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Semana 10: Megamo Saikou

El par de enamorados estaba en una cita nocturna a la mitad del cementerio. Ya habían pasado unos días desde la no tan grata sorpresa en el love hotel, y Oko aún no se podía sentir seguro cuando estaba solo; incluso la oscuridad que siempre había sido como su amiga, ahora le provocaba miedo con la idea de que alguien escondido en ella fuera a llevárselo otra vez.

En otras ocasiones, iba al cementerio para que el silencio, el frio y la oscuridad lo ayudaran a sentirse mejor consigo mismo; por un rato, él podía ser un foco de luz y vida en ese lugar en donde los muertos estaban para escuchar sus problemas.

Pero ahora que había sufrido un secuestro, estar a solas ya no sonaba como una buena opción. Por eso agradecía que, en su momento de insomnio y ansiedad, Ayano hubiera estado dispuesta a salir tan tarde para hacerle compañía en su lugar favorito.

—¿Seguro de que te sientes bien, senpai? — Ayano le apretó la mano, preocupada —Aún te duelen los golpes ¿no? Podemos ir mañana temprano al hospital para que te den algo más fuerte para el dolor.

—Es-Estoy bien— se detuvieron junto a un árbol que ya casi estaba sin hojas. Aún no empezaba a caer nieve, pero el viento helado indicaba que pronto sucedería, tal vez en una semana o dos —. Nunca me... habían lastimado tanto. Pero... sé cómo... aguantar los golpes.

Oko brincó ante la sorpresa que fue sentir los brazos de Ayano rodearle el pecho y abrazarlo. No estaban de frente, en realidad ella lo había sujetado por la espalda y asi él solo podía sentir como ella escondía su rostro contra su cuerpo. Parecía una escena salida de un drama, aunque uno con temática de romance gótico.

—Oko-senpai, no quiero que sufras. No soportaría que algo como esto te pasara otra vez... o alguna cosa peor— Ayano estrechó el contacto, pegándose más al chico y sintiendo como su corazón dolía al recordar que esos tactos cariñosos lo lastimaban en las heridas que recorrían su cuerpo —. No puedo vivir sin ti.

El peliañil se sonrojó, y a su vez pudo sentir como su corazón también se aceleraba. Sujetó las manos de su novia y sonrió con timidez; pasara lo que pasara, confiaba en que Ayano lo amaría y estaría a su lado siempre.

Ella no lo abandonaría nunca. No volvería a estar solo.

—Yo tampoco puedo vivir sin ti, Yan-chan.

—Oko-senpai, te amo— Oko comenzó a sentir como una mano acariciaba su abdomen y subía lentamente hasta su pecho. Otra apareció por su hombro, deslizándose de la misma forma hacia el mismo punto central —. Te amo tanto que si tuvieras que dejarme preferiría morir. ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué muera?

—¿Q-Qué? No yo... no quiero que...— sus disculpas quedaron incompletas gracias al nudo que se formó en su garganta al darse cuenta de una cosa. Apretó sus manos tanto como pudo, las cuales todavía sostenían las de Ayano quien no se había movido ni un centímetro en el abrazo. Pero de todas formas sentía dos manos extra sobre su pecho, aferrándose a su ropa como si no quisieran dejarlo ir —¿Yan-chan?

Algo no se sentía bien en todo esto.

—Yo amo a Taro Yamada— la voz de Ayano se escuchó diferente, como si llorara y peleara por hablar —¡Lo amo! ¡¿Por qué me obligas a estar contigo?!

—Tu... podrías llegar a amarme— titubeó —. Y, sé que puedo amarte más de lo que él lo haría. Puedo ser... mejor que Kizano-san, Aso-kun... que tus amigos... pero sé que no me hubieras elegido a mí.

—Ara, ara— una nueva voz, profunda y femenina que se escuchaba por el piso. Bajó la cabeza al instante, encontrándose a una mujer hermosa de cabello morado y ropa reveladora que estaba hincada a su lado. Era una súcubo. La mano que había sentido por su estómago era de ella —. Solo eres un muchachito sediento por amor. No quieres que tu enemigo tenga a la mujer que deseas. Tu egoísmo, tu pasión por tener lo que quieres de cualquier modo... es delicioso.

La súcubo no termino de decir aquello cuando clavó sus garras en el pecho del ocultista, sacándolo de su sorpresa y lastimándolo al punto en que el dolor lo hizo caer de rodillas. Su pijama fue arrancado y pudo ver como las garras de la demoniza se hundían tanto hasta desaparecer entre la piel y la sangre que iba escurriendo.

—Jujujujuju. Es hora de perder el juego para saber tu lugar— otra voz a sus espaldas, era chillona, distorsionada. Pudo ver mejor de quien era cuando esta misma se asomó sobre su hombro. Un espíritu, era casi toda de color blanco, de sus ojos escurría lo que en vida debió ser su sangre y con sus carcajadas su cuerpo de movía de forma extraña, como si no consiguiera materializarse bien en ese plano —. Baby killer no es tuya, pero espero que la hayas pasado fun, porque no volverás a jugar... nunca más.

La nueva entidad de blanco y negro lo tomó de ambos hombros y lo obligó a quedar recostado en el suelo. Ayano también estaba ahí, en la misma posición que él, no podía verla, pero si escucharla; ella no dejaba de llorar como si alguien hubiese muerto, y entre sus lamentos solo repetía una cosa: te amo.

No pudo hablar, solo gritar en cuanto sintió la segunda mano entrar en su pecho. Ambos entes se habían puesto sobre él, hundiendo sus garras en su cuerpo y arrancando pedazo por pedazo de su piel, su carne y hasta los huesos que se atravesaran en su camino. Vivía todo eso en carne propia, sentía los ligamentos estirarse y reventar antes de ser lanzados al pie de las tumbas. Sentía como sus huesos crujían y tronaban al ser doblados por los colmillos de las entidades. Todo eso era mil veces peor que lo que los dos desconocidos le habían hecho cuando su secuestro.

Lo peor de todo, fue ver como ambos entes se cernían todavía más sobre él y degustaban el sabor de su corazón, paseando sus lenguas sobre este.

Oko Ruto sintió que, en ese momento había entrado a su propio infierno.

El ocultista abrió los ojos y al instante se sentó en la cama, tocándose el pecho con pánico en busca de todavía sentir su corazón en su lugar. Su terror y el estrés de lo que había sentido era tanto que empezó a jadear y a sollozar al creer que ellas seguían por ahí y que aparecerían para terminar el trabajo y comer su corazón.

En su estado de shock, vio la habitación en donde estaba reconociéndola como la de Ayano. Un rápido vistazo por la ventana le hizo ver que aún era de noche. Pero el hecho que más lo altero fue verse solo en la cama; no había rastro de la chica azabache por ahí, más que el de la puerta semi abierta.

—Aya-Ayano...— no quería quedarse ahí solo, en la oscuridad de la habitación y a merced de ser atrapado por los demonios que lo habían querido matar en su estando inconsciente.

A gatas se arrastró hacia la orilla de la cama, resbalándose y cayendo de frente al piso. Lloró con más fuerza al sentir que su cara había recibido todo el golpe, siendo peor por los golpes en su rostro que apenas y mostraban mejora, pero no se detuvo. Tropezándose con sus propios pies, llegó a la puerta y de ahí en adelante salio buscando a su novia mientras que cada tanto veía detrás suyo.

Ayano probó la mezcla que recién terminaba de hacer, asintiendo con orgullo cuando el leve sabor de la pimienta se distinguió en su boca. Eso estaba listo, ahora podía ir con el pan.

Se había levantado a mitad de la noche de forma repentina. Hasta ese momento en que abrió los ojos, había estado soñado con su boda. Avanzaba hacia el altar con su hermoso vestido blanco, su cabello suelto arreglado con una corona de flores y con todas las miradas fijas en ella; pero por alguna razón, una intranquilidad se coló en ella cuando estuvo a punto de ver el rostro de su futuro esposo. Fue entonces que despertó.

Lo intento, pero no consiguió dormirse de nuevo. Asi que cuando se dio cuenta de que pronto debía hacer el desayuno para ella y para Oko -a quien seguía apoyando en no querer estar solo y por eso lo había invitado a pasar la noche con ella-, pensó en que sería bueno también llevar algo de comida para sus amigos.

Entonces, algo rico y que pudiera hacer en gran cantidad. Solo se le pudo ocurrir hacer sándwiches de huevo blando.

De todas formas, aunque estuviera concentrada en preparar lo que sería el desayuno y almuerzo, no dejaba de pensar en ese sueño por momentos. Era su boda, el dia más feliz de toda su vida, y no se imaginaba caminando ahí si Oko no era quien la recibiría enfrente. No terminaba de entender porque sintió tanto miedo y que algo no iba bien.

En un simple parpadeo, el significado de su sueño dejo de ser su pensamiento principal, ya a que al abrir los ojos su cocina ya no se veía igual, estaba... oscurecida, como si una manta negra hubiera caído sobre su cabeza y supiera como quitarla.

Luego de unos momentos observando el cambio, reconoció lo que le pasaba. Se quedó tranquila y levantó la cabeza para recibir a sus visitantes sorpresa.

—Tiempo sin hablar, Aishi-chan— el demonio de fuego dio una leve inclinación a su llama principal como saludo, acción que la chica repitió —. Veo que nuestro obsequio ha sido beneficioso para ti.

—¿Me regalaron algo?

—Vida... no más muerte— el demonio del sufrimiento se acercó a la chica —...almas dormidas... almas en coma...

—¿En coma? — Ayano los vio esperando una respuesta, pero los demonios no hicieron nada más allá de verla fijamente —¿Hicieron algo con mis amigos?

—Nada que no puedas agradecer— el primer demonio levitó alrededor de ella, del mismo modo que daba vueltas a la conversación para no ir por donde su nieta pedía —. Pero hoy debes preocuparte más por tu amigo, o bien, tu novio.

La mención de Oko Ruto la puso tensa, y toda la confusión que sintió por su boda soñada fallida se volvió angustia y miedo.

—Nuestra familia... nuestra maldición... — el más alto agacho la cabeza, como si demostrara sentir pena, no hacia Ayano, sino hacia sí mismo —... amas al chico incorrecto... inocente... encontrado culpable...

—No sé de qué me hablan. ¿Oko-senpai de que podría ser culpable? ¡Fue secuestrado por una loca! ¡Él es el único aquí que no ha hecho nada malo! ¿Y porque estaría mal lo que siento por él? Lo amo.

—Nadie duda de tu amor, baby killer. Ese es el problema.

El demonio de fuego pareció sentarse en el aire mientras extendía sus brazos al frente, dejando las llamas a centímetros del rostro de la chica. Al hacer esto, una de las flamas tomo forma de dos pequeños humanos, una chica con coleta y un chico encorvado. En la otra, solo una silueta se vio, era masculina y estaba sola, caminando en dirección a donde los dos primeros estaban.

—Amas al ocultista... y él te ama a ti— el demonio del sufrimiento indico con su cabeza las dos figuras. Por un instante, un reflejo de tristeza y nostalgia recorrió sus ojos oscuros, pero fue tan rápido que ni él se dio cuenta de eso —. Pero no te arregló... otro te salvó.

—Taro-senpai ya no me gusta. No quiero estar con él.

«Pero debes... Es la tradición, pequeña— con su poder, hizo que dos manos salieran del suelo y rondaran la silueta encorvada, acechándola, vigilándola, esperando para saltarle encima —. Hombres Aishi... nunca hubo elección... solo ustedes... solo las que ya derramaron sangre... Y ahora... ellas dos decidieron por ti.

Luego de decirlo, las dos manos tomaron el fuego que representaba al chico, apretándolo, estirándolo, partiéndolo por la mitad de las que salieron humo rojizo. Ante aquello, la figura femenina al verse sola, paso de una mano a otra, encontrándose con el otro chico.

—Puede que ames o creas que sientes eso por tu compañero, pero las mujeres de tu familia son muy estrictas con lo que respecta al corazón, aunque no sea el suyo el que están apostando— acercó su mano a la mejilla de Ayano, donde libero pequeños torrentes de fuego que hicieron algo parecido a un gesto de confort al acariciarse contra su piel —. Ellas lo mataran, Aishi-chan. Comerán su vida y su alma hasta que no quede nada de él para que ames.

Un ruido seco se escuchó en el piso de arriba, los tres voltearon hacia el techo y escucharon más golpes pequeños acompañados de llanto desgarrador.

—Estan aquí... debemos irnos... Sálvalo, niña Aishi... Fun no se detendrá... porque no recuerda... sufrir.

—Ya tienes demasiada sangre bajo tu sombra para arrastrar más. Has lo correcto para que él pueda vivir. Lamento que tu no puedas hacerlo.

Con un nuevo parpadeo, la tela negra que ensombrecía su cocina se fue, dejándola intacta y únicamente iluminada por el foco, igual que antes de que ellos dos aparecieran.

Los sollozos se escucharon por la escalera, a donde ella corrió temiendo que algo le hubiera pasado a su amado. Al llegar, casi choco con Oko por lo rápido que ambos iban para encontrarse. Apenas el peliañil identifico la figura de Ayano se lanzó contra ella y consiguió llorar con alivio que se entremezclaba al terror del que trataba huir.

—Oko-senpai, ¿Qué te pasa? ¿Qué te duele? — estaba alterada, y es que luego de que sus demonios le hubieran dicho algo como que sus otras aliadas tratarían de matar al chico que amaba por sobre todas las cosas para cumplir la voluntad de su madre, no podía estar tranquila —¡Háblame! ¡¿Por qué lloras asi?!

—M-Mi corazón— Ayano no lo entendía —...quieren... quieren comerse mi corazón.

Se quedó quieta y recordó lo que los demonios le acababan de decir. La súcubo y Fun Girl buscarían comerse la vida y el alma de Oko Ruto. Y si habían tratado de tomar su corazón, esa debía ser su vida. Lo miró de nuevo y observó con cuidado. Parecía que solo se había asustado, pero no tenía nada más. Aún estaba bien.

Ayano se sintió con ganas de morirse. No solo era la culpable de que sus mejores amigos estuvieran en coma, ahora también sería la única responsable de si su novio moría a manos de unas demonizas desquiciadas. ¿Por qué todo lo malo tenía que estar enlazado con ella? ¿Por qué los que estaban a su alrededor siempre salían heridos?

Se sentía inútil, realmente no sabía que hacer más allá de abrazarlo con fuerza para que supiera que ya no estaba solo, que con ella ahí estaba "a salvo".

Caminó con él hasta la sala, se sentaron en el sillón y lo acomodo entre sus piernas para que pudiera consolarlo mientras él descansaba en su pecho. Lo cubrió desde la cintura con una manta que había bajado por el frio, cruzó sus piernas sobre él para que no fuera a ninguna parte, y sus brazos ocultaron el rostro de su novio para que ninguna luz le molestara.

Lo acompaño en su tristeza, gimoteando a lagrima viva e incapaz de decirle que sentía mucho haberle hecho eso. Deseó que fuera asi de fácil esconder a alguien del mundo entero, de las personas malas, de los que lo odiaban, de los demonios que los acechaban.

Esconderlo de ella, en donde nunca más pudiera lastimarlo otra vez.

El caminó hacia la escuela fue silencioso. Ayano y Oko iba de la mano sin voltearse a ver en ningún momento. Cada uno estaba ido en sus pensamientos, recordando los momentos de esa mañana en donde habían sido acorralados por diferentes entes.

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Conforme fueron acercándose al camino donde llegaban más de sus compañeros, se dieron cuenta de que todos parecían ir con prisa y susurrando sobre la misma cosa. Ninguno de ellos dos le dio tanta importancia viendo que tenían cosas más graves en las que concentrarse, pero fue imposible no entrometerse cuando tres personas rozaron el hombro de la azabache en su carrera por llegar temprano.

—¡Todas las pruebas finales están en su punto máximo! ¡El resultado de mi hipótesis se verá esta semana, y cuando esta acierte, podre dominar el mundo! Nye jejejeje— Kaga Kusha chocó contra ella por error, y ya que tenía sujeto a Geiju quien también iba de la mano con Miyuji, Ayano recibió otros dos golpes seguidos.

—Cuidado.

—Ups, lo siento Yan-chan— la cantante de separo de sus dos amigos y se plantó delante de la pareja para verlos bien, y como debían apurarse para no llegar tarde, empezó a caminar de espaldas. Eso le parecía más simple que ponerse a su lado y hablar normalmente —. ¿Nerviosa?

—¿Por-Por qué lo dices? — agachó la cabeza y aferró su mano libre al asa de su mochila. ¿Por qué Miyuji le preguntaba eso? ¿Acaso se le notaba tanto el miedo y la preocupación?

—¿Mujer, en dónde tienes la cabeza? Hoy regresa el presidente del consejo estudiantil, el chico más popular de la escuela. Mi, bueno, podría decir que si es mi jefe.

—Ah, perdón, lo había olvidado.

—No te ves muy bien. Ninguno de los dos. ¿Pasó algo, chicos?

El ocultista llevo su mano izquierda al lugar de su corazón, todavía temblaba de lo real y aterradora que esa pesadilla había sido. Era verdad que de vez en cuando conseguía tener sueños lucidos, pero nada como eso tan espantoso que lo había hecho despertar llorando.

Yan-chan, aun con su capacidad de engaño, era incapaz de esconder sus nervios. Dos demonios le habían dicho que debía dejar al chico que amaba para que fuera con otro, y lo peor es que debía hacerlo si no quería que Oko Ruto apareciera muerto un dia de estos. El conflicto que le habían impuesto no dejaba de acosarla, y mientras más tiempo pasaba, más se sentía presionada en tomar una decisión.

—Estamos bien— respondieron de inmediato, en una sincronía perfecta que Miyuji sintió que delataba su mentira. Arqueó una ceja, mostrándose ofendida de que creyeran que eso la engañaría.

—Claro. Como sea, Oko-kun no olvides que debemos ir al consejo antes de que empiecen las clases: hay que decirle al presidente que planeamos para el baile.

El chico asintió tímidamente, retrayéndose más en sí mismo y apretando la mano de Ayano por miedo a sentirse solo a pesar de estar rodeados de casi todos sus compañeros.

Miyuji se despidió luego de que sus amigos la llamaran a la lejanía, juntándose además con los demás líderes quienes iban platicando sobre el regreso de Megamo.

Luego de unos minutos llegaron a Akademi. Se cambiaron los zapatos, fueron hacia sus clases, y en el momento en que se encontraron de pie en el segundo piso, se vieron a los ojos sin ninguna gana de dejarse ir. No se sentían seguros lejos del otro, pero ambos comprendían que debían hacer varias cosas por separado, aunque no les gustase. En medio de las escaleras, acordaron que irían a dejar sus cosas en sus salones y que se esperarían ahí para ir juntos al consejo estudiantil.

Casi corriendo, Ayano entró a su aula y dejo su mochila. Ella no tenía nada que hacer ante el consejo, pero ya que esperaba poder quedarse junto a Oko para seguir cuidándolo decidio tomar una libreta y su lápiz; Oko tampoco estaba en el mejor estado para ir a una reunión, asi que tal vez ella podría apoyarlo anotando lo que el presidente dijera sobre su idea para el baile de navidad.

Regresó a las escaleras, fijándose en el pasillo para vigilar que su novio llegara rápido. Incluso pensó que debía ir por él para apresurar el encuentro; estar lejos de él la estaba empezando a poner muy ansiosa y paranoica. Estaba a nada de morderse las uñas y salir corriendo para ir a buscarlo, cuando unos brazos la apresaron por la cintura y un rostro se hizo de un lugar contra su espalda.

—¡Ayano-senpai! ¡Buenos días! — Hanako frotó afectuosamente su mejilla contra la chica, quien obviamente no podía girarse a verlo —Vaya, hoy se ve tan linda, digo, igual que siempre— fue un cumplido que el menor dijo sin verla bien en realidad, pues cuando busco hacer contacto visual su rostro infantil y alegre se descompuso en un grito de sorpresa —. ¡Ah, senpai! ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

—Hanako-kun, si yo... este... estoy bien, sí.

—¿Segura? No te ves cómo el sábado cuando fui a tu casa. ¿Hay algo que te preocupa?

Hanako era apenas un niño que empezaba su adolescencia, no iba a asustarlo contándole que hablaba con demonios y que dos de ellos querían comerse el corazón de su novio. Pero ahora tampoco estaba en condiciones de actuar una mentira. Agobiada, se pasó una mano por el rostro y suspiro a su vez que se dejaba caer contra la pared que dividía las escaleras.

—Bueno, no estoy bien. Pero no te preocupes por eso; concéntrate en entregar las tareas que hicimos el otro dia y en estudiar, los exámenes ya son la semana que viene.

—Pero...

—De verdad, no te preocupes— miró de vuelta al pasillo, sin buenas noticias —. Creo que tampoco voy a poder seguir dándote asesorías por un tiempo. Lo siento.

Hanako no dudo en demostrar el enojo aquella noticia le daba. Las asesorías que Ayano le daba funcionaban para que su cambio de escuela no fuera tan duro, ¡pero sobre todo eran para pasar tiempo con ella! ¿Cómo iban a volverse más cercanos y ella a enamorarse de él si no pasaban tiempo juntos?

Tomó aire, listo para pelear por conservar sus ratos juntos, pero en eso su hermano mayor apareció dándole unos mimos en la cabeza.

—Buenos días, Yan-chan. Gracias por ayudar a mi hermano este fin de semana. No dejó de hablar de lo buena que eres explicando, ni de lo linda que le pareciste.

—O-Oye, no digas eso— Hanako se sonrojó ferozmente. Estaba bien que él demostrara su gusto a su manera, no quería que además su hermano estuviera exponiéndolo por lo que decía en casa —. Lo que te digo es privado. Cállate.

Además de Taro, también vio a sus amigos que iban hacia el salón para dejar sus mochilas. Eso hasta que Amao la saludo en completo silenció con un ademan. Osano giró a ver qué era lo que su compañero observaba y la descubrió al pie de las escaleras presenciando una pelea vergonzosa entre los hermanos Yamada.

Antes de darse cuenta, pasó de estar esperando sola a su novio, a estar rodeada de cuatro chicos.

Ayano saludo amablemente a todos. Amao se disculpó por lo del otro dia, haciéndolo de la forma más tranquila y neutral que pudo. Y Osano solo hecho más leña al fuego de los Yamada luego de decir con cierta burla que Hanako había estado todo el fin de semana hablando de lo grandioso que había sido pasar la tarde con ella.

De todos ahí, Amao fue el primero en notar -además de Hanako- que Ayano no tenía buena cara. Se veía cansada, triste, apagada; el dia anterior la había visto con esa luz y animo que la distinguía, pero ahora su mente parecía estar divagando en algo que le hacía mal.

Estando él como estaba por el coma, el que Ayano le preguntara cada mañana como se sentía era un hecho que le alegraba mucho, porque, aunque actuara de forma grosera o extraña, era el momento en que podía decirle lo que realmente pasaba con sus sentimientos. Y en vez de juzgarlo, ella lo comprendía y actuaba con normalidad, como si él no hubiera elevado su tono o dicho cosas de más. Pensó que, en ese momento, ella necesitaba que le preguntaran algo asi.

Tal vez no pudieran hacer algo, pero liberar lo que uno carga consigo siempre era mejor que nada.

—Yan-chan, ¿estas...?

—Volví.

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Todos chicos giraron hacia la nueva voz que había cortado sus conversaciones. Encontrándose con un chico sombrío cuyo cabello caía sobre su rostro, encorvado y que no parecía dispuesto a levantar la mirada del piso.

—¿Oko-kun? — Amao lo conocía, ambos eran lideres asi que antes solían comer juntos en la cafetería con los demás.

—Oko-kun, también llegaste temprano— Taro sonrió con nerviosismo. Hacía ya varias semanas que no hablaba con el ocultista, desde Halloween en realidad. Ahora no sabía cómo tratar con él.

—Ho-Hola... disculpen— Oko no se sentía capaz de ver a ninguno de ellos a la cara. Sabia de sobra que su presencia no le gustaba a la mayoría de las personas.

Podía sentir las miradas duras que Osano y Hanako dirigían hacia él, juzgándolo de pies a cabeza, haciéndole saber con su mal humor que los estaba molestando. Pero su mayor problema eran Amao y Taro. El primero era sociable, gentil y todo el mundo quería estar con él, incluso Ayano; pues el cariño que le tenía hacia que el poder del hilo negro se volviera nada.

Pero Taro, él era su mayor problema. En su pesadilla escuchó que Ayano debía volver con Taro Yamada. Que su novia estuviera cerca de su verdadero amor no hacía nada más que ponerlo nervioso. ¿Y si Taro sabía lo que había hecho y lo había mandado a secuestrar? ¡¿Taro correspondería los sentimientos de Ayano?!

Desesperado por salir de ahí, rodeo a la pequeña multitud para llegar al otro lado del pasillo a lo que era la oficina del consejo estudiantil. Ya todos debían estar ahí esperando a los que faltaran. Se detuvo cuando ya tenía la mano en la puerta y regresó tímidamente sobre sus pasos. Fijó sus ojos en el piso y junto sus manos para que estas no estuvieran inquietas y demostraran de más lo asustado que estaba.

«¿Me... acompañaras?

Ninguno de los chicos entendió a quien le hablaba Oko Ruto, al menos hasta que tuvo su respuesta.

—S-Si, ya voy— Ayano bajó la mirada, con algo de pena de dejar la plática a medias, aunque no había dicho mucho más aparte del breve intercambio de palabras con Hanako.

Se separó del grupo atravesándolos para llegar pronto al lado de Oko. Pero dos agarres diferentes en cada brazo le impidieron llegar al lado de su pareja.

—¿Quién es él, Ayano-senpai? — Hanako infló sus mejillas, molesto por no ser motivo de su atención —¿Estas castigada? ¿O te está molestando? No tienes que irte con él si no quieres. No me gusta como se ve, da miedo.

—¡¿Si quién es?! Digo, no es que me preocupe, no me interesa. ¿Pero...? — Osano la había tomado de la mano. Lo había visto un par de veces en el almuerzo, pero eso no le bastaba para entender porque Ayano tenía que acompañarlo a quien sabe dónde a hacer quien sabe quién —¿... porque quiere que vayas con él?

—Es Oko-senpai, el líder de mi club. Voy con él al...

—Soy...— Oko sentía que se ahogaba en sus propias palabras, su cobardía era un defecto que lo había acompañado desde muy niño. Pero teniendo a cuatro chicos enfrente que significaban mucho para Ayano y viceversa, decidio que era el momento de ser firme en algo. Y si alguno de ellos era el culpable de su rapto o de que los demonios quisieran atacarlo, no iba a demostrarles miedo. Tenía que enseñarles, que él no era quien sobraba ahí —... su novio.

Ayano y Oko ahora estaban solos en el pasillo, tomados de la mano y frente a la puerta del consejo. Ella tendría que hablar con todos dentro de un rato para aclarar muchas cosas, pero en ese momento no se podía separar de Oko Ruto.

Amao apareció entonces, manejando solo su silla de ruedas y viéndolos todavía con duda, dando especial importancia al gesto de ir agarrados. Claro, él también era un líder y no podía faltar a esa reunión.

Ayano tomó la iniciativa y toco la puerta, recibiendo apenas un segundo después el permiso para entrar. Abrió la puerta y se vieron que ya casi estaban todos los demás líderes. Del consejo, Aoi era la única que estaba, rondando por el lugar y vigilando que todos se comportaran.

Entraron dando los buenos días, todos les respondieron de forma distraída gracias a que estaban repasando los planes que el presidente terminaría por aprobar o rechazar para el fin de curso.

En cuanto Aoi se fijó en la presencia de Ayano, detuvo su ruta y caminó hacia ella con toda la autoridad que su expresión molesta le daba.

—¿Qué haces aquí, Aishi-chan? No eres una líder.

—Perdón, Ryugoku-chan. Sé que no debería estar aquí, pero, Oko-senpai no puede estar solo ahora.

La peliazul miró con recelo al ocultista, analizándolo y encontrándolo igual de reservado que siempre. Se fijó entonces en Amao, quien parecía preferir ver a otro lado y de ser posible salir de ese momento que lo incomodaba.

—El presidente no se lo va a comer, Aishi-chan. Tu novio puede estar bien sin ti.

—Aoi-chan... yo...— Oko, avergonzado, le indico que quería contarle algo en secreto.

Aoi frunció el ceño, pero acepto, inclinándose de lado junto al líder para escuchar lo que tenía que decir. Ayano no era capaz de entender lo que se decían, pero podía ver la cara de la ejecutora cambiar de enojo a una ceja alzada. Al separarse, Aoi le pidió a Oko que la siguiera afuera, y a Ayano le dijo que por ahora esperara afuera hasta que regresaran. Los vio irse a la primera planta, quedando sola y abrumada afuera del consejo.

Ayano se dejó caer en la pared y abrió la libreta que había tomado para perder el tiempo garabateando. Adentró encontró varios chibis que había hecho hace semanas, no se acordaba de que esos estaban ahí: eran de Kizano y Aso, posando con orgullo y entrenando respectivamente.

Rodo los ojos y se reclamó mentalmente. Tal vez si se apuraba podía cambiar ese cuaderno por otro en donde tuviera chibis de Oko.

—Wow, ¿hiciste algo tan malo para que te llamaran aquí?

Despegó sus ojos de los dibujos y miro a su derecha, donde quien le hablaba casi podía hacerle sombra gracias a su altura. Sonrió de lado y no se intimido ante el hecho de estar casi acorralada por Osoro, por el contrario, lo miró a los ojos y se encogió de hombros con una sonrisa débil.

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—Aún no se enteran de como tuve diez en todo.

—¿Tú hiciste trampa? — más que sorprendido, Osoro formó una sonrisa de burla, incapaz de imaginarse a aquella chica copiando en un examen o haciendo tratos para pasar. Su sonrisa se volvió una carcajada baja cuando la vio asentir y balancearse con ambas manos en la espalda; un gesto inocente que revelaba un fraude —Vaya, ¿Quién diría que juegas sucio?

—No lo hago, pero era una oportunidad que no podía dejar ir— aunque significara obedecer a un maestro pervertido, nada era mejor que tener las calificaciones ideales que la dejarían ir a la misma universidad que su bello novio —. ¿Y tú?

—¿Qué? ¿Si hice trampa? Algunos estudiamos, aunque no nos guste— ambos sonreían, asi que no era toda la verdad. Ayano se paró frente a él, viéndolo fijamente para forzarlo a decirle lo que ocultaba —. Bien, pague por respuestas... algunas veces.

—Que malo— se burló espontáneamente, dándose cuenta momentos después y cubriéndose el rostro con el cuaderno para esconder su risa.

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—Sigue burlándote de mí a menos que quieras una paliza— trató de sonar rudo, pero la risa de la chica no dejaba que el ambiente se tornara amenazante. Osoro resopló quitándose un mechón que le caía sobre el rostro, se cruzó de brazos y buscó otra cosa en la que fijarse —. Dame esto, vamos a ver tus "calificaciones perfectas".

—¡Hey, dámelo!

Ayano se lanzó contra él en busca de quitarle el cuaderno, pero para Osoro fue tan sencillo como ponerle una mano en la cabeza y empujarla para que no pudiera avanzar. Abrió la libreta en donde ella la tenía marcada y se sorprendió un poco al ver que no eran tareas lo que había, sino dibujos.

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Le dio un empujón lanzándola unos pasos hacia atrás, tomó mejor la libreta con ambas manos y empezó a cambiar las paginas para ver qué tanto era lo que ella tenía ahí. Había chibis en cada espacio de las hojas, y fueron detalles como los goggles o esa pretenciosa capa lo que le hizo reconocer quienes eran los que estaban ahí.

—Ja, ya veo porque necesitas ayuda en las calificaciones. Seguro esto es lo único que haces todo el dia.

—¡Baka, devuélvemelo!

—No están tan mal— la molestó un poco más fingiendo que se lo entregaba, pero cuando ella estuvo por tomarlo, lo levantó por encima de sus cabezas haciendo que la azabache siguiera quejándose y brincara para poder alcanzarlo —. Vamos, usa las piernas.

—¿Y qué rayos crees que estoy haciendo?

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Un par de murmullos que venían por la escalera rápidamente fueron subiendo de tono, haciéndose notar como gritos o quejas. Ni siquiera le dieron importancia y siguieron en su inusual juego, concentrados en ganarle al otro. Cuando los murmullos se distinguieron lo bastante para reconocerse como una conversación, los dueños de esa platica giraron en la esquina donde Ayano y Osoro estaban.

Pasaron unos segundos en los que ambos siguieron en su ridícula pelea hasta que notaron que había un silencio que antes no estaba. Osoro, con la libreta, y ella, con la mano extendida parada sobre las puntas de sus pies, vieron hacia las escaleras, topándose con que Kizano y Aso estaban mirándolos como si estuvieran en una pesadilla.

Al ver su diversión interrumpida, Osoro borró su sonrisa y bajó la libreta para lanzársela a Ayano, quien por suerte la atrapó antes de que le diera en la cara. Ambos vieron mal al actor y al deportista, decidiendo apartarse de la puerta del consejo para que no tuvieran que intercambiar palabras con los recién llegados líderes.

Aso se sintió fuera de lugar y sumamente perdido, lo último que había sabido de Osoro con Ayano era que se odiaban y no querían hacer nada más que pelear. Y apenas unas horas después de enterarse de que Ayano era una maid, también veía que la relación de ambos había avanzado hasta el punto en donde se molestaban para divertirse. No lo entendía, ¿cómo se habían hecho tan cercanos que hasta en los pasillos platicaban? ¿y acaso Oko le tenía tanto miedo a Osoro como para no hacer nada como con ellos?

Al final, Ayano había tenido razón siempre: no tenía que protegerla, siendo ella como era, era capaz de ser amiga de quien fuera; un presumido, un ocultista, un delincuente. Aso se dio cuenta de que, aunque estuviera enamorado de Ayano y la conociera desde primaria, en realidad no estaba enterado de todo lo que ella vivía. Y sintió que, a pesar de su amistad, siguieran siendo extraños.

Kizano, por su parte, sintió que el piso se volvía arena y él empezaba a hundirse en una tristeza más profunda que en la que ya había vivido esos días. ¡Un delincuente, santo dios! ¡Ella estaba con un vil y mugroso delincuente antes que con él!

¿Tan poco valía su existencia ahora para su darling? ¡¿Todo lo que habían vivido se iba a la basura y ahora jugaba manitas calientes con Osoro Shidesu?! ¡No, por favor, no! ¡Ya no aguantaba más de esa tortura! ¡Su princesa le regalaba sus sonrisas a un bárbaro antes que a él! Ahora esos momentos tan íntimos en donde unían sus labios y se miraban con anhelo más allá de lo entendible se veían tan lejanos y antiguos.

¡Maldito inmundo, por culpa suya su Julieta estaba relacionándose con lo más bajo e insípido de la plebe! ¡Oh no, que ella no se dejara engañar y ensuciara sus labios en cualquier sapo que se le parara enfrente! ¡ESO SERIA LO PEOR!

—Aso-kun, me voy a desmayar— colocó el dorso de su mano contra su frente y sintió como poco a poco su cuerpo se balanceaba hacia atrás. La vida nunca dejaba de ser tan cruel con él —. No puedo... Es demasiado para mí... ¡Un delincuente! ¡¿Qué le hizo ese maldito a mi reina?!

Y mientras Kizano hacia un drama típico de él, Ayano y Osoro bajaban por las escaleras esperando que por el incinerador nadie apareciera para arruinarles el momento. Pero volvió a pasar, siendo que en el descanso entre ambos pisos se encontraron con Aoi y Oko, quienes ya volvían hacia el consejo.

—Shidesu-kun— Aoi entrecerró su ojo, observando que el delincuente parecía estar yendo a algún sitio con la azabache. Gracias a Shiromi, ya sabía de las peleas que estos dos habían tenido —. ¿Qué estás tramando?

—Jodete, Ryugoku— dijo con acidez para mostrarle el dedo medio. Con dos encuentros que le arruinaban el humor tenía suficiente. Igual, sus amigos ya debían pensar que se estaba tardando mucho. Le dio un pequeño empujón a Ayano y se despidió de forma tosca; tampoco era la idea de dejarla mal parada con las estiradas del consejo, sabia lo pesadas que podían llegar a ser por cualquier cosa —. No estés tan sola, Aishi-chan. Mejor quédate con tu novio para que no te pase nada.

Si claro, estaba seguro de que Ayano cuidaba más a ese enano que él a ella.

Aoi vigiló a Osoro hasta que dobló en un pasillo para salir por la entrada trasera que lo llevaría al incinerador. Aclaró su garganta y miró a Ayano sin cambiar en nada su semblante duro.

—Oko-kun ya me dijo lo que paso el viernes— cerró su ojo y bajó la cabeza con gentileza, un gesto raro de ver en ella, aunque fijándose en el ceño fruncido que no parecía cambiar, solo lo tomó como una acción empática —. Tengo sospechas de que fueron los yakuza; desde 1989 tienen un modus operandi en donde secuestran alumnos para pedir recompensa. Pero no puedo hablar mucho de eso. Ya que Oko-kun parece seguir mal por su "accidente", dejare que entres con él. Pero si haces un escándalo o te metes en los asuntos del consejo sin permiso, te sacare con una marca de mi zapato en el trasero. ¿Está claro?

—Sí, Gracias, Aoi-chan.

—Bien, vamos antes de que el presidente vuelva de patrullar.

Los tres regresaron al segundo piso en silencio. Ayano y Oko volvieron a tomarse de las manos, pegándose casi por completo hombro con hombro.

Por el encuentro con Osoro se había olvidado del grave asunto que tenía con los demonios y su novio, no podía dejarse desconcentrar de esa forma, tenía que ver de qué manera podría salvarlo.

Aoi abrió las puertas sin necesidad de tocar. Esta vez el sitio estaba más lleno y ahí también ya se encontraban las otras chicas del consejo encargándose de unos papeles y de vigilar a los líderes.

La peliazul entró primera, yendo con sus compañeras para informar de la presencia de Ayano y la situación de Oko Ruto. Este entró segundo, yendo a sentarse al lado de Uekiya para no tener que estar cerca de Aso Rito ni de Kizano, tampoco tenía muchas ganas de estar del lado de Amao.

Ayano se tomó unos momentos más para asegurarse de tener lápiz y papel para anotar lo que necesitara. Movió la cabeza para relajarse un poco, haciendo tronar su cuello.

No entendía porque estaba dándole muchas vueltas, conocía a los líderes, y a lo mucho tendría que soportar por un rato a Aso y Kizano. No había razones para que ahora estuviera nerviosa.

Apretó la libreta contra su pecho y entró por fin, concentrándose en ir al lado de Oko Ruto.

—Ayano Aishi— ni bien había pisado el interior de la sala, una voz seria y elegante la llamó desde sus espaldas. Y aunque había sido su nombre el que aquel desconocido había mencionado, hizo que todo el mundo se pusiera de pie y voltearan a verlo —. Esta es una reunión solo entre los líderes y el consejo. No tienes permitido estar aquí, asi que, por favor, retírate.

Ya se conocían, ¿y cómo no? Toda su vida ambos habían estado en las mismas escuelas y salones. A lo largo de los años, hubo veces en que por error sus miradas se cruzaban sin denotar ningún interés en el otro. Podía contar las veces en que hablaron entre ellos, cosas simples como dar su voto en algo o preguntar si sabía en donde estaba alguien.

Y pudiera ser que todo eso junto, fuera la más importante razón por la que Ayano no se preocupó de ver a Megamo Saikou de pie ante ella, hablándole más de lo que se hubieran dicho antes.

Aun sabiendo que él era el chico más popular e importante en Akademi, además del hijo mayor del jefe de su madre, no se puso nerviosa, y en su lugar se inclinó con respeto para saludarlo.

—Buenos días, Megamo-san. Es un gusto tenerlo de vuelta.

—Gracias. Pero aún no puedes estar aquí.

—Presidente— Kuroko se acercó firme hasta llegar al lado de Ayano, las demás chicas se formaron a su derecha, dispuestas a ponerse de su lado solo por la situación —. Hablemos afuera, por favor.

Megamo asintió, asiéndose a un lado para permitir que sus compañeras pasaran primero. Cuando Ayano pasó delante de él, una sombra de desconfianza recorrió sus ojos del peli plateado.

Para Megamo, no era sino una situación ya vivida (y nada agradable) el toparse con esa chica.

Desde su niñez en donde le habían dejado claro que aquella futura asesina también sería su futura esposa, cada vez que se topaba con ella o la veía de lejos sentía el inicio de un dolor de cabeza; hecho que paso a ser frustración luego de que se enteró de su primer asesinato. Estaba cara a cara con un error de la sociedad, con una chica cuya única motivación era tener a un pobre chico solo para ella.

Akademi, luego de casi cuarenta años, volvía a verse humillada por la sed de sangre de una Aishi. No iba a permitir que siguiera haciendo tales aberraciones en su escuela.

Con su distintiva cortesía, saludo a los líderes y les avisó que la reunión comenzaría en breve. Cerró la puerta, y se giró para ver a cada una de sus colegas al rostro, buscando en sus perfectas expresiones un hueco que le dijera porque querían hablar de Aishi con él.

—¿Hay algún problema del que deba saber?

—Uno de nuestros estudiantes fue secuestrado el viernes— Kuroko levantó el mentón y permaneció con las manos tras la espalda —; se trata de Oko Ruto, el líder del club de ocultismo.

...Ryoba secuestró a su, tch, esposo. Mi padre ya sabía de ella, y le pareció que "sacarlo a dar un paseo" era lo ideal para llamar su atención y hablar de negocios. Las Aishi son excelentes escondiendo personas; no dudo que Ayano, cuando llegue el momento, lo hará de forma impecable.

Contexto: Yan-chan está saliendo con Oko Ruto. Fin.

—¿Por qué no me informaron de esto?

—Disculpe, es que no lo sabíamos— Akane se mostró apenada, su expresión siempre tranquila y amable no cambio en absoluto, pero su tono de voz le hacía ver que realmente era algo que lamentaba desconocer —. Por lo que Ruto-kun le explicó a Aoi-chan, no quiso que nadie más que Yan-chan lo supiera.

—¿Aishi? ¿Por qué solo ella? — no podía ser una coincidencia. Una asesina llegaba a Akademi y su novio resultaba ser raptado. A simple vista veía que Oko no era alguien que impusiera miedo o respeto, podía ser manipulado con algo apenas más complejo que simple persuasión.

No dudaba que Ayano hubiera tenido alguna discusión o problema con su disque novio, y la única solución que se le pudo ocurrir había sido la de secuestrarlo para no perderlo. Pero para estar seguro de su idea necesitaba más información.

—Ella fue quien lo encontró— Aoi inclinó su cabeza y guardo sus manos en los bolsillos de su falda —. El secuestrador le envió un mensaje haciéndose pasar por Oko Ruto para que fuera a buscarlo.

Conveniente.

—No sé qué rompecabezas trató de hacer. Pero su juego tiene reglas raras y favoritismos, porque ataco a una chica también— Shiromi empezó a hacer pequeños "pops" con la boca mientras se giraba para ver a la azabache —. Paso uno: escoger a dos personas de Akademi. Paso two: llevarlos al mismo lugar. Paso 1 x 3: No me invito asi que no sé cómo decidio a quien dejar libre. Y paso delfín, porque es el último: Irse y llamar a alguien para que viera su trabajo. Descanse en fuego, Hoshiko Mizudori.

—¡Shiromi! — el resto del consejo no dudo en reprenderla, Megamo se mostraba molesto igual que Kuroko. Mientras que Akane y Aoi la observaban con indignación.

—Al cielo no se pudo haber ido— se encogió de hombros y abrazo a Aoi por encima de los hombros —. El cazador quiere que caperucita se quede con él, sino, entra en pánico.

Hoshiko Mizudori y Oko Ruto. Uno secuestrado, otra asesinada y la única persona enterada no era la policía ni los padres, sino Ayano Aishi. No cabía duda, ella era la responsable de ambos actos delictivos. Le aliviaba ver que Taro Yamada ya no estuviera involucrado con ella, pero de ningún modo dejaría que ella se acercara al ocultista de nuevo.

—Las normas son para todos— miró detenidamente a cada una de las chicas del consejo. Notó como las cuatro parecían no entender como algo de esa magnitud podía ser denegado, pero ellas no sabían la clase de persona que era Ayano, y era mejor que tampoco se enteraran —: solo los líderes y nosotros. Nadie más.

—¡Pero no puedo dejarlo solo! — Ayano estaba boquiabierta y enfadada. ¿Qué acaso el presidente no tenía corazón? ¡Debía cuidar a su novio! Sabía que era muy estricto y eso, ¿pero ni siquiera porque se conocían desde niños? —¡Yo-Yo debo estar...!

—Estarás en la oficina de la consejera si no me obedeces— Megamo le dio la espalda para regresar al interior de su sala. Las chicas se vieron entre sí, no tan seguras de estar llevando bien la situación. Pero ordenes eran ordenes, por lo que cada una se fue despidiendo de Ayano para ir tras su líder —. Me encargare de la seguridad de Ruto-kun. Asi que mantente al margen tanto como sea posible.

Abrió la puerta y las chicas avanzaron yendo directo al inicio de la reunión. Ambos quedaron solos en el pasillo.

—¿Cómo quieres que este lejos de él luego de lo que paso? — no estaba molesta, estaba con ganas de tirar a Megamo desde la azotea al incinerador para dijera algo más que no fueran órdenes. Estaba bien que fuera un Saikou y el presidente estudiantil, ¿pero en serio se creía con la autoridad para mandarla en su relación? —¡Soy su novia y quiere que este con él!

—Eres un peligro para él— se acomodó los guantes, preparándose de forma cuidadosa por si debía hacer algo en defensa personal. Ahora que no había tanta gente rodeándolos, frunció el ceño y la miro con el mismo desagrado que sentía al imaginar un futuro con ella. Ahora el contrato de compromiso se anulaba, pero no podía dejar que ella arruinara la vida de un chico solo porque quería —. Se lo que eres. Lo que tu familia es. No sé porque abras abandonado a Taro Yamada, pero no dejare que dañes a nadie más ahora que estoy aquí. Eso incluye a tu "novio".

—¿Qué...?

Las palabras apenas pudieron salir de su boca cuando Megamo le dio la espalda y entró a su aula, dejándola sola y con varias interrogantes a mitad de la garganta.

¿Qué había querido decir con que sabía cómo era su familia? No podía estar hablando de eso, de las muertes y que estuviera rota porque... porque nadie sabía eso. Y si nadie lo sabía, ¿Cómo es que Megamo sí?

No, no debía referirse a eso. Tal vez era otra cosa, porque era imposible que Megamo hablara de ser asesinas.

Decidió irse a la azotea, repitiéndose que Megamo no sabía nada. Ya tenía suficiente con el tema demoniaco como para además tener que cuidarse del presidente estudiantil también. No pensaría en eso, porque no era cierto.

De hecho, tal vez debía concentrarse más en como arreglaría las cosas con Osano, Amao y Hanako. No se habían tomado de la mejor manera que tuviera novio.

Entonces, tenía que proteger a Oko de dos demonizas locas; esperar que el heredero de Saikou Corp. no supiera de las sangrientas costumbres de su familia; y arreglar las cosas más que nada con Osano quien se había creído su novio y ahora descubría que ella ya estaba en otra relación.

Frenó a la mitad de las escaleras y dejo que sus brazos colgaras a casa lado, tan sin fuerzas que ignoro el golpe de su libreta contra el suelo. Una lagrima atravesó su rostro, dejándola sentir la opresión que casi entumecía su pecho. Aun no empezaban siquiera las primeras clases y sentía que se ahogaba solo por seguir existiendo. ¿En qué punto su vida se había llenado de problemas? Se suponía que una vez estuviera con su senpai todo se arreglaría solo.

Debería estar teniendo una vida perfecta.

Sacó su teléfono y retomo su paso en las escaleras, con la diferencia de que ya no pensaba subir a la azotea. Iría al único sitio en donde podría gritar y jalarse el cabello con solo una persona presente que podría juzgarla, era mejor eso que hacerlo a mitad del pasillo y empeorar su vida.

Info-kun, ¿me dejas estar un rato contigo?

¿Qué quieres? ¿El presidente te asusto con eso?

Déjame entrar, por favor. Quiero estar lejos de todos.

Bueno, la puerta está abierta.

Ayano se sentía mortalmente incomoda por el silencio que había entre Osano, Amao y ella. No se habían dicho nada desde que había vuelto, casi llegando tarde a la primera clase. Lo peor era que trataba de verlos y ellos le esquivaban la mirada.

Hanako tampoco se había aparecido, el sábado habían acordado que le avisaría como calificaban sus tareas, pero no lo había vuelto a ver desde ese momento en que Oko, siendo tan poco cuidadoso, revelo que estaban juntos.

Comprendía que sus amigos estuvieran asi de incomodos, pues siendo tan cercanos y luego de lo que pasaban dia a dia, parecía grosero no haber sido honesta. Y era peor cuando, aun viendo que Osano quería actuar como su novio, ella se había quedado callada. ¿Pero porque Hanako lo tomaba tan mal? Lo único que se le ocurría era que fuera demasiado celoso con sus amigos, tal como Osano le había mencionado antes.

—Yo, este— se rascó la nuca y empezó a sentir como su boca estaba seca —, les traje el almuerzo.

Sacó de forma apresurada los sándwiches de huevo. Tomó servilletas con los que envolvió cada uno y los extendió para que los tomaran. Estuvo asi con los almuerzos en alto más de diez segundos antes de que Amao aceptara el suyo. Por otro lado, Osano no parecía querer hacer otra cosa que no fuera ver al lado opuesto en donde ella estaba, ignorando de forma brutal lo que le dijera y el sándwich.

—Gracias— murmuró Amao antes de volver a su silencio y empezar a probar el emparedado.

Ella entonces dejó el almuerzo de Osano sobre el pupitre, cabizbaja. Comenzó a raspar su pupitre casi como si jugara a tocar una guitarra, no le quedaba nada más que hacer, ninguno de sus amigos se veía con ganas de volver a dirigirle la palabra pronto. Acorralándolos con vibras pesadas y de decepción silenciosa.

Ok, sabia y ahora pagaba las consecuencias por haberles ocultado su relación con Oko Ruto; de habérselos dicho desde el primer dia que volvió a verlos, se habría ahorrado ese momento. Ni siquiera parecían ser mejores amigos.

¿Pero era necesario que ambos se pusieran asi con ella? Porque desde su perspectiva el único que debía ponerse asi era Osano, para quien casi fue enterarse de una infidelidad. ¿Pero Amao? ¿Hanako? Eran sus amigos y, bueno, ella no iba a enojarse ni a dejar de hablarle a Midori si de la nada ella aparecía con un novio.

Se pasó las manos por el cabello y lo jaló apenas un poco para dejar salir algo de la frustración, ni todos los gritos que soltara en esa habitación insonorizada donde estaba Info-kun podían acabar con su agonía.

Se relamió los labios, y se percató de cuanto le dolía la garganta. Al parecer sus pensamientos la afectaban igual que si gritara a viva voz, irónico viendo que nadie decía absolutamente nada. Ahora hasta su silencio podía dejarla afónica.

—Voy por algo de beber. ¿Quieren algo? — ni miradas, ni respuestas. Molesta con ambos y consigo misma, apretó sus puños al punto de que el silencio hizo sonar como golpes secos el tronar de sus nudillos —Entonces tal vez vuelva hasta que acabe el descanso.

Osano gruño, hundiéndose más en sus brazos cruzados.

—¿Vas a ver a tu novio? — dijo sin voltearla a ver.

Ayano lo miró mal, pero solo eso. Se levantó de su silla y empezó a andar hacia la salida del aula.

—No. Pero tal vez debería, él si hablaría conmigo.

—No habló con mentirosas.

—Entonces yo no habló con tsunderes que se portan como niños.

Abrió y cerró la puerta rápido para no alargar esa discusión. Lo último que le faltaba era volverse un chisme entre los que pasaran por ahí.

Caminó a la máquina expendedora, sorprendiéndose al ver que casi no había alumnos en la cafetería gracias a que personas desconocidas estaban instalando algo en las paredes. No los miró mucho ya que no tenía tiempo para distraerse con cualquier cosa, tenía pendientes que resolver y nada se solucionaría por sí solo.

Pidió un jugo de uva y decidio que su siguiente paso sería ir a buscar a Oko. Nadie podía prohibirle estar con su novio. Y el presidente, aun con su popularidad y su estatus de dios intocable, no era más que un simple chico que jugaba a ser adulto. Sería fácil distraerlo y recuperar su cercanía con Oko Ruto.

—¡Yan-chan! Tiempo sin vernos, nena— un empujón la hizo golpearse contra la maquina cuando se había agachado para recoger su bebida. Se sobó la frente y se giró con enojo para encarar a la chica que hubiera ido a molestarla —. Ay, pero no pongas esa cara. Solo estaba jugando.

—Kashiko-chan— apretó la botella hasta doblarla un poco y unas ganas irrefrenables de tirarse contra ella para cortarle la lengua y extraerle los dientes con pinzas para oírla llorar se esparcieron por todo su cuerpo. Esa zorra era otra de las que estaba tras su novio —. ¿Qué quieres?

—¿Mmm? Jaja, nada solo quería saludarte. Eso hacen las compañeras, Yan-chan. ¿Nunca has saludado a una amiga o le prestaste algo?

—Pff, no soy tu amiga— se fue de ahí empujándola con el hombro. Abrió su botella de jugo y se apresuró a tomar bastante para ayudar a su pobre garganta.

Llegó a las escaleras, pensando en donde estaría su amado ocultista. Debía encontrarlo y pensar en un modo para volver a tenerlo a su lado.

—Aww, ¿entonces no me prestas a Oko-kun?

El jugo salio de su boca luego de sentir como se atragantaba con las palabras que la bully acababa de decir. Gotas de líquido violáceo escurrían desde las comisuras de sus labios y caían en su uniforme manchándolo. Se cubrió la boca al ver el desastre que había hecho tanto en sí misma como en el piso. Las pocas personas que estaban por ahí la vieron como a un bicho raro, pero dejó la mala imagen que estaba dando para girarse y ver a la chica de mechones morados, quien apenas cubría sus labios para que no fuera tan evidente su risa.

—¿Qué dijiste?

—Teehee. Vamos, no me digas que eres una apretada que solo esta con un solo chico— Kashiko tanteó un bolsillo de su falda de donde saco una goma de mascar que no tardo en meterse a la boca —. ¿Es que no te gustó estar con Aso-kun o Kizano-san? Oye, cuéntame, ¿lo hacen rico?

Su ceño se hundió más con la mención de aquellos chicos que no soportaba. Pero lo que termino de enfurecerla fue que insinuara que se había acostado con ellos. ¡Ni que fuera una cualquiera como ella!

—Nunca me he acostado con ellos. No soy igual que tú.

—¿Ah? No seas grosera conmigo, perra. Solo estoy jugando— molesta también, infló la goma de mascar y luego que esta explotó puso una mano sobre su cadera, viendo a la azabache como si no le creyera una palabra —. Ósea, si, que lindo ser fieles y que se quieran, ok. Pero no creo que Oko-kun sea taaaan bueno en la cama como para no jugar con alguien más de vez en cuando.

Ante aquello, Ayano solo inflo sus mejillas y volteó a otro lado, avergonzada. Kashiko la observo sin entender que significaba eso, siguió inflando su chicle hasta que la respuesta le llegó de golpe, literalmente al mismo tiempo que la goma exploto en su cara. Ahora, entendiendo porqué Ayano reaccionaba asi, chilló de la emoción y saltó en su lugar igual que una niña a la que le dan su regalo soñado.

—No. Lo. Creo. ¡Ahhhh! ¡No se han acostado! — nada le gustaba más a Kashiko que un chisme jugoso y atractivo que fácil se podía conocer en minutos. La extraña pareja que hacían Ayano y Oko ya llamaba por si sola la atención, y su pelea en la que la chica se separó de sus amigos para complacer a su novio fue una bomba que todo el mundo vivió. Y ahora, ella podía agregar más picante con el rumor de que a Oko Ruto no le gustaba su novia para cama. ¡Era lo mejor que podía haber llegado a sus oídos! —Hey, te aseguro lo-que-sea, a que ni siquiera ha tenido algo casual. Teehee, tienes al novio más virgen e inexperto de la vida. ¿Segura que no quieres mi ayuda con él? No me molestaría, tu sabes, enseñarle unas cosas para que sepa que hacer contigo.

Kashiko escupió la goma de mascar cuando una mano impactó contra su mejilla. Se quejó luego de sentir como el ardor en su piel se hacía notar. Miró con ojos llorosos a la chica enfrente de ella, quien preparaba sus manos para pegarle de nuevo y hasta lanzarse para golpearla.

Ayano estaba lista para matarla en ese mismo momento, no le importaba nada.

—Auch. ¿Por qué te pones asi? — sorbió con fuerza por la nariz y se quejó cuando las lágrimas tocaron su mejilla —Solo estaba bromeando.

—¿Segura? Porque también bromeare cuando te arranque la...— pero volvió en sí y se mordió la lengua. No podía hacerle nada más, estaba a plena vista y ya había mucha gente viéndolas. Tenía que matarla igual que a la golfa de Hoshiko, pero si aparecía muerta luego de eso todos sospecharían de ella. Respiró profundo y empezó a actuar que retomaba la calma —Perdón. No quería... lo siento.

La idea tampoco era humillarse ante una chica que se tenía bien merecido ese golpe y mucho más, pero le bastaba con que todos escucharan sus disculpas y vieran que se arrepentía. Por el momento, ya estaba planeando como se desharía de ella incluso antes de que tuviera que irse a trabajar. Solo debía esperar, unas horas más.

Nadie le hablaría de cómo llevar las cosas con su novio, y si lo que Oko Ruto buscaba con esas brujas era sexo, se encargaría de dejarlas inútiles y arruinadas para que nunca más le provocaran placer.

Sin embargo, su mente a pesar de ir fantaseando con la sangre en el piso y lo hermoso que sea pisar los ojos de esa zorra hasta que explotaran, su cuerpo incomodo le gritaba que necesitaba un uniforme nuevo.

No tenía panty shots de reserva y no estaba con la mejor estabilidad para acosar a sus compañeras y tomarles fotos a escondidas. Eso hacía imposible pedirle a Info-kun un reemplazo, y su ropa de deportes debía estar limpia para mañana.

—Ah, la sala de costura— lo que antes era un club que incluso les había dado disfraces para Halloween, ahora estaba disuelto y reducido a una sala a la que casi nadie iba; pero estaba segura de que podía encontrar un uniforme de repuesto ahí.

Antes de ir, regresó a la máquina expendedora de donde saco otra bebida. No había podido beber mucho ya que todo había terminado sobre ella o en el suelo.

Bajó con prisa hacia la sala, y ahí se topó con muchas mesas que tenían máquinas de coser y grandes rollos de telas estampadas.

Como se lo esperaba no había nadie, asi que entró sin cuidado y comenzó a buscar en donde tendrían uniformes ahí.

Revisó en el estante de peluches, no había nada. También en la estructura que sostenía las telas y ahí tampoco estaban. Se hubiera rendido minutos después de no haber sido porque en una de las mesas había montones de patrones y papeles, por lo que decidio acercarse a la espera de tener mejor suerte ahí.

En un instante de completo silencio, la puerta de la sala se abrió súbitamente, espantándola; rápido bajo su mano hacia su falda, preparada para tomar su cuchillo y apuñalar a alguien si lo necesitaba.

—¡O-Oh! — un chico era el que había entrado. Bajito, tímido por lo que mostraba su postura, cabello color cedro oscuro que le cubría en su totalidad los ojos —¡Lo siento! ¿Estoy en tu camino? ¿Quieres que me vaya?

Ayano parpadeó estática en su lugar, con sus dedos apenas acariciando la hoja del cuchillo. En un segundo su espanto se había vuelto confusión: ella era la desconocida que había entrado sin permiso, y ese chico debía ser el dueño de la mesa que estaba por hurgar. Quizá era el único que quedaba del antiguo club de costura.

—No. No tienes que irte. Yo, perdón por entrar, ¿quieres que me vaya?

—¡N-No! No tienes que irte si no quieres. Solo vengo por algo. Perdón.

El chico camino hasta la mesa y empezó a buscar a su alrededor algo que parecía no encontrar. Ayano, incomoda por haber sido atrapada y por lo pasivo del niño, se acercó un poco para ver mejor lo que estaba haciendo. Le recordaba un poco a Oko, quizá por eso no podía ignorarlo.

—Emm, ¿estás bien?

—Ah, no te preocupes. Yo olvide mi almuerzo nada más.

Ayano comenzó a ver también los alrededores de la mesa, no viendo nada que pareciera un recipiente o una bolsa con comida. Se detuvo al recordar que detrás de los muñecos había visto una bolsa de papel, había pensado que serían materiales para un muñeco nuevo, pero tal vez era lo que ese niño buscaba.

Fue a la repisa y aparto los peluches viendo la misma bolsa. La tomó y observo cuidadosamente para ver que había adentro: un sándwich que no olía muy bien y algo blanco que se había caído y embarrado en el fondo.

—¿Esto es tu almuerzo? — no se veía muy apetecible ahora.

El castaño se acercó y observo la bolsa junto a ella, suspirando con tristeza al ver que todo estaba perdido.

—Qué mala suerte. Digo, gracias por ayudarme, no te hubieras molestado.

—Lamento lo de tu comida.

—Ah, está bien, comeré en casa cuando me vaya.

—Ten— había llevado el sándwich que había preparado para Hanako, esperando verlo y dárselo para ver si quería volver a hablarle, pero viendo la poca suerte de ese chico podía saber que lo necesitaba más —. Me sobraba asi que no te preocupes. ¿Necesitas algo más?

—Ahh— el chico tomó el almuerzo que su senpai le regalaba, sorprendido de que ella fuera tan amable con él. Nadie nunca había hecho algo asi en los meses que llevaba en esa escuela. Casi se queda mudo cuando ella le pregunto aquello —... espera... ¿tú quieres saber si... si necesito alguna cosa? N-No, estoy bien... digo, tengo algo de sed, pero, tu sabes, no es un problema en realidad, o algo...

—Tengo jugo, ¿te gusta? — levantó la botella que recién había comprado y se la extendió. Ahora que sus padres volvían a mandarle dinero ya no se debía preocupar por perder un poco —Tómalo.

—¿Huh? No, en serio, no es gran cosa...

—Vamos. No es bueno comer sin algo de tomar, y puedo comprarme otro. No te preocupes tanto y llévatelo— terminó de decir luego de dárselo en la mano y asegurarse de que lo tomara.

—¿Q-Qué? ¿Me das tu bebida? Yo... Wow. ¡Realmente eres una linda persona! — la azabache sonrió con gentileza. Su apariencia no era lo único que tenía similar a Oko Ruto, también su forma nerviosa y titubeante de hablar. No podía dejarlo a su suerte luego de ver que su comida se había arruinado. Y ahora que recordaba, tampoco debía alejarse mucho de su novio, razón por la que empezó a andar hacia la salida para irse —Hey... no soy bueno en nada excepto cosiendo, pero... si tu alguna vez necesitas cualquier cosa como, un uniforme de repuesto tal vez... ¡yo estaré feliz de ayudar!

—¿Uniforme? — se dio la vuelta y regresó sobre sus pasos hasta quedar frente a él. Sonrió con algo de pena eh hizo un ademan en donde le mostraba su ropa hecha un lio de uva —De hecho, es lo que buscaba. Como vez, tuve un... accidente. ¿Tienes alguno que me prestes? Te lo devolveré mañana.

El chico, nervioso y tartamudeando palabras incompletas que no se terminaban de entender, dejó la comida sobre el escritorio y se apresuró a tomar un papel del suelo que servía para cubrir algo. Al desenvolverlo, Ayano pudo darse cuenta de que era un uniforme femenino.

—Yo, emm... acabo de terminar este. No sé cuál es tu talla, p-pero creo que podría quedarte; puedes quedártelo, si quieres. O-O puedo hacer uno nuevo, es decir, si no te molesta, no sé qué te...

—Gracias— Ayano tomó el uniforme y lo extendió para ver la talla. Como mucho le quedaría un poco ajustado, pero le serviría para no estar por todos lados pegajosa y dando lastima —. ¿Cómo te llamas?

—¿Mi nombre? Eh, n-no es gran cosa, no importa.

El menor sintió un escalofrió cuando la vio extender su mano en su dirección. ¿Le iba a golpear? ¿Había sido muy grosero? Que mal, por eso prefería no hablar con nadie, podía ofenderlos sin querer y todo terminaba siendo un caos.

—Eres de primero ¿verdad? — Ayano puso su mano sobre la cabellera castaña del menor y la mantuvo asi. Por un segundo regreso varias semanas en el pasado, cuando se habían encontrado con Oko llorando y, sin saber cómo consolarlo, lo había abrazado. Ese niño parecía estar asustado hasta de su respiración, y gracias a Hanako sabía que las clases para los recién llegados eran algo espantoso y agobiante. Casi no debía tener amigos por lo tímido que era y eso podía hacer que las bullys lo molestaran mucho. Le daba un poco de lastima, pero había aprendido con Mujo que unos mimos y un poco de amabilidad podían elevar mucho el ánimo —Soy Ayano Aishi de la clase 2-1. Creo que solo nos llevamos un año, asi que no te pongas tan nervioso. Ve a buscarme cuando quieras para decirme tu nombre.

Se despidió con una sonrisa y volvió a caminar hacia la salida. Dobló el uniforme para que no se ensuciara, ya se cambiaría más tarde. Lo importante ahora era averiguar en donde rayos Megamo estaría con Oko; empezaría revisando el club de ocultismo, y por su bien esperaba encontrarlos pronto.

La puerta del salón de costura se cerró, dejando a aquel muchacho solo y con una mirada de admiración y sorpresa que se escondía tras su flequillo. Sujetó los bordes de su uniforme con fuerza, viendo el piso y recordando la amabilidad y paciencia de la senpai que acababa de dejarlo en la comodidad del salón vacío.

—Me llamó... Hazu Kashibuchi.

Megamo salía de la oficina del director, en apariencia tranquilo y firme, pero furioso y exasperado por dentro gracias a la ineficiencia y cobardía del docente. ¡¿Cómo no comprendía lo importante que era sacar a Info-kun de Akademi cuanto antes?!

Info-kun era una plaga que infestaba su escuela en busca de dinero y venganza; no conocía a ciencia cierta qué era lo que buscaba tener de su familia, pero sí que los odiaba y quería quitarles algo. Habían sabido de él unos años atrás, cuando Info-kun intento hackear la base de datos de Saikou Corp. Aunque no tuvo éxito, si pudo llevarse algo de información que nunca pudieron identificar lo que era. Ese dia sufrieron una gran vergüenza, una humillación brindada por un tipo sin rostro que ahora estaba ahí a base de engaños y chantaje.

No podía permitir que él se volviera a salir con la suya.

Miró la hora, dándose cuenta de que las clases se reanudarían en diez minutos. Se arregló el uniforme en busca de eliminar los pequeños dobleces para que se viera impecable; cualquier cosa que estuviera mal en él era un signo de debilidad, y ningún Saikou era débil.

Comenzó a bajar las escaleras para llegar al segundo piso, debía asegurarse de que Oko Ruto siguiera a salvo y vigilado por sus compañeras. Eran las únicas en las que confiaba para que no dejaran que Ayano Aishi se le acercara.

—Buenas tardes, presidente.

Cerró sus ojos un momento, sintiendo como un nuevo dolor de cabeza se aproximaba ante esa voz que lo ponía casi tan intolerable como su patético hermano menor. Mantuvo su expresión neutra, y con gracia fluida dio media vuelta sobre sus talones para ver a la chica que buscaba su atención.

—¿Necesitas algo, Aishi-chan?

—Si. ¿Cuándo dejara que este otra vez con mi novio? — su expresión era molesta, y Megamo no tardo nada en analizar cada una de sus facciones en busca de una señal de que buscara atacarlo —Es ridículo que deba estar a dos metros de él. Asi que, ¿podría decirle a las del consejo que dejen de empujarme y amenazarme con gas pimienta cada que trate de tomarlo de la mano o darle un beso?

Reprimió el querer hacer una mueca de disgusto. El amor, no, todos los sentimientos eran una tontería que hacía más inútil a las personas; solo reacciones químicas del cerebro que los manejaban cuales títeres para hacer cosas que no servían de nada. Le tenía asco y una vergüenza profunda a la familia Aishi por eso: tenían la oportunidad de nacer sin sentir nada, libres de emociones con las que eran manipulables y la capacidad de cero interés para concentrarse en sus trabajos.

Y Ayano Aishi era la peor de ellas, a pesar de que estuviera loca, seguía siendo solo una chica que jugaba a ser asesina. No sería difícil esperar a que cometiera un mínimo error para encerrarla en la cárcel y que se pudriera ahí.

—Aishi-chan, puede que no lo demuestre. Pero que salgas con ese chico me alegra mucho— mencionó manteniendo su mirada dura y expresión firme. Ayano se sorprendió ante las palabras del presidente estudiantil, luego de cómo había sido su primer encuentro no se esperaba que él la "felicitara" por entrar en una relación —. Pero yo no hago excepciones, no, me corrijo, la justicia no hace excepciones. Y mientras estés bajo los techos de Akademi, hare todo lo que este en mis manos para mantener la paz y la seguridad de los estudiantes.

—Ok... gracias— ¿estaba mal que no entendiera que quería decirle con todo eso?

Megamo asintió con lentitud, dándole la espalda justo antes de que las chicas del consejo aparecieran también, escoltando a Oko Ruto hasta su salón. Al verse, la pareja de enamorados trató de tomarse de las manos, cosa que solo acabo con Shiromi empujándola con la cadera mientras decía "Nop". Asi, su novio desapareció de su vista aun cuando trato de ir tras las chicas.

Ahora Ayano estaba afuera de su salón, no había más gente en los pasillos y casi todos sus compañeros ya habían vuelto a sus lugares. Megamo aún avanzaba con lentitud cerca de ella para ir hasta el aula 2-2. Enojada porque nada hubiera cambiado, tomó aire lista y dispuesta para gritarle que no podía mantenerla dejos de Oko Ruto por siempre.

—Sé que tu mataste a esa chica— las palabras que Ayano estaba por soltar se quedaron en la punta de su lengua. Incapaz de decir algo o soltar el aire, se sentido mareada y a punto de dejar de respirar —, no tengo pruebas, pero sé que fuiste tú. Protegeré a los estudiantes de tu extraña forma de amar, y eso incluye a tu novio. Lo único que busco es evitar más muertes, aunque hacerte pagar también está en mis objetivos.

Megamo continuo su caminar hasta que entró al salón, dejando a la yandere advertida para que no siguiera regando sangre por el piso de la escuela.

Ayano, mareada por el miedo de que alguien además de Info-kun supiera su secreto -un Saikou, para colmo-, apenas consiguió sostenerse del muro para que sus piernas no se doblaran y acabara de rodillas frente a su salón.

Él sabía lo que había hecho, sabía que era una asesina.

Debía... debía... ¿Qué debía hacer? ¿Matarlo para que no dijera nada? ¡Era Megamo Saikou! El heredero de la empresa más importante de Japón y del mundo entero; sin duda sabría defenderse, si le hacía algo y no lo mataba era su palabra contra la de él, siempre estaba rodeado de gente y si trataba de atacarlo directamente las chicas del consejo la detendrían.

Esto no iba a ser tan fácil como cuando trató de matar a Osano o a Aso, ¡él era la persona más difícil de matar en toda la escuela! ¡¿Qué le diría a su mamá cuando le dijera que la persona que sabía su secreto era el mismo que la alejaba de su novio?!

—Mamá.

¡Eso! No todo estaba perdido aún. Igual que una niña pequeña que tiene miedo, solo debía llamar a su madre para que le dijera que hacer.

Kashiko estaba apenas prestando atención a la clase. Su verdadero interés era su teléfono que tenía escondido entre las páginas del cuaderno. A pesar de que Ayano no hubiera sabido llevar bien su broma, no se detuvo a pensarlo y comenzó a divulgar el chisme de que ella y su novio aún no habían tenido relaciones, poniendo como plus que era porque Oko no estaba tan experimentado como su agresiva novia.

Incluso había dicho algo sobre que los golpes que tenía la azabache aparecieron luego de que ambos se anunciaran como pareja.

En medio de los mensajes que intercambiaba con sus amigas, uno nuevo destacó en su barra de notificaciones, y eso gracias a que venía de parte de la mismísima Aishi. Guiada por su curiosidad decidio abrirlo, revelando un mensaje que no esperaba recibir en lo absoluto.

¿Podemos vernos en el baño del segundo piso? Necesito consejos para avanzar con Oko-senpai.

Rió en su cabeza, encantada de que la chica estuviera pidiéndole ayuda luego de haberse hecho la santa en medio del pasillo. Ayano sí que era una mosca muerta. Y a pesar de no considerarse un alma caritativa, pensó que ir y darle ideas como, que no usara condón o que lo hicieran a escondidas ahí mismo en la escuela, le servirían para hacer más rumores de la extraña pareja que esos dos hacían.

Pidió permiso para ir al baño. Las clases estaban a unos minutos de acabar y si quería que Ayano siguiera sus consejos en medio de la hora de limpieza debía apresurarse para convencerla.

Llegó al baño de chicas que estaba más cercano al salón 2-1, pero no encontró ahí a nadie todavía.

Molesta por tener que esperar, se acercó a los lavabos para arreglarse el cabello y seguir viendo en su teléfono lo que comentaban todos de que Ayano no lograba bajarle los pantalones al rarito del ocultista.

Estaba tan ensimismada en sus rumores, que no se preocupó en darle mucho interés a la lona azul que estaba extendida en el piso.

Uno de los cubículos se abrió en silencio, dejando ver a Ayano lista con su cuchillo. Se aprovechó de la guardia baja de Kashiko y se fue acercando desde sus espaldas, casi arrastrándose para que ella ni por error se diera cuenta de lo que iba a suceder.

Viendo que no tendría otra oportunidad mejor que esa, aprovechó sacar un panty shot rápido. Luego de ese dia nunca más podría fotografiarla asi que debía llevarse de ella todo lo que pudiera además de su vida, como la poca dignidad que le quedara. La maldita había vuelto su vida personal una discusión pública de si debía o no abrir las piernas. No estaba ni cerca de enterarse que el próximo tema seria ella y en donde estaría su cadáver.

Kashiko tuvo un mal presentimiento. Apretó sus manos en torno a su teléfono y decidio que lo mejor era salirse de ahí. Pero ya era muy tarde para ella.

Al querer girar para ir a la salida, una mano el cubrió la boca y observo con horror como un cuchillo era levantado y puesto frente a su cara. Antes de que se le ocurriera gritar, este mismo se clavó una tras otra vez en su cuello. Los gritos que luchaba por soltar se ahogaban en el borboteo de su sangre, sentía la hoja metálica atravesar su piel y hundirse hasta cortar sus cuerdas vocales. Igual que ligas elásticas, las sintió estirarse y reventar en su garganta.

Fue recostada en el piso, ya no podía emitir ningún sonido, pero sus ojos se encontraban viendo todos los puntos del techo, incapaz de saber que estaba pasando. El shock de que estaba a punto de morir cuando apenas unos minutos atrás estaba en su salón de clases le impedía hacer algo más que quedarse quieta mirando varios puntos inexistentes.

Iba a morir. Ese dia era el de su muerte.

Una silueta difuminada se puso de pie a su lado. Con las pocas fuerzas que le quedaban solo consiguió verla de reojo, sin poder captar quien era esa persona que acababa de asesinarla.

—A nadie le gustan tus bromas— esa voz, la conocía, recordaba de quien era.

Lo siguiente que paso, fue ver a Ayano Aishi bañada en su sangre, con su pie en alto que luego bajo con fuerza, aplastándole el pecho y con él, su corazón.

La hora de limpieza estaba acabando y nuestra yandere recién salía de la enfermería con ambas manos en su cabeza, sobándose las sienes. Cerró la puerta después de escuchar las indicaciones de la enfermera. Misma mujer que podía asegurarle a cualquiera que había llegado por un dolor de cabeza poco antes del timbre final y que no se había movido de la camilla en absoluto.

Subió de regreso al segundo piso, donde todo mundo hacia algo para terminar sus deberes de limpieza y poder empezar las actividades de sus clubs. Ayano se quedó de pie unos instantes en medio del pasillo antes de decidir ir hacia el baño, donde también estaban entrando otros de sus compañeros.

En el baño de chicas había siete bolsas para llevar al incinerador. Seis negras y una lona azul. Uno por uno fueron tomando una bolsa, prefiriendo ser ella la última y quien tomo en la que, según el peso, parecía estar la cabeza de Kashiko.

Igual que tiernos patitos que van en fila hasta el lago, fueron uno tras de otro hacia el incinerador. El resto de los chicos con los que iba se sintieron intimidados por la presencia de los delincuentes, motivo por el que entraban rápido y soltaban su respectiva bolsa adentro para poder irse corriendo de ahí. Cuando llegó su turno, tiro la cabeza y encendió el fuego para que consumieran el cuerpo de su nada querida compañera.

Haber descuartizado el cuerpo de su bully y envolverlo había sido pan comido, lo complicado había sido ir a cambiarse el uniforme y llegar en el menor tiempo posible a la enfermería para que los horarios coincidieran si Megamo decidía ponerse a revisar su coartada. Eso era lo que le había dicho su madre.

Los Saikou creen que pueden tener todo, hija, hasta el control de lo que hacemos. Pero si necesitas quitar gente de tu camino, no te detengas. Crea todas las masacres que hagan falta cariño, pero escóndelas muy bien, tanto que ni el hijo de Ichirou-kun tenga pruebas para culparte. Es una forma sutil de decirle: no importa lo que diga, no puede hacer nada contra ti.

Se sacudió el polvo de las manos y caminó frente a los delincuentes para regresar al interior del edificio y recoger su mochila. Al verlos de reojo vio que ahí estaban Copper y Spiky hablando como siempre, no los había visto desde el viernes en que se volvió novia de Oko Ruto, parecían seguir igual de unidos y "secretamente" enamorados como los recordaba. Lo que si era extraño era no ver a Osoro con ellos.

Ambos la vieron también. Cooper frunció el ceño y volteo a otro lado para ignorarla, mientras que Spiky le sonrió y saludo con animosidad. Ella le devolvió el saludo con calma y siguió su camino lejos de ahí; ya no los necesitaba en su vida, pero un simple saludo no le quitaba nada.

Recogió su mochila y se despidió de sus compañeros que iban hacia sus clubes, fue una lástima y una herida profunda recibir de parte de Akane una carta en donde se le negaba la entrada al club de ocultismo hasta nuevo aviso. Ya había asesinado a una chica, no iba a pelear con el presidente y ponerse en peor situación.

Por lo que decidio que eso le serviría para llegar antes al café y empezar el nuevo manga hentai que Maleni le había recomendado; ya era su tercer tomo y ese le enseñaría el arte de manipular a los hombres.

Se terminó de cambiar los zapatos y sin prisa empezó a ir hasta la salida. Sacó su teléfono para llamarle a su madre y contarle lo que había hecho, seguro eso la haría feliz y le diría que estaba orgullosa de ella. Aunque también debía seguir emocionada por el hecho de que ya tenía novio, asi que por el momento tenía la confianza de que Ryoba ya no la abrumaría tanto como cada viernes.

Ya estaba marcándole cuando un mensaje del chat grupal del maid café se robó su atención. Alcanzo a ver que era un mensaje de su jefa en donde decía que era un anuncio urgente, asi que prefirió colgar y ver qué era eso que no podía esperar.

La gerente avisaba que por un problema repentino de salud se veía obligada a cerrar temprano el café por ese dia. No daba muchos detalles sobre que la hacía ir al médico, pero agregaba que dependiendo lo que resultara ser tendría que reacomodar los horarios de las maids. Terminaba el mensaje agradeciendo a todos y que les informaría mejor de todo después.

Entonces no tenía que ir al trabajo, tenía el resto del dia libre más allá de hacer sus tareas para aparentar un buen rendimiento escolar. Ya tenía rato que no pasaba tiempo sola en su casa luego de la escuela; seria aburrido, pero podría tomar ese tiempo para preparar algún postre o encontrar una serie interesante.

Se detuvo y dio un paso atrás cuando sintió una brisa azotarle en el rostro. Se llevó una mano al pecho y se percató de que ya estaba en la calle, apunto de que esa camioneta que le había pasado enfrente la atropellara.

Bueno, es mejor guardar esto un rato— regresó su teléfono al bolsillo de su falda y suspiro antes de ver hacia ambos lados de la calle, asegurándose de que no fueran a pasarle casi encima de nuevo. Pero solo vio una camioneta estacionada igual a la que le paso enfrente. La observo con detalle, viendo que era de asistencia médica y que estaban ayudando a subir a alguien en silla de ruedas. Era Amao —. Amao. Entonces, en la que casi me atropellan estaban Osano, Hanako y Taro.

Sentía las ganas de ir hacia su amigo y explicarle todo lo que había pasado en la mañana. Entonces pensó, ¿Por qué no? Nada podía salir peor. Ninguno de ellos le hablaba y el ambiente al estar juntos era incomodo, no podría hundirse más si trataba de arreglar las cosas con él. Luego encontraría el modo de hacer lo mismo con Osano y Hanako.

Amao ya estaba arriba del auto, acomodándose con dificultad para estar bien sentado y no tener problemas con el cinturón de seguridad. Asintió al asistente que esperaba para cerrar su puerta y empezar el viaje de vuelta a su casa. Casi cuando la puerta estaba a nada de cerrarse, una mano se metió y un grito desesperado lo hizo soltar su teléfono y ver con espanto hacia la puerta.

«¡Amao-kun! ¡Espera, por favor! — era Ayano. El muchacho agachó la cabeza y retomo su postura hacia el frente, maldiciendo en su cabeza al no saber en qué parte del piso había acabado su celular. Su asistente apartó a la chica y cerró la puerta en las narices de la azabache, pero eso no la detuvo de volverse a acercar y golpear el vidrio con ambas manos —Amao-kun, quiero hablar contigo, por favor. O solo escúchame, quiero explicarte lo mío con Oko-senpai.

Amao rio entre dientes y no hizo nada más que ponerse el cinturón de una vez. Su asistente se subió y le pregunto si estaba listo para irse. Asintió, buscando ni siquiera voltear a ver a la chica que hacia un escándalo en la acera para llamar su atención.

—...

—¡Amao-kun, soy tu amiga! ¡Eres de mis mejores amigos! ¡Por favor! — Ayano guardo silencio cuando escucho el motor del auto encenderse. Las lágrimas salieron entonces, sin aviso y sin nada que las detuviera para salir con fuerza y temor. Golpeó ahora con puños la ventana, desesperada al sentir que, si su amigo se iba en ese momento, también se iría de su vida —¡No comí nada! ¡Tenía hambre, pero no comí casi nada! ¡Te prometí que no comería hasta que volvieras conmigo! ¡Yo...! ¡Yo...! Amao-kun, quería que despertaras para poder cuidarte, para tener la pijamada que tendríamos esa noche... quería que me hicieras sopa, o esos brownies que me enseñaste a hacer. Amao-kun... no quiero perderte otra vez por ser una cobarde que no dijo la verdad a tiempo.

Pegó su frente a la ventana y ninguna palabra coherente o entendible volvió a salir de su boca gracias a los hipidos que salían con fuerza. Su llanto aumento al recordar esa noche en que el gimnasio cayó sobre él, cuando lo vio por primera vez en la camilla de hospital, todas las ocasiones que apretó su mano sin obtener respuesta. Amao era una parte de su todo, alguien que llenaba su alma con sonrisas y galletas en forma de corazón.

No quería dejarlo ir.

El auto arranco y de forma inevitable se tuvo que separar. Lloró con más fuerza y se cubrió el rostro con ambas manos para que la poca gente que pasaba a su lado no volteara a verla.

Lo había perdido. Por su culpa Amao se había ido de su lado después de todo.

Cayo de rodillas al suelo, llorando con autentico dolor como no había sentido desde ese maldito viernes que el fuego la había matado y había dejado en coma a sus amigos. Ni siquiera la partida de Mujo la había dejado tan mal. Y aunque en su mente quiso odiar a Oko Ruto por haber hablado y estropeado sus amistades, su corazón se lo impedía, haciéndola sentir culpa y llorar más.

Dolía la idea de odiarlo porque lo amaba.

Unos toques en el hombro la hicieron revelar su rostro y ver hacia arriba, dolida y preguntándose quien querría hablarle en ese estado tan triste y lamentable en el que se veía en plena calle.

—Señorita, ¿puede decirme la dirección de su casa? — era el mismo hombre que le había cerrado la puerta. Este se hizo a un lado para que ella observara la camioneta apenas unos diez metros más adelante, estacionada y con un segundo hombre que le abría la puerta —El señorito Odayaka me pidió que los lleve ahí para que hablen a gusto.

Amao no se había ido. Se quedó por ella.

Sin palabras, y tan pronto su cerebro reaccionó, se puso de pie y corrió hacia la camioneta casi tropezándose con sus pies al no fijarse en el camino. Todo lo que su visión enfocaba era la puerta en donde al pasar se encontraría con su amigo.

Entró al auto y literal se lanzó sobre Amao haciendo que este terminara acostado bajo ella en el asiento trasero. Al darse cuenta de su error, se sentó correctamente y lo ayudo a enderezarse. Una vez ambos estuvieron bien, Ayano volvió a ir contra Amao, esta vez abrazándolo con fuerza y llorando con la misma intensidad que hace unos segundos, con la singular diferencia de que, en ese momento, era porque se sentía interminablemente feliz y salvada.

—¿Qué quisiste decir con...— Amao cerró sus ojos con fuerza, queriendo concentrarse en las palabras para no hacer un gesto extraño —... con que no comiste nada?

—Eso— Ayano sorbió con fuerza y se limpió los ojos bruscamente, ya no podía dejar de llorar —te lo cuento cuando lleguemos.

Oko estaba sentado en pose india a la mitad de su club mientras pasaba las páginas del libro que en ese momento tenía su atención. Sus kohais hacían lo mismo; les había encargado que buscaran algo, y eso era lo que tenía la completa atención de los ocultistas.

Oko despegó apenas unos segundos su vista de las hojas para ver de reojo las puertas del club, no tenía que ir a comprobarlo para saber que afuera estaría alguna de las chicas del consejo montando guardia para que Ayano no pudiera entrar. No terminaba de comprender que veía el presidente para alejarlos asi, pero ya estaba en busca de algo para recuperar la cercanía de su súcubo y tenerla a su lado.

Ayano no había estado feliz cuando él conto a los otros chicos que eran novios. De haber podido, ella lo hubiera abandonado en las escaleras para ir tras sus amigos y arreglar las cosas. Pero no había nada que arreglar, ellos se amaban, eran una pareja feliz, y si sus amigos se ponían celosos o se enojaban por enfrentar la verdad no era culpa de nadie más que de ellos mismos.

Y ahora no solo tenía que preocuparse por ellos. Ya había visto en el maid café que Ayano solía hablar con Osoro Shidesu, no se había atrevido a decirle nada antes porque el tipo le daba miedo, pero se había hecho a la idea de que ellos conversaban por ser empleada y cliente. Fue una amarga sorpresa verlos juntos ese dia, no hubiera sido para tanto de no ser por la mirada de Osoro; él conocía lo que significaba ver a Ayano de esa forma, porque él la había visto igual cuando se empezó a dar cuenta de que ella le gustaba.

La atracción se vuelve gusto. Ayano era una chica hermosa que el delincuente ya había visto en traje de maid, no dudaba de que con su linda y coqueta forma de atender a la gente Osoro se hubiera fijada en ella. Lo peor era que del gusto al querer había muy poca distancia. Y luego solo se podía empezar a amar, amar con pasión y locura.

Las chicas casi siempre preferían a los tipos malos y misteriosos, y aunque Ayano estuviera amándolo ahora, nada impedía que Osoro llegara a hacerle algo para obligarle a terminar con ella.

—Debo encontrar algo que los aleje a todos... Algo para que... los olvide.

—Ruto-kun— una de las puertas se abrió revelando a Kuroko, quien entró sin esperar respuesta y se acercó hasta el peliañil quien cerro su libro y se giró para recibirla —. Descubrí esto en el tercer piso. Debo suponer que es tuyo.

La vicepresidenta saco sus manos de la espalda y mostró al chico lo que era un peluche como de quince centímetros, estaba hecho de tela y estambre, se mostraba limpio a pesar de tener costuras rotas y su ropa desarreglada. La razón de que Kuroko pensara que era de él, era que este era idéntico a Ayano.

Oko se quedó mudo al ver a la muñeca ante sus ojos. Alguien había perdido una muñeca de Ayano, y obviamente no había sido él.

—Sí, perdón— extendió sus manos para recibirla, y Kuroko accedió entregándosela con cuidado para que nada de su relleno fuera a salirse —Me preocupaba... haberla perdido.

—Se más cuidadoso la próxima, y en lo posible evitar traer cosas que te sean de valor para que no vuelva a pasar. Me retiro.

Kuroko se fue y el silencio volvió al club de ocultismo. Oko Ruto miró mejor a la muñeca entre sus manos, frunciendo el ceño y ensombreciendo más su mirada. Esa muñeca estaba hecha a mano, asi como el uniforme que tenía puesto. Alguien se había tomado el tiempo de ver a Ayano y recrearla en esa figura de tela.

Alguien estaba tan desesperado como él por su amor.

¿De quién sería? Su primer pensamiento fue para Kizano, quien igual creía en demonios y hasta había hecho un exorcismo con ellos dos; tal vez iba atacarlo con magia igual que él. Luego pensó en Aso Rito, era un chico perfecto y que por mucho tiempo se quedó con la atención de la azabache, lo necesario para tenerla de cerca y ver los detalles para hacer ese peluche. Osano y Amao también eran sospechosos. Ese niño Hanako y Taro Yamada no podía quedar fuera. ¡Hasta Osoro podía ser un desquiciado que también pensaba vestir a la muñeca con ropa de maid!

Admítelo, Ruto-kun: sabes que Ayano es demasiado buena para alguien como tu...

Porque no espere más de diez malditos años para que tú me arruines la vida.

Apretó la muñeca y sintió como la realidad caía sobre él. Esa muñeca, la había hecho la misma persona que lo había secuestrado. Lo había raptado y lastimado de forma brutal porque Ayano lo había escogido a él.

—Oko-senpai, creo que... encontré algo— su kohai, Chojo Tekina, se levantó de su lugar y camino hasta donde estaba él, hincándose en el suelo para mostrarle la página que acababa de descubrir —. Es un ritual. Sirve para cortar... vínculos de raíz.

—De raíz.... si— miró de nuevo a la muñeca y se sintió que debía apresurarse —. ¿De qué trata?

—Dice que... las raíces de los vínculos se arrancan solo en un sujeto. Parece que es para... olvidar personas y... destruir lazos— ya lo veía, era un ritual en un único sentido. Alguien podía hacerlo para borrar a una persona de su vida; y si las raíces eran la mente y corazón, funcionaba para borrar todo recuerdo y sentimiento —. Pero creo que es muy peligro.

—¿Por qué lo dices?

—Porque... puede borrar muchos vínculos en un solo ritual, y... no es necesario que lo haga la persona que va a olvidar. Cualquiera puede hacerle esto a alguien más, asi como arrancar los sentimientos olvidados y sembrarlos en un nuevo cuerpo.

Entonces... él podía hacerlo.

Lo haría sin que Ayano se enterase, y de ese modo ella se olvidaría del resto de los chicos, y solo lo recordaría a él. Solo lo tendría a él. Solo sentiría cariño y amor, por él.

—¿Qué se necesita para el ritual?

Chojo le entregó el libro y ambos se dedicaron a tomar nota de lo que se tendría que preparar: velas negras, fotos de aquellos que serían olvidados, manzanas rojas, un recipiente que pudiera manipular para representar cada vinculo y uno extra que representara a la persona que olvidaría.

Necesitaba siete recipientes en donde pondría las fotos, además del suyo y uno que representaría a Ayano.

Tan pronto pensó eso, tomó a la muñeca y la observo por todas partes. Los muñecos vudú funcionaban para afectar a las personas y solo necesitaba algo que los hiciera enlazarse con la persona que representarían.

Necesitaba diez muñecos vudú, para que Ayano se olvidara de ocho de ellos.

Info-kun vació su mochila y la de su hermana en el piso de su club. La desesperación lo hacía tirar de sus cabellos y maldecir la vida de su hermana y su completa incompetencia.

—Debe estar por aquí, o tal vez quedo en casa— dijo ella en un intento mediocre por calmar a su hermano mayor.

—¡Tú la tenías porque la ibas a arreglar! ¡Tú la perdiste, estúpida! — el pelirrojo camino hasta quedar frente a ella, encerrándola contra la pared y tomándola con fuerza del cabello para que lo mirara a los ojos — ¡Más te vale encontrar en dónde carajos perdiste a mi maldita muñeca, si no quieres que tu club sepa la clase de semilla podrida que eres!

Dedicado al chico que he amado por estos dos años. Te amo. Lo digo aquí porque decírtelo en persona solo te lastimaría más (y tú nunca leerás esto). Te amo. Te amo. Te amo. Es lo que siento por ti, porque aun después de todo, no dejo de pensarte.

Y hasta aquí el capítulo. Oficialmente este capítulo se está terminando de escribir el 30 de enero de 2022, y publicando el 19 de marzo; martes en desarrollo. Asi que veamos cuanto me tardo en terminar los otros. ¡Con esto inauguro el maratón hacia la recta final del "El amor de tu vida"!

A Dios le pido que todo esto dure una hora, porque según yo lo que cuentan son las palabras y en eso estoy dentro de los limites.

Purpuras y Lilas, ¿todos entendemos que de aquí en adelante solo quedan cuatro capítulos para el final del fanfic? Vaya, luego de cuatro años es un alivio por fin acabarlo, pero me pondré sentimental luego. Antes, tengo que terminar de revelar todo en esta es misma semana. Todos los secretos. Disfrútenlo. Nos leemos luego.

OTRA NOTICIA: Orgullosamente me uno a las filas de escritores que dicen, ya empecé a trabajar. Asi que, pueblo, ahora sí que no habrá mucho tiempo para escribir. ¡Pero seguiré dando lo mejor de mí y de mi tiempo libre para traerles lectura de calidad!

Y en otras noticas. ¡VEAN ESTE HERMOSO DIBUJO QUE ME DIERON!

No saben que cuanto agradezco que me den detalles como este, me hace feliz porque veo que de verdad les gusta lo que escribo. ¡Muchas gracias @The_magic_Hope!

Y en la nota final del martes les dire varias cosas que me han ocurrido, sobre todo malas. Iban a verlo hoy porque es mi cumpleaños, pero esta nota ya está hecha y no quiero alargarla más. Espero subir el martes muy pronto. Nos leemos luego.

¡Votos y comentarios se agradecen!

¡Hasta el próximo capítulo!

¡MoriDark19, fuera!

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