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Un bebé en camino

Aquella tarde era fresca, por primera vez Ginebra interactuaba con aquellas ex vampiras, aunque al principio fue incómodo para ellas, en el fondo sabían que debían llevarse bien por el bien de la comunidad que estaban formando, Ginebra tenía una necesidad profunda de llenar el vacío que Beatriz había dejado cuando se fue, la ausencia de su amiga le marchitaba el corazón y probablemente ese deseo de sentirse
acompañada la llevó a acercarse a estas peculiares mujeres.

Todo estaba listo para la cena y Alejandro y sus amigos estaban de regreso, llevaban consigo un montón de leña y algo de fruta, al verlo Ginebra sintió un vértigo en su interior.

—¡Alejandro! —Ginebra se siente nerviosa.

—¡Ya están de regreso! La cena está servida, Ginebra nos permitió ayudarle y así pudimos hablar un poco. —expresa Yubel con alegría.

—La comida se ve deliciosa, comer así de bien es una de las mejores cosas de ser humanos otra vez jaja. —dice Tairen con gusto.

—Buenas noches esposa mía. —Alejandro le da un beso en la frente a Ginebra y los ojos de Dafne se llenan de tristeza.

—Te extrañé mucho. —susurra Ginebra haciendo un puchero involuntario.

—Tus ojos brillan diferente esta noche, estás más bella. —le dice su esposo con una sonrisa. —Alejandro era realmente atractivo, su forma humana era varonil y encantadora, sus ojos azules estaban llenos de vida, Ginebra prefería su color natural a los carmesí de los que se enamoró.

—¿Enserio? Ah... supongo que están así por el bebé.—le dijo ella sonrojada.

—¿El bebé? —Alejandro se queda en shock y su corazón late con locura.

Ginebra al verlo paralizado se pone temerosa y piensa que Alejandro está enojado al escuchar la noticia.

—Lo siento mi amor, sé que no estaba planeado y... —Alejandro la enmudece abrazándola efusivamente.

—Gracias.... —Alejandro susurra lleno de dicha mientras la estruja entre sus brazos.

—¿No estás enojado?

—Me has hecho el hombre más feliz del mundo. —Ginebra siente un gran alivio y se cuelga de su esposo, todos en la mesa los miran conmovidos.

—¿Es una buena noticia no? — dice Sasha con una sonrisa.

—Me alegro por ellos, después de todo se merecen ser felices. —expone Blander mientras intenta abrazar a Yubel.

—Ni se te ocurra ponerme el brazo encima. —le dice la mujer con una mirada amenazante.

—Será en otra ocasión entonces jeje. —responde Blander apenado.

—¡Brindemos por nuestros amigos y su pequeño bebé! —manifiesta Osmar con alegría.

—¡Salud!

Los amigos de Alejandro los rodean para felicitarlos y esa noche todos cenaron hasta saciarse, Alejandro trajo uno de sus últimos vinos para celebrar con ellos y se dio la una de la mañana y ellos seguían hablando, se le notaba a Alejandro la felicidad en el
rostro luminoso y radiante.

Por otra parte, Ginebra estaba cerca de la fogata cubierta con un chal, apoco tiempo de irse a acostar y entonces Sasha se le acerca con un té de frutos rojos.

—¿Qué haces?

—Aun no tengo mucho sueño, pero pronto me iré a descansar.—le respondió Ginebra llena de paz.

—¿Cuántos meses tienes de embarazo?—le preguntó Sasha con curiosidad.

—Dos meses, aún es muy pequeño, bueno aún no sé cuál será su sexo, pero algo me dice que será niño, no sé, es una corazonada. —dice Ginebra con una tierna sonrisa.

—Nunca te había visto sonreír, ahora entiendo porque le gustas tanto al amo, digo, a Alejandro, aun no me acostumbro a llamarlo por su nombre. —expresa Sasha con una sonrisa nerviosa.

—No te preocupes, gracias por el té, está muy rico.

—¿Enserio? Me alegro, es la primera vez que hago uno.

Sasha era una mujer alta de tez blanca y cuerpo delgado, su cabello era largo y castaño, solía ser una duquesa, una mujer adinerada y llena de todo tipo de lujos, estaba casada con hombre obeso que la tenía como un trofeo, era tan depravado que solo la veía como un objeto para sus bajos instintos, ella lo soportaba todo con tal de no perder su título de nobleza, en sus tiempos el divorcio era tan mal visto que aquellas mujeres que se separaban de sus esposos lo hacían a escondidas, pero eran repudiadas y discriminadas de tal forma que su vida quedaba prácticamente arruinada y qué decir de volverse a casar, su única opción si eran jóvenes era trabajar en un burdel como prostitutas, ningún hombre las tomaba en serio, así que Sasha vivía una
vida lujosa a cambio de satisfacer a un hombre malvado.

Un día su marido se pasó de la raya, experimentaba todo tipo de cosas con ella, su dignidad se había esfumado y había llegado la desesperanza, aquel monstruo ya no se complacía con nada, así que
decidió azotarla hasta dejarla sin vida, bueno, eso es lo que el creyó al verla inmóvil, tirada en su propia sangre y entonces optó por meterla en un costal y tirarla en un callejón húmedo, obscuro y solitario, lo que no sabía era que en ese pasillo le esperaba la muerte, un vampiro yacía cubierto por la oscuridad, hambriento y con deseos de matar, entonces aquel demonio le quitó la vida de la peor manera, una vez que terminó la curiosidad y el olor de tanta sangre lo llevó a revisar a aquel sucio costal y entonces vio a Sasha, desnuda y a punto de morir desangrada, él estaba dispuesto a devorarla cuando un susurro débil y casi imperceptible le dijo: Muérdeme y en ese momento los ojos de aquel vampiro se iluminaron y convirtió a esta mujer en una vampira, aquel
vampiro era nada más y nada menos que Osmar.

(Volviendo a la actualidad)

—Pero quise hacerte este té para que te relajaras más

—Gracias, realmente lo estoy disfrutando mucho,
por cierto, Sasha, ¿Cuál es tu comida favorita? —le pregunta Ginebra curiosa.

—Bueno, antes mi comida favorita era la sangre de los jóvenes jeje, pero... diría que ahora todo me gusta. —expone Sasha con una cara brillante y llena de paz y añade. —Disfruto de las pequeñas cosas, como este té, por ejemplo, es ligeramente dulce y
cuando mastico los trozos de fruta una sensación de felicidad explota en mi boca, estoy tan feliz de ser humana otra vez que hasta el aire que me toca en la mañana me parece extraordinario.

—Eres tan agradecida, escucharte llenó mi corazón de ternura. —Ginebra se pone de pie y le regala un abrazo sincero a Sasha.

—Uy, ese abrazo se sintió muy bien jaja, gracias.

—No me agradezcas, la verdad hablar contigo es muy animante.

—¿Te quieres ir a descansar? Debería llevarte a la cama —Alejandro la sorprende por la espalda y Ginebra levanta la cabeza, su amado esposo tiene el rostro colorado de tanto vino.

—La verdad aun no tengo sueño, estaba hablando con Sasha y no estoy tan cansada.

—No es por eso que quiero llevarte conmigo. —le dice Alejandro con una sonrisa y Ginebra se ruboriza y tartamudea nerviosa disculpándose con Sasha.

—Lo... lo siento...

—No te preocupes jeje, mañana podemos seguir platicando, descansen, feliz noche.

Alejandro se lleva a Ginebra cargando y esta se pone tan nerviosa que se tapa la cara, sabe que todos los están mirando.

—¡Alejandro bájame! Mira cómo nos están viendo...

—Eso no me interesa, que sepan que te amo y me vuelves loco y verte tan nerviosa me hace querer continuar con esto.

Ginebra mira a su esposo, hacia dos meses que no lo veía sonreír así, su corazón se regocija y se tranquiliza al verlo contento y entonces le suelta el cabello.

—Siempre he creído que te vez muy varonil con el cabello suelto, tan guapo que no puedo pensar en nada más que en tenerte conmigo. —le dice Ginebra mientras le mira los labios.

—Entonces has lo que quieras conmigo, soy todo tuyo.

La puerta de la habitación se azota con fuerza y aquellos esposos se entregan al amor como hacía mucho no lo hacían, se desvelaron amándose.

—Gracias por regalarme esta noche tan maravillosa. —le dice Ginebra llena de sudor.

—De ahora en adelante trataré de ser más cuidadoso contigo, no quiero lastimar a nuestro hijo.

—Me alegra que estés feliz de saber que serás padre otra vez... tenía miedo de que te enfadaras y que creyeras que trataba de sustituir el lugar que dejaron nuestros príncipes... no sabes lo aliviada que me sentí al ver tu sonrisa.

—Saber que estás esperando un bebé me ha devuelto la vida, mi corazón ya late de amor por él. —le dice Alejandro mientras le besa la mano.

—Nadie nos podrá arrebatar a este niño, será nuestro y crecerá con nosotros.—Lagrimas empapan el rostro de Ginebra y Alejandro la abraza para consolarla.

—Sí, nadie podrá quitárnoslo.

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