- LAS LÁGRIMAS DE ZULIET -
"¡Patrian!" gritó Velarión mientras Augreol caía sobrepasado por el tumulto de soldados sonámbulos. Poco después, un hacha partiría el corazón del Patrician, mientras la última línea de defensa era traspasada y la ciudad subterránea era destrozada calle por calle. El último refugio había caído y los argandeses que lograron escapar huyeron a Argandú, muy pocos sobrevivieron a la masacre causada por los humanos. La ciudad había sido destruida y los prisioneros serían entregados al Amo de los Sueños.
Mientras tanto, en el mundo humano, filas interminables de sonámbulos cargan a los dormidos, marchando inmutables se despeñan por precipicios, azoteas de rascacielos y desde todo lugar alto. Simplemente, ya el Amo de los Sueños no le veía sentido a que existieran, ni requería de sus servicios. Cuando estuvo en la mente de Zuliet, entendió que ella vendría a buscarle, ya no necesitaba más que esperar que ella apareciera ante él, para matarla.
Los días del Gran Patrian parecían contados ahora que la Espada de la Fidelidad estaba en manos del traidor. En Argandú, los prisioneros argandeses marchan arrastrando su vergüenza. Los guardianes de Argandú estaban a punto de extinguirse. Cada uno caminaba cabizbajo, sin dignidad, sin orgullo ni determinación, rumbo a su ejecución colectiva. La muerte llegaría para ellos de la mano del encargado de los Sueños. Zuliet los vio pasar desde un peñasco, observándolos con lágrimas en los ojos. Se reprendió por ser tan sensible, pero no soportaba ver a seres tan valientes reducidos y humillados de tal manera que ni siquiera podían levantar la cabeza por vergüenza.
"¿Qué habrá sido de Velarión?" pensó mientras lloraba y una fuente de lágrimas bajaba abriéndose paso por las rocas. "¿Qué...?" brincó Maxnioct al sentir una lágrima caer sobre su hombro. Cuando miró hacia arriba, una catarata de lágrimas comenzó a caer sobre ellos. Pareciéndole extraño esto, el general arnostei escala veloz la montaña.
Pocos minutos después, una luz intensa los cubrió a todos, seguida por una explosión y la lluvia torrencial que comenzó a lavar la tierra. Cuando los arnosteis volvieron en sí, los argandeses habían desaparecido, y Maxnioct yacía muerto en el campo, destrozado e irreconocible.
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