Otro hecho relevante sucedía con Esteban Granados. El joven había quedado al descubierto en la fiesta de aniversario, y para su desgracia al día siguiente de la fiesta revisaron las cámaras de seguridad. Isabela y Andrés fueron llamados con el propósito de que revisaran los videos intentando ver al muchacho. Después de un rato, Isabela pudo encontrar en la pantalla al criminal.
En la sala también estaban Gustavo, Diego y Estela. Cuál sería la sorpresa de la mujer cuando vio a su joven amante siendo señalado como el presunto culpable del atentado. Ella tuvo que disimular para no hacer evidente su asombro.
Teniendo un rostro, la policía se puso en marcha de inmediato. Despidieron a la familia para comenzar la búsqueda. Mientras Gustavo, Isabela y Diego escogieron ir al hospital. Estela tomó otro rumbo. Dio cualquier excusa para poder zafarse de la familia y salir hacia al apartamento de Esteban. Tenía que confrontarlo y descubrir sus intenciones.
Minutos más tarde, la mujer ya estaba en el apartamento del joven.
— ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres? —dijo con soberbia, mostrándose dominante.
—No me vengas ahora que te importa tu esposo. —Él no se intimidó, por el contrario, se puso al nivel de Estela —. Deberías estar agradecida porque por poco te lo quito de encima.
—No intentes manipularme. Dime de una vez quien eres y porque estás atacando a mi familia.
—Está bien, te lo voy a decir. Solo para que te remuerda la conciencia… ¿Te suena el nombre de Iván Darío Maldonado?
La mujer sintió un frío que le recorrió todo el cuerpo. Por supuesto que recordaba el nombre, y la persona que estaba detrás de éste.
—Así que tu eres el que está llamando a mi hijo para sacarle plata —Se enfureció y se lanzó a atacar.
—Suéltame, imbécil —Empujó a la mujer enviándola al sillón. Le clavó una mirada asesina —. Si, soy yo… ya viene siendo hora de que Diego se entere de la clase de papás que tiene, ¿No crees?
—Tu no sabes como sucedieron las cosas. Yo amaba a Iván.
— ¡Mentira!... Tú y Gonzalo me quitaron lo que yo más quería, lo que hicieron con mi padre es lo más ruin y desgraciado del mundo.
Estela trató de calmarlo, de persuadirlo para que entendiera: —Yo no hice nada, fue Gonzalo el que decidió matarlo. Yo me enteré mucho tiempo después.
— ¡Y eso que importa! Mi papá se murió por tu culpa. Tu lo sedujiste, te aprovechaste, lo usaste para intentar escapar de la vida de porquería que tenías con el canalla de tu esposo. Pero no era amor lo que sentías. O sino dime ¿Cómo permaneciste viviendo en la misma casa con la persona que mató al hombre que supuestamente amabas?, tu eres la cómplice de Gonzalo.
—Tu no sabes nada. Tu crees que he vivido en un paraíso. Mi error lo he pagado muy caro, niño.
—Ya, no me importan tus excusas baratas. Lo que sé es que esto no ha terminado. No voy a descansar hasta que ustedes paguen por lo que hicieron. Y tu hijo se va enterar de todo.
— ¡Deja a Diego en paz! —le gritó, enojada.
—No. Vas a sufrir Estela Mantilla, tu me quitaste a mi padre, yo te voy a quitar a tu hijo. Ahora lárgate de mi apartamento, y no intentes ir a la policía, porque tu bien sabes que tengo información que puede perjudicarte a ti y a tu esposo.
Esteban le abrió la puerta, con su actitud desafiante la hizo irse intimidada. Estela Mantilla se fue repleta de miedo. Temía por su futuro. Los guardados de hace más de veinte años amenazaban con revelarse y causar estragos en su acomodada vida.
Días después, Gustavo Sandoval fue llamado por la policía. Tenían información sobre el caso de su hermano.
—El nombre real de Esteban Granados es Juan Camilo Maldonado —ponía al tanto Rodrigo Casallas, el policía encargado. Mostraba en la pantalla del computador fotos, y titulares de periódico —. Su padre, Iván Darío Maldonado, fue encontrado muerto en un caño a las afueras de la ciudad…
—Espereme, ¿Qué? —Gustavo quedó perplejo ante lo escuchado — ¿Iván Darío Maldonado?, yo lo conozco, y me acuerdo perfectamente de lo que le pasó. Fue terrible.
—Precisamente por eso lo llamé señor Sandoval. Su hermano Gonzalo fue demandado por la familia del difunto, lo acusaron de asesinato.
—Pero luego quitaron la demanda. Hasta recuerdo que pidieron disculpas públicas por la falsa acusación.
—Sí, eso también lo dice el expediente. Sin embargo—Rodrigo Casallas tomó un instante para organizar sus pensamientos y lanzar su declaración de una forma cuidadosa —… Revise el expediente, y me pareció que todo sucedió de una manera, un tanto extraña. Me explico, la familia de Maldonado estaba dispuesta a todo, se veían muy convencidos de que su hermano realmente era el asesino. De un momento a otro, cambiaron de opinión.
—Pues, no sabría decirlo porque fue eso —La confusión de Gustavo era cada vez mayor —. Pero yo la verdad no entiendo, ¿usted está afirmando que mi hermano en verdad mató a Iván Darío?
—No, yo no estoy afirmando nada. Solo estoy mirando todas las posibilidades —Casallas llevó su cuerpo para adelante en la silla —. En este momento tenemos a un joven que al parecer lo que quería era venganza. Quería matar al hombre que fue acusado de asesinar a su padre, y me preguntó, si la familia Maldonado se había retratado de la acusación ¿por qué el hijo sigue creyendo que el asesino es Gonzalo, su hermano?
—No lo sé, todo esto es muy confuso. El muchacho era un niño en ese entonces, de seguro creció todos estos años con rencor, y ese odio no le deja ver las cosas claramente.
El policía suspiró. Se levantó del puesto con la intención de despedir a Gustavo. Le informó que estaría llamándolo para darle avances, así como que llamaría a más personas a rendir indagatoria; Estela Mantilla y la familia Maldonado estarían entre esos interrogados.
—Señor Gustavo —Casallas se mostró amable —. No quisiera seguir insistiendo en el tema, pero le pido que esté abierto a todas las opciones. Por duro que parezca, es mejor afrontar la verdad que seguir viviendo en un mundo de mentiras.
Con ello le daba a entender que no se fiara de su hermano. Pues el instinto de policía le decía a Rodrigo Casallas que Gonzalo Sandoval ocultaba algo verdaderamente grande. Por su lado, Gustavo no se atrevía a creer que su hermano era un criminal, un asesino despiadado ¿Qué motivos tendría para hacer tal cosa?
Se despidió, y salió con la cabeza que se le estallaba de tantas ideas. Gonzalo siempre había mantenido sus asuntos ocultos, pero le parecía imposible que se tratara de temas de dudosa reputación. ¿Qué hacer ahora? ¿Debía decirle a su hermano sobre los últimos acontecimientos?
Mientras Diego se encontraba en su cita con Luisa. En la casa, Estela Mantilla maquinaba un terrible plan.
—Señora —dijo Elkin Montes, se quedó parado en la puerta esperando órdenes.
—Siga, Elkin —se levantó de la silla y tomó un sobre de la mesa —Mire. Este es el hombre que atentó contra Gonzalo. Hay tiene la dirección donde puede encontrarlo.
— ¿Qué quiere que haga con él? —dijo abriendo el sobre y sacando una foto de Esteban Granados, o más bien, Juan Camilo Maldonado.
—Matarlo y desaparecerlo antes de que la policía lo encuentre —dijo Estela, sin titubear.
Holi!
Un nuevo capítulo.
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Bendiciones.
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