- ¿ATRAPADA O ENCONTRADA? -
Zuliet mira desde la orrilla el agua del río y los peces que en ella flotan dormidos, dentro de la corriente ellos siguen inmutables sin moverse de lugar. Ni un insecto la molesta ni hay aves que vuelen, pero sí mucho silencio. Solo las plantas parecen estar despiertas, pues aún florecen, aún dan frutos. Por eso, estando a punto de creer que estaría sola para siempre, algo salió de la nada a toda velocidad y chocó de frente contra ella. Ambos cayeron al suelo, rodando varios metros debido al impacto.
Sin saber cómo, aquella niña enclenque corrió velozmente durante tres días sin parar, mientras kilómetros y kilómetros pasaban bajo sus pies. Aunque se sentía desfallecer, no estaba dispuesta a dejar ir al primero que encontró despierto. Por eso, mientras más aquello corría, más corría ella, hasta que algo se enrolló en sus pies y quedó colgando de cabeza. "¡Ahora sí la hizo buena!" - pensó, sin saber cómo escapar de la trampa.
Pasaron horas y la frustración se apoderó de ella, pues aquel a quien perseguía había desaparecido entre los árboles. ¿Qué era eso que corría? No lo sabía, pero esa trampa daba testimonio de su inteligencia. Fue entonces cuando sintió que se movían los arbustos y poco a poco varios seres salieron de entre los árboles, mirándola llenos de asombro.
"¡Huf ya que len drame conyerica! - nie ya len droma. - Mirme frotursi ya me dare le." Conversaban entre ellos en un idioma extraño, sin dejar de examinar a Zuliet.
Eran más grandes que ella y de fuerte apariencia. Estos humanoides eran verdes con rayas doradas por todo el cuerpo. Con corazas, grandes espadas, arcos y yelmos, y una postura esbelta, irradiaban nobleza. Zuliet estaba impresionada, pero también intrigada por las grandes cicatrices que todos tenían en las espaldas, fácilmente perceptibles por dos aberturas que tenían sus armaduras.
Uno de ellos, quien parecía dirigir al grupo, se acercó y, respondiendo a un gesto suyo, dos de ellos bajaron a Zuliet, quien apenas podía incorporarse debido a su pierna hinchada. Pero ella entendió que no corría peligro con ellos. El líder le puso una mano en el hombro y le sonrió.
-"Hacía mucho que no veíamos a un humano despierto, creíamos que todos dormían", le dijo a Zuliet.
-"¿Quiénes son ustedes?", preguntó la muchacha.
-"Somos los que quedan libres de nuestra raza. Somos Argandúes", le respondió.
-"¿Argandúes? ¿De dónde son? ¿Por qué no están dormidos?", se abalanzó Zuliet a preguntar.
-"Calma, ya responderemos todas tus preguntas. Ahora debemos irnos al campamento, allí estaremos seguros", le dijo el Argandú, mientras la tomaba en los brazos y echaba a andar.
Velozmente aquel grupo de guerreros la llevaron a una cueva en el fondo de un bosque, donde una escalera conducía a un lugar subterráneo. Para cualquier ser humano, esa escalera hubiera sido tarea de varios días, pero ellos recorrieron en pocos minutos los cientos de pisos de profundidad, para llegar a una inmensa ciudad. La luz de la ciudad era impresionante, estaba llena de seres despiertos y muy activos. Había luces y bellos adornos por todos lados. Se sentía que la ciudad estaba diseñada para ser alegre, pero cuando mirabas los rostros de sus habitantes parecían embargados por una profunda tristeza.
El silencio parecía filtrarse desde la superficie y ya la atormentaba. Sin embargo, ser encontrada por una ciudad despierta luego de tanta desesperanza e incertidumbre le daba un atisbo de paz. Por eso, decide recostarse donde la hospedaron, sabiendo que no podría dormir, pero necesitando que su pie terminara de recuperarse. Pasará la noche llenando su cabeza de preguntas respecto a los Argandúes.
Anhela entender por qué está despierta esta ciudad, le carcome la necesidad de saber por qué estos seres aún están despiertos, cuando en la superficie todos los humanos y animales son prisioneros de los sueños. Su mente correteaba curiosa pero más tranquila, esperando que pronto alguien venga por ella.
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