La noche estaba tranquila en la cabaña, iluminada por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Viktor estaba sentado en su escritorio, inmerso en sus experimentos como siempre, mientras Jayce, en su forma humana, descansaba cerca de la chimenea. Jayce había insistido en pasar tiempo juntos después de entrenar, pero Viktor apenas parecía notarlo.

Jayce: ¿Sabes, Viktor?

Dijo de repente, rompiendo el silencio

Jayce: Creo que estoy mejorando mucho. Quizá algún día sea tan fuerte como un alfa de mi especie.

Viktor: Tienes un largo camino por recorrer, cachorro.

Respondió el vampiro sin apartar la vista de su trabajo. Jayce se rio nerviosamente, frotándose la nuca.

Jayce: Sí, lo sé... pero, al menos... ¿te enorgulleces un poco de mí?

Viktor se detuvo por un momento, manteniendo su herramienta suspendida en el aire. Giró su silla lentamente para mirarlo, con esa expresión fría que siempre parecía llevar puesta, tratando de evitar una respuesta sincera.

Viktor: Haces preguntas inútiles, Jayce. Mis expectativas no son tan bajas como para conformarme con tus progresos actuales.

Jayce bajó la cabeza como un cachorro regañado, mientras sus hombros caían con pesadez.

Jayce: Ah... tienes razón. Lo siento por molestar...

El silencio cayó entre ellos nuevamente. Viktor miró a Jayce por unos segundos más, observando cómo el hombre lobo se encogía en sí mismo. Algo dentro de él se removió, esa sensación molesta que nunca terminaba de identificar.
Suspiró profundamente, dejando su herramienta sobre la mesa y se levantó con lentitud. Caminó hacia el cachorro, quien apenas levantó la vista, esperando otro regaño. Pero en lugar de eso, Viktor se inclinó ligeramente, tomando con sutileza el mentón de Jayce para que alzara la mirada antes de posar sus fríos labios en su frente, en un gesto fugaz y casi mecánico.

Viktor: ¿Contento?

Preguntó con un tono seco, enderezándose rápidamente como si no hubiera hecho nada especial.
Jayce se quedó paralizado por un segundo, parpadeando como si no pudiera procesarlo. Entonces, una sonrisa enorme iluminó su rostro y sin que se diera cuenta, su cola de lobo apareció, moviéndose como un péndulo descontrolado de pura felicidad.
Viktor arqueó una ceja al ver la cola agitándose frenéticamente.

Viktor: Tienes que estar bromeando...

Jayce: ¡Lo hiciste, Viktor! ¡Me mostraste que sí me quieres, al menos un poquito!

Exclamó, levantándose de un salto y casi tropezando por la emoción.

Viktor: Deja de comportarte como un niño.

Le dio un ligero empujón en la frente con su mano, pero el cachorro no se inmutó. Seguía radiante, con su cola batiendo a un ritmo aún más rápido. Viktor suspiró y volvió a su escritorio, murmurando algo entre colmillos.

Jayce: Gracias, Viktor...

Susurró, con un tono genuino y suave.

Viktor: No te acostumbres.

Respondió sin mirarlo, pero había una ligera curva en sus labios, apenas perceptible. Sintiendo como su fachada fría cada vez se volvía menos impenetrable, ese cachorro lo estaba cambiando, ya sea para bien o para mal.