༊*· Final
Culpabilidad.
Infidelidad.
Confusión.
Lujuria.
Jeongin estaba jodidamente harto de todo eso, apenas cursaba los veinte años y su vida era un completo caos. Tenía que haber escuchado a su padre cuando le dijo: No tengas ninguna relación seria antes de los veinticinco, créeme son lo peor, te joden la maldita existencia.
Pero un hijo nunca escucha a sus padres, deben aprender por sus propias experiencias.
Qué porquería.
Vale, nadie escarmienta en cabeza ajena. Jeongin lo sabía, ahora se tomaría más a pecho los consejos de su padre.
Bueno, ahora estaba Chan, tal vez debería evitarlo toda la noche, eso pensó cuando Seungmin le arrastró hasta la mesa que compartían con Chan y Shuhua. Shuhua le sonrió, Jeongin se incomodó aún más al sentarse al lado de Chan y al lado de ella, Shuhua pegada a su costado.
Tensión en el aire. Tal vez, Seungmin y su padre lo sentían a lo que le sonrieron un poco confundidos.
—Por fin apareces, Jeongin —dijo Changbin bebiendo de su copa de vino. Oh, Jeongin quería emborracharse tan mal esa noche. —¿No vas a felicitar a Chan por su nuevo encargó en Estados Unidos? —preguntó.
Jeongin estiró de sus comisuras en una sonrisa nerviosa, matando a su padre silenciosamente con la mirada.
—Claro —contestó.
Girándose, se detuvo delante de Chan. Él se mantuvo al margen de la conversación, Chan también le miró. Jeongin se derritió al ver esos ojos chocolates observarle, en ellos vio un brillo inusual.
Joder.
—Felicidades, espero que te vaya muy bien allí —dijo, tragó saliva y Chan le sonrió.
—Gracias —él respondió.
Chan apartó los ojos y Jeongin gimió internamente. Mírame, quería decirle, pero las palabras no salían, el nudo en su garganta se ató. De alguna forma, Chan le rechazó sutilmente.
—¡Qué lindo! —exclamó una suave voz. Viendo más allá de Chan, bloqueó sus ojos en Shuhua. Ella extendió su delicada mano, provocando que el rojo de sus largas y bien cuidadas uñas hicieran un ruido.
—Mi nombre es Shuhua. Ya nos hemos visto antes, ¿lo recuerdas?
¿Cómo olvidarte?
—Sí.
Cortó la conversación al volver su atención al plato delante de él. No quería intercambiar palabras con alguien que era el centro de Chan. Quizá, por celos.
Changbin intercambió miradas con Seungmin que luego de un momento habló a Shuhua. Changbin logró darse cuenta de la manera distante en la que Jeongin se comportaba o como fruncía el ceño cada vez que Shuhua se unía a la conversación.
—¿Cuándo se van? —preguntó Seungmin. Su corazón se aceleró esperando por la respuesta.
—¿Te vas con Chan, Shuhua? —Changbin compartió su duda.
Shuhua sonrió enseñando sus perlados dientes, echó una rápida mirada a Chan y asintió alegremente. Jeongin apretó los cubiertos en sus manos, marcando sus palmas.
—Nos marchamos el viernes por la noche. Chan se empeñó en llevarme con él —más sal caía en las heridas de Jeongin—. Y siempre me gusta complacerlo —ella se encogió de hombros.
Seungmin asintió.
—Eso es muy apreciado de tu parte, Chan.
No lo apoyes, Seungmin. Jeongin rodó los ojos y deseó que un jodido agujero apareciera y lo tragara.
—También quisiera que Changbin me llevara a algún lado.
Jeongin no miró a ninguno. Él apenas estaba escuchando lo que decían. Sólo deseaba que la noche terminará y él pueda desaparecer. Tener a Chan tan cerca de él le ponía mal.
Changbin besó la mejilla de Seungmin.
—Tus deseos son órdenes. Pero Chan no suele hacer estas cosas, Shuhua lo acompaña porque es su hermana pequeña y él es muy celoso.
Jeongin comenzó a tomar su copa de vino cuando oyó a su padre decir la palabra hermana. Vergonzosamente escupió todo el contenido. Tosió con fuerza, tratando de respirar. Changbin y Seungmin se levantaron de inmediato a ayudarle, encontrándose con la mirada de Chan vio una enorme sonrisa en su rostro.
¡Hijo de puta!
—¿Te encuentras bien? —preguntó Shuhua acariciándole el rostro.
Ahora que logró mirarla detenidamente, era más que obvio que Shuhua fuera su hermana. Mismos ojos oscuros, misma piel pálida, misma nariz respingada, hasta el puñetero lunar en el cuello eran iguales.
Ella se inclinó y le susurró.
—Caíste, Jeongin —Yujin le dio unas suaves palmaditas en la espalda y vio a su hermano mayor—. ¿Chan por qué no lo sacas a bailar?
Chan no le respondió, él se levantó con su característica elegancia, abotonó el botón de su traje y extendió su mano a Jeongin.
Jeongin le frunció el ceño, se levantó y retrocedió unos pasos, enojado por haber sido engañado, pero Chan insistió, fue hasta Jeongin y le tomó de la mano comenzando a tirar de él hacia la pista.
Y estaba completamente seguro que la vida estaba en contra suya.
Una suave balada comenzó a sonar. Chan los llevó en medio de la pista, estrechándolo contra su cuerpo, se deslizaron quedando apretados. Algunas mujeres comenzaron a comentar por verlos juntos tan cerca.
Chan pudo ser egoísta al engañar a Jeongin de esa manera, pero necesitaba que Jeongin entendiera sus sentimientos.
—Imbécil —eso fue lo más sincero que Jeongin pudo llegar a decirle, su corazón se suavizó al darse por enterado que Shuhua es la hermana del pelinegro
—Tenías que tener una lección, ¿no crees? —escuchó a Chan decir. Jeongin gimió indignado.
—¿Más de las que me dabas? —dijo molestó mientras se movían suavemente por la pista.
Chan le mintió, jugó con sus sentimientos, todo el tiempo haciéndole creer algo que no era cierto y saber que Chan estaba con alguien lo atormentó bastante. Resoplando miró hacia un lado, no quería hacer frente a los sentimientos que sentía, como alivio, placer, despreocupación y la terrible felicidad por sobre todo.
—¿Estás enojado? —Chan le preguntó.
—Claro que lo estoy —afirmó.
—Yo también —él le contestó con una sonrisa.
Jeongin volvió su mirada a él.
—¿Por qué? Fuiste tú quien me mintió, debería ser yo el único furioso —Chan rio y eso sólo le enfureció aún más. Pegándole en el pecho cesó la risa.
—Tú rompiste mi corazón primero.
Jeongin se detuvo. Procesando las palabras. Ladeó la cabeza tratando de razonar consigo mismo.
—¿Yo hice qué?
—Cuando te dije te amo, tres veces —aclaró—. Me rechazaste, dijiste que no sentías nada, que amabas a Hyunjin. Entonces, ¿por qué no está él aquí a tu lado? —aclaró la garganta—. ¿O por qué estabas celoso de mi hermana? —Jeongin vio directo al suelo, con las mejillas, mordiéndose el labio, tratando de calmarse.
—Hyunjin y yo terminamos. Lo discutimos y llegamos a un acuerdo de que esto no. Funcionaría —Chan parecía un poco sorprendido. Jeongin le dio una mala mirada—. Y yo no estaba celoso de ella.
—¿No lo estabas? —sonrió con ironía—. Aquella noche cuando fuiste a mi departamento, lloraste. ¿Por qué no aceptas simplemente el hecho de que me quieres o al menos que te gusto?
Jeongin se sentía extremadamente confundido.
—No siento nada por ti —susurró. Sí lo hacía—. No te quiero —sí lo quería—. No te necesito —más que nada—. No, yo no te amo —como nunca antes.
—Es por eso que me voy, pequeño —Jeongin saboreó de aquel pequeño apodo cariñoso salir de Chan otra vez. Recostó su cabeza contra el hombro de Chan, disfrutando la cercanía por un fragmento de tiempo.
Chan besó su cabeza y dijo en su oído
—No puedo esperarte toda mi vida, te amo, pero tengo mis límites. Si tú no aceptas que me amas o siquiera te gusto, no voy a obligarte.
La balada terminó y Chan los separó lentamente. Los dedos de Jeongin hormigueaban por volver a tocar a Chan y él estaba parado allí, tan cerca. Sólo necesitaba extender la mano y lo sentiría de nuevo. Ambos se observaban hasta que Chan rompió el tenso silencio.
—Adiós, Jeongin.
Jeongin se quedó paralizado en medio de la pista, otra canción comenzó a sonar. Y todos volvieron a tomar a sus parejas.
Jeongin sentía como sus ojos ardían. Un lío dibujándose en su mente, disparando ideas, situaciones y decisiones por todas partes. Con ojos temblorosos, se giró. Logró ver a Shuhua sentada en la mesa mirándolos, ella torció los labios.
Jeongin buscó a Chan, encontrándolo un poco más allá. Él parecía estar despidiéndose de Changbin y Seungmin.
¿Qué debía hacer?
¿Correr tras el mejor hombre que le hacía sentir tan temeroso o dejarlo ir para siempre?
Haz algo, se gritó. Despertando, fue tras Chan. No, él no permitiría que lo mejor de su vida se marchara, debía afrontar sus miedos. Tenía que aceptar el hecho de que se había enamorado de Chan.
Cuando algo no tiene solución es mejor afrontar la situación con la frente en alto. Eso decía su madre. Ahora Jeongin estaba afrontando la situación.
Chan estaba bajando por las escaleras de la puerta trasera. ¿Por qué elige lugares inhabilitados? Se preguntó Jeongin jadeando por la carrera, se quedó pensando más de la cuenta, quizás ese era su problema, pensaba demasiado.
Cuando divisó la espalda de Chan bajar las escaleras del pasillo, gritó su nombre.
Él se volteó mirándole con un rostro impenetrable, no se echaría para atrás, era ahora o nunca. Amar era hermoso. Amar y déjate amar. Seungmin le dijo esa noche.
jadeando, bajo las escaleras saltando de dos a dos los escalones sin tratar de tropezar. Chan estaba parado allí, Jeongin tomó valentía de donde no había, con paso decidido se plantó frente a él.
—¿Qué quieres? —su tono frío como el acero clavo un puñal en Jeongin, pero trato de no darle importancia.
—Te quiero —dijo apartando los ojos
Chan se inclinó hacia adelante, ladeó la cabeza.
—¿Qué?
Jeongin abrió los ojos y vio directo a Chan. Extendió sus manos abrazando el rostro de Chan.
—Dije que te quiero —repitió pausadamente.
Chan parpadeó. Un minuto después, él estaba estirando sus comisuras en una enorme sonrisa. Su corazón se aceleró cuando Chan lo empujó contra la pared del pasillo deshabitado. La mano en su cintura y en su cuello lo estaban calentando, mordiéndose los labios vio a Chan con nerviosismo.
—Repítelo —pidió Chan.
Jeongin gimió desesperado. Con lo que le costó admitirlo, cabrón.
—Chan —dijo, avergonzado.
Sus mejillas se tiñeron de un rosa oscuro. Chan disfrutó verlo de esa manera y saber que era él quien le ponía así.
—Te quiero, Chan.
Dios, como le costaba decirlo sin avergonzarse o sentir sus mejillas calentarse. Admitir que Chan le gustaba era impresionante difícil, tenía un torbellino de emociones dentro de su cabeza. Estar tan cerca de él estaba matándolo.
—Me gusta como suena de tus labios —alagó Chan acariciando su nariz contra la de Jeongin.
—Bésame —pidió urgido. Su voz sonaba temblorosa por la excitación del momento.
Chan era mayor por diez años, pero nadie en su corta vida le obligó a desarrollar estas fuertes emociones como lo había hecho Bang Chan con él. Despertando una necesidad que desconocía, nunca se sintió tan dependiente de alguien hasta Chan.
Chan le enseñó un excitante mundo, su consejero, de alguna manera, le abrió los ojos, lo enamoró y lo hizo perder totalmente la cabeza.
Gimió placenteramente al sentir los labios de Chan contra los suyos. La aterciopelada lengua empujando dentro de su boca provocando estremecimiento por todo el cuerpo.
Estaba consumido por Chan. Por un hombre mayor, con experiencia y cualidades únicas. Jeongin obtuvo lo que todos ambicionaban sin quererlo, pero no pudiendo vivir sin él.
Chan era suyo.
Jadeó al sentir la boca de Chan bajar por su cuello, las manos tirando del chaleco, oyendo como la tela se desgarraba.
Jeongin abrió los ojos al sentir como Chan tiraba de él hacia su camioneta. Abriendo la puerta, fue empujado en los asientos traseros.
Le excitaba la manera brusca en la que Chan le quitaba la ropa. Chan le besó su abdomen, subiendo lentamente hasta que él cerró su boca en uno de los botones rosas.
No le importaba que en el edificio de al lado se esté celebrando una fiesta, ni que cualquiera pudiera bajar y ver lo que estaban haciendo. Todo razonamiento se perdió cuando Chan se arrodilló delante de él y abrió sus pantalones, metiendo sus pulgares en la cinturilla ayudó a Chan a deshacerse de ellos.
Cuando su pantalón salió fuera, Chan besó sus muslos, mordisqueó la tierna carne y dejó una marca violácea marcándolo como suyo.
Jeongin apretó la cabeza contra los asientos al sentir la boca de Chan cerrarse en su erección. En todo ese tiempo era la primera vez que Chan chupaba su polla.
Y era excitante tenerlo haciendo eso sólo para él.
Saber que Chan era quien le estaba dando el mejor sexo oral de su vida le ponía tanto, pronto llegaría al orgasmo y no quería terminar tan pronto.
Jeongin inhaló con urgencia, necesitaba contenerse, sus caderas se movían contra los movimientos de cabeza de Chan, sus fosas nasales se dilataron al sentir como su duro pene desaparecía dentro de la boca de Chan.
Jeongin apretó los ojos y sujetó la cabeza de Chan en su lugar, folló la caliente boca de Chan. Gotas de sudor corriendo por su sien y tratando con todas sus fuerzas de no correrse, pero al sentir dos dedos deslizarse en su interior le hizo tropezar, su mente colapsando.
Jeongin era joven e inexperto, pero jamás precoz.
Gritó cuando los dedos rozaron su punto dulce. Chan sonrió con la polla de Jeongin en su boca, tragó saliva y Jeongin rodó los ojos al sentir su orgasmo golpearle. Los músculos de la garganta de Chan le comprimieron con éxtasis. Terminó corriéndose dentro de la cálida boca.
Chan tragó, degustando a Jeongin con una mirada depredadora.
Subiendo por Jeongin, besó su boca y movió los dedos con más velocidad, estirándolo rápidamente.
Quería tener a Chan clavado profundamente en su culo. Besando a Chan, se apartó.
—Te quiero dentro.
Y en menos de unos segundos, Chan tenía su camisa y pantalones abiertos, listo para él. Ojos oscuros y dilatados.
Chan le alzó, sentándolo sobre sus muslos. La polla se alineó.
Jeongin mordió sus labios. Sentir la goteante cabeza del pene chocar contra su agujero le hizo gemir desesperado, quería sentir a Chan pero él sólo estaba torturándolo por un poco más.
—Chan... por favor —rogó. La tela de los pantalones de Chan frotando y rozándose contra piel desnuda.
—La puerta al cielo... mi cielo —susurró Chan en su oído mientras sondeaba al ansioso agujero.
Su piel se erizó. Sólo la polla estaba fuera de su prenda no había tiempo para desvestirse y hacer todo el protocolo o los juegos previos. La necesidad era tanta que dolía.
—Voy a hacerlo rápido y sucio, Jeongin y tú te correrás conmigo —Jeongin enfocó sus ojos en él asintiendo. Él tampoco soportaría demasiado tiempo. No cuando la boca de Chan trabajó en su polla minutos atrás.
Estaba en el clímax.
Chan empujó, adentrándose lentamente en el estrecho canal. Jeongin tiró su cabeza hacia atrás, jadeando con fuerza, sintiendo deliciosamente el ser estirado por la polla de Chan.
Se sentía tan bien tener a Chan en su interior. Aferró sus manos en el cuello de Chan, bajó y beso el cuello mientras Bang empujaba hacia arriba, contra su culo.
Jeongin gemía suavemente, subiendo y bajando sobre la polla. Miró a Chan. Dios, como adoraba al hombre. Chocó sus bocas y enredó su lengua contra la de Chan. Amaba con locura la manera en la que Bang conocía perfectamente su cuerpo, dónde darle placer, en qué momento aumentar la fuerza y cuando dejarlo respirar.
Su boca dejaba escapar gemidos, jadeos, sollozos y suplicas. Su mente un borrón. Sus sentidos agudizados, su cuerpo sensible. Las manos que apretaban sus caderas impulsándolo hacia abajo contra el pene. Su lengua deslizándose por el cuello y sus manos aferrándose a Chan.
Jeongin sollozó en el momento en el que Chan cambió su ángulo y comenzó a golpear su próstata provocando que pierda la cordura. Chan lo empujó hacia abajo y tomó una de sus piernas envolviéndola en su cintura. Aumentó los empujes a un ritmo enloquecedor.
Chan jadeando contra su oído, le excitaba. Jeongin chupó y dejó marcas en el cuello, la camisa abierta estaba pegándose contra su espalda.
Las estocadas se hicieron más brutales y todas y cada una de ellas daban contra su próstata. Los dedos de Chan enterrados en su cadera y la otra en su polla, tirando de ella. Su mente sobrecargada de estimulación y los engranajes trabajando.
No soportaba tanta excitación.
Los ojos vidriosos de Chan se bloquearon contra los suyos. Bang besó sus labios suavemente, tomándose su tiempo. Pegó sus frentes y sonrió.
—Te quiero, Jeongin.
Jeongin parpadeó, sonrió y abrazó a Chan —Te quiero, Chan.
Chan aumentó el ritmo. Incoherencias brotaron de la dulce boca de Jeongin. Llegando hasta su oído deslizó su lengua dentro. Masajeó y apretó la polla con fugas.
—Córrete —ordenó.
Jeongin explotó, esparcido por hormigueantes sensaciones de éxtasis. Chan se liberó en el momento preciso siguiendo a Jeongin en ese mar de sensaciones, llenando su interior de una cremosa sustancia.
Jeongin disfrutó el calor en su interior.
Chan descansó su cabeza contra el pecho de Jeongin. Él acarició los cabellos rubios perezosamente, una sonrisa cansada pero satisfecha en su rostro.
—¿Mío? —preguntó.
Jeongin rio.
—Tuyo. Siempre.
—Repíteme lo de antes —molestó a Jeongin.
—Idiota —rodó los ojos—. Llévame a casa Chan, aún tenemos rondas pendientes. Siempre dicen que el sexo de reconciliación es bueno.
Chan arqueó una ceja.
Él ayudó a Jeongin a vestirse. Lo besó e hizo que Jeongin volviera a sonrojarse. Se acomodó su ropa y arrancó la camioneta poniéndolo en marcha en dirección de su departamento donde Jeongin no saldría al menos por unas pocas semanas.
Se pondrían al día con las lecciones y luego hablarían de una relación seria.
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