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Una ofrenda matrimonial

Aquella mañana, Lía partió muy temprano con una gran encomienda, llevaba en su pecho la carta que Leonardo le mandaba a sus amigos Alejandro y Ginebra y montada en el lomo de su querida Lilith se fue rumbo a la aventura.

—¿Princesa en el camino podemos pasar por una aldea a comer? —le preguntaron sus demonios bélicos quienes estaban enrollados en su cuello en su forma de serpientes.

—Ya habíamos hablado de eso, no comerán gente inocente. —les dijo Lía con su voz cálida y paciente.

Estaba emocionada de poder ver a sus viejos amigos y de poder cumplir uno de los sueños más nobles de Leonardo, aún tenía grabada su expresión de preocupación en el rostro.

—Todavía no sé si es lo mejor mandarte a una misión como esta, es muy peligroso. —le externó Leonardo dejando escapar un gran suspiro.

—No te preocupes por mí, sé cuidarme sola, además mis familiares vienen conmigo. —expresó Lía confiada.

—No me preocupa que vayas indefensa, está prohibido relacionarnos con los humanos, si alguien se enterara de esto, sería fatal, no importa lo que pase conmigo, no quiero meterte en problemas ni a ti ni a tu madre.—expresó angustiado.

—Ya te dije que seré cuidadosa, nadie en el castillo preguntará por mí, además nadie sospechará nada, todo estará bien, lo prometo, si mi madre llega antes de lo previsto solo cúbreme, di le que salí a caminar o invéntale algo convincente. —le dijo Lía con
una brillante sonrisa y después de darle un beso en la mejilla, se fue.

Aquella hermosa loba corría entre las colinas majestuosa, Lilith era enorme y su pelaje parecía hecho de hilos de fina seda.

—¿Recuerdas el camino? —le preguntó Lía mientras se aferraba a ella.

—Por supuesto, yo nunca olvido los lugares donde he estado, no se preocupe, la llevaré con el antiguo rey de los vampiros.

Y así siguieron con su camino, a la espera de aventuras increíbles, mientras tanto, el mundo era cada vez más consciente de su convivencia con los seres sobrenaturales, aunque los humanos les temían y procuraban a toda costa no acercarse a ellos, porque los avistamientos de los seres sobrenaturales eran cada vez más frecuentes, por eso
los cazadores eran cada día más solicitados, contratar los servicios de uno era muy caro, pues eran escasos y considerados héroes de lujo.

Había quienes se hacían pasar por cazadores estafando a la gente, se llevaban su dinero y les dejaban el problema, pero los buenos conocedores sabían distinguir a los verdaderos guerreros por sus marcas y su buen porte.

Les había llegado una carta pidiendo la ayuda de los cazadores, el lugar se encontraba en un lugar remoto y aislado de otros pueblos o aldeas, un lugar que se había mantenido oculto y sumergido en sus antiguas tradiciones, un pueblo que se acostumbró a convivir con un extraño ser sobrenatural que se estaba aprovechando de ellos, la carta llegó a manos de Alejandro quien sin pensarlo dos veces aceptó el
trabajo, pues le había llamado la atención aquella entidad a quien este pueblo le tenía tanto miedo, la carta decía lo siguiente:

Honorable líder de los cazadores, espero pueda atender a nuestras suplicas, estamos realmente desesperados y cada día, nuestro miedo aumenta más, déjeme ponerlo en contexto, las tierras donde habitamos son fértiles y llenas de abundancia, los árboles dan frutos dulces y los campos ofrecen lo mejor de sus tierras, nuestros animales son
saludables y de buen tamaño y nuestros hombres llegan a viejos aun con vista y buen juicio, pero no siempre fue así, hace cuatrocientos años nuestros antepasados morían de hambre, muchas de sus mujeres eran infértiles y los niños morían a los pocos días de haber nacido, las plagas azotaban los campos y las sequias dejaban las tierras como si fueran desiertos, a donde quiera que miraban había desesperanza y pobreza, hasta que un día encontraron pilas de oro y plata a las afueras de una mina abandonada, un lugar que había sido explotado hasta quedar convertido en una cueva llena de rocas se había convertido en algo mágico y sagrado de un día para otro, los habitantes llegaron pegando gritos de alegría aventando el oro y la plata que habían encontrado, todos estaban felices y decían que había sido un milagro, al día siguiente regresaron a la
mina y encontraron comida caliente, frutas y sacos con diferentes semillas y también anunciaron a la comunidad aquel otro milagro, todo el pueblo comió hasta saciarse y ni los panes ni la carne se acababan  por más que la gente comía, al tercer día los hombres regresaron y encontraron más oro y más plata y al lado todo tipo de comida deliciosa, decían que un ángel bajaba y les obsequiaba aquellos presentes para compensar todos los años de hambruna y sufrimientos.

Las mujeres quedaban en cinta, he incluso las hembras daban a luz a sus crías sin problemas, todo eran miel sobre hojuelas, pero al cuarto día algo aterrador sucedió, al llegar a la mina encontraron ríos de sangre que salían de sus animales y ante sus ojos comenzaron a descomponerse y a llenarse de gusanos hasta que se convirtieron en esqueletos y por fin en polvo, el miedo se apoderó de ellos y salieron huyendo de aquel lugar, a la mañana siguiente solo unos cuantos valientes regresaron y encontraron algo terrible, los cadáveres de niños, mujeres y ancianos estaban tendidos en el suelo,
parecía que algo los había atacado hasta despedazarlos, los ojos de las víctimas estaban abiertos de par en par como si hubieran visto el infierno y los hombres salieron huyendo de ahí, todo el pueblo estaba aterrorizado, nadie quería salir de sus casas pues se escuchaba a un lobo aullar y gruñir con fiereza, aquella criatura dejaba las casas marcadas con sus garras y así los atormentó durante tres noches seguidas, temerosos y asustados de que aquella entidad siguiera matando a su gente, en  el pueblo se hizo una asamblea y votaron por hacer una última visita a la mina, pero esta vez con un sacrificio.

Aquel sacrificio sería una muchacha joven y hermosa que sería vestida de novia para entregarla en matrimonio con aquella deidad que había desatado su ira sobre ellos, creían que su ambición y falta de gratitud había enfurecido a la deidad de la mina y
decidieron entregarle a su mujer más hermosa a cambio de su protección y perdón, así que una vez que llegaron a la mina, la joven novia se arrodilló, un velo le cubría el rostro, estaba tan asustada que las pulseras que tenía en las manos le sonaban a causa de los temblores que tenía, los hombres del pueblo comenzaron a rezar y a gritar para que la entidad se les apareciera y tomara su ofrenda y terminara con su castigo, después de una hora de llorar y gritar los hombres se quedaron sin voz, resignados a sufrir las
consecuencias de su codicia y fue entonces que de la oscura mina salió un lobo negro, un animal ridículamente enorme y con los ojos rojo brillante, su gruñido era estremecedor y al ver su aterradora presencia todos cayeron de rodillas atemorizados y
con fuerza le lanzó una mordida a la novia que le arrancó la mitad del cuerpo y enfrente de todos terminó por devorarla dejando únicamente algunas cuencas de las pulseras que llevaba.

Una vez saciado, el lobo negro desapareció en forma de neblina, aullando de manera siniestra y melancólica, todos salieron corriendo de ahí despavoridos y se encerraron en sus casas esperando lo peor, pero esa noche nada malo sucedió, ni al
día siguiente, ni al siguiente, más bien las cosas comenzaron a mejorar como si de un milagro se tratara.

La gente de ahí nombró al pueblo Vinland, en honor al lobo negro que en su idioma significaba el espíritu que nos da y nos quita, y cada tres años, hacían los mismos sacrificios entregaban a su mujer más hermosa como novia de la deidad de la mina y
eran devoradas salvajemente por él a cambio de la prosperidad y la protección de ese espíritu.

Los habitantes de Vinland no sabían si habían hecho un trato con un espíritu del bosque o un demonio, pero los sacrificios se hicieron parte de sus vidas y su cultura de generación a generación, no sé qué clase de espíritu invocaron nuestros ancestros, no digo que seamos inocentes, porque nosotros mismos hemos sacrificado a muchas novias con tal de calmar su enojo, pero ya no podemos más, nos hemos quedado sin mujeres a causa del hambre insaciable de este espíritu maligno, pues ahora ya no quiere sacrificios matrimoniales cada tres años, sino cada tres noches, cuando la luna este en todo su esplendor, en dos días será el siguiente sacrificio, solo nos queda una mujer por entregarle, mi hija Leonela, ella apenas tiene quince años, ni siquiera ha
llegado a la adultez, por favor...sálvenos.

Esta fue la carta de auxilio que recibió Alejandro, era la primera vez que sus guerreros escuchaban de una entidad de este tipo, Alejandro había convocado al cuerpo de cazadores para exponer este caso y así delegarle la misión a los más capacitados, pues estaban saturados de misiones.

—¿Un espíritu que se hace pasar por deidad? que novedoso. —externó uno de los cazadores de asalto llamado Mordock.

—Ya sabemos que es un espíritu demoniaco, uno que se hizo pasar por un dios benévolo para ganarse su confianza y así anidarse en su comunidad ¿Qué más
debemos esperar para ir por él? —dijo Argod que pertenecía al mismo grupo.

—El señor se sentirá orgulloso del equipo al que escoja, este es un trabajo fácil ¿no creen? En especial si los del grupo de ataque entramos en acción jaja. —manifestó Fin con orgullo.

—¿O tu qué piensas Reynar? ¿crees que tu padre te elija para esta misión tan especial? Seria tu segunda aventura ¿o no?

—No lo sé. —le respondió Reinar a la defensiva, solían molestarlo y murmuraban algunos de ellos que solo por ser el hijo de Alejandro estaba siendo sobre valorado, pues creían que su padre solo lo mandaba a misiones fáciles.

—En tu iniciación lograste traer contigo varias cabezas ¿Seguro que fuiste tú quien mató a esos trols? ¿O tu niñera fue quien los cazó por ti? Jajaja.—insistían los bravucones para provocarlo.

—Ya déjenlo en paz, nos va a acusar con su madre y ya no querrá sanarnos jaja.—continuaban sus compañeros burlones.

—Ya cierren la boca, están celosos porque Reynar ha traído más cabezas que todos ustedes. —exclamó Percy amigo de Reinar.

—Déjalos, si creen que me molestan están equivocados. —manifestó Reinar mal humorado.

Los cazadores de demonios y seres sobrenaturales se dividían en cuatro grupos, el grupo de asalto, que eran los guerreros que exploraban el terreno y se encargaban de la investigación, la recolección de información para llevar a termino exitoso la misión,
personas estrategas, inteligentes y agiles, tenían que tener una visión aguda pues ellos eran los ojos del grupo, estaban los cazadores de ataque, los guerreros tanque que peleaban con su gran fuerza bruta, resistentes como un roble y poderosos como una bestia, eran los Goliat de los equipos asignados, los cazadores de defensa, aquellos que protegían la espalda de los tanques, tendrían que morir ellos antes de dejar morir a uno de sus guerreros de ataque, veloces, intrépidos y valientes, por último, estaban los cazadores de rescate, estos debían mantenerse lo más frescos posible pues ellos
eran los encargados de llevar los cadáveres o a los heridos y de asistir a sus miembros de manera médica, tenían que ser expertos en el combate cuerpo acuerpo pues sus armas eran mayormente dagas.

Todos los miembros del cuerpo de cazadores eran guerreros excepcionales, ex vampiros que poseían una fuerza sobre natural, agilidad y destreza natas, esas habilidades eran transmitidas a su descendencia y su comunidad se fortalecía cada
día, pero eran conscientes de que las demandas eran muchas, así que tenían que tomar las misiones más importantes y no estaba permitido regresar sin las cabezas de sus enemigos.

—No deberían estar tan confiados, no creo que se trate de un simple demonio parasito. —dijo Alejandro quien estaba entrando al salón donde los había convocado, al instante todos guardaron silencio y se pusieron de pie haciendo una reverencia para saludarlo.

—¡Saludos señor! —dijeron unánimes.

—Tomen asiento, los he convocado aquí por el nuevo caso que se nos fue presentado, una entidad demoniaca que ha permanecido anclada a un pueblo aislado de nombre Vinland, sé que estamos saturados de misiones, la mitad de nuestros cazadores están en diferentes misiones y otros recién llegan de cumplir con su trabajo, justo ahora
tenemos que dividirnos en cinco grupos, solicitan nuestra intervención en una comunidad infestada de duendes, hay un pueblo que afirma haber tenido varios encuentros con un minotauro que se come a sus mujeres y una arpía que se lleva a los
animales y a los niños pequeños a una montaña y ahí los devora, entre muchos otros casos, este trabajo en particular no es uno a lo que estemos acostumbrados a lidiar, no es un cuerpo físico y ninguno de nosotros es capaz de exorcizar o atar a un demonio así que tenemos que enviar a un equipo de rescate para poder desalojar a los pueblerinos y re ubicarlos en alguna comunidad que pueda recibirlos, probablemente perdamos más dinero del que ganemos, lo más seguro es que esa entidad les de
espejismos y la gente en lugar de oro tenga piedras o arena, pero ayudamos a las personas no por lo que nos puedan pagar, en casos como estos lo hacemos por qué es lo correcto.

—Pero... ¿Y la paga para los que vayan a Vinland? —exclamó uno de los cazadores sin pensar y rápidamente cerró la boca. —Alejandro lo miró fijamente y añadió.

—Tendrán su paga, sé que dependen de sus sueldos para mantener a sus familias, solo que ese dinero se los daré de mi bolsillo.

—¿De verdad señor? —una sonrisa de ánimo se dibujó en sus rostros y todos se emocionaron, pues pensaban que sería un trabajo muy fácil para aquellos que fueran a esa misión, ya que solo desalojarían a los habitantes de ese pueblo y regresarían a casa sanos y salvos.

—Los equipos serán los siguientes. —dijo Alejandro con gran seriedad, Reynar por su parte estaba pidiendo en sus adentros que su padre no lo mandara a Vinland, no quería más rumores sobre él, sus ojos se entre abrieron al escuchar su nombre en la lista y se decepcionó.

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