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01

~Cada uno tiene un lugar. Un lugar, donde guarda sus sueños~

La noche ocupó cada milímetro de la ciudad, también de mi corazón.

Caí de rodillas al suelo. Mis lágrimas salían con descontrol trazando un camino desde mi ojos hasta la alfombra roja que cubría el suelo. Mis ojos ardían y mi corazón dolía, estaba al borde del colpaso, estaba al borde de rendirme y dejar de luchar. Quizás creí que podría luchar contra mis sentimientos, como los superéroes de MARVEL, pero aquello sólo era lo que era, ficción.

Desearía escapar a un mundo en el que la mierda en la que vives disminuyera.

Froté mi cara con las palmas de mis manos tratando de secarme las lágrimas, trantando de dejar de llorar y de sentirme débil. Siempre pensé que llorar me hacía vulnerable, que mostrar mis problemas a los demás solo era una ventaja para que ellos me hicieran daño. Pero ya no sabía en qué confiar.

Siempre que me decían: confía en mí, era la clara alerta de que debía de desconfiar de esa persona.

Siempre que decían: tranquila, todo va a estar bien, era porque sabían que todo se iba a ir al carajo pero querían tener una vaga esperanza que los mantuviera con alegría.

Pero realmente debía de fijarme en lo que era la realidad.

Mucha gente prefiere quedarse con el "estoy bien" porque sabe que está verdaderamente jodido que no hay otra salida que no sea mentir. Nadie es lo suficiente fuerte como para aguantar la cruda realidad, nadie es lo suficientemente fuerte como para que le tiendan la mano y luego le dejen caer al vacío diciéndole que debe de estar bien.

Quisiera decir que no tengo la culpa de todo lo que arratraba, pero no era cierto. Todos tenemos algo de culpa sobre lo que nos atormenta, aunque preferimos echar la culpa a los demás para tener la conciencia tranquila, aunque sepamos demasiado bien que vivimos en un engaño.

La gente me tacharía como alguien demasiado cerrada, con pocas esperanzas de futuro, pero realmente nadie se tomó la molestia de conocerme demasiado bien como para después dar la cara para criticarme. Nadie conoce del todo al otro, pues ¿Cómo vamos a hacerlo si ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos?

Suspiré mientras sorbía por la nariz. No, no iba a llorar. No iba a dejar que personas que no valían la pena terminaran hundiéndome en la miseria.

¿Papá, tú valías la pena?

No sabría que decirte.

John Anderson, el narcotraficante más buscado de todo Inglaterra.

Mi vida había perdido la cordura desde la partida de mi madre. Su nombre era Hye, Hye Anderson. Quizás ella sea la persona a la que más admire jamás.

Mi padre y mi madre tuvieron una relación algo... tóxica, pues mi padre era demasiado sometedor con ella, quería cotrolarla todo el tiempo. Sin embargo a Hye no le importaba, ella era algo dejada en el tema, pero eso no significaba que no fuera astuta. Ella dejaba que él la vigilara, aun así, yo le rogué a mi madre para que dejara de hacer todo lo que John decía.

Ella parecía ignorar mis palabras, pero no las dejaba pasar por alto, como dije ella era astuta. Era irónico que Jonh siempre quisiera vigilar a Hye, cuando el que necesitaba ser vigilado en verdad era él.

Antes de toda esta pesadilla, él trabajaba con los padres de mi amigo en una empresa multinacional, su cara era bien conocida en el mundo a través de los periódicos, él era como un ídolo para mucha gente. Pero nadie sabía lo que su fachada de buen hombre ocultaba.

Su trabajo era "costoso", de manera que llegaba bastante tarde a casa, a altas horas de la madrugada.

Pero tanto yo como mi madre no podíamos evitar oler el alcohol de su ropa cada vez que regresaba. Entonces yo era una niña pequeña, no sabía apenas que era la cerveza, mucho menos entendería de alcohol.

Mi madre cada vez se tornaba más decaída, tenía el ánimo por los suelos y para colmo el poco que le quedaba se lo pasaba de mal humor.

Y entendí una cosa: mi padre no trabajaba por las noches.

¿Te imaginas lo que hacía verdad?

Él salía de borrachera con desconocidos y terminaba con otras mujeres en la cama. Tal vez, si hubiera tenido algo de más valor le hubiera dado una cachetada para hacerlo despertar de una buena vez.

En vez de eso, fue mi madre la que actuó por mí, solo que sus acciones no se parecían en absoluto con las mías. Ella de un día a otro desapareció de la casa, dejando como único recuerdo el perfume que aun se mantenía en las sábanas de mi padre.

No la culpo, en lo absoluto. Hizo lo correcto en cuanto pudo, supongo que era lo mejor para ella, pues no podía vivir dentro de un engaño.

Desde ese entonces, mi padre aumento sus "horas de trabajo", pero añadiendo al alcohol las drogas. Terminó siendo un consumidor compulsivo, por no añadir que poco a poco se convirtió en un narcotraficante de los más buscados. Pero nadie sabía que el mismísimo John Anderson, el genial y fabuloso empresario, sería la persona que traficaba con más de mil sustancias ilegales.

Nadie nunca llegaría a saber en lo que llegó a convertirse por una mujer, o más bien por él mismo.

Tenía un par de cosas en mente. La primera: escapar, la segunda: empezar de nuevo.

Me apoyé en la pared para tratar de levantarme. Quizás lo que hacía falta era que me levantara y dejara de lamentarme por personas que jamás se lamentarían por mí. Cogí la pequeña mochila de mano que estaba sobre la cama y con mi otra mano agarré el boleto del avión con fuerza.

Desde pequeña había querido viajar a un lugar lejano, pero claro está que no era en las mismas condiciones. En este momento viajaba por escapar, por buscar un sitio donde de verdad poder rehacer mi vida sin tantas complicaciones.

Me iría a vivir a Corea del sur, a Busan.

Allí me esperaría Han Jisung, mi mejor amigo y mi alma gemela.

¿Te acuerdas cuando dije que mi padre trabajaba con los padres de un amigo? El amigo era él. Desde siempre le había tenido una confianza inimaginable, le contaba cosas que ni mi madre sabía que hacía. Él era mi respaldo, la pared en la que me apoyaba para no caer.

Preparamos el viaje unos meses atrás. No estaba del todo decidida, pero la insistencia de Han terminó por convencerme, pues ¿Cómo sería mi vida si continuaba con un drogadicto compulsivo? Las cosas no eran para nada fáciles y con suerte podía llevar mis estudios, necesitaba salir de allí con urgencia.

Jisung siempre me habló de denunciarlo, dijo que yo no merecía cargar con ese tipo, pero al fin y al cabo él era mi padre y yo era incapaz de denunciarlo, pues a pesar de que él no lo hiciera por mí, yo lo seguía queriendo. Puede parecer contradictorio, pero así era.

Hacía un frío horrible, era finales de noviembre y el hinvierno empezaba a notarse.

Me dirigí a mi cuarto de baño y me arreglé algunos desastres de mi cara y mi aspecto en general. Tanto el rímel como la sombra de ojos estaban barridos, dándome un aspecto algo macabro. Mi pelo tampoco era el de la cenicienta, precisamente. El moño del opaco pelo se mantenía prácticamente desecho y algunos -muchos- pelos del oscuro color salían en mil direcciones, pero ninguna era en la que debía de estar.

Me arreglé como pude el moño y luego procedí a quitarme la mayoría del maquillaje, dejando solo la base para que tapara alguna de las marcas que contenía mi cara. No era en absoluto lo mejor, pero sin embargo me gustaba y eso era lo necesario.

Me calcé mis zapatillas de marca y no sin antes coger una chaqueta, salí de mi casa.

Odiaba ser la hija de alguien como mi padre, mucha gente se me acercaba buscando algún autógrafo o simplemente esperaban que John hiciera negocios con ellos, pero todos eran iguales. Gente hipócrita que moldeaba su personalidad para agradarnos y que hiciéramos lo que ellos deseaban.

Si había algo que detestaba era sin duda que la gente cambiara su personalidad para agradar a otras personas, yo no era así. Yo era como era, y si mi forma de ser no era la más agradable, no era mi problema, nací así.

Caminé hasta llegar donde se encontraba el taxi que me llevaría hasta el aeropuerto. Visualicé el vehículo del color que más detestaba parado en una esquina de la calle. Me subí y después de cruzar un par de palabras acordando mi destino y que le entregara el dinero correspondiente, partimos hacia el aeropuerto.

Los párpados me pesaban y no era capaz de pensar con claridad, pero tenía una cosa clara, tenía unas ganas infinitas de llegar al nuevo lugar.

Un pitido ensordecedor me sacó de los brazos de Morfeo -de mi sueño- . Abrí mis ojos y después de chocar accidentalmente mi frente contra el cristal del vehículo, salí disparada de él. Cogí mi mochila y después de colgármela al hombro me tapé con mi cubrebocas, no quería que la gente en ese lugar me llegara a reconocer.

Caminé prácticamente a la deriva en el aeropuerto. No sabía qué hacer, solo podía dar vueltas tontas matando el tiempo, pues aun me quedaba demasiado tiempo para subir al avión y era la madrugada. Visualicé una cafetería en un pequeño rinconcito del lugar y, sin dudarlo más, corrí hacia esta para comprar un café.

Entré en el local y me pedí un expresso que bebí mientras se iba haciendo hora.

~~~

-Abrochénse el cinturón-. Dijo una voz.

Hice caso y poco tiempo después no tardé en caer rendida.

No me llego a despertar de no ser por los molestos e insistentes toques que me proporcionó un señor en el hombro. Me desperecé en mi sitio y busqué mi mochila entre los compartimentos de arriba. Me la colgué en el hombro y volví a salir del aeropuerto.

La suave brisa de corea terminó por despertarme.

¿He dicho ya que amo los aeropuertos?

Cantidad de personas esperaban a sus familiares, amigos o incluso pareja sujentando enormes carteles. Me gustaba la imagen que aquello proporcionaba, era bonito ver como la gente volvía a reencontrarse después de pasar eternidad de tiempo separadas. Una lágrima de felicidad brotó de mi ojo. Aquello se me hacía realmente conmovedor, ver como la gente se abrazaba y rebosaban aquella emoción... amor.

Me adentré en el peculiar aeropuerto mientras buscaba con la mirada a mi mejor amigo. Era algo difícil, pues aquello estaba a rebosar de gente que se movía en todas direcciones. Barrí con mi mirada el lugar y pude distinguir un figura alzando la mano y moviéndola muy rápido.

Me fijé y después de ver que vestía con un gorrito de color amarillo pato, corrí hasta él. 

-¡Jisung!- Le abracé muy fuerte estrujándolo entre mis brazos- Te echaba mucho de menos-. Adimití, pues era cierto que ya no podíamos pasar tiempo juntos ya que él vivía tan lejos, pero ahora estaba abrazándolo.

-Yo también Hannie-. Dijo y me revolvió el pelo como si fuera un perro.

Lo fulminé con la mirada. Odiaba que la gente me hiciera eso solo por ser más bajita, me parecía muy molesto que después de haberme tirado casi una hora haciéndome el moño me lo destartalara de esa forma tan molesta. 

Caminamos hacia la salida. Todo en Corea era diferente, pero a mí me gustaban los cambios, de modo que no había ningún problema. Pensaba si allí habrían lugares como en las películas, ríos sin fin y campos verdes con animales en ellos, ojalá hubiera algún lugar así en Corea.

Anduvimos hasta llegar a una casa enorme. Estaba rodeada por unas verjas metálicas de color plateado que escondían, a su vez, un enorme y hermoso jardín. No quería saber cuánto costarían de mantener las flores que habían allí. Pasé mi mirada y después del jardín, se encontraba la casa de un color blanco tiza y con algunos detalles beig. La puerta, al igual que la verja, era grande y de color metálico.

-¿Entramos?- Dijo Jisung tratando de sacarme de mi shock, cosa que rea complicado teniendo aquella imagen delante, pero era obvio que se pudiera permitir aquello con el trabajo de sus padres.

-¡Claro!- Asentí eufórica.

Pasamos por aquel precioso jardín y llegamos a la puerta. Han la abrió y me mostró cada detalle de la casa, con lo que cada vez yo me sorprendía más. La casa se dividía en dos plantas, la de arriba y la de abajo. En la planta inferior se encontraban el comedor y la cocina, que quedaban conectados. También había un cuarto de baño, solo que más pequeño.

En la planta superior estaban los dormitorios, estudios y un par de baños más, más grandes que el anterior. Han me dijo que tenía una habitación para mí.

Me la mostró, realmente era preciosa. Tenía una cama apegada a la pared de color turquesa pálido. Había una mesa de estudio y un gran ventanal que dejaba entrar toda la luz del día. Había un armario de color marrón roble, solo que no usaría ni la mitad de espacio que había, puesto que era demasiado grande para mi gusto.

El resto del día pasó relativamente rápido.

Mi amigo me comentó que trabajaba casi a tiempo completo en una de los restaurantes más codiciados de Busan, por lo que no tendría mucho tiempo para pasar en casa. Yo le resté importancia diciendo que aprovecharíamos el máchimo posible, y después de eso nos entretuvimos hablando de cosas irelevantes.

Después de cenar algo básico ya que no tenía hambre, me fui a descansar un poco.

Estaba agotada.

¡Hola! Este es mi primeer fic. Para a gente que lo esté leyendo va un aviso: no es el típico fanfic de bad boy y nerd.

También puede contener errores ortográficos, los iré eliminando conforme revise a historia.

Gracias por leer! Si les gusta comenten o voten:)

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