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Prólogo

La lluvia golpeando la ventana era lo único que se escuchaba en la sala de la casa, ademas de los apenas audibles ronquidos de Chica, que se había quedado dormida en el sofá individual, pero de ahí en fuera todo era silencio.

Bonnie y yo ya teníamos rato que nos quedamos sin tema de conversación, por lo cual se notaba que cada quien estaba bastante centrado en sus pensamientos.

-¿Ya has pensado en algo? -pregunto de repente mi amigo conejo saliendo de su trance volteando a verme con una expresión muy calmada. Pero yo seguía mirando hacia la nada.

-No... la verdad no -conteste de igual forma. Sabia a lo que se refería. Quería saber si ya tenia alguna idea de que hacer con mi vida.

Ya estábamos a seis meses de terminar nuestro ultimo curso de preparatoria, y para estas fechas ya deberíamos tener aunque sea una idea de que carrera haríamos. Cuando tenia trece años no me había puesto a pensar que una sola decisión podría cambiar por completo mi vida. No es fácil quedarte quieto y ponerte a pensar que una simple decisión puede cambiarte la vida mas de lo que crees.

Solo quería hacer algo que me gustara y en lo que fuera bueno. Eh ahí el problema. No se en que soy bueno para llegar al grado de aplicarlo el resto de mi vida. ¿Y si lo que escojo no es lo que espero? ¿Y si me arrepiento? ¿Y si fracaso? Podría pasar. Pero ¿que es la vida si no te arriesgas, te caes y te levantas? Simple y fácil. Nada.

-¿Y tu? ¿Ya tienes algo? -pregunte ahora yo.

-Si, bueno, algo así... -se quedo callado- ... la sección de literatura me llama mucho la atención... -fije mi mirada en el-.

-No se por que tuve el presentimiento de que dirías eso -dije sonriendo- desde que eramos unos niños siempre te a gustado mucho leer. Y de vez en cuando agarro tu cuaderno donde crees que Chica y yo no sabemos qué haces tus textos.

-¡Oye! Eso era un secreto -dijo intentando sonar indignado, pero se vio muy sobe-actuado.

-Y tu no sabes guardar secretos -reí-.

Otra vez el silencio. Mi padre había salido hace unas horas, y ya eran las 11:06 de la noche. A veces pienso que el también es una causa de que nos pasemos muy buenos ratos. Siempre que me peleaba con Bonnie a los seis años el siempre hacia que los dos termináramos cediendo. Y con Chica siempre me hacia enojar diciendo que estaba enamorado de ella a esa edad. Se podría decir que mi padre también considera a Bonnie y a Chica como sus hijos. Siempre haciéndonos broma a los tres. ¡Quien lo diría! Desde los dos años hasta el día de hoy con diecisiete años.

-Freddy... -me llamo en voz baja-.

-¿Si Bonnie? -regrese mi mirada a el-.

-A ti... bueno, alguna vez has pensado... como seria tu vida con... un hijo.

Valla que me sorprendí. No me esperaba esa pregunta. No era la primera vez que hablábamos de ese tema. Desde mas jóvenes los tres bromeábamos que yo dejaría que Bonnie y Chica fueran los padrinos de mi primer hijo, Bonnie decía que Chica y yo seriamos los padrinos del suyo, y Chica decía que si Bonnie y yo nos portábamos bien seriamos los padrinos del suyo.

-Pues realmente no... Solo son pequeños momentos que lo hago... Con esa persona especial a mi lado y el pequeño al otro... Pero no es como que haya pensado en un gran futuro sobre eso.

-Sabes que sonaste super cursi diciendo eso, ¿verdad? -dijo obvio-.

-Lo se... Pero solo digo las cosas como las veo... Oh al menos como espero que sean.

-¿Persona? ¿No te importa si es hombre o mujer? -preguntó curioso-.

-No, la verdad no. En tanto tengamos amor esta bien, ¿no crees?

El solo asintió con una sonrisa en su rostro. Pero con una de esas sonrisas que te transmiten una inmensa calma y paz.

-Me imagino que tu igual ¿no? -pregunte-.

-Algo así... Pero primero que nada quiero terminar con la sentencia -lo mire confundido- la escuela.

Yo solo reí ante su comentario. Después de tantos años y este conejo aun no cambia su desagrado por el colegio.

Me quede con la duda si Chica llega a despertar antes de que la tormenta la despierte. Así que para relajar un poco mas el ambiente agarre el almohadón que tenia mas cerca de mi y con una fuerza considerada se lo arroje a la cara lo que causo que diera una patada la aire y cayera de trasero contra el suelo.

-¡Aléjense putos ninjas! -grito con el almohadón en la mano y el cabello en la cara haciendo que no pudiera ver nada-.

Bonnie y yo la vimos por unos momentos, ella se dio cuenta de eso y soltó el almohadón y se removió el cabello de la cara y nos vio incrédula.

-¿Quien fue el genio de interrumpir mi sueño lleno de acción y ninjas con armas iluminatis? -pregunto la rubia. Bonnie solo se inmuto a señalarme-.

-Gracias hermano -lo mire mal-.

-Para eso estoy Fredo -dijo orgulloso. Seguido de eso sentí como el almohadón impacto en mi cara.

Subimos a mi habitación y seguimos hablando un buen rato, hasta que las platicas llegaron la las carcajadas, las carcajadas llegaron a las cosquillas y las cosquillas llegaron a una guerra entre ropa y mas almohadones. Diecisiete años y somos tan maduros.

-¿Los invito a mi casa una noche y terminamos así? -dije rendido en el piso de mi habitación teniendo a Bonnie y Chica sentados en mi espalda-.

-Tu nos amas -dijeron al mismo tiempo-.

Era la verdad, como no amar a las dos personas que han estado junto a ti a lo largo de tu vida en todo momento. Tanto en buenos y malos momentos. Todavía recuerdo cuando falleció mi madre cuando tenía quince años. Bonnie y Chica no se separaron en ningún momento de mi lado (mi madre también los consideraba como sus hijos). Recordarlo duele, pero saber que mi padre y yo tuvimos a mas personas con nosotros me consuela bastante (también contando a los padres de estos dos). No se que seria yo sin ellos.

***

Seis meses. Era lo único que rondaba en mi cabeza mientras estaba acostado en mi cama sin quitar la mirada del techo.

"Solo tengo menos de seis meses."

Seis meses para entra a la universidad.
Seis meses para pasar por un gran cambio.
Seis meses para decidir que hacer con mi vida.

¿Y que tengo? Nada.
Ninguna idea, ningún proyecto. Nada.

Mi padre ya a hablado conmigo sobre esto. Y tengo la idea de que mi madre si todavía siguiera conmigo también lo habría hecho.

Música, ingeniería, política, abogacía, medicina. Y ninguna es para mí. Intento no sonar muy paranoico sobre esto, pero realmente ya me estoy desesperando.

Hace ya dos semana que Bonnie decidió oficialmente tomar el camino de literatura. Y Chica, ella pues ya tenía medio año con la idea de ir por el camino de medicina.

Me levante de la cama y baje las escaleras. Entre a la cocina y saque de la nevera el galón de helado. Sin pena alguna tome una cuchara y empecé a comer.

Ya debieron pasar a lo mucho unas seis horas que estoy sentado en el piso de la sala, apoyado en la pared, mirando hacia la nada. El helado se acabo hace cuatro horas y el saber que estudiar... Bueno eso no a pasado.

Suponía que mi padre llegaría en cualquier momento del trabajo, pero realmente no quería moverme de mi sitio.

Mire una foto enmarcada en un mueble de la sala. En ella mi madre no dejaba de sonreír. Con su hermoso cabello negro calleándole sobre los hombros con un par de orejas de oso, con la cara salpicada de pecas y sus hermosos ojos azules que irradiaban felicidad. Y junto a la foto, un florero con un tulipán rojo.

"Idéntico a su padre y con los ojos de su madre."

Cuando mi madre vivía nunca faltaba la persona que aportará ese comentario. Obviamente lo primero lo decía solo para joder a mi padre, ya que no tenemos mucho parentesco físicamente.

-Realmente me haces tanta falta -dije calmado, pero triste. Sin quitar la mirada de la fotografía.- A mí y a papá.

Entonces recordé. Lo que con mi madre nunca deje de hacer cuando estábamos juntos.

-Pero se ve difícil -decía yo, apenas un niño de siete años-.

-Puede que se vea difícil, pero no es imposible -decía ella colocando la última cereza en el segundo piso del pastel de vainilla, dándolo por finalizado.

Esa veces que cocinábamos juntos. Pasteles, galletas, estofados, ensaladas. Todo lo que hacíamos podía ser muy aburrido, pero ella buscaba la forma de hacerlo divertido. Y eso me gustaba.

Como las veces que tenía cuatro años, recuerdo que para que no se me hiciera aburrido, ella les ponía caritas y gestos a cada comida con más comida. Las llamaba "comida divertida".

Los recuerdos me invadieron y comencé a llorar en silencio con una sonrisa en el rostro.

-Las mejores cosas llegan cuando menos te lo esperas -decía ella. Cargando a su único hijo en brazos-.

Y era verdad. Ya sabía qué hacer con mi vida.

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