirían de nada por el momento, pero se le veía muy interesado en ello así que no lo interrumpí. Yo le conté sobre películas o libros que me gustaban, sentía que podía hablar con él de cualquier tema sin miedo, a él le gustaba escucharme y lo disfrutaba.

Quizás no era tan malo como pensé.

Las personas somos así, se nos trata bien y respondemos bien. Se nos trata mal y respondemos mal.

Quizás lo de que no hay que fiarse de las apariencias era cierto.

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