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Una Chispa Incómoda

La cabaña estaba extrañamente silenciosa esa noche. Viktor trabajaba en un rincón, absorto en sus investigaciones, con una pila de libros antiguos y frascos de líquidos extraños esparcidos sobre la mesa. Aunque su visión nocturna le permitía ver sin problema, mantenía una lámpara encendida, más por costumbre que por necesidad.

Jayce, sin embargo, no estaba tan tranquilo. Estaba inquieto, caminando de un lado a otro como un animal enjaulado, con el ceño fruncido y las manos cerradas en puños. Había algo en el aire, algo extraño que lo hacía sentir como si su piel estuviera demasiado ajustada, como si su cuerpo estuviera gobernado por una energía que no sabía cómo manejar.

Viktor: ¿Puedes dejar de moverte?

Gruñó sin levantar la vista de su libro.

Jayce: No puedo evitarlo. Hay algo raro... siento que estoy...

Murmuró nervioso, pasándose una mano por el cabello. El vampiro alzó la vista, sus ojos dorados lo valuaron rápidamente y entonces notó el cambio en su aroma. Era sutil, pero inconfundible. Las feromonas de Jayce estaban saturando el aire, una mezcla abrumadora de algo dulce y animal que provocó que Viktor frunciera el ceño y diera un paso atrás.

Viktor: Oh, no.

Murmuró con algo de asco en su tono, haciendo que el cachorro lo mirara confundido.

Jayce: ¿Qué? ¿Qué pasa?

Viktor: Estás en celo.

Jayce parpadeó y su rostro pasó rápidamente de la confusión al horror.

Jayce: ¿Qué? No... no puede ser.

Viktor: Es completamente natural para un cachorro de hombre lobo. Pero déjame decirte, es extremadamente desagradable para los que no compartimos tu... afinidad lupina.

Explicó Viktor, alejándose aún más y cubriéndose la nariz con una manga de su abrigo. Jayce sintió cómo su rostro se calentaba por la vergüenza, pero había algo más fuerte que su mortificación. El hambre primitivo que lo impulsaba a actuar sin pensar. Sus instintos lo estaban dominando, y para su desgracia, la única persona en el lugar era Viktor. Y sin resistirse, dio un paso hacia él.

Jayce: No es... no es tan malo

Viktor: No te acerques.

El tono de Viktor era frío, pero había una pizca de alarma en sus ojos, mientras Jayce ignoraba su advertencia.

Jayce: Es solo... solo que necesito...

Viktor: ¡Jayce!

El vampiro retrocedió rápidamente, chocando contra la mesa detrás de él.

Viktor: Te lo advierto, si das un paso más te haré recordar que los vampiros no somos tan indulgentes como crees.

Pero Jayce ya no escuchaba. Cegado por sus impulsos, se inclinó hacia Viktor y antes de que pudiera detenerse, sus labios se encontraron con los del vampiro. Fue un beso torpe, desesperado y claramente instintivo, pero logró lo imposible, dejar a Viktor momentáneamente atónito.

Por un breve segundo, el tiempo pareció detenerse. Luego, Viktor reaccionó. Con una velocidad vampírica, apartó a Jayce de un empujón que lo mandó al suelo. Pero no satisfecho con eso, le dio un manotazo en la cabeza, no lo suficientemente fuerte como para hacerle daño, pero sí para hacerlo reaccionar.
Y Jayce soltó un chillido lastimero, uno que resonó en la cabaña y que sonaba increíblemente como el de un cachorro herido. Se llevó las manos a la cabeza, mirándolo con ojos brillantes de confusión y vergüenza.

Jayce: ¡Ay! ¿Por qué hiciste eso?

Viktor, todavía limpiándose los labios con una expresión de puro disgusto, lo miró con una mezcla de irritación y resignación.

Viktor: Porque era eso o dejar que tus ridículos instintos me arruinaran la noche.

Jayce seguía en el suelo, frotándose la cabeza como un niño regañado.

Jayce: Solo fue un beso...

Viktor: Fue un asalto a mi dignidad y a mi olfato.

Le interrumpió, señalándolo con un dedo acusador

Viktor: Si vuelves a intentar algo como eso, no dudaré en drenarte la sangre.

Jayce, todavía sentado en el suelo, dejó escapar un suave gemido que sonaba sorprendentemente como un lamento canino. Viktor rodó los ojos.

Viktor: Y deja de hacer esos ruidos, pareces un cachorro abandonado.

Jayce se cubrió la cara con las manos, incapaz de contener su risa nerviosa.

Jayce: Lo siento, lo siento... pero no puedo creer que me hayas golpeado.

El vampiro suspiró, regresando a su rincón mientras murmuraba para sí mismo.

Viktor: De todas las criaturas con las que podría haberme topado, tenía que ser un hombre lobo hormonal.

A pesar de la tensión de la situación, el momento terminó con Jayce aún riéndose mientras Viktor se hundía en su trabajo, ignorándolo completamente. La noche había sido incómoda, pero de alguna manera, en esa extraña dinámica, ambos encontraron un momento de absurda normalidad.




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