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10- ♐🔥Fire on fire🔥♐

POV Aioros

Tenerte a mi lado, cuidándote y protegiéndote de todo daño que pudieras sufrir, era lo más hermoso y el sentimiento el más profundo.

Tenía junto a mí lo único que quedaba de nuestra familia, lo que me daba fuerzas para seguir adelante tras quedarnos solos en el mundo.

Eras apenas un bebé pero significabas mi mundo entero y hubiese dado todo por tí.

Cuando despertó mi cosmos, pude reconocer el tuyo... era tan pequeño como tú pero brillaba como el sol y entonces lo supe.

Sin importar qué sucediera con nosotros, serías un gran y poderoso guerrero.

El santuario fue nuestro refugio, pero tú eras mi hogar sin importar dónde estuviéramos.

Te cuidé como el tesoro que eras, aún a mi corta edad, entendía que eras mi prioridad en la vida y así sería siempre... o eso creía.


POV Aioria

Me cuidaste como un hijo a pesar de ser mi hermano y sólo tener nueve años, fuiste todo lo que necesitaba de la vida, mi apoyo, mi guía...

Entendí ya de grande que te habías perdido de muchas cosas, que sacrificaste tu adolescencia para velar por mí...

Tengo vagos recuerdos de tus entrenamientos, mientras yo quedaba en mi cesta de bebé al cuidado de alguna doncella u otro aspirante a caballero...

Recuerdo haber celado ferozmente a Saga porque me quitaba tu atención, yo prefería a Kanon, quién venía de visita pero mientras hablaba contigo, jugaba conmigo, no me hacía a un lado como su gemelo.

Entonces te vi y supe,

Tal vez sea porque me hice un poco mayor

Tal vez es por todo lo que he pasado

Me gustaría pensar que es como te apoyas y descansas en mi hombro,

Y como me veo contigo,
no digo una palabra


Pero aún así, me quitas el aliento y robas las cosas que sé.

Pero yo sabía que nada ni nadie me quitaría tu amor, ese que me confesabas en cada oportunidad que me tenías en tus brazos y me arrullabas hasta quedarme dormido.

Aún con el pasar de los años, ya siendo un niño que entrenaba a tu lado, me presentabas orgulloso y me dedicabas palabras de aliento ante los nuevos aspirantes a distintas armaduras.

Tú eras el gran caballero de Sagitario, el que protegía a Athena, aún cuando ella era apenas un bebé...

Pero entonces llegó esa noche, esa infernal noche, cuando me quedé solo, cuando todo el santuario regó como pólvora que eras un traidor y habías intentado asesinar a nuestra diosa... cuando se acabó mi mundo...

Te habías marchado, solo, sin mí... me abandonaste a mi suerte, creí morir tantas veces entre el acoso, las golpizas y humillaciones.

Pero era el futuro León, yo era quién portaría una armadura dorada como tú y no flaquearía, no me dejaría vencer.

Con mucho dolor salí adelante, fueron pocos quienes se acercaron alguna que otra vez a mí, para saber cómo me encontraba o si necesitaba algo.

Milo, Camus... ellos entendieron que yo no tenía culpa alguna de lo que te acusaban y también abrieron mi mente para que no te odiara.

Me dijeron que tú habías hecho algo que ellos no entendían si era verdad o no, si era bueno o malo y por lo tanto, no debía juzgarte y seguir teniendo mi cariño hacia tí.

Éramos niños, pero pretendían que fuéramos hombres, guerreros, que no lloráramos y mi carácter se forjó así, recto, duro pero leal y protector, como tú lo eras conmigo.


Con el correr de los años, no sólo crecía en cuerpo y mente, también lo hacía la adoración que siempre sentí por tí.

Sabía que no volverías pero eso no quitaba lo que sentía, lo que añoraba y extrañaba tu presencia.

Los tiempos de burlas acabaron aunque para algunos seguía siendo el hermano del traidor; por alguna razón, eso dejó de importarme, ya no dolía y, aunque parezca un poco raro, el que dijeran que era como tú, me llenaba de orgullo.

Aún más cuando Athena se reveló ante mí, contigo a su lado, explicando lo sucedido. No eras, nunca habías sido un traidor, eras el héroe que salvó a nuestra diosa.

Y te amé aún más, deseando, ansiando el momento de reencontrarnos.

POV Aioros

La oscuridad fue dando paso a una luz brillante y de pronto me encontré en un lugar que sólo conocía por nombre e imágenes vistas en algún libro.

Asgard.

No entendía muy bien el propósito de estar vivo de nuevo, pero seguro era para ayudar a Athena y no busqué explicaciones.

Podía sentir el cosmos de otros caballeros de oro y mi corazón se llenó de felicidad al sentir el tuyo, noble, gigante, poderoso.

Te convertiste en el León imponente que siempre supe que serías, aunque esperaba verte crecer a mi lado.

Me movía la ansiedad por volver a verte, mi corazón latía acelerado, pero había una lucha en medio y como guerreros, primero estaba el deber.

Y luchamos, sangramos... tuve la oportunidad de ver a Saga y quedar en paz con nuestras conciencias, vi a Shura pelear a tu lado y sentí que todo estaría bien.

El rencor sólo trae más dolor y ya no quería eso en nuestras vidas... saber qué habías superado el que Shura me hubiese asesinado me llenó de orgullo.

Éramos camaradas, peleábamos por un bien común mucho más grande y lo hicimos todos juntos, contigo a la cabeza, llenándome de satisfacción.

Te vi y mi corazón volvió a latir, se sintió vivo de verdad.

Todo ese amor que te tuve desde el momento en que te tuve entre mis brazos por primera vez, cuando eras apenas un recién nacido, rugió en mi pecho desbocado ante tantas emociones.

Pude acercarme al fin a tí, chocamos puños y supimos que juntos éramos invencibles, uno mismo y ya nada, ni la misma muerte, nos podría volver a separar.

Mírame a los ojos

Eres la perfección, mi única dirección

Es fuego en llamas, mmm

es fuego en llamas

Cuando peleamos, peleamos como leones...

El frío calaba sus huesos, no le daba tregua y ya no sentía sus dedos. La tormenta no tenía intenciones de amainar y de seguir en esas condiciones, era seguro que tomaría una neumonía.

Al menos no estaba completamente a la intemperie.

Aioros se preguntó una vez más, quién le había convencido de anotarse en un torneo de arquería en un país tan lejano y diferente a su amada Grecia.

Todo había comenzado bien, las contiendas se sucedían y él pasaba a las siguientes rondas sin mayores inconvenientes.

Se preguntaba seguido si en otra vida habría sido un guerrero, un arquero o algo así, pues su destreza era nata, sólo había tomado clases para implementar técnicas pero la puntería era todo mérito propio.

Suspiró con fuerza, sus pulmones exhalando un aire tibio que dejó acariciara sus manos.

Ya era su turno.

-Deberías usar guantes mientras esperas que te llamen o tus manos no obedecerán cuando quieras atinar al blanco...

Una voz varonil y segura habló a sus espaldas y su cuerpo tembló en anticipación aún sin haber volteado.

-El frío aquí es peligroso si te quedas quieto y no tienes el abrigo suficiente.

Se dio la vuelta para quedar frente a un bello y atractivo joven, menor que él, que le sonreía sincero, robándole el aliento.

-S-sí, salí apurado del hotel y no levanté mis guantes de piel... pronto ya acaba mi presentación y vuelvo al calor de mi habitación...

-Toma los míos, tengo un par extra en mi bolso... me llamo Aioria.

-Muchas gracias, Aioria... mucho gusto, mi nombre es-

-Aioros... te has hecho famoso aquí, ya todos murmuran que eres el ganador.

-¿En serio? Aún falta demasiado...

Lo veía a los ojos y un dejo de reconocimiento se apoderaba de su pecho, la ansiedad por acariciar su rostro se le hacía extraña, pero familiar al mismo tiempo...

-¿Nos hemos visto antes? Es decir... ¿te conozco de algún otro lado?

-No que yo sepa, soy griego pero vivo en Alaska desde que era niño... mis padres me adoptaron en Grecia, cuando vacacionaban y me vieron jugando en el patio del orfanato donde me encontraba.

Dijeron que estaba solito pero que hablaba con un amigo imaginario y les pareció tierno... me llevaron con ellos a su país y he vivido aquí desde entonces...

A menos que hayas estado aquí antes, dudo que nos conozcamos...

Se quedó pensando un instante, momento que Aioros aprovechó para beber de su belleza masculina, de su cuerpo atlético y estilizado, sus rizos rubios y ensortijados y las esmeraldas que adornaban sus ojos...

No pudo evitar suspirar, su cuerpo, su mente pedía a gritos conocer, saber más de ese chico...

Aioria volvió a mirarlo, una mirada de anhelo que Aioros creyó haber visto antes.

-¿Sabes que, ahora que pienso en tu nombre, mi amigo invisible se llamaba Aioros? Yo lo veía, para mí era tangible no imaginario... él me cuidaba y protegía, me daba todo su amor y siempre estaba a mi lado sin importar qué.

Creo que eso alejaba a cualquier pareja que deseaba adoptarme, hasta que llegaron Shion y Dohko... ellos no me juzgaron y, por el contrario, me decían que ellos también veían a Aioros cuidándome, con una armadura dorada como todo un caballero guerrero...

-Eso es hermoso, Aioria, tus padres en verdad comprendían que, en tu soledad, creaste un amigo, un protector...

-Aioros no era mi amigo solamente, él me dijo que era mi hermano mayor y que siempre estaría a mi lado... Aioros Dimou existió siempre en mi vida...

"Aioria Lamprou, presentarse en su estación"

La voz del estadio se escuchó clara.

-Es mi llamado amigo... toma los guantes de mi bolso antes que te congeles...

La sonrisa que le regaló antes de partir corriendo hacia el puesto de salto en alto, derritió todo el frío que podía sentir de momento, su corazón latió fuerte y su alma gritaba desesperada.

Pronto fue su llamado y debió tranquilizarse, Aioria acababa de batir un récord olímpico y él deseaba seguir avanzando en su deporte, ahora sabiéndose observado por ese muchacho que había despertado todos sus sentidos en sólo pocos minutos.

Los saludos de felicitaciones se sucedían, las aclamaciones por cada uno de los vencedores en todas las disciplinas y Aioros no tenía ojos ni oídos más que para el joven que había conocido unos días antes.

Luego de la presentación del día, Aioros había sido agradecido y lo había invitado a celebrar sus logros, teniendo una divertida velada entre jugos de frutas y panecillos dulces.

Parecía que se conocían desde siempre, puesto que la familiaridad y confianza se estableció instantáneamente entre ellos.

Coincidían en sus gustos musicales, ambos preferían el rock romántico y bailaban todo lo que tuviera buen ritmo. Aioros llevaba en su bolso, un pendrive con toda las canciones que escuchaba seguido y pronto, ambos se hallaban bailando y riendo como niños.

Aioria era seis años menor que Aioros, poseía un carisma muy fuerte y el griego sentía que podía perderse en su simpatía sin remedio.

Tenía un acento mezcla entre el Inglés, el francés y el griego, algo que cautivaba a todos y, por lo tanto, Aioros se había sentido celoso en esos días cuando los demás venían a saludarlo y acaparaban su atención, robándole su tiempo a solas.

Pero cuando estaban juntos, era sólo para él, el menor apagaba su celular y le dedicaba todo de sí...

La amistad que se instaló entre ellos rápidamente, también fue pronto, trascendiendo y mutando a algo más profundo conforme pasaban los días.

El torneo estaba a nada de acabar, Aioros volvería a Grecia y deseaba con todo su corazón llevarse a casa a Aioria.


El rubio veía con anhelo y un dejo de tristeza que el tiempo estaba en contra suya y de sus sentimientos, pues no se animaba a declararse cuando sabía que estaba a un paso de perder a esa persona que sentía había añorado por siempre.

Paseaba por los jardines de la Villa donde se alojaban, un lugar bellísimo, con un entorno natural que contrastaba con el imponente edificio erigido para la gesta deportiva.

Se quedó observando unos niños que jugaban a la pelota y, cuando el balón vino hacia él, no dudó en ponerse a jugar con ellos, para alegría de los pequeños que lo reconocían como a uno de sus deportistas favoritos.

Alguien más observaba aquello y un dejo de ternura y tristeza enlazados lo embargaba.

-¡Aioria!

Le gritó para llamar su atención. El otro volteó y su sonrisa se hizo enorme al ver al griego. Se despidió de los niños y corrió a su lado.

-Buen día Aioros! Creí que ya no te vería...

-Nos vamos mañana... ¿quieres pasar mi último día aquí, conmigo?

Un nudo se le hizo en la garganta pero asintió sin dudar. La primera vez que se enamoraba, que tenía esa conexión con alguien y en horas los separarían kilómetros y un océano...

Le sonrió y cuando Aioros le tomó la mano para guiarlo adónde fuera que lo llevaba, con el otro puño de su remera se quitó la traviesa lágrima que estaba a punto de caer.

Habían paseado, comieron a la orilla de un lago, se bañaron en las aguas cristalinas y luego se tiraron al sol mientras se secaban sus ropas, aún en sus dueños.

-Ven a mi casa un momento que deseo recoger algo y seguimos paseando.

Aioros se sintió feliz que lo llevara a su hogar, era un gesto íntimo que él valoraba mucho.

Llegaron y pasaron directo al living, donde Aioros se sentó en un sillón, esperando a que el joven regresara.

Había retratos y trofeos de Aioria en todas las paredes y vitrinas del lugar. Sin lugar a dudas, sus padres estaban más que orgullosos de su hijo.

Sin embargo algo llamó la atención de Aioros, en un pequeño porta retratos había una foto de un Aioria muy pequeño, unos tres años jugando a la pelota en un patio enorme. En el bolsillo de su remerita tenía colgada una bolsita transparente con una moneda griega.

Su corazón dio un vuelco.

Aioria bajaba sonriente las escaleras, se había mudado de ropas y lucía unos jeans negros con una camisa color vino abierta al pecho.

Aioros tenía la mirada perdida en algún lado y se atrevió a tocar su hombro para que notara su presencia.

Su rostro estaba pálido, cuando sus miradas se encontraron el menor pudo ver cualquier cosa menos amor o algo cercano al romanticismo.

-¿Cuántos años tienes? ¿Cuál es tu historia antes del orfanato?

-¿Qué? ¿Por qué quieres saber? Estoy próximo a cumplir los veinte... yo no sé nada de mi vida antes del orfanato, mis padres tal vez sepan. Nunca me interesó saber, me abandonaron en el orfanato porque estaba enfermo...

-¿Enfermo? ¿Qué tenías?

-¡No lo sé! No quiero hablar de eso... ¿vamos?

En ese instante, la puerta se abrió y una pareja entró en la casa.

-¡Hijo! ¡Ya volviste! Eres tendencia en las redes, récord olímpico, tres medallas... estamos muy orgullosos de ti, mi vida...

Le abrazaron felices sin percatarse de la presencia del joven.

-Padres, les quiero presentar a Aioros, un amigo que hice en la competencia.

Sus padres voltearon para encontrarse con un jovencito mayor a su hijo, de contextura bastante similar y sus facciones... las facciones eran tan similares...

-¿Dijiste Aioros?

-Un placer conocerlos, Aioria me ha hablado de ustedes mucho y muy bien...

-¿Y qué te ha dicho nuestro retoño?

-Que fue adoptado de un orfanato en Grecia, que ha vivido feliz aquí desde que era niño, de su amigo invisible y justo me estaba platicando de su enfermedad...

-Wow, te tiene mucha confianza, jamás ha hablado a alguien de esto y mucho menos lo ha traído a casa.

-¿Qué enfermedad tenía Aioria? ¿Aún la padece? Porque yo lo veo muy sano

-La mujer del orfanato nos dijo que al parecer el pequeño había sido robado de un hospital de recién nacido, pero se dieron cuenta que estaba enfermo y lo abandonaron allí...

Era una cardiopatía congénita pero a nosotros no nos importaba eso, lo hicimos tratar con los mejores especialistas y a los cinco años fue operado sin que quedaran secuelas.

Desde entonces ha hecho una vida normal, mucho deporte y estudia para ser cardiólogo.

-¡Eso es genial! Qué bueno que ya está totalmente curado...

Aioria observaba en silencio y se preguntaba por qué le interesaba tanto su vida.

-¿Puedo hacerles una pregunta? Esa foto...

-Nos la dieron en el orfanato, era lo único que traía nuestro pequeño cuando lo adoptamos. Nos dijeron que esa bolsita estaba en su ropa y que de seguro pertenecía a su verdadera familia.

Jamás nadie lo reclamó, durante años tuvimos ese miedo de que alguien tocara a nuestra puerta y nos lo quitara...

Aioros se quedó paralizado, sus sospechas confirmadas.

Grecia, veinte años atrás.

-Mami, ¿falta mucho para que nazca mi hermanito? Ya quiero tenerlo conmigo y jugar con él...

Un Aioros de casi seis años, acariciaba el abultado vientre de su madre y se ilusionaba con la llegada de su hermano.

-Aio... entiende que será muy pequeño y deberás esperar a que crezca para poder hacerlo...

-Lo sé, pero yo igual lo cuidaré y estaré siempre con él, como no podrá defenderse, yo lo protegeré...

-Claro mi cielo, serás como su Ángel de la guarda, su hermano mayor...

Un dolor punzante estremeció a la madre y supo que su bebé ya quería nacer.

-Llama a papá y dile que Aioria ya viene en camino.

Feliz, el pequeño corrió junto a su padre y pronto estaban camino al hospital, donde tras una hora de espera, la enfermera salió de la sala de partos con un pequeño bulto que entregó a su progenitor.

Unas pelusas rubias asomaban de la manta que lo cubrían y Aioros se halló enamorado de ese diminuto ser que dormía plácidamente en los brazos de su padre.

-Quiero cargarlo, papi...

-Está bien, Aio, siéntate y sostenlo...

Fue verlo y amarlo, tan frágil y pequeño, tan hermoso... perfecto... le tocó la nariz y el pequeño abrió los ojos, verdes cual esmeraldas. Era una mirada perdida, aún no focalizaba pero para Aioros, era la mirada más hermosa y dirigida a él, sólo a él.

Su promesa de protegerlo por siempre se renovó, él lo amaría y sería su escudo ante cualquier cosa mala que pasara...

La enfermera le dijo que debían llevarlo a la nursery y lo devolvió, no sin antes darle un beso en la frente y ponerle en su ropita, una moneda envuelta en una bolsita.

Su abuelo decía que las monedas eran portales, que así como se ponían en los ojos de los fallecidos en la antigüedad para pagarle al barquero, también se le ponían a los recién nacidos para que siempre encontraran el camino a casa...

Cuando tiempo más tarde, su madre despertó y fueron por el bebé, éste había desaparecido, no había rastros del pequeño, buscaron en las cámaras de seguridad y sólo vieron a alguien encapuchado saliendo con un bebé en brazos.

La familia se sumergió en una gran depresión, la policía buscó por todos lados y jamás encontraron al bebé.

Su madre lloró hasta morir de tristeza, se dejó llevar por el dolor...

Aioros y su padre continuaron solos, buscando, ansiando una mínima esperanza que les devolviera lo que les robaron.

Pero nunca pasó y sólo quedaron las promesas, las palabras de amor de un niño de seis años que nunca se dio por vencido en su búsqueda.

-¿Estás bien Aioros?

La mirada preocupada del menor lo sacó de sus recuerdos, los que revivía noche a noche en la soledad de su cuarto...

Después de tantos años, tanta búsqueda, cuando al fin se dignaba dejar atrás su pasado para empezar a vivir su propia vida, había encontrado a su hermano perdido.

Y no era el modo ni la situación que tantas veces había soñado, la que había tenido en sueños, con reencuentros llenos de felicidad y abrazos, volviendo a tener su familia completa...

No... ya no había familia, porque su padre había muerto el año anterior y, porque además, él estaba enamorado de ese chico que resultaba ser su hermano menor.

-Aioria, debo irme ahora...

-Pero... íbamos a salir a pasear y yo te quería invitar a cenar...

-Lo siento... no puedo... adiós...

El rostro de Aioria era la imagen del desencanto, no entendía qué había pasado, qué había hecho mal...

Salió corriendo tras él, lo alcanzó cuando se acercaba al muelle.

-Dime qué sucede, qué pasó... ¿por qué te vas así?

¿Cómo explicarle que era su hermano si el menor no sabía que tenía uno?

Lo mejor era dejarlo seguir con su vida feliz y él estaría tranquilo sabiendo que lo había conocido, que era buena persona y tenía una gran familia.

Pero sus padres merecían que él supiera la verdad, que no había sido abandonado, que jamás le habrían hecho daño...

-Aioria, debo contarte mi historia, la de mi familia...

El menor sólo asintió, sin entender nada del drástico cambio de Aioros hacia él.

La mirada de Aioria estaba perdida en el ruido del agua, las puertas del embalse se habían abierto y el sonido era ensordecedor.

Aunque no tanto como las palabras de Aioros contándole su verdadera historia, lo amado que había sido, cómo lo esperaban con anhelo y felicidad... su rapto, la búsqueda, la muerte de sus padres, la incansable búsqueda de su hermano, esa moneda que siempre tuvo consigo pero ni sabía el porqué...

Tantas cosas tenían sentido dentro de la tragedia que había sido su vida...

La moneda, su amigo invisible Aioros... no eran sueños ni inventos, era su alma que le impedía olvidar el amor que lo había rodeado en su vida anterior y lo acompañaba durante su crecimiento como guardianes de un tesoro sagrado...

Miró a Aioros, su hermano, pero no podía, simplemente no lo podía ver así.

Él creció sin hermanos, sin el conocimiento de uno y se enamoró de ese arquero en la competencia, no era amor fraternal el que sentía.

-Yo te amo Aioros... no quiero que seas mi hermano...

-Pero lo soy, no podemos cambiar eso... te busqué por tanto tiempo y... justo tenías que ser tú!

Los ojos de ambos brillaban con lágrimas que deseaban salir, el sentimiento era tan grande como el miedo a hacer lo indebido...

-No me importa, nunca tuve un hermano, no lo necesito ahora... pero sí te necesito a tí...

Aioros luchaba contra lo que su corazón ansiaba, lo que sus ganas pedían a gritos.

-No es correcto, entiende...

-¿Entender qué? ¿Que te amo y no puedo tenerte porque el destino nos jugó una mala pasada y tenemos la misma sangre? ¿A quién le importa?

Nuestros padres ya no están, nadie sabe que somos hermanos... jamás podré verte de ese modo, Aioros... si no lo ves como yo, mejor vete, aquí no está tu hermano, soy sólo la persona que te ama con todo su corazón.

-No sé si podré, Aioria, no lo sé...

-Dejame intentarlo... yo soy quien no tiene sentimientos encontrados... por favor...

El menor se fue acercando despacio, con pasos firmes y mirándolo fijo, una sonrisa seductora que derretía los muros que Aioros intentaba construir.

El beso fue suave, dulce, probatorio, como si esperara el rechazo pero éste nunca llegó.

Por el contrario, Aioros lo tomó por la cintura y lo apretó a su cuerpo, profundizando el contacto al poner una mano en su cabello, tomando un mechón de rizos para mantenerlo cerca.

Esto provocó un suspiro de anhelo y aprobación en Aioria que sacó la primera sonrisa dentro del beso en el mayor.

-Vamos a mi departamento, no quiero que tus padres me echen de la ciudad por pervertir a su tesoro.

-Mis padres son muy liberales y sólo desean lo mejor para mí, que eres tú.

-Te amo Aioria, no sé si soy lo mejor para tí pero daré todo de mí por serlo.

-No tendrás que preocuparte por eso, sé lo que quiero y deseo, no necesito perfección en mi vida, sólo a tí...

No terminaron de cruzar la puerta cuando Aioros ya lo tenía contra la pared, besando con desesperación cada pedazo de piel que estaba a su alcance, acariciando por sobre la ropa ese cuerpo atlético.

Aioria no se quedaba atrás y tocaba todo lo que podía, acariciaba muslos, caderas, hasta llegar a la entrepierna, que estaba dura como piedra.

No tenía experiencia pero le sobraba fuego en la sangre para saber que su compañero estaba tan excitado como él y que ya la ropa estaba de más.

Caminaron a los tropiezos por el departamento hasta llegar a la habitación, la ropa había desaparecido en el trayecto y los cuerpos casi idénticos, se acercaban con deseo de más.

-No quiero hacerte daño...

-Deja de verme como a tu hermanito o me visto y me voy...

-Te será difícil caminar con eso

Le dijo Aioros señalando su potente erección, con un tono burlesco que Aioria imitó con gracia.

-Entonces primero te encargas y luego me largo.

Aioros no esperó a que Aioria siguiera con su berrinche, se hincó ante él y lo tomó completo con su boca, mientras ambas manos apretaban sus glúteos, manteniéndolo quieto.

Aioria jadeó en sorpresa y luego uno tras otro, los gemidos fueron llenando el lugar.

-¿Co-como sabes hacer eso? Ah, uf, sí... ahí... hmmm, más, por favor...

-¿Te gusta?

La voz del mayor salió apenas soltando lo que lo mantenía ocupado, pero sin esperar respuesta, volvió a su trabajo, esta vez usando sus dedos para probar suerte en su entrada, la que se tensó ante la invasión.

Soltó su juguete nuevo y fue subiendo por su cuerpo en una estela de lengüetazos y chupones hasta su boca.

Los ojos esmeralda eran de fuego en ese momento.

-Quiero saber qué sabes hacer con esa hermosa boquita que tienes...

No se hizo esperar, Aioria lo empujó sobre la cama y se subió encima, besando todo a su paso, mapeando con su mano cada espacio del cuerpo contrario hasta tenerlo jadeando de deseo y ganas de ser poseído.

-Hazme tuyo, Aioria... te necesito...

-Pero yo pensé que tú...

-Luego... claro que sí, pero ahora te necesito...

Sonriendo, besándolo con pasión fue ingresando un par de dedos en el interior.

Aioros pedía por más y Aioria se lo daría. Alineó su miembro con la entrada del castaño y empujó, el canal adaptándose rápidamente al intruso, apretando deliciosamente y moviéndose, alentando al menor a hacerlo también.

Aioria se sentía en el cielo y ponía todo su mayor esfuerzo en cada embestida, cada estocada en ese punto de placer que hacía gritar a Aioros.

Los cuerpos sudorosos resbalaban uno sobre otro, simétricos, perfectos, complementándose increíblemente.

Sus miradas de fuego se encontraban, al igual que sus bocas que se buscaban sistemáticamente, los brazos de Aioria buscando soporte en la cabecera para mayor estabilidad y fuerza, empujando con vehemencia dentro del contrario, queriendo ser uno solo con su amante.

-Estoy cerca, Aioria...

-Yo igual...

Una mano al miembro de Aioros mientras seguía su brutal penetración. Era un animal en celo y daba todo en esa entrega de pasión.

Su orgasmo fue potente y Aioros lo siguió un momento después, quedando ambos tendidos, exhaustos, abrazados y felices...

-Te amo Aioros... eres todo lo que he soñado...

-Yo también te amo Aioria, eres mi persona favorita, todo mi mundo...

Es fuego en llamas,

es fuego en llamas...

Cuando peleamos, peleamos como leones,

Pero luego amamos y sentimos la verdad.

Perdemos la cabeza en una ciudad de rosas,

No respetaremos ninguna regla.

no digo una palabra

Pero aún así, me quitas el aliento y robas las cosas que sé...

Y ahí estás, salvándome del frío...

Fuego sobre fuego normalmente nos mataría

Pero este deseo es tan grande, juntos, somos ganadores

Dicen que estamos fuera de control y algunos dicen que somos pecadores

Pero no dejes que arruinen nuestros hermosos ritmos

Porque cuando me desnudas y me dices que me amas

Y me miras a los ojos

Eres la perfección, mi única dirección

Es fuego en llamas...

Lo hicieron toda la noche, la entrega de Aioria fue tan vehemente como su faceta activa y al amanecer del día siguiente, sus cuerpos descansaban enredados en la cama, una sábana cubriendo sus intimidades...

Los dos muchachos tenían una sonrisa tatuada en sus rostros y una paz como jamás habían tenido en sus vidas, se había instalado en ellos.

Quizás la vida los había separado, pero el destino los volvió a unir, de manera diferente, con sentimientos distintos a los originales, pero siempre sinceros con ellos mismos.

En cada momento de sus diferentes vidas, estuvieron juntos y también separados, pero sólo habían sido sus cuerpos, ya que sus almas eran una sola, un único sentimiento, un mismo elemento...

Ellos eran fuego... fuego en fuego... y así seguirían siéndolo por siempre.

FIN

Después de un siglo, vuelvo a traerles este songfic con una pareja que no había escrito antes y me costó bastante hacerlo.

Espero les agrade y desde ya, gracias por pasarse por aquí y leerme.

Va dedicado a mi querida amiga Camill54, ella me lo pidió hace muchísimo y recién hoy puedo cumplirle. Espero te guste querida y que te haga sentir un poquito mejor!😊❤

Nos seguimos leyendo como siempre!

Hasta pronto!! Saludos!!

Sailor Fighter 💙

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