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49. Contrato de mil corazones rotos

Akademi High School. Ese era nombre que se había escogido para la escuela más prestigiosa de todo Japón; por no decir que del continente asiático.

El hecho de que él imponente y poderoso conglomerado Saikou se tomara el tiempo de fundar una escuela para preparar a las mentes brillantes que iluminarían el futuro era algo que alabar. Y aquellos jóvenes que lograban entrar a dicho centro de estudios, tenían asegurado con toda garantía, que serían la cúspide de sus áreas.

No era un secreto que la dirección de la escuela tenia preferencia hacia ciertas familias, siendo casi un requisito vivir en aquella alejada y amena ciudad. ¿Por qué una empresa líder en el área de tecnología pondría su preciado instituto en medio de la nada? ¿Por qué no Tokio? ¿O un lugar más apto para gente de tanto nivel?

Ante esas dudas, el amado fundador Saisho Saikou, respondió: Siempre es bueno recordar las raíces, y mantenerlas cerca para no olvidar lo que es importante.

Inspirador, modesto, amoroso. El gran CEO Saikou podía verse muy intimidante y firme. Pero las personas podían ver que dentro de esa cascara, un corazón blando existía y solo buscaba la paz y la armonía que había añorado en su juventud, y sobre todo compartirlo con su familia.

Que astuto y cínico anciano.

Saisho Saikou no era lo que el público lograba percibir de él, era mucho peor. Siempre había sido alguien que veía el mundo diferente al resto; desde muy joven considero que los demás perdían sus vidas dando vueltas en el mismo charco de lodo. Y cuando la segunda guerra mundial estalló, lo arrastraron a esa fosa llena de mugre, sangre y terribles decisiones.

Guardo para si sus verdaderos pensamientos, sus ideas, sus metas en bruto. Comprendía porque aquel hombre alemán quería subyugar a los que consideraba "menos que él". Lo entendía, lo aceptaba.

Y lo despreciaba con asco. Porque todo ese poder y las legiones que poseía, se volvieron tierra y cenizas al no poder equilibrarlos con cerebro.

Para dominar al mundo no se necesitaba hacerlo a la fuerza, sino con ingenio y con una mente superior. No necesitaban temerle (al menos no de forma instantánea), sino adorarlo. En vez de doblegar, ayudar. No gritos, sino consejos. Nada de monstruosidades, solo maravillas.

La guerra le dio el empuje final para comprender porque era tan distinto a todos. Porque no era uno de ellos, Saisho Saikou... era un dios. Y para que todos lo entendieran, comenzó desarrollando aquellos avances tecnológicos que lo pusieron en un pedestal ante todos. Lo llamaron genio, y de ese escalón no lo bajaron. Continúo creando y dándoles mil cosas para mejorar sus vidas, y aun cuando odiara relacionarse con mortales insulsos, nunca negaba un apretón de manos y ofrecía su ayuda a quien lo necesitara.

En cuestión de años su empresa fue la numero uno, subiendo tanto en status público como económico. Decidiendo asentarse en la reciente y nueva Buraza Town, eso con la finalidad de estar lejos de tantos pobres diablos que infectaban su aire y de lame botas que esperaban ganarse su favor para subir en la empresa sin ningún esfuerzo.

Con su residencia permanente ahí, y la escuela que prometía forjar a los grandes del futuro, la gentrificación de familias aceptables procedió sin fallas. Situando a aquella ciudad como el sitio donde las raíces correctas tomarían forma y se alzarían hasta los cielos con su ayuda.

Era verdad el que nunca se olvidara de dónde veníamos, pues la raíz del éxito mismo, no era otro más que el linaje.

Los herederos conseguían una fuerte ambición y apoyo genético de sus padres, y al ser gente con influencia, solo se debía pulir los estándares y conocimientos críticos del estudiante para que tuviera todo para llegar a la cima. Explicado de otro modo, cada familia traía a este mundo herederos con su don característico; nacían con el talento que sus padres, abuelos y demás ancestros habían forjado por generaciones para que en ellos ya fuera algo nato. Y en Akademi tomaba a aquellas personas y a sus talentos para moldearlos a los estándares de perfección y llevarlos sin trabas a la grandeza.

El poder que daba cada familia, y el ingenio que los Saikou ayudaban a desarrollar. Así fue como empezó a fabricar el futuro.

De ese modo, como el dios que era Saisho, se aseguraría de dejar semidioses que llevarían a la población mundial a una nueva era de gracia y excelencia. Sin embargo, aun cuando bajo su piel sintiera el cosquilleo de poder inigualable y su visión propia fuera de una deidad, era lo bastante realista para aceptar que su cuerpo y su alma eran mortales. Algún día tendría que morir.

Entonces se concentró en su linaje, en que su descendencia fuera de dioses iguales a él. Se aseguraría de ello. Los más altos estándares, merecían también las más altas recompensas. Y tener el control del mundo a plena vista y ante el vitoreo de todos, era el máximo placer que la dinastía Saikou podía presumir como propio y para nadie más.

Pero la guerra también le había enseñado otras cosas útiles. En aquellos campos de batalla, miraba como la lealtad y la violencia podían estar de la mano. Como los más fuertes se vendían al enemigo como espías, como los más débiles aun con miedo empuñaban sus armas con honor. Y, sobre todo, que la muerte podía dar un fin a cualquier cosa.

Investigó mucho sobre aquello: la muerte, el más allá y el resto de dioses que los vigilaban fuera de su vista. Consiguió que su poder se volviera mayor, y se hizo de lealtades fuertes y unidas por sangre que protegían su cabeza de cualquier enemigo. Levanto un imperio, y empezó un juego de ajedrez perfecto contra la vida misma. Y él iba ganando.

Y la vida, desesperada por perder, soltó a un peón que nunca debió mostrarle.

El linaje Aishi.

La familia que demostró que su pensamiento e ideales eran correctos. Porque una familia de asesinas, solo podía inculcar más gente así. Y con el apoyo que luego le brindo a su empleada: Ryoba Aishi, vio a cuanto alcance podía llegar una mujer de aquel árbol familiar. Lealtad cuestionable, violencia más allá de los limites.

Tomó a la casa Aishi para sí y la llevo de ser peones, a volverlas torres y alfiles de su lado del tablero. Eran gente diferente, como él. Pero de un modo más satisfactorio de lo que alguna vez pudo soñar.

Los Saikou reinaban. Las Aishis mataban. Los primeros con un extremo poder en sus venas que cambiaba al mundo. Y las ultimas, con una falta de límites que hacían lo que fuera necesario para cumplir sus objetivos.

Ellos estaban en este mundo para mandar, y ellas para obedecer. Esa se volvió la ley de ambos mundos. Cada rey, venia al mundo con un sirviente.

Cada Saikou, con una Aishi.

Faltan 5 horas para la confesión

Ichirou firmo los nuevos papeles que su secretaria le había traído, entregándoselos minutos después para que esta se retirara de su oficina. Se levantó del escritorio y camino hasta el ventanal que le daba una vista preciosa de la ciudad.

Disfrutaba mucho ver los paisajes, disfrutar del mundo que estaba a sus pies. Pero era difícil hacerlo porque siempre recordaba a su padre repitiéndole que no perdiera el tiempo apreciando la nada como un vulgar común y corriente. Su papá le hacía falta a veces, pero una parte de él agradecía que ya estuviera muerto.

Observar le ayudaba a pensar, lo mantenía con calma para pensar con la mente fría. Y era que necesitaba en ese momento.

Ryoba le había notificado que ese día estaría de regreso; y ambos habían acordado una reunión para cenar juntos esa misma noche. Hubiera preferido que a dicha cena asistieran ambas familias completas para confirmar el compromiso y fijar una fecha, pero su querida guardaespaldas lo había convencido de que estuvieran solos para hablar mejor.

Ella sabía cómo convencerlo, aunque confiaba que pronto todo se inclinaría su favor.

Hace tiempo, cuando era un niño, su papá comenzó a contarle la historia de su linaje. De lo que estaban destinados a ser y de que el apellido que presumían le daba el poder de tener todo lo que deseara, y de pasar sobre quien quisiera.

Pero un día la historia cambio, era la misma de siempre pero ahora añadiendo que, así como nacieron para ser reyes, otros nacieron solo para servirles. Personas... que realmente no eran personas; sino monstruos. Y ellos debía domar a tales bestias por cualquier medio, una vez que lograra domesticarlas, serían los que se encargarían de protegerlos de cualquier amenaza.

Recordaba muy bien lo que su padre le decía de Ryoba: cree que existe por su senpai, pero ellas no saben que solo viven para morir por nosotros.

Las Aishi nacían para darles su vida en todo sentido. Donar órganos, probar venenos, ser sujetas a experimentación, salvarlos a costa de su vida, representar garantía en tratos ilícitos. La vida de una Aishi seria perfecta en apariencias mientras sirviera para el beneficio de los Saikou, pero apenas ella ofreciera su vida por la de su amo, no se molestarían en salvarla, pues su utilidad ya habría acabado.

Sabía que Ryoba era un "regalo" de su padre para él. La única mascota que el decidiría cuando desechar, una asesina de la casta ideal para ser su protectora y (si llegara a suceder) quien diera la vida por él. Ya sabía eso cuando secuestraron a Jokichi de aquel sótano en 1989, y no habia pensando en aquella adolescente como nada más que una herramienta.

Solo tenía nueve años, pero ya sabía que el amor no existía y que lo que movía al mundo era el dinero y cuanto peso tuviera tu apellido. Pero aun con lo que quedaba de infantilismo en su percepción, con Jokichi amarrado al lado suyo y los secuaces de su padre empuñando pistolas listas para matar, el esperaba con paciencia a que su nuevo juguete llegara.

Y cuando Ryoba Aishi llegó para reclamar a su senpai, sintió el momento exacto en que todo su mundo cambio.

Sus recuerdos eran tan vividos que sentía como si regresara en el tiempo y de nuevo conectaran sus miradas por primera vez. Pero aquella sensación de añoranza se fundió en el reflejo de la ventana cuando su teléfono lo regreso al presente. Respondió la llamada con normalidad, buscando en la lejanía del paisaje la academia. Guardo silencio aún un poco perdido en su cabeza, pero ni bien termino de escuchar el informe que le comunicaban sus ojos ensombrecieron, murmuro en voz baja una orden y termino la llamada telefónica.

Regreso a su escritorio y se puso manos a la obra con el trabajo que le faltaba por hacer. Sus dedos tecleaban como si de una sinfonía en piano se tratara, veloz y exacto, volviendo aquello el único sonido que lleno el tenso ambiente de la oficina. Continuo así por horas casi sin parpadear, y la única vez que se detuvo fue cuando miro el retrato que adornaba su mesa. En este su esposa sonreía con aire superior, su hijo menor miraba con fastidio a la cámara mientras era obligado a mantenerse derecho, y su hijo mayor y heredero expresaba con gracia y pulcritud una expresión de calma y firmeza.

Fue ese momento cuando las teclas fueron sustituidas por el vidrio rompiéndose con fuerza, antes de seguirse escuchando como si solo hubiera sido parte de un delirio, algo tan fugaz que parecía no haber pasado. Pero la foto boca bajo y los pedazos de cristal tirados entre el suelo y la mesa, demostraban cuan real había sido.

Faltan 4 horas y 30 minutos para la confesión

El receso estaba a punto de terminar, por lo que muchos estudiantes iban de regreso a sus aulas y otros extendían sus conversaciones hasta el último minuto posible.

La planta baja paso de mostrarse como el punto central de descanso, a un desierto que cada vez se veía más vacío. Los alumnos que pasaban por los casilleros se redujeron a ser casi nulos al retomar el camino hacia sus aulas; los únicos cerca eran probablemente los de aquellos clubes y salones que estaban en el mismo piso.

Y uno de tantos resulto ser Oko Ruto.

Todo el día se había limitado a observar a su ex novia y al resto de chicos desde lejos, incapaz de calmar la frustración y el enojo que le quemaba el pecho tal como si fuera fuego del purgatorio. Nunca había tenido un buen semblante, pero todos los que lo veían se daban cuenta de que ahora si parecía un alma en pena. Los primeros que lo habían notado fueron los demás líderes, aunque aparentemente, tampoco los tenia de su lado. Ellos no lo ignoraban ni le prohibían almorzar con ellos, pero los comentarios que salían sobre su fallida relación daban a entender que pensaban que la ruptura había sido culpa de él.

Si sus terribles compañeros no se hubieran metido, con el tiempo hubiera podido quitar el hechizo del hilo negro y Ayano lo hubiera podido amar sin tener que recurrir a la magia negra. Pero no, prefirieron arrancarle a la única persona que podía hacerlo feliz. Y luego estaba Megamo, quien solo llego para empezar a arruinarle todo.

Todos lo detestaban. Lo humillaban. Buscaban hacer de su vida una miseria más cruel cada día. Ahogado en esos pensamientos comenzó a caminar hacia los casilleros lamentándose de cuanta mala suerte debía tener para nunca tener algo que lo hiciera. Algo o alguien que se quedara con él.

Pero no se iba a rendir con Ayano. Lo único bueno de que todos lo pisotearan y lo despreciasen, era que no podían hacerlo sentir peor. Los golpes ya los conocía, igual que los insultos y las miradas que lo juzgaban a cada paso; todo lo malo ya estaba contaminándolo, su fatalidad era la sombra que lo acompañaba, era parte de él. Y nada que ya fuera parte de su misma alma lo destruiría más de lo que ya estaba.

Sabía que los padres de Ayano volvían ese día, y ella aún tenía un problema que resolver. Nadie más que él comprendía lo que era tratar de salvarse estando bajo presión, y por eso esperaba que ella, desesperada y asustada, regresara a su lado. Solo necesitaba darle un empujoncito.

Llegó a su destino, deteniéndose frente al casillero de la azabache y sacando de su uniforme una carta azul añil. Se aseguró de que estuviera bien cerrada y empujo el sobre al interior.

Ayano y él habían peleado por el corazón del mismo chico semanas atrás, y por eso sabía que ambos querían lo mismo: una confesión bajo el cerezo. Todo estaba listo para que ella lo aceptara, tal vez al inicio fuera solo para no decepcionar a su familia, pero luego iría viendo cómo recuperar su amor y su confianza.

Revisó la hora en su teléfono y cerró sus ojos con pesar al tener que regresar a su salón. A pesar de que aceptaba como lo trataban, aún era difícil estar en clase con gente que lo quería muerto. Recorrió el pasillo con sus manos apretadas contra su pecho y la vista fija en sus pies, debía mantener un perfil bajo hasta que se encontrara con la azabache en el cerezo más tarde.

Subió las escaleras con prisa, escapando a tiempo antes de que Osoro entrara al mismo pasillo por el lado que usaba para llegar al incinerador. El delincuente avanzó por el pasillo pensando que aún faltaban algunos minutos para que las clases empezaran, podría subir de una vez y esperar por la cafetería, pero ya no aguantaba el frio y por eso no pensaba volver a salir.

Se detuvo entonces en la intersección del pasillo, respiró hondo y contemplo a su derecha las escaleras y a su izquierda el pasillo para ir a la entrada. Expulsó una bocanada de aire con fastidio, pasándose la mano por el cabello y casi con ganas de arrancárselo. Se cruzó de brazos, no pudiendo hacer más que reclamarse el que fuera a sucumbir a los consejos de una revista ochentera para chicas.

Chigusa no dejo de chillar muy emocionada desde que su hijo adorado puso un pie en casa luego de ir a dejar a Aya-chan. Y Osoro, conociendo a su mamá muy bien, esquivo tanto como pudo hablar del tema que la tenía tan feliz.

No fue hasta que salió de bañarse, que su madre lo encaró sin siquiera dejarlo llegar a su cuarto.

—¿Y bien...? — la mujer parpadeó y acuno sus mejillas con ambas manos. Ni siquiera la cara de desconcierto de su hijo la detuvo de poner su mejor sonrisa y seguir tapándole la entrada a su habitación. Este era uno de los momentos que había esperado por años, y la actitud cascarrabias de su bebé no se lo iba a negar ¿Hay algo que quieras contarle a mami?

—Eh... ¿tal vez repruebe ciencias?

Por desgracia, su impaciencia no cooperaria con las bromitas de su engendro. Y Osoro no tardo en notarlo luego de que su mamá intercambiara su rostro feliz a uno de enojo y le diera un golpe limpio en la cabeza.

—¡No, imbécil! ¡¿Qué paso con Aya-chan?! Tus ojos de borreguito muriéndose te delataron. ¡Habla!

El rubio ahora, aunque quisiera no podía hablar, solo atinaba a sostenerse la cabeza y aullar de dolor, importándole poco tirar al suelo su segunda toalla con la que se secaba el cabello. Lanzó patadas al suelo en un intento por soportar el retorcimiento de cerebro que su santa madre le había regalado, juraba que por tres segundos todo se volvió borroso y demasiado saturado a la vez.

—Ma, huelo colores.

—¡Los hueles después! ¡Dime que pasó que por fin te decidiste! ¡Dímelo! — gritaba mientras lo mantenía agarrado de los hombros para poder sacudirlo, haciendo que el mareo del delincuente solo empeoraba.

Alguna vez se había teorizado que Osoro Shidesu era invencible, pero la realidad era que solo una persona en el mundo era a capaz de vencerlo y sin que este tuviera oportunidad de defenderse: su madre.

¿Pero quién lo mandaba a ignorarla? De haber hablado desde el principio se hubiera ahorrado una posible contusión.

Luego de que entre gritos llegaran a un acuerdo, Chigusa aceptó que su hijo se vistiera y luego ambos fueron a la sala en donde ella acompaño el ambiente llevándole un tazón de sopa y ayudándolo a secarle el cabello mientras él le platicaba todo. ¿Qué? Ambos eran bestias, pero eran gente razonable.

Osoro, sentado en el sofá de su sala, le platicaba todo lo que llenaba su cabeza respecto a Ayano. Contándole igual como se conocieron, como ella le había empezado a agradar, que no sabía que sentía por ella, pero que le encantaba que ella no retrocediera ante nadie; je, ella estaba loca, pero tenía espíritu. Y en estos días con todo lo que ahora sabia y había pasado estaba confundido; le enfermaba recordar como el maldito de Oko Ruto la había manipulado, como ella le hablaba tan embobada y adoraba el suelo que el ocultista pisaba. Le daba diarrea solo de recordarlo.

Si lo hubiera descubierto antes, la hubiera logrado proteger de él.

También le contó que ella había sido su primer crush, y que había tratado de no pensarlo mucho para no incomodarse. Pero rayos, ahora era más difícil no pensar que por eso se le hacía linda, o que ojalá se hubiera animado a hablarle en secundaria y así él sería más importante que el "bueno y amable" Aso Rito. Pff, él también podía cargarla en la espalda y ver que no se ahogara. ¡Mejor aún! Le podía enseñar a defenderse que era más importante.

Y todavía, después de tanta palabrería cursi, no se le hubiera ocurrido nunca decirle a Aishi que salieran o que le gustaba. Nunca. Nunca. Nunca. ¿Por qué? ¡Porque no era un suicida! ¡A esa ciega le gustaba Taro Yamada! ¡Y ojalá fuera una maldita broma decir que Oko Ruto tenía más personalidad que ese tonto!

—¿Pero entonces que cambio? — inquirió su mamá mientras terminaba de cepillarle el cabello —Si no querías aceptar tus sentimientos, algo los obligo a salir.

Osoro se sonrojo y jugo con los restos de su sopa mientras recordaba lo que minutos atrás le había acelerado el corazón.

—Hice una tonta broma— murmuró entre dientes con pena. Su mamá lo soltó cuando lo sintió agachar la cabeza, así que se recargo en el respaldo del sillón para verlo a la cara tanto como pudiera —. Le dije que me besara, y no lo tomamos en serio. Pero, pero-me-ella-no se-de pronto ¡Me beso en la mejilla y...! ¡Ahh! Me beso y se sintió tan bien ¡Y luego lo hizo de nuevo!

—¿Dos besos? Uff, esa chica es salvaje— rio enternecida de que unos inocentes besitos pudieran poner así a su hijo. Él, que nunca hacia escándalo por nada a menos que fuera por Kitty o algún gatito callejero.

—¡Mamá! — dos malditos besos en la mejilla no eran el problema. Era que luego de eso no podía verla sin fijarse en sus labios e imaginar un beso dado correctamente. Mmm, seguro que si los probaba en ese momento aun sabrían a mango. Hasta cuando se iba y se despidieron, su mente lo había traicionado pensando en lo grandioso que sería tomarla de la cara y darle un mejor beso para borrar los que el bastardo de Oko le había dado.

Y todo el largo y desquiciante camino fue de su mente atormentándolo con ideas y escenarios parecidos con los que casi pierde la cabeza. Y lo peor no era eso, sino que empezó a querer que fueran verdad. Su cabeza le dio tantas ideas que casi sentía que llegaría a casa y le mandaría un mensaje llamándola "amor" para avisarle que había llegado bien. ¡Carajo!

Era tan raro que ni le parecía real todo eso.

—Bueno, bebé. Algún día te tenías que enamorar y tú lo sabias. Así es el amor, Osoro. Nos vuelve tontos y lo que puede ser odioso en otras personas te das cuenta que cuando tú lo haces no es tan malo— Chigusa rodeo el mueble y se sentó junto a su hijo palpándole la cabeza con cariño —. Te hare una pregunta sencilla y responde lo primero que se te ocurra. No pienses mucho.

—Ok— por alguna razón, el delincuente sentía que pronto se terminaría hundiendo más.

—¿Quieres que sea tu novia?

No pensó, pero recordó. Como le gustaba verla sonreír, lo divertido que era enojarla. Era malditamente expresiva y sus labios no dejaban de llamarlo. Eran tan malditamente suaves que lo volvían loco. Que rabia les daba recordar que esos mismos labios habían besado a Oko y a... ¡Mierda! ¡IBA A MATAR A ASO RITO! Ese maldito hijo de perra se le había adelantado. Bien, ojalá ese imbécil lo hubiera disfrutado, porque solo en sueños dejaría que volviera a probar esos besos que solo él podía tener.

—Si.

En cuestión de dos minutos, su mamá se fue y volvió con una caja llena de revistas en donde ella estaba en la portada. Reviso las fechas de estas mismas y noto que eran de cuando su mamá estaba en Akademi, con decir que la más reciente era de 1989; eran las típicas revistas juveniles con temas sobre cuidado de la piel y chismes de famosos.

Del montón, su mamá comenzó a sacar varias al azar y a tirar detrás del sillón las que no le servían, pronto su mesa de centro se comenzó a llenar de revistas abiertas con post it en notas de romance y relaciones.

—¡Esta es de mis mayores orgullos! — la mujer le puso en la cara una revista en la que una foto de ella en sus años de juventud abarcaba dos páginas. Chigusa aparecía con un vestido y un ramo de tulipanes rosas. La nota se presentaba como la noticia principal de la edición y se llamaba "Caza de corazones: conquista a tu alma gemela" —. Ay, si lo hubiera aplicado con tu padre no estaría aquí.

—Ni yo.

—Hierba mala nunca muere, hijito. El punto es que todo esto te ayudara a saber cómo actuar mañana. ¡Es viernes! Si no quieres que alguien te gane, tienes que atacar ya. Además de que Ryoba-chan y Jokichi-kun vuelven y tendrás a tu favor que los conozco. No todo padre aceptaría a un delincuente para salir su linda hija, pero si es hijo de una amiga suya, ¡tienes una oportunidad!

No entendía como de verdad su madre pensaba que tantas revistas lo ayudarían, pero ella estaba emocionada y más por tener a Ayano de nuera. No dejaba de murmurar que algo bueno sentía en ella y que ahora todo estaba claro.

Ambos se quedaron hasta las dos de la mañana revisando las notas y por poco terminan acampando en plena sala. Al final acordaron recoger todo en la mañana e irse a descansar. Entre todo lo que había leído, lo único que Osoro había guardado en su mente era que todas las revistas terminaban diciendo lo mismo.

Arriésgate, o puedes perder a alguien muy especial.

Saco de su chaqueta un sobre café con su nombre escrito. Ya estaba delante del casillero de la chica, así que no había marcha atrás.

En medio de su debate interno sobre si dejar su confesión en el casillero o fingir demencia, una pizca de duda surgió en su mente, poniéndolo muy nervioso sobre lo que pasaría después. La atracción por Ayano no era reciente, pero no hace tantos días habían comenzado a llevarse como amigos reales. Ahora se daba cuenta de que le gustaba tenerla a su lado, y también de que sentiría un vacío si por hacer esto ella decidía alejarse.

Era extraño, pero se sentía como si de nuevo tuviera doce años y buscara evitar a la niña que le gustaba para que no pensara mal de él. Lo último que quería era que, por culpa de sus sentimientos, Ayano empezara a juzgarlo.

Apretó el sobre con miedo, sabiendo que si entregaba esa carta todo entre ambos sería diferente.

—Cachorrito— el apodo y la voz que lo dijo le erizaron la piel, volteando hacia la entrada de la escuela y viendo como Ayano corría a verlo con una sonrisa. En un parpadeo, ya había escondido el sobre de nuevo en su chaqueta —, ¿Qué haces aquí?

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—Evito a esa loca del consejo— respondió veloz y cruzo sus brazos para disimular sus nervios —. ¿Y tú que rayos haces aquí abajo? Pensé que estarías atrapada entre el tsudenre de tu salón y el bobo de drama.

—Primero, no hables así de ellos, que más bobo eres tú— la azabache lo imito cruzándose de brazos y sacándole la sacó la lengua como remate a modo de burla. Él solo resoplo con ironía —Y segundo, baje a buscarte porque alguien no me dejo salir de casa hasta que la trajera conmigo para verte.

Osoro notó que Ayano usaba la sudadera de Osano para cargar algo en su cintura, la prenda de ropa se habia puesto como un bolso, del cual Ayano saco a esa bolita de pelos blanco con gris que conocía muy bien. Su mente se despejo y recupero toda su calma en el momento en que Kitty le maulló con entusiasmo.

—Jeje, esta niña no puede estar quieta nunca— sostuvo a su gatita y la acuno en su brazo izquierdo para jugando con ella —. En parte es por eso vivía aquí, siempre que salíamos quería venir conmigo o con mi mamá. Y no me gustaba llevarla al café.

—Me clavó las garras en la pierna y entendí el mensaje cuando empezó a romperme las medias— aunque era doloroso lo que decía, se acercó más a su amigo y junto con él siguieron llenando de mimos a la felina —. Tu papá te malcrió mucho, bebé. Pero te enseñare modales para que no te parezcas a él.

—Yan-chan está loca, no le hagas caso, Kitty-Kitty— murmuró con voz enternecida y plantando un beso en la cabeza de su gata, quien maulló feliz —Beso a papi.

La minina estiro su cuello y lamio con enorme cariño la mejilla de su dueño.

—Beso a mami— bromeó la asesina, acercándose al rostro de la gatita y sorprendiéndose cuando esta de verdad comenzó a lamerle la mejilla —. Me muero de ternura, esta niña es un amor.

—Claro que lo es, yo la crie.

Ayano sostenía las patitas de Kitty con cuidado y las acariciaba mientras su mano libre subía por la espalda de Osoro para abrazarlo mientras ambos consentían a la criatura. Su cercanía era mucha, pero ninguno le daba mucha importancia por estar más al pendiente de la gatita.

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Osoro acariciaba el pecho de su minina, y algo le animo a desviar sus ojos a la derecha para fijarse en Ayano. Sintió como su corazón latió más rápido al mirarla tan feliz, y como por lo mismo las mejillas de ella ponían rojas. Pronto se dio cuenta de que él estaba igual cuando sintió el calor en su cara.

—Kitty se ha puesto mejor, pero ve cómo te extraña. ¿Puedo ir con ella a tu casa para que te vea?

—A mamá le encantaría tenerte de visita— y a mí. Pero es obvio que eso no lo diría —. ¿Por qué no voy a tu casa? Podemos pasearla en el parque del otro día.

Los dedos de la asesina se detuvieron y soltaron la patita de Kitty. Osoro levantó a su mascota y la subió a sus hombros para que descansara ahí mientras veía que tenía Ayano. Ella no estaba triste, pero... su cara estaba como si no supiera que expresión mostrar.

—Mis papás vuelven hoy. Y a mamá no le gustara que lleve chicos que no son mi novio— ahora lo veía mejor, su amiga se sentía derrotada. Quiso decirle algo para animarla, pero no sabía que podría decir que mejorara su situación. Mientras él pensaba en eso, Kitty tomó fuerza y salto para estar ahora en los hombros de Ayano, donde se froto con mucho gusto en su barbilla y la cola le daba cosquillas en las orejas —. Jajaja, gracias Kitty. Convenceremos a mamá de que te quedes ¿verdad? Nadie puede resistirse a tu linda carita.

—Preciosa...

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—¡Exacto, eres preciosa! — Ayano sostuvo a la gata entre sus brazos y le soltó un nuevo beso cerca de sus orejitas. Gente paso corriendo hacia sus salones, lo que alertó a Yan-chan y la hizo percatarse de la hora. Con cuidado volvió a poner a Kitty en la sudadera y la cubrió con cuidado —¿Nos vemos a la salida? Kitty querrá despedirse de ti.

—Claro, nos vemos más tarde y las llevó a casa.

—Ah, no te preocupes por eso. Aso-kun dijo que hoy quiere llevarme a casa; quiere que volvamos a las prácticas de natación y estoy emocionada por saber cuándo— la enorme sonrisa de la chica no fue para nada del agrado del delincuente, haciéndole fruncir el ceño y que rechinara los dientes con odio.

Esa sonrisa era tan bella como para dejársela a Aso Rito. Y si debía tomar una decisión ahora, ¡es que no era ningún maldito cobarde! Por eso, cuando su amiga se dio la vuelta para irse a su salón, sacó su carta y la metió de golpeo al casillero.

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Se apresuró a ir tras Ayano y la alcanzo a pocos metros de que llegara a las escaleras.

—Voy contigo. Sirve que si alguien te molesta le dé una paliza rápida.

—Tan lindo tú— dijo divertida.

—Debo cuidar a mis dos gatitas ¿no? — Osoro sonrió de lado y sin perder tiempo coloco su brazo sobre los hombros de la chica. Disfrutando bastante del nuevo sonrojo que había causado en ella.

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Al girar en el descanso de la escalera, Ayano y Osoro se toparon de frente con Hanako, quien iba haciendo puchero y dando pisotones a cada paso. Iba demasiado molesto y murmurando cosas en su berrinche. Pero nada más notó que su amada senpai era la que estaba enfrente, su mal humor se esfumo y corrió a encontrándose con ella.

—¡Senpai! — Hanako brinco desde un escalón alto y se enganchó a la cintura de su mayor en cuanto hicieron contacto. Aquello hubiera terminado muy mal si Osoro no la hubiera sujetado ni apartado la sudadera donde estaba Kitty —¿A dónde te fuiste? ¡Me dejaste solo con tus amigos y los lideres!

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Cuando el almuerzo había empezado, los líderes llegaron de improviso al aula 2-1 para animar a Amao. Kizano y Aso lo aprovecharon también para poder ver a su amiga y recuperar el tiempo perdido con ella. Como la ruptura de Oko y Ayano se sabía, los líderes que no conocían todo el contexto aceptaron que, por consideración a ella, el líder ocultista no se presentara.

Y durante casi todo el almuerzo, ese salón de clases se vio como la zona más VIP de Akademi, Hanako uniéndose sin importarle nada más que comer con su mejor amigo y su linda senpai. Pero en cierto momento mientras Hanako realizaba entrevistas rápidas para decidir que club le gustaba más, la chica se había escabullido para que la gatita pudiera tener unos minutos junto a su dueño.

Cosa que nos lleva a esta escena de nuevo.

—Tenía algo que hablar con Osoro-kun— le respondió al menor una vez que se pudo estabilizar mejor en la escalera. Notó como Hanako veía de mala forma a Osoro, y antes de que ambos se pusieran a pelear cambio de tema —. ¿Escogiste un club al final, Hanako-kun?

—No— respondió el pequeño azabache al instante que igual hacia ojitos tristes y pegaba su mejilla al pecho de su senpai —. No puedo elegir uno sino se en cual entraras tú.

—Si se cae a un pozo juro que te mando con ella, entonces— Osoro pasó de ambos y a propósito empujo a Hanako para que sacara la cabeza de ahí —. Yan-chan, tu profesora está entrando.

—¡Me voy! — Ayano rápidamente tomo el rostro de Hanako y lo bajo para dejarle un beso de despedida en la cabeza. Luego de eso, subió corriendo lo que quedaba de las escaleras y tomó la sudadera y a Kitty para acomodarlos de nuevo y que no notaran en clase que tenía a la gatita —¡Adiós, Hanako-kun! ¡Nos vemos, Osoro-kun!

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Hanako siguió el ejemplo de su senpai y se apresuró a llegar a su aula en el primer piso. Pero antes de llegar a su salón, paso por los casilleros y recordó lo que le había platicado Amao. Lo único que le tomaba en cuenta desde que lo había conocido.

Las entrevistas a los líderes habían terminado. Le habían convencido el de cocina y el de jardinería; pero el primero no lo tomaba en cuenta porque no quería tener que recibir órdenes de ese tipo que le quería quitar atención de su senpai.

Animado un poco por la información que Hanako les había sacado a los líderes, Osano se animó a preguntar a varios de ellos como habían empezado sus clubes. Lo que causo mucha emoción y todos querían contar su historia, menos Amao.

Hanako estaba ocupado comiendo lo último de su almuerzo cuando el líder de cocina le pico el hombro. Usualmente le habría ignorado y se hubiera ido con Yan-chan, pero ya que ella se habia desaparecido tuvo que girarse para enfrentarlo solo.

¿Qué?

Necesito que... me hagas un favor susurró el castaño con cuidado de no ser descubierto, ni de mostrar alguna mueca que lo delatara. A él tampoco le gustaba la idea de pedirle ayuda a ese niño, pero podía ser la única opción para cumplir su plan.

—No. No quiero y no me puedes obligar— inflo los cachetes con enojo y volvió a darle la espalda para fingir que estaba ocupado guardando y limpiando la basura para meterla en su lonchera.

Amao sabía que hacerlo cooperar no sería sencillo. Pero por suerte ya sabía cuál era el punto débil del menor.

—Yan-chan te quiere mucho— comenzó, recapturando de forma inmediata la atención del chico —, puedo ver que le gusta mucho abrazarte y consentirte, me dan celos.

Hanako sonrió, feliz de que alguien notara lo importante que era para su senpai, y porque recordarla lo ponía de mejor humor. Eso bastaba para que el menor soltara la lengua.

Mi senpai y yo estamos hechos el uno para el otro, aunque también le gusta a Osano-kun, eso es algo difícil... pero sé que al final todo saldrá bien.

—Ya veo. ¿Conoces la leyenda del cerezo?

—¡Si! Es tan romántico y de cuento de hadas— Hanako suspiró enternecido y coloco ambas manos sobre su corazón —. Ojalá pronto pueda ir allí con mi senpai. Es mi sueño.

—Eso sería muy lindo— Amao debía admitir que Hanako era adorable, en partes del día... cuando no era un niño grosero y posesivo —. Todos aquí esperamos tener una declaración ahí. Pero creo que... ya es obvio que a todos nos gusta Yan-chan.

—Hmm, eso no me importa— el más bajo golpeo el pupitre y comenzó a hacer lo mismo con sus pies, al menos los demás estaban tan abstraídos en sus anécdotas que no le dieron importancia —. Y aunque Ayano-senpai haya sufrido con ese monstruo, yo la ayudare con mi amor.

—Es que— sus labios querían sonreír, pero tuvo que tratar de sentirse molesto para que su cara se pusiera triste, era un dolor de cabeza combinar sus emociones —como hoy es viernes y el baile está muy cerca. ¿Tú crees que alguien...?

La frase quedo en el aire, pero ambos se vieron con temor silencioso. Kizano y Aso trataban de estar cerca de Ayano cada que podían, además de que no ocultaban su cariño acariciándole el cabello o diciéndole cuanta falta les habia hecho en todos esos días. Incluso Osoro Shidesu, cuando se aparecía apenas y los miraba, mucho menos les dirigía la palabra; pero cuando Ayano estaba con él, milagrosamente sonreía y su opinión era la única que tomaba en serio. Y el mayor foco de alarma de todo, era que aun y con todo eso, la luz de los ojos de la chica Aishi era Osano, a quien nunca quería dejar solo y aunque este la insultara ella buscaba serle de ayuda siempre.

Los momentos de la vida eran postres, y estos se conformaban con ingredientes que iban preparando con detallitos. Al menos así veía Amao las cosas, puede que no pudiera cocinar nada todavía, pero siempre le había gustado considerar que cada acción era un paso en una receta.

Los chicos al parecer habían preparado la masa (insistir en una amistad) y la habían metido al horno (empezar a demostrarle más afecto), ya tenían listo un acompañamiento ligero (clases de natación, ver anime, llevarla tras bambalinas) y solo faltaba que cada quien preparara el relleno de su preferencia (confesarse ante ella). Si la receta se hacía de forma correcta, el postre quedaría listo y con un delicioso sabor a amor.

Y más allá de la temperatura del horno o de usar suficiente cariño a la hora de cocinar, lo importante era saber cuál dulce aceptaría la principal comensal.

Era un trago muy amargo darse cuenta de cómo los demás chicos veían a Ayano con el mismo cariño que él le tenía. Le hacía feliz que a pesar de eso su amiga siempre estuviera muy al pendiente suyo y de Osano; podía estar en silla de ruedas y con conmoción cerebral, pero le daba bastante paz ver que Ayano reía y vivía con alegría. Ese fue el motivo que lo unió a Osano y por el que ya se llevaban mejor. Lo importante para ambos era que ella estaba sana y salva.

Quería estar junto a ella y mejorar a su lado, ser la primera a la que le volviera a cocinar y con cada beso decirle que era más dulce que un cupcake.

Pero, no sabía si era porque su cabeza aún no estaba bien, pero algo en su interior le decía que él no podía ganar ese concurso de repostería. Todos hacían "postres" para demostrarle a Ayano su afecto, y él... siendo el líder del club de cocina, no podía hacer ni una gelatina para ella.

Tal vez Yan-chan era un dulce demasiado bueno para él. Pero aún así, aunque solo fuera un chico más entre todos los que ella tenía enamorados, quería hacerle saber cómo provocaba que latiera su corazón. Solo esperaba que, de todas formas, pasara lo que pasara, siguieran siendo mejores amigos, ella sabía darle un toque especial a la vida y no quería perder eso.

—¡Ay no! La leyenda no puede cumplirse con ellos. No quiero— aun en tono muy bajo, Hanako comenzó a gimotear al pensar que cualquiera de esos líderes o hasta su amigo de la infancia se le podían adelantar. La tristeza tomó terreno en sus ojos, pero antes de que las lágrimas ganaran esa pelea, lo que sentía se volvió enojo, olvidándose del llanto y gruñendo cual niño berrinchudo -que si era- que le habían quitado el peluche que pedía y pedía a gritos —. Pues no los dejare, ¡yo dejare mi carta primero y verán que me quiere más a mí!

El menor no espero ni un segundo más y se levantó para ir al fondo del salón; ahí se guardaban varios útiles, y entre ellos encontró hojas de papel y un sobre de color verde manzana. Regreso al pupitre en donde antes estaba y tan concentrado como se podía empezó a redactar su carta de confesión. Amao esperó hasta que lo vio oportuno y le pico de nuevo el hombro.

—No dudo que ella te quiere mucho, a... todos ustedes— sintió como su ceño se fruncía y sus manos se formaron en puños. Parecía enojado, pero estaba triste por ceder a la competencia. Bajo su cabeza para que Hanako no lo viera y sacó de su mochila un sobre color menta con su nombre. Se lo extendió y siguió esquivándole la mirada —. Sé que... no me aceptara. Ni siquiera puedo... ser yo mismo todavía. Pero quiero que sepa mis sentimientos, y si se va o aun es mi amiga, quiero que sea su decisión. ¿La puedes llevar por mí, por favor?

Hanako era demasiado egoísta para ayudar a sus rivales, y menos a Amao que le caía tan mal. Pero pensó en lo último que el cocinero le había dicho; su senpai no había podido actuar con voluntad propia por culpa de ese malvado ocultista. Y no quería ser igual que ese monstruo y esconderle cosas.

Estuvo bastante ocupado escribiendo su carta que se había olvidado de la hora, Osano lo había regañado y casi sacado a la fuerza de ahí para que llegara a su clase antes de que se le hiciera tarde. Toparse con su senpai antes de volver era una excelente manera de llevar su ánimo hasta lo más alto para soportar las horas que le faltaban para salir. Pero antes de que el tiempo se le acabara, tenía una misión que cumplir.

Entre brincos de emoción llegó al casillero de Ayano, se meció con nervios, pero feliz de estar dando el gran paso. En tan solo unas horas podría ser oficialmente el nuevo de novio de Ayano-senpai. ¡Tendría a su primera novia y ambos vivirían felices para siempre!

Chilló de felicidad y saco las dos cartas. Metiendo en el casillero primero la de Amao para que la de él quedara hasta adelante.

Foto.

Sonrió lleno de orgullo, y con los mismos brincos y tarareos que hacia al llegar, se fue hasta su aula, llegando justo a tiempo antes de que el timbre sonara y en todos los pisos se cerniera un silencio y quietud que en otras escuelas seria. Pero esto era Akademi, la perfección guiaba hasta a los alumnos que se negaban a obedecerla.

Con el paso de los minutos, el único ruido que empezó a haber era el ligero murmullo que cada aula soltaba como prueba de que sus estudiantes estaban absortos en seguir puliendo su futuro.

Y aquel ruido blanco de conocimientos desafino cuando una puerta del primer piso se abrió, acompañando la interrupción con varios pasos lentos que retumbaron con eco melodramático en la escena de Akademi. Pasos suaves, burlescos y firmes por igual que en vez de ir al baño fueron hasta los casilleros.

La chica quizá debía preocuparse por evadir las cámaras de seguridad, pero estaba segura de que su hermano ya las habría hackeado y ahora las usaría para espiarla y ver que recogiera la basura. Se aferraba a su teléfono y observaba con frialdad las líneas del suelo que pisaba, como si fuera un camino amarillo que la llevaría a un hermoso lugar. Al llegar al final se topó con su destino, un lugar donde maravillas y desastres ocurrían por igual.

El casillero de Ayano.

Dejo salir un silbido de asombro, tal como su desequilibrado hermano le dijo minutos antes, había cuatro cartas nuevas esperando a que su yandere favorita las leyera. Era una lástima que no seguirían el rumbo que se les había pensado. Una por una las saco, revisando los nombres que tenían escritos y cuidándose de que no hubiera ningún fisgón por ahí. Las guardo en su falda y agito su cabello largo para sacudirse la ansiedad; su papá ya no existía y Ryoba Aishi estaba en camino.

El colmo es que eso no era lo que la tenía preocupada, sino que había visto como Ayano desde muy temprano había terminado de escribir su carta de confesión para Taro Yamada.

Estaban a contra reloj. Los años de espionaje e hipocresía culminaban ese mismo día, donde se vería si todo salía tal cual lo querían o se iban completamente a la mierda. Los dedos de su mano izquierda se movían de forma frenética ante la impaciencia y los nervios, como casi siempre se la pasaba en el teléfono ya era un tic nervioso hacer el ademan de teclear, aunque no tuviera ningún aparato en mano.

Con su otra mano acarició las cartas sobre la tela de su ropa, sintiendo que en ellas estaba guardado el fin y la caída de su familia.

Oh Yan-chan, Yan-chan, Yan-chan. Si su amiga hubiera sido más obediente y menos sensible con el peso muerto, se habría podido ahorrar lo que pasaría. Pero si debía ser así, entonces se encargaría de mandarla en primera clase directo al infierno.

Desbloqueo su teléfono y con ayuda de sus dedos veloces ubico el grupo de chat que necesitaba. Había salido de su aula con la mentira de ir al baño y el tiempo se había terminado, así que escribió rápido y sin titubear aquel mensaje con el que comenzó lo que ella prefirió llamar "Operación: Corazones rotos".

Puso punto final y lo envió. Provocando que, en diferentes salones, nueve teléfonos sonaran y los dueños de estos vieran el mensaje de forma discreta. La mayoría alegrándose porque al fin tendrían su parte del trato, unos cuantos aliviados de que todo acabaría ya, y solo una de ellos lamentando haberse metido en ese lio.

"Atención todos los fotógrafos; fin de las sesiones. Preparen sus fotos para ser enviadas y arréglense para la ocasión, hay que darle las gracias a Aishi como se debe."

Faltan 2 horas para la confesión

La mayoría de salones iba terminando su horario de limpieza. Siendo viernes todos querían darse prisa para ir a sus actividades. Las maestras estaban satisfechas de que todo quedara en orden, así que en orden fueron dando pase a sus alumnos para retirarse a sus clubs y ellas poder continuar su trabajo en la facultad.

Ayano ya iba terminando de limpiar las ventanas, sonriendo con satisfacción al ver el brillo de su reflejo en estas. Como eso era lo último que le tocaba hacer, ayudo a guardar los utensilios de limpieza y se despidió de los pocos compañeros que aun recogían sus cosas para marcharse. Salió del salón y reviso que Kitty estuviera bien dentro de su mochila, debía llevarla con Osoro, pero antes sé que encontrar con Osano y Amao.

Aunque Amao no iba a sus actividades del club de cocina, sus choferes se basaban en ese horario para pasar a buscarlos; vendrían quizá dentro de una hora y algo. Pero hasta que eso pasara, sus dos amigos le habían dicho que no querían bajar todavía, así que se puso a buscar por donde se habían ido. Y no tardó mucho en encontrarlos ya que estaban en la cafetería de su mismo piso. Y si, con los gritos que Hanako daba había sido todavía más sencillo.

—¡Siento como se me cae la cabeza! ¡No aguanto más! — se quejaba el menor mientras se apoyaba en la máquina expendedora. El jugo que había comprado ya había salido, pero no parecía notarlo —¡Es demasiado para alguien tan joven como yo!

—¿Y no pensaste que es tan difícil entrar aquí por algo? — murmuró el pelinaranja a la par que se sobaba la sien. Su amigo, así como podía ser un sol, también llegaba a ser una lluvia de granizo que dejaba a todos sordos —Quieren que estemos más adelantados que el resto de escuelas, ¡debiste saber que tendrías que esforzarte el triple, baka!

—¡No me grites, yo solo quería estar contigo y con mi hermano mayor! — Hanako se llevó ambas manos a las mejillas y sus ojos comenzaron a nublarse con lágrimas que explotaría de un segundo para otro.

En el instante en que agarró aire para soltarse a llorar con fuerza, dos brazos lo rodearon desde la espalda y un mentón se posó en su cabeza.

—Creo que los niños bonitos se ven mejor cuando no lloran— susurró Ayano con calma, esperando que se le transmitiera un poco a su amigo —. Ya sabes que te puedo ayudar con tus tareas siempre que quieras. Así que límpiate la cara o no te enseñare una sorpresa.

Dicho y hecho, Hanako trató de calmar su respiración y se giró para poder abrazar de mejor forma a su senpai. Y, oh bueno, las lágrimas acabaron limpiándose en el uniforme de la asesina al final de cuentas.

Le acaricio el cabello con cariño para seguirlo mimando, él era muy transparente, y algo que ya se sabía por sus más cercanos, era que cualquier cosa que molestara o pusiera triste al menor de los Yamada podía ser olvidada en segundos mientras este recibiera muchos cumplidos y atención. Por eso, luego de que estuviera seguirá de que ya se había calmado, rompió el abrazo para alzarle la cabeza con cuidado y dejarle un nuevo beso en la frente.

Pff.

Se tapó la cara para que no se notara su sonrisa burlona, viendo a su vez hacia la izquierda y confirmando que Osano estaba rojo de celos. Soltó a Hanako y con pasos rápidos fue a donde estaba su querido tsudere y lo abrazo también, aunque a él de lado; con la diferencia de que (como venganza por lo de ayer) el beso se lo había dado en la punta de la nariz para sacarlo de sus casillas aún más.

Y abracadabra, un lindo tomatito con cabello de zanahoria había entrado a escena.

—¡¿Qué te...?! ¡¿Por...?! ¡Tú...! ¡AHHH! ¡Tonta! ¡Baka! ¡No te me acerques así! ¿Quién te dio permiso de besar... be-be-be...?

—Se nota que crecieron juntos— dijo como si nada luego de ver como Osano y Hanako estaban en la misma situación. Ambos eran tan adorables incluso así. Pero además de ellos dos sabía que ser equitativa era algo importante, razón suficiente para ir donde Amao veía todo y abrazarlo con más tranquilidad —. No puedo olvidarme de mi cocinero favorito, a un postre tan lindo no lo debe faltar cariño para que tenga dulzor.

Su beso fue en la mejilla. Ella no creía que dar tantos besos de ese estilo a sus amigos fuera algo malo, le parecían muestras de afecto que por fin podía disfrutar y que quería usar a cada rato. Los besos no solo eran en los labios, podía ser en cualquier parte del rostro y hasta con los amigos.

El ambiente volvió a la normalidad pronto, Osano seguía haciéndose el ofendido, pero no dejaba de tocarse la nariz ni de suspirar. Hanako retomó el buen humor y borró todo recuerdo sobre tarea y los futuros exámenes. Amao buscaba mostrar una expresión neutra, todavía nervioso y feliz de recibir ese beso, pero con miedo de mostrar algún gesto equivocado.

Colocaron las sillas de ruedas alrededor de una mesa y ella y Hanako los acompañaron sentándose del mismo lado.

Ayano puso entonces su mochila en medio de la mesa y comenzó a buscar algo en su teléfono antes de decir cualquier cosa. Los tres chicos la esperaban de forma atenta, pero igual platicaban sobre lo que pensaban que haría cada club por el baile de navidad.

Hanako había recibido una invitación para ir al baile con una de sus compañeras, pero se negó de inmediato. Osano y Amao no había recibido ofertas, pero ni siquiera sabían si asistirían, empezando porque no podían bailar, así como estaban.

—¡Listo! — se aclaró la garganta y puso play al audio que tanto había buscado. Tomó el cierre de su mochila y comenzó abrirlo con cuidado para no lastimar a la minina. De pronto, la canción resonó con más fuerza y los tres chicos no tardaron en preguntarse cómo se le había ocurrido eso y que estaba haciendo —Caballeros y señorito, es un honor presentarles al nuevo miembro de la familia Aishi. Eh aquí...

Y en completa sincronía con la música del Rey León, la mochila se abrió y con ambas manos alzo sobre sus cabezas a aquella bolita de pelo color gris y blanco. La criatura apretó sus ojos por la luz, y por el movimiento ascendente un maullido selló su presentación de forma perfecta.

«¡Kitty!

Los tres varones chillaron de ternura cuando la gatita fue alzada, estaba tan chiquita que se notaba que era un bebé, a lo mejor tenía solo un par de meses de nacida. ¡Era una sorpresa increíble!

Luego de que se acostumbrara a la luz y viera con gusto toda la atención que le daban, Kitty se zafó del agarre de su nueva dueña para brincar a la mesa y sentarse ahí para quedar al mismo nivel de los humanos desconocidos. Y como buena gatita mimada ¿qué hizo a continuación? Se tiró sola y se estiro para que le sobaran la panza.

Ayano infló el pecho con orgullo, feliz de vivir la auténtica felicidad de tener a un gatito con ella. Y no solo eso, también disfrutaba que alguien le tuviera la confianza de entregarle la vida de su mascota sabiendo que la cuidaría bien. Era algo... increíble.

Wow, este momento era algo que la Ayano de secundaria había deseado por tanto tiempo. Los animales nunca le habían temido, hasta parecía que algo en ella los atraía. Gatos, perros, ardillas, conejos... y todos terminaban manchados de rojo. Con todo lo que sabía ahora y lo que había estado aprendiendo, su alma estaba llena de arrepentimiento y dolor por todo el daño que les había hecho. Su pecado había sido confiar demasiado, atreverse a consolar a una niña que no sentía miedo por matarlos.

Agarro a Kitty y la froto contra su mejilla, recibiendo a cambio una lamidas y maullidos que quizá trataban de calmarla como ella con Hanako hace unos momentos. Kitty era lo más valioso que tenía Osoro, y él se la había entregado para que la protegiera. No pensaba defraudarlo, y tampoco a las memorias de aquellos animales que por ignorancia lastimó. Se encargaría de que ella no pasara por algo así nunca.

—Es hermosa, tan linda y suavecita que parece un angelito— el cariño que tenía Osano por los gatos tiro su faceta molesta y lo hacía ver a la minina con adoración, importándole nada que estuviera actuando demasiado infantil mientras jugaba con sus patas —. ¿Desde cuándo la tienes, Yan-chan? Si me lo hubieras contado antes hubiéramos organizado una cita de juego con mi gata Koneko. Es algo temperamental pero muy adorable, creo le encantaría conocerte.

—Que suave— alabo Hanako mientras le acariciaba las orejas, Kitty no le hacía tanto caso, pero no se negaba a los mimos.

La minina entonces notó a Amao, quien la veía fijamente, pero no decía nada. Inclino su cabeza para juzgarlo. Y pocos segundos después se sacudió las manos de todos para andar hacia el castaño y reacomodarse en el regazo de este, donde dio vueltas y maulló para que igual le diera su ración de cariño.

—Oh, hola... Hace mucho que... no juego con gatos— comentó con notables nervios. Los animales le encantaban, pero no podía tener mascotas por cuestiones sanitarias de su panadería. Había algunos vecinos y amigos que tenían, pero parecían no prestarle atención. Esta gatita ronroneaba a gusto ahí acurrucada con él, así que extendió su mano y le acaricio el lomo con cuidado. Nuevos maullidos de aceptación y felicidad sonaron ante el acto cariñoso, juntos a varios movimientos graciosos donde daba vueltas y se extendía para que él siguiera jugando con ella —. C-Creo que le caigo bien.

—¿La compraste o la adoptaste, Ayano-senpai?

—Bueno, conozco a Kitty desde hace unas semanas, pero empezó a vivir conmigo apenas antier. Su dueño me pidió que la cuidara por un tiempo; es que ella antes vivía aquí en la escuela.

—¡Es verdad! ¡El gato callejero! — Osano la reconoció entonces. A veces le había dado de comer porque pensaba que era una gata sin hogar; pero ahora se daba cuenta de que no era el caso —Entonces, ¿de quién es? Yo nunca dejaría que mi bebé estuviera por la escuela sin supervisión.

Tal como si entendiera la conversación que tenían, Kitty dejo de jugar un poco para sentarse y ver de frente a Ayano. Como si le estuviera dando permiso de revelar quién era su familia. Ella sonrió con duda y empezó a jugar con sus manos.

—Pues, es de Osoro-kun.

—¿Ese bruto es capaz de cuidar a un animalito? — Hanako tembló de forma exagerada y se acercó a Amao para seguir jugando con la mascota de su senpai —Que horror, tenerla aquí en vez de en su casa. Estoy seguro que ni siquiera la alimentaba ni nada, gente como él no debe tener mascotas. ¡Ay!

Los dedos del joven Yamada tenían ahora marcas de rasguños, además de que la felina lo miraba con enojo latente. El azabache entendió el mensaje y se alejó para volver a sentarse junto a su amiga.

—Mucho cuidado, porque Kitty no va a dejar que hablen mal de él— saco de su mochila unas curitas y agua oxigenada. Tomó con cuidado la mano del niño y comenzó a curarlo —. En realidad, es una niña muy mimada gracias a Osoro-kun; no podía llevarla a su casa por motivos personales, pero me la dio para que la cuide mientras resuelve que hacer. Por eso— termino de cubrir los rapones y sujeto por unos segundos la nariz de Hanako a modo de castigo —no se juzga a la gente. ¿Entendido?

—Hmm, ok senpai.

—Así me gusta— le palpo la cabeza y bajo su mochila al asiento para que no le estorbara en la mesa —. ¿Ya hicieron planes para el baile de Navidad?

—Eh, yo no creo que venga— dijo Amao mientras seguía acariciando a Kitty —. Los de mi club se encargarán de la actividad entonces... no veo tanta importancia en venir.

—Yo tampoco— Osano agacho la cabeza y rodo los ojos —, seria patético venir s-sin una ci-cita. ¡¿Y porque venir si puedo empezar las vacaciones antes?!

—¿Tu vendrás con alguien, Ayano-senpai?

Hanako esperaba con atención la respuesta. No sabía de alguien que hubiera invitado a su senpai, pero si aún no tenía una cita, le pediría en ese mismo momento que fueran juntos. ¡Y más tarde cuando se confesarán sus sentimientos seria todo más romántico!

Osano y Amao no podían bailar por obvias razones. Pero también estaban muy pendientes a lo que la chica fuera decir.

Amao no quería estar delante de todos sus compañeros actuando raro y solo, por eso mejor prefería no asistir. Pero tal vez si Ayano aceptaba sus sentimientos, no sería tan malo... Pero no debía emocionarse de más. Incluso si empezaran a salir, no podría siquiera tener un baile decente con ella.

A Osano le encantaba la idea del baile, y estaba seguro que si le pedía a Ayano que fuera su cita ella le diría que sí. Pero, le daba vergüenza preguntárselo. Y tampoco es que pudieran hacer mucho en el baile estando él en silla de ruedas. Aun así, el baile de Navidad sería el último viernes que asistirían a clases, no era obligatorio participar, pero también era su última oportunidad de confesarse bajo el cerezo. Su amiga ya sabía de sus sentimientos por ella y aun lo trataba como siempre, ¿sería una señal? ¿Si lo hacía bien esta vez ellos dos podrían ser novios?

Ayano había pensado en eso durante muchos días, en teoría, ya que varios de esos aún había estado bajo un hechizo. En ese entonces su primer y única opción era ir con Oko, incluso había imaginado que, al ya habérselo presentado a su mamá, ambos podrían usar el evento para fantasear con cómo sería su boda. Ugh.

El ultimo baile que había tenido había sido el de Halloween, en donde había bailado con el fantasma de ópera. Le había encantado bailar así con alguien, pero... ¿con quién podría hacerlo ahora? Aunque le encantaría ir con todos sus amigos, era algo implícito que solo podría estar con una persona ese día.

Más encima, era dentro de dos semanas todavía. No se sentía con la confianza de hacer planes cuando no sabía si dentro de unas horas su mamá la felicitaría o la regañaría. Todo dependía de su plan para salir con Taro.

Taro. Estaba tan concentrada pasando un lindo rato con sus amigos que había olvidado dejarle la carta en su casillero. ¡No podía ser tan despistada ese día!

—Seria lindo, pero no sé si pueda venir. Quizá mamá planee algo para que pase tiempo con ellos. Creo que es lo menos que pueden hacer luego de dejarme tantas semanas viviendo sola— se excusó fingiendo una sonrisa. Se levantó y recogió a Kitty de las piernas de Amao para acomodarla en sus brazos —. No me tardo, debo llevar a esta niña con su papá o me seguirá rompiendo las medias en casa. Cualquier cosa mándenme un mensaje.

No le tomaría mucho rato, pero igual no le gustaba dejarlos solos. A ninguno de los tres. La gatita se acomodó mejor y comenzó a ver con curiosidad los pasillos para tratar de averiguar qué tan lejos estaban de su antigua casita, días atrás había deambulado sola, pero ver todo desde tan arriba era extraño.

No les tomo mucho llegar al primer piso, y una vez llegaron al pie de las escaleras, Ayano se enfocó en ver las dos opciones que tenía: podía girar a la izquierda para ir rápido con Osoro, o seguir derecho para llegar a los casilleros.

Se comenzó a morder los labios con indecisión, acariciando el lomo de Kitty para relajarse, quien al sentir que la chica no estaba bien trató de distraerla con maullidos y besos. La azabache la miró con ternura, y a modo de decirle gracias, le acaricio su nariz unos instantes.

Avanzó y levantó a la minina para que se pasara a sus hombros. Unos metros después tuvo los casilleros a su alcance. Busco con calma el que correspondía a Taro y sacó la carta de su falda. Observó por segundos eternos el sobre blanco, frotando sus dedos para ver que estuviera bien cerrado. Esto era lo que quería, así que no había razón para no hacerlo.

Deslizó el sobre y todo quedo hecho. Diez semanas después de conocerlo, por fin había puesto su carta ahí.

¿Qué sentía por eso? No estaba segura, podía ser felicidad, pero no era por Taro, tal vez por lograr su objetivo. Pero pensar en verlo más tarde en el cerezo no le daba la misma sensación de alegría paralizante que había experimentado antes. No sabía que sentía, ni que debía sentir.

—Vamos con tu papá, bebé. Tal vez no lo vea el próximo año y lo extrañare mucho.

Cuentos de hadas eran lo que solían contar los papás a los niños antes de dormir, y si, su papá lo hacía muy seguido con ella en años pasados. Pero su mamá prefería siempre narrarle la misma historia de amor: la de como habia encontrado ella al amor de su vida y que como desde entonces nada le importo más que él. En la historia le explicaba como habia dejado las clases presenciales para acabar la escuela en línea, romantizándolo con la explicación de que su amor era tan grande que no quería separarse de él jamás. No habia ido a la universidad. Solo tenía una o dos amigas a las que hace meses no veía. Soportaba su trabajo para tener a su esposo a su lado. Todo lo que le contaba, siempre terminaba de la misma forma.

Y entonces naciste tú. Lo más hermoso que pudo llegar a nuestras vidas: una prueba física de cuanto nos amamos Jokichi y yo. Sé que no lo entiendes ahora, cariño. Pero algún día, cuando estés completa, entenderás mi felicidad por verte cada día.

Y vivirás como todas las Aishi lo hemos hecho; dejaras todo, porque sentirás que nada te importara más que su amor.

Al menos esperaba que le dejara terminar el año bien. Quizá hasta la lograba convencer de dejarle ir al baile, y hablar por última vez con sus amigos.

Regresó sobre sus pasos y tomo el otro camino para llegar con Osoro. Kitty dejo sus hombros para volver a sus brazos y comenzar a jugar con un mechón de su cabello. Tal vez por estar tan pendiente a la gatita y asegurándose de que no tuviera síntomas de malestar, fue que no escucho los pasos que iban tras de ella.

Los pasos eran firmes y rápidos, aquella persona que la perseguía quería alcanzarla a toda costa. Y cuando esa persona la tuvo de frente, solo necesito estirar su brazo y pudo sujetarla en el acto, obligando a la chica Aishi a detenerse. Ayano sintió que alguien la tomaba del hombro y la giraba, no habia sido un movimiento brusco, pero sin duda la desconcertó. Miró sobre su hombro a la persona, molesta y confundida de porque le habia hecho eso.

Pero los pensamientos se borraron en cuanto vio quien le sonreía con suficiencia y posaba con ambas manos en la cintura. Hace mucho no le veía, ni siquiera en el almuerzo cuando se suponía que todos los lideres estaban en su salón.

Era una linda sorpresa.

—Por fin tengo a la rompecorazones número uno de Akademi ante mis ojos. ¿Debo pedir un deseo o algo así? Hace milenios que no sé nada de ti, chica— Miyuji suavizo su sonrisa y se colocó mejor frente a la azabache para ponerle ambas manos en sus hombros —¿Estas bien?

—¿Por qué no lo estaría? — respondió devolviéndole la sonrisa y tomando a Kitty con un solo brazo como si fuera un peluche —¿Tú como estas?

—Yo de maravilla, pero tú eres la que termino con cierto líder sombrío que conozco. Ok, estoy al tanto del "Contacto cero", pero eso no incluye al resto de líderes. ¡Me preocupas, mujer!

Oh cierto, ni Miyuji ni el resto de líderes (el resto de Akademi, más bien) sabían de cómo había sido su relación con Oko Ruto y porque habían terminado. Como sus amigos conocían todo el contexto y habían sido los que la ayudaron a liberarse, los tomó como únicos apoyos emocionales para lidiar con la sensación de haber sido una marioneta. No se le habia ocurrido buscar consuelo en Miyuji, ni Uekiya; ni siquiera había tocado el tema con Midori.

—Lo siento, no era mi intención ignorarte. Es solo que, vaya, han pasado demasiadas cosas y no puedo estar triste porque debo arreglarlas. Ahora mismo mi vida es una basura y, solo quisiera dormir y que todo volviera a la normalidad cuando despierte.

—Oh, Yan-chan— la guitarrista abrazó a su amiga y le sobo la espalda con cariño —. ¿Es por lo de Oko-kun?

—Es por todo.

Ayer se había desahogado un poco con Osoro. Pero nunca podría ser sincera al cien por ciento de lo que le preocupaba; no podía decir que después de tantas muertes y de intentar destruir a sus propios amigos le causara conflicto que aún no tuviera el corazón de su senpai. ¿Cómo explicar que tenía miedo de que su madre, una asesina, la lastimara por no cumplir con los estándares familiares? ¿Cómo contar que era una niña que nació rota? ¿De qué forma podía decir que en sus hombros recaía el saber que sus antepasadas habían matado por amor y esperaban que ella hiciera lo mismo? ¡¿Cómo decir en voz alta que no podría ir al baile con nadie más que Taro porque su madre la obligaría?! ¡¿NI SIQUIERA ACEPTABA QUE SU CORAZÓN YA NO SABIA A QUIEN AMABA?!

—¡Yan-chan! — Ayano cayó al suelo de rodillas y entre lágrimas que marcaban su camino por sus mejillas. No lloraba a viva voz, pero su dolor debía salir de alguna forma y había escogido el camino de sus ojos. Miyuji se hinco frente a ella y Kitty se paró en dos patas para tratar de lamer sus lágrimas —Tranquila, tranquila Yan-chan. Todo se puede arreglar, créeme que de verdad todo.

Ambas se quedaron sentadas en el suelo por unos minutos hasta que la azabache consiguió sacar todo el dolor que pudo. Guardaron silencio hasta que ambas sintieron que estaba bien continuar su charla.

—Perdón por eso.

—No te disculpes, nena. Estamos hechos para llorar, hay que hacerlo para que estemos bien. ¿No lo hiciste luego de que Oko-kun y tú terminaron?

—No. Él y yo rompimos de forma rara, sentí que podía solo huir y que con eso ya todo estaría mejor. No pensé que de verdad me pusiera tan triste— eso, y todos los demás problemas que estaban queriendo asfixiarla. Pero a eso se refería, no podía decir todo como era —. Me siento libre, pero igual que me equivoque.

—Por eso debes hablarlo con amigas igual. Tus amigos son geniales, pero tal vez ellos lo vean distinto. Me atrevo a pensar, que, mmm... ¡Aja! Ellos son muy protectores contigo, lo tomarían como que él estuvo mal y que estas mejor sin volver a verlo. Pero, no pensaran en cómo se siente tu corazón. Puedes estar bien por fuera, recuperar vida y que tu brillo venga a iluminar estadios; pero tu corazón sigue roto, Yan-chan. Como diría mi estimado Kaga-kun en una forma lingüística que le quemaría las neuronas: es una fractura, y eso no se cura por arte de magia.

Llevaba separada de Oko dos días nada más. No decía que esa relación estuviera bien ni fuera sana, pero a veces, claramente sin contarlo a los chicos y cuando estaba en casa, solo cerraba sus ojos y recordaba los momentos juntos. Los de antes y durante el hechizo. Y tal como habia dicho el viernes, no podía odiarlo. No podía por los recuerdos que aún le daban cierto calor en el pecho, y porque al fin y al cabo ¿Qué los hacia diferentes a ella y a Oko? Solo que él no había aprendido a dar amor de forma correcta porque todos lo menospreciaban, y ella había nacido sin la capacidad de hacerlo.

Tal vez el origen era distinto, pero la verdad es que eran dos monstruos que acababan haciendo cualquier cosa por un amor obsesivo.

—Debí buscarte antes— murmuró mientras miraba a su lado y veía a Kitty aguardar recostada.

—Tu solo di cuando y vamos a donde sea para respires paz. Claro, con unas tres pizzas, dos botes de helado y mucha fibra porque costara sacar todo eso.

Ambas rieron en voz baja. Sus problemas aún existían y cada minuto estaban más cerca de impactar con su realidad, pero, había sido bueno hablar con Miyuji. Ojalá tuviera su vida, o al menos su fuerza para mantener la calma ante los problemas. Ella era increíble.

—Te llamare pronto entonces. Tú, Uekiya, Midori, Pippi y yo.

—Cool, mientras más mejor. Necesitas una buena dosis recetada de salidas con tus amigas; pero no te confíes, tal vez seamos más caóticas que los chicos. ¡Oh, espera! Diablos. La salida sigue en pie, pero debemos planearla con tiempo, aún me toca acabar con mi actividad para el baile y estoy muy atrasada. Kaga-kun y Geiju-kun ya me ganaron.

—¿Qué harán los tres?

—Pues Geiju-kun no nos quiere contar aún lo suyo, pero por todo lo que a amontonado en su club parece interesante. Yo escribí una canción de apertura épica y también la gente nos retara a crear canciones con acordes específicos; por eso tengo muchos instrumentos que traer de mi casa todavía.

—Wow, suena bastante original. ¿Y Kaga-kun?

—Mi loquito no sé qué está haciendo tampoco, solo nos dijo que ya termino. Pero convenció al presidente de darle libertad científica o algo así. Supongo que entre genios se entienden. Solo me entere de que estuvo poniendo pantallas en varios sitios de la escuela y tratara como que...

—Miyushan, reconozco que tal vez mi voz no transmite la frecuencia correcta para volverse irrefutable, pero estoy seguro de que tu corteza cerebral está en las condiciones óptimas para reestablecer tus prioridades. ¡No me descalifiques! — Kaga Kusha salto desde la puerta que llevaba a la plaza, espantando a ambas chicas por igual. A primera vista el líder de ciencias se veía normal, ósea... tan loco como siempre. Pero, solo tal vez, se le notaba más alterado y errático de lo usual. Pero con él eso no podía saberse —¡Mi experimento está en auge! ¡Mi pase que sintetiza todo lo que será la vida a partir del fin! Si metes partículas incorrectas en la formula, todo acabara en catástrofe nuclear, ¡los detonantes genéticos, ¿no lo entiendes?! ¡El futuro de la genética y de la conquista mundial está ocurriendo ahora! No es tiempo de variables, no hay oportunidad de desequilibrio atmosférico. ¡Rápido!

—B-Bro, cálmate ¿quieres? Donde yo me pare, o me siente, o lo que sea no tiene por qué afectar tu hipote...

—¡Eones! ¡Estos cálculos hubieran costado eones, pero pude tenerlos en diez semanas! ¡Tú no estás en la X aclarada, debo despejarte ya mismo de la Y o la raíz cuadrada se verá comprometida por el porcentaje necrótico de respuesta! ¡Te estoy salvando ¡¿no lo entiendes?!

Kaga acabo de forma abrupta su discurso y fue solo para tomar a Miyuji del brazo y ambos irse corriendo de ahí. Ayano no sabía cómo tomarse aquello, quizá porque ni había podido entender alguna palabra de lo que el peligris había dicho. Parecía ser algo importante o al menos urgente. Quien sabe, cosas de líderes prefería pensar.

Se levantó y se sacudió la falda y la blusa por comodidad. Kitty se estiró y comenzó a correr por el pasillo hacia la salida que las llevaría a los vestidores. Osoro debía estar ansioso esperando a su mascota y ya se habían tomado más rato de lo que planeaban.

Falta 1 hora 25 minutos para la confesión

Info-kun tamborileaba sus dedos sobre el mouse. No dejaba de ver la hora cada dos minutos. El resto del tiempo lo estaba utilizando en ver las cámaras, espiando y siguiendo cada paso que daba Ayano. La chica había estado moviéndose mucho en ese rato, no sabía si buscando a alguien o solo haciendo tiempo para esquivar el inevitable destino.

Claro que habia visto la carta en el casillero de Taro. Pero no mando a su hermana a sacarla. Esa carta debía quedarse ahí pasara lo que pasara.

Luego de casi una hora, vio que la azabache entraba al baño del primer piso con la gatita siguiéndola fielmente. Volvió a ver la hora y un escalofrió punzo su columna vertebral.

El momento había llegado. El día por el que habia seguido existiendo todos estos años estaba a su disposición, y estaba listo para empezar a desatar el caos.

Abrió en un monitor la app de mensajería. Luego de teclear unas cosas en otra pantalla, vio que todos los chats que habia en la primera se distorsionaban en pixeles irregulares hasta que tomaron la nueva forma de otros chats completamente distintos.

Escribió un mensaje corto, pero poderoso. Con ayuda de un código lo preparo para que terminara en distintas conversaciones. Respiró hondo y presiono enter para enviarlo. Confirmo que todos lo hubieran leído y volvió a centrarse en las cámaras para ver que se hiciera lo que había ordenado.

Asi fue.

Se ajustó los lentes y con un clic los chats del primer monitor volvieron a ser como al inicio. Ubico a la persona que quería y rápido le informo de la situación.

Todo empezaba bien, pero debía andar con cuidado. Este plan le gustaba por como iría avanzando, pero le ponía ansioso depender de que todos hicieran lo que se supone debían hacer, depender de sus propios rehenes era algo que le daba alergia.

Envió el nuevo mensaje y listo. Hasta ahí era todo lo que podía hacer, más tarde movería otras fichas, pero ahora su turno habia acabado. Y empezaba el de Ayano.

La chica Aishi salió del baño y miro en su teléfono la hora que era. Se habia distraído de más con Osoro, luego con Aso y hace un rato Kizano le habia dicho que si quería podía pasar la tarde con en su club, que con gusto ponía a todos a atenderla y tratarla como una princesa. Incluso se volvió a topar con alguien que de nuevo no veía desde hace tiempo: Horuda. Ambas habían pasado un rato en la plaza charlando y jugando con Kitty hasta ese momento en que habia tenido ganas de ir al baño.

Los choferes vendrían pronto por Osano y Amao, así que debía regresar ahora para ayudarlos a bajar las escaleras.

Lo bueno de platicar con tanta gente es que la hacían olvidarse de sus responsabilidades. Y también fue la mayor principal por la que se puso los audífonos y empezó a andar hacia las escaleras con música muy alta de fondo, sus pies giraban y se movían al ritmo de la canción. Parecía cosa de un sueño bailar como si nada en pleno pasillo con música que solo ella oía, pero no le interesaba, su cuerpo vibraba con el ritmo y nadie le impediría subir las escaleras así.

—¡Oye! — una de las orejeras fue jalada y con eso la música bajo de volumen, escuchándola ahora a medias. Mareada y confundida por aquella sacudida de sonido, Ayano recobro la postura y miro a quien le habia estado hablando y no habia podido escuchar. Budo Masuta —Disculpa, es que no me oías.

—Sí, perdón, perdón— volvió a dejar colgados los audífonos de diadema en su cuello y le dio su atención al líder —. ¿Qué me querías decir?

—Es que acabo de ver que dejaron una nota en tu casillero. Quizá debas revisarlo.

—Eso es...raro. Gracias, iré a ver que es. Y perdón, otra vez— curiosa por lo que podía ser eso, paso de largo al líder de artes marciales y se dirigió a la entrada del edificio.

No había nadie cerca, y Kitty tampoco parecía detectar a nadie porque solo le prestaba atención a ella. Su casillero se veía intacto, por lo que por unos segundos dudo si realmente Budo había visto a alguien o se lo habia imaginado. Quizá y alguien si había dejado una nota, pero no en su casillero. En fin, ya estaba ahí y solo faltaba revisar para ver si era cierto o no.

Miro el interior de su casillero. Ahí estaban sus zapatos, alguna que otra libreta, papeles que debía tirar a la basura.

—¿Una... nota? — estaba algo escondida, pero no lo suficiente porque era una hoja de un color diferente al resto. Notable pero no visible, parecía que querían que la viera en el momento adecuado en vez de al primer vistazo a su casillero. Sin duda era extraño, pero cada persona era un mundo. La sacó y le dio la espalda a su casillero para recargarse ahí y leer de que se trataba esa nota —Quiero hablar contigo sobre... ¿actividad sospechosa? Por favor, búscame en la azotea a las 4:30 pm. Espero verte ahí.

¿Qué quería decir con actividad sospechosa? El único que sabía de las muertes y los secuestros era Megamo. Pero esto no parecía ser cosa suya. ¿Alguien más la habría visto? Habia sido muy cuidadosa, pero quizá algo se le habia escapado. Ir podría ser buena idea para demostrar que no tenía miedo, pero si tenían pruebas de sus actos tal vez era mejor evitarlo.

La nota decía a las 4:30. Reviso su teléfono y casi grita del susto al notar que eran las 4:35 ¡ya iba tarde! Cargo a Kitty con cuidado y le sujetó la cabeza para que no se sacudiera mucho, pues luego de tomarla había salido corriendo a las escaleras para ir directo hasta lo más alto de la escuela. Podía ser bueno o malo, pero en caso de que fuera algo en su contra ya se las arreglaría para mostrarse inocente.

Llego agitada al tercer piso, pero ya solo le faltaban unos pasos para llegar hasta arriba. Se permitió parar cuando llegó al descanso de la última escalera, queriendo recuperar el aliento para que, quien sea que estuviera ahí, no la tomara con la guardia baja. En lo que regulaba su respiración, se percató de que en el último escalón de hasta arriba había algo. Respiro hondo por última vez y continúo subiendo.

Llegó hasta arriba y recogió el misterioso objeto, rápido se dio cuenta de que era una caja de cartón. Era rectangular, pequeña y no tan alta. En uno de los lados tenía un mensaje muy sencillo, pero que se veía extraño porque parecía que varias letras habían sido escritas por personas diferentes.

Para Ayano Aishi.

Kitty se estiro y empezó a olfatear la caja en busca de algo sospechoso. Lo que parecía no ser el caso, la chica lo agitó y no aparentaba tener algo pesado dentro, por lo mismo estaba bastante liviana. La minina se retrajo, no olfateando nada peligroso, pero meneando la cola con lentitud, alerta y con una sensación de incomodidad.

De un segundo para otro escucho ruido del otro lado de la puerta que le abría paso hacia la azotea, era un sonido muy bajo, pero ahí estaba. Sujetó la caja bajo su brazo y se decidió a saber que rayos era todo lo que pasaba ahí y quien le había dejado eso. Su mano llegó a sujetar la manija, pero por desgracia algo del exterior termino empujando la puerta y tirándola en el proceso hasta dejarla en el piso.

Tanto la caja como Kitty salieron disparadas lejos de ella, a la vez que un cuerpo desconocido caia sobre ella obligándola a estar inmovilizada. El impacto de su cabeza con el suelo fue horrible, haciendo que su vista temblara y se apagara por un instante. Cerró sus ojos con fuerza para procesar el dolor y que se disipara pronto, pero los entre abrió con preocupación cuando sintió que aquello que la tenía atrapada se movía contra su cuerpo.

Era una persona. Tenía cabello largo y oscuro, pero no podía verlo bien porque no conseguía fijar bien la mirada en su rostro.

—¿Yan-chan?

Pero su voz la reconocio en seguida. El dolor paso a segundo plano y levantó la cabeza con algo de esfuerzo para ver a aquel que la obligaba a estar debajo suyo. Confirmo lo que creía, y las palabras se trabaron en su garganta incapacitándola de pedirle que se alejara de ella.

Era Oko Ruto. La tenía rostro con rostro, y por lo que sentía sus piernas también estaban atrapadas por las de él. Ayano era fuerte y si lo empujaba con fuerza seguro se lo quitaría de encima, pero... estaba tan cerca, y la piel ajena le daba escalofríos. Él lo noto, aunque no pudo hacer nada tampoco ya que alguien más lo quito del cuerpo de su amada.

—¿Qué crees que estas haciendo? — Aso había tomado al ocultista de la parte trasera de su chaqueta, levantándolo del suelo y dejando libre a la azabache. El deportista tenía una expresión tan fría y molesta que Ayano no sabía si levantarse para agradecerle o para salir corriendo de ahí.

Lo que hizo fue arrastrarse a donde Kitty estaba, tomándola en sus manos para revisarla y ver que no le hubiera pasado nada, suspirando de alivio cuando se aseguró de que estaba bien. La caja también estaba ahí, así que la tomó y se puso de pie.

—¡Yan-chan! / ¡Ayano-senpai!

Escuchar su nombre la hizo girar hacia las afueras de la azotea, olvidándose por un instante que estaba ahí por una invitación anónima. Y, bueno, la escena delante de sus ojos si bien no era imposible, si podía calificarla de desconcertante.

Ya había visto a Oko y a Aso, pero sin duda no estaba solos ahí arriba. En la azotea la esperaban también Osano, Amao, Kizano, Osoro y Hanako. Todos sus amigos estaban ahí.

Fue esa confusión y la curiosidad lo que la hicieron adentrarse de lleno al último piso y cerrar la puerta a sus espaldas. Aso arrastró a Oko lejos de la salida y ella se colocó delante de los demás; los observo uno por uno, tratando de armar un rompecabezas que ni sabía de qué era ni cuantas piezas perdidas había.

—¿Qué está pasando aquí?

—Oye, baka. Está bien que quieras llevar esto como prefieras, ¡pero no estoy de acuerdo con que ese pervertido este aquí! Dile que se vaya, ¡ahora!

—A mí tampoco me gusta— gritó Hanako quien agitaba sus brazos en señal de desaprobación, parecía que bailaba el gallinazo —. Esta loco y solo quiere seguir lastimándote; no lo quiero aquí.

Todos comenzaron a decir su opinión hacia Oko, claramente negativa. Confundiendo más a la asesina y obligándola a alzar la voz para poner orden en todo eso. Algo no le estaba encajando.

—¡Alto, esperen! ¡¿Por qué me lo dicen a mí?!

—Porque tú lo invitaste, senpai— Hanako respondió con sus mejillas infladas, molesto por que lo habían invitado a la azotea igual que al resto, y porque ese estúpido también estaba ahí —. Ya le dijimos que no lo queremos aquí, pero no deja de repetir que tú lo invitaste por mensaje, y que si no le dices que se vaya no lo hará. ¡Entiende que ella no te quiere, imbécil!

—Yo no le mande ningún mensaje— se defendió avanzando más hacia donde ellos estaban —. Desde el miércoles lo bloquee de todas mis cuentas.

—¡Sabia que este inútil mentía! — Osoro hizo tronar sus puños, más que listo para darle una lección. Se acercó a donde Aso lo mantenía vigilado. Quería ver si por una vez en su vida el niño bueno y él podían estar de acuerdo en algo — ¿Vas a ayudarme a partirle la cara o tendré que mandarlo a la enfermería solo?

—... creo que no sirve ser educado con él.

—¡Oh, magnifique! El arte de la guerra une naciones— vitoreó Kizano sacándose la capa y doblándola para dejarla en manos de Ayano. Le sujetó su mano libre y como todo caballero le planto un beso en el dorso de esta —. No temas, mi lady. Con este par de esbirros sacaremos a la maligna bestia y le haremos pagar por sus fechorías. Tu espera aquí con el resto de tú corte y cuando volvamos resolveremos el motivo por el que nos convocaste. Sinceramente, darling, espero que yo esté aquí por accidente.

—¿Comó...? Pero, tampoco te mande un mensaje, Kizano-kun— se apresuró a decir. ¿De qué mensaje hablaban? ¿Todos estaban ahí porque "ella" supuestamente los había hablado? Wow, que obedientes.

—¿Entonces no me querías aquí para eso? — el actor dibujo una enorme sonrisa de alivio y rio de emoción al sentir como volvía a respirar con paz —¡Grazie mille! ¡Sabía que mi destino me aguardaba algo más glorioso junto a ti, mi hermosa Julieta! Permite que custodie a este zángano fuera de tu vista y luego podrás continuar con tu mito para con tus amigos.

—¿Mito? — estaba entendiendo cada vez menos. Con más dudas que respuesta en su mente, sacó su celular y lo desbloqueo para demostrarles a todos ahí mismo que no les habían mandado nada —¿Qué...?

Eso no era posible. Un mensaje, que, por supuesto no había escrito, había sido enviado a todos los chats de sus amigos. A los de cada chico que estaba ahí en la azotea con ella.

—¡¿Se lo enviaste a él por error, pero a mí sí?! — gritó Osano rojo de furia. Parecía que de tanto enojo se le olvidaría que no podía caminar y correría hacia ella para reclamarle de frente —¡Eres una tonta! ¡Tonta y rencorosa! ¡¿Sabes que fue difícil subir hasta aquí con esta maldita silla?! ¿Sabes qué? No me hables, porque no escuchare nada de lo que digas y entonces no te daré el gusto.

La situación estaba alterándose mucho. Y en cuanto vio que Hanako y Amao también empezarían a quejarse, abrió un chat al azar y se puso a leer eso que tenía a todos preocupados, enojados y quien sabe cuántas cosas más que no temían en ponerse a atacarla todos juntos.

"Hey, sé que nos vimos hace rato, pero me daba vergüenza decírtelo. Eh estado pensando sobre mis, pues, sentimientos por ti. Pensé mucho durante estos días y traté de imaginar si podía estar contigo en el futuro. Creo que estoy muy confundida, y no siento que pueda corresponderte. Pero si quiero que no dejes de ser mi amigo, pase lo que pase quiero que sigas siendo eso para mí.

Ven a verme en la azotea a las 4:30 pm. Quiero cumplir contigo el mito de la terraza al anochecer. Si, aun no será de noche, pero tengo que volver temprano a casa. ¿Si funcionara? Ojalá que sí. Perdón, estoy nerviosa. Te espero ahí."

Era el mismo mensaje en cada uno de los chats. Pensaban que ella los había llamado para prometer amistad eterna. Por eso querían que echara a Oko, y por eso Osano estaba ofendido de que Kizano fuera por accidente, pero él no. ¿Pero cómo diablos esos mensajes habían llegado solos?

Aso y Osoro ya estaban a punto de sacar a Oko de ahí, seguidos de Kizano que andaba bastante feliz. Y por el otro lado ya tenía a Hanako diciéndole que no podía ser tan injusta, y a Amao demasiado callado, pero con tics nerviosos que delataban que podía darle un ataque por tantos sentimientos mezclados.

¡Debía detener eso ya!

—¡BASTA! ¡Yo no le envié nada a nadie! ¡Ni si quiera sabía que ustedes estaban aquí! —Ese gritó freno a todos los presentes. Parándolos en seco y provocando que voltearan a verla. Ayano se sostuvo la cabeza y negó con lentitud, sintiendo como estaba queriendo darle un dolor de cabeza —No los llame para cumplir ningún mito. Para empezar, ¿porque lo haría con todos juntos? ¿Y por qué... llamaría a Oko-kun? Perdón.

Ambos se vieron por un instante, apartando luego sus miradas con vergüenza por el desplante. Ella sabía que era la que menos necesitaba disculparse, pero es que solo no podía ignorar del todo la presencia del peliañil. Era increíble que a pesar de tantas cosas que este le había hecho, su corazón resultaba ser tan blando que tratarlo mal o sin importancia le daba una punzada en el pecho.

Con él le pasaba lo opuesto que cuando había empezado a sentir. Tenerlo cerca le causaba sentimientos de miedo e incomodidad tan horribles que era como si la ataran con grilletes para que no pudiera hablar ni escapar. Pero si lo veía de lejos, solo sentía pena por cómo habían terminado las cosas entre ambos.

—¿Y qué haces aquí? — Amao, con su falta de filtros, liberó la pregunta que todos tenían carcomiéndoles la cabeza por la revelación. Si su amiga no había ido a verlos por el mensaje, ¿entonces que hacia ahí? —¿Por qué viniste?

—Porque dejaron esta nota en mi casillero— Kitty se pasó a sus hombros para darle mejor movilidad y saco de su falda el papel rosa que le habían dejado. Como aquellos que se iban regresaron para ver de que hablaba, le entrego la hoja a Osoro y este comenzó a leerla, dándose cuenta de que Ayano en verdad no sabía nada del mensaje de texto y había llegado hasta ahí por otra razón —. Estaba por volver al segundo piso cuando me dijeron que alguien había dejado esto en mi casillero. Vine para saber que querían decirme.

La nota paso de mano en mano, haciendo que todos se relajaran, pero igual que se confundieran con el contenido de esta. ¿Por qué la azotea? ¿Por qué a la misma hora que los habían citado a ellos? De hecho, ¿por qué todos habían sido llevados ahí por separado?

—¿Por qué dice... "actividad sospechosa"? — inquirió Oko en voz baja, preparándose por si le daban otro golpe o volvían a exigirle que se fuera de ahí. Pero fue lo opuesto, pues la única persona que podía responder esa incógnita era su amiga, a quien todos volvieron a observar en espera de una respuesta.

—No estoy segura— acarició a Kitty que seguía echada tras su cabeza y fingió no saber nada sobre ese tema —. Pensé que quizá alguien me había visto en el maid café, o que se habían molestado por quedarme tanto tiempo en la escuela si no tengo un club definido. No sé, pueden ser varias cosas, pero venía a decirle que mi vida privada no es su problema y a dejárselo bien marcado en la cara si no entendía por las buenas.

Kizano enarco una ceja con sutileza. Detectando ruido en esa excusa; su darling no estaba siendo sincera del todo.

—O tal vez sea porque te ven conmigo— opino Osoro. Todos se alejaban de los delincuentes por una u otra razón, pero Aishi habia dejado de importarle eso y le hablaba sin pena en cualquier lugar de la escuela. Quizá alguien comenzaba a pensar mal de ella por eso.

—¿Y eso que es? — Amao se mantenía al margen en la medida de lo posible, pero en cierto momento se habia fijado en el objeto que su amiga mantenía bajo su brazo. Una caja.

—Me la encontré afuera cuando llegué. La dejaron para mí— la sostuvo mejor y les mostro como su nombre estaba escrito como destinatario. Volvió a sacudirla junto a su oído, pero aun no sospechaba que podía ser; fuera lo que fuera sin duda era pequeño, sonaba que eran varias cosas, pero no había un ruido característico que le diera una pista de que se trataba.

—¿Sera una bomba? — habló Hanako con miedo y escondiéndose detrás de Osano.

—Entonces esta defectuosa porque sigo viva— bromeó y luego revisó otra vez la caja, encontrando que todas las aberturas estaban selladas con cinta a excepción de una en el costado, notando que esa era la tapa por donde podría abrirla —. Tranquilo, Hanako-kun. No suena a que sea peligroso.

A veces las cosas más mortíferas podían venir en paquetes pequeños. Un dato que cualquiera olvidaría, pero para todos ahí, se les quedaría marcado desde entonces con fuego y acido.

Ayano abrió la caja por el lado derecho y se asomó para ver su contenido, no consiguiendo reconocer nada desde esa perspectiva. Así que inclinó el paquete y puso su mano como aterrizaje para recibir lo que fuera a salir.

Oko estaba por advertirle que para cosas de ese tipo era recomendado usar guantes. Pero cuando el contenido quedo a la vista, no fue solo él, sino todos los chicos ahí presentes que sintieron su mundo temblar y como sus bocas caían hasta el suelo del asombro. La fuerza en sus cuerpos desapareció, sus mentes quedaron en blanco absoluto y lo único que podían procesar en medio del pánico y los nervios, eran colores.

Sobres de colores.

Nueve cartas desbordaron la mano de la azabache, dejando caer la caja para tomarlas bien y que ninguna se le escapara. Kitty se estiro desde su lugar y olfateo todos los sobres con cuidado, sintiendo al hacerlo que los pelos se le ponían de punta y retrayéndose cuando sintió algo malo en ellas.

—¿Ves? Solo son...— ver que solo eran sobre de diferentes colores se alivió, sonriendo con tranquilidad con el propósito de transmitirles un poco de eso al pequeño y a los demás. Tomó una al alzar, siendo esta de color rosa suave, para verlo mejor y descubrir que significaban. Al inspeccionarlo por ambos lados, su sonrisa decayó al leer el nombre que esta rezaba —Mujo-kun.

Las observo por encima, notando que todas las cartas tenían nombres. Saco otra de color morado, con el nombre de Kizano. Fue por otra de color rojo y tenía el del profesor sustituto. Con un sentimiento de pesadez en el pecho, las siguió levantando y leyendo, encontrando todos los nombres que se podía imaginar. Osano. Amao. Oko. Aso. Osoro. Hanako. Absolutamente todas estaban firmadas y eran solo de sus amigos.

Ellos estaban en shock. Osano y Kizano sabían que había pasado algo con sus cuartas, pues estas habían desaparecido por arte de magia. Y ahora, después de tantas semanas solo aparecían como si nada. El resto de chicos no comprendía como una carta, que habían dejado con total seguridad en el casillero de su chica, había llegado a esa miserable caja.

«¿Ustedes... me dejaron esto? — inquirió ella, recuperando sus nervios y asustándose un poco. ¿Por qué había tantas cartas? ¿Qué buscaban con darle todo eso?

—N-no, digo, si ¡pero! — Aso sentía las piernas clavadas al piso, quería correr y ver si en verdad esa era la carta que le había dejado a Ayano. Parecía ser la misma, pero la había dejado guardada en su casillero, ¿Cómo estaba ahí entonces? Se suponía que ella ya la habia visto, pero habia decidido rechazarlo.

—Es mi carta— murmuró Osano en un hilo de voz. Los ojos grises de la azabache volaron hasta su mejor amigo, lo que el chico tomó de señal para continuar hablando —, la que te deje el día del incendio.

El resto se giró a verlo, dándose cuenta de que, aunque todos pesaban estar ganando terreno con su amiga, hacía semanas que Osano ya les habia ganado al dejar su ego atrás y decirle que la quería.

Ayano busco entonces entre el montón de sobres el de color naranja, sosteniéndolo con cuidado y tristeza. Ahí dentro estaban las últimas palabras que su amigo le habia dejado antes de que este quedara en coma por su culpa. Lo último que quiso decirle, y lo que pensaba de ella. Lo que tanto había deseado leer desde que supo que existía esa carta.

—Pero, yo había dejado mi carta hoy— Hanako pateó con desgano el suelo —. ¿Por qué la sacaron?

—Si no me equivoco, esa igual es la que yo escribí— agregó Kizano al reconocer el sobre de su color favorito. Y esa firma que deletreaba su nombre nadie tendrá tan buen pulso como él para hacerla, definitivamente era la suya.

—Entonces, ¿esa es mi carta? P-Por eso no llegaste— Aso empezaba a entender el patrón. Ayano no estaba saliendo con nadie, quizá porque aun sentía algo por Taro Yamada, pero también porque ninguna confesión de amor había llegado hasta ella.

Conforme todos los chicos fueron reconociendo sus cartas, Ayano comenzó a sentir que era cuestión de una brisa fuerte para irse de espaldas.

¿Cuál era la única razón por la que se dejaban cartas así en el casillero de alguien? Para una confesión bajo el cerezo. Ayano ya sabía lo que sus amigos sentían por ella, cierto. Pero si tenía todas esas cartas delante de sus ojos, siendo tantas que se le caían de las manos, eso... significaba que alguien le había estado robado todas sus confesiones.

¿Y que debía hacer ahora? Tenía nueve cartas que esperaban ser leídas y nueve chicos que se habían atrevido a pedirle que fuera su novia. Dioses, nunca se hubiera imaginado en una situación así.

En su mano los sobres se extendían como abanico ante sus ojos, y por igual, sus amigos sabían que lo próximo que ella hiciera seria crucial. Pues la carta que escogiera y leyera primero, seria de quien aceptaría sus sentimientos. ¿Qué caso tendría leer las demás si prefería una por encima de las otras cartas?

Ayano observaba todos los colores que se alzaban ante ella, como si estos pelearan por cual le atraía más. Levantó su cabeza y vio con inquietud que todos la observaban esperando su respuesta, sintiéndose todavía más bajo presión. Regresó sus ojos a los sobres y dejó que su mente volara por las infinitas opciones y posibilidades que podían salir de eso. Podía hacerlo bien, o podía arruinar todo lo que llevaba creando en diez semanas.

Su corazón latía con fuerza, asustado, feliz, confundido. Y al final, dejo que tanto su cabeza como esos latidos la guiaran por el camino correcto. Reafirmo con su mano izquierda la gama de sobres, y uso la otra para sacar el sobre que su alma quería conocer con impaciencia.

Dejo en su falda el resto de las cartas y comenzó a abrir el sobre anaranjado, leyendo de nuevo el nombre de Osano antes de sacar la del interior carta.

Viendo que su carta era la seleccionada para ser leída, la cara del pelinaranja se tiño de color rojo hasta las orejas. Después de tanto tiempo y de que más opciones de pareja llegaran, su amiga lo seguía escogiendo antes que a nadie. Le parecía increíble que siendo Ayano alguien tan... tan... linda y agradable quisiera a alguien como él para ser su novio. Sus ojos brillaron con ilusión y sintió que no había momento en que se hubiera sentido más feliz que en ese mismo instante.

Los demás miraban con desilusión como sus sentimientos eran dejados de lado. Muchos de verdad creían tener una oportunidad junto a ella, que lo que tenían con la azabache era algo real y profundo que podía durar por mucho tiempo. Los que habían tenido el placer de besarla sentían aquellos labios ahora fuera de su alcance, deseando probar su sabor una vez más, aunque fuera de despedida. Y los que no habían llegado a aquello, sentían su corazón crujir de tristeza. Tal vez pudieron hacerlo mejor, quizá dándole sus cartas en persona o demostrando más claramente como la veían.

Pero ella había decidido. No podían hacer nada contra eso más que respetarlo y felicitarlos a ambos.

Ayano desdoblo la hoja de papel, y con rojo en sus mejillas comenzó a leer la carta de su mejor amigo. Sus ojos repasaban con velocidad las palabras, haciendo que más pronto que tarde, su cabeza se inclinara en confusión y su ceño se frunciera con... ¿Qué sentimiento valía al leer algo como eso? Giró el papel de distintas formas tratando de encontrar otro modo de leer la nota, pero era imposible. Lo que estaba leyendo, era tal cual lo que decía.

—¿Qué demonios...? — su disgusto fue mayor que su pensamiento rápido, soltando aquello de forma oíble para todo. Trato por última vez de verlo al derecho, al revés, esperando que solo estuviera malinterpretando el mensaje. Sin saber que decir, bajo de golpe la carta y giró a donde Osano la veía sin interrupciones —¿Qué es esto?

—¿Co-Como que qué es, tonta? ¿Tengo que leértelo para que puedas entenderlo? Solo me faltaba que no supieras leer— esas palabras de enojo y ofensa, escondían su pánico de que lo que habia escrito hace tantos días no le estuviera gustando a Yan-chan, sintiéndose que le daría un ataque de nervios —. ¿Qué acaso no escribo lo suficientemente bien para tu gusto? ¡Deberías agradecer que me gusta una chica tan bruta como tú!

—¡¿Qué?! ¡¿Agradecerte?! — apretó el papel con furia, arrugándolo sin poder hacer nada más. Respiró profundo y volvió a alzar la carta frente a su rostro para toparse de nuevo con esas oraciones que la tenían sin saber cómo reaccionar —Pues si es tan bueno como crees, ¡que todos lo oigan a ver si estoy loca!

Por accidente nos conocimos, y poco a poco me di cuenta de lo que sentía por ti, con cada día a tu lado menos quería dejarte ir. Siempre estaba solo, apegado a personas que no quería soltar por miedo a mi soledad.

Pero no sabes esto de mí, que años antes ya te conocí. En un chat solitario te encontré y como garrapata a ti me pegué. Odiaba a todos y solo contigo quería hablar, no quería que me dejaras y con nadie más hablaras. Fuimos novios por chat, sin conocernos cara o voz en realidad. Es porque soy un raro, que en persona nunca bien podrá socializar.

¿Pero te cuento algo peor? A veces fantaseo, cuando me molestan de más, con poderlos a todos matar.

Los rostros de alarma de todos se encendieron. Viendo con pánico y sorpresa al chico en silla de ruedas. Osano comenzó a sudar frio, seguro de que él no había escrito eso así. Pero, sobre todo, asustado de que alguien supiera su oscuro secreto.

Antes de que Ayano pudiera dejarlo decir algo, saco otro sobre, siendo este el de color menta que tenía el nombre de Amao. Sin tanta parafernalia lo leyó con a gran velocidad, reaccionando aún peor. Eso no podía ser real, debía estar en medio de una pesadilla para que eso fuera cierto.

—¿Yan-chan? — Amao estaba por comenzar a pedirle explicaciones a Osano, pero no perdió detalle de que ahora su carta era la que estaba siendo juzgada por la chica. Se vieron solo por unos cortos momentos, antes de que ella abriera la boca y comenzara a relatar la segunda carta.

Eres increíble. A veces como un pastel de chocolate que no me deja de encantar, pero otras como si la leche se hubiera caducado.

Llegaste a mi vida de forma inesperada, pero muy rápido me acostumbre y me encariñe. Eres la mezcla perfecta de dulzor y amargura, el postre más bello y toxico que pude encontrar. Quiero cocinar para ti todos los días, quiero que comas solo lo que yo te dé, que mi comida la disfrutes como lo único que no vomites. Volverte bulímica por mí ha sido un hermoso detalle para demostrarme tu amor.

¿Te cuento un ingrediente especial? Uno que nunca volví a utilizar. Un día me equivoque, y el veneno de ratas en un cheesecake agregue. La persona murió, que pena me da, nunca podrá decirme que le pareció mi obra letal.

Amao gritó del espanto, viendo con pánico a todos ahí. Eso había sido un accidente ¡en serio! No habia sido su intención, y sabía que estuvo aun peor no haber confesado para evitar la responsabilidad, pero es que tenía mucho miedo de ir a la cárcel. No podía dejar que lo llevaran a un lugar así, solo se había equivocado una vez y la culpa no dejaba de atormentarle.

Incapaz de hablar de forma correcta para defenderse, solo pudo encogerse sobre sí mismo y echarse a llorar.

Ayano no estaba comprendiendo porque las cartas decías cosas tan feas. O si en serio le habían escrito todo a propósito. Saco la carta de Kizano sin más, y este cuando notó que su sobre estaba siendo abierto, se lanzó corriendo hacia su Julieta para evitarlo. Pero igual le fue imposible salvarse.

Oh mi hermosa princesa, tan bella como sangre cristalizada. Cruda y eterna como debe ser la violencia de tu ser. La que baila a gusto con el fantasma de la opera intruso, el que esconde mis demonios mientras finjo ser un ángel que todos amen.

Ahora te recuerdo, tal como un cuento dice: mucho tiempo atrás, cuando este príncipe no veía bien ni mal. Cuando solo quería poder, y el romance que mis padres mostraban me hacía querer a una princesa conmigo. ¡Me dije que un villano sería, y una hermosa asistente atraparía! ¿Lo ves? Desde esas clases de kínder donde te ordenaba y tu acatabas. Desde que te obligaba a empujar a todos para que yo avanzara. Tenerte a mi lado para cumplir mis caprichos ha sido glorioso, y aun a pesar del tiempo me sigues sirviendo. Y colorín colorado, aquí estamos muy enamorados.

¡Oh, ¿pero sabes cuál fue el máximo momento de nuestro espectáculo? Quería encontrarte y ser alguien para ti, alguien capaz de hacer todo para ganar. Alguien que por conservar mi corona y un apellido que robe, con gusto piernas, brazos y carreras arruine. Las obras que me hicieron a la cima llegar, fueron las que con sangre y trampas pude arrebatar. Eso no te alejara de mí, ¿verdad, mon chéri? Me amas incluso cuando tu bello rostro, con mis golpes e ira, hice sufrir.

Kizano sostuvo su rostro con pánico, miro a aquellos que al público lucido que seguía escuchando las cartas y retrocedió con miedo de enfrentar sus pecados. ¡Había hecho lo que tenía que hacer! ¡Debía demostrar que sus padres no se habían equivocado al recogerlo de la inmundicia! ¡El podía ser un príncipe del escenario! ¡HABIA NACIDO PARA SERLO! ¡Ningún Sunobu podía ser otra cosa, solo protagonista! Los demás eran los plebeyos ¡él no! Él no, él no, él no, él no, él no...

La chica dejo de prestar atención a los chicos, ya no sabía qué hacer ni que decir más que seguir leyendo todas esas cartas. El mundo se volvió silencioso y lo único que hacia ruido en el globo terráqueo era su voz que cada vez decaía en sentimiento.

Oko

...Eres un milagro de las tinieblas. La oscuridad que me acompañó desde tan joven. La fría agonía que quiero tener a mi lado para siempre. Quédate a mi lado y sacrifica vidas conmigo, entrega tu alma y roba conmigo la sangre de otros para que el mas allá nos consuma juntos.

Ahora entiendo porque te amo. En primaria corte un mechón de tu cabello y practique mis primeros conjuros con aquella parte de ti. Los demonios del abismo ahora te unen conmigo como regalo por venerarlos...

Aso

...Desde que me fijé en ti me di cuenta de lo frágil que eres. De cómo tu piel tan fácil se puede rasgar y tus huesos quebrarse. Quise creer que podías vivir sin que alguien te cuidara, pero cada vez estoy más seguro de que necesitas a una persona que te salve. Alguien que te cuide. Alguien que ames tanto que no te importe si acabas encerrada para siempre. Solo te quiero cuidar, y todo lo que te rodea es un peligro que al final te matara.

Y no importa si huyes de mí, no siempre fui la mejor persona que ves frente a ti. Antes, solo con ayuda de pastillas e inyecciones podía ganar. A veces me enojas tanto, que quisiera volver a usarlas olvidarme de todo. Pero no lo hare, no volveré a esas drogas porque ahora solo quiero intoxicarme de ti...

Osoro

...Me encantas desde la secundaria. Parecías una cascara vacía, pero me ponías tan nervioso. Quería con todas mis fuerzas tirarte los dientes cuando salíamos de clases, obligarte a que te alejaras de mí. Pero ahora estoy loco por tenerte cada vez más cerca.

Quiero que sin importar cuantas veces te tire al piso y te golpee sigas conmigo, y descubrir porque parece gustarte que te traten mal. ¿Por qué otra razón seguirías junto a tipos que solo te insultan, te usan y te lastiman? Me fascina verte así, como el juguete que puedo romper y seguir lastimando sin que te importe.

¿Te cuento un secreto para que estemos a mano? Una vez tuve que deshacerme de un cuerpo para obtener un buen favor a cambio. Lo corte en pedazos y queme todo para lanzarlo a la basura. No sé quién era, pero no lo conocía y por eso no me importa.

Hanako

Eres la chica más hermosa y linda que eh conocido. Todas las personas que eh conocido me caen mal, son todos como tierra en mi zapato. Me molestan y no quiero que se acerquen a mí. Pero desde la noche en que nos conocimos, supe que eras la chica indicada para mí.

Solo te quiero a ti, nadie me hará tan feliz como tú. Y si no me eliges, puedo hacer que tus días se vuelvan una pesadilla. Evite que Osano y mi hermano mayor tuvieran más amigos porque no los quería compartir, y nunca los deje tener novias porque me dejarían solo. Todo lo que está mal en sus vidas es porque así lo quise yo. Y si no aceptas mi confesión, lo mismo te espera a ti.

Llegó al final, ya todas las cartas habían sido leídas y tiradas al suelo. No había uno solo de los chicos que no sintiera su alma hecha trizas. Cada uno estaba lidiando con su pasado, pidiendo perdón de rodillas a eventos que no se podían cambiar, y a personas que no podían volver.

Ayano quedo congelada en su sitio saber que hacer luego de todo eso. Sabía que nadie era inocente al cien por ciento, todos cometían errores que no podían ser dichos en voz alta. Pero saber esto de sus amigos ¿la ponía feliz? ¿la enojaba? Tal vez era un poco de todo. Ninguno en esa azotea estaban exento de locura, empezando por ella.

La información dada así de golpe aun le era impactante. Difícil de digerir tan pronto. Pero en medio de ese caos de sentimientos turbios y arrepentimiento, fijó su vista al frente, sin ver a alguno de ellos en específico, y pregunto:

—¿Por qué?

Todos estaban demasiado ensimismados para escucharla, pero aquel que levanto su cabeza y se acercó a ella en busca de perdón ajeno, explotó cual bomba de tiempo.

—¡No quería que se muriera! — bramó Amao con todas sus fuerzas. No había un sentimiento en particular que demostrara, solo gritaba porque dijera lo que dijera, y como lo hiciera, no cambiaría su confesión. Estaba harto de callar, aunque fuera con eso, quería dejar salir esa carga de su pecho y su conciencia —Es-Estaba tan molesto y que-quería que se fuera, que me confundí y tome la caja equivocada. ¡Si maté a alguien y no dejo de sentirme mal por eso! ¡P-Pero nunca escribí esas cosas horribles de ti!

Habia pasado mucho tiempo guardándose todo eso, y aunque no cambiara nada o lo arruinara más, al menos se habia quitado la carga emocional que el silencio le habia puesto. Amao siguió sollozando luego de confesar todo, aunque su llanto, de manera considerable, fue haciendo más bajo y calmado.

—¡Yo no mate a nadie! — gritó Osano con miedo —Tampoco te escribí cosas feas, esa no es la carta que te deje. Pero... si acepto que eh pensado en que me gustaría ver muertas a algunas personas. E-Es que, a veces me siento atrapado y-y pareciera que todos están en mi contra. Todos hablan con normalidad y hacen su vida sin miedo a hacer el ridículo, ¡y me molesta mucho! Siento que, aunque me esfuerce, todos se burlaran de mí. Detesto sobre pensarlo todo y sentirme como basura.

—Eso es mi culpa— Hanako se levantó del suelo y atravesó a todos para llegar a donde Osano —. No me importa que la carta a mi senpai se haya cambiado, pero me siento de lo peor por hacerte creer desde siempre que nadie te va a querer. ¡No quería perder a mis únicos amigos! ¡Y no quería que me dejaran solo y me reemplazaran! ¡Fui un estúpido egoísta!

Ambos amigos se abrazaron, perdonándose y liberando al fin lo que los atormentaba. Ese acto provocó que los demás relajaran su estrés, recuperando la calma y al tiempo también la compostura.

Ayano se acercó al resto y les pregunto si de verdad pensaban lo que estaba escrito en las demás cartas. Todos negaron poner cosas tan crueles e hirientes, pero aceptaron que habían hecho todo de lo que se les acusaba en ellas.

—Nací en una familia pobre— contó Kizano secándose las mejillas con su capa. Se pasó una mano por el cabello y continúo narrando con sus ojos firmes en el cielo —, mis padres apenas tenían para sostenerse ellos, así que mis hermanos y yo casi nunca podíamos esperar algo de su parte. Aprendí a mentir desde muy pequeño para conseguir cosas propias, así empecé a actuar. Descubrí que me encantaba hacerlo, y era porque generaciones atrás mi familia tenía el talento de la oratoria, pero se fue perdiendo hasta que no pudimos usarlo. Traté de recuperarlo y volverlo a mi favor, y así fui mejorando en mis actos ambulantes; ya podía conseguir mejor ropa y comida para subir de peso. Me gustaba pensar que estaba en un cuento, y que pronto mi vida cambiaria gracias a un deseo.

«Y cuando tenía cuatro años el día llegó. Tuve un accidente con el carro de unas personas ricas y me lastimé mucho, era el señor y la señora Sunobu. Como me veía bien vestido y era educado, pensaron que era gente importante como ellos. No lo pensé mucho y les mentí con que acababa de perder a toda mi familia en medio de un paseo, y que no sabía la dirección de mi casa ni mi nombre completo. Me cuidaron y buscaron a mi familia por todos los sitios posibles; no sé si nunca se enteraron o solo prefirieron que me quedara lejos de ellos, pero nadie me reclamo.

«En ese entonces los Sunobu no podían tener hijos, pero vieron mis cualidades artísticas y decidieron adoptarme. Con el tiempo olvidé mi primer apellido al igual que los rostros de mis padres biológicos, pero me consolaba diciéndome que estar aquí también era una forma de recuperar mi legado original. Y todo fue perfecto por varios años, sentía mi vida resuelta y que sin duda habia nacido para ser un príncipe.

«Pero cuando nació mi hermano menor, sentí que mi trono y mi corona se volvían de papel maché. Por sangre, él es el sucesor legítimo de la familia Sunobu, el que está destinado a volverse la próxima gran estrella de nuestro árbol familia. ¡Pero yo era el mayor! Tal vez no tuviera la sangre de ellos, pero habia trabajado tan duro para llegar a donde me encontraba. Sin embargo, lo que yo tenía por esfuerzo, mi hermano lo adquiría por genética... no podía competir contra eso.

«Así que eso me llevo a las decisiones más degradantes de mi vida, y varias veces sabotee a mis contrincantes para tener papeles protagónicos. Luego me di cuenta de que, si me atrapaban, de todas formas, arruinaría la posición que tengo. Desde entonces eh trabajado aún más duro más para ser mejor que él sin trampas, y que mis padres sepan que no fui una mala elección. Soy su "primogénito" ante la gente, pero a veces siento que aún me ven como un niño de la calle.

Kizano era un chico con problemas de ira, y un ego demasiado grande que de ninguna forma se podía considerar sano. Pero en sus vulnerables corazones, entendieron que él gritaba ser de la realeza, porque trataba de creérselo el mismo.

Solo tres personas ahí sabían eso del actor: Amao, Oko y Aso. En realidad, todos los líderes de Akademi sabían que Kizano no era un sucesor consanguíneo -aunque no que habia nacido como "plebeyo"-, ya fuera porque tenían la cercanía suficiente con los Sunobu para saberlo, o porque sus padres se los habían dicho. Cualquiera de ellos podía bajarle los humos y aplastarlo con solo recordarle su origen, pero en vez de hacer eso, desde que él habia ingresado a Akademi se encargaron de alabarlo y darle la atención que quería. Kizano era uno de ellos a pesar de todo, y los líderes se protegían unos a otros sin importar que.

Ayano miró entonces como el cielo empezaba a querer cambiar de colores, no sabía qué hora era, dándose cuenta de cuánto tiempo habían pasado mucho tiempo ahí arriba.

Falta 1 hora para la confesión

—Creo que necesitamos relajarnos luego de todo esto— Ayano seguía recapitulando lo que había descubierto de sus amigos. Ya tenía una idea de quien había causado todo ese asunto, y claro que la escucharía porque todo esto había sido algo demasiado enfermo hasta para él. Pero se ocuparía de ese imbécil luego, ahora debía acompañar a sus amigos —. La gente... puede hacer cosas malas, pero eso no los convierte en malas personas.

—Lastimamos a muchas personas, Yan-chan— Osoro estaba sentado en el suelo en posición india. A su lado Kizano estaba abrazándose sus piernas, y Oko miraba el cielo como si luego de tanta oscuridad ahí encontrara nuevas respuestas —. Somos gente mala. No hay excusa.

—Chicos...

—Baka, no importa si fue a propósito o no. Tampoco pagaremos con cárcel lo que hemos hecho, pero... siempre siento que el karma alcanza muy rápido.

Parecía que ese era un pensamiento con el que todos ellos estaban de acuerdo, absolutamente todos. Ella ya no sabía que decirles; se le había inculcado el asesinato desde temprana edad, y si bien ya no le gustaba mucho la idea de atentar contra la vida de inocentes, su cabeza conservaba la idea de que matar por algo importante no estaba mal. O que manipular era algo aceptable si las cosas se ponían complicadas.

Pero eso era para ella. ¿Qué debía hacer para que una persona normal no se sintiera con el alma llena de culpa?

—Creo que debemos hablar mucho sobre esto— dijo alargando la "u". Entre todo lo ocurrido, habia notado que lo que tanto querían sus amigos era desahogarse. Quizá si seguían explicando el porqué de todo lo que habían hecho, empezarían a sentirse listos para superarlo y continuar con sus vidas. Las cosas buenas se empezaban un día a la vez; hoy se confesaban crímenes, mañana podían aprender de eso —. Ire por algo de té y...

¡Tac! ¡Tac!

Se quedó mirado la puerta unos segundos y luego volvió a empujarla. Confirmando que esta estaba cerrada. Miró los seguros en busca de la solución más sencilla, fue ahí cuando cayó en cuenta de algo muy importante. Desde su lado no habia nada que le impidiera salir, así que los habían encerrado desde afuera.

El mensaje de texto. Las cartas escondidas. Los secretos oscuros de sus amigos. Nada habia sido coincidencia; alguien los queria a todos ahí para soltar bombas de información. Pero eso ya había pasado, ya se habia dicho todo lo que se tenía que decir ¿no?

Todos brincaron ante el repentino sonido de la estática. La chica giro sobre sus talones y se percató de cierto detalle nuevo en la azotea, con todo lo sucedido no le habia prestado atención, pero había pantallas dispersas por todo el tejado. Supuso que eran las que Miyagi le había contado para la actividad de Kaga Kusha.

Así de inesperado como había llegado la estática, pitidos de códigos comenzaron a reproducirse en todos los televisores. Uno a uno empezaron a adquirir imágenes y todos centraron su atención en lo que se estaba comenzando a reproducir. Una línea blanca muy pixeleada que con el paso de los segundos empezó a tomar nitidez hasta mostrarse como una pregunta:

¿Quieren un secreto más?

Todas las pantallas mostraban el mismo mensaje. Antes de que pudieran comprenderlo, todas cambiaron de aquella imagen, a otra que enseñaba el camino de entrada a la escuela. Resulto ser un video que mostraba el camino desde la calle hasta la entrada del colegio, al que no tardó mucho en sumarse una voz varonil y profunda.

Hay una historia muy importante de la escuela que casi nadie conoce. La de una mujer cuya familia estaba marcada por el horror y la perdida, pero no como se lo pudieran imaginar, porque todos sus miembros... eran monstruos.

«En 1800 nació el primer ancestro de esa familia, la primera que emprendería un camino con manchas de sangre para guiar a sus descendientes. Las mujeres de este hogar tenían una extraña condición hereditaria: nacían sin emociones. Eran incapaces de sentir algo, hasta lo más mínimo, existiendo como maniquíes con vida. En su propio contexto familiar, ellas contaban que nacían rotas.

Ayano aguanto la respiración y cerró los ojos con fuerza, pero al abrirlos seguía ahí. Aquellos no era una pesadilla, ese era el último secreto de todos los que estaban en la azotea. El suyo.

Tenía que actuar rápido para que eso no llegara a suceder, y mientras los chicos prestaban atención a las pantallas, ella intento llamar a quien fuera para que subiera a abrirles las puertas. La única respuesta que tuvo, fue ver que su teléfono había sido bloqueado para no recibir señal.

«Aquella es una dinastía que al día de hoy sigue existiendo, y hace muy poco, en el año 1989... una de ellas llegó a Akademi High School.

—Chicos, no podemos seguir perdiendo el tiempo— dijo parándose frente a una de las pantallas y buscando que la escucharan —. Nadie sabe que estamos aquí y los teléfonos no funcionan. Tenemos que forzar la puerta e irnos rápido.

—No comprendo, ¿Qué tiene que ver lo de esas personas con lo que está pasando aquí? — Aso observó otra pantalla donde todo seguía contándose.

—¡Reaccionen! ¿Quién nos trajo aquí? Alguien que sin duda está loco y quiere lastimarnos. Nada de lo que haga va a tener sentido, así que no vamos a quedarnos aquí a que seamos sus conejillos de indias, ¡tenemos que salir ya!

Comenzó a ayudarlos a levantarse del suelo, y con ayuda de Hanako empujo las sillas de ruedas cerca de la salida. Pero no contento de que la historia fuera ignorada, desde una habitación oculta en el tercer piso el volumen de todos los televisores se elevó. Obligándolos a gritar para poder escucharse.

La chica conoció a un compañero de un grado mayor, y por primera vez en su vida, sintió su corazón latir. Las mujeres de esta familia nacían sin saber lo que era sentir algo... al menos, hasta que encentraban a un hombre que las reparara. Solo a su lado pueden sentirse vivas, y así, él se volvía lo único que desean en todo el mundo.

«Pero, esta chica no toleraba que otras mujeres interesadas en su senpai estuvieran cerca de él. Y su enorme amor, su obsesión por tenerlo para ella sola, la llevo a lo que por siglos sus antepasados habían hecho para asegurar el amor de su salvador. Igual que muchas antes que ella, se encargó de eliminar a su competencia.

La toma de la cámara enfoco finalmente el edificio escolar. Revelando que este no había cambiado mucho desde el tiempo en que se situaba dicha historia.

Todos estaban empujando las puertas, buscando una forma de escapar. A Ayano no le gustaba el ritmo que iba tomando la narración, y con cada segundo sentía más desesperación por salir corriendo lejos de ahí.

«El nombre de ese chico era Yokichi Yudasei— la imagen cortó y cambio para mostrar la fotografía de estudiante de su padre, haciendo que soltara un chillido de miedo. Eso hizo que algunos de sus amigos dejaran un momento de intentar forzar la salida y vieran de nuevo hacia las pantallas —Once mujeres estaban enamoradas de él, sin saber que aquella chica haría todo lo que estuviera a su alcance para desaparecerlas.

La foto de su papá cambio, ahora en lapsos de dos segundos iban apareciendo fotos de distintas chicas que habían estudiado con él y su madre en aquel año. Eran las rivales de su mamá; ella no le había contado cuantas había tenido ni como se había encargado de cada una. Solo sabía que había sido implacable y que no dejaría que ninguna mujer la alejara de su verdadero amor. No sabía que habían sido tantas.

—¡¿Mami?! — Kizano se había alejado corriendo de la puerta para pararse delante de una pantalla. Su expresión de pánico era obvia, y el motivo de su preocupación fue más claro cuando coloco su mano en la foto que pasaba en ese momento: una chica de cabello azul y de expresión engreída, su nombre era Ritsuko Chikanari —Mi mamá... fue el blanco de una asesina. Eso-Eso no puede ser posible. ¡¿No se supone que esta escuela debía cuidarla?! ¡¿Cómo se atrevieron a dejarla que pasara ese peligro?!

—Kizano-kun, calma. Fue hace muchos años; tú mamá está bien, ¿verdad? — trató de consolarlo al darse cuenta de que estaba por volver a caer en un ataque. Lo abrazó y murmuro palabras de alivio para su amigo, pidiéndole que se apartara de ahí para que no se siguiera agobiando.

—¡Mamá! — un nuevo gritó se alzó y ahora era Osoro quien iba corriendo para ver bien la nueva foto que se mostraba, este suplicando que se estuviera equivocando y que aquella chica que estaba ahí no fuera su madre. Pero el nombre junto al rostro sonriente de la adolecente rubia le termino de golpear el espíritu: Chigusa Busujima —Sabía que... había estudiado en ese año, pero no imagine que...

Aquella chica estaba dispuesta a eliminar a sus rivales como fuera. El único crimen que esas pobres mujeres había cometido, fue querer confesarse al mismo hombre que esa adolescente rota amaba. El año de 1989, Akademi se volvió el escenario de muertes y mucho dolor. Y aquella chica, se convirtió en una asesina.

La imagen se reacomodo para mostrar en dos filas a los once objetivos. Haciendo que cuando el nombre de cada una era mencionado, la foto se expandía y mostraba los datos de su eliminación. En algunos casos, las fotos eran acompañadas de líneas negras que les tapaban los ojos.

«Sumire Saitozaki: Apuñalada en el baño. Kaguya Wakaizumi: rechazada por sabotaje. Moeko Rakuyona: quemada viva. Honami Hodoshima: aplastada. Sumiko Tachibana: Envenenada. Ritsuko Chikanari: intento de ahogamiento— ante tal mención, Kizano se cubrió la boca con espanto. Aquella asesina había atentado contra su querida madre. Ayano trató de llevarlos a la puerta otra vez, pero ahora parecían mucho más interesados en escuchar la historia de su familia —. Ai Doruyashi: Electrocutada. Teiko Nabatasai: Expulsada. Komako Funakoshi: daño de reputación. Chigusa Busujima: emparejada. Sonoko Sakanoue: amistad.

Su madre había sido emparejada, a Osoro le aliviaba que esa demente no le hubiera hecho nada malo a ella; pero, con esa nueva información no podía sacarse de la cabeza una idea. ¿Acaso ese tipo con el que la asesina habia juntado a su madre era...? Bueno, ¿Su papá? ¿Eso significaba que su mera existencia era gracias a las manipulaciones de una loca? ¿Quería decir que la vida de su madre había podido ser mejor si esa asesina no la hubiera emparejado con un hombre que luego la abandonaría?

«Las muertes que dejó, marcaron para siempre a la escuela. Obligando a todo el personal docente a aprender defensa para cuidar a los estudiantes de una situación similar, provocando que la policía tenga limites en investigaciones relacionadas con Akademi y, causando que el alma de su primera víctima aún ronde el baño de mujeres del tercer piso. Diez semanas después de empezar su masacre, la asesina fue arrestada y llevada a juicio.

Las fotos de las rivales fueron retiradas y se mostraron recortes de periódicos de aquella época. Ayano sentía que el tiempo se le terminaba, así que fuera con ayuda de ellos o no, pero derribaría esa maldita puerta.

«Pero el homicidio no era lo único que distinguía a esa familia. También lo era su habilidad para salirse con la suya; un pensamiento rápido y una facilidad de palabra que las salvaban de cualquier situación. De esa forma, la chica termino inculpando al detective que la había descubierto, llenándolo de vergüenza y arruinando su carrera para siempre.

«Ella salió libre. Pero no pudo volver a dar la cara en Akademi por su reputación. Huyó, pero no se fue sola. Su obsesión la llevó a secuestrar al chico del que estaba enamorada y por el que había acabado con tantas vidas; lo mantuvo a su lado durante años, hasta que consiguió que se quedara con ella para siempre por voluntad propia.

Ayano empezó a patear las puertas, a rasguñarlas y a tratar de encontrar alguna salida alterna de ser necesario. De forma rápida había revisado las otras tres entradas y todas estaban igual de selladas, y para colmo, las pantallas estaban distribuidas por toda la azotea. A donde sea que se movieran, la historia se seguía los perseguiría.

Las televisiones estaban protegidas, así que no tenía la opción de apagarlas porque su uso era remoto. También se fijó en los cables, pero estos se metían dentro de la pared, y la parte que se unía a los puertos de audio y video tenían capas y capas de plástico que no le dejarían quitarlos.

Escuchaba a sus amigos murmurar cosas horribles sobre su mamá, pero no podía decir nada para defenderla. Su madre había sido poco cuidadosa y eso ya no se podía cambiar, ahora ella tenía que encontrar una salida para salvar su propia imagen.

«Pero la historia de ese linaje no terminó ahí. La asesina nunca se fue de Buraza Town. Esta aquí, siempre permaneció cerca— Osano y Hanako se abrazaron a modo de consuelo, asustados con la idea de que en cualquier lugar podrían encontrarse con una persona así —. Y hace poco más de diecisiete años, ella y su esposo tuvieron una hija. Una descendiente más de aquel apellido que arrastra sangre inocente.

Oh no. No, no, no, no, no, no, no, no. Ok, ahora era su turno de entrar en pánico. Corrió para quedar delante de todos y extendió sus brazos hacia arriba en un intento burdo y desesperado de obstruir la imagen tanto como pudiera.

—Oigan, en serio yo-yo... por favor no me siento bien— comenzó a hiperventilar y su corazón empezó a sufrir taquicardia. Ya no sabía que decirles para que se fueran de ahí, pero tenía que ocurrírsele algo más ¡ahora! —. Por favor, por favor vámonos ya ¿sí? Esto no me está gustando y... no puedo... no puedo...

—¡Yan-chan! Tranquila. Abriré eso de una vez— Osoro se encargó de sostenerla para que no se callera, pero viendo que irse de ahí era lo que más le ayudaría se decidió a abrir esas puertas a como diera lugar. La ayudo a caminar y se la entregó a Osano para que la tuviera en la silla con él —. Ok, larguémonos de aquí.

Los fotógrafos habían sido reunidos en la plaza para evitar inconvenientes. Era el lugar menos sospechoso, donde nadie del consejo les cuestionaría estar todos juntos. Algunos estaban hablando entre ellos para pasar el rato enterándose de chismes y secretos jugosos, el resto se limitaba a estar al pendiente mientras revisaban sus teléfonos.

Era sorpréndete que hubiera tantas personas dispuestas a atacar a Ayano Aishi, y más todavía, de atentar contra los chicos que tenían un crush con ella.

Los dos últimos fotógrafos que habían sido reclutados estaban sentados en los extremos de una banca, no es que se conocieran de antes ni que se llevaran bien. Pero algo los hacía sentirse mejor juntos que con el resto de sus "compañeros". El silencio entre ellos era entendido como el deseo porque todo pasara pronto para terminar con ese asunto, a ninguno le gustaba verse en vuelto en cosas así.

La diferencia radicaba en que ella había aceptado con falsas ideas y ahora se arrepentía de su decisión; mientras que el chico no aprobaba aquellos actos, pero no se iría hasta llegar a las ultima consecuencias.

Los celulares de todos vibraron en señal de que se les habia dado la primera parte de su trabajo, mostrando por mensajes fotos de transferencias bancarias con una suma muy considerable. Seguido de los comprobantes, un mensaje marcó el momento que esperaban con ansias. Sin verse entre sí, todos sujetaron con fuerza sus teléfonos y se pusieron manos a la obra.

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Después de eso todos siguieron hablando como si nada, ansiosos de ver como terminaría todo. Ambos fotógrafos se vieron con desgano, haciendo que se sentaran apenas un poco más cerca del otro. Al contrario de todos los demás, ellos no hacían eso para dañar a Ayano. Lo hacían por cuidar a alguien más.

El delincuente camino rápido hasta la puerta y la pateo con todas sus fuerzas, esperando que, aunque el seguro se rompiera, tuvieran el camino libre para llevar a su amiga hasta la enfermería. Al primer golpe logro escuchar un ruido metálico, como si algo se zafara. Retrocedió y calculo con cuidado donde debía ir su segunda patada para que aquello cediera de una vez.

Retrocedió cuatro pasos, y cuando estaba por salir corriendo, la voz de aquellas pantallas dijo algo que recapturo la atención total de todos los presentes.

Esta es la asesina de 1989.

La azabache se paró tan pronto como escucho eso, quería tapar las pantallas para que no vieran a su madre, cortar los cables, echarles agua ¡no estaba segura de que, pero debía hacer algo! Para su desgracia, ni bien salto de la silla la imagen en cada pantalla cambio, deseo que el piso se abriera bajo sus pies para tragarla y llevarla lejos de ahí.

Todas las pantallas en sincronía tortuosa, mostraron la foto de su madre en sus años de estudiante. Su nombre estaba tapado con una línea negra, pero verla ahí era suficiente para saber que debía irse ya o estaría muerta. Todos sus amigos comenzaron a debatir cosas ante la imagen de su mamá, trató de ignorarlos y empezó a golpear con todo su cuerpo la salida. Ya estaba más entre abierta gracias a Osoro, si conseguía sacar el brazo para quitar los seguros tendría una oportunidad.

Sonrió con alivio cuando logro pasar más allá de su codo por la abertura, tanteo los seguros y con mucho esfuerzo y dolor en sus costillas consiguió retirarlos. Abrió las puertas de par en par y se volteó para gritarles a todos que salieran.

«La hija de esta asesina ahora está en Akademi y ya se ha enamorado de un senpai. La historia se empieza a repetir. Un nuevo monstruo camina entre ustedes, y siempre los está viendo. Esta es su hija.

La foto de su madre se minimizo para quedar del lado izquierdo, solo para su propia foto estudiantil se posicionará en la mitad derecha de la pantalla. Los nombres de ambas resaltaron, mostrando que los apellidos coincidían y comparando que el parentesco estaba claro al ver sus rostros.

Más allá todavía, ambas imágenes fueron retiradas luego de unos segundos y fotos familiares donde estaba ella con sus dos padres empezaron a mostrarse. Fue peor cuando reconoció que esas fotos estaban en su casa, en álbumes familiares guardados en el cuarto de sus papás. Había hasta fotografías de su madre junto a Yokichi cuando ambos seguían siendo adolescentes; su papá en ese tiempo siempre se mostraba serio y distante, ya fue con el pasó de los años que se limitaba a sonreír un poco en ciertas fotos para aparentar por ella.

También se mostraron fotos de cuando había entrado al kínder, a la primaria. Y finalmente, donde su mamá y su papá la felicitaban por haber ingresado en Akademi.

Otra cosa que resaltaba demasiado en todas las fotos donde salía, incluso cuando era una niña pequeña, es que no sonreía. Ella misma vio como foto con foto crecía y cambiaba, pero su expresión en cada una era la misma.

Se puso pálida y su respiración se detuvo cuando vio tantas imágenes con su rostro rodeándola por toda la azotea. El grito de sorpresa en conjunto surgió segundos después, haciendo que todos los chicos voltearan a verla con expresiones interrogantes, esperando que les dieran una explicación.

Pero su boca estaba seca, sus músculos se habían quedado rígidos y hasta sentía que le estaba dando un paro cardiaco.

—N-No es verdad— su mente estaba en blanco, o eso quisiera ella. La triste realidad era que tantas mentiras y escenarios catastróficos pasaban por su cabeza y nada le daba respuestas que le sirvieran; no podía pensar en cómo salvarse ni si lo que salía de su boca era coherente. Su boca se movía sola y no era consciente de si estaba salvándose o condenándose —. No hice... nada malo. Mi mamá no-no-no-no...

—¿Por eso querías salir? — Amao movió su silla delante de los demás y miro con seriedad a su mejor amiga, alguien que siempre estaba llena de vida y felicidad, pero que ahora parecía estar aterrada viéndose expuesta por sus fotos familiares. Ahora las puertas estaban abiertas de par en par detrás de ella, pero estaba tan en shock que no parecía procesar la idea de huir —Yan-chan... todos hicimos cosas malas, y lo de tu mamá es... horrible. Pero, tú no lo hiciste por gusto, ¿verdad?

La chica abrió la boca para decir que no, que no había disfrutado nada de eso. Pero su lengua no se movió, sus recuerdos de los primeros asesinatos se repetían en su mente al igual que los últimos que había hecho. Sabía que matar estaba en su sangre, en su historia familiar. Y la primera vez que pudo hacerlo, sintió que llenar el piso de sangre y ver como su cuchillo se hundía en los pechos ajenos era hermoso. Después de tantos años, romper cuellos y esconder sus evidencias le causaban la adrenalina y la sorpresa que había pedido por años. Y aunque había dejado de asesinar por semanas, arrancar miembros de las personas, cercenarlas y ver el miedo en sus ojos al entender de que no escaparían... vaya, le hacía sentir que tenía el control para arreglar su vida.

—Dijiste que era una tradición ¿no? — Osoro llamo la atención de todos y busco hacer memoria de lo que ella le había confesado el día anterior —Casarte con tu primer novio no era tan literal, debías casarte con quien te... reparara. Por eso estabas preocupada por tener novio hoy en la tarde, porque tenías que hacer las cosas como ella.

No pudo defenderse porque entonces todas las pantallas cambiaron a mostrar una grabación. En el video se mostraba una calle por la que algunos pasaban para llegar a la escuela, pero el detalle que los mantuvo atentos a la escena, era que se grababa como Ayano iba corriendo con una tostada en la boca. Ella no parecía estar enterada de que la estaban filmando porque no hablaba con nadie ni volteaba. Se le siguió por varios metros hasta que, en una esquina choco con alguien.

Ayano y la otra persona cayeron al suelo, luego de eso se dio a entender que persona que estaba grabando procedió a esconderse para seguir viendo. El chico se levantó primero, revelando ante todos que era Taro Yamada. Hanako y Osano se vieron unos segundos antes de buscar en alguna esquina la fecha de la grabación. Había sido el primer día de clases.

El mayor de los Yamada extendía su mano a la chica que estaba aún en el piso. Ayano no sabía demasiado sobre los casos de su familia, no sabía cómo otras personas se sentían cuando encontraban a su persona destinada, o como sus corazones reaccionaban cuando los veían por primera vez. Pero en ese instante, en que aquella Ayano de semanas atrás aceptaba la ayuda del Taro que conocía por primera vez, fue claro para ella el momento en que su rostro indiferente cambio a una cara de asombro, y sus ojos empezaron a brillar con amor.

Para ella, fue amor a primera vista. Su corazón reacciono y empezó a sentir por primera vez en su vida. Repitiendo la historia que su madre había vivido una década atrás— la grabación se cortó y pasó a otra distinta en donde ella lo veía desde lejos, teniendo ahora una sonrisa permanente —. No podía confesarle su amor por falta de valor. Pero empezó a molestarse cuando descubrió que tenía rivales que obstruían su camino a su senpai.

Con lo que pasó a continuación, Ayano comprendió Info-kun no solo quería castigarla, quería quitarle todo.

De forma veloz, fotos de diez hombres pasaron frente a sus ojos, así como habían visto con las rivales de Ryoba. Quedando perplejos al reconocerse en las fotos, no las de algunos, pues aquellos "rivales" habían sido todos ellos.

—No...— Ayano susurró en una súplica lastimera. Pero nadie la escuchó.

Semana a semana un nuevo chico llegó a entrometerse en sus planes. Y busco eliminar a cada uno de ellos, fuera como fuera— de nueva cuenta, ahora con sus propias fotos, se mostraron en dos filas a los diez rivales de Ayano. Haciendo que cuando cada foto se agradara, un video de evidencia entrara en su reemplazo —Osano Najimi: doble intento de homicidio.

La fotografía de Osano se cambió a un video de hace semanas, revelando un horrible secreto que por muy poco los hace gritar del espanto. El video mostraba como todos salían para almorzar y Ayano se iba sola hacia la salida del colegio, yendo detrás de unos arbustos en donde se topó con Saki Miyu, entonces desaparecida, y pasaba a darle un destornillador a la peliazul. Hubo un corte, y entonces la chica perdida ahora estaba en medio de la plaza lanzándose hacia Osano para apuñalarlo. Hubo un nuevo corte, y ahora el video habia cambiado a otro en donde Ayano iba por los pasillos manchada de sangre y entraba a su aula, en busca del tsundere a quien no encontró.

¡Eso no paso así! — pensó con pánico. Aquello la mantenía congelada, así que no podía decir nada a un volumen mejor ni irse de ahí. Solo podía seguir mirando como rompían la imagen que sus amigos tenían de ella —No quería...

Amao Odayaka: intento de incriminación— la foto de Amao se expandió y, a continuación, se vio el momento donde Ayano tomaba con cuidado el cuchillo que el líder de cocina acababa de dejar y lo escondía. En otra escena, ella se veía con la misma mascara del video anterior y sacaba el cuchillo para empezar a atacar gente —Kizano Sunobu: intento de envenenamiento.

Este era un video de ella acomodando cosas en un cambio de escena. Había dejado la copa que Kizano tomaría sobre la mesita y se aseguró de que nadie la viera para sacar algo de su falda y verter el contenido en la bebida. Viendo eso, el actor se giró para verla con una inmensa mueca de sufrimiento, la chica apenas pudo dar un paso para ir con él, pero sus piernas estaban entumidas y caminar se sentía como si bailara pisando vidrio.

«Oko Ruto: intento de homicidio— era el baile de Halloween y mientras todos estaban bailando, ella iba ido hacia el club de ocultismo para emboscar al peliañil. En la grabación se notaba que le molestaba el no encontrarlo, y que eso la habia llevado a acabar con la vida de Kokuma Jutsu. Eso bastó para que todos desviaran la mirada y algunos cuantos gritaran de miedo. Ayano comenzó a desesperarse, por lo que, aunque su garganta le raspaba y sus piernas quemaban, se forzó a parar aquello.

—¡Basta! — pero por supuesto, Info no iba a detenerse.

Aso Rito: contratación de Yakuza— se notaba que alguien la seguía por los ángulos en que todo se grababa. Siendo que en esta ocasión la cámara estaba al fondo de un callejón; alguien se escondía ahí para capturarla en el momento donde se encontraba con el hombre de la mafia, esa escena era bastante corta, pero continuaba con una en donde Aso buscaba hacerla sonreír, solo para ganarse miradas de odio de parte de ella —Osoro Shidesu: intento de conducción al asesinato — lo siguiente que se mostró fueron varios y repetidos momentos en donde el delincuente golpeaba a Ayano y ella se levantaba para seguir molestándolo.

—¡Eso no paso! — nunca había intentado eso con Osoro, le había dicho de frente que le gustaba Taro, pero jamás pensó en algo para deshacerse de él. ¡¿A qué diablos jugaba Info-kun?!

Hanako Yamada: Amistar— el video mostraba como se ponía a ayudar a Hanako con sus tareas en la biblioteca, permitiéndole así estar cerca de Taro al ser su hermano mayor. Hanako desde hace rato se sentía mal, pero escuchar que ella solo lo había tratado bien para usarlo de ese modo de verdad dolía mucho.

—¡Mientes! — Ayano se abrió paso hasta la pantalla y la tomo en sus manos, casi como si aquello fuera el propio Info-kun. Sus ojos estaban rojos de las lágrimas que quería contener, y sentía que era cuestión de tiempo para que cayera de rodillas —¡Nada de eso pasó! ¡Las cosas no fueron así! ¡Nos les quise hacer eso y lo sabes!

Ahora que se cumplieron las diez semanas y el tiempo se agota, por fin ha reunido el valor para confesarle a su senpai lo que siente— el asunto se terminó de hundir cuando se revelo la grabación de los casilleros, era de ese mismo día hace apenas un rato, se notaba porque ella salía con Kitty en sus hombros. De forma bastante clara observaron como Ayano sacaba su carta y la metía en el casillero de Taro —. De nuevo, la familia Aishi lleno de sangre la historia de esta escuela. Y esta nueva asesina que esta entre ustedes se atreve a juzgarlos, a pesar de que ha hecho cosas peores.

—¡Cállate! — gritó tan alto su garganta se lastimó más. Empezó a golpear la pantalla con sus puños y a derramar el llanto que había sido más fuerte que ella —¡Yo no planee eso! ¡Mentiroso! ¡Traidor! ¡No les hice nada!

Claro que si— se escuchó desde otro punto diferente a las pantallas. Todos buscaron el origen de aquella voz. Pero mientras se distraían con eso, las pantallas dejaron de mostrar la ventana de reproducción y pasaron a ilustrar la leyenda de Bluetooth "Recibiendo archivo" —. Es lo que las Aishi siempre hacen: enamoran a las personas equivocadas.

Todas las televisiones se pusieron en blanco y una música comenzó a escucharse. Cuando las voces entraron en la canción, cada pantalla por primera vez mostros cosas diferentes. Eran nombres raros: "Asoaya", "Amano", "Aishidesu" y unos cuantos más que tampoco podía entender. Y cuando el estribillo de la canción empezó, fue cuestión de un par de segundos para que la poca estabilidad que tenía se desvaneciera, ocurriendo en el momento exacto cuando las pantallas mostraron lo que cada nombre significaba.

Gritos, lágrimas y quejidos atormentaron sus oídos. Todos provenientes de sus amigos, quienes sentían los últimos fragmentos de sus espíritus romperse cuando fotos de ellos comenzaron a rodearlos, fotografías en donde ella aparecía teniendo momentos cercanos e íntimos con todos ellos.

Saber de lo que su amiga habia sido capaz les partía el corazón, pero ver esos montajes donde por un lado los abrazaba con amor, pero por el otro miraba de una forma profunda a otro de ellos, comenzaron resquebrajar su de por si sus maltrechos corazones.

Osano veía con dolor las fotos en donde Ayano cocinaba con Amao, ella reía mucho más que cuando estaba con él. Pasaron a ser fotos donde compartían galletas en forma de corazón. Ella besándolo en la frente. Ambos en el suelo, mientras él la protegía en un abrazo. Como lo cuidaba en el hospital y con cuanto cariño cuidaba los guantes que tenia de él. Y para asegurarse de que las heridas de su pecho no tuvieran cura, en medio de tales fotos que lo deprimían, aparecían también fotos de ella apuñalando a sus compañeros.

Algo parecido tenia Kizano, quien observaba las fotos de Ayano con Oko Ruto; habia varias en donde ella miraba al ocultista con adoración, de momentos en que lo abrazaba y lo protegía de él en aquellos tiempos antes del hechizo. Y para sus nuevos problemas cardiacos, también le aparecieron fotos donde ella estaba desmembrando a las amigas de Musume. Ayano tenía sangre tanto en cara como en el cabello, y se veía demasiado feliz mientras las rebanaba como para alegar que habían sido accidentes.

Hanako veía con Aso como su "amiga" pasaba más tiempo de lo esperado con Osoro. Como bromeaban, abrazos sorpresa que le regalaba al delincuente, besos en la mejilla, paseos en el centro comercial. Era demasiado grotesco ver aquellas muestras de afecto y que de repente se viera otra foto donde ella desnucaba aves y estrellaba animales contra el suelo. Aso tuvo que cubrirle los ojos a Hanako para que no sufriera más viendo todo eso.

Ayano no se sentía en ese mundo.

Deseaba que Oko le hubiera dado algo para tener pesadillas, o que un golpe de Osoro la hubiera lastimado tanto que estuviera delirando. Pero dolía más saber que nada de eso había pasado. Le lastimaba ver que sus abrazos, sus momentos en que sentía tanta felicidad con alguno de sus amigos, todo eso había sido tomado como algo horrible y usado para dañar más su imagen ante todos los que le importaban. Desde que había comenzado eso, no sabía si aún estaba respirando o se habia sumergido en estado de shock. Su rostro con sangre repasaba cada tanto las pantallas. Su mirada demencial y sus sonrisas torcidas la perseguían a donde fuera que volteara.

Rojo.

Lo disfrutara o no, había aceptado mancharse las manos con rojo. Y en su búsqueda por tener a aquel chico que había despertado su corazón, no se había dado cuenta de que había roto muchos más de los que quería.

La única presencia que tenía cerca era la de Kitty, quien apoyaba sus patitas en sus piernas para que girara a verla. Pero la yandere no percibía mas nada que los que salía en las pantallas.

Sentía sus pies resbalar, no podía seguir de pie. Nadie estaba con ella, todos le daban la espalda y solo veían los actos que ella había cometido: los que creía buenos, y los que sabía cómo malos. Todo de si estaba siendo juzgado, recriminado, nada de lo que había hecho se veía bien ahora. Las siluetas de los chicos se volvían borrosas, se sentía mareada, atragantada, unas garras le sujetaban el cuello y la asfixiaban. Pero al mismo tiempo, la obligan a seguir viendo todo.

En medio de todas las fotos. Como flashes en una pasarela, cuatro fotos se mantuvieron repitiendo de forma continua: un beso a Osano, el ultimo beso que había tenido con Kizano, el primero que se dio con Oko, y aquella vez lejana que había probado los labios de Aso.

¿Por qué mostraba eso? ¿Por qué tenía que enseñarles a todos con quien se besaba? ¿Por qué la exponía como si esos besos fueran un crimen también?

El punto más alto de todo, el que rebaso su límite, fue ver eso. El como aquellos que aparecían en justo esas cuatro fotos con ella, sus amigos, su fuente de felicidad... mostraban asco ante con el recuerdo de haberla besado. No dolor, ni melancolía, era asco.

No aguanto más, y se quebró.

—¡NO! — sostuvo su cabello con fuerza, desordenándolo sin querer al enredarlo con sus dedos. Sus pies no existían, sentía que flotaba, pero eso daba igual. Levantó su falda para sacar el cuchillo que siempre tenía con ella, y mandando todo a la mierda, corrió a la primera televisión que tuvo cerca —¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO!

La punta del cuchillo no tardo en agrietar la primera pantalla, abarcando hacia las cuatro esquinas las clásicas líneas de telaraña. Pero la imagen seguía, lo que Ayano quería es que aquello desapareciera. Así que siguió lanzando apuñaladas hasta que vidrios negros cayeron sobre sí. No le importo lastimarse ¡había una menos!

Corrió hasta otra y repitió aquello. Todos los chicos al verla con el arma y peleando con televisores, solo pudieron retroceder en busca de no salir heridos. Con cada pantalla que se reducía a basura, era imposible no sentir que sus corazones se drenaban un poco más al unísono del metal rasgando y quebrando.

Esa mirada perdida que la chica tenia no era la de la mujer que amaban. Esa desesperación y locura no era algo propio de esa chica que los abrazaba para que no se sintieran solos. La Ayano que no sabía pelear bien y había llegado días seguidos con golpes en la cara, ahora manejaba un cuchillo como si de otro brazo o extremidad se tratara.

Porque la chica que estaban viendo, no era Ayano.

Al menos no la que creían conocer.

Cuando la última pantalla explotó con el golpe del cuchillo, Ayano se quedó quieta en el mismo lugar. Sonriendo de forma rara al ya no escuchar y ni ver nada que le recordara lo que era. Solo se quedó ahí, de brazos extendidos sobre su cabeza y no hizo mayor ruido más que el de una risilla que asusto a cada hombre que estaba a sus espaldas.

De repente cayó de rodillas y su vista se fijó en la nada. Extendió su brazo derecho por completo y con lentitud para que todos la vieran dejar el cuchillo lejos de su alcance. Luego se inclinó de forma tenebrosa hacia el lado opuesto para recoger a Kitty quien iba corriendo a su rescate, acomodándola en entre sus piernas y quedándose así para seguir dándoles la espalda a todos.

El silencio continuo por unos segundos más, eso hasta que Osoro se dirigió a ella con ira desmedida. Con pasos largos y contundentes se acercó para verla a la cara, sus ojos grises temblaban como gelatina y observaban a un punto fijo que parecía estar a kilómetros de ahí. El detalle que la hacía diferente a un cadáver, eran sus manos que acariciaban a Kitty de forma extremadamente lenta y repetitiva.

—Eres una maldita mierda— le rugió en la cara. Alzó su puño listo para atacarla si ella se empeñaba en seguir fingiendo que no era la clase de monstruo que ya había visto. Tenía pruebas de sobra para saber que esa chica no estaba bien de ningún modo, ya no sabía si esperar más mentiras o un ataque sorpresa de su parte. Pero al final no hubo golpes, solo le exasperó que ella siquiera lo volteara a ver —. Me usaste como un puto juguete de trapo ¡¿te divertía ver cómo me tragaba tu cuento?! ¡¿Cómo te confié a mi gata para que luego le hicieras quien sabe que porquería?! Eres una basura, Aishi. Una puta y asquerosa basura. ¡Dame a Kitty!

Las pupilas de Ayano se giraron para verlo, pero no se opuso cuando él se acercó para empujarla, y menos cuando le sacó a la minina de las manos. ¿Cómo iba a confiarle a su amada mascota ahora que sabía qué clase de persona era? No lo culpaba por querer recuperarla.

A centímetros del suelo, la gata entendió lo que Osoro trataba de hacer y rápidamente se encargó de lanzarle un bufido de amenaza, haciendo que el rubio se sorprendiera por aquello. Este mismo ahogo un grito de dolor y dejo caer a Kitty luego de que ella se contorsionara y le mordiera los dedos. Ya libre del agarre, la minina se apresuró a volver con la azabache y recostarse sobre su pecho como si de un almohadón se tratase.

«¿Qué te pasa, Kitty? ¡No estoy jugando! — Osoro trató de tomarla de distintas formas, pero si la gatita no se escapaba escurriéndose, lo hacía lanzándole arañazos al delincuente —¡Basta! ¡No te quedaras con ella! Ven aquí ¡YA!

Kitty se encogió contra las costillas de Ayano, viendo con enojo a su ex dueño y erizando su pelaje. Las manos de Osoro estaba empezando a arder de tantos rasguños, pero se negaba a dejar su bebé con esa asesina. La gatita de tan solo tres meses, comenzó a gruñir y a bufar de un modo que Osoro nunca había visto. Poco a poco Kitty comenzó a quitarle espacio, haciendo que luego de varios intentos ni siquiera pudiera agacharse para tratar de sostenerla.

Se quedó viendo a su mascota, como esta decidía quedarse con Ayano sin importarle nada. Apretó los dientes y sus ojos comenzaron a humedecerse al aceptar que nada ni nadie podría separar a Kitty de Aishi. La miró por última vez, recordando el día en que la había encontrado recién nacida y maullando por su mamá, ni siquiera había abierto sus ojos y ya había sido abandonada. Como la había llevado a vacunar y como se sintió al descubrir que algún maldito le había estado dando comida envenenada, provocando que por eso estuviera enferma ahora.

Dejar a su bebé con una chica que podía lastimarla lo destrozaba más de lo que alguien pudiera imaginar.

Si se enteraba de que le había pasado algo, el mismo mataría a esa traidora.

No dijo nada más y salió corriendo sin ver a los chicos. Sus pasos por las escaleras se fueron opacando y no supieron más de él.

—No sé cuál sea tu problema, y no me importa si tu mamá está loca— habló Osano dirigiendo su silla también hacia la salida de la azotea —¡pero tú quisiste matarme! ¡Casi muero por querer salvarte! ¡Estoy atado a esta maldita silla por alguien que quiso asesinarme! Creí que yo era una mala persona, pero tú... estás enferma.

—Un techo nos cayó encima porque preferimos que tu salieras— Amao lo siguió, acercándose a la salida. No quiso dirigirle la mirada ni expresarle como de verdad se sentía, solo... quería irse de ahí y punto —. Si no te hubiera salvado, podría ser el mismo de siempre, y esas personas tal vez seguirían aquí.

Hanako siguió a ambos chicos de cerca y se fue hecho un mar de lágrimas. El pequeño ni siquiera conseguía decir algo sin explotar en más quejidos y gritos.

—Pensé que eras la princesa de mis sueños— Kizano se secó los ojos y caminó hasta Amao para ayudarlo a bajar su silla de ruedas. Respiró profundo y se sostuvo el pecho para tratar de recoger los pedazos de su destrozado corazón —, pero eres una bruja malvada. Me equivoque de castillo y ahora veo las consecuencias.

Oko prefirió guardar silencio. Ahora comprendía varias cosas que había vivido alrededor de Ayano, cosas como amenazas y un deseo aniquilador en sus ojos en la semana que habían peleado por Taro. Pero de todos modos no se sintió la mejor persona para criticarla. Pero aún así, le enojaba que ella hubiera causado tantas desgracias sobre él, cuando vivía sin pagar sus crímenes.

—Sin duda no necesitabas que nadie te cuidara— y al final solo quedo Aso. Mantenía sus brazos cruzados y veía con decepción a la chica tirada en el suelo. Como si fuera un zombi que ya no tenía gente de la cual alimentarse para seguir matando. Se rascó la nuca, reconociendo que el primer amor sin duda era un horror; y pensando que ya no sabía qué momentos con ella habían sido reales. Quizá ninguno lo había sido. Fue tras los chicos y a modo de despedida soltó aquellas palabras que, a pesar de todo, dolían —. Te dejare tranquila, pero igual no te me vuelvas a acercar.

Las puertas se cerraron, y el retoño asesino de la familia Aishi quedo tirada en el suelo, sola con su mente cansada y una gatita que en búsqueda de alguna reacción suya le lamia la cara.

Faltan 30 minutos para la confesión

Permaneció por mucho rato de esa misma forma. Sentía un impulso borroso, como que debía hacer algo, aunque no sabía que era. Pero también como si algún tipo de caja de cristal la tuviera contenida, siendo tan gruesa que la privaba del mundo exterior, pero transparente para que viera aquello a lo que no podía pertenecer.

Escuchó por muy poco pasos detrás de la puerta. Ya no le importaba si alguien la encontraba y veía lo que había hecho con todas las pantallas. No le importaba nada.

La puerta se abrió y tampoco volteo a ver quiénes habían llegado, pero no fue necesario. Porque todos se colocaron alrededor suyo. Casi como si quisieran darle a entender que estaba atrapada.

—¿Qué se siente que nadie te defienda ahora? — Hitachi la miraba desde arriba con burla, disfrutando mucho de verla destruida luego de que semanas atrás ella no parara de humillarlo.

Fotógrafo de Aso Rito: Itachi Zametora. Motivo: Ajuste de cuentas.

—N-No quería llegar a estos extremos— dijo un chico de cabello largo color salmón sé que se sostenía un brazo, daba la impresión de ser alguien muy cobarde por lo bajo que hablaba. Pero su expresión era dura —. P-Pero, no quiero que alguien tan amable y bueno sea víctima de una persona como tú.

Fotógrafo de Mujo Kina: Otohiko Meichi. Motivo: Celos y justicia.

—Tu oscuridad es algo que nunca conocí, es profunda y pesada como si fueras parte del abismo— un chico de mirada ensombrecida y ojeras demasiado pronunciadas la miraba de forma neutral. Estaba encogido de hombros y hablaba de forma arrastrada —. Es interesante. Pero aun cuando él lo desee, no puedo dejar que lo consumas.

Fotógrafo de Oko Ruto: Shin Higaku. Motivo: Celos.

—Chicos, ya hicieron lo que querían. Piensen con cuidado en como seguirán las cosas para que no se vean involucrados demás solo por sentirse vencedores— aquella mujer tenía una voz más madura, y al fijarse mejor se dio cuenta de que eso se debía a que era una maestra —. Lo importante, es que yo cumplí lo que me dijeron. Si dicen algo sobre mi participación en esto, negare todo y contrademandare por calumnias y difamación. ¿Quién creen que tendrá mayor credibilidad en la corte?

Fotógrafa de Mido Rana: Karin Hanabusa. Motivo: víctima de extorsión.

—¡Ja! ¿Está bromeando, profesora? ¡Este precioso momento es todo que tanto espere! Y es lo mínimo que merecía, ósea, esta perra se atrevió a creer que era mejor que yo— bueno, esa era una voz que hace mucho no oía. Y el humo a cigarro le importo muy poco, aun cuando esa chica se inclinará y se lo echará en la cara —. ¿Quién diría que esta puta tan apretada sería una asesina? Iugh, se nota que aquí dejan entrar a cualquiera.

Fotógrafa de Kizano Sunobu: Musume Ronshaku. Motivo: Venganza.

—¿Te pone feliz acabar un trabajo de seis semanas? Nosotros estamos desde el maldito principio y ya estábamos hartos de seguir a esta tipa y a esos dos inválidos. Yo tuve que fingir que quería ser amigo de Zanahoria-kun, cada día con él era un dolor de cabeza, menos mal luego del accidente esta tonta se olvidó de mí. Ojalá Najimi-kun se hubiera muerto en el hospital para ahorrarme tantas molestias.

—¡Y este tonto de Cheesecake-kun no hace nada! Daba más material estando en coma del que ha hecho en estas semanas. Menos mal que no tendré que volver a topármelo ni fingir que me cae bien. ¿Cuál es tu problema con enamorar a cuanto imbécil se te pone enfrente, Yan-chan?

Esta última le pateo la cabeza, provocando que Kitty le gruñera y maullara en desaprobación. Ayano conocía a esas personas, aunque algo más adecuado era decir que, ya las había olvidado, y había sido hace mucho, mucho tiempo.

Fotógrafo de Osano Najimi: Ryusei Koki. Motivo: Dinero.

Fotógrafa de Amao Odayaka: Yui Rio. Motivo: Entretenimiento.

Un par de pasos atrás, dos personas miraban aquella platica sin ánimos de integrarse. No tenían que decirse las fotos de quien habían tomado, por medio del descarte, ambos sabían exactamente a cargo de que álbum fotográfico habían estado.

Fotógrafa de Osoro Shidesu: Cooper Streak. Motivo: Protección y dinero.

Fotógrafo de Hanako Yamada: Geiju Tsuka. Motivo: ...

A pesar de todo lo que se suponía información implícita, la asesina no comprendía porque todos ellos estaban ahí y porque le hablaban de esa forma. Tampoco le interesaba, su único deseo era solo seguir ahí tirada, aunque la lastimaran. Quieta, callada, pensando que cualquier cosa que le hicieran se lo tenía merecido por arruinar lo que tenía con sus amigos.

—¿Qué te pasa, Yan-chan? Te molesta como saliste en las fotos— murmuró Ronshaku mientras se hincaba y se sacaba el cigarro de la boca, lo golpeo un poco y las cenizas le cayeron en el cabello. Muchas risas se hicieron sonar —. Me decías fácil, pero tú te besaste sin pena con cuatro de tus amigos. Pero ya en serio perra, siempre se notó que era una mosquita muerta. Al menos te tome una bonita foto para que lo recuerdes.

Parpadeó dos veces.

—Y vaya que encontraste una forma muy rebuscada para besarte con la zanahoria ¿no? — se burló Ryusei recordando el evento de las muñecas y el ritual de las raíces —. ¿En serio debías fingir una maldición para hacerlo? Con la poca pena que tienes esperaba algo mejor. Pero como mínimo me diste un buen ángulo.

Parpadeo una tercera vez y volteó a verlo con movimientos lentos.

—El ritual fue verdadero— mención Shin con timidez —. Igual que el del hilo negro con el que la encadeno Oko-kun. Fui testigo de cuando el hechizo inicio, en el festival del muelle.

Sus pupilas se movieron casi inconscientes para ver al chico ocultista. Su mente abatida se permitió un último esfuerzo, pensando por fin a profundidad del porque todos ellos se habían reunido ahí con ella y no mencionaban nada de los destrozos ni del porque estaba ahí tirada sin hablar.

Hace rato no había visto a detalle las fotos porque solo se preocupaba por lo que sus amigos fueran a pensar de ella. Fijándose en lo poco destacable que recordaba, era que había fotos de ella con cada uno de ellos; ese era el primer punto. Las fotos eran en distintos lugares, horas y situaciones, pero ahora se preguntaba cómo había tantas fotos de ella con cada uno de los chicos.

Que supiera, Info-kun se mantenía encerrado por algo, su trabajo era por completo a distancia porque eso le daba más seguridad. Algo así le había dicho una vez. Aparte ella sospechaba que igual se debía a que no le agradaba estar con el resto de personas.

Eso la llevaba a una conclusión arriesgada, pero al parecer muy probable.

—¿Las fotos...? — todos ahí habían parado su plática para voltear a verla con desagrado, después estaban ahí para molestarla y no para conversar con ella —¿... fueron ustedes?

Nadie dijo nada al principio, pero eso acabo cuando varios de ellos estallaron en risas cargadas de burla y crueldad. Como si esa pregunta fuera el mejor chiste que hubieran podido escuchar.

Yui Rio estaba sosteniéndose el estómago, incapaz de decir algo por las carcajadas que tampoco la dejaban respirar. Pero aquello era tan estúpido y fascinante que no podía parar.

—¡Ni siquiera sabía que éramos los fotógrafos! ¡Jajajajaja! ¿Qué tan patética tienes que ser para no seguir el hilo, Yan-chan?

Dejó de respirar y por un segundo también de percibir cualquier ruido. Sintió como si su corazón recibiera dagas con veneno, haciéndola reaccionar un poco para continuar cediendo ante los golpes que la vida no paraba de propinarle.

Sabía que Info-kun era la mente maestra de todo; había revelado los secretos oscuros de sus amigos y que ella fue la causante de todos los asesinatos en las últimas semanas. Pero si tan solo esos idiotas que estaban riéndose de ella no le hubieran entregado esas fotos, hubiera podido aclarar lo que era, lo que habia en su genética y quizá... tal vez, esperaba que de alguna manera ellos aun pudieran quererla. No podía evitar el pensamiento de que, si esas fotos no hubieran existido, sus amigos no la odiarían ahora.

Los chicos habían cometido crímenes igual, y Ayano ahora sabía que se había equivocado por seguir su tradición familiar. Si ella había podido perdonarlos y entenderlos, existía la esperanza de que ellos la hubieran comprendido y aceptado.

Pero las fotos la habían sepultado. Romperles el corazón y mostrarles lo cruel que podía ser era un escalón distinto, uno que no podía arreglar porque ya no solo eran palabras. Eran pruebas de traición, de asesinato premeditado, maltrato animal, y de su verdadero ser.

Saber que esas fotos habían sido las detonantes de su enjuiciamiento y luego de su abandono, le terminaba de romper el corazón. Porque ya no podía hacer nada para cambiar las cosas.

H-E-A-R-T      B-R-O-K-E-N

Ahora ellos nunca podrían perdonarla.

Una realidad que para muchas almas no era sorpresa, era el hecho de que los fotógrafos y Ayano no eran los únicos que estaban ahí en la azotea.

Los cuatro demonios observaban con pesar como su protegida sufría el peor de los males para una mujer Aishi: un corazón roto. El corazón de su niña se habia quebrado, y en ese estado, era imposible la acción de latir, de sentir. Ya no era más que un órgano muerto que le empezaba a marchitar el alma.

Estaban conscientes de que ninguno de esos chicos era el senpai que podía reparar los sentimientos de la pequeña asesina. Pero algo con lo que no podían intervenir, era con las decisiones que se formaban en el pecho de Ayano y cuanto impacto les dejaba tener en su espíritu. Si esos rechazos y palabras crueles eran lo que determinaban su final... ¿Qué podían hacer ellos?

Fun-Girl estaba bastante decaída, en parte porque se sentía con culpa de perseguir tanto tiempo a Megamo en vez de estar ahí para ella. La bebé Aishi era su familia y su propósito de estar ahí era ayudarla a que encontrara su felicidad, y ni eso había podido lograr. No le había bastado con condenar a Ryoba en 1989, ahora inclusive le quitaba a Ayano su futuro.

Luego de lamentarse y acariciar con su presencia las mejillas de la azabache, su atención se concentró en los chicos que molestaban y golpeaban a su nieta. La maestra entre ellos no podría hacer nada para pararlos, pues solo era una rehén, y suponía que, aunque tratara de controlar a los estudiantes, estos no la obedecerían. Todo eso la llenaba de rabia.

No iba a conformarse con seguir flotando y ver como su niña era humillada.

—Creo que les divierte que nuestra baby sea una asesina— dijo con un tono serio, con el mismo efecto de voz entrecortada que no podía quitarse. Sus padres y su esposo la vieron. Ni bien sintió todas esas miradas sobre ella, inclino todo su cuerpo a la izquierda y sonrió exageradamente con un tic en el ojo —¿Y si les damos un buen motivo para reír? Tengo una idea muy fun que los matara de risa.

Ellos supieron rápido a lo que se refería. Habían pasado muchos años desde que habían puesto tanto poder en alguien con el corazón roto. Era un gran riesgo esa persona no lograba contenerlo. Sin embargo, una vez que los cuatro intercambiaron miradas, quedo claro que todos estaban dispuestos a probarlo.

Nadie se burlaba de la familia Aishi; menos si ellos estaban ahí para defender su nombre.

Los demonios se posicionaron tras la cabeza de Ayano, juntándose todos de cierta forma que los acomoda en un tipo de barrera de media luna, pero alrededor del rostro de la chica. Cerraron sus ojos y empezaron a concentrar todo su poder, necesitaban que toda su energía emergiera para esto; el demonio del sufrimiento aun no recuperaba la totalidad de su poder por lo del miércoles en el club de ocultismo, temía que eso influyera en lo que estaban por hacer, pero no se atrevía a comentarlo.

Para sorpresa suya, Fun-Girl ya había detectado ese déficit enérgico en su esposo, transfiriéndole una parte de su propia esencia para compensar el vacío de su poder. La demoniza de cabello blanco miro al demonio con un sentimiento particular en sus ojos, algo demasiado abstracto para describir, pero algo parecido quizá podría ser, comprensión.

Cada uno comenzó a sentir en cada fibra de su cuerpo la acumulación de sus fuerzas, sentían como aquello hervía en su interior y reclamaba salir expulsado a como diera lugar. Pero aún no era el momento, debían esperar a que eso estuviera en el punto máximo para que su liberación fuera descomunal. Aquello que intentaban hacer debía ser tan poderoso que traspasara el velo de un plano a otro.

Cuando todos sintieron, de forma real y horriblemente literal, que su corazón se partía en dos, reconocieron el punto exacto para soltar sus energías. Siendo la primera en hacerlo, la propia demoniza de la diversión, quien, al compás de un alarido desgarrador casi como grito de guerra, entrelazó sus dedos formando un solo puño y lo bajó con fuerza.

¡Crack!

Vislumbro las grietas que quería, y con lágrimas que desaparecían al salir de sus cuencas, siguió golpeando casi con ira demencial la cabeza de la yandere al son de sus gritos. Los demás no tardaron en unírsele, teniendo los mismos efectos y aplicando sus fuerzas totales para golpear la mente de Ayano. No le estaban pegando a ella directamente, sino a algo dentro de su ser que de por sí ya estaba débil. Necesitaban quebrarlo de tal modo que no tuviera arreglo, que una simple risa no arreglara y que se desmoronara por completo.

¡Crack!

¡Crack!

¡Crack! ¡Crack!

¡Crack! ¡Crack! ¡Crack! ¡Crack!

¡Crack! ¡Crack! ¡Crack! ¡Crack! ¡Crack! ¡Crack!

¡Crack! ¡Crack! ¡Crack! ¡Crack! ¡Crack! ¡Crack!

Aunque la azabache no los viera, con cada golpe conseguían que su cuerpo reaccionara con espasmos y movimientos que reflejaban el daño que recibía. Cuando las grietas cubrieron a Ayano, todos se concentraron en dar un último y unido golpe, la estocada final que termino por desvanecer y fracturar la cordura de Ayano.

¡CRACK!

Una Aishi sin corazón podía ser un peligro, pero aquella que sufría de tenerlo roto y a su vez perdía la cordura, se volvía una bestia.

S-N-A-P   MODE

Algo muy dentro de Ayano se quebró. Algo en su cabeza que la privo de sentir esa tristeza que la consumía.

Se sentó y vio como aquellos que habían arruinado su vida seguían burlándose de ella como si nada, no hacían más que señalarla y reírse. Ya no podía escuchar sus voces y los veía de forma distinta incluso, ahora solo se mostraban como siluetas oscuras de contorno rojo.

Quería invertir los colores, mancharlos de pies a cabeza con un rojo más intenso y bello. Si ella no podía tener a sus amigos por su culpa, tampoco los dejaría irse como si nada. Ella no sería la única con un hueco en el pecho.

Lo que pasó después de eso, fue tan rápido que nadie tuvo tiempo de salvarse. Ayano había recuperado su cuchillo de forma rápida, imperceptible podría decirse, y de un salto se había levantado del suelo. Girando sobre sí misma, y alzando el cuchillo para cerrarles la boca a todos esos malditos de una vez.

El cuchillo al estar girando, atravesó sin complicaciones las comisuras de todas las bocas que había en su trayectoria. Por el tema de estaturas, varios en vez de sentir como la hoja afilada les cortaba los labios o la lengua, se percataron del ataque cuando fueron sus ojos los que habían sido rebanados en dos, como si fueran huevos duros. Al dar la vuelta completa, Ayano se detuvo para verlos; ya ninguno reía, ahora se cubrían la boca con dolor y un rojo más bello escurría por sus caras hasta su cuello.

No aguantaba quedarse sin hacer nada, quería más rojo, más desesperación; que entendieran como ella se sentía mutilada por dentro.

Se abalanzó contra la primera persona que pudo sostener, siendo esta la profesora Karin. Ante quienes aún trataban de retener sus heridas, la fuerza de la azabache demostró ser tanta que los conocimientos avanzados de autodefensa de la mujer mayor, se vieron como manoteos de ahogado antes de que el cuchillo atravesara su pecho.

Una estocada profunda con la que enterró toda la hoja de metal hasta sentir el tope de su mano, saco y repitió aquello tantas veces a una velocidad que dejaba mudos del horror al resto de fotógrafos. Las apuñalas se volvían tan rápidas y brutales que comenzaron a desgarrar la piel, la azabache siguió así hasta que se cansó y procedió a usar sus propias manos para arrancar los trozos de epidermis que le estorbaban. No se detuvo hasta quebrarle las costillas a la docente y llegar a su corazón que empezaba a fallar. Al toparse con él, no dudo en meter su mano izquierda a la cavidad torácica de la contraria todavía más, tomándolo en su mano y palpándolo para sentir bien su tamaño y saber de dónde sujetarlo. Retiró su mano con fuerza y con ella se trajo el órgano vital que explotó salpicando de más sangre a quien tuviera el des fortunio de estar cerca.

No le importaba nada, ni lo que sus padres le fueran a decir, ni si perdía a Kitty, tampoco le interesaba si perdía su propia vida. Ya no tenía razón para seguir existiendo, así que solo deseaba teñir todo de rojo para no irse sola.

No tardó en irse sobre dos cuerpos nuevos; siendo, sin que ella supiera, los de Ryusei y Yui. Estaban ciegos y llorando sangre porque era donde el cuchillo los había herido. No podían pensar bien porque sentían como sus ojos se resbalan fuera de su cara, la luz les hacía daño y no podían ni siquiera levantar sus manos para defenderse porque no sabían que ocurría.

Ayano azotó ambas cabezas contra el muro; una, tres, diez, treinta veces y contando repitió aquello sujetándolos bien del cabello y empujándolos con fuerzas que desconocía. Con el transcurrir de los golpes fue dejando tintes rojos y pedazos viscosos de piel que se estiraban y volvían a unirse con cada nuevo empuje, parecían goma de mascar. Tomó a la chica del uniforme y clavo el cuchillo entre sus ojos, apuñalando el cerebro y asesinándola de una vez. Pero eso no la dejo satisfecha, así que bajo el arma desde el puente de la nariz hasta el mentón de Yui, sintiéndose mejor cuando tuvo sus dos hemisferios caídos y dando un vistazo increíble del derrame cerebral.

Se giró a donde Ryusei agonizaba y lo apuñalo en el estómago unas cuantas veces, acto seguido lo inclino de tal forma que pudiera ver la entrada que se le había abierto detrás de la cabeza. Lugar donde metió su mano para apretar el cerebro de su compañero, fue con ayuda de su cuchillo que consiguió cortar un buen pedazo de este, el cual obligo al chico a metérselo en la boca para darle punto final al aplastarle el resto de la cabeza.

La mayoría de sus compañeros ya habían huido, pero justo quedaban Cooper -quien estaba nerviosa por dejar a Ayano ahí y que la atraparan- y Geiju.

La asesina concentro su vista en los dos restantes y se apresuró a correr para llegar al primero de ellos que pudiera alcanzar, siendo por desgracia el artista. El pelirrojo no emitió ningún sonido de temor ni busco protegerse de alguna forma, se dedicó a solo cerrar sus ojos y aceptar su destino.

Ayano empuño con fuerza el cuchillo, lista para encajarlo desde debajo de la mandíbula y averiguar si saldría por la nariz o alguno de los ojos. Quería más, más rojo, más sangre, más vidas ¡más muerte! ¡Quería venganza!

Pero se le negó.

Algo desde su lado derecho la impactó con fuerza desmedida y la arrojó muy lejos de su objetivo. Aquello que la había golpeado luego se enrollo en su cuerpo, inmovilizándola. Alguien apareció de la nada y le tomo la mano dominante para esposarla al barandal del tejado.

—Creí ser lo bastante descriptivo en las normas para que se comprendiera al nivel más profundo de la psique las condiciones sobre las que añadiría mi participación a este experimento: nadie gozaba de acceso aquí luego de que los cebos se fueran dejándola débil, y... ¡NO QUERIA A NINGUNO DE LOS DOS AQUÍ!

Kaga Kusha había llegado en el momento idóneo donde fue testigo al intento de homicidio de su único amigo. Había llevado aquel prototipo de casería por otro motivo, pero al ver la trayectoria que marcaba el arma blanca y que obstruiría las vías respiratorias de Geiju volviendo su muerte lenta y dolorosa, actuó sin pensar, atrapando a la chica Aishi en el instante y esposándola a la estructura del edificio para que no tuviera oportunidad de escapar.

—Gracias.

—¡Nada de "Gracias"! No me trates de distraer porque no te funcionara ahora— continuo Kaga, posicionándose delante de su mejor amigo y cruzándose de brazos para verlo con desaprobación —. Te dije que no te involucraras en la fase final, aclare y establecí desde el comienzo del año escolar que lo haría solo. ¡Estarías empezando necrosis si no la hubiera capturado! ¡¿Miyushan también sabe de esto?! ¡¿ESTA INVOLUCRADA EN ESTA OPERACIÓN?!

—No.

—¡Pues no creas que por eso estas libre de mi descenso de serotonina y vasopresina! ¡¿Porque estás aquí?! Le especifique a ese desgraciado hacker que no te involucrara, no quería a ninguno de ustedes dos en esta bomba atómica ¿Qué te dijo para convencerte? ¿Qué pigmentos raros te ofreció?

—Yo quise.

—¡¿Y porque haces esto?! ¡Un fotógrafo más o uno menos no variaba demasiado la conclusión! Te informe en los protocolos que no te le acercaras y que no atentaras contra el sujeto de pruebas. ¡Por tu tonto espíritu de artista incomprendido casi no vuelves a pintar nada! ¡Te dije que yo me encargaba! ¡Esto debía ser perfecto y casi mueres!

—Fue perfecto.

—¡Ja! ¡Refuto tus muestras! ¿No estas escuchando? ¡Tú casi...!

—Mató. Querías eso. Lo hice.

—¿Ahora de qué hablas? Tu comportamiento está siendo muy irregular; ¿te alcanzo a dañar Ayanshi? Tendré que revisarte en el laboratorio cuando termine con...

—Lo hice por ti.

Esa frase hizo que Kaga cambiara su ceño fruncido a uno preocupado. Geiju pocas veces decía una oración fluida, aunque fuera corta; su modus operandi de lenguaje verbal se asemejaba más al de un telegrama. Decía las cosas clave y en menor número de palabras posible. Algo le pasaba a ese chico delante de él, algo que no comprendía y eso no le gustaba.

—¿Por mí?

—Quería asegurar que... ganaras. Se feliz.

Geiju no tenía nada en contra de Ayano. Aun sabiendo desde el inicio de clases de su naturaleza asesina, pero era por demás indiferente a la chica; pero si ella tenía algo que ver con Kaga, entonces era distinto. Sus pocas palabras y acciones sencillas no hacían obvios sus sentimientos por el líder de ciencias; se notaba que le caía bien y que prefería su presencia más que la de otros, pero su inexpresividad a menudo no demostraba cuan enamorado estaba de ese demente.

Hacía tiempo que lo quería con locura, desde antes incluso de que Miyuji cambiara gracias a los experimentos de él. Y hasta el grado de reducirse a pedir fotos de su mejor amigo al hacker ese. No creía algún día tener la voluntad de confesarle su amor, así que por lo menos haría todo lo que estuviera a su alcance para ayudarle a conseguir cada cosa que quisiera. Si perdía su vida en ello no había problema, al final, el mundo estaría perdido si su amigo no llegaba a la cima. En cambio, con su propia muerte, solo se perderían futuras obras acumuladas en museos. A sus ojos, la vida Kaga era mucho más valiosa, por eso quería cuidarlo y serle útil.

Geiju no dio a pie a que la conversación fuera más larga y se retiró en silencio, llevándose a Cooper consigo. Por lo mismo de que conocía todo aspecto que se enlazara al científico, era consciente de que esa delincuente que le acompaño todo el rato era la aprendiz que había renunciado a las asesorías de Kaga.

Tal vez ella no quisiera ser científica ahora, pero en el futuro, cuando su amigo buscara alguien a quien nombrar como su successor primus ella tendría una segunda oportunidad para reconsiderar que le haría mejor a su vida. El IQ de Cooper era uno de los más altos que había visto, apenas superado por el de Kaga por unos tres puntos.

Mientras aquello se vivía en la azotea de Akademi, los fotógrafos que habían salido huyendo del ataque, ahora corrían cual alma que llevaba el diablo hasta la salida del colegio. No querían que ni por error Ayano los fuera a perseguir, así que, con el constante miedo de mirar hacia atrás, tomaron sus cosas a prisa y se fueron a sus hogares con el rabo entre las patas.

Lo que ellos no sabían, era que, si bien la chica Aishi no los había podido perseguir, ciertas entidades sí.

Musume y Shin pasaron el portón escolar sin querer voltear a sus espaldas o hacia la azotea, solo querían irse ya. Varios metros detrás venia Otohiko con su característico trote, sintiéndose débil y que la respiración se le cortaba por momentos. Tanta adrenalina no era buena para su salud.

Cuando igual estaba por cruzar las rejas que lo separaban del camino hacia la calle, sintió que alguien lo empujaba y luego como si una mano saliera del suelo y le sujetara una pierna. Fue tan repentino y aterrador que de inmediato se fue de bruces contra el piso.

Cuando el chico trato de levantarse, se distrajo ante sonido metálico de algo en movimiento, al voltear hacia el origen de este, fue testigo de cómo las rejas del portón se cerraban e iban directo hacia él. El miedo lo dejo paralizado.

Los cuatro demonios vieron con placer inigualable cuando las puertas metálicas hicieron explotar la cabeza del fotógrafo. Se les habían escapado algunos, pero el mensaje se había dado y eso bastaba por ahora.

El líder de ciencias vigilo que su amigo y su antiguo prospecto de compañera de laboratorio bajaran bien, confundido un poco todavía por lo que Geiju había dicho.

Regreso a la azotea y miró con curiosidad los tres cadáveres que había ahí. La fuerza de la azabache era sorprendente, y su brutalidad era tanta como había teorizado. Su obligo a frenar sus impulsos de analizar los cerebros de cada uno, no estaba ahí para recabar muestras, sino para asegurar el producto.

Fue a donde Ayano luchaba para liberarse, todavía se le veía errática y con los ojos demasiado dilatados. Su cuchillo había volado durante su captura y ahora solo contaba con sus manos para pelear; agregó en sus notas mentales ese detalle de la versatilidad combativa. Esa chica era casi un regalo para investigación.

El peligris se acercó con suma precaución a la asesina y de uno de los bolsillos de su bata saco una jeringa nombrada como "Vial Hazard: Tipo C". Preparó la dosis a administrar y con cuidado lo inyecto en el cuello de su compañera.

Las ansias de matar fueron bajando y poco a poco la yandere recupero su vista normal. Se sentía atontada y con mucho dolor en el cuerpo, pero sobre todo tenía mucha pesadez. Sabia en donde estaba y todo lo que había ocurrido, pero no podía ponerse de pie ni abrir los ojos sin sentirse mareada.

—Ese veneno esta modificado para que solo te aturda un rato— informó Kaga antes de comenzar a arreglarse el uniforme y fijarse en que su cabello también estuviera decente —. Cuando las clases dieron inicio, mi percepción avanzada me hizo saber que había algo diferente en tu composición química. Tus receptores biológicos estaban recibiendo ciertos estímulos que alteraba tu organismo y las partes más recónditas de cada uno a su vez. Fue un hallazgo interesante averiguar que tú y tu madre son asesinas, y luego este hacker que te estuvo ayudando me platico de un experimento con el que todos podíamos recuperar el hilo que preservaría nuestras existencias de forma más adecuada.

Kaga iba a continuar platicando los detalles de sus motivaciones y como había jugado con su mente en esas diez semanas, pero guardo silencio cuando unos pasos se hicieron notar en las escaleras. Mostró su mejor sonrisa y camino hacia la puerta para recibir a su invitado especial.

—¡Presidente! Le agradezco que haya podido venir, eh esperado mucho para contarle mi propuesta— Megamo hizo acto de presencia, viendo con molestia la suciedad que los cuerpos habían dejado en la azotea. Y luego observando con indiferencia al líder de ciencias que le había dicho horas antes que requería su presencia ahí para mostrarle la función de las pantallas.

Suponía que darle libertad a Kaga Kusha era demasiado riesgo, pero eran varios aspectos de la escena del crimen lo que lo mantenían al pendiente de lo que esté fuera a decirle.

—Supongo que antes me explicaras por qué este piso se encuentra en tal estado. Conoces muy bien mi postura sobre el cuidado de las instalaciones y de los disturbios.

—Por supuesto, presidente. Pero creo que, en esta situación, no hay mejor forma de contarle el propósito de esta prueba que entregándole el resultado. Apreciaría si lo considera un... regalo.

Kaga dibujo una expresión emocionada y juntó sus manos en aquel gesto que todos le conocían, ansioso por todo eso. Guio al peliplatinado hasta la orilla de la azotea, no tuvieron que dar muchos pasos antes de que Megamo viera aquello a lo que Kaga se refería.

Una auténtica sorpresa.

Faltan 20 minutos para la confesión

Aishi había sido atrapada, casi todo su cuerpo estaba manchado de sangre y eso le daba sentido a los cuerpos que habían dejado atrás. La chica parecía estar cansada y demasiado confundida para prestar atención a la plática que ambos líderes sostenían.

—¿Cómo hiciste esto, Kusha-kun?

—Fue un experimento de último momento: hacer que un depredador se adaptará a un hábitat, y, a sus presas para tomarle desprevenido. Supe de la condición hereditaria de Ayanshi, así que investigue su rol empresarial y cualquier nexo comercial para saber más sobre el espécimen; recopile datos importantes y me topé con una barricada cibernética que escondía el servicio más relevante de su familia. Fue un trabajo complicado ahondar hasta esa profundidad, pero alguien me ayudo...

—¿Quién? ¿Alguien más sabe de ella? — inquirió negándose a apartar la vista de la yandere, ahora que tenía todo para inculparla y romper su trato de compromiso, no podía darse el lujo distraerse y pecar de confiado.

—De hecho, es alguien que funciona como un informante para todos aquí, pero he sabido que este sujeto no es de su agrado, presidente. ¿Le suena el seudónimo "Info-kun"? — ante tal mención, el joven Saikou solo atino a endurecer su mirada, contrario a Kaga quien sonrío complacido —. Ahora su noradrenalina está subiendo y eso es porque su ritmo cardiaco acelero, es la respuesta clásica del enojo por lo que la hipótesis ha sido confirmada. Puede nivelar su química biológica, señor; el indicio fue de ayuda en varios aspectos del plan, pero fue idea mía el llegar a este punto de experimentación.

—¿Qué te enseño ese sujeto de las Aishi? — la información clasificada de esa familia no era una cosa para sorprenderse, pues quien se había encargado de que mucha información quedara borrosa, sino era que, resguardada como archivos prohibidos al interés público, había sido su padre.

Pero no solo como un favor, más bien porque se descubriría entonces la razón por la que las Aishi tenían total libertad ante la policía y de cómo podían hacer y deshacer sus viles actos en la escuela como si nada.

—El iceberg de misterios e hipótesis que podría generar sobre ellas es como el sueño de todo científico, es fascinante que la química del corazón manipule los instintos craneales que delimitan a la persona— contó el contrario explayándose ante su deleite de interés científico —. Aunque también fue bastante impresionante ver que las raíces de su posición se entrelazan con las suyas, presidente. De forma pública, la familia Aishi se dedica a la importación de textiles, pero el trabajo a tiempo completo que Ryobaishi ha mantenido desde su tiempo de escolaridad, muestra ser seguridad privada de un único cliente: Ichirou Saikou.

Enojarse con Kaga Kusha porque descubriera eso sería demasiado burdo, en primer lugar, porque de hacerlo eso no borraría la información que el científico ya tenía en su cabeza; y segundo, porque solo podía esperar algo parecido de la segunda mente más brillante de esa generación en Akademi. Después de él, por supuesto.

Podía decir con cierta ironía, que, si Kaga Kusha no hubiera llegado a tantos extremos ni conocido esa información, le hubiera decepcionado mucho.

—Así es. La familia Aishi está al servicio de los Saikou. Se tiene el acuerdo de que ellas serán nuestra seguridad, y a cambio se les recompensara con una vida resuelta y acomodada.

—¡Aja! Sobre eso quiero mostrarle algo, presidente— Kaga saco una tableta de su bata y se acercó a Megamo para enseñarle aquello —. Este es el acuerdo de trabajo de la señora Ryobaishi, con las condiciones y cláusulas que menciona usted. Sin embargo, en mi búsqueda se me presento un archivo escondido, uno que ninguna de las dos familias quería que se supiera y es... este. ¿Lo reconoce?

Al presionar un botón, la pantalla mostro ante los ojos concentrados del heredero Saikou el acuerdo de compromiso que existía para con él y Ayano. La tableta se encargó de compararlo con el documento que ya había visto antes de Ryoba, mostrando que su similitud encajaba hasta en un setenta y cinco, por cierto.

—Por supuesto. Es el seguro de mi compromiso con la casa Aishi para que nuestros legados se unan.

—Si me permite corregirlo, es él acuerdo en donde ambos líderes de familia aceptan que ustedes dos se unan en matrimonio sin demostrar tintes de política ni de beneficios mutuos, demostrando que este contrato se hizo con la finalidad de unir a ambas familias por mero gusto y placer. Añadiendo tales especificaciones de facilidades de vida para esconderlo a plena vista como el contrato laboral de la matriarca Ryobaishi.

—Pensé que sabias que me gustaba hacer negocios claros y sólidos, pero hasta ahora solo eh escuchado muchas palabras sin nada que las justifiqué— era asombrosa la capacidad de resolución y practicidad que tenía la mente de aquel chico, pero podía ver que su defecto era dar demasiado contexto o irse por las ramas —. Quiero que me digas ahora que es lo que quieres proponer, o será muy fácil unirte a este desastre y que ambos arruinen su futuro en prisión.

Kaga aminoro su sonrisa, no por pánico, sino para afilar su mirada y tener cuidado en lo próximo que diría.

—Lo que le ofrezco, estimado presidente, es esto— extendió sus manos mostrando en su totalidad la azotea. Las pantallas rotas todavía echaban algunas chispas, la sangre de los cadáveres empezaba a fusionarse con la nieve, y el punto clave de todo ello, Ayano Aishi incapacitada para contraatacar ni defenderse —: daño a propiedad privada, disturbios en zona escolar, pruebas de asesinatos tanto a humanos como a animales, ¡huellas dactilares a donde usted vea! ¡el arma homicida! Y por supuesto, la asesina a la que está obligado a unirse.

La escena del crimen perfecta, con evidencia de sobra para hundir a Ayano ante las autoridades y desmoronar el futuro de aquella familia podrida. Eso era lo que Kaga tenía para él, la libertad para limpiar Akademi de ellas y la oportunidad de cancelar por ese modo su compromiso. Era la solución que había buscado todas esas semanas. Era... algo demasiado bueno para entregarse, así como así.

—¿A cambio de qué? — no se permitió mostrar sorpresa ni gusto, llevó sus manos tras la espalda y juzgo al científico en busca de su motivación. Nadie se tomaba tantas molestias solo por curiosidad, había algo detrás de sus acciones, algo que le daba energía para seguir yendo cada vez más lejos hasta el punto de sacrificar vidas como en todo experimento importante.

Lo más absurdo era pensar en dinero, podía decir con solo verlo que ese no era un punto principal de interés para Kaga. Tal vez el poder, los medios para hacer cada vez más grandes sus proyectos o la financiación ilimitada para cumplir sus aspiraciones por medio del trabajo limpio y sin trabas. Una de las cosas que lo ayudaba a tener presente a Kaga Kusha eran sus delirios de llegar a Saikou Corp. y que desde ahí controlaría el mundo. Su intercambio incluiría algo sobre de la empresa, no tenía dudas, ¿Cómo ese chico pensaba que era la mejor forma de impulsarse a todo eso? ¿A través de alguien? Si, algo así, necesitaba a alguien de su lado, una persona que lo secundara y le ayudara a llegar a la cima casi de inmediato.

Tomó esos datos y comenzó a resolver en su mente todas las posibilidades de lo que le pediría. Fue cosa de segundos comprender por completo la mente del científico loco y lo que representaban sus motivaciones. Aquello que lo empujaba a no frenar en su búsqueda hasta dar con lo que quería.

Poder, conexiones y amor.

—Su alianza con Ayanshi estará cancelada, así que quiero que firme un compromiso conmigo.

Kaga Kusha no solo tenía admiración al conglomerado Saikou o a sus integrantes, lo suyo era un profundo y desquiciado amor hacia Megamo.

Gracias a su interés por los inicios de Saisho Saikou, se había enterado del riguroso proceso de selección para las parejas de cada uno de los miembros de esa familia. Eso lo había llevado a investigar cada detalle de cada prueba, encontrando cuales eran los puntos a calificar y cuales a los que el líder fundador daba más importancia.

Él era el prometido perfecto para Megamo Saikou. Y desde que lo había descubierto, se permitía una pequeña zona en su hemisferio derecho para soñar con el día en que abrieran las selecciones para escoger al conyugue de su presidente estudiantil, seguro de que sería la única opción ante los ojos de cualquier Saikou que lo juzgara.

Pero entonces descubrió el acuerdo de compromiso entre su mayor anhelo y la sucesora Aishi, un trato pactado desde que ambos "prometidos" apenas tenían uso de conciencia propia. Se notaba demasiado el capricho de Ichirou Saikou de atrapar a la familia contraria entre sus leyes. Kaga había comprendido entonces que nunca podría llegar a ese lugar que le correspondía, todo por preferencias injustas.

Por eso había armado junto a Info-kun todo ese plan apenas descubrió lo que Ayanshi era realmente. Era la oportunidad para separar a su dios intocable de la asesina, y recuperar el peldaño que le correspondía.

Megamo empezó a considerarlo, no tenía problemas con casarse con alguien de su mismo sexo. Después de todo el género que tuviera su conyugue no le era un tema relevante. El testimonio de Kaga Kusha podía ser crucial, dos testigos como lo eran ellos bastaban para que ni siquiera se llevara a cabo un juicio. Sabía que lo que el científico pedía también era su amor, no solo la posición de status que podía conseguir. En el matrimonio de sus abuelos no había existido el amor, tampoco en el de sus padres, así que no podía imaginar algo más que eso para él.

Podía fingir amarlo, y la vista de inclusión a la familia Saikou les daría aún más poder y aceptación del que ya gozaban. Suponía que a lo mejor su abuelo no lo hubiera aceptado de forma tranquila, pero para bien o para mal, él ya no estaba en ese mundo para decir su opinión.

Extendió su mano sin titubeos para cerrar el trato. Lo que lleno de suma alegría a Kaga Kusha y le hizo imitarlo. Con aquel estrechar de manos, su futuro cambiaria, y empezarían uno nuevo en donde estarían juntos para siempre.

—¡Señor! — el guardaespaldas de Megamo, Némesis, apareció en escena de forma abrupta, sorprendiendo a ambos chicos y frenando su saludo de negocios. El azabache se apresuró a llegar a donde su amo se encontraba y le extendió su teléfono —Su padre le está llamando.

Su papá conocía al derecho y al revés sus horarios, y ya había cumplido con los deberes de la empresa. No tenía motivos para llamarle. Eso fue lo que le hizo sentir una gran desconfianza cuando acepto el teléfono y tomó la llamada.

—Megamo Saikou.

Hola, hijo. ¿Disfrutas el aroma del invierno y la sangre juntos?

—No es de mi agrado ninguno de los dos, ¿puedo saber quién te informo?

Tu manejas la nómina de empleados, esperaba que resolvieras por tu propia cuenta que uno de mis hackers descubrió el plan del líder ese. Lo supe desde muy temprano, así que me haces pensar que debo endurecer más tu entrenamiento, Megamo. Esos cabos sueltos te pueden costar millones el día de mañana.

—¿Y porque lo permitiste entonces? Sabiendo lo que sucedería dejaste que la azotea se arruinara.

Por la misma razón que un buen hombre de negocios no muestra todas sus cartas, hijo. ¿Por qué detener algo que me beneficia a mí también? Gracias a ese chico, Ayano Aishi ya no tiene a nadie que quiera aceptar su confesión. Y ahora que los rivales ya no son un problema, es cuando debo mostrar mis manos y detenerte antes de que arruines todo.

—Arruinarlo todo es lo que hará este compromiso, no hay valor en esta transacción que llevas esperando toda mi vida. Al final, perderás aún más de lo que has invertido.

Con tener a las Aishis bajo mi poder, gano lo importante. Y debes saber que todo acuerdo que se haga con un miembro de la familia y que afecte al conglomerado debe tenerse por escrito, tener a cada miembro como testigo y principalmente mi autorización. Sin todo eso, solo te verías como un adolescente berrinchudo, ¿eres lo bastante listo para saberlo?

—...sí, señor.

Perfecto. Como bien dijiste, hoy por fin acaba el plazo que espere por más de una década, y me gustaría disfrutar el momento al lado de mi heredero. Estoy en la entrada de la escuela, ven rápido. Mandare a mis hombres para limpiar ese desastre.

La llamada terminó y le devolvió el teléfono a su guardaespaldas. Se arregló las mangas del saco y volvió a mirar a Kaga Kusha con gélida neutralidad.

—Tu oferta ha sido declinada. Como compensación olvidaremos este suceso y mantendremos las mismas relaciones que siempre. Debes liberar a la señorita Aishi y retirarte de aquí en breve. Todo lo que ocurrió aquí se considera clasificado y se te pide que no cuentes nada a nadie. En lo que respecta a tu interés en trabajar en Saikou Corp. nos reservamos una respuesta hasta después de tu graduación. Buenas tardes.

Megamo se retiró con Nemesis detrás suyo, conteniendo su furia y su impotencia por no poder adelantársele a su progenitor.

Siempre supo que tendría un matrimonio sin amor, pero esperaba al menos sacar alguna ganancia de este. Solo le quedaba esperar que Ayano tuviera alguna ventaja oculta entre tanta sangre.

Faltan 10 minutos para la confesión

Ayano fue dejada a la salida del edificio por uno de los hombres que Ichirou habían mandado, acatando la orden de sacar a la chica de la azotea y de dejarla junto al resto de sus cosas para que volviera a casa.

Una mujer del mismo escuadrón se había encargado de limpiarle la sangre visible y de cambiarla de uniforme, por lo que su apariencia estaba mucho mejor en cuanto a primera impresión se refería. Pero lo que era el tema mental no podían decir algo agradable.

Ayano se levantó del suelo y tomo su mochila de forma automática. Su cabeza estaba revuelta de los mil sucesos que habían ocurrido, no sabía que decir ni como sentirse, solo que quería llegar a casa y suplicar que no despertara de la siesta que tendría antes de que sus papás volvieran.

Una brisa le acaricio el rostro y volteo en la dirección que el viento iba, vio los cerezos de la entrada y respiro su dulce aroma. Por la temporada ya casi estaban sin pétalos, pero de algún modo su rico olor se preservaba. Aquellos árboles, aunque no fueran el de la leyenda, eran hermosos y parecían sacados de un sueño con la nieve cubriéndolos así.

Un recuerdo le atravesó las ideas como relámpago; había entregado la carta de Taro. Revisó su teléfono sin mucha emoción y descubrió que eran las 5:50 pm. Tal vez su senpai ya estuviera esperándola ahí, aunque su corazón ya estaba muy lastimado para sentir alegría por aquel pensamiento.

Kitty se asomó desde su mochila y le comenzó a maullar en búsqueda de su atención. Debía cuidar bien a esa gatita, aunque Osoro hubiera tratado de quitársela; ya no estaba segura de poder hacerlo bien, si no sentía el cariño que la motivaba a velar por su seguridad, Kitty no sería diferente a los animales de su infancia.

Taro había sido quien le había dado la oportunidad de sentir su corazón y de experimentar las emociones. Tal vez si conseguía decirle sus sentimientos y él la aceptaba, la sanara de esa pesadez que habían dejado los chicos con su rechazo. Quizá la pudiera volver a reparar.

Debía intentarlo por Kitty.

Faltan 2 minutos para la confesión

Se sentía como una luz de navidad, de esas que después de brillar con fuerza por tanto tiempo comenzaban a parpadear. Sus sentimientos ya no eran tan fuertes, casi sintiendo que desaparecían por momentos, pero la preocupación que mantenía por Kitty la alentaba a resistir.

Con pasó tranquilo y con la minina caminando al lado suyo cruzo todos los terrenos de la escuela, saliendo por los vestidores, pasando por la alberca y atravesando la pista que usaba el club de deportes para correr. Todo eso para llegar hasta la pequeña colina que la llevaba al famoso cerezo. El invierno le había robado parte de su belleza, pero aún mantenía suficientes pétalos para darle una vista romántica.

Había soñado tantas veces con estar ahí. Y al mismo tiempo sentía que subir aquella cima era agonizante y le robaba el aliento conforme más se acercaba a lo alto.

Cuando llego a la base del cerezo, cayó de rodillas y se desplomo de lado en la nieve. No soportaba seguir de pie, ya no podía más. Cerró sus ojos con cautela, debía esperar que senpai llegara, pero... no conseguía soportar todo eso. Solo quería cerrar los ojos y dejar de existir.

—Hey, Yan-chan— un dedo pico su hombro, casi sin fuerzas entreabrió los ojos y vio que se trataba de Midori —. ¿Estás bien?

—Taro-senpai— susurró con desgano. Con ayuda de su amiga consiguió sentarse y se talló los ojos esperando despejarse con eso —, le voy a confesar lo que siento.

Falta 1 minuto para la confesión

—¿A Taro-kun? — pregunto muy confundida, al punto de inclinar su cabeza en señal de desconcierto —Pero él no vino hoy.

—¿Qué? — eso... eso no podía ser verdad. Su mundo comenzó a dar vueltas y no conseguía de donde sostenerse más que de las manos de su amiga de la infancia.

—Aja. Creí que Hanako-kun y Osano-kun te lo habían contado. Le ofrecieron un semestre de intercambio en Estados Unidos, se supone que hoy ya no vendría porque debía irse ya. Vi que ayer se despedía de todos.

Faltan 45 segundos para la confesión

Taro no estaba. Se había ido. ¿Cómo no se había dado cuenta? ¡¿Qué demonios estaba haciendo para no saber algo como eso?! ¡¿Qué iba a hacer ahora?!

Si no tenía a Taro y tampoco a sus amigos, entonces ya no tenía razones para seguir viviendo.

Empujo las manos de su amiga y rebusco en su mochila la bolsa de evidencias que esos tipos le habían entregado. La encontró, revelándole a la peliverde que ahí estaba su cuchillo con sangre seca. Rompió la bolsa a como pudo y se encargó de sostener el filo con dirección a su pecho, quería morir rápido y dejar atrás todo este sufrimiento.

Faltan 15 segundos para la confesión

Midori se arrastró a donde Ayano estaba y con rapidez retuvo el cuchillo, el cual ya estaba bajando para enterrarse en la piel ajena. Su mano libre la utilizo como escudo para que, si el arma seguía avanzando, tocara con su mano y no llegara al corazón de la asesina.

—¡N-No te puedes m-morir, Yan-chan! — gruñía del esfuerzo al sentir como el cuchillo se le comenzaba a resbalar, no podía permitir eso ¡nunca! —¡N-no pue-des!

Faltan 5 segundos para la confesión

—¡Ya no tengo a nadie! — gritó la yandere dejando salir ahí lo último que tenía que dar su corazón. Empujo a Midori con una patada y solo así pudo llevar el arma blanca hasta su cuerpo —Estoy... sola.

—¡Hermanito! — Midori se volvió a levantar, pero fue demasiado tarde.

El cuchillo había impactado.

Hora de la confesión

Ayano había apretado sus ojos con fuerza para no ver su suicidio. Pero le extraño que, aunque había atravesado carne, no sentía hueco alguno en su pecho ni que se ahogara entre su propia sangre.

Conforme los abrió, se percató de que Midori y ella ya no eran las únicas ahí. Un chico pelirrojo ahora estaba a su lado y su brazo era lo que había recibido la puñalada. Atónita, se apartó para que él chico pudiera moverse, siendo ayudado por Midori que de su mochila sacó vendas con las que improviso un torniquete.

Tuvo un deja vu.

El cabello de aquel sujeto era de un rojo muy llamativo, algo desordenado y también un poco largo. Usaba lentes del mismo color y era bastante pálido. No recordaba verlo antes, pero tenía una mezcla de nostalgia y peligro que no le dejaba estar tranquila.

En cuanto las vendas estuvieron lo bastante apretadas, el chico se levantó con algo de esfuerzo y camino hasta quedar delante de ella.

—Al fin me miras, Yan-chan— la sorpresa le exploto en la cara, guardando silencio unos segundos al no saber que decir; luego se obligó a reaccionar y se levantó rápido para escapar de ahí. Era Info-kun ¿Cómo no reconocer esa desquiciada voz? Estaba por salir corriendo cuando este la detuvo tomándole de la mano —. ¡Ni pienses que te iras de aquí! Y no me veas con esa cara; si volví a todos esos imbéciles en tu contra es porque tú me obligaste. ¡Te dije que no te encariñaras e hiciste lo contrario!

—Oye— Midori le golpeó la cabeza desde atrás como regaño, cuando Info volteo a verla, ella le regreso la mirada con severidad —. Ya no hay tiempo, contrólate y hazlo.

Info-kun rodó los ojos, molesto de que su hermana menor lo apresurara. Pero tenía un punto, no podía dejar cabos sueltos en ese momento. Se aclaró la garganta y tomó la mano de la asesina con mayor cuidado.

—Me gustas, Yan-chan— confesó, ambas chicas vieron como su cara se ponía del mismo color que su cabello —. Estoy enamorado de ti desde que éramos niños, ¿recuerdas? Fui tu primer novio y ambos éramos felices. Te prometí que te repararía, así como tu hiciste conmigo.

Ojos rojos. En primaria había salido con un niño de ojos rojos y no recordaba más que eso, aparte de que su madre la había regañado. Era alguien que Midori le había presentado, un chico callado y reservado que nunca se alejaba de ellas.

Miro al hacker a los ojos, reconociendo los ojos que, todavía algunas noches, la perseguían en pesadillas.

—Eras tú...

—¡Si! Tu y yo siempre debimos estar juntos. Además, ya viste como reaccionaron todos con lo que vieron, ahora te odian y nunca te perdonaran. Pero yo te amo, así como eres— la abrazo y no le intereso que ella no le respondiera igual, se mantuvo así disfrutando de la cercanía que anhelaba mientras jugaba con el cabello de la chica —. Me moriría sin ti, Yan-chan. No quiero a nadie más, solo a ti. Dame una oportunidad, y veras que nunca te dejare sola.

Se separó un poco de ella y le tomo de la barbilla para que lo volteara ver, esos ojos grises y vacíos lo mataban de amor. Había soñado con ese instante durante años, y por fin todo era realidad.

«¿Quieres ser mi novia?

Ellos no la dejarían morir. Lo habían dicho y demostrado, así que no tenía dudas de que aun si intentaba quitarse la vida cuando ambos le dieran la espalda, Midori e Info se encargarían de mantenerla con vida para que pudiera estar con él.

Si no moría ahí mismo, tendría que volver a casa y enfrentar a su mamá. Si no volvía con un novio, si no podía morir... ¿Qué demonios tenía que hacer?

Agacho la cabeza, fijando su visión en el pecho del hacker y replanteándose todo lo que creía saber y lo que había perdido.

Estaba sola y por eso no le importaba matarse, pero si ahora la muerte tampoco era una opción, solo podía entender que su vida ya no era suya. Y por eso mismo, ya no podía seguir viviendo como la Ayano Aishi de esas diez semanas, debía ser alguien más para seguir adelante.

No tenía el corazón para amar a Info-kun, pero tampoco quería quedarse sola otra vez.

—...si.

Explosiones de confeti llenaron su vista periférica.

Luego de su respuesta, los hermanos empezaron a brincar de felicidad y bailaban con música que solo ellos escuchaban. Ella se quedó quieta, viéndolos y sintiendo el agobio en su garganta de que ellos eran su presente y su futuro a partir de ahora.

No reacciono tampoco cuando el pelirrojo regreso a su lado, abrazándola y besándola en los labios necesidad y deleite, aunque ella no hiciera el mas mínimo acto de imitarle. A él no le importo, luego del beso le acaricio el rostro y juntaron sus frentes para sentir la cercanía que les esperaba por el resto de la vida.

—Ya veras, Yan-chan— susurro contra sus labios mientras disfrutaba de verla completamente vacía, destruida, y, sobre todo, suya —. Te enseñare que solo yo puedo ser el amor de tu vida.

Y entonces pasó. La tristeza se desvaneció y el miedo de lo que vendría en su vida se convirtió en un espacio hueco en su pecho. No estaba sintiendo nada, no podía sentir ni lo más mínimo. Quiso llorar, pero ya no podía hacerlo.

Otra vez, estaba rota.

Semana 10: Terminada

Rival: Osano Najimi                     Estado: Mejor amigo (interferencia) Eliminado

Rival: Amao Odayaka                 Estado: Mejor amigo (interferencia) Eliminado

Rival: Kizano Sunobu                 Estado: Enemigo (interferencia) Eliminado

Rival: Oko Ruto                              Estado: Novio (interferencia) Eliminado

Rival: Aso Rito                                Estado: Enemigo (interferencia) Eliminado

Rival: Mujo Kina                            Estado: Eliminado

Rival: Mido Rana                           Estado: Eliminado

Rival: Osoro Shidesu                  Estado: Amigo (interferencia) Eliminado

Rival: Hanako Yamada               Estado: Amigo (interferencia) Eliminado

Rival: Megamo Saikou                Estado: Desconocido

Objetivo: Info-kun                        Estado: Prometido

¡Y hasta aquí la historia, gente! ¡QUE VIVA MÉXICO! ¿Qué mejor día para actualizar que el día del grito? ¡Para que gritemos a gusto por la independencia y del dolor! Ahora si me disculpan, tengo que huir que presiento que por lo mismo no estarán muy contentos con ese final.

¿Qué les puedo decir? Este capítulo debía ser muy corto, pero había muchas cosas que revelar, cosas que aclarar, otras que recordar y al final creo que esto terminara durando tres horas. Y me costó más de una semana escribirlo ¿eh? Hubieran visto el drama que hice en el grupo de Facebook. ¿Se esperaban algo de lo que acaban de leer?

¿Saben qué? Aún queda una bonita segunda parte del final que leer y no quiero detenerlos, que ahí está lo bueno ¿eh? Les sugiero que vayan rápido y lean todo hasta el final. Nos leemos luego.

¡Votos y comentarios se agradecen!

¡Hasta el próximo capitulo!

¡MoriDark19, fuera!

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