48. Negocios finales de amor
Info-kun estaba revisando las cámaras de seguridad de toda la escuela. Gracias a ellas, el día anterior había visto el desastre que su hermana había causado. Y claro que ella había tenido que aguantarlo en casa con gritos, golpes y horas de ira descontrolada. Pero cuando consiguió calmarse lo suficiente, comprendió que solo le quedaba dos días para acabar con todo.
Tantos años había estado siguiendo y aprendiendo de Ayano. Ella nunca se imaginaria la cantidad de chicos que había alejado de ella; cuantos pensaban que tenían derecho a sentir amor hacia su asesina. Y si bien eliminó a todos los que pudo, había tenido desafortunadas excepciones: Aso Rito, por ejemplo. Al ser alguien "con futuro brillante" desde niño, le había sido muy difícil encontrar una brecha en donde pudiera atraparlo. Pero por lo menos en esos años de primaria ya sabía bastante sobre manipulación, y junto con lo que aprendió de hackeo después, se pudo encargar de mantenerlos en escuelas diferentes hasta ahora.
También existían más errores. Pero había llegado el momento en el que pondría fin a todos ya.
En una de sus pantallas tenía a la vista varios documentos que se estaban imprimiendo. Y por otro lado intercambiaba mensajes con su aliado, su agente externo con el que orquestaba el gran final de todo.
Ayano aún no llegaba. y por eso cada tanto volteaba y repasaba cada imagen en busca de ella o de sus rivales. Quienes ya estaban en la escuela eran Kizano, Megamo, y Oko.
Estaba tratando unos últimos detalles cuando su teléfono sonó, era un número desconocido y eso le causo desconfianza. Se apresuró a abrir en otro monitor un rastreo rápido para saber quién le buscaba, y así descubrió que era una llamada de Estados Unidos.
Suspiró con cansancio, entendiendo rápido la situación. Cerró los ojos y frunció su ceño.
Dejo que la llamara siguiera hasta que la música termino. Entro al chat con su hermana menor y sin buscar tener tacto, la puso al tanto de todo:
"Papá está muerto."
El tiempo se había acabado.
Ayano se había despertado tarde, sentía como si hace una eternidad no descansara así de bien y por eso se había permitido estar en cama hasta el último minuto posible. Salió de debajo de sus cobijas llena de energía y saltando desde su cuarto hasta la cocina en busca de un desayuno rápido y delicioso, al igual que uno para Kitty. La minina rápido se había sentido a gusto en la casa luego de explorarla la noche anterior, y verla siguiéndola por donde iba era algo adorable y que le producía un calor agradable en el pecho.
Con su cepillo de dientes en boca buscaba ponerse bien sus calcetas. Cuando estaba de regreso a la entrada de su cuarto, tropezó para no pisar por error a Kitty quien andaba recostada a sus anchas junto a la puerta. Su primera reacción fue de dolor, pero unos segundos después aun tirada en el suelo solo pudo reírse con plenitud. Sus carcajadas evolucionaron a risillas más discretas y comenzó a estirarse en el suelo como si hiciera ángeles de nieve.
Al voltear hacia debajo de su cama por reflejo, encontró una caja de zapatos que reconoció rápido. Sus ojos brillaron y rodó hasta llegar a la base, estiro su brazo para tomarla y jalarla hacia el exterior. Cuando la consiguió se sentó en pose india y la abrió, sonriendo todavía más cuando vio todo lo que estaba ahí escondido.
Fue hasta el baño y comenzó a peinarse delicadamente, la hora dejo de preocuparla y se tomó el tiempo del mundo para desenredar su cabello oscuro.
Miro su reflejo y la idea de sentirse una muñeca le cruzo la cabeza. Porque igual que una, estaba lista para ponerse los accesorios que venían en su caja.
Tomó la liga de cabello y se lo sujeto en su característica coleta; metió ambas manos a la caja de zapatos y saco sus googles negros, cuales procedió a acomodarse a forma de diadema y le siguió su broche de rosa negra. También estaban ahí los guantes de Amao y la chaqueta de Osano, aspiro el aroma de ambos objetos con cariño y los abrazo; era momento de soltarlos y devolvérselos.
Su sonrisa se borró al ver también su primera gargantilla del club de ocultismo, la oficial la había dejado en la escuela, pero olvidaba que igual tenía esa ahí guardada. La figura del corazón metálico brilló y la sostuvo de la correa para verla bien.
Se hizo el cabello a un lado y la abrocho en su cuello, viéndose por largos segundos como le quedaba. No dejo de observarse en el reflejo mientras pasaba sus dedos por la imitación de cuero. De pronto sintió la presión que el collar le ejercía. Como al tragar saliva el corazón de metal parecía enterrarse en su piel como queriendo marcarla. Y tan ajustada, igual que manos buscando ahorcarla.
Cuando el aire le estaba faltando se apuró a llevar sus manos detrás de su cabeza para quitárselo, casi arrancándolo y rompiéndolo. Aún no estaba lista para volver a usarlo.
Brinco de nuevo, pero ahora de sorpresa cuando su teléfono le aviso de una llamada nueva. Corrió hasta su cuarto y contesto de forma veloz.
—¿Diga?
—¡Cariño, soy mami!
—Hola, mamá. ¿Cómo les va? ¿Y papá? — era jueves, esperaba que la llamaran hasta el día siguiente. ¿Algo habría pasado?
—Oh, todo va de maravilla, cielo. Tu padre esta desayunando aquí conmigo, ¿Qué te parece una video llamada familiar? Sería la mejor forma de comenzar el día.
—Sí, creo que estaría bien. ¿Pasa algo especial?
—Disculpa, bebé, estoy bastante emocionada y me apresure— escucho a su madre reír risueña desde el otro lado. Hace tanto que no los tenía cerca que empezaba a olvidar como era vivir con la actitud enamorada y tan dulce de su mamá. Lo próximo que vio era como sus dos padres hacían acto de presencia en la pantalla y que ambos desayunaban amenamente juntos —. Termine mis asuntos pendientes aquí y es hora de que volvamos a casa.
Bueno, eso sin duda era una gran noticia. Diez semanas de vacaciones y por fin se decidían a volver; aunque lo correcto era decir, que al fin su madre lograba lo que la había llevado hasta allá.
—¡Eso es genial! ¿Entonces cuando regresan? ¿Llegan hoy? Oye, ¿puedo tener una mascota? ¿Pasa algo si estudio y trabajo a la vez? ¡Descubrí que me encanta cocinar! ¡Y no creerás todo lo que paso ayer!
—¡Oh cielos! Parece que alguien tiene muchas preguntas— celebró su madre mientras que su papá se mantenía boquiabierto. Había visto a su hija "emocionada" muchas veces, aunque las sentía como reacciones falsas. Verla como estaba ahora, sentía que era como ver a su bebé sonreír por primera vez. Pero Jokichi no se atrevió a decir nada, solo la contemplo con una sonrisa mientras sentía ganas de llorar —. Mi niña, oírte tan emocionada me alegra tanto. Es lo mejor que el amor puede hacernos— Ayano borró su sonrisa y torció los labios al recordar ese detallito que igual se le había olvidado mencionar al principio. Que ese amor, ya no existía —. Salimos mañana temprano. Nuestra llegada será entre las ocho y nueve de la noche. Aww, sería fantástico que puedas llevar a tu novio a la casa para poder conocerlo y celebrar que mi hija ya tiene a alguien.
—Mamá— alargo aquella ultima silaba en busca de más tiempo para pensar algo que la salvara, pero era el momento de chocar con su realidad —. Paso algo... curioso.
—...
—¿Mami?
—¿Tienes a tu senpai o no, cariño? — reapareció con una voz profunda y siniestra. Tanto que su esposo se encogió a su lado y freno su comer.
Tanto tiempo viviendo sola que ya olvidaba que su madre era una psicópata con cambios de humor. Bien, hora de volver a su normalidad.
Igual que siempre, los delincuentes llegaban de últimos. Todos se dirigían hacia el incinerador para esperar solos el inicio de clases, con la diferencia de que ese día Osoro cargaba una pequeña maleta negra que no llamaba tanto la atención; sería lo opuesto si alguien imaginara que en esta había ropa de gato, comida especial, medicinas y más cosas que su consentida gata necesitaba.
De forma discreta continuaba su camino en busca de Ayano, pero aparentemente aún llegaba, o por lo menos aun no la había visto. Quería verla pronto para preguntarle cómo había pasado la noche Kitty, pero también estaba nervioso por encontrársela.
Luego de esa revelación de anoche, se había quedado horas pensando y pensando. Saber que habían estado juntos en secundaria no volvía a Ayano alguien diferente, pero reconocer que ella había sido la que "inicio" su etapa de ver lindas a las chicas era algo que lo carcomía por dentro.
Sus ideas confusas callaron cuando Cooper chocó contra su espalda. La miró con molestia y ella solo se rio nerviosa mientras sostenía la carta de ese día entre sus manos.
—¿Qué tanto hay en ese papel que ni siquiera ves por dónde vas? — inquirió aburrido de que su amiga siguiera tan encaprichada con ese tema.
Cooper se asomó a sus espaldas para asegurarse de que los demás ya se habían adelantado, y cuando confirmo que no había nadie de sus amigos cerca le mostro el contenido de la carta. Como todo un curioso, comenzó a leerla descubriendo no más que cursilerías y demasiada azúcar como para leerla entera.
—Es lindo ver que a pesar de tener esa actitud ruda tenga un lado romántico— suspiró su amiga mientras se tocaba la barbilla con delicadeza, apenas pasando las yemas de los dedos. Reconoció que era un gesto extraño porque nunca la había visto en su personalidad enamorada —. Me gusta conocerlo así. Una parte que solo tiene para mí.
—Supongo que está bien— observo de nuevo la hoja de papel y, lo primero que notó, viéndola mejor, es que no era escrita a mano sino en computadora, algo que sin duda haría Spiky. Pero viendo el final de la nota, encontró que la firma era solo una "K" —. Espera, ¿Cómo sabes que es él si aquí no dice su nombre? ¿Y por qué firmaría con eso?
—Así firmamos cuando nos mandamos mensajes secretos— le respondió la chica en un susurro cómplice. Osoro solo pudo verla con escepticismo, como si quisiera darle una segunda oportunidad a que le diera una respuesta que no sonara tan infantil. Y ella lo notó —. Su hermano mayor es súper, súper, SUPER protector y tiene la costumbre de "revisar nuestro chat para ver que no hagamos nada malo".
—¿Y eso no es invadir su privacidad? Para empezar, Spiky-kun ya está demasiado grande para saber desactivar solo el control parental.
—Sí, el hermano tiene sus métodos— divagó la más baja queriendo salir de ese tema. No quería que se le escapara que el Yakuza solía hackear el teléfono de Spiky para saber en qué estaba metido. Quería a su jefe, pero no estaba listo para la charla de que el Yakuza que iba al café de su madre a cobrarle protección, era el hermano mayor de uno de sus amigos. Así que mejor salía de ese hueco —. Como sea, como por teléfono es riesgoso, a veces creamos planes por notas. Y para que él no sepa que estamos hablando en código, lo hacemos a computadora y firmamos con las letras más obvias de nuestro nombre. Para él es la "K". Y yo firmo con doble "O".
Sonaba rebuscado, pero ya le encontraba sentido... algo. Le devolvió la carta y por fin divisaron el incinerador a unos metros.
Antes de llegar, Osoro vio a lo lejos como Aso Rito tenía su típica carrera matutina, fue imposible no molestarse con esa "actitud perfecta y lambiscona de niño bueno" y se concentró mejor en pensar dónde estaría Ayano. Ojalá pudiera encontrarla antes que alguno de los otros para darle las cosas de Kitty sin dar muchas explicaciones.
—Ojalá que pronto dejen las cartas y por fin hagan algo.
—Pues aquí dice que el día del baile le gustaría que nos fuéramos a una cita. Nos gustan los mismos lugares y seguro será mucho mejor que quedarnos aquí viendo como todos pierden el día antes de vacaciones en la escuela.
—¿Entonces si te pide bailar le dirás que se joda? — bromeó sabiendo muy bien que por más necia y brusca que fuera, a Cooper le gustaban esa clase de cosas. La carta y la diabetes que daba era la mejor prueba.
—Bueno, tampoco querría ser grosera con él— río y se acomodó el cabello —. Pero ya mucho de mí, ¿va a invitar a Aishi-chan?
Esa pregunta lo tomó por tanta sorpresa que la bolsa se le cayó. Algunos frascos y latas de comida se salieron y se hinco para guardar todo antes de que alguna fisgona del consejo llegara.
—No. ¿Por qué?
—No lo sé, porque le gusta pasar tiempo con ella; eso ya todos lo sabemos de sobra. Tal vez... — la Streak se hinco igual que su jefe y tomó unos frascos blancos cuyos nombres de etiquetas reconoció como medicamentos veterinarios. Medicinas muy fuertes —. ¿Cómo está la gata delincuente?
—Solo me cae bien, no es para tanto— le arrebato el bote de las manos y le dio la espalda para apresurarse a llegar con los demás.
Cooper iba a decir algo más, pero prefirió guardárselo para después cuando vio como medio escondido en el césped había otra cosa que se había caído de la maleta. Sonrió al recogerlo, pero a su vez se preocupó bastante.
Eran una mascarilla negra con un corazón tachado, y una tarjeta que se atrevió a leer. Miró a donde su líder ahora hablaba con los demás, y antes de que Spiky fuera a buscarla, oculto aquello en su falda y regreso con su grupo como si nada. Lo devolviera sin que él lo notara.
Solo esperaba que todo, fuera como fuera, acabara bien.
"Vamos al centro comercial antes de tu trabajo. Te espero a la salida."
Megamo caminaba hasta su aula con calma y manteniendo su perfecta postura. Una apariencia digna de un heredero del conglomerado más importante e innovador del mundo. Una apariencia, que escondía muy bien sus nervios y mil planes con los que buscaba solucionar con urgencia su tema del compromiso.
Ayer se había enterado en la reunión final del día que Shiromi y Aoi habían descubierto a Oko Ruto manipulando a Aishi, pero ella les había dicho que solo quería paz mental y no lo acusaría para dar por terminado todo eso. Ambas subordinadas agregaron que admiraban su forma de reconocer un peligro oculto; de ese comentario, Akane y Kuroko mencionaron sus dudas sobre separar a la pareja ya que no veían nada extraño, pero con esta nueva información ahora podían entender que el líder ocultista nunca había sido alguien confiable.
Todas se aliviaron de que Ayano Aishi estuviera bien.
¡No! Debía ser lo opuesto. Esa medida de seguridad debía revelar la naturaleza criminal de la chica, no dejarla como víctima de un novio abusivo. Pero lo más relevante, era la reposición de todos ante esta nueva situación. Si Aishi y Ruto habían terminado, eso dejaba a la chica y a él mismo en libertad con plazo viable para el compromiso todavía. No solo era atraparla, sino conseguir escapar del contrato.
Aunque iba en contra de sus principios, había ocultado aquel dato a su padre. Le había pedido lo mismo a su mascota: silencio absoluto. Tenía ese día y el siguiente para arreglar todo. Debía mantener toda su concentración en buscar respuestas. Está bien, era un Saikou. Podía mantener todo bajo control.
—¡Buenos días! — una cabellera negra paso rápido junto a él, y antes de encontrar a aquella persona que corría por sus pasillos, esta misma se paró delante suyo sin dejar de dar saltos de trote en el lugar. Ayano Aishi —¿Cómo esta, presidente? Disculpe, llegue algo tarde.
—Me doy cuenta. Y sabes de sobra que correr está prohibido.
—No estoy corriendo, estoy trotando— la chica coloco sus brazos como si bailara y giro sobre su propio eje para que la viera como solo se mantenía trotando —. Así me apresuro, y no rompo las reglas. Muy listo, ¿no?
—¿Alguna razón para que lleves todo eso? — pregunto señalándole con su cabeza la sarta de cosas que tenía sobre ella. Unos googles, una rosa, una sudadera atada a la cintura y unos guantes de cocina amarrados con esta misma. Objetos muy variados y bastante llamativos.
—¡Oh sí! Son mis objetos de miembro honorario en los clubs de drama y deportes; los guantes son de Amao-kun y la chaqueta de Osano-kun, me los dieron luego del accidente y se los quiero devolver.
Megamo entrecerró sus ojos, molesto. La sonrisa de la chica delante de él parecía ser demasiado genuina, colmada de emoción real. La maldijo por esconder tan bien sus propósitos, dificultándole el trabajo y burlándose en su cara.
Drama para mentir y actuar mejor ante todos.
Deportes para obtener mejor condición física al cargar cadáveres y huir de escenas del crimen.
La sudadera y los guantes de sus primeras víctimas. Recordándole que había podido incendiar un gimnasio entero y salir limpia.
No era una plática. Era una amenaza camuflada. Una forma sutil de decirle: Hago lo que quiero, y no puedes detenerme.
—¡Ayano-senpai! — Hanako apareció por las escaleras y se apresuró a llegar junto a ella y abrazarla con fuerza desde el abdomen. Lo siguiente que lo puso alerta, fue ver que tras el menor llegaba el principal objeto de obsesión de la chica: Taro Yamada —¿Hoy volveremos a almorzar con Osano-kun y mi hermano?
—Hola, Yan-chan. Hola, presidente— Taro se detuvo al lado de Megamo. El peli plateado se mantuvo alerta a cualquier cosa que pudiera suceder; centró sus ojos analíticos sobre la asesina, a la espera de que hiciera algo sospechoso. Pero, por el contrario, ella solo acariciaba cariñosamente el cabello y el rostro de Hanako para después ver con una sonrisa tranquila al hermano mayor de este —. ¿Cómo estás? Mi hermanito me ha dicho que han pasado bastantes cosas locas, aunque no me da detalles.
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—Él exagera— le sonrió más y sujeto las mejillas de su amiguito, apretándolas —. Solo unos malentendidos que ya se resolvieron.
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—Ah, qué bueno que todo está bien entonces. Lo que si me dijo es que terminaste con Oko-kun. Lo siento.
Ante la mención del ocultista, Hanako sintió como la piel de Ayano se erizó. Molesto por eso, se giró a su hermano y lo confronto del único modo que sabía: con un berrinche.
—¡No hables de ese loco! Te dije que ella lo quiere olvidar.
—Cierto, no era mi intención— se disculpó apenado. Al bajar la mirada apenado, Taro reconoció la chaqueta de Osano. La tenia ella —. Creí que se la habías dado a su mamá.
Atrapada en una mentira. Era una oportunidad que Megamo no podía darse el lujo de desaprovechar. Una vez que alguien era descubierto, todo su subconsciente se ponía en marcha para solucionar el daño y tratar de cubrirlo. Y aunque fuera un pestañeo, ella debía mostrar una seña de nervios en esa farsa.
Ahí la atraparía.
—Yo se la di, baka— Osano salía del salón y se colocó junto a su mejor amiga. Miro la prenda que tenía atada a la cintura, ya ni se acordaba de esa cosa. Pero, saber que Ayano la tenía guardada le gustaba mucho, pero obviamente no lo diría en voz alta —. Así que es suya, no la molestes.
—Es reunión, ¿o qué? — Osoro salió de las escaleras y observo con enfado como Megamo parecía de nuevo estar molestando a Ayano. Al conectar su mirada con su compañera esta lo saludo con efusividad y una alegría casi infantil, mientras que los demás le esquivaron la vista. Se sonrojo, y lo acepto respondió con el mismo gesto -con mucha más calma- y ya de cerca la vio como otra vez estaba llena de cosas de los clubs —Pareces un muñeco de nieve, Yan-chan.
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—Creo que se ve linda— menciono Taro —. Ojalá yo pudiera ser tan hábil en tantas cosas.
—Gracias, Taro-kun— Ayano lo miro un instante en silencio y luego a Osano, a quien le acomodo un mechón que le caía por la cara. Este al sentirla se le puso la cara colorada, y la insulto diciéndole que antes se lavara las manos —. Me gusta mucho platicar con todos, pero ya que las clases están por empezar creo que debemos irnos.
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¡Era verdad! Si los delincuentes siempre llegaban a último momento a clases y Osoro ya estaba ahí, ¡¿Qué hora era entonces?!
Megamo debía llegar a su salón antes de que se ganara un retardo, el primero en su vida. Se despidió cordialmente de todos -lo merecieran o no- y se apresuró a ir hasta su aula antes de que el timbre lo alcanzara.
Al entrar, la maestra le pregunto si todo estaba bien, a lo que respondió que sí y solo había estado vigilando a unos estudiantes para que no rompieran las reglas. El presidente tomó asiento y observo muy bien los lugares de Kizano, Oko y Aso, encontrando a los líderes de drama y deportes bastante animados, cada quien en su asunto. El líder de ocultismo estaba perdido en sus ideas, se hallaba más sombrío que de costumbre y podría jurar que a través de sus cabellos oscuros lo atrapó espiándolo; y a pesar de todo eso, el que no dejara de abrazarse a sí mismo lo delataba como alguien atrapado entre Aso y Kizano. Demasiado acorralado para ser una amenaza.
El timbre sonó y como si fuera un aviso, Osoro entró al salón, quien solo por no querer seguir las normas se retrasó a propósito.
La clase comenzó. Y mientras en primer plano estaba concentrado, muy dentro de sí estaba buscando alguna idea para atrapar a la chica Aishi cuanto antes. De ser posible, tenía que ser ese día. Porque el tiempo establecido para salvar su apellido se estaba agotando.
Las clases acabaron sin mayores problemas. Los alumnos estaban dando los toques finales a su jornada de limpieza y quienes ya habían terminado se despedían de sus compañeros para dirigirse a sus clubs.
Megamo estaba en el consejo estudiantil. Revisaba los detalles corregidos de algunas actividades para el baile de navidad, y por otro lado estaba revisando los activos de la empresa familiar. Su mente centrada separaba ambos asuntos sin problemas, su cerebro procesaba cada asunto individualmente y sabia separar un tema financiero a otro lado de su mente cuanto se ponía a ver las justificaciones y solicitudes del club de ciencias y del de ocultismo.
Su teléfono sonó y como si fuera parte de su cuerpo, su brazo dejo de teclear su computadora para poner la llamada en altavoz y no parar en sus pendientes.
—Mi señor.
Su mascota.
—Espero buenas noticias. ¿Lagunas legales en el contrato de compromiso?
—Negativo. Su padre cubrió cualquier cosa cuando este fue redactado. Ni siquiera liberándolo a usted del trato las Aishi quedan a la deriva.
—Kencho— murmuró con odio que pudo calmar muy rápido. Ese papel le ponía una correa que lo encadenaba a Ayano Aishi para siempre, pero incluso si encontraba rápido la forma de quitársela, ella no se quedaba sin prospecto para marido, solo era ponérsela a Kencho y el contrato permanecía exactamente igual —. Por este lado estamos atados. Eso es lo que padre quiso desde el comienzo. Pero, tampoco quería que Ryoba huyera. Hay algo ahí escrito que la sostiene en su sitio, algo que solo espera que se caiga para atacar...
—Amo, disculpe por interrumpirlo. Pero tengo noticias de su padre.
Ya sabía que era. Pero debía escucharlo.
—Habla.
—Hizo un acuerdo con Ryoba-sama cuando la señorita Aishi tenía una relación con Oko-kun. Si Ayano-sama se confiesa a su senpai mañana antes de la hora establecida, el presidente aceptara su renuncia y la familia Aishi se deslinda por completo de la familia Saikou.
—Pero él ya sabe que terminaron, ¿no es así?
—...se le informo anoche de la ruptura. Contrató personas para asesinar al chico, pero con las nuevas circunstancias los agentes cambiaron de misión; ahora están tras el verdadero senpai de Aishi-sama. Solo hay una ventaja, pero es un riesgo muy alto...
—Mi padre no sabe quién es el senpai— concluyó la noticia como si del informe de utilidades de su empresa se tratara.
En una situación típica como lo había sido Ryoba Aishi, hubiera sido muy fácil darse cuenta de quién era el desafortunado senpai de la asesina. Pero para su padre, alguien externo y cuyo informante no era otro sino el, solo podía recibir información limitada. Incluso antes de poder saber cómo ocupar todas sus cartas, supo que dejar de forma vaga la identidad de Taro Yamada para Ichirou Saikou era un as que debía mantener para su propio beneficio.
Y al ser Ayano Aishi una figura rodeada de entes masculinos, el objetivo se hacía aún más borroso.
Sus manos se detuvieron y su pensamiento lineal se cortó por un instante. Tomó una mejor posición en su silla y cerro sus ojos apenas unos segundos. Cuando los volvió a abrir, tuvo que convencerse de que a veces las mejores opciones, no siempre pueden ser las correctas.
Menos cuando lo ponían a cuidar la felicidad de una criminal.
—Síguela— soltó con autoridad y cruzo sus piernas para mayor comodidad —. Si no puedo matarla ahora, lo hare luego de que el plazo acabe. Estoy cambiando tu prioridad de eliminación, a protección. Vas a cuidarla y a su senpai hasta mañana en la tarde. Las Aishis se creerán con la victoria, yo me librare del matrimonio, y cuando Padre no tengo justificación para protegerlas limpiare al mundo de su sucia presencia.
—Como ordene, amo. Conozco muy bien al objetivo de Ayano-sama. Le aseguro que lo protegeré de cualquier cosa.
—Así espero escuchar tu informe más tarde en casa. A trabajar.
La llamada finalizó, y sin nada más que hacer que dejar a su subordinado encargado del asunto, retomó sus ocupaciones de presidente y heredero.
Proteger a Taro Yamada hasta el día de mañana no podía ser tan complicado para alguien del calibre de su lacayo. Y un comentario que había decidido guardarse para sí, era que al tener Ayano un sequito amplio, tenía la certeza de que aun si su guardaespaldas fallaba, los sicarios que su padre hubiera contratado no pensarían demasiado las cosas antes de matar a un inocente.
A un pelirrojo tsundere o a un pastelero temperamental, por ejemplo. Incluso un actor fastidioso o un delincuente fracasado podían estar teniendo sus últimas horas de vida ahora.
Si, sin duda a veces las mejores opciones debían acarrear con las vidas ajenas. Pero entre ellos y él, debía recordar que un Saikou nunca pierde, y que ninguna vida valía más que la suya.
Fungirl flotaba a espaldas de Megamo, lo abrazaba por el cuello con un cariño tal que pensarían que estaba en ese plano solo para cuidar de él. Y quizá realmente las cosas eran así.
—Oh, mi principito quiere acabar con mi bebé Aishi— le acaricio con cuidado los cabello y le sonrió con más calidez al verle tan atento y concentrado —. Acaba la dinastía, mi niño. Salva a Yan-chan quitándole su vida, jujuju. Sálvanos a todas.
¿Qué quería en realidad? ¿Qué Megamo salvara a Ayano? ¿O que la matara solo para que ella pudiera irse con los Saikou? ¡Que importaba! Fuera como fuera, ¡sería tan divertido ver como seguiría la historia! Oh, dulce muerte, el caos podía ser tan entretenido.
Ayano guardo la carta que Osoro le había dado en el receso y se colgó la mochila para encaminase hacia la salida para verlo.
Había hablado un rato con todos sus amigos durante la hora de limpieza, disfruto bastante volver a ser cargada por Aso mientras la ayudaba a limpiar encima del pizarrón, y Kizano llegó elogiando lo radiante que se veía a la luz del sol cuando limpiaba las ventanas; todo el rato estuvo feliz junto a Osano y Amao, aunque Hanako prácticamente se la vivía aferrado a su cintura porque no quería soltarla. Fue divertido ver como los de primero iban a buscarlo para que siguiera con su limpieza y este solo hacia berrinche.
Osano y Amao ya se iban para sus casas, y debido a que este sería su ultimo día trabajando como maid, prefería saltarse los clubs y llegar lo más temprano posible al café. Se despidió con mucho cariño de los demás y salió de Akademi en compañía de Osano, Amao y Hanako. Pero antes de que los choferes de sus mejores amigos llegaran, le pidió a Osano que la acompañara porque se le había caído algo. Le encargo a Hanako que se quedara con Amao, y aunque el menor quería acompañarlos, acepto quedarse con pucheros y desgano.
Osano no perdió tiempo para regañarla por perder todo. Ella murmuro con una sonrisa que no podía evitar ser un poco distraída, y mientras empujaba la silla de ruedas y el checaba el camino en busca de "algo", ella suspiró con nervios y giró su andar hacia una parte escondida entre los árboles y los arbustos de la entrada.
—¿Por dónde estuviste, baka? Sea lo que sea que perdiste creo no lo volverás a ver.
—En realidad, no perdí nada— se sinceró y jugo con sus manos. Cuando su mejor amigo volteó a verla, la encontró hincada a su lado para que estuvieran a la misma altura. Iba a decirle algo, pero lo que ella soltó lo dejo en blanco —. Quería que habláramos sobre tu carta que no... pude leer.
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Eso basto para que la cara de Osano se pusiera por completo roja. Aunque no se le olvidaba la vergüenza ajena de haberse hecho llamar el novio de Ayano por accidente, no pensaba que tocaran el tema de la carta. ¡Esa carta que quien sabe en donde había terminado! Ante esta situación, su acto reflejo fue insultarla por la pena, no sin trabarse bastante al ver a su amiga igual de roja y nerviosa. Lucia muy tierna, ¡era tan tonta por ponerlo así!
—La-La-La-La-La carta, ¡eso n-no importa ya! ¡Que odiosa eres por recordarme que hice el ridículo por tantos días! No hay nada de qué hablar, ¡y-y no sé porque me trajiste!
—Porque quiero discutir eso— Ayano se acomodó un mechón de cabello, y en busca de las palabras correctas paso a rascarse la mejilla. Lo miró a los ojos y recordó cómo se habían conocido; había trabajado en su cercanía para poder alejarlo de Taro. Aún se ponía muy feliz y sentía que todo brillaba más cuando veía a su senpai, pero la plenitud que sentía al estar con Osano y el dolor que fue tenerlo al borde de la muerte... ponía en claro en donde estaban de verdad sus sentimientos —. Quiero que me digas que sientes y que piensas de mí.
—¡¿Eh?! ¿Y porque haría...?
—Porque también te diré que siento por ti— presiono un puño en su pecho con todos los nervios a flor de piel, y con el valor que pudo juntar dijo aquello esperando estar haciendo las cosas correctamente.
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No solo quería hablar como era debido con Osano, sino con todos los chicos o la mayoría de ellos.
Al despertar de la nubosidad que le daba el hechizo de Oko, también terminó dándose cuenta de otras cosas que tarde o temprano tenía que enfrentar. Y eso eran los sentimientos de sus amigos hacia ella.
Y era justo para Osano y para ella hablar que era lo que pasaba, o podía pasar, o nunca llegaría a existir entre ellos. Era su mejor amigo y ante todo quería seguir teniéndolo a su lado.
Quería saber que había escrito él en esa carta, pero cuando estaba por preguntárselo, Osano tomó el control de la silla de ruedas y retrocedió tan rápido que el césped salió volando sobre la falda de Ayano. Luego de la sorpresa, vio como el peli naranja miraba con miedo a sus espaldas para no chocar en medio de su escapada.
—¡E-Estas loca! ¡Ni siquiera sé que son todas las tonterías que dices! ¡No hay nada que hablar! ¡¿Por qué tendría que decirte como me siento o que quiero contigo?! ¡Y tampoco quiero saber que sientes por mí! — claro que quería. Se moría por decirle a esa baka que no pensaba en otra cosa que no fuera volver a besarla desde ayer, que después de tanto por fin había pasado y había sido maravilloso. Y también quería escuchar como lo veía ella. ¡Pero no podía con los nervios de enfrentar sus sentimientos y un posible rechazo! ¡Por eso había hecho una desgraciada carta! No tenía cabeza para temas así en persona — ¡Loca!
—¡Osano-kun, ya llegaron por nosotros! — Hanako llegó corriendo en busca de su amigo, el menor no tuvo oportunidad de enterarse que estaban haciendo ambos. Pues en plena escapada, Osano puso al menor sobre sus rodillas y salió disparado hacia donde estaba su chofer con toda la velocidad que la silla permitía —¡Ay, que divertido! ¿Por qué no me habías cargado así antes?
Ayano se levantó del suelo y hecha furia se paró en medio del camino para ver como esa zanahoria se atrevía a dejarla hablando sola. Sus dientes rechinaban y sus manos que antes se movían nerviosas, ahora solo se apretaban en puños que querían partir caras.
—¡¿Me escribes una carta y así me dejas?! ¡Tonto, tonto, tonto!
Sabía que era un tsundere, pero esperaba que no fuera un niño al enfrentarle el tema. Uff, ¿de verdad ese era su mejor amigo?
—Nada mejor para espantar a un chico que decirle las cosas de forma clara— una mano se estampo en su cabeza, haciéndole un gesto de cariño algo brusco. Ayano se cruzó de brazos y bufó antes de elevar su mirada y ver como Osoro sonreía bastante entretenido —. Al menos eso es lo único que me enseño mi papá.
—Tu ni papá tuviste— de un manotazo espantó la mano del delincuente y lo encaró con los brazos cruzados. Ok, no estaba enojada con él, pero el idiota de Osano le había arruinado su ánimo de tener una charla como gente civilizada. ¿En serio podría considerar una relación con él? —. ¿En serio estabas espiándonos? Ja, no te creí tan metiche.
Osoro no borró su sonrisa, divirtiéndose mucho a costas de su amiga y del berrinche tan tonto que estaba haciendo. Debía admitir que en cierto modo era adorable.
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—Hmm, empiezas a confesarte en medio pasillo y quieres que sea "privado". Creí que eras más lista— extendió su sonrisa al verla enojarse. Pero ella no podía responderle nada porque sabía que era cierto —. Además, ya estaba aquí esperándote. Que tengas la cabeza llena de dulces y abrazos no es mi culpa, gatita.
—No me estaba confesando... y no pienso en esas cosas tontas— rodó los ojos y espantó los recuerdos de esa misma mañana. Viéndose en retrospectiva, parecía en una típica película de adolescentes. Lo último que le faltaba era que Osoro se enterara que bailo y se carcajeo sola en su casa solo por dormir bien —. Como sea, no perdamos más el tiempo. Tengo demasiado que resolver antes de mañana y quiero que me cuentes bien que tiene Kitty. Quiero estar preparada para cuidarla bien.
Relajó sus hombros y dedico una mirada pensativa al cielo que dentro de poco empezaría a ponerse de colores amarillos y naranjas. Naranja. Cabello naranja. Osano. Tonto insensible. ¿Qué sus sentimientos no contaban o qué?
—Mañana llegan tus padres ¿eh?
—Síp, se tomaron su tiempo, pero ya por fin decidieron volver de sus vacaciones— por fin sus padres habían terminado de deshacerse de una molestia. Y, también debía resolver el tema de su novio inexistente —. Extrañare trabajar de maid, aunque no a los pervertidos.
—No es común que vengan chicas, pero supongo que no pasara nada si vienes de visita cuando quieras.
—¿Quieres que vaya a visitarte, cachorrito? — se paró sobre las puntas de sus pies y se inclinó dramáticamente sobre el hombro izquierdo de su amigo, pestañeando rápidamente con coquetería y sus manos juntas cual enamorada sobre su falda. Rio con picardía cuando por fin le vio borrar esa sonrisa egocéntrica y cambiarla por una mueca incomoda. De algo debía servirle su nivel de seducción ¿y para que más sino era molestar al bruto de Osoro? —Oww, no sabía que me extrañarías tanto.
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Dejo de actuar y se soltó a reír sin control cuando el rubio la empujo con tal fuerza que cayó sobre un arbusto. Al menos no había terminado hasta el suelo.
—Ugh, no tengo tan mal gusto— mintió —. Pero le caes bien a mi mamá y si no la visitas lo tomara personal— verdad disfrazada de mentira, con una omisión de que a él también le gustaría verla ahí visitándolos de vez en cuando —Y hablando de eso. ¿Por qué te confesaste a Osano-kun tan rápido? Tu vida sentimental me importa poco, pero acabas de librarte de un demente. ¿Por qué no te tomas un tiempo y luego sigues regando flores y besos?
—¡Que no me confesaba! Y no voy regando flores y besos, baka— la asesina soltó una trompetilla con su lengua, pero recobro la compostura al pasarle su mochila a Osoro luego que este le estiraba la mano para que se la entregara —. En primera, no diría que me libré de Oko-kun; aun pienso mucho en él y, no sé, antes de todo este escándalo era muy tierno, y con esos recuerdos es más difícil odiarlo. Y segundo, tampoco quiero confesarme a nadie por ahora, pero... ahora que se cómo se sienten los demás sobre mí, no sé, siento que debo hablarlo con cada uno. No me gusta la idea de solo ignorarlo y seguir mi vida.
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Suponía que era un punto valido. Aún recordaba aquella vez que la había atrapado besándose con Aso Rito. Ugh, eso sí era algo que lo ponía de mal humor de tan solo recordarlo. Pero es que ni siquiera era solo el deportista, eran todos sus jodidos amigos. ¿Cómo una chica podía llamar tanto la atención para que tantos chicos estuvieran babeando por ella?
Lo de esa chica, Mai Waifu, era una cosa que podía entender, pues era solo una atracción simple por su belleza curiosa. O lo de esa chica del consejo, Akane, muchos estaban locos por ella, pero era fanatismo. ¡Está loca de Aishi había enamorado a cuanto idiota se le ponía enfrente!
—Eso está bien, al menos te haces responsable. Pero, tampoco es que sea tu culpa que ellos sientan algo por ti— le puso una mano en el hombro para darle apoyo y luego de mucho rato llegaron a la calle —. Solo se sincera y las cosas saldrán como deban salir.
—Eso espero— murmuró aun no muy convencida y mucho menos calmada —. ¿Pero cómo? No es fácil llegar y explicar: perdón que ahora quiera hablar de esto, pero estoy asustada por ser la primera Aishi que no se casara con su primer novio. ¡Y ni siquiera tengo uno ahora para presentarle mañana a mamá! ¡Estoy muerta!
—Wow, wow, ¿de qué mierda hablas? ¡¿Querías- Tenías que casarte con ese animal de Oko Ruto?! — lo que con golpes nunca consiguió, con esa sola frase Ayano lo noqueo y lo dejo por completo en el suelo.
¿La mamá de Ayano le estaba exigiendo un novio? Usualmente solía ser al revés. La locura parecía ser genética entonces.
—No. No puedo ser honesta con eso— se respondió sola. Sus ojos brillaron como si una revelación le llegara y su caminar se volvió el mismo trotar emocionado que la había llevado de casa a la escuela —, pero si en lo que soy ahora. Ya veré como conseguiré a un novio para mañana en la tarde, ahora lo importante es hacerles ver que confió en ellos y que pueden confiar en mí.
—Espera, espera. Aun no entiendo porque deben casarse con su primer novio. ¿No creen en las citas o...?
—Osoro-kun— lo abrazó con tanta espontaneidad que el rubio apenas tuvo tiempo de alzar sus brazos para no verse atrapado. No estaban tan pegados, pero ver a Ayano tan feliz, con esa mirada grisácea puesta en nada más que él, brillante de ilusión y atormentándolo el recuerdo del día anterior de cómo esta quería besarlo. El rojo llego para quedarse en su cara —. Acércate.
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Nada le estaba ayudando a calmar los nervios que empezaban a crecer en su pecho. ¿Por qué demonios ahora no dejaba de sentirse así alrededor de ella? Se inclinó como esta le había pedido, y pronto la azabache le murmuro su "grandiosa" idea en el oído. ¿Qué sentido tenia si estaban solos?
Pronto entendió por qué. Y ella fue bastante lista en soltarse y alejarse varios metros de él, porque de haberla atrapado le hubiera borrado esa sonrisa de su jodida linda cara con un golpe.
—No te atrevas— le advirtió.
—Si lo hare— Ayano batió sus pestañas y se apresuró a seguir el camino hacia el centro comercial varios pasos por delante de él.
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El camino de ambos continuo en una discusión que pronto se volvió borrosa conforme se iban alejando de la escuela. Cuando la salida de la escuela quedo despejada, de la parte trasera de uno de los arboles una mano pálida se asomó para impulsar al dueño de esta y seguir observando a la pareja en su ya lejano andar.
Gruñó. Molesto. Celoso. Queriendo con todas sus fuerzas ir tras ellos y alejarla de Osoro Shidesu. Verla sonreír le daba tanta vida como le mataba saber que no reía para él, verla acercarse a otros y tratarlos con cariño le provocaba ganas de vomitar. Observarla bailar o hasta trotar de emoción le hacía querer atraparla para que nadie disfrutara de la existencia de su enamorada, nadie más que él.
Oko Ruto sabía que Ayano se había visto obligada a dejarlo y que todos los demás le hacían creer que estaba mejor sin él. Tal vez no había actuado de la forma más normal, ¡pero la escuchó! Ella había dicho que lo recordaba con amor todavía, que lo extrañaba. Ella quería quedarse con él hasta el punto de empezar a verlo como su futuro esposo.
Pero aún podía hacer algo para ganar. Ahora sabía que él había sido el primer novio de Ayano, y si había prestado atención correctamente, era algún tipo de tradición familiar casarse con la primera pareja. Y para mejorar las cosas, ella necesitaba presentar a alguien mañana.
—Debo ser yo— todo apuntaba a él. Todo arrastraba a Ayano a que volviera su lado.
Y tenia que dejárselo en claro y abrirle los ojos.
Todos recibieron un mensaje de Ayano pidiéndoles que fueran a cierto lugar. Ninguno tuvo problema con llegar hasta donde ella les había indicado, pero a último momento cuando ya estaban ahí, ella soltó un detalle importante que los dejo sin palabras.
Al citarlos en el muelle todo pareció ser normal, pero luego de decirles que entraran al maid café que estaba ahí, solo pudieron verse unos a otros con vergüenza. Aso ya veía venir a donde iba todo, pero ya que su chica era la que había arreglado la reunión, prefería guardar silencio para que ella fuera a su propio tiempo. Era algo privado y ella tenía derecho a llevarlo como quisiera.
Fue Hanako quien se armó de valor (porque ya tenía hambre) y quien fue hasta la entrada del local y entro esperando encontrar a su senpai en alguna de las mesas esperándolos. Pero ahí solo vio hombres y adolescentes ser atendidos por bellas chicas que parecían muñequitas.
Sabiendo que no podían dejar al más joven de todos ellos entrar solo, rápidamente fue seguido por Osano y Amao. Siendo Kizano el siguiente y quedando Aso detrás de todos ellos.
—¡Vaya! Es un honor recibir a tantos invitados distinguidos— la maid que estaba ahí rápido les hizo una reverencia y los recibió con mucho ánimo. Se aclaró la garganta y pronto les indico un camino —. Su mesa ya está lista, tal cual se pidió en su reservación. Por favor, acompáñenme jóvenes amos.
—Con todo respeto, señorita— Kizano se abrazó al sentir tanto disgusto de ver a hombres tan desalineados y con evidente morbo llenando ese lugar —. No hicimos ninguna reservación. Pero le agradeceré que la mesa sea... lejos-de-todos.
—Claro que si, tal cual esas fueron las especificaciones— por fin, llegaron a una amplia mesa que de verdad estaba lejos del resto de gente, lo bastante para que hablaran sin preocuparse de que les prestaran atención indeseada.
Aunque, un nuevo detalle fue el que los volvió a descolocar.
En su mesa ya había alguien. Con cara de fastidio y con ganas de que lo tragara la tierra, Osoro estaba al extremo de la mesa murmurando todas las groserías que se sabía y las que conocía en otros idiomas.
—¿Tu igual...? — Aso no estaba feliz de verlo ahí, menos viendo que el interés del delincuente por ver a Yan-chan era tanto como para que hubiera llegado antes que todos ellos.
Hubiera preferido que ella no lo hubiera llamado.
—Siéntense y cállense, no estoy de humor para ustedes— habló Osoro golpeando la mesa y luego llevándose las manos al cabello para evitar hacer una escena. Su madre no podía verlo amenazar gente o le iría peor.
—Tomen asiento, caballeros— para aquella maid que ya sabía las aptitudes del hijo de su jefa, lo tomó con normalidad y se limitó a seguir las ordenes que le habían dado —. Su maid pronto vendrá para atenderlos toda la noche. Disfruten su estadía, jóvenes amos. Cualquier cosa que gusten, recuerden que sus deseos son...
—... mis órdenes. Muchas gracias, Lala-chan— la voz de Ayano apareció y todos los recién llegados voltearon a donde la dueña de esa dulce voz estaba, aunque por estar detrás de esa maid no lograban verla bien —. Estos jóvenes amos son muy importantes invitados, me asegurare de que la pasen tan bien que no querrán irse.
Y con esas palabras, la maid que los había recibido se retiró, dando pasó a otra que de inmediato hizo saltar los corazones de todos los chicos en esa mesa.
El cabello negro de la chica caía sobre sus hombros y se balanceaba con gracia en cada movimiento. Sus ojos grises brillaron con cada pestañeo que los mantuvo hipnotizados; y la sonrisa que les regalaba estaba cargada de gratitud y hasta un pequeño atisbo de diversión.
Todos se dedicaron a observarla como si de un ángel se tratara. Inclusive el traje de sirvienta más que degradarla, la hacía lucir sumamente pura e inocente. Un disfraz con el que podía explotar toda la belleza que ella contenía.
Ayano vistiera como vistiera, aun si era ropa de maid, era hermosa.
La chica sostuvo con cuidado ambos lados de su falda y realizó una reverencia. A esa altura en donde no podían verla bien, oculto sus nervios bajo un suspiro. La hora de enfrentar sus consecuencias había llegado, y a pesar de todo estaba lista para revertirlas a su favor.
—Mucho gusto, jóvenes amos. Me llamo Aya-chan, y estoy a su cuidado y disposición, nya— y como cereza del pastel, levanto la pierna de forma juguetona, y formo un corazón con sus manos al mismo tiempo que lanzaba un beso.
Seis corazones sucumbieron así ante su amiga. Y al menos dos narices sangraron.
Osoro estaba boquiabierto y le molestaba no comprender por qué. Había estado toda la tarde con ella y ya la había visto varias veces de maid, así que encontrarse viendo a Ayano de pies a cabeza como si fuera la primera vez, le provocaba querer golpearse para que reaccionara y dejara de salivar la mesa. Con trabajo consiguió ver a otro lado, aunque tampoco fue de su gusto ver como Aso sonreía como bobo cuando la chica pasó a saludarlo y esta movía sus caderas con coquetería.
Sus dientes rechinaron y con un nuevo golpe agitó la mesa despertando a todos de sus dulces ensoñaciones.
—Si ya dejaron de balbucear como tontos, ¿podemos cenar ya? — preguntó para disimular que su enojo era por otra razón.
—Creo que superaste la sorpresa muy rápido— comentó Aso molesto de que gracias al delincuente Ayano tuvo que tomar varios menús, alejándose de donde estaban comenzando a hablar.
—Parece que tu igual— recordaba con mucho fastidio el día que lo había visto llegar y todavía había tenido las agallas de pedirle a su mamá que dejara salir a Ayano para que hablaran tranquilos. Claro, ese tonto se sentía con ventaja por ya saber ese secreto.
Estaba jodidamente equivocado. El maid café era su territorio. Su segunda casa. Así que ningún deportista con aires de héroe iba a venir a querer quitarle su zona, su ventaja, ni a su chica... ¡Amiga! ¡Carajo, a su amiga!
Fue la propia Ayano quien retomo el control de la plática y calmo las miradas filosas que ambos se estaban mandando. Después de todo, era parte del trabajo tenerlos felices y sin que buscaran matarse.
—Debo estar haciendo mal mi trabajo para que estén tan molestos, fu fu fu— acuno su rostro con tristeza y fingió estar a punto de ponerse a llorar —. Descuiden, les traeré a una maid más capacitada.
—¡No, no, no, no, no! — Hanako se contorsiono, estirándose de su asiento con tal de alcanzarla y sujetarla del brazo, rogándole que no se fuera —¡No les hagas caso! Son unos viejos amargados, ignóralos y no te vayas. Quédate por mí, Yan...
Como reflejo por el agarre de Hanako, tomó su mano con cuidado y volvió a sentarlo bien. No le molestaba que él la tocara, menos cuando ese lindo niño se la vivía abrazado a ella durante las horas libres. Pero las reglas del café eran claras y dos eran las que las hacían trabajar con más calma y seguridad: las maid no se tocan, y no se les llama por su nombre real.
Por supuesto, Hanako no era cualquiera. Pero, aunque estaban lejos, siempre debía cuidarse de las miradas escurridizas. Varios clientes sabían comportarse y no pasarse de la raya, pero había unos cuantos que solo esperaban algún hueco de confianza o error para aprovecharse.
—Con cuidado, joven amo. No quiero que se lastime— empujo más la silla de Hanako y le puso un menú en frente para centrar su atención en otra cosa —. Creo que no me presente bien, una disculpa. Mi nombre es Aya-chan. Cualquiera de ustedes, si necesita algo, puede hablarme así y con gusto les atenderé.
—¿Es por... seguridad? — murmuró Amao tratando de sonar lo más tranquilo posible. La chica camino hasta él y le entrego igual otro menú al mismo tiempo que con ademanes le explicaba que debía respirar y soltar el aire con calma. El castaño le obedeció y continuo —Tu... apodo, es lindo.
—Muchas gracias, joven amo. Mi nombre es muy común— mintió a la par que le entregaba la carta a Osano, se permitió verlo más de lo planeado, y hacer por apenas microsegundos una cara de puchero. Aún estaba molesta con él —, y prefiero tener un apodo agradable y corto por el que me puedan llamar cuando quieran.
—Y, ¿podrías decirnos entonces que nos trae aquí, bella donna? — Kizano no tardo en captar lo que su Julieta trataba de decir entre líneas. Hablaba distante, pero con cariño, tal cual como una maid que los apreciaba, pero no como si fuera Ayano Aishi. Viendo el sitio a donde su darling había acabado, entendía muy bien todo el cuidado que ella debía de tener —Recibimos una invitación a este pintoresco lugar, pero me pregunto en donde estará la anfitriona de la cena.
—Con gusto, su alteza— con ayuda de un giro cual bailarina, pasó desde el asiento de Amao hasta el de Kizano, a quien con una reverencia le extendió una servilleta en el regazo para dejarle entonces el menú sobre la mesa —. Una señorita, muy encantadora por lo visto, organizó esta cena para sus amigos más especiales.
—¿Desde cuándo Osoro-kun es un "amigo especial"? — cuestiono el deportista retomando su enojo sobre el delincuente. ¿Amigo? Como si alguien que la golpeaba y la metía en problemas pudiera ser bueno para ella —Y ahora que hablamos de eso, es algo extraño que ahora sea tan cercano a... mi amiga.
Osoro resopló divertido. Apoyo sus codos en la mesa y se burló abiertamente de los bobos celos de Aso Rito. Admitía que su contrario podía ser fuerte y tener buena resistencia, pero para nada era un rival en cuanto a enfrentamientos se trataba. Todo el potencial que podría tener para pelear, se perdía bajo su disfraz de niño bueno.
—Ja. ¿No pensaste que podría tener más amigos mientras te odiaba? — con aquel comentario, hasta Ayano salió de su papel por un instante al no creer que Osoro se había atrevido a mencionar eso. Ella no lo había odiado a propósito, estaba bajo un hechizo. Pero era verdad que durante ese tiempo y un poco antes ellos dos empezaban a congeniar mejor. Ante el silencio de todos, el rubio de ojos marrones/dorados se reclino con confianza en su asiento y rio con más altanería —Me agrada. Ella al menos tiene más agallas que tú para pelear conmigo si quiere. Tu solo ladras, pero no muerdes. Y, si te molesta que me acerque a ella, es otro motivo para hacerlo.
Vitoreo en su interior cuando Aso formo puños con ambas manos, y más aún cuando los murmullos de los demás también se escucharon. Él no se dejaba intimidar. El advertida, y luego si seguían dándoselas de valientes, atacaba.
Ayano tosió para parar las voces y luego retomó su postura firme y servicial. Se enojaría con Osoro luego, nada que un chisme a su mami no solucionara.
—Como les explicaba, amos. Con esta cena su amiga no quería generar problemas, sino... sincerarse— respiró hondo y con un movimiento de derecha a izquierda abarco las miradas de todos los presentes. Se tragó los nervios y prosiguió —: acaba de salir de un episodio de ceguera muy grave, y se ha dado cuenta de varias cosas en cada uno de ustedes.
—¿Cosas? — inquirió Hanako, inclinando su cabeza sin comprender bien.
—Cosas— repitió incomoda. Se mordió los labios, sintiéndolos secos de la tensión y apretó el delantal que caía sobre su falda —, que le gustaría hablar bien con todos. Sobre que piensa, como ella se siente, aclarar sus sentimientos.
No pudo más y se llevó ambas manos a la cara, tapándose las mejillas para que no vieran lo sonrojada que se había puesto y lo difícil que se le estaba haciendo respirar. Tocar el tema no era sencillo, pero ya que se sinceraría con algo, mejor que eso empezara a tirar el resto de sus mentiras y engaños.
Al entender lo que las palabras de la chica Aishi representaban, los chicos se pusieron iguales o más nerviosos que ella. La azabache estaba dando la oportunidad a todos en esa mesa de confesarle sus sentimientos. Y más que eso, aceptarlos si eran correspondidos y tratar como seguiría su amistad en caso de que no.
—...— Osano quiso decir algo. Pero recordando como ella le había dado la oportunidad de ser el primero en hablar con ella, y que en vez de aprovecharlo se había escapado mientras la tiraba a loca, solo pudo cerrar la boca y hacer un puchero de indignación.
—Pase lo que pase— retomo la conversación con su voz temblando de las ansias —, ella sabe que después de todo lo que ha pasado y, lo que podría pasar, no es correcto guardarles secretos. Su reservación no fue solo para invitarles la cena, fue para demostrarles que confía en ustedes. Y quiso hacerlo trayéndolos a su trabajo.
Como quienes ya sabían aquellos, Osoro y Aso no podían decir mucho. Lo habían aceptado hace tiempo y estaban bien con la realidad, pero por aquello mismo, se sintieron los más adecuados para brindarle a la chica señales de apoyo. Ella lo estaba haciendo muy bien, costaba admitir una situación económica baja y más un trabajo de servicio así. Pero ella no debía tener miedo. Todos la querían y un traje de maid no cambiaba ese hecho en lo absoluto.
Una mano se estiro hacia Ayano, pero incluso sin tocarla hizo el ademan de posarse sobre la de ella. Hanako sonreía igual que siempre, admirándola con el mismo brillo que despertó en él bajo la lluvia de estrellas donde se conocieron. Yan-chan le regresó el gesto y el rojo de su cara dejo de ser por vergüenza.
—No me importa si es maid— Amao sonrió con ternura y llevo una de sus manos a la altura de su corazón. Miro a su mejor amiga con cariño y asintió —, ella sigue siendo es el cupcake más dulce la vida.
—Mi principessa es la prueba de que, incluso como una sirvienta, ahh— suspiró —nadie se le podría en comparar en mil reinos.
—A mí, me da igual. Aunque sea vea linda, e-es una tonta. Como siempre.
—Mi senpai seguirá siendo mi persona favorita sin importar nada.
—Me gustaría decirle que, la admiro por cuanto se esfuerza y por el valor que tiene para hacer las cosas. Ella es increíble.
—Felicidades, ya quedo claro que te aman. ¿Podemos comer?
Y así, la atmosfera rosa y sensible se rompió ante la impaciencia de Shidesu. A pesar de ese detalle, Ayano rio en voz baja, divertida por el comentario. Cuando se recompuso, pensó sus palabras un poco y asintió.
—Y yo a ellos también— ahora que todo se había dicho. Conto en su mente hasta tres y recupero su estética juguetona —. ¡Oh my! Se deben estar muriendo de hambre. Díganme que desean y se los traeré especialmente rápido, queridos amos.
La bruma sentimental del ambiente se disipo conforme los chicos empezaron a pedir su comida. Ahora que ya eran conscientes del porque estaban ahí, y que se había dicho lo más importante, todos se sintieron más cómodos y a la expectativa de lo que fuera a suceder esa noche. Y, sobre todo, disfrutar de un momento más de calma y paz luego de tan tormentosos días.
No habían pasado más de diez minutos cuando los platillos comenzaron a llegar a la mesa. A cada uno les acomodaba sus cubiertos, les servía más bebida y completaba su actuación con algún comentario coqueto y un beso volado. Incluso le dio uno a Osoro, quien se expresó con la misma incomodidad de haber chupado un limón.
Al poco rato todos comían a gusto, y Ayano se mantenía de pie junto a la mesa atenta a cualquier detalle. Les pasaba servilletas nuevas, les limpiaba la boca; un absoluto buen servicio. Con el favoritismo como combustible, claro que sí.
—Pss, Aya-chan— la misma maid que se había encargado de recibir a sus amigos llegó de forma abrupta. Cuando Ayano se giró para verla, reconoció la mueca de cansancio y fastidio que todas ahí escondían hasta que terminaba el turno. Pero su compañera parecía vivir de verdad algo horrible para tener cara de desear la muerte —. Tengo un cliente muy, muy, muy odioso. El exige que lo atiendas tú.
—Pero no puedo— se apresuró a decirle del mismo modo susurrante —. La reservación que hice me incluye a mí, solo puedo atender esta mesa hasta que se vayan.
—¡Lo sé! — el gritó susurrado de su compañera salió un poco más fuerte y desesperado de lo que le hubiera gustado. Por lo que la chica se obligó a calmarse y prosiguió —Es uno de tus clientes fieles; le explique que no estas disponible, pero es muy molesto y no quiere que nadie se le acerque. Solo tú. Por favor, por favor, por favor. Ayúdame con él, te lo suplico.
Ayano no quería dejar a sus amigos para tratar con un cliente asqueroso. Pero después de todo era su última noche de trabajo, ayudar a su compañera no le costaría mucho, y con suerte haría que el cliente se fuera rápido.
Se disculpó con todos sus amigos y les dijo que debía ir a atender un asunto urgente, pero que tan pronto pudiera volvería para que siguieran pasando una noche encantadora. Hubo quienes hicieron puchero -Hanako, Osano y Kizano- pero ella solo se terminó de despedir con una frase que dio punto final a su decisión.
Trabajo es trabajo.
Fue hasta la mesa indicada entre brincos que agitaban su falda, y apenas llegó hizo una reverencia sencilla al cliente. No podía verlo bien porque este llevaba una sudadera con capucha, pero fue muy evidente su alegría cuando la vio llegar. Ella fue directo al grano y se apresuró a preguntarle si deseaba pedir algo en específico; el chico agacho la mirada y solo señalo un platillo de la carta. Un omelette.
¿Tanto alboroto por eso?
Anotó la orden y confirmo que no deseaba nada más antes de irse hacia la cocina para dejar la orden. Ya ahí, dio un vistazo hacia la mesa donde estaban sus amigos, no hablaban mucho, pero al menos los veía intercambiar comentarios. Quería volver rápido con ellos.
Mientras esperaba el platillo del "cliente especial" echó una vista panorámica al local. Tenía cosas buenas y malas, pero debía admitir que extrañaría trabajar ahí. Ojalá su mamá le hubiera permitido seguir trabajando, aunque... sino le presentaba a un chico mañana, ni siquiera sabía si podría seguir con vida.
¿Qué debía hacer? ¿Qué debía hacer? Tal vez su papá evitara que su mamá la matara, pero la decepción y la furia era algo que de lo que no se salvaría. Tantos años esperando este momento, sedienta de amor y de poder tener a alguien que la completara. Su único sueño se había vuelto realidad, y hasta ahora comprendía que de hecho no estaba salvando a nadie.
Ni a Taro. Ni a ella.
Ding, ding
Enfoco su vista y se giró para recibir el dichoso omelette. Agradeció en voz baja y se fue a la mesa del cliente encapuchado para que no se fuera a quejar otra vez. Cuando por fin llegó, notó que las manos del chico tenían vendas, y estaba bastante encorvado, respirando continuamente con dolor. ¿Cómo alguien podía acabar tan lastimado?
—Aquí tiene su cena, amo— le depositó con cuidado el platillo y se enderezo dedicándole una suave sonrisa falsa. Tomó el bote de cátsup y lo volteó a la espera de indicaciones —. ¿Desea que le ponga algo lindo?
El chico asintió, pero en vez de decir algo, del bolsillo de su ropa extrajo un papel en donde venía una pequeña frase. Ayano tomó el papel, y debía admitir que, si bien era algo extraño lo que este decía, era algo que podría esperarse de un cliente.
Mi amor. Eso decía el papel.
Escribió con cuidado el pedido y decoro con varios corazones sobre el omelette y en el plato mismo. Iba a cerrar la tapa de la salsa cuando su cliente le pidió el bote sin decir todavía una palabra, ella dudó, pero no lo vio como algo malo. Le cedió el condimento, y cuando el chico volteo de nuevo la botella de inmediato fue hacia el corazón más grande, donde le dibujo una línea en medio simulando que estaba roto. Y esparció pequeñas gotas de cátsup debajo de ese mismo.
El chico dejo la salsa a un lado y agacho más la cabeza. Y aun si ella no podía verlo, podía sentir que ese chico estaba triste y vacío. Sufriendo un dolor que ninguna medicina sanaba.
«Un corazón roto que llora sangre— murmuró sin pensarlo. No debía decir cosas así mientras usaba el uniforme, menos poner una expresión triste o de angustia. Pero es que simplemente no tenía fuerzas ni energía para sonreír ante tal imagen. Parpadeo un instante, tanto sobre pensar le había dado sueño y solo quería irse de ahí.
Reverencio a su amo a modo de despedida, y fue ahí cuando el celular del desconocido se encendió ante un mensaje de texto. No era su intención espiar, y al verlo tomar el aparato tan rápido confirmo que él igual quería privacidad, pero no fueron uno o dos mensajes. Fueron cinco, ocho, quince. Irremediablemente, su cliente tuvo que apartar el celular de su regazo para quitarle el molesto sonido de notificaciones.
Y ahí reconoció el fondo de pantalla.
¿Cómo no lo haría? Si era una foto de ella formando la mitad de un corazón con su mano izquierda. Ese era el fondo de pantalla en pareja que había hecho con una persona en especial.
—Que mal— murmuró su voz baja y arrastrada. No se quitó la sudadera, pero se animó a levantar la cabeza y ante tal revelación, Ayano solo pudo sujetar su cuello con ansiedad. Con la misma sensación de asfixia que había tenido en la mañana —, quería hablar a solas contigo. Pero, ellos siguen molestándonos.
Oko Ruto había logrado pasar desapercibido para Ayano, quien lo veía desde arriba. Pero para los demás líderes que podían apreciarlo de lejos, no tardaron en reconocer su tez sombría y marcada por los golpes de los días pasados. Necesitaban sacar a su amiga de esa mesa, pero al no poder armar un escándalo, fueron por el lado táctico más arriesgado.
Mensaje a mensaje, mandaron amenazas al chico ocultista para que no se atreviera a hacer nada contra la chica. Y la nueva obsesión de Oko por Ayano, lo había terminado de delatar.
—Ruto-kun— Ayano soltó su cuello y decidió mejor dejar sus manos a cada lado de su cuerpo. Si él intentaba algo, aunque fuera mínimo, solo debía tomar el cuchillo atado en su muslo. Podía alegar paranoia y pánico porque su ex novio le hiciera algo por rencor, y endulzaría su triste historia sollozando diciendo que al final había tenido razón, pero que se lamentaba el haberlo matado. Pan comido —. No puedo hablar contigo.
—Yo solo... quiero ayudarte— el peli añil no dejaba de ver cada tanto hacia la mesa de los demás chicos. No estaban cerca, pero podrían hacer algo para alejarla de él de nuevo. Debía ser rápido y preciso —. Sé que mañana debes presentar a un novio. Debes, porque tu mamá así lo quiere.
Un nuevo miedo se apodero de la asesina. Su respirar se volvió pesado y se preguntó cómo es que sabía eso. Retomando su vida, había olvidado algo básico de Oko Ruto: le gustaba vigilar a la gente de su interés, y era bueno haciéndolo porque por su deprimente ser pasaba muy desapercibido.
—¿Por qué me sigues? — la respuesta era obvia. Pero apenas y podía estar sin que se le doblaran las rodillas de la impotencia, menos tenía la cabeza para preguntar algo mejor —¿Qué buscas ahora?
—Si... regresamos, tendrás un novio para mañana y yo... volveré a estar contigo— Oko sonrió queriendo darle consuelo, pero entre el ataque de pánico que la azabache sufría, sintió aquel gesto más como una burla. Como si un cazador le sonriera a su presa diciéndole que estaba ahí para salvarla —. Podremos tener una buena vida... juntos. Solo-Solo te necesito a ti para ser feliz.
Al ver la duda y el miedo en el rostro de su súcubo. Oko se arriesgó a tomarla de la mano, entrelazó sus dedos y se estremeció ante el calor de la piel ajena. Ese calor, de aquellas manos que por días sujetaban su rostro para besarlo. Manos que lo abrazaban y lo querían.
«No puedes odiarme, dijiste— Oko podía no entender mucho sobre relaciones normales, pero sabía con cada latido de su corazón, que se moriría si no convecina a Ayano de volver con él —. Ayer tu corazón era mío, no puedes sacarme de tu vida tan rápido. ¿Por qué intentarlo? Soy tu primer novio, y una Aishi... solo tiene una relación en la vida. Es nuestro destino morir juntos.
—No. No puedo, yo no— trato de separar sus manos de las de Oko, una lagrima deslizo sobre su mejilla izquierda y si su imagen de maid perfecta no se había caído aun, termino de desmoronarse cuando empezó a rogarle con la mirada que la dejara irse. No de la mesa. De su vida —...no quiero volver a eso.
—Ahora no estarás hechizada, lo harás por tu propia voluntad— reafirmo el agarre y antes de que ella tratara de huir, continuo —; porque no creo que quieras llevar malas noticias a casa. Pero, si llega a pasar, siempre puedo llegar y mostrar todas nuestras fotos juntos a tus padres. Te cuidare muy bien, te daré todo lo que desees, y podrás usarme como se te antoje si quieres. Vamos Yan-chan, solo llevamos un día separados. Aún podemos retomar nuestra vida, juntos... para siempre.
Las manos de ambos se soltaron, no porque ella las hubiera retirado o porque Oko se sintiera en peligro. Fue por Mali-san, quien gracias a un mensaje de su hijo se enteró del escándalo que le estaba pasando a su empleada.
—Con permiso, amo. Disfrute su comida, mientras repasa las reglas— la sonrisa de la jefa era cálida, pero sus palabras eran lanzas con veneno cuyo objetivo no era lastimar, solo advertir y alejar el peligro mientras decidía que hacer con él.
La mujer corrió con la adolescente hacia su oficina, que no dijera palabra alguna y que tampoco huyera de esa mesa a pesar del miedo que estaba escrito en sus ojos, le demostraba que no era solo un incidente. Había algo más.
Llegaron, y ni bien cerró la puerta para que tuvieran privacidad, Ayano comenzó a temblar; quería decir tanto, gritar y maldecir, pero solo comenzó a sollozar del coraje al notar que ninguna palabra brotaba gracias al nudo de conmociones que cerraba su garganta.
Su jefa no dudo en sentarla. No le dijo nada porque podía ver que no era lo que ella necesitaba, por eso le dio algo de espacio y guardo silencio para que su mente discutiera lo que tuviera que discutir consigo misma.
La mujer se mantuvo observándola por largos minutos antes de que Aishi se levantara de su asiento y se girara para verla.
—N-No puedo— lloró y se limpió todas las lágrimas que habían corrido su maquillaje —. No puedo, por favor.
—Tranquila. No harás nada que no quieras— le concedió lo que pedía y lo ayudo a sentarse de nuevo, aún estaba muy asustada para ir a algún lado —. ¿Quién era ese tipo? Parecía salido de un manicomio.
—...mi ex.
—Shh, shh, shh. Entiendo— la abrazó y le acaricio el cabello con cariño. Adolescente o adulta, los miserables ex nunca traían nada bueno cuando se aparecían —. ¿Te lastimó?
—No, pero, tengo miedo— respiro de forma irregular cuando un llanto tardío hizo temblar su garganta. Tomó un pañuelo para limpiarse la nariz y busco centrar sus ojos en un punto fijo, disociar y ver a la nada le estaba dando más mareos —de que tenga razón. Y no quiero... tener que casarme con alguien así.
El silencio entre ambas perduro unos largos segundos. Eso hasta que Maleni se separó de ella y busco en unos de los cajones de su escritorio algo. Ayano se mantuvo tranquila, recuperando el aliento y buscando calmar su pánico. O eso trató hasta que un sonido eléctrico la hizo brincar. Ahora, su jefa tenía un teaser en mano y una expresión de verdugo.
—Descuida, voy a enseñarle muy amablemente la salida.
Maleni casi corrió hacia la puerta, sedienta de justicia y por castrar a un cerdo que ni su mugrosa alma podía cargar. Pero antes de seguir corriendo por el pasillo, fue Yan-chan quien la detuvo agarrándola del brazo.
—¡No quiero problemas con él! ¡Por favor! Solo...solo... no quiero seguir atendiéndolo. Por favor, déjeme volver a mi mesa con mis amigos. Es todo lo que quiero.
De la puerta que ocultaba la trastienda, una figura salió cabizbaja. Llevaba un cubre bocas negro adornado con un corazón tachado, y vestía una sudadera gris holgada. Algunas miradas se posaron en ella como halcones, pero luego de analizarla dejaron de prestarle atención. Guardo sus manos en el bolsillo del suéter y tomó rumbo hacia aquella mesa donde la esperaban sus amigos.
No se tenía que ser alguien observador para saber que a la parte trasera de la tienda solo entraba el personal. Por lo que ver a una chica sin traje salir de ahí, solo podía significar la baja posibilidad de ver a una maid en modo de civil. Y ya que su ropa normal era el uniforme de Akademi, Mali-san sabía que de dejarla salir así no solo expondría a Ayano al acoso público, sino a todos los amigos de ella que sería donde ella buscaría refugio.
La vistió con una sudadera ancha y para terminar de ocultarse se colocó la mascarilla que Osoro le había regalado rato atrás.
Cuando Yan-chan consiguió llegar a la gran mesa apartada del resto de gente, para desagrado de muchos, fueron Hanako y Osoro los que la sentaron apresuradamente y le empezaron a preguntar si todo estaba bien.
—¡Senpai! ¡Estaba preocupado por ti! — Hanako apretó a Ayano en un abrazo, sentir ese acto tranquilizo a la asesina y se acomodó mejor para regresárselo al pequeñín —¿Ese rarito te dijo algo que te molesto? Parecía que estabas petrificada. ¡Te juro que quería ir a gritarle que te dejara en paz, senpai! ¡Pero este baka no me dejo!
—Hubiera sido peor una escena tuya, mocoso— respondió Osoro con fastidio. No rompió el abrazo que tenían el enano y su amiga, pero con cuidado le subió el gorro de la sudadera y aprovecho para palpar su cabezac—. Era obvio que estabas a punto de llorar. Tampoco queríamos hacer peor el asunto así que mande a alguien a buscarte.
—¿Conoces a alguien aquí? — inquirió Aso con curiosidad, y, aun así, esta misma no le impedía vigilar los roces que su rival tenía con su amiga. Sentía que molestarse por eso era tonto, pues ahora su chica necesitaba apoyo y consuelo del trago amargo que el desgraciado de Oko la había hecho pasar. Pero que fuera Osoro, y estuviera tan pendiente de ella... Ugh, le revolvía el estómago.
Osoro no tenía vergüenza de decir que su madre era una maid, no cualquiera, la dueña del café. Pero que le importara un bledo la opinión de los demás, no significaba que se sintiera cómodo dando detalles de su vida a gente que ni siquiera le caía bien.
—Mi jefa dijo que podía sacarlo para que estuviera tranquila— habló Yan-chan recuperando la atención de todos los chicos y volviéndose el foco de atención —, pero no quiero problemas ni... sumar razones para que me reclame. Ella me dijo que no puedo trabajar así, y me dejo salir antes.
Su último día de trabajo. Era la última vez que podría trabajar y sentirse una persona normal. Su madre le había prohibido atender gente que no fuera su novio, y ahora su ex novio le quitaba la satisfacción de ser maid por última vez cuidando y atendiendo a sus amigos.
¿Por qué no podía quedarse con al menos una cosa que le hiciera feliz?
—Ese sucio engendro es una escoria que me encantaría quemar en la hoguera— se quejó Kizano con sincera indignación. Tomó uno de los pañuelos que servían como servilletas y se levantó de su silla para ir a donde su amada descansaba del peligro rastrero que era el ocultista —. Tranquila, darling. Ese monstruo ahora solo puede cegarte con llanto y pena, no le des la satisfacción de verte destruida.
Con cuidado limpio los ojos parchosos de su Julieta. Le acaricio un mechón que volaba fuera de la capucha y antes de retirarse le acaricio la mejilla con amor. Ayano lo observo con agradecimiento e inclinó su cabeza hacia el toque de su distinguido amigo, disfrutando el cariño después de sentirse acorralada.
—Yan-chan— murmuró Osano. Su expresión preocupada no cambiaba ni ningún insulto llegaba, ese momento no era para fingir molestia o ponerse a la defensiva. Era para cuidar a su mejor amiga —, podemos irnos si quieres.
—Podemos ir al... restaurante de mi familia— Amao golpeó la mesa con enojo, eso espanto al peli morado y al deportista, pero ella lo miró sin sobresaltarse —. Debes cenar y, ¡es odioso que ese imbécil solo se quede viéndote! ¡¿Por qué no se larga y te deja tranquila?!
—No, Amao-kun— se animó a sonreír así fuera con una mueca y vio a su amigo castaño, agradeciendo que aun con sus cambios de humor buscara ayudarle —. Los invite aquí porque me gusta. Quiero que lo disfruten como yo. Y, más que nada era contarles en que trabajaba, aunque... ya no tengo trabajo realmente.
—Quería preguntarte sobre eso, Yan-chan— Aso retomo la palabra luego de acercarle a ella un plato con la mitad de su comida. Incitándola a que se relajara y comiera con ellos —. ¿Por qué empezaste a trabajar? La mayoría lo hace durante la universidad y en sus negocios familiares.
—Mi mamá aun me está entrenando para eso. Y sobre el trabajo, no estaba previsto, pero fue necesario. Mi tarjeta se bloqueó y mis padres no podían seguirme enviando dinero. Pero vuelven mañana de Estados Unidos, no les gusta tanto que estudie y trabaje así que me prohibieron seguir aquí.
—Me alegro mucho, querida. ¡Tú no tienes por qué servir a nadie! Pero me rompe el corazón que hayas pasado por algo así y no pudiera ayudarte. Escúchame, si vuelves a necesitar dinero, ni siquiera dudes en acudir a mí. Con todo el placer del mundo, te proveeré de cuanto te plazca.
Los demás al escuchar las soberbias palabras de Kizano solo pudieron rodar los ojos. Ayano, por su lado, sonrió agradecida y asintió para darle esa satisfacción; nunca le pediría dinero si podía ganarlo trabajando, pero una mentirilla blanca no afectaría a su amigo.
Por insistencia unánime (exceptuando a Ayano) todos se quedaron como compañía y cuidadola hasta que Oko se hubo ido del café, cosa que ocurrió hasta el cierre. La asesina no se atrevió a volver a mirarlo, pero Aso le contó que él solo se había ido huyendo muy enojado.
Los siete quedaron como los únicos comensales en el local. Se levantaron al ver a las maids comenzar la limpieza, pero al estar enteradas de la situación de su ex compañera los invitaron a quedarse dentro un rato más.
Entre todos estaban comentando como se irían a casa, cuando una mujer alta y rubia salió de la trastienda, yendo directamente a donde estaban los estudiantes para ordenarles algo que pensó por mucho rato.
—Osoro— el mencionado se asustó al escuchar la voz de su madre, pero recordando la poca paciencia que ella tenía, se apresuró a sacudirse la sorpresa y se giró para verla —, ¿qué paso con ese enclenque bueno para nada? Espero que ni se le ocurra seguir aquí o me va a escuchar.
—Jefa— Ayano se olvidó por un momento del miedo para admirar a Mali-san. Los chicos hicieron los mismo, impactados por la autoridad que aquella mujer rubia imponía —. Hace rato estaba... ¿Se pintó...? ¡¿Cuándo?!
—Oh Aya-chan, este es mi color natural. Los tres tintes me aburrieron y era un dolor de cabeza pasar tanto tiempo en el salón de belleza para tres tonos. Y si no hacía algo en que entretenerme, iba a salir a partirle la cara a ese ex tuyo. Ugh, como desearía haberle tumbado un par dientes al menos.
La belleza de la dama era sublime, con ese cabello rubio largo y unos ojos rojos que, de forma extraña, resaltaban con sus expresiones de enfado y brillaban con apetito de violencia.
—Se fue hace rato— respondió el delincuente, asomándose un poco por la gran ventana para averiguar si acaso seguiría afuera acechando.
—¿Y quién dice que no estará por ahí escondido? Conozco a los de ese tipo— susurro acercándose más al grupo de jóvenes. Todos se le acercaron, intrigados por saber que diría —: parecen débiles y fingen que no pueden ni salvarse de su sombra, pero dales un poco de atención ¡y se vuelven sanguijuelas! Claro, como nadie los quiere, aprovechan las migajas de amor que encuentran y luego buscan de donde robar más.
—Hmm, está loco— Osoro resopló y volvió a ver hacia afuera. Alerta a cualquier cosa —. Pero, le rompí la nariz y un par de costillas antier.
—¡¿Tu fuiste?! — Ayano dejo de temblar al encontrar la pieza que completaba un rompecabezas que días atrás la había llenado de preocupación. Ver a su, entonces, novio lleno de golpes y débil por tanto odio le había partido el corazón. ¡Y ahora entendía porque estaba tan destrozado! —¡Baka, pudiste matarlo!
—¡¿Tanto así?! — la mujer sonrió con felicidad y grito en son de victoria. Abrazo a Osoro sobre los hombros y le apretó cariñosamente la mejilla izquierda —¡Ese es mi hijo! Sin piedad contra esas malditas alimañas. Oww, estoy orgullosa de ti.
—¡¿Es su hijo?! — gritó Amao incapaz de controlar su sorpresa. Tosió para aclarar su garganta y agacho la cabeza para evitar una reprimenda visual —P-Perdón.
—Oh, disculpen chicos. Solo pensaba en ver a Aya-chan y olvide presentarme— con un golpe en las costillas de Osoro lo obligo a pararse derecho. Ella igual hizo lo propio y dibujo una sonrisa a la par que juntaba sus manos sobre su falda —. Mucho gusto. Aquí mis chicas me llaman Mali-san o Maleni, pero ese es mi apodo por temas de seguridad. Mi verdadero nombre es Chigusa Busujima, y soy la madre de Osoro. Es un gusto conocerlos a todos.
Ayano mantenía la vista en la acera y las manos ocultas en la sudadera. Cada ciertos minutos veía a su alrededor en busca de Oko Ruto; ya no estaba tan confiada de hablar de cualquier cosa si él podía estar fácilmente escondido por ahí.
—Tranquila, gatita— Osoro caminaba a su lado y la imitaba al vigilar los alrededores, pero eso era algo que debía hacer solo él.
Su madre le había ordenado que la acompañara hasta su casa y que se asegurara de que quedaba segura. Los demás habían objetado, ofreciéndose para llevarla ellos mismo, pero su mamá fue muy franca y les corto las esperanzas al responderles que, si ese malnacido aparecía, Ayano necesitaría a alguien con instinto crudo y bestial para darle una buena y dura lección. Más allá de que su propia mamá lo llamara bestia, todos tuvieron que aceptar la orden y guardarse sus reclamos.
—Ya se, ya se. Solo me aseguro— luego de mucho rato, la azabache se animó a sacar sus manos de la prenda y se abrazó para frotarse con fuerza. No por frio, más bien por nervios y por querer sentir algo que le trajera calma —. Olvide que podía ser tan... posesivo. Debí esperar algo así.
—No te rompas la cabeza con eso. Oye, no te lo había dicho, pero te queda bien la mascarilla— era inevitable hablar sobre Oko, pero ya que ella tendría que pasar la noche sola y recordando ese incidente, al menos debía distraerla con otra cosa mientras —. Con eso ya tienes algo de los delincuentes también.
—¿Me la diste para ser miembro honorario? — preguntó con ilusión. No había considerado a los delincuentes como un club, pero quien sabe, quizá resultaba ser divertido y así podría volver a ver a Cooper y Spiky.
—No, te la di para poner algo mío en el árbol de navidad que eres— el rubio sonrió con burla, provocando indignación en la fémina. Ayano usaba cosas que nunca se le hubiera ocurrido combinar: googles con guantes de cocina, era un ejemplo suficiente. Ahora el agregaba un cubre bocas—. Admítelo, solo te faltan unas luces y la estrella. Eres un pino.
—Y tu un odioso poste de luz. Solo falta que alguien se atreva a decorarte y estarás igual a mí.
—Insúltame cuanto quieras, al menos yo no me disfrazo por gusto. Ni peleo en medio del pasillo por una sudadera y unos guantes de cocina— comento recordándole lo que había ocurrido en la mañana.
Ayano infló sus mejillas en un berrinche y estas se pintaron de rojo ante el enojo de no tener como defenderse de eso. Llegaron al parque donde se habían reunido el día anterior y esperó a que el semáforo indicara que podían avanzar.
—No esperes que este pino te de regalos de navidad, entonces.
—Demonios, eso rompe mi corazón— dijo con angustia demasiado fingida. la luz de verde peatonal se encendió y ambos continuaron su andar. Ya no faltaba mucho para llegar a la casa de Ayano —¡Mierda, cuidado!
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Un hueco en la calle causo que Ayano tropezara, yéndose de cara contra todo el pavimento. Pero por los rápidos reflejos de Osoro este la sujetó de la cintura y así evito el accidente. La ayudo a ponerse correctamente de pie, y del susto ella ni se fijó que se había aferrado al brazo del rubio para recuperar el aliento.
Aún seguían en medio de la calle, así que corrieron hasta la otra banqueta y continuaron su camino hacia la casa Aishi. Ninguno de los dos se dio cuenta que luego de ese imprevisto ahora continuaban su andar tomados de las manos.
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Incluso ajustaron su agarre al volver a cruzar más adelante, ninguno notó nada raro ni desagradable para obligarlos a soltar al otro. Internamente, ir así les daba más calma para continuar el camino
Por fin llegaron a la famosa casa de Ayano. Era la primera vez que Osoro venia, así que se tomó un par de segundos para ver la entrada y asegurarse de que Oko Ruto no tuviera lugares para estar escondido. Si había algunos, pero mientras ella se quedará adentro no tendría que haber problemas.
Ayano lo invito a pasar, y fue una invitación que no pudo rechazar cuando un maullido llego a recibirlo con felicidad. Su sonrisa ilumino su expresión al cien por ciento, contento de ver a su querida mascota y de relajarse con ella como le gustaba hacerlo luego de la escuela.
Una vez la puerta se cerró tras ellos, todo el peso que llevaban sobre sus hombros se desvaneció. Estaban en territorio seguro. Y teniendo a Kitty maullando y pidiendo atención de forma apresurada acababa con toda preocupación.
Osoro se sentó en la sala y rápido cargo a su niña para que esta lo olfateara y le diera cariño. Ayano dejo su mochila en el comedor y se apresuró a servir la cena de la minina. Croquetas, comida húmeda, agua. Todo estuvo listo rápido y se acordó de la maletita que su compañero le había dado con medicinas. Había hasta un horario donde especificaba a qué horas debía medicarla y por cuanto tiempo.
—Kitty, Kitty, Kitty— cantó con alegría y dejo los trastes de comida a un lado del sofá. La mencionada dejo de frotarse contra la barbilla de su papá y de un salto bajo al suelo y camino a donde su nueva ama le había dejado sus alimentos —. ¿Quieres algo de tomar?
—¿Qué tienes? — Shidesu se movió hasta el borde del sofá y observo con ternura como su nena consentida estaba en calma y devorando toda su cena.
—Creo que sé que te gustara— con un guiño, la azabache se alejó regresando sobre sus pasos a la cocina. Tomó dos vasos de su alacena y fue hasta el refrigerador de donde saco una jarra. Vertió un líquido anaranjado en los recipientes y los acomodo en una charola. Antes de volver a la sala, abrió la nevera y saco un bol de plástico que acomodo igual en la charolita junto con dos tenedores. Se sentó junto al chico y le entrego su jugo con una sonrisa altanera —. Pruébalo.
Curioso por todo lo que había traído, acepto el vaso y dio un sorbo pequeño. Se quedó sin aire, su corazón se detuvo y atónito a lo que ahora pasaba por su garganta hasta su estómago, se relamió los labios degustando la pulpa de aquella maravilla que llenaba su vaso.
—Jugo de mango— susurro embelesado por la gloriosa fruta. En tres tragos más se acaba todo el contenido, y Ayano ni lenta ni perezosa tomo la jarra para servirle más —. Mmm, justo lo que necesitaba.
—Lo hice ayer en la tarde, antes del picnic— comentó Aishi a la par que se quitaba la sudadera y quedaba solo con su uniforme escolar También se quitó la mascarilla y tomó su propio vaso para disfrutar del jugo —. Me dio algo que se fuera a terminar rápido, así que lo guarde para mí.
—Lo mejor que pudiste hacer— bajo la velocidad con la que tomaba el jugo y se permitió saborear por más tiempo la rica consistencia de la fruta —. Solo faltar algo para que todo fuera perfecta.
—Calla y observa— la azabache volvió a sonreír y tomo el gran bol de plástico y lo destapo, revelando al delincuente el contenido de este —. Mango rebanado y congelado; así se ve un bocadillo nocturno completo.
—¡Oh sí! — ambos tomaron los tenedores y la lucha por tomar tantos pedazos como fueran posibles comenzó. Cada mordida daba descargas de frio ártico hasta sus cabezas, quejidos de dolor de cabeza o de satisfacción fue el único lenguaje que compartieron por varios minutos mientras poco a poco se terminaban el jugo y la fruta —Mmm, te traigo a casa todos los días si prometes tener siempre mango para mí.
—Tranquilo, cachorrito. Es mi mango. Pero ya que me cuidaste todo el camino debía agradecerte como es debido.
—¿Y si no aceptaba el mango que harías?
—También tengo ciruelas— una carcajada estallo de sus labios cuando lo vio sacar la lengua con asco, llegando incluso a toser ante tan "horrible" opción —. Jajaja, que exigente y malcriado, que horror. ¿Entonces que hubieras querido?
—¿Un beso? — bromeó y se obligó a no dejar de observarla para ver su reacción. Ahora quien carcajeo con todas sus fuerzas fue él, al verla como tosía del susto y casi se ahogaba con el juego que sorbía en ese momento —Me ofendes. No estoy tan desesperado para pedirte eso.
—Eso mismo estaba por decirte. ¿Por qué querrías besar a un pino de navidad, según tú? ¿Y porque yo besaría a un poste de luz si tengo mejores opciones?
—Je, ¿tienes miedo de que te coma, gatita?
—¿De ti? Le tengo más miedo al coco que a cualquier cosa que tú me puedas hacer. Sobre todo, porque no te atreverías. De hecho, quizá tú me tienes miedo a mí.
El recipiente de mango se volvió un tope para que sus piernas se juntaran, más cuando ambos al no dejar de retarse solo podían inclinarse más hacia el opuesto, pasando de estar cada uno en un borde del sillón a estar frente a frente con solo cuarenta centímetros de distancia. Ni siquiera habían visto como Kitty había terminado de comer y se había acostado delante de ellos para verlos pelear mientras agarraba sueño.
Osoro rio sin abrir la boca, su sonrisa no decía mucho, pero sus ojos dilatados expresaban su gusto por el desafío. Ni siquiera se preocupaba por mantener la prudencia, un choque de poder con Ayano Aishi era lo que le había faltado en estos días y ahora podría volver a demostrarle que no tenía oportunidad contra él.
—Es adorable que pienses que me asustas— el mango fue dejado en la mesita de centro y ninguno objeto por eso —, pero si estas tan segura de eso. Demuéstralo.
—No soy tonta, Osoro-kun— le pico la nariz y afilo su mirada al conseguir que este perdiera la concentración por un instante —. Quieres que yo ataque primero para que sepas como peleare. Y así ganarme.
—Al menos ya usas mejor esa cabeza— le dio un zape y para ella fue imposible esconder una mueca de dolor leve —. Haremos algo sencillo. Ambos, al mismo tiempo, taclearemos. Y quien gane se queda el ultimo mango.
—¡Hecho! — ambos tomaron mejor acomodo en el sillón, hincándose sobre este y preparando en mente como se lanzarían y como podrían tomar ventaja para conseguir atrapar a su contrincante —Una.
Kitty notó que ambos parecían haber terminado y fue hasta el rubio para pedirle una galleta de postre.
—Dos— Osoro sintió las garritas de Kitty en su pierna, pero con un además la hizo retroceder para que no se metiera en el conflicto.
Ante tal rechazo, la minina no pudo sino hacer capricho por la falta de atención y se apresuró a reclamar sus derechos a las malas entonces. Fue hasta el límite del sillón donde su dueño estaba hincado y exponía sus pies descalzos.
—¡Tres! — gritaron ambos adolescentes a la par que ponían toda su fuerza y se lanzaban al frente.
Kitty mordió el pie de Osoro, sacándolo de su concentración y también elevando desde el centro de su pecho un grito de sorpresa mezclada en partes iguales con dolor. Eso le costó estabilidad y cuando el cuerpo de la azabache cayó sobre él, no solo quedo tumbado en el mueble de espaldas, sino que incluso este mismo se deslizo por el suelo a causa de tanta fuerza.
Osoro, molesto y humillado, se apresuró a levantarse para exigir una revancha. Y también para regañar a su gata. ¡Ya le había explicado que cuando papá estaba peleando, no debía meterse!
—¡Ja, ja! ¿Qué te pareció eso? — el corazón de Osoro se detuvo cuando vio a la chica encima de él, incluso cuando trato de levantarse, ella reafirmo sus manos a cada lado del rostro de él. También había apresado sus piernas que se había visto obligado a extender para zafarse de la mordida, y básicamente ella había utilizado su cuerpo entero para acorralarlo contra los cojines del sofá —Aww, mi cachorrito tiene miedo. Tranquilo, no como animales callejeros.
Sus narices no se tocaban, pero el aliento de la chica chocaba en su rostro y el aroma de mango lo hacía sentirse extraño. Luego de aquel dialogo, la expresión ruda y felina de su amiga cambio a una de sorpresa; se había percatado de lo cerca que estaba y ambos recordaron con pena el beso con el que habían bromeado.
Se sentaron de nuevo, ahora estaban cadera con cadera, pero no le vieron el sentido a alejarse. Ayano trató de concentrarse en su primera victoria y aplaudió de emoción antes de tomar el ultimo trozo de mango y empezar a comerlo.
Osoro no sabía que decir ni que hacer. Ya ni se acordaba del regalo que debía darle a Kitty. Se le ocurrió que lo mejor era irse ya, aunque su mamá era quien lo había mandado, tampoco estaría muy feliz si llegaba muy tarde a casa. Un dedo le pico el hombro, buscando con pena que girara a verla. Al voltearse y devolverle su atención a la chica, su campo visual fue ocupado por un tenedor que le mostraba la mitad de esa codiciada rebanada de jugoso mango.
—No es un beso, pero... gracias por traerme— toda expresión de burla o de arrogancia se había ido. Ya ni siquiera Ayano se atrevía a verlo a los ojos, su cara seguía roja, aunque en tono más leve. Osoro la observo un poco más de lo normal, tratando de esquivar el pensamiento que lo llevaba a un punto odioso y de no retorno. Pero fallo innegablemente.
—Con razón los tiene tan enamorados— le gustaba lo multifacética que Yan-chan podía ser. Alguien amable y hasta infantil, alguien protectora y que por sus mejores amigos se atrevía a amenazar a un delincuente. El que no tuviera miedo y que aceptara riesgos le agradaba bastante. Pero igual podía ser muy distraída y tenía puntos débiles, parecía una gata que lanzaba arañazos a lo que se ponía en su camino, pero si un patito se mojaba en un estanque iba para limpiarlo a lamidas.
Todas las personas que conocía, bien o de vista, tenían una forma de ser definida. Incluso él tenía una personalidad muy marcada; así se portará diferente con ciertas personas, su forma de ser nunca cambiaba. Pero Ayano, ella tenía diferentes modos de ser y de actuar. Fue algo que se terminó de notar el día anterior, como si dependiendo con que amigo estuviera es que su actitud mutara.
Y lo peor era que, amable, boba, desafiante, atrevida... todas las facetas de esa chica solo le daban más intriga y atractivo. Con la misma persona que podía pelear e insultarse, podía estar tranquilo comiendo mango y bromeando. Y hasta los chistes que para otros podían ser pesados, ella se los respondía con el mismo cinismo y burla.
En retrospectiva, Ayano aun sin conocerlo le había dado un poco de felicidad a su pubertad. Y ahora en la adolescencia, le daba diversión y una compañera con la que podía solo... solo ser él sin medir sus palabras o sin limitar a su persona.
Ayano Aishi era muy extraña.
Y más lo era él, por desear haberla besado, y así saber si realmente estaba sintiendo otra vez lo mismo por ella. O solo era el recuerdo de su primer amor lo que lo tenía así.
—Di "Ah" — la chica acerco más el tenedor a su boca y con una sonrisa y un gesto de manos le indico que abriera la boca.
Osoro se relamió los labios, nervioso. No era un beso. Pero eran el mango y el tenedor que sus labios tocaron. Dios, debía estar loco para considerar esas migajas.
—Ahh— la obedeció y sintió su espalda erizarse cuando ella le entrego el mango. Lo masticó sintiendo su dulzura. Y cuando la fruta paso su garganta, se sintió satisfecho.
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Tuvo que controlar sus reflejos para no voltearse ni saltar en cuanto los labios de su compañera hicieron contacto con su piel. En su mejilla. Era el segundo beso que le daba así, pero ahora una corriente eléctrica empezaba en esa zona y recorría sus manos, piernas y espalda. No duro mucho el beso, pero en cuanto termino se giró a verla en busca de una explicación. Pero era algo que ni ella parecía tener, pues ahora solo tapaba su rostro con ambas manos y evitaba el contacto visual con él.
—No-le digas-a nadie— murmuró en un tono que trato de ser rudo. Pero solo logró verse nerviosa y tímida —Y si dices algo ahora, te hecho a patadas.
Maldita sea.
Le encantaba esa chica.
En la oscuridad de su cuarto, Ayano pensaba muchas cosas.
Acariciaba sus labios imaginando como hubiera sido besar a Osoro correctamente. Antes ni se le hubiera ocurrido, pero, luego del Yakuza él era con quien más normal podía sentirse.
Pero también pensaba en quien estaría a su lado mañana. Desbloqueo su teléfono y viajo en su galería hasta encontrar la foto que buscaba. Se giró para acomodarse de lado, y observo la foto de Oko Ruto formando otra mitad de corazón con sus manos. Era su antiguo fondo, a dúo con el que Oko aún conservaba.
Era la opción más rápida y lógica. Ya le había hablado a su madre de él, y estaba desesperado por regresar con ella. ¿Cambiaría algo si regresaban? ¿Cómo podría asegurarse de que no la hechizaría de nuevo?
Delineo en la foto el rostro del ocultista. Era verdad que una parte suya lo extrañaba, pero luego de todo lo que había pasado sabía que lo correcto era estar lejos de él.
—Y vuelvo al comienzo— le dijo a la foto. Recordó un detalle muy vago que había descubierto hace semanas. Uno que la alerto, pero que ahora le hacía sentir un vacío al mismo tiempo que un huracán de inseguridades —. A donde nos conocimos tu y yo, fantasmita.
Había una persona. Una que, si alguien se le confesaba, no importaba edad, club o calificaciones... solo teniendo buena reputación, él la aceptaría. Y él destino otra vez le hacía ver, que era él con quien debió estar desde el inicio. Aunque no se sintiera feliz ahora con eso.
Taro Yamada.
¡Y hasta aquí el capítulo! Tanto tiempo sin verlos. ¿Ya de vacaciones? Como siempre les digo, disculpen la narración. Siento que estoy oxidada. Debo hacerlo más seguido, ahora por orden de mi psicología. ¡Por fin voy a terapia!
Muchos querían beso con Osoro y le dan su apoyo. Así que lo metí más en este capítulo y... beso si hubo, no el que buscaban, pero la chamaca no puede andar por la vida besando a doce hombres sin nada serio. Ayano es niña de casa.
¡Les prometo que trate de hacer este capítulo corto! Yo trate y trate y trate. Recorte escenas, no puse otras, me salte momentos. Y yo no veo que este capítulo este corto. A lo mucho creo que hay 4,000 palabras menos de las que escribo en promedio. Me hubiera gustado ahorrarme más, pero la coherencia literaria es importante y hay muchos pensamientos que describir para que haya cierta calidad de lectura.
¡EL QUE SIGUE ES EL FINAL! Y luego habrá un mini epilogo, pero no nos adelantemos. Con todo respeto, me urge termina esta historia. Ideas nuevas me llegan a mi mente y empiezan a desarrollarse sin que esto termine. Así que espero no extender tanto el suspenso.
¡Votos y comentarios se agradecen!
¡Hasta el próximo capítulo!
¡MoriDark19, fuera!
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