Una belleza de ensueño
Aquella voz seductora y femenina era nada más y nada menos que de Freya, la concubina más importante del castillo, ella era una vampiresa de cabellos largos y oscuros, como la noche misma, su cabello llegaba hasta sus caderas y era liso y sedoso
como finas telarañas, sus pestañas adornaban sus ojos felinos y seductores, los cuales brillaban con intensidad, era blanca como la nieve, usaba un vestido rojo con un escote pronunciado, dejando a la vista sus encantos, era una belleza en toda la
extensión de la palabra, pero Emir a veces la veía como una rosa se seca, tiene la forma de una rosa, pero su vida y su esencia se han escapado dejando en su lugar una simple flor marchita, pero había algo en ella que lo hacía sentirse extraño.
—¿Qué haces fuera de tus aposentos? —le preguntó Emir con seriedad, tratando de no ver sus grandes atributos.
—Cómo puede darse cuenta, mi rey no ha solicitado de mi compañía, me ha dejado vestida y decepcionada.—dijo ella mientras acariciaba las puntas de sus cabellos.
—Las luces estaban encendidas en sus aposentos, creí que eras tú quien estaba con él. —le dijo Emir extrañado.
—Mi corazón está dolido esta noche, mi señor se encuentra recibiendo el afecto de otras concubinas, escuché que había dos elfas en la habitación del rey, es realmente ofensivo para mí, esas criaturas están muy por debajo de lo que su majestad merece.
—Tú eres su concubina favorita, no deberías sentirte herida, te elegirá a ti por sobré cualquiera.
—¿Dice que no debería dolerme que el rey a quien amo reciba en sus brazos a otras hembras? Usted suena muy cruel mi príncipe, pues aun que conozco bien mi lugar y las tradiciones intimas de la realeza, mi alma sufre cuando veo a mi amado entregarse
a otros brazos.—expresó Freya con melancolía.
—No fue mi intención ofenderte, pero no pareces el tipo de mujer a quien le importe más el amor que el poder.—le dijo Emir mirándola fijamente.
—Se equivoca, ahora mismo estoy sufriendo.
Emir le dijo esto porque Freya era tan despiadada como hermosa, una vampiresa ambiciosa que lo único que deseaba más que la sangre era convertirse en reina, cuando Emir y Valeska llegaron al castillo, una de las primeras cosas que les fueron mostradas fueron las concubinas que estarían en su poder una vez que entraran a la adolescencia, Emir quedó asombrado cuando vio a Freya por primera vez, no es que Magnolia no le pareciera bonita, solo que Freya había sido por así decirlo, su primer amor.
Ella sabía que debía ganarse al legitimo rey, así que se concentró únicamente en Valeska, Freya supo ganarse su lugar, pues al joven Valeska solo le importaba poseer lo más hermoso y deseado de ese lugar, aunque Freya sabía que Emir estaba interesado en ella, por eso de vez en cuando le mostraba algo de interés, ella quería el poder y la riqueza que el dios Valeska pudiera darle, pero los dos hermanos eran tan hermosos que ella no podía dejar pasar desapercibida la belleza del príncipe Emir, así que cuando había oportunidad, ella tenía acciones como esta y aunque no lo decía con claridad dejaba en claro que podría convertirse en su amante, pero esto era realmente impensable pues, aunque Emir y Valeska eran hermanos y considerados
dioses iguales, Valeska era el rey y el amo y deidad suprema de los vampiros y los seres sobrenaturales, así que era una falta de respeto y una atrocidad que Emir poseyera las pertenencias de su hermano mayor.
Valeska podía poseer las concubinas de Emir si quería, pero no al revés, a no ser que el rey le diera su permiso, en una ocasión Valeska lo invitó a participar en un ritual de apareamiento, en esa oportunidad él podía tomar a sus concubinas, porque tenía la autorización directa del rey, pero Emir se rehusó, había cosas que no le parecían
decentes y las rechazaba, él quería honrar a su hermano en todas las áreas posibles, aunque a veces no estuviera de acuerdo en su comportamiento salvaje.
Aunque Emir conocía la verdadera naturaleza de Freya y su maldad sin límites, había una parte de él que seguía deseándola, pero no sabía si era amor, o simplemente rivalidad, un capricho de tener algo importante de su hermano.
Freya estaba recargada en el pecho de Emir y posaba su mano en el abdomen desnudo del príncipe, Emir se veía tentado a abrazarla, pero se rehusaba a caer en sus encantos, pues sabía bien que así jugaba ella, jugaba a enamorarlo.
—¿Por qué no respondió a mi pregunta? ¿A caso no quiere que le haga compañía?
Cuando Freya levantó su rostro para mirar a Emir, un ligero aroma a humano le entró por la nariz dejándola pensativa.
—¿No sería mejor para ti que el rey te encontrara en tus aposentos?
—Ese aroma es humano...parece ser de una hembra, una mujer ¿Por qué su aroma se le quedo impregnado? ¿Habrá comido antes de reunirse con Magnolia? —se decía así misma con seriedad y una vez que terminó de hablar Emir, ella añadió.
—Prefiero que usted me consuele antes que mi rey me vea llorando.
Freya sonrió al percibir la lucha que estaba provocando en el príncipe, era tan satisfactorio sentirse deseada por los dos seres más importantes de su mundo, que se sentía el objeto de aprecio y deseo de la perfección, como si ella fuera la protagonista, la única que tenía el derecho de ser reina.
—Esto es peligroso, si alguien te llega a ver entre mis brazos dejará volar su imaginación, sabes que tengo prohibido poseerte.
—¿Poseerme? ¿Usted me desea mi señor? —le preguntó Freya mirándolo con deseo.
Emir se quedó callado y volteo el rostro.
—Ve a tus aposentos, no quiero hablar más contigo. —le ordenó Emir deseando todo lo contario.
Freya sonrió con malicia y se fue triunfante, pensaba que no había criatura que pudiera resistirse a sus encantos.
Por un segundo la idea de tenerla se apoderó de su mente, por ese momento dejó de pensar en Lía y eso le dio algo de alivio y creyó que solo Freya podría sacarlo de su extraña confusión, al fin y al cabo esa vampiresa era excepcional a la vista.
Mientras Freya se dirigía a sus aposentos, Magnolia la esperaba llena de celos, pues los estaba observando con rabia.
—¿Qué demonios cree que hacía? —Le cuestionó Magnolia sujetándola del brazo con fuerza.
—¿No conoces tu lugar concubina? No te atrevas a tocarme. —le dijo Freya zafándose de ella.
—¿Qué hacía en los brazos de mi príncipe? Le reclamó Magnolia furiosa.
—¿Tu príncipe? ¿Cómo alguien de tu nivel se refiere a un dios como si le perteneciera? —Freya miró a Magnolia de forma despectiva, de arriba abajo como si no valiera nada.
—¡No me mire así! Deje de pavonearse delante del príncipe, usted ya tiene a su señor, conoce muy bien la ley, si provoca los deseos del príncipe podría meterlo en un problema muy serio y no voy a permitirlo.
—¿Y quién eres tú para decirme que hacer? No se te olvide que yo soy la concubina de más influencia y poder de este reino, soy la amante principal del rey, tu solo eres una del montón.
—Es verdad que usted es la favorita del rey, pero yo soy la favorita del príncipe ¡no se le olvide que él también es un dios!
—Sí, pero no es el rey.—alegó Freya con superioridad.
—¿Está diciendo que mi señor es inferior al rey?—la cuestionó Magnolia enardecida.
—Tú malinterpretas mis palabras, además yo no obligué al príncipe a nada, a él siempre le ha gustado tenerme cerca. —le dijo Freya sonriente provocando aún más la ira de Magnolia y la dejó ardiendo de celos mientras seguía su camino.
—Maldita... mi príncipe jamás la tocaría y nunca será reina...—murmuró apretando los puños tratando de controlar sus lágrimas.
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