Semana 7: Mido Rana
Parpadeo una, dos, tres veces. Todas en lo que parecía ser cámara lenta mientras se aferraba con fuerza a aquella escalera por la que había entrado. Todos los sonidos se escuchaban diferentes ahí abajo, sus movimientos eran retardados pero en verdad eso ayudaba a que su cuerpo fuera más ligero. Veía como varios de sus mechones iban hacia arriba, a la superficie. ¿Cuántos segundos ya llevaba aguantando la respiración? No creía que mucho, pero cada vez estaba más desesperada por salir y volver a respirar.
Daba cortos pasos que la llevaban de uno y al otro lado, para acostumbrarse a la lentitud que el agua le daba y para empezar a sentirse a gusto en la alberca.
Estaba en la parte poco profunda, por lo que para poder quedarse bajo el agua había tenido que doblar sus rodillas. Era muy molesto caminar así, pero era un alivio saber que si entraba en pánico solo debía enderezarse y su cabeza saldría, salvándose de acabar patéticamente ahogada frente al líder del club de deportes. A quien por cierto, esperaba para que le diera la señal de que podía salir.
Sintió como una mano se adentraba y tomaba la suya que aún se aferraba a la escalera. Esa era la señal.
— ¡Ahh!— salió y respiro tanto como pudo. Se impulsó y con ayuda de sus codos se sujetó al borde de la piscina. Se pasó una mano por el cabello y dejo caer su cabeza en sus brazos.
Eso había sido aterrador, pero lo había logrado.
— ¡Genial! Lograste pasar treinta segundos sin respirar— celebro el rubio quien se colocó en cuclillas frente a ella —. Diez segundos mejor. Parece poco, pero es un buen avance.
— ¿Cómo puedes estar ahí abajo por tanto tiempo? — pregunto todavía con la cabeza gacha y recuperando el aliento.
—Practica. Y si seguimos poniéndote a prueba todos los días, pronto también podrás aguantas un minuto y más sin respirar.
La azabache soltó un quejido y se acomodó mejor al mismo tiempo que hacia pequeños movimientos con sus pies, tales como pequeñas patadas en donde a veces conseguía sacar por poco sus dedos del agua. A pesar de no estar del mejor humor por aún no sentirse del todo a salvo ahí adentro, vio como Aso le mostraba la palma para chocar los cinco, le contesto de la misma forma antes de que su compañero la tomara con fuerza de ambas manos y la jalara para sacarla de ahí.
—Eso es todo por ahora. Si quieres, puedes venir luego de clases y, mientras los chicos corren tu y yo seguimos practicando.
—Lo pensare. Oko-kun también me pidió que lo acompañara en su tiempo del club— respondió distraídamente mientras tomaba su toalla y empezaba a secarse el cabello. Aún no sabía cómo se lo tomaría Kizano ya que ese día le tocaba ir con él.
El deportista asintió, comprendiendo que para la próxima era mejor preguntarle mucho antes para evitar que ella estuviera ocupada con alguno de sus amigos, la buena noticia era que de todas formas ya estaba logrando avances con ella. El fin de semana se habían mensajeado acerca de las prácticas de natación, y de tareas en realidad solo usaba como excusa para alargar la plática.
Se sentó en una de las sillas junto a la alberca y vio como ella se iba hacia los baños para lavarse y volver a ponerse su uniforme. El no había entrado a andar, así que ya tenía su uniforme y solo la esperaría para irse juntos.
Se quedó viéndola más de lo esperaba, observando lo hermosa que se veía con su traje de baño y el cabello mojado. Se veía como una linda ganadora de clavados.
Y si, ahora su corazón latía desenfrenado. ¿Cómo no hacerlo? Ayano no era una chica perfecta, y eso le gustaba porque alguien perfecto solo vivía mentiras para aparentar algo o era la persona más triste del lugar. Ayano era simple, con un temperamento que apenas empezaba a conocer pero con una sonrisa amistosa que lo dejo encantado desde el primer momento que la vio. Ella no necesitaba esforzarse ni hacer nada para agradar a la gente, y aún solo se juntaba con amigos fieles y geniales con los que podía contar. El cómo alguien popular no podía estar siempre seguro de si alguien se le acercaba con intenciones sinceras o por querer contagiarse de su reputación.
Por eso la queria tanto, porque al menos con ella sabía que no tendría sonrisas falsas ni amabilidad vacía. Ella seria ella misma siempre, estuviera con quien estuviera.
Cuando pensó que para ella era fácil llevarse con quien fuera, no espera que fuera tan literal.
—Por favor, Yan-chan, te pagare lo que sea. Te daré mi sangre— suplicaba Spiky mientras intentaba entregarle su libreta a la azabache, quien ya traía su uniforme normal.
—No quiero dinero ni tener que explicar porque rayos tengo tu sangre. Amenaza a alguien para que te de copia o algo. No sé, no soy delincuente.
—No te humilles, Spiky-kun. De seguro no quiere porque no sabe nada de matemáticas— dijo con descaro Cooper, quien no dejaba de jalar a su amigo para que se fueran de ahí —. Déjala y vámonos.
—No tienen que estar bien, solo escribe algo por favor. No tengo una jodida idea de cómo son las formulas y no puedo arriesgarme a que las maestras o alguien del consejo me vea.
—Existe algo llamado apuntes. Para la próxima anota todo lo de la pizarra antes de distraerte intercambiando notas con tu pequeña y molesta sombra— Ayano se cruzó de brazos y miro con desprecio a la delincuente antes de empezar a caminar a donde había dejado su mochila.
—Ay, es igual que tú hermano. Vámonos— insistió la de mechón naranja logrando finalmente que Spiky retrocediera dándose por vencido.
El menor de los Pompadeour se fue alejando entre lamentos hasta que ambos menores estuvieron demasiado lejos como para oírlos.
Ya que ambos volvieron a quedar solos, la yandere dejo escapar un suspiro y tomo su liga del cabello para empezar a hacerse su coleta.
—Vaya, no tenía idea de que eras amiga de dos delincuentes— soltó realmente sorprendido. Nadie se juntaba con ellos, cuestión de status y reputación.
—Conocidos. Y solo Spiky-kun. Su amiguita es un dolor de muelas que prefiero no tener cerca.
—Oh, entiendo. Por cierto...
No termino su frase, empezando a considerar si preguntarle aquello sería correcto.
No era para tanto, después de todo, ir a tomar algo después de clases era algo que hasta los amigos podían hacer. Y la invitación era para mañana, dudaba que ya tuviera planes para esa hora. ¿O tal vez sería mejor una caminata hacia la escuela? Estarían ejercitándose y teniendo tiempo a solas para seguirse conociendo. De hecho, en su casa tenía una alberca, ¿y si mejor la invitaba a seguir practicando y luego cocinaban algo juntos? Acababa de encontrar la receta de una ensalada que se veía deliciosa y tenía ganas de probarla.
¿O... estaba yendo muy rápido? Hasta donde sabia, a Ayano le gustaba Taro, cosa que había sido un fuerte golpe a sus sentimientos pero no perdía cualquier brecha de esperanza. No podía solo invitarla a salir cuando era consiente de que ella tal vez se sentiría incomoda, tal vez incluso obligada a aceptar la invitación.
¿Que debía hacer?
— ¿Por cierto...? ¿Que? — Volvió a mirar a Ayano, se había quedado viendo a la alberca y había guardado silencio más de lo esperado —Vamos, tenemos que ir a clases.
—Llegaras tarde— aviso una tercera voz que se escuchó a su lado. Ambos giraron y se toparon con Cooper viéndolos con una sonrisa no muy confiable —. ¿Y este ambiente tan tenso?
—Agh, ¿qué es lo que quieres? — gruño la asesina viendo con enojo a Cooper.
—Wow, tranquila muñequita. Me encontré a tu bobo enamorado y, no sé cuándo me vio contigo, pero me dijo que quiere que lo vayas a ver a su clase. No sé qué hechizo te dio el ocultista pero creo que ahora si lo atrapaste.
— ¿Senpai?— pregunto juntando sus manos a la altura de su pecho y sonriendo a todo lo que podía. Llevaba días sin verlo en la escuela, no iba a negar que varias cosas la mantenían ocupada, muy posiblemente un enfermero al que debía cuidar. Pero pensar en que el queria verla. ¡Maldición, no podía creerlo! —Gracias, Cooper-chan. Aunque, qué raro que hicieras esto por mí.
—Oh, no fue por ti. Olvide algo— la menor soltó una baja carcajada y sin dar tiempo para procesar lo que hacía, empujo a la yandere justo a la parte honda de la alberca — ¡Listo! ¡Adiós!
Y así como llego, la delincuente se fue mientras reía desquiciadamente por lo que había hecho.
— ¡Yan-chan! — Aso entro en pánico y comenzó a quitarse la playera del uniforme para poder entrar y sacarla.
— ¡Ahh! — Ayano salió por un momento a la superficie, desesperada por respirar. Volvió a hundirse pero sus manos alcanzaron a agitarse un poco sobre el agua. Luego de desaparecer, volvió a salir de un impulso mientras pataleaba y buscaba de dónde agarrarse — ¡Aso-kun! ¡Sálvame!
El miedo en su voz era notable. Y si eso no bastara su rostro mostraba una expresión de desespero y angustia. Parecía más como si estuviera naufragando en el mar que la piscina de su escuela. Pero él sabía que en ambos casos el final podía ser el mismo si alguien no la socorría a tiempo.
No había tiempo que perder. Aún con la ropa puesta, salto en una bala de cañón y se apresuró a sacar a la chica de la que estaba profundamente enamorado de la parte honda de la piscina.
Al menos esto tachaba seguir practicando de la lista para posibles citas.
Maldita Cooper Streak, y maldita ella misma por haber bajado la guardia. Cerca de esa desesperante niña solo podían pasar cosas malas, por lo menos no era la única que pensaba así. Su más sentido pésame por el Yakuza si esa tipa terminaba atrapando a Spiky en sus garras.
Como sea, su ropa del diario estaba empapada, así que tuvo que volver al baño para darse otra ducha y ponerse el uniforme de deportes. Era una suerte que les dejaran usarlo aún fuera de la clase. Y si todo salía bien, Mujo le podría conseguir otro durante el receso.
Las clases iniciarían en poco más de cinco minutos, así que estaba corriendo para llegar a tiempo al aula de Taro y descubrir porque le había pedido que fuera a verlo.
Al llegar, se asomó para asegurarse de que el ya estuviera ahí, y así era. Estaba sentado en su asiento leyendo un libro. Con el mejor de los ánimos recorriendo su ser, respiro hondo y entro sintiendo que caminaba sobre nubes, cada una más suave y esponjosa conforme se acercaba a él.
Aprovecho a saludar a los líderes que estaban ahí, estar junto a su amado la ponía de buenas. Incluso le regalo una sonrisa a Kaga Kusha, quien se la regreso de una forma más demente. De paso, miro con desprecio y una sonrisa retorcida a Musume, solo porque verla asustada era divertido.
—Buenos días, Taro-senpai— se aclaró la garganta algo apenada al escuchar su voz salir más aguda de lo normal. Un sonrojo por la vergüenza fue imposible de evitar —. Eh, tiempo sin verte.
—Sí, pienso igual. Estos días eh tenido problemas con algunas materias y prefiero pasar mi tiempo en la biblioteca, ya sabes, buscando libros de apoyo.
—Wow, eso es genial. Pero, ¿no sería mejor solicitar a un tutor? — comento inclinándose lo suficiente para poder dejar sus codos en la mesa y quedar inclinada junto a Taro.
—Me gusta aprender por mi cuenta, y sin duda en la biblioteca hay menos ruido que aquí.
—Cierto, es más cómodo estudiar en silencio. Pero los tutores son buenos, sirven realmente bien cuando no entiendes algo. No puedes preguntarle directamente a un libro, a menos que quieras leerlo todo hasta dar con lo que buscas, si es que está ahí. Jajaja.
—No lo creo. Es decir, si alguien me ofrece ayuda podría considerarlo, pero no me gusta pedir asesorías. Me hace sentir que no puedo hacerlo yo mismo.
—Pero no puedes hacerlo, Senpai— pensó a la par que mantenía su sonrisa. Estaba nerviosa, intentaba ser graciosa para dejar pasar ese tema, pero el parecía estar muy firme con dejar en claro que no le gustaba la ayuda. Oh dios, ¿qué pensaría de ella en cuanto le dijera que ella pedía asesoría para matemáticas? No, no se lo diría. En los noviazgos y matrimonios hay secretos, ese podía ser el suyo.
Acercamiento. Enfoque. Click. A carpeta privada.
Un presentimiento de algo a sus espaldas la obligo a ponerse alerta, pero antes de poder pensar en otra cosa sintió algo por su cintura. Algo que tomaba la blusa de su uniforme y la levantaba.
Una mano.
Se enderezo y al tiempo en que llevaba sus manos a su espalda, se giró para encarar a quien la hubiera tocado sin su permiso. Sin embargo, se topó con un pecho casi a la vista, ya que quien estuviera frente a ella tenía la camisa abierta dejándole ver parte de sus pectorales. Levanto más la mirada y se encontró con un hombre de cabello castaño, sonrisa seductora y unos ojos rojos que no dejaban de verla como si estuviera pensando en devorarla.
¿Quién era ese tipo?
—Buenos días, señorita... jovencito— su voz era cálida, suave, se atrevería a decir con un toque sensual y eso lo sabía por la novelas que solía ver su madre. Aún así, lo que más notaba de él era que no dejaba de verla, ni de sonreír de forma extraña.
—Usted... ¿tomo mi uniforme? — pregunto mostrando su enojo.
—Sí, para arreglarlo. Estaba un poco alzado, dejándome ver algo que, supongo, no quieres mostrarme todavía ¿verdad? — el desconocido se le acercó un poco más, inclinándose sobre ella para intimidarla. No lo logro, pero por seguridad se hizo hacia atrás.
—Disculpe, ¿quién es usted? — hablo Taro sacándola de ese trance de incomodidad e invasión con aquel sujeto. Yay, salvada por su príncipe.
—Mido Rana— se presentó, extendiendo su mano, aunque esta fue hacia ella ignorando por completo al mayor —. Profesor sustituto, un verdadero placer estar aquí con ustedes. Espero poder mostrarles tanto como sea posible en tan poco tiempo, sobre todo a ti preciosa.
Y sin decir más, pero añadiendo una pequeña mordida a su labio inferior, el profesor empezó a caminar hacia su escritorio. Claro que en el camino empezó a lanzar guiños y sonrisas traviesas a las demás alumnas.
—Eso fue raro— murmuro todavía confundida por lo que acababa de ocurrir. En primera, no se suponía que los profesores coquetearan con las alumnas; tal vez en la universidad cuando todos son adultos, pero estaban en prepa y todos los de ese salón apenas estaban entrando a la mayoría de edad. Le alegraba saber, al menos, que no estaría en su clase.
—Tal vez es, excéntrico— opino Taro.
—Kaga Kusha es excéntrico, este tipo es un pervertido.
—A las chicas parece agradarles.
Y era cierto, el tal Rana-Sensei estaba sentado sobre el escritorio mientras las demás estudiantes de esa clase lo rodeaban y le preguntaban todo tipo de cosas. No se extrañó de ver a Musume en primera fila casi ofreciéndose recortándose más la falda y ajustado su uniforme. Pero debía admitir que le sorprendió un poco ver también entre la multitud a Miyuji y a Uekiya. Tal parecía que el encanto y la testosterona que desprendía ese hombre hacia segar a sus amigas y a cualquier mujer, menos a ella, ella tenía los pies bien sujetos a la tierra gracias a su adorado senpai.
—Ah, lo había olvidado. Me pediste que viniera— recordó emocionada. Dio un pequeño salto y justo sus manos con emoción —, ¿que-que pasa?
—Es cierto, perdona— el mayor se rasco la cabeza con pena y soltó una baja risa que provoco que el corazón de la asesina se disparara —. No sé si lo recuerdas pero hace unas semanas acordamos que me devolverías la sudadera de Osano-kun. ¿Me la puedes dar?
Y ahí todo el encanto se esfumo. Una pequeña parte de ella no había olvidado eso, ni lo doloroso que había sido estar a punto de dársela y dejarle lo último que le quedaba de su mejor amigo. Pero otra parte esperaba que ese asunto ya estuviera enterrado al igual que sus antiguos compañeros que había matado semanas antes.
La sudadera estaba en su casillero en el vestuario de chicas, lo dejo ahí para evitar que otra broma de Cooper lo arruinara. Aún así, las palabras salieron solas metiéndola en otro problema más grande:
—No la tengo. Se la di a su mamá.
¡¿Por qué le había dicho eso?! Era una mentira tonta y que no tardaría en aclararse. Seguramente Taro conocía bien a la señora, y era claro que iba al hospital para visitar al tsundere. En serio, ¿por qué no algo más simple como que la había perdido?
Su vida a veces era horrible.
—Lo entiendo, creo que es lo correcto, después de todo ella debe extrañarlo más que nosotros.
—Sí, es cierto— era verdad. Cada día, la madre de su amigo estaba ahí, hablándole sobre su día o contándole las noticias. Le parecía tierno cuando lo peinaba y le acomodaba las almohadas y ese peluche que ella le había regalado antes de emoji enojado. Contrario a su propia madre, esa mujer debía estar sufriendo sin su hijo.
— ¿Entonces?
— ¿E-Eh?
—Te pregunte si tenías algo que hacer saliendo de clases.
—Este— se sonrojo. El amor de su vida estaba invitándola a hacer algo juntos, era increíble. Pero, si tenía cosas que hacer, demasiadas de hecho. Era día de participar en el club de drama, al que de todas formas llegaría tarde porqué debía estar en otras asesorías. Y luego al final de todo tenía que inventar una excusa para reunirse con Oko Ruto —. Yo, tengo algunas cosas que hacer pero... tal vez pueda librarme de ellas.
— ¡Genial! Estaré en la biblioteca haciendo mis deberes hasta que acaben las actividades de los clubs, si quedas libre te veré allí.
—Perfecto— celebro volviendo a juntar sus manos y alargando su sonrisa —. Tengo que volver antes de que inicien las clases. Nos vemos luego.
Y completamente feliz de saber que podría tener una cita e ir tentando el terreno para su declaración, se fue corriendo para conseguir llegar antes de que sonara la campana y su maestra la regañara por entrar tarde.
— ¿A dónde va su compañera? — pregunto de forma seria Mido, aunque no por eso su tono era menos meloso —La clase ya va a iniciar.
—Yan-chan no es de nuestra clase, Sensei— aclaro Uekiya, quien lo miraba con un tenue sonrojo y dejaba que las hojas de su flor le cubrieran un poco la cara —. Ella es un año menor, va en la clase 2-1.
—Interesante— ronroneo mientras con un ademan le indicaba a todas que volvieran a sus lugares, al mismo tiempo, se levantó del escritorio y camino hacia su silla.
—Oh Sensei, por favor ignórela— canturreo Musume mientras se balanceaba hacia adelante y atrás —. Es un bicho raro, aquí hay muchos, pero ella es la peor. Su cara de niña buena no es más que una vil mentira.
— ¿Por qué dices eso? — pregunto curioso.
—Ella... se robó a mi mejor amigo— lloriqueo mientras se abanicaba con su mano, intentando que el maquillaje no se le corriera —. Y además se junta con muchos chicos, ni siquiera es tan bonita. Así que... supongo que por otra razón será que la buscan tanto. No sería la primera chica de ese tipo aquí.
Y se retiró moviendo sus caderas.
Mido sonrió divertido por como su alumna intentaba desacreditar a... Yan-chan, así la habían llamado. ¿Cuál sería su verdadero nombre? Bueno, siempre había métodos para eso. Y siendo un profesor en una academia donde únicamente impartían clases mujeres, puede que su ventaja fuera muy alta.
Vio como ella prefería estar con aquel muchacho, y la primera vez que lo vio no reacciono como el resto de las chicas. Sabía por qué y sinceramente no esperaba nunca conocer a una mujer tan enamorada como para rechazarle, consideraba a ese tipo de mujer como 'flor en peligro de extinción' porque, bueno, realmente era muy difícil encontrar a una mujer fiel e inmune a los placeres visuales que el ofrecía. Y siendo tan bella era un desperdicio que no explotara su encanto.
Sin embargo, ¿sería verdad que ella se juntaba con muchos chicos? ¿Y por esa razón?
Fría, reservada, algo ruda, feliz, tímida, enamorada, dulce y amistosa con el sexo opuesto. Mmm, ya estaba viendo un patrón ahí. Quien sabe, puede que ambos tuvieran una cosita o dos en común.
Saco su teléfono e ingreso a la galería con una sonrisa perversa mientras admiraba la foto que había logrado sacarle cuando estaba empinada en la silla.
Puede que ya tuviera en la mira a una posible presa para su estadía. Y en una semana podían ocurrir muchas sorpresas.
—Es un tipo que le gusta llamar la atención. Hoy todas las chicas se fueron encima de él, y solo siguió coqueteando. Por favor, es un maestro, si quiere follar con alguien por lo menos que no parezca que lo hará ahí con todas encima del escritorio— se quejó Ayano mientras acomodaba algunas cosas en los estantes. Se había topado con él al salir para el descanso nuevamente todas iban sobre él, intentando sacarle platica o regalándome comida. Ese sitio era el único al que había podido llegar para esconderse.
— ¡Yan-chan!— grito Mujo, quien le cubrió la boca mientras él se ponía rojo hasta las orejas —No hables así.
—Lo siento— rodo los ojos y siguió guardando frascos de medicina.
—Bueno, no creo que este bien ilusionar a las estudiantes de esa forma. Como profesor debería ser alguien que sirva como apoyo o como consejero, pero ¿y esa es su forma de conectar con sus estudiantes? No puedes juzgarlos solo por la primera impresión.
—Por favor, Mujo-kun. Se le veía encantado de que las chicas babearan sobre él. Pero tienes razón en algo, como se comporte no es mi problema. No es mi maestro y mientras no me lo siga topando todo está bien por mí— cerro la puerta de cristal y se acercó al enfermero, quien al verla algo tensa empezó a sobarle los hombros —. Mmm, gracias. Oye, ¿conseguiste mi uniforme nuevo?
—Sí, tú entra al cubículo, cierra la cortina y te iré pasando una por una.
—Gracias, me salvas de un gran lio— se acercó para abrazarlo, ese enfermero tenía algo (quizá su torpeza) que lo hacía querer abrazarlo todo el tiempo —. Hagamos esto rápido, no quiero interrumpirte más.
—Oh, Yan-chan. No eres ninguna molestia— el pelirosa le sonrió a pesar de que la adolescente ya no lo veía.
En cuanto la cortina se cerró, dejo salir un suspiro y su sonrisa tembló al pensar en el abrazo sorpresa que la chica le había regalado. Se envolvió así mismo en un abrazo y giro de un lado a otro mientras imaginaba poder seguirla abrazando así y poder estar con ella todo el día.
—Falda.
—Falda— confirmo el mayor entregándosela por las cortinas, entreabriéndolas pero desviando la mirada para no ver nada por error.
Se quedó ahí parado un poco a la espera de que ella le pidiera algo más. Conociéndose, decidió que para no perder las prendas las dejaría por separado sobre el escritorio. Así cuando le pasara alguna de las que dejaba de usar podría doblarla y dejarla apilada.
A veces los desórdenes funcionaban para que no perdiera las cosas, irónico y hasta gracioso. Pero sabía que en el trabajo todo debía estar limpio y en orden, la labor del enfermero.
—La blusa, por favor— se escuchó para que después la playera y el short de deportes volara sobre la cortina. Por suerte consiguió atraparlas —. Rayos, olvide meter mis medias. Están en el escritorio, ¿me las das también, por favor?
—Claro.
Miro hacia todos lados hasta que las encontró sobre su silla. Las tomo y se tomó un momento para extenderlas y verlas a lo largo. Eran simples pero lindas y suaves.
Frunció el ceño al capturar un olor raro, como a químicos. Productos de limpieza tal vez. Siguió oliendo hasta que le pareció que el olor era cloro y venia de las medias. Sin pensar en que no era correcto, las tomo por los costados de las caderas y aspiro con firmeza para saber si eso era cloro y si venia de ahí.
—Enfermera— la puerta se abrió dejando entrar a un castaño que sonreía lascivamente —. Es una emergencia, ¿aquí tienes condo...?
Pelirosa y castaño se quedaron viendo unos instantes. Ambos sorprendidos de ver al otro ahí. Pero eso no era lo peor, eso aún estaba por ocurrir.
—Mi-Mi-Mido-oniisan— tartamudeo Mujo, separándose de la prenda y escondiéndola tras de sí. Claramente estaba nervioso, casi asustado se podría decir — ¿Que...?
— ¿Qué haces aquí Mujo-kun? — el libidinoso repaso lo que había visto hacer a Mujo justo cuando entro y empezó a reírse sin muchas ganas. Luego se fijó en la ropa tirada que estaba sobre su escritorio y sonrió con ironía —Oh vamos, ¿desde cuando eres un pervertido, pinkfool? Eres más virgen que, bueno, creo que no hay nada más virgen que tú. Entonces, ¿de qué señorita es toda esta ropa?
— ¡Mujo-kun! ¿Dónde están mi blusa y mis medias?
Ayano se asomó por las cortinas, no habiendo escuchado que no estaban solos pues se había puesto a pensar en cómo dejar sus ocupaciones para poder ir a su cita con Taro. Cuando reacciono se dio cuenta de que Mujo estaba tardando demasiado, así que sin mucho cuidado abrió la cortina y se asomó lo suficiente para sacar su cabeza y que su cuerpo a medio vestir solo con su brasier y la falda también se notara.
Al ver a Mujo, también reparo en la segunda persona que resulto ser el nuevo profesor que le había visto el trasero en la mañana. Ningún grito de su parte salió al instante, pues su rostro todo rojo por la vergüenza solo podía observar como ambos adultos se quedaban boquiabiertos al ver así. Mujo no despegaba su mirada de ella mientras apretaba con fuerza sus medias, aunque principalmente intentaba desviarse hacia su rostro. Mido por el contrario la observaba de arriba a abajo, izquierda a derecha y se perdía viendo sus piernas y senos, sin saber en qué punto de esos dos quedarse.
Cuando por fin despertó de su asombro, la yandere cerró la cortina y se dio la vuelta. Ya no era posible hacer contacto visual pero aun así no podía estar frente a ellos, ni siquiera tras una cortina.
Mujo también se dio cuenta de la situación en que había metido a la chica sin querer y tomo el resto de su ropa para lanzarla sobre la cortina toda de una vez. Luego de escuchar un bajo "Gracias" retrocedió y fue hasta su silla donde se desplomo en el escritorio.
— ¿Cómo...? ¿Te cogiste a una alumna? — le pregunto Mido poniéndose frente a él —O, ¿te la estas cogiendo? Háblame. Eres el ser más jodidamente inocente en el mundo, literalmente la última persona que pensaría que tendría sexo en el trabajo, y con una alumna de segundo año.
—Mido-oniisan— lo detuvo antes de que la pena pudiera más y saliera corriendo —, Ayano-chan y yo no tenemos ese tipo de relación. Solo... Solo somos amigos.
—Amigos, si claro. Mujo, tienes a una estudiante semidesnuda en la enfermería. Para mí y para todo el mundo eso quiere decir que...
—Mujo-kun no es todo el mundo— le interrumpió Ayano, aún estaba apenada pero debía aclarar las cosas por ambos —. Mi ropa normal está secándose porqué una baka me tiro a la alberca, pase las primeras horas con el uniforme de deportes pero le pedí que me consiguiera otro uniforme del diario para cambiarme. No hicimos nada, él nunca rompería las reglas así.
Por unos instantes volvió a haber silencio, solo antes de que un suspiro pesado y el crujir de la madera sonase.
—Bueno, eso va más contigo— acepto el castaño.
— ¿Y ustedes dos de donde se conocen? — pregunto la menor.
—Fuimos compañeros aquí en academi— se apresuró a decir Mujo. Este se levantó de su silla y camino hasta quedar frente a la cortina, a la cual le dio la espalda para seguir viendo a Mido. No queria que el volviera a verla aunque fuera por error —. Éramos del mismo curso, y nuestras casas antes quedaban cerca así que, nos juntábamos para ir y venir de la escuela.
Amigos, ellos habían sido amigos entonces, pensó la menor mientras terminaba de subirse las medias y acomodarse la falda. Oh al menos una especie complicada de amigos, ese nerviosismo en la voz de su amigo le hacía saber que intentaba ocultar algo.
Se apresuró a ponerse la blusa y se sentó en la cama para empezar a colocarse los zapatos.
—Bueno, gracias a esto eh perdido el interés por lo que vine— escucho hablar al maestro. Aunque su tono era profundo, se escuchaba algo decepcionado —. Nos vemos luego, Pinkfool. Si es que no hay de otra.
Cuando escucho la puerta abrirse y luego cerrarse supo que Rana-Sensei se había ido. La cortina se abrió abruptamente y Mujo avanzó hasta ella para poder abrazarla y apoyarse en ella. Como estaba sentada en la camilla esto provoco que terminaran acostados, quedando él sobre ella.
—Lo siento por eso— se disculpó el enfermero sin dejar de aferrarse a ella —. No esperaba tener que volver a verlo, menos aquí.
— ¿De verdad eran amigos? — se relajó y comenzó a pasar sus manos por la espalda del pelirosa.
—En verdad no— cerró sus ojos y disfruto de los movimientos que Ayano hacía en él —. Siempre le ha gustado llamar la atención; tenía a chicas de todos los grados sobre él e incluso maestras. Fue una generación donde muchos estuvimos solteros por su culpa. Mmm, era mi sueño poder declararme bajo el cerezo. Pero eso también pudo ser a que no encontré a la chica que me hiciera sentir que volaba a través de nubes de algodón de azúcar.
En busca de mayor comodidad, Mujo se dejó caer junto a Ayano y luego de moverse un poco se acurruco en ella, enterrando un poco de su rostro en los pechos de ella. Normalmente tendrían que estar al revés, pero a él le gustaba como con su sola presencia podía hacerlo sentir más alegre, con mayor seguridad en sí mismo, y le gustaba cuando ella lo cuidaba por cualquier accidente que tenía.
Con ella se sentía como un conejo feliz y libre en una pradera.
Al principio Ayano se sorprendió, pero sabía que su amigo era así y no lo hacía con malas intenciones. Entrelazo sus piernas y comenzó a acariciar su cabellera rosada. Era tan suave como se veía. Acerco su nariz para saber a qué olía: shampoo con olor a menta. Adorable.
—Ya encontraras a alguien Mujo-kun. Solo sigue esperando y llegara alguna mujer que será capaz de evitar que te sigas cayendo.
—Si— alzo la mirada y sonrió con ternura al ver el rostro sereno y feliz de su paciente favorita —. Ya tendré a alguien.
El silencio no se volvió incomodo, no necesitaban decir nada. Solo disfrutaban de la presencia del otro sin importarles si alguien entraba y los veía así. Nada importaba porque así, uno junto al otro, los problemas que parecían abrumarlos desaparecían. La fortaleza de Ayano, tranquilizaba al pelirosa. Y el aura sensible de Mujo calmaba los instintos asesinos de la azabache.
Era extraño, pero no necesitaban entenderlo para disfrutarlo.
—Las clases empezarán pronto. Tengo que irme— informo la yandere.
—Te sientes mal.
—No, estoy bien.
—No. Te duele el estómago, te hare un justificante y podrás quedarte hasta el final de clases.
Ayano lo miro con cierta diversión y lo obligo a mirarla.
— ¿En serio quieres que me quede? No te imagino haciendo un justificante por capricho.
—Es porque quiero dormir y así estoy muy cómodo. Por favor, y mañana te traigo el almuerzo.
—Jajá, como quieras. Solo esta vez, y espero que sea algo delicioso lo de mañana.
Se sonrieron con complicidad y volvieron a recostarse. Los pies de ambos se tocaban de vez en cuando. La mano izquierda de Mujo descansaba sobre la cintura de la contraria y ahora ambos estaban al mismo nivel, cara a cara aunque con los ojos cerrados. Pero ambos luciendo hermosas sonrisas que hacían notar su felicidad.
Una felicidad que asqueaba a alguien más.
Foto.
Recogió su mochila y se dirigió escaleras arriba para ir a su clase de asesorías. Normalmente todos se reunían en el aula 3-1 y ahí, dependiendo de en qué materia uno iba mal se le era asignado un tutor o tutora. En días pasados su tutor había sido Oko, lo que le gusto porque era mejor estudiar con un amigo con el que no debía sentirse mal al contarle que no entendía. Pero ese día no había ido para ser parte de los tutores, según él porque debía concentrarse en el club para unas invocaciones muy importantes que intentarían pronto. Así que no sabía quién la ayudaría ese día con su tarea.
Se sentó junto al resto de alumnos que esperaban tutor, quienes estaban con el profesor Mido para organizarse en donde estudiarían y a quienes ayudarían. Cuando ellos dejaron de hablar, los tutores empezaron a decir los nombres de sus estudiantes; ella espero sin prisa a que alguno de ellos dijera su nombre, pero eso no paso. Todos fueron saliendo de dos en dos para empezar las tutorías, pero ella se quedó sola y sin nadie que la ayudara.
Tomo su mochila de nuevo y camino hasta el escritorio, en donde el profesor veía con una amplia y extraña sonrisa su teléfono.
—Sensei, yo no tengo tutor.
— ¿Mmm? Que lastima, parece que no hubo suficientes voluntarios para todos— comento distraídamente sin dejar de ver con más atención lo que estuviera en su celular —. Creo que tendrás que volver mañana.
—Pero esta tarea es para mañana, y es parte de mi nota final para semestre.
El castaño, sin borrar su sonrisa que además ensancho el verla de reojo, se recargo en su silla y llevo una mano a su mentón haciéndole saber que estaba pensando en su problema.
— ¿Qué materia es?
—Matemáticas
—Muy bien— se levantó y tomo una silla que estaba en una esquina para cargarla y dejarla junto a su lugar en el escritorio. Palmo el asiento y la miro con recelo —Ven aquí, yo te daré esta clase hoy.
Frunció los labios y se permitió ver aquel lugar con desconfianza. Aún no podía digerir que ese mismo maestro la hubiera visto solo con falda y brasier, y ahora estarían solos y muy cerca uno del otro. ¿Y si el intentaba propasarse con ella? Pff, que lo intentara y terminaría sin manos y con un cadáver sin ojos. Estaría bien, solo serían unas horas antes de que se fuera para su club y todo quedara olvidado.
Coloco su libro sobre el escritorio y se sentó intentando de todas formas mantener algo de distancia.
—Perfecto. Y ahora, espero que estés lista para una amplia lección de seno y coseno. En los que tengo mucha experiencia — ronroneo acercándose y abriendo el libro en donde esas actividades iniciaban. Justo cuando iba a tomar su lápiz, el coloco su mano sobre la suya, acariciando desde sus nudillos hasta la muñeca —.Y por favor preste muchas atención, señorita. Porqué contrario a Mujo-pinkfool... yo no voy lento.
¿Por qué no pudo seguir durmiendo mejor?
Eso no le gustaba.
¿Porque Ayano estaba durmiendo con ese patético enfermero? ¿Y por qué estaba a solas con ese profesor que cualquiera notaria que vivía para coger todo lo que tuviera falda o jeans ajustados? Era absurdo que ambos adultos intentaran tener su atención.
Todo debía ser una broma, o una pesadilla.
—Mierda.¿Porque no puede ser todo como antes? Cuando nadie se fijaba en ella e inclusola repudiaban. Entonces solo era yo.
Y hasta aquí el capítulo. Llego el profe pervertido; y para ser sincera no sé si lo estoy manejando bien. Tal vez no esté llevando bien su personalidad, pero lo intento. Ya veremos cómo resulta, es como Mido dice: en una semana pueden pasar muchas cosas.
También me centre más en ir avanzando lo romántico con Mujo, esta es su última semana con Ayano antes de que se vaya junto con Mido. Ah, y espero poder contar el secreto acerca de qué relación tienen estos dos. Escucho sus teorías.
Aquí les dejo uno de los dibujos que estoy haciendo para las respuestas que se subirán al grupo de Facebook. Solo el dibujo, la respuesta queda como top secret, jeje. Nos leemos luego.
¡Votos y comentarios se agradecen!
¡Hasta el próximo capítulo!
¡MoriDark19,fuera!
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